viernes, 30 de julio de 2010

DESTINO: CAPITULO 20




Disclaimer: Todos los lugares y personajes conocidos pertenecen a J. K. Rowling. Todo lo demás es fruto de mi imaginación.

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Hermione se desperezó con un bostezo, mientras se cubría con las mantas hasta la coronilla. ¿Qué hora era? Por el sol debía de ser tarde, aunque si no fuera porque tenía muchas cosas que hacer, se habría quedado en su cama.

Bajó ligeramente las mantas hasta el cuello para ver alrededor con los ojos entreabiertos. Un momento, esa no era su cama, y definitivamente no tenía afiches de equipos de Quidditch en sus paredes, por no mencionar que jamás dejaría sus libros tirados por allí, ¡eran libros!

Sacudió la cabeza para terminar de disipar la espesa niebla que parecía cubrir su mente y, de pronto, con un violento sonrojo lo recordó todo. Estuvo tentada a coger nuevamente las mantas y esconderse bajo ellas, pero antes de permitir que el pánico la dominara, aspiró con fuerza, contó hasta tres, y dio un sonoro suspiro.

—No empieces de nuevo—se dijo, casi regañándose.

Una auténtica sonrisa adornó su semblante al pensar en todo lo ocurrido la noche anterior, dejando los reproches a un lado, y concentrándose sólo en lo que le parecía realmente importante en ese momento.

Nunca hubiera pensado que podría sentirse tan feliz. Bueno, estaba preocupada aún por muchas cosas, pero la verdad era que si debía describir lo que sentía, no podía ser otra cosa que felicidad.

Todo había sido tan…perfecto; diría que tal como lo soñara si alguna vez lo hubiera hecho, pero la verdad era que jamás había cruzado por su mente que ella y Harry compartieran algo así.

Allí estaba de nuevo, sonriendo como tonta, ¿quién lo habría pensado de ella? Tal vez fuera una romántica encubierta o algo así, después de todo.

De un momento a otro, su expresión de placidez cambió por otra de preocupación. Un momento, ¿dónde estaba Harry? Empezó a dar miradas por todo el dormitorio, casi esperando verlo salir de algún rincón, pero nada.

¡Por Merlín! ¿Se habría arrepentido y salió corriendo? ¿Hizo ella algo malo? No, por supuesto que no hizo nada malo, él se lo habría dicho, ¿o no? O tal vez ocurrió algún problema.

Se levantó de un salto, dirigiéndose a la puerta, pero antes de tomar la manija, esta se abrió de pronto, dando paso a un despeinado Harry, que apenas se las arreglaba para balancear una bandeja con la mano, y llevando algo más en la otra.

En cuanto sus miradas se cruzaron, compartieron una sonrisa avergonzada, que fue rápidamente cambiada en el rostro del muchacho por otra muy divertida.

—Buenos días—saludó.

—Buenos días—ella no entendía qué le causaba tanta gracia.

—No me estoy quejando, pero, ¿no tienes frío?—Harry le dirigió una mirada de arriba a abajo que la avergonzó aún más.

Y fue mil veces peor cuando reparó en el motivo de su risa. Apurada en ver qué había pasado, saltó de la cama sin pensar siquiera en cubrirse. Con un grito ahogado, pegó tal carrera, que en menos de un segundo estaba de vuelta con las mantas hasta las orejas, sintiendo sus mejillas arder.

—¡Vaya! Qué reflejos para alguien a quien no le gusta el quidditch. No debí decir nada—el muchacho sacudió la cabeza, con una mueca de decepción.

—¡Oh, ya basta!—Hermione estuvo tentada a lanzarle una almohada, pero reparó en que lo haría tirar todo lo que llevaba en brazos—¿Qué es eso?

Harry se las arregló para dejar la bandeja en la mesa de noche, y le tendió algo con una reverencia burlona.

—Ese es nuestro desayuno, cortesía de Kreacher—señaló la fuente—Y esto es tu ropa de cama, creo. Fui a tu dormitorio porque pensé que la necesitarías. Juro que no revisé nada, sólo tomé la que estaba bajo la almohada.

Hermione fue variando su expresión de vergüenza, por una cálida sonrisa. Típico de Harry hacer algo así.

—Gracias—estiró la mano para coger la ropa.

El muchacho permaneció de pie, sin dejar de mirarla.

—Harry, necesito que salgas, o al menos te des vuelta para cambiarme—comentó ella, como si indicara algo muy obvio.

—¿Porqué? Ya lo vi todo—él se encogió de hombros, con una sonrisa traviesa.

—¡Harry!—si sus mejillas seguían ardiendo iban a explotar.

—Está bien, era una broma, no veré…esta vez—el joven giró, mirando al techo.

Hermione se vistió en un par de minutos, y cuando estuvo bien segura de que no olvidaba nada, se acomodó más tranquila sobre las almohadas.

—Listo—anunció.

—Genial, muero de hambre—Harry tomó la bandeja y se acomodó a su lado, invitándola a tomar algo.

La chica no necesitó que insistiera; tenía tantas ganas de comer algo como él. Así que empezó a mordisquear con deleite un panecillo. Compartieron algunos minutos en silencio, devorando los platillos preparados por el elfo.

Cuando estaban por terminar, Hermione empezó a hacer círculos con los dedos sobre la bandeja, con la mirada gacha. En un segundo, el muchacho acercó la mano para detener el movimiento, apresando sus dedos con gentileza.

—Por favor, no digas que te arrepientes—susurró.

Ella sacudió la cabeza, negando con énfasis.

—No lo hago—aseguró—¿Y tú?

—¡Claro que no! Fue genial; en realidad, más que genial. Tenía miedo de que tal vez tú no pensaras igual—reconoció él.

—Pero si lo pienso, Harry, en serio. Es todo un poco raro, ya sabes, pero no lo cambiaría por nada del mundo—Hermione habló muy segura.

El muchacho le sonrió, muy alegre, como si se hubiera quitado un peso tremendo de los hombros.

—¿Y ahora qué?—preguntó.

—No lo sé, supongo que sólo…¿seguimos? Quiero decir, sé que las cosas serán un poco difíciles, pero no quiero que nos separemos—le confesó Hermione.

—No vamos a separarnos, puedes estar segura de eso; lo prometo—Harry le dio tal abrazo que hizo tambalear la bandeja, pero a ella no pareció importarle.

—Eso suena bien—sonrió la chica, dejando la fuente sobre la mesilla—¿Qué estás haciendo?

Harry se había metido entre las sábanas, acomodándose para acercarse a ella.

—¿No lo sabes? ¿Dónde estuviste anoche?—se rió, al tiempo que la besaba.

Hermione correspondió al beso, dejando que jugueteara con su cabello.

—Harry, tenemos muchas cosas que hacer. Debemos ir a ver si han logrado sacarle alguna información a Rookwood, no he recogido mis calificaciones de este periodo en la Academia, y pronto será Navidad, pero no he comprado nada…—el muchacho ignoraba sus quejas, depositando una serie de besos desde su sien hasta el hombro, arreglándoselas para desabotonar la blusa del pijama.

—Lo haremos todo, no te preocupes, pero luego—Harry sonreía al notar que ella no se esforzaba por alejarlo, al contrario.

—¿Luego?—preguntó la joven, viéndolo con ojos vidriosos.

—Luego—repitió él, sin dejar de besarla.

—De acuerdo—Hermione dejó de objetar, y se concentró en corresponder a sus caricias.

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—¿Y bien? ¿Qué le sacaste?—Travis se adelantó en su silla con ansiedad.

Kim acababa de dejar la habitación en la que mantenían cautivo a Rookwood; no le sorprendía en lo absoluto encontrarse a Travis esperando en el salón junto a los demás para enterarse de sus avances, sólo que él era mucho más entusiasta.

Era evidente que tanto Laria como Moody deseaban conocer los resultados de sus interrogatorios, pero se mantenían apartados.

Hermione y Harry sólo tenían unos minutos allí, intentando disimular su felicidad de manera más que precaria, a decir verdad. Aunque hacían todo lo posible por comportarse con naturalidad, obviamente algo había cambiado entre ellos, y habría que ser ciego para no notarlo.

El auror decidió ignorar la desagradable sensación que le produjo este reconocimiento, y se concentró para responder a la pregunta de su compañero.

—He sondeado en su mente tanto como me ha resultado posible sin hacerle daño, y sólo he obtenido algunos datos—indicó, al parecer cansado—Por lo que sabe, podemos confirmar casi todas nuestras sospechas respecto a la Noche de Walpurgis, la fecha en la que se realizará, esas cosas. Como suponía, Nott ha sido muy cuidadoso cada vez que se ha acercado a él, tal como sucede con el joven Malfoy. La información que le proporciona es mínima, y Rookwood sólo esperaba a que fuera a buscarlo para ir con él.

—¿Entonces no sabe nada?—Harry lució desilusionado.

—No he dicho eso—replicó Kim, con un tono frío que no pudo evitar, ganándose una mirada airada del muchacho—Consideremos que Rookwood es mucho mayor que Malfoy; ha pasado por todo tipo de situaciones, es desconfiado por naturaleza, y sabe más de lo que reconoce.

—¿Y qué sería eso?—Travis lo apremió.

—Algunas cosas interesantes. La Ceremonia se llevará a cabo el treinta de abril, como sabemos, y se requieren doce magos oscuros para realizarla; uno de ellos debe ser el líder, el vicario que invocará a Holda, y por lo que Rookwood cree, ese debe de ser el abuelo de Nott—indicó el auror.

—Entonces ahora podemos asegurar que está vivo—acotó Hermione.

Kim asintió en señal de afirmación; sin embargo, una ligera mueca de duda asomó a sus labios.

—Definitivamente lo está, es algo que Rookwood tiene muy claro en su mente, pero me habría gustado saber porqué se hizo pasar por muerto. Por desgracia, el mortífago no tiene idea de sus motivos—comentó, para luego agregar—Por otra parte, confirmé también que tiene ya a seis mortífagos con él, exceptuando a los dos Nott, con lo que serían ocho.

—¿Y los otros cuatro?—inquirió Travis.

—Malfoy, como sabíamos; Rookwood, por supuesto—enumeró elevando los ojos—En cuanto a los otros dos, al parecer cuando Nott fue a buscarlo por primera vez, preguntó por varios de sus compañeros mortífagos. Debió decirle la verdad, que algunos estaban muertos o encerrados, y otros tantos escondidos. Pude ver que pensó en Travers y Selwyn, que ya están con Nott, claro, sólo que él no lo sabe. Pero otros dos nombres que mencionó me resultaron familiares, y hasta donde sé, no han sido reclutados aún. Avery y Yaxley, que ya lo había mencionado Malfoy como una opción, ¿los recuerdan?—se dirigió a Harry y Hermione.

Los jóvenes mostraron similares expresiones de sorpresa.

—¡Claro que los recordamos!—el muchacho reaccionó primero—Ambos eran seguidores de Voldemort, es cierto, y nos enfrentamos a ellos en el Ministerio de Magia, hace ya varios años, y luego en Hogwarts.

—¿No fueron apresados entonces?—inquirió Hermione, intentando recordar.

—No según los documentos que su Ministro nos hizo llegar; figuran entre los prófugos—indicó Laria, interviniendo por primera vez.

—Entonces esos dos son los que nos faltan para completar a los doce—Travis sonrió.

—Pero no sabemos dónde están—le hizo ver la griega.

—Siempre tan positiva—el auror rodó los ojos—Los buscaremos y ya; ahora sabemos de quienes se trata, ¿no?

La bruja le dirigió una fría mirada, ofendida por su tono exasperado, pero no replicó su comentario.

—¿Algo más que hayas logrado averiguar?—Moody rompió su silencio, deslizando el ojo mágico de un lado a otro.

—En realidad, si—indicó Kim—Se trata de los sacrificios.

El ambiente se enrareció de inmediato al oír esas palabras.

—¿Qué te ha dicho?—inquirió Hermione al fin.

—Necesitan a cuatro personas, y tenías razón, de alguna forma su estatus de sangre juega un papel importante en la elección. En su mente, si bien no sabe quienes son, pude comprobar que se refiere a ellos como “el squib”, “el mestizo”, “el sangre limpia”; esos términos tan comunes entre los mortífagos—indicó.

—Olvidaste “sangre sucia”—mencionó Travis.

—¡Taylor!—Moody lo vio con el ceño fruncido.

—¡Vamos! No es agradable, pero apuesto a que Hermione está tan acostumbrada como yo a que algún idiota la llame así—reafirmó el rubio, sin darle mayor importancia.

—¡Ni se te ocurra referirte a ella de esa forma! Si no te afecta, es tu problema—Harry le dirigió una mirada furiosa.

—Está bien, Harry, él no pretendía ofenderme—Hermione puso una mano sobre su brazo para calmarlo—Tiene razón, es así como nos llaman.

—Pero eso no quiere decir que nosotros también debamos usar una expresión tan desagradable—intervino Kim—Por favor, Travis, con “hijo de muggles” estará bien, ¿de acuerdo?

—Como quieran—el auror se encogió de hombros—No pretendí ofender a nadie.

—En fin, lo que pretendía decir es que con esa información tenemos claro que irán por dos más; un “sangre limpia”, y un “hijo de muggles”—resumió el oriental.

—¿Y pudiste ver de quienes se trata?—preguntó Laria.

—No, él no lo sabe—negó Kim.

—Pues fácil lo tenemos; podría tratarse de cualquiera—Travis suspiró, resignado—Ya me parecía que las cosas se estaban aclarando demasiado.

—Pero así es. Sabemos algunas cosas nuevas, y confirmamos casi todas nuestras sospechas—Hermione procuró sonar positiva.

—Y Nott no podrá hacer el ritual sin Rookwood—la apoyó Harry.

—Hay otros brujos tenebrosos, Harry—el rubio negó, ensimismado—Siempre puede conseguir a alguien más.

—Pero él no sabe que lo tenemos, eso nos da algo de tiempo para adelantarnos—el muchacho se cruzó de brazos, obstinado.

—Eso es verdad, y toda ventaja nos conviene; trabajemos con eso—Kim no varió su expresión.

Tras unos minutos en silencio, Travis se incorporó como impulsado por un resorte.

—¿Saben qué? Tengo una idea—dijo—Kim, no dudo que hiciste un gran trabajo, pero la legilimancia no es una seguridad absoluta. ¿Qué les parece si usamos un poco de Veritaserum?

Se observaron diferentes reacciones a su propuesta.

Harry asintió, pensativo, lo mismo que Kim. Hermione, en cambio, pareció no estar muy de acuerdo con utilizar una poción prohibida, mientras que Laria y Moody intercambiaron una rápida mirada que pasó inadvertida a los demás.

—No lo sé—Kim cabeceó, inseguro.

—Saben que es la mejor opción; no podrá engañarnos con eso—Travis insistió.

—Supongo que no deja de ser una buena idea—Hermione miró a Harry, suspirando.

Antes de que alguien dijera más, Moody golpeó el suelo con su bastón, y los miró fijamente.

—Laria se encargará de eso, yo conseguiré la poción—dijo cortante.

—Yo podría…—Travis fue cortado antes de poder terminar su frase.

—He dicho que Laria lo hará, ella tiene experiencia en estas cosas—esta vez fue más frío—¿Algún problema, Laria?

La bruja mantuvo la mirada fija en el vacío, como si prefiriera evitar ver a sus compañeros.

—Por supuesto que no, será muy sencillo—habló con tranquilidad, sin alterar su semblante.

—Asunto arreglado. Voy ahora mismo a hablar con Kingsley para que me suministre un poco de Veritaserum de sus reservas lo antes posible; no tenemos tiempo para prepararlo por nuestra cuenta—Moody se puso de pie, pero detuvo sus pasos al oír la puerta del frente abrirse, elevando la varita en posición de defensa.

Los demás hicieron otro tanto, atentos a ver quién se asomaba al salón.

Se oyó un suspiro colectivo al encontrarse con un rostro familiar.

—¿Qué pasa? ¿Porqué me apuntan?—Ron dio un paso hacia atrás, con expresión ofendida.

—¿No te dije que tocaras antes de entrar a la casa, Weasley? ¿Cómo lo hiciste? Sólo nosotros podemos—Moody rumió disgustado.

—Travis me dijo la última vez que vine cuál era la contraseña para entrar—se defendió el muchacho.

—¡Ah, si! Se me había olvidado—el rubio sonrió, ligeramente apenado por su descuido, pero se recuperó enseguida—¿Qué? No me veas así, Moody, ellos deben poder entrar lo mismo que nosotros; no seas tan dramático.

—¿Hay una contraseña? ¿Por eso siempre debemos tocar?—a Harry le costó desviar la mirada del rostro adusto de su amigo.

—Claro, porque si trataran simplemente de entrar sin saberla, no podrían. Alguno de nosotros debe abrirles, ¿no se habían dado cuenta?—Laria pareció sorprendida.

—Sospechaba algo de eso, pero ustedes tienen derecho a su privacidad, no quise preguntar—Hermione también se veía incómoda.

—¡Privacidad! Lo peor que podría pasar es que nos encuentren en la ducha—Travis hizo un gesto para restarle importancia al asunto—Recuérdenme enseñarles la contraseña luego.

Un silencio incómodo se instaló en la habitación cuando Ron fijó la mirada en sus amigos, que a su vez lo contemplaron con cierta aprehensión. Los demás, concientes de la tensión que parecía correr entre los más jóvenes, se miraron entre sí.

—Bueno, Weasley, ¿qué ha sido de tu vida? Si ibas a tomar vacaciones, debiste avisar antes—Travis, como siempre, bromeó para romper el hielo.

Ron retiró la mirada de Harry y Hermione, e ignorando al rubio, dio unos pasos para acercarse a Moody.

—Lamento no haber venido estos últimos días, tuve algunos asuntos…familiares—se disculpó, metiendo las manos en los bolsillos.

—Ya—el viejo lo miró, escéptico—Mira, muchacho, aquí no estamos jugando. No puedes sólo desaparecer cuando se te ocurra, es mejor que digas se una vez si podemos contar contigo.

—¡Por supuesto que pueden! Quiero detener a estos locos tanto como ustedes—el pelirrojo cambió su tono exaltado por uno más tranquilo—No volverá a pasar, Moody, lo prometo.

El auror lo miró por unos segundos con fijeza, midiendo sus palabras.

—De acuerdo, pero estás advertido. Vuelve a hacer algo así, y estás fuera—le dijo.

—Está bien—Ron continuaba mirando al frente, evitando a sus amigos—¿Y qué ha pasado?

—Nada especial, aparte de tener a un mortífago encerrado en el ático—Travis reveló la información sonriendo.

—¿Un mortífago? ¿En serio? ¿Cómo? ¿Qué ha dicho?—Ron veía del viejo al rubio con una mueca de incredulidad.

El mayor se apoyó en su bastón, dando una cabezada hacia Laria.

—Ve con ella, Weasley; te contará todo lo que ha pasado. Yo debo irme ahora—el auror se dirigió a la puerta, dando indicaciones antes de salir—Sigan trabajando con lo que tenemos, nos reuniremos luego.

Sin decir más, dejó el salón, y no pasó mucho antes de que oyeran la puerta del frente cerrarse.

Si el ambiente ya era más que tenso en presencia de Moody, en cuanto este se fue, la incomodidad fue tal que hasta el aire se enrareció. Ni siquiera a Travis se le ocurrió algún comentario gracioso para aligerar el ambiente.

El silencio fue roto por Harry, que se puso de pie, y caminó hasta encontrarse cara a cara con su amigo.

—Tenemos que hablar—le dijo en un susurro que los demás no alcanzaron a escuchar.

El pelirrojo hizo amago de ignorarlo y dar una vuelta para alejarse, pero el muchacho le bloqueó el camino.

—Ahora—insistió con voz firme.

Su amigo miró alrededor, disgustado y dispuesto a pasar de largo, haciéndolo a un lado de ser necesario, pero su mirada se cruzó con la de Hermione, y debió ver algo allí que lo hizo cambiar de opinión, porque dio una cabezada de mala gana, y le hizo una seña para que lo siguiera fuera del salón.

Cuando salieron, antes de que Laria hiciera algún comentario que pudiera afectar a Hermione, Travis se le acercó con una sonrisa amistosa.

—¿Y bien? ¿Qué planes para Navidad?—preguntó de golpe.

La joven no supo si llorar agradecida por su gesto, o reír por la salida tan desesperada, de modo que optó por un punto medio, y le sonrió con afecto.

En el pequeño jardín trasero de la casa, Ron esperaba apoyado en un muro a que Harry empezara a hablar.

—Date prisa, oíste a Moody, tengo que ir con Laria—espetó el muchacho al cabo de un momento.

—Mira, Ron, sé que estás molesto, y tienes razón en sentirte así, pero ella está sufriendo—Harry le habló con sencillez.

—¿Y qué pasa con mi hermana? Ella está sufriendo también, y no puedo hacer nada. No hace más que llorar, y mi madre va a volverse loca. Hace un par días quiso enviarles un Howler y tuve que detenerla, no porque tú merezcas que te ayude, sino porque eso sólo haría sentir peor a Hermione. ¿Sabes que los gemelos y yo estuvimos haciendo sorteos para ver quien de nosotros te golpea? Pero nadie quiere hacerlo—Ron dio una patada al aire, irritado consigo mismo por decir todo lo que estaba pensando.

—Pues deberías—replicó Harry dando un par de pasos hacia él.

—¿El qué?—inquirió el pelirrojo de mala manera.

—Golpearme. Deberías hacerlo, me lo merezco, y tal vez eso ayude a que te sientas mejor—su amigo se encogió de hombros.

—Lo haría, pero no me ayudará, créeme—contestó con una mueca amarga—Me gustaría que todo volviera a como era antes.

Harry sintió mucha pena de verlo así, tan deprimido, como si estuviera partido entre dos bandos. Lo respetó por su lealtad a su familia, pero también comprendió que las cosas iban a ser más difíciles aún de lo que había pensado.

—No ocurrirá, Ron, y lo siento por ti, por Ginny, y tu familia—suspiró—Hermione y yo no queremos perderte, eres nuestro mejor amigo, siempre lo serás. Sé que es un poco egoísta, pero somos felices, y no vamos a renunciar a eso.

—No esperaba que lo hicieran, pero tampoco puedo hacer como si nada hubiera pasado. Si no se tratara de Hermione, sabes que habría actuado distinto, ¿no? Esto es lo mejor que puedo hacer, Harry, lo siento; mi familia me necesita mucho más que ustedes—el muchacho se veía triste y preocupado.

—¿No volverás a casa?—inquirió su amigo al cabo de un momento.

—Esa no es mi casa ahora—negó el pelirrojo.

Harry suspiró, pensando en lo mucho que eso iba a afectar a Hermione, y la sensación de pérdida que lo embargaba. Creyó que no volvería a experimentar algo así, al menos no relacionado con Ron.

—Entiendo, pero espero que podamos tenerte con nosotros luego—y agregó rápido, antes de que el muchacho pudiera discutir ese punto—¿Nos hablarás al menos?

Ron puso los ojos en blanco, sin variar del todo su expresión molesta.

—No, Harry, vamos a enfrentarnos a los mortífagos, y si te mandan un Avada me quedo mirando. ¡Por supuesto que les voy a hablar! Ya no tengo quince años, ¿sabes? Y Moody tiene razón, este es un asunto serio; tampoco quiero que los lastimen—reconoció entre dientes.

—Gracias—comentó su amigo.

—Sólo…entiende que no puedo ponerme a hablar del clima o algo así, ¿de acuerdo? Y que Hermione no se sienta mal por mi culpa, no estoy molesto con ella; dile eso de mi parte—le pidió sin variar su tono, y pasando a su lado para entrar de vuelta a la casa.

Harry se quedó unos minutos más en el jardín, intentando buscar algo positivo en esa breve charla. Ron estaba haciendo un esfuerzo tremendo para no actuar como lo haría en otras circunstancias, y se lo agradecía muchísimo, especialmente por Hermione. Por otra parte, estaba seguro de que las cosas serían muy distintas con el resto de la familia Weasley.

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Algunos días pasaron a estos acontecimientos, con pocas novedades, salvo algún evento aislado que sólo confirmaba la situación en la que vivían.

Tal como Ron le había dicho a Harry en su última conversación, no regresó a la casa de Grimmauld Place, al menos mientras él y Hermione estaban allí. Un día, al regresar, encontraron una escueta nota del muchacho indicando que había pasado a recoger sus cosas para llevarlas a La Madriguera. Aparte de ese pequeño gesto de atención, en lo posible evitaba entablar charla con ellos cuando se veían en el cuartel de los aurores, si bien no había mucho de lo cual pudieran hablar.

Las investigaciones se encontraban casi estancadas, ya que tanto Yaxley como Avery eran dados por desaparecidos, aunque Kim no había cejado en su empeño de encontrarlos. El interrogatorio a Rookwood debió esperar a que Kingsley les hiciera llegar el Veritaserum que le prometió a Moody, pues al parecer, aún siendo el Ministro, debía seguir ciertos canales regulares para poder disponer de una muestra de la poción.

Si bien la frialdad de Ron les afectaba, y mucho, Harry y Hermione hacían lo posible por seguir con sus vidas tan normalmente como les era posible. En realidad, los mejores momentos del día eran cuando llegaban a casa, extenuados por las horas pasadas con Travis, indagando con mucha discreción acerca del ritual para convocar a Holda, ya que creían en conocer tanto como se pudiera al enemigo en potencia.

No habían tenido mayores avances, por el desconocimiento de la gente a la que le preguntaban, o debido a que quienes sabían algo simplemente evitaban siquiera tocar el tema. El terror provocado por Voldemort era un recuerdo fresco, y la idea de hurgar en la memoria, en lo relativo a una bruja tan poderosa y casi olvidada, les parecía impensable.

De modo que al llegar a casa, compartían la cena que Kreacher les tenía preparada, y subían a sus respectivas habitaciones para darse un baño, ponerse la ropa de cama, y reunirse luego en el dormitorio de Harry, donde se habían acostumbrado a pasar la noche. Hermione bromeaba diciendo que si fuera más grande, y no tuviera esos horribles afiches, ni siquiera pensaría en pasar por la suya.

Nada les calmaba más que enredarse entre las sábanas, hablando en voz baja de todo lo ocurrido en el día, esperando encontrar algo que se les pudiera haber pasado por alto.

Con frecuencia, dormían uno en brazos del otro, acercándose más por reflejo, y calzando sus cuerpos como si fueran piezas de un rompecabezas.

A Harry le gustaba despertarla en las mañanas soplando suavemente en su oído, y sometiéndola a una tortura de cosquillas que acababan por disipar su sueño. Las risas pronto se convertían en jadeos y gemidos ahogados, producto de los besos y caricias que se daban, centrándose por unos momentos, sólo en ellos.

Ese día, luego de desayunar, Hermione se despidió para ir a la Academia, y recoger sus calificaciones, mientras que Harry se dirigió a la casa de los aurores a encontrarse con Travis para continuar sus pesquisas.

Al muchacho no le extrañó abrir la puerta, usando el hechizo que el auror les había enseñado, y encontrarse tanto el recibidor, como el salón, adornados con un ambiente festivo. Un árbol de Navidad ligeramente ladeado dominaba la estancia; unas gruesas guirnaldas se enroscaban en la balaustrada de las escaleras, y hasta vio a un muñeco de Santa Claus de casi un metro al lado de la chimenea. Harry suspiró al imaginar lo que Moody y Laria habrían dicho por todo eso.

—¡Hola! ¿Qué piensas?—el rubio bajaba las escaleras a saltos, señalando la decoración.

—Es muy…navideño—al muchacho no se le ocurrió otra definición.

—Lo sé, lo sé, exageré un poco, pero no pude evitarlo. Esta será la primera Navidad que pase fuera de casa; hasta ahora me las había arreglado para estar allí—comentó con tono nostálgico.

—¿Tu madre estará sola?—Harry sabía que Travis no tenía más familia que ella.

—¡Oh, no! Se quedará con unos amigos durante las fiestas; son buenas personas—le dijo, más alegre—Pero como no pienso renunciar a mis costumbres, tengo planeada una buena celebración. Tú y Hermione vendrán, ¿cierto?

El joven asintió de buena gana.

Los padres de Hermione estaban de viaje, como siempre en esas fechas, y aunque habían discutido la idea de quedarse en la casa juntos, él sabía que la imposibilidad de ir a La Madriguera le afectaba muchísimo. Así que pasar las fiestas con Travis y los demás podría resultar agradable para todos.

Si era sincero consigo mismo, le molestaba un poco la presencia de Kim, y su obvia animadversión, pero Hermione lo consideraba una buena persona, y lo último que quería era hacer las cosas más difíciles para ella.

—¿Cómo se lo tomaron los otros?—Harry señaló el lugar.

Travis empezó a reír, como si recordara algo muy divertido, haciéndole gestos para que bajara la voz.

—Moody y Kim no hicieron mucho drama. El viejo piensa que me he vuelto un poco loco, y Kim no celebra la Navidad, pero creo que le gusta la idea. Laria es otra historia, ya puedes imaginarlo, especialmente por el Santa, no quiere ni acercársele—el rubio señaló al muñeco sin dejar de reír, e imitó acento de su compañera—“¿Cómo se te ocurre hacerle esto a la casa sin preguntar?” “Somos brujos, no muggles”. A veces creo que esa mujer no ha tenido infancia.

Harry rió también, divertido por el tono histérico que había usado para imitar la voz de Laria.

—¿Dónde están todos ahora?—preguntó al cabo de un momento, ya más serio.

—Kim y Moody salieron, creo que a hablar con tu Ministro; Weasley y Laria están en la biblioteca—le dijo.

Travis advirtió de inmediato el cambio en el semblante del muchacho.

—Siguen tensas las cosas, ¿eh? No te preocupes, el pelirrojo es terco, pero lo he estado observando y se preocupa por ustedes, ya se le pasará—le dio un golpe amistoso en la espalda.

—Eso espero—Harry cabeceó, indeciso.

El auror lo miró, comprendiendo sus dudas, pero la llegada de una lechuza lo distrajo. Se acercó rápidamente a la ventana para recibir al ave, y tomar el pequeño paquete que traía atado a la pata. Luego leyó la nota que acompañaba al envío, y sonrió entusiasmado.

—Este Shackelbot se mueve rápido—comentó, al tiempo que abría el paquete sin ceremonias y extraía un pequeño frasco—Veritaserum.

Harry se acercó para observar el recipiente de cristal.

—¡Laria!—el rubio llamó a su compañera a gritos.

La bruja llegó al cabo de unos minutos, seguida por Ron, que en cuanto vio a Harry, frenó en seco, y dio una cabezada en su dirección, que el muchacho correspondió con un gesto similar.

—El Veritaserum para nuestro huésped—Travis le extendió el frasco.

Ella lo tomó con presteza, y lo guardó en el bolsillo de su túnica.

—Bien, lo usaremos de inmediato—anunció, para luego dirigirse a Ron—Tú me acompañarás, ¿cierto, Weasley?

—Claro—el pelirrojo pareció sorprendido por ser incluido en el interrogatorio.

—Nosotros también vamos—Travis se apuró a sumarse.

—Este no es un espectáculo, lo siento—negó la bruja, enfática—Ustedes tienen otras cosas que hacer; ya se enterarán luego de lo que logremos averiguar.

—Ella tiene razón, Travis, quedamos en ver a ese bibliotecario en el Callejón Diagon, ¿recuerdas?—comentó Harry.

—Sí, es verdad, y ya es un poco tarde—el rubio arrugó la nariz—Será para la próxima.

Laria y Ron los vieron partir, y tras una seña de la bruja, se dirigieron al ático. Antes de entrar, giró a ver al muchacho con expresión pensativa.

—Weasley, por favor, dejé unos pergaminos sobre la mesa de la biblioteca; los necesito para el interrogatorio, ¿puedes traerlos?—pidió.

—Seguro—Ron asintió y bajó rápidamente las escaleras.

Laria inspiró con fuerza, y tras dudar un segundo, se llevó la mano al bolsillo y extrajo el frasco con la poción. Con manos temblorosas, la abrió, y sin titubear, la vertió en una maceta que estaba cerca de la puerta. De inmediato, tomó su varita.

—Aquamenti—susurró, rellenando la botella, y guardándola de vuelta en el bolsillo.

Se pasó las manos sudorosas por la túnica, y esperó a que Ron volviera, lo que ocurrió muy pronto.

—¿Está todo? Bien—la bruja usó su tono habitual—Veamos qué conseguimos.

—El Veritaserum es infalible, nos dirá todo—expresó el muchacho muy confiado.

—Nunca se sabe, Weasley, nunca se sabe—susurró Laria, abriendo la puerta, y cediéndole el paso.

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