miércoles, 13 de octubre de 2010

DESTINO: CAPITULO 23




Disclaimer: Todos los lugares y personajes conocidos pertenecen a J.K. Rowling; lo demás es fruto de mi delirante imaginación. A acomodarse, que este capítulo ha salido un poco largo.

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La celebración de Año Nuevo transcurrió con sencillez para Harry y Hermione, una vez más en casa de sus nuevos amigos.

Kingsley apareció para cenar con el grupo, aprovechando también la reunión para informarse de todo lo ocurrido en los últimos días, y los avances con el mortífago.

Desde luego, le defraudó saber que, en general, era poco lo que podían contarle, pero coincidió con Kim en que el tenerlo prisionero no dejaba de ser un punto a su favor.

Se ocupó, también, de entregarle a cada auror un paquete enviado por su respectivo Ministerio. Su cooperación, si bien secreta, contaba con el aval de cada uno de sus jefes de Departamento, y obviamente, era necesario mantenerlos al tanto de lo que ocurría en Inglaterra, de lo que se encargaba Kingsley. Así mismo, ellos parecían considerar necesario que fueran sus propios subalternos quienes también les informaran al respecto, y así se lo indicaban en las misivas que encontraron. Ninguno le dio mayor importancia, eran trámites comunes en su trabajo.

Dentro de los paquetes, a su vez, adjuntaban algunas cartas enviadas por sus familiares, ya que ellos no podían ponerse en contacto directo con ellos, al no saber en donde se encontraban exactamente. Travis tuvo mucho cuidado de no mencionar que él había desobedecido la regla más de una vez al mantener una comunicación constante con su madre. Tan solo recibió la carta con mucha emoción, como si realmente hubieran pasado meses sin saber de ella; por supuesto que sus amigos no lo delataron, aunque Laria le hizo una mueca burlona desde el otro lado de la mesa.

La griega dejó de mofarse de su compañero al ver que sus abuelos le habían escrito, y dejó aflorar una sonrisa poco común en ella, pero se negó a hacer mayores comentarios, y se guardó el pergamino para leerlo luego en privado.

Todos notaron que Kim no recibió más que la carta de sus superiores, pero guardaron prudente silencio, especialmente porque él no pareció afectado en lo absoluto; al parecer, era lo que esperaba.

Harry y Hermione se quedaron casi hasta el amanecer del primer día del año, conversando en el salón, y dándole vueltas a todas las teorías que venían manejando, lo mismo que Kingsley; sin embargo, pronto el sueño los venció, por lo que debieron despedirse para regresar a casa y descansar.

Poco después de que los chicos se fueran, Kim se ofreció a acompañar a Kingsley hasta su residencia, a lo que el Ministro aceptó en gran medida para tratar algunos temas con él referentes a la situación con sus superiores. Mientras Travis se encargaba de ordenar el salón, lo que hizo con tan poca eficiencia como era de esperar, considerando que no dejaba de bostezar, Laria subió a darle una mirada a Rookwood, bajando casi de inmediato, luego de asegurar que todo estaba en orden. El rubio asintió somnoliento, y tras desearle tanto a la bruja como a Moody las buenas noches, a pesar de estar ya amaneciendo, subió a su habitación.

La griega dio un par de vueltas por la habitación, mirando al mago que daba de golpes con el bastón sobre el suelo.

—Él sabe—dijo, tras detenerse junto a la chimenea—el mortífago.

Moody no se sobresaltó, sólo detuvo por un segundo sus rítmicos golpecitos, para reanudar el movimiento sin elevar ni una ceja.

—¿Qué sabe?

—Está convencido de que los traiciono, y que por eso no usé el Veritaserum en su interrogatorio; cree que soy alguna especie de espía, o algo así—Laria hizo una mueca de asco al hablar.

El viejo asintió, aparentemente complacido.

—Eso está bien.

Laria se cruzó de brazos, mirándolo furiosa.

—¿Eso está bien? —Repitió incrédula—¿Cómo puede eso estar bien? Moody, yo no soy una traidora, lo sabes mejor que nadie.

—Cierto, y eso es suficiente. ¿Qué te importa lo que piense un sucio mortífago? Nos conviene que crea eso de ti porque así mantendrá la boca cerrada, y todo irá como está planeado.

—¿Y los otros? ¿Qué pasa con ellos?—la aprehensión en sus palabras no pasó inadvertida al mago.

—No eres la clase de persona que preocupa por lo que piensen los demás, es por eso que confié en ti en primer lugar, ¿recuerdas? Eres fría, y sabes lo que realmente importa. El resto, olvídalo—la taladró con la mirada, dejando el bastón.

La bruja miró sus pies para evitar ser escudriñada de ese modo, demasiado confundida para discutir.

—En su momento les explicaré—fue lo único que replicó.

Moody se encogió de hombros, al parecer indiferente a su preocupación.

—Como quieras, eso ya es asunto tuyo; sólo recuerda que deberás esperar al final. Siempre y cuando sobrevivamos a todo esto, claro—mencionó muy tranquilo.

—Tú lo has dicho, Moody, si sobrevivimos—Laria dio unos pasos en dirección a la puerta del salón, que habían dejado cerrada para evitar ser oídos—Voy a la cama.

El brujo la vio abandonar la habitación, sacudiendo la cabeza, con un asomo de lástima en su único ojo.

—Descansa bien, muchacha, ahora que puedes; pronto no habrá tiempo para dormir—susurró a la nada, dando un buen trago a su petaca.

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Ron se las arregló para dejar todo el equipaje de Ginny y Luna en un compartimiento vacío del Expreso de Hogwarts; tal y como le pidió su hermana. Era una suerte que pudiera hacer magia sin las restricciones de la minoría de edad, porque de otro modo ahora estaría completamente adolorido.

Se acercó a una ventana para ver a sus padres en el andén, con Ginny. Su madre se agachaba para decirle algo, mientras su hermana se pasaba una mano con discreción por los ojos. ¡Oh, no! Que no empezara a llorar otra vez. Tal vez fuera un poco egoísta de su parte, pero empezaba a desesperarlo esa actitud; esperaba que con las distracciones de Hogwarts intentara superar su pena.

—No te preocupes, seguro que en cuanto lleguemos al castillo se sentirá mejor; tenemos los EXTASIS este año, y además es capitana del equipo de Quidditch. Los plimpies podrían ayudarla también, espero que mi padre consiga enviarme algunos—la voz de Luna lo sobresaltó.

—¿Qué?

—Los plimpies son criaturas mágicas que en esta temporada liberan una especie de polen, muy bueno para hacer sentir mejor a quienes se sienten tristes o deprimidos—la Ravenclaw se explicó con claridad, sin quitar sus ojos saltones del rostro aturdido de Ron.

—No me refería a…no importa, ojalá que hayan muchos de esos plimpos, o lo que sea; le harán falta—señaló con un gesto a su hermana, que subía los escalones del tren.

—Eso creo, porque nadie puede sufrir para siempre, Ronald; ya se le pasará. Ginny es una chica muy linda y buena, estará bien.

—Si tú lo dices—suspiró el muchacho, no muy seguro—El silbato sonará en cualquier momento, será mejor que baje. Que tengas un buen curso.

—Gracias, lo mismo para ti—Luna pareció muy agradecida por los buenos deseos, sonriendo aún más ampliamente.

Ron sacudió la cabeza, un poco exasperado. No creía buena idea recordarle que en la Escuela de Aurores no llevaban los periodos del mismo modo que en Hogwarts.

Cuando estaba ya en la escalinata, listo para bajar al andén, le sorprendió ver a Luna correr en su dirección y que se parara de puntillas para susurrarle algo al oído.

—Saluda a Harry y Hermione de mi parte, diles que estoy muy feliz por ellos, y que espero que les haya gustado mi obsequio de Navidad—le pidió.

—Luna, en este momento ellos y yo no tenemos esa clase de charlas, ya lo sabes.

—Pero las tendrán—la rubia se encogió de hombros con tranquilidad, y dando saltitos, regresó a su lugar, sin darle tiempo a contestar, justo para encontrarse con Ginny, que llegaba en dirección contraria.

Ron suspiró, y les hizo un gesto de despedida con la mano, bajando apenas para reunirse con sus padres en el andén, en tanto se anunciaba la partida del expreso con un sonoro pitido.

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Pasó casi un mes sin que obtuvieran noticias importantes en el Cuartel de los aurores, salvo alguna que otra referente a la incursión de Nott en suelo inglés; pero por orden de Moody, debieron conformarse con seguirlo, porque les advirtió que no toleraría otro enfrentamiento como el que tuviera con Travis, sin importar las circunstancias. Ya que el viejo conocía muy bien el temperamento impulsivo del rubio, procuró que fuera Kim quien se ocupara de esos seguimientos.

Las clases, por otro lado, se habían reiniciado tanto para Harry y Ron en la Academia de Aurores, como para Hermione en la de Leyes Mágicas.

El pelirrojo parecía encontrarse aún más incómodo, si cabía, en presencia de su amigo, lo que según Hermione era un signo claro de lo confundido que se sentía, o al menos eso fue lo que ella le dijo a Harry cuando le habló al respecto. Y ciertamente lo creía, pero no deseaba darle falsas esperanzas a Harry diciendo abiertamente que la ausencia de ira en Ron era un buen síntoma. Por mucho que lo apreciara, sabía de sobra que presionarlo nunca daba buenos resultados.

Ahora mismo, ella se encontraba en una situación más que complicada, intentando convencer a Moody de que hablara con Kingsley para que le permitiera a Draco Malfoy visitar a su padre en la prisión. Aún estaba sorprendida de que el muchacho se le acercara los primeros días de clases en la biblioteca para pedir su ayuda, o, mejor dicho, exigir que hiciera algo si deseaba obtener algún tipo de información, porque él ya estaba harto de solicitar al Ministerio un permiso especial, siendo rechazado una y otra vez.

En el Cuartel, con Harry a su lado, y Ron apoyado en la chimenea, mirando al techo, como parecía sentirse más a gusto, la joven hacía lo posible por conseguir que Moody entrara en razón. Laria veía de un lado a otro desde el sillón que ocupaba, en apariencia muy cansada, por las profundas ojeras que adornaban su semblante, en tanto Travis se entretenía dándole vueltas a la varita entre los dedos. Kim llevaba ya varios días fuera, cumpliendo con sus labores.

—Moody, por favor, no perdemos nada con intentarlo—empezaba a dolerle la cabeza por repetir los mismos argumentos.

—Granger, niña, no puedes ser tan ingenua—Moody la observaba como si creyera que había perdido el juicio—No vamos a ayudar a ese muchacho para que vea a su padre, que es mil veces peor que él.

Hermione suspiró con fuerza, y le dirigió a Harry una mirada abatida.

—Moody, escucha, cuando Hermione me habló de esto, reaccioné igual que tú, me pareció una locura—el joven ignoró la expresión ofendida de su novia, y continuó—Pero no podemos negar que los argumentos de Malfoy son válidos. Si alguien puede saber lo que el viejo Nott planea, ese es Lucius Malfoy; después de todo, perteneció al grupo de seguidores más cercanos a Voldemort, y pudo enterarse de algo relacionado con Holda.

—Pero, Harry, tú mismo acabas de decirlo—Travis dejó el juego con la varita—Malfoy era cercano a Voldemort, no al abuelo de Nott; y ya tenemos todos claro que el traer de vuelta a Holda no era un tema que se tratara en las reuniones de mortífagos.

—Cierto, pero recuerda que había también una extraña relación entre Voldemort y Nott; no es imposible que le permitiera hablar del asunto, al menos en teoría—Hermione insistió—Y según Draco, su padre fue uno de los pocos seguidores cercanos a Voldemort que llegó a tratar al viejo Nott antes de que desapareciera.

—Además, Narcisa Malfoy le dijo a Hermione y Kim que ella y su esposo eran muy aficionados a la historia de Holda, ¿verdad? ¿Porqué no podría saber algo más él?—Harry la apoyó de inmediato—Y seamos honestos. En este momento, cualquier cosa serviría, porque no estamos avanzando en lo absoluto, y confiarnos en que Nott dejará de hacer el ritual sólo porque tenemos a Rookwood encerrado es ridículo.

Moody miró al muchacho con disgusto, pero cabeceó de mala gana.

—No lo sé, esto no le hará ninguna gracia a Kingsley—chasqueó la lengua.

—Vamos, Moody, ¿qué va a hacer el chico? Hablamos de Azkabán, no Disney World—Travis rodó los ojos—Si Harry y Hermione están tan seguros de esto, yo no voy a poner trabas, sólo espero que sirva de algo.

El viejo ignoró la mirada anhelante de los más jóvenes, y señaló con un gesto seco a Laria.

—¿Qué piensas?

La bruja se pasó una mano por el cabello, con la vista al frente, y sin variar su expresión perdida.

—Opino lo mismo que Travis—no dijo más, sólo se cruzó de brazos.

—¿En serio?—el rubio la miró con estupor, pero ella lo ignoró.

—¿Weasley?—fue el turno de Ron para ser taladrado por la mirada fría del auror.

—¡Caramba, Moody! Qué democrático estás hoy, ¿no prefieres que esperemos a Kim para que puedas preguntarle también?—Travis fracasó aparatosamente en su intento de permanecer serio.

Ron bajó la vista para devolver la mirada al viejo.

—A Malfoy no le confiaría ni un knut; es un asqueroso traidor, y cobarde. Apuesto que sólo quiere ganar tiempo con ese invento de que su padre sabe algo; lo único que le interesa es que continúen cuidándolos a él y a su madre de Nott—el pelirrojo hizo oídos sordos a la exclamación de Hermione—Pero tampoco creo que vaya a conseguir hacer alguna de las suyas en Azkabán, así que si quieren perder su tiempo, yo no me voy a oponer.

Tan pronto como el joven terminó de hablar, volvió la vista al techo, golpeando el suelo con la punta del zapato.

—Bueno, como no estoy seguro de si Weasley nos está llamando idiotas o nos apoya, creo que podemos asumir que estamos todos de acuerdo—Travis se encogió de hombros.

—De acuerdo, hablaré con Kingsley—Moody no pareció del todo convencido—Pero el chico Malfoy no irá solo.

—Ya había pensado en eso, yo iré con él—tan pronto como Harry habló, cinco pares de ojos se fijaron en él, con similar intensidad.

—¡De ninguna manera!—Hermione casi saltó del asiento, adelantándose a los demás.

—¿Estás loco?—Ron dejó su actitud indiferente y caminó hacia su amigo con el rostro alterado.

—¿Qué? ¿Qué está mal?

Laria y Moody sacudieron la cabeza, pero fue Travis quien se apresuró a contestar con su estilo habitual.

—No lo sé, Harry, déjame pensar, ¿qué puede estar mal? Oh, sí, tal vez el hecho de que hacerte entrar a Azkabán sería como refregar un jugoso filete en las narices de un león hambriento. Sí, esa me parece una explicación razonable.

Harry rodó los ojos, acusando el golpe, pero sin perder su escasa paciencia.

—Los prisioneros no tienen varitas, Travis, ni energías siquiera para intentar algo. Además, sólo iré acompañando a Malfoy para hablar con su padre; nadie tiene que saberlo, puedo llevar una capucha, o…

—Harry, por favor, no creo que sea una buena idea; deja que sea yo quien vaya—Hermione volvió a hablar, intentando sonar convincente—Malfoy ya está acostumbrado a tratar conmigo, y no llamaré la atención, no tienes que exponerte de ese modo.

—¡Dios, ustedes son increíbles! Eso de sacrificarse el uno por el otro es muy bonito, pero poco práctico. Yo acompañaré al chico Malfoy, siempre he querido saber cómo es Azkabán por dentro—Travis intervino nuevamente.

Antes de que Harry pudiera insistir, la voz de Moody se hizo oír.

—Estaría de acuerdo si no fuera porque un auror extranjero, que no debería estar en Inglaterra, no podrá entrar a una prisión de máxima seguridad.

El rubio arrugó la nariz, sin atinar a refutar eso.

—Pues voy yo—Ron habló después de unos minutos en silencio—Nunca he visitado Azkabán, pero mi padre trabaja en el Ministerio, así que no debería ser muy extraño que me vean por allí.

Harry y Hermione giraron a verlo, mucho más sorprendidos que los demás.

—Ron…—la joven lo miró entre preocupada y agradecida.

El muchacho desvió la vista, aún más incómodo, y evitando por todos los medios encontrarse con la mirada de sus amigos.

—Moody, habla con Kingsley, y cuando tengan una fecha, díganle a Malfoy que lo acompañaré. Y no voy a discutir el asunto con nadie.

Quedó claro que con nadie se refería a Harry y Hermione, por lo que ambos intercambiaron una mirada, comprendiendo de inmediato las intenciones de Ron. Tal vez, después de todo, ya no estuviera tan molesto con ellos.

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Hermione veía con una media sonrisa a Harry, mientras él permanecía recostado sobre la alfombra del salón. Se inclinó con cuidado para no dejar caer la bandeja con té y pastelillos que llevaba; haciendo al muchacho a un lado con un gesto para así acomodarse junto a él.

—Estás pensando en Ron—afirmó, más que preguntó, en tanto le acercaba una taza.

Harry se incorporó lo suficiente para apoyar la espalda en el sillón, alargando una mano.

—Si no supiera que la legilimencia no es tu fuerte, estaría preocupado—rió.

—Sólo te conozco bien.

—Entonces sí que debería estar preocupado—el muchacho acusó el golpe cariñoso con otra risa.

La joven apoyó la cabeza en su hombro, tras dejar su taza sobre una mesita lateral.

—¿Crees que ya no está tan molesto con nosotros? De otro modo no se habría ofrecido a acompañar a Malfoy—Hermione ahogó un suspiro.

—Eso espero, pero no estoy seguro. Es decir, sé que aún está molesto, sino no sería Ron, no es de los que olvidan las cosas con facilidad, pero también creo que al menos intenta ser más justo con nosotros, eso es algo.

Hermione hizo una mueca, divertida por su indecisión, y sacudió la cabeza, depositando un beso sobre su mejilla.

—Todo estará bien, Harry, ¿no es eso lo que me dices siempre?—le recordó.

—¿Lo hago?

—Todo el tiempo. Yo te creo, claro, pasamos por muchas cosas, pero de algún modo u otro resulta que tenías razón.—hizo el resumen sin variar su expresión.

—Vaya, eso quiere decir que en realidad soy bastante acertado.

—Harry…

—Estoy bromeando, todos sabemos que eres tú quien siempre tiene razón—dejó también lo que llevaba en las manos para pasar un brazo por sus hombros.

Hermione no discutió eso, pero se acurrucó más contra él. El silencio se instaló entre ellos por unos minutos, sólo se oían sus respiraciones acompasadas y el crujir de los leños en la chimenea.

—De verdad te amo—la voz de Harry sonó extrañamente ronca.

—¿Porqué lo dices como si acabaras de descubrirlo?

—No es eso, es sólo que…no lo sé. Pensaba en lo que ocurre con Ron, y todo este asunto de La Noche de Walpurgis, pero tan pronto como te veo, siento que nada de eso importa, y sé que está mal y es egoísta, pero no puedo evitarlo; tú estás conmigo, y eso es suficiente, esa es mi definición de estar bien—Harry se encogió de hombros como si no supiera qué más decir, luciendo ligeramente avergonzado.

Hermione se arrodilló sobre la alfombra, elevando ambas manos para sostener el rostro de Harry ante ella, acercándose tanto que sus alientos se mezclaron.

—Eso es lo más hermoso que he oído en mi vida.

—¿Estás segura? Has leído mucho—el muchacho intentó bromear.

—No arruines este momento—le advirtió ella.

—¿Cómo podría? Es perfecto—Harry se las ingenió para pasar las manos por la cintura de la chica, y deslizarla sobre la alfombra, acomodándose con cuidado sobre ella.

—Todo estará bien, Harry, lo prometo. Estaremos juntos, las cosas con Ron se arreglarán, y acabaremos con los Nott—la joven acarició su cabello, sin dejar de sonreír.

Harry la miró fijamente, con el entrecejo fruncido, como si una idea hubiera pasado por su mente.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo—Hermione pasó la mano del cabello al puente de su nariz para alisar la pequeña arruga que se había formado—Seremos felices, Harry, estoy segura.

Él no respondió, tan solo se inclinó para besarla con ardor, enredando las manos entre sus ropas, y acercándola tanto que casi no podían respirar, pero a ninguno pareció importarle, olvidándose de todo con facilidad, inmersos completamente en ese momento que compartían.

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—No puedo creer que me hagan pasar por esto; es humillante, no necesito un guardián, y menos si se trata de ti—Draco lanzó un bufido indignado.

Ron se mordió la lengua para no contestarle como hubiera deseado; se contentó con cerrar fuertemente los puños al lado del cuerpo.

La entrada a Azkabán había sido más sencilla de lo que había supuesto. Con el permiso que Malfoy consiguiera de Kingsley no le hicieron mayores preguntas, pero más de uno de los aurores que custodiaban la entrada lo vieron de pies a cabeza, extrañados de que un Weasley llegara a la prisión con un permiso similar, y con semejante compañía.

El pelirrojo no tuvo problemas para inventar alguna excusa referente a que su padre le había pedido que vigilara al muchacho, además de que tenía mucha curiosidad por conocer el lugar. Sí, claro, como si alguien en su sano juicio quisiera pasar la tarde de un sábado visitando a un grupo de criminales y admirando la decoración del lugar más lúgubre del mundo mágico. Sólo esperaba que a nadie se le ocurriera comentarlo con su padre, porque no tenía idea de que le podría decir sin poner en evidencia a Kingsley.

Tuvo que contener un escalofrío de aprehensión al cruzar la entrada resguardada por los dementores, y pudo notar que Malfoy no lo estaba pasando mejor. Aunque las criaturas ya no tenían la libertad de que gozaron en otros tiempos, el Ministerio se vio en la necesidad de ceder para que al menos les permitieran mantener aseguradas las entradas y salidas de la prisión. Muchos ciudadanos les temían, pero estaban de acuerdo en que no podían prescindir del todo de ellas. Lo máximo que Kingsley consiguió en su administración, fue prohibir su entrada a los corredores en los que se encontraban las celdas, para evitar que torturaran a los prisioneros todo el tiempo con su presencia.

Malfoy se frotó las manos sudorosas con discreción, haciendo lo posible por no bajar la mirada, o variar su expresión indiferente; no iba a hacer el ridículo justamente frente al pobretón de Weasley, primero muerto.

El auror que los acompañó hasta el corredor más custodiado, en el que se encontraban los presos de máxima seguridad, no hizo más que mirarlo con desconfianza, en tanto aconsejaba a Ron que no le quitara la vista de encima ni un segundo.

Pronto llegaron frente a una puerta de acero que el auror tocó suavemente con su varita, recitando un hechizo que ninguno de los muchachos alcanzó a comprender. De inmediato, la maciza superficie sufrió un extraño cambio, ya que parte de ella desapareció, dejando unos sólidos barrotes en su lugar, que les permitió observar al hombre sentado sobre un catre, dándoles la espalda.

—Nuevas medidas de seguridad; si alguno toca los barrotes, sentirá como si le lanzaran diez crucios muy potentes—obviamente, miró a Draco cuando dijo eso, variando su expresión por una más amable al dirigirse a Ron—La nota del Ministro dice que debo dejarlos a solas. Recuerda que si necesitas algo, sólo debes hacer un gesto, estaré justo en la entrada del corredor.

Ron asintió, con una sonrisa temblorosa, en tanto el auror se retiraba, no sin antes gritar de mala manera.

—¡Malfoy, tienes visita!

Draco retrocedió un par de pasos al ver que su padre giraba hacia la entrada de la celda.

En más de una ocasión, Ron había dicho que ver a Lucius Malfoy pudriéndose en una celda de Azkabán sería una visión más que agradable, pero del simple deseo a la realidad, había una gran diferencia.

Ese hombre aún más delgado de lo que podía recordar, con los huesos sobresaliendo del cuerpo, envuelto en una túnica harapienta, que hacía lo posible por mantener la expresión desdeñosa, y se echaba el cabello hacia atrás con movimientos que parecían costarle gran trabajo, no se parecía en nada a la imagen del brujo arrogante que recordaba. Y Malfoy debió pensar exactamente lo mismo, porque hubiera jurado que hizo amago de dar media vuelta y regresar por donde habían llegado, pero se mantuvo en su lugar.

Lucius se aclaró la garganta, en tanto miraba de uno a otro, con una expresión calculadora en los ojos, que eran lo único que parecía conservar tal y como recordaban; grises y fríos.

—¿Qué es esto, Draco? La primera vez que vienes a visitarme, ¿y traes a esta clase de compañía?—el desprecio era más que evidente en su voz.

Draco avanzó apenas los dos pasos que retrocediera, evitando fijar la mirada en el rostro de su padre.

—No he venido a visitarte, necesito hacer algunas preguntas, y creo que eres el único que podría contestarlas. En cuanto a Weasley, sólo ignóralo, has como si no estuviera aquí.

El mayor se rió entre dientes, al parecer satisfecho por la conducta de su hijo. Ron, en tanto, empezó a sentir como su naciente compasión desaparecía.

—Empieza a hablar, Malfoy, no tenemos todo el día, y recuerda que estaré oyendo cada palabra—el pelirrojo se cruzó de brazos, apoyándose con cuidado en la fría pared frente a la celda.

Draco le dirigió una mirada furiosa, pero no replicó, tan solo se adelantó unos pasos hasta quedar muy cerca de los barrotes, cuidándose de tocarlos. Por primera vez desde que llegó, fijó los ojos en los de su padre, con una mezcla de lástima y rencor que no pasaron inadvertidos para el mayor.

—Necesito que escuches atentamente lo que voy a contarte, padre, y piensa bien antes de responder, porque de lo que sepas, depende no sólo mi vida, sino también la de mi madre—el ligero temblor en la voz de Draco fue casi imperceptible.

Lucius lo taladró con la mirada, mostrando una curiosidad que apenas si pudo disimular.

—Adelante, Draco, soy todo oídos.

Su hijo inspiró profundamente, empezando a hablar. No había acordado con Ron o los otros qué sería lo que iba a decirle a su padre, pero tuvo mucho cuidado de tratar todo el tema a grandes rasgos, haciendo hincapié en su necesidad de conocer todo lo relacionado con Holda, ya que la solución del misterio sería un alivio tanto para él como para Narcisa.

Obvió con maestría todo lo relacionado a las visitas de Hermione y Kim a su casa, sus sospechas de que Harry Potter parecía estar trabajando con un grupo de extranjeros para detener a Nott, así como también cualquier dato que pudiera resultar demasiado revelador. El porqué cuidó tanto sus palabras, en vez de detallar la situación punto por punto, como era de esperar, sorprendió a Ron, pero no dijo nada, a lo mucho elevó las cejas, desconcertado.

Cuando Draco calló, sin quitar ni por un segundo la mirada de su padre, un silencio ensordecedor pareció envolverlos.

Lucius entrecerró los ojos, ladeando la cabeza para observar mejor a su hijo, en tanto Ron se inclinaba un poco hacia delante, atento a lo que fuera a decir.

—Interesante.

Draco bufó, al parecer disgustado por la expresión de su padre.

—¿Interesante? —Repitió—¿Eso es todo lo que vas a decir?

—Por supuesto que no, Draco, tengo mucho más que decir, pero debo reconocer que todo lo que me has contado resulta más que…interesante, ¿no lo crees? Viejo loco, jamás creí que fuera a hacerlo—la última frase pareció causarle mucha gracia, porque sonrió, mirando el techo, como si recordara algo.

—Entonces conoces al viejo Nott, y sabes qué trama—su hijo dio unos pasos sin poder ocultar su curiosidad.

—Claro que lo sé, y también tú, acabas de decirlo. Quiere traer a la Gran Holda de vuelta.

—Sí, pero lo que necesito que me digas es lo que no sé—Draco arrastró las palabras, armándose de paciencia.

Su padre se puso de pie con esfuerzo, alisándose las raídas ropas, quedando a milímetros de los barrotes.

—¿Por qué estás aquí, Draco? No me digas que quieres evitar la vuelta de Holda, piensa en todo lo que podrás obtener si apoyas a los Nott en esto; no tienes por qué temer—el brujo bajó mucho la voz, para evitar ser oído por Ron.

Draco suspiró, sacudiendo la cabeza para despejar sus ideas, al parecer muy disgustado.

—¿No has oído nada de lo que dije? Nott está loco, tanto o más que su abuelo, y quieren arrastrarme a esto, pero yo no quiero hacerlo, y no voy a permitir que lastimen a mi madre para obligarme—contestó, en voz alta—Hemos pasado por demasiado gracias a ti, merecemos que nos ayudes a salir de esta.

Lucius no varió su expresión calculadora, mirando de su hijo a Ron, que no perdía palabra de lo que hablaban.

—Sé que no te interesa la vida de los que vaya Nott a matar, y que al parecer estarías feliz si traen de vuelta a Holda, pero también sé que te importa el linaje de los Malfoy, y créeme cuando te digo que no me pondré de parte de los Nott, así que matarán a madre, y luego irán por mí. Tú vas a podrirte en esta celda, y ya no quedará nada de tu sangre allí fuera—Draco cambió de táctica, golpeando donde sabía que a su padre le dolería más.

El mayor arrugó la nariz, sondeando con sus grises ojos en los de su hijo, buscando qué tanto habría de verdad en su amenaza.

—¿Morirías para ayudar a esta gente?—el desprecio en su voz era más que obvio.

—No, claro que no lo haría—Draco se encogió de hombros—Pero no quiero ser el títere de nadie, y menos de esos dos locos, ya he tenido bastante de eso, ¿recuerdas? No es mucho lo que te pido, padre, sólo dinos lo que sabes de Holda, y cómo planea traerla de vuelta esta gente, eso es todo.

Lucius suspiró, dibujando una mueca amarga en su rostro, y caminando de vuelta al interior de la celda, hasta ocupar el viejo catre.

Draco y Ron esperaron a que hablara, disimulando su impaciencia.

—No traté tanto como me hubiera gustado a Theodore Nott, el mayor. Era…bueno, es un hombre brillante; ya te habrás enterado de la farsa de su muerte, claro. Es fuerte, pero viejo, nunca mostró los mismos ímpetus del Señor Oscuro, parecía que todo lo que pasaba por su mente se quedaba allí, sólo se contentaba con apoyar la causa. Cuando le pidió permiso a nuestro Lord para retirarse a vivir solo, dejando a su hijo en su lugar, él se lo concedió sin dudar; él ya había dado mucho, y creo que secretamente deseaba alejarlo de nosotros; como dije, tal vez no fuera un hombre de acción, pero tenía mucho para decir.

—¿Y?—Draco lo apremió a continuar—¿Qué era eso que decía? ¿Les hablaba de Holda?

—Los de más edad, y con más educación, conocíamos de sobra el mito; nos hablaban de ella desde la cuna, a modo de historias. Nunca lo hicimos contigo porque el Señor Oscuro podría tomárselo a mal; lo mismo pasó con muchos de mi generación y sus hijos, por respeto a nuestro Lord.

—Sí, claro, lo último que hubiera deseado es tener competencia—Ron no pudo reprimir el comentario sarcástico, ganándose un par de miradas ceñudas.

—Por favor, ignóralo, no dirá más—Draco lo vio con una clara advertencia.

Lucius resopló fastidiado, pero asintió.

—Nott decía con frecuencia, cuando se sentía en confianza, y jamás en presencia del Señor Oscuro, que los problemas del mundo mágico se solucionarían con el regreso de Holda. Pensaba que podría ser un apoyo para nosotros, y que se levantaría para reinar, dejando a los muggles en el lugar que les correspondía. Tal vez sepas que ella no odiaba a los muggles, ni sentía un especial desprecio por ellos, algo que jamás comprendí, si he de ser honesto. Al parecer, ella prefería tenerlos a su servicio, que la adoraran; pero demarcando siempre la diferencia que había entre ellos y nosotros.

—Eso no debió gustarle a la mayoría—Draco elevó las cejas.

—Por supuesto que no, era ridículo, pero eran solo cuentos, historias que oyes de un hombre viejo por el respeto que te inspira, pero a las que no le das mayor importancia. Y cuando se fue, lo olvidamos, había muchas otras cosas por las cuales preocuparse.

—Pero debió decir algo especial, ¿nunca te dio la idea de que sabía cómo traerla de vuelta? He leído que a través de los siglos muchos lo han intentado, pero nadie lo consiguió—su hijo pareció interesado, a su pesar, en el relato.

—Claro que sí, nunca faltan tontos que se creen mejores de lo que son en realidad. Pero Nott era distinto, un estudioso, un verdadero adorador; creo que el Lord Oscuro pensaba que estaba un poco loco, y por eso lo ignoraba. Pero a veces había tanta lucidez en él, era perturbador el modo en que hablaba, lo seguro que parecía. Más de una vez nos comentó que sabía perfectamente cómo hacerla regresar; que llegado el momento actuaría. Lo escuchamos, sí, pero no le dimos mayor importancia. Hasta ahora.

—Sé cuándo se hará el ritual, y en dónde, pero lo que no entiendo es lo referente a las ofrendas; como te dije, ha raptado ya a un squib y a una mestiza, ¿tiene alguna relación con el status de sangre todo esto?—Draco miró por el rabillo del ojo al auror que continuaba en la entrada del pasillo, vigilando.

—Sí, y no—reconoció el brujo, frunciendo el ceño—Los sacrificados deben ser cuatro, es verdad, y el status de sangre es importante, pero no como podrías creerlo, no es un acto de discriminación, o un afán de diferenciar. ¿Nott te habló de los traidores?

—Dijo "la sangre de los traidores seré derramada". ¿A qué se refería con eso?

—Cuando Holda desapareció, hace siglos, de inmediato sus seguidores fueron al lugar de reunión en Harz, para invocarla. Creían que su señora los había dejado porque ya no se sentía amada y respetada; no tengo idea de si estaban o no en lo cierto. Se dice que como una ofrenda de su adoración, escogieron a cuatro personas para sacrificarlas durante el ritual; un squib, un mestizo, un hijo de muggles y una sangre limpia. Dudo que a Holda le hubiera importado en absoluto el status de sangre, tal vez le diera lo mismo si escogían a cualquiera. Pero las cosas salieron mal—Lucius pareció reflexionar en sus palabras, mirando al frente con seriedad.

—¿Qué pasó?—preguntó su hijo, y Ron hubiera querido hacerlo también, pero se contuvo a tiempo.

—Que los sacrificados no estaban nada contentos de participar, nadie les preguntó su opinión—rió con burla—A último momento, cuando el espíritu de Holda estaba siendo invocado, e iba a producirse la ofrenda de sangre, se volvieron en su contra. No sé cómo lograron escapar de sus seguidores, tal vez los que podían hacer magia aprovecharon que no les quitaron sus varitas; como fuera, arruinaron la oportunidad, y se escondieron para evitar ser castigados. Los muggles que vivían en la zona se enteraron de lo que pretendían hacer los brujos, y cerraron la entrada al lugar, vigilando con el apoyo de algunos magos que tampoco deseaban a Holda en la tierra. Pasó el tiempo, los primeros seguidores murieron, y la historia fue perdiéndose hasta que sólo quedaron retazos.

—Pero Nott sabe de todo esto, por eso busca también a personas con distinto status de sangre—Draco habló, tras pensar a toda velocidad—¿Padre?

—Ya te lo dije, Draco, es un hombre brillante, tal vez en la rama de su familia la historia permaneció intacta, como en la mía, no es imposible. Según esta leyenda, Holda se sintió tan ofendida cuando los que debían ser sacrificados en su nombre le dieron la espalda, que no volverá a la tierra hasta verse resarcida; es por eso que los otros que intentaron traerla de vuelta fallaron, no sabían de esto.

—Entonces Nott irá por un sangre limpia y un hijo de muggles—Ron habló con preocupación, ignorando las miradas de los Malfoy—¿Y sabe si es importante su identidad? ¿Puede ser cualquiera?

Lucius lo miró con desagrado, pero asintió de mala gana.

—Supongo que puede ser cualquiera, sí, o podrían ir tras sus descendientes; no conozco los nombres, pero es posible que en la zona de Harz aún se recuerde de quienes se trataba. Si es así, y encuentran alguna conexión entre ellos y los que ya han sido secuestrados, eso significa que van tras la misma sangre, la sangre de los traidores. De no ser así, entonces son escogidos al azar, respetando, sí, las diferencias en el status de sangre, tal como se hizo en el primer intento para traer a Holda de vuelta.

Draco asintió tras un momento en silencio, dándose cuenta de que su padre continuaba mirándolo fijamente.

—Piensa bien lo que harás, Draco, nuestra familia ya ha pasado demasiada vergüenza, esta podría ser la última oportunidad de enmendarnos—el tono suave y sedoso consiguió que Ron frunciera el ceño y mirara de uno a otro con desconfianza.

El rubio miró a su padre, sacudió la cabeza, y una mezcla de pena y asco deformó sus facciones.

—Le diré a madre que estás bien—dijo apenas, para luego girar hacia donde estaba el auror—¡Oye, tú! Ya terminamos aquí. Weasley, ¿vas a quedarte?

Ron vio caminar a Draco por el corredor sin darle una segunda mirada a la celda de su padre, y tras dudar, mientras el auror se acercaba para sellar la puerta, lo siguió.

—Gracias por la ayuda, saldremos solos, le daré sus saludos a mi padre—le dijo al auror al pasar a su lado con rapidez—¡Malfoy, espera!

No tuvo problemas para encontrar al muchacho en un recodo del camino a la salida, con la espalda apoyada contra una pared, y la mirada perdida.

Dudó un momento, pero se acercó hasta quedar a un par de pasos, haciendo un esfuerzo por no ser muy brusco con él.

—¿Estás bien?—jamás pensó que le preocuparía el bienestar de Malfoy.

Lo único que obtuvo por su buen gesto fue una mirada de fastidio.

—Perfectamente—Draco se enderezó, recobrando de inmediato su actitud altiva—Date prisa, ¿quieres? Supongo que debes ir corriendo con Granger y los otros a dar un reporte de la visita a mi padre; más les vale que con toda la información que obtienen gracias a mí, hagan algo útil.

El pelirrojo rodó los ojos, mordiéndose la lengua para evitar una réplica apropiada. Malfoy estaba tan odioso como siempre, y tenía razón en algo; debía volver cuanto antes al Cuartel, algo le decía que al fin estaban tras la pista correcta.

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