jueves, 22 de julio de 2010

DESTINO CAPITULO 19




Disclaimer: Todos los lugares y personajes conocidos pertenecen a J. K. Rowling. Lo demás es fruto de mi más que nunca afiebrada imaginación.

Advertencia: En este capítulo encontrarás lemmon, cutre, pero lemmon, así que si no te gusta del todo, siéntete en libertad de ignorarlo. Desde ya ofrezco disculpas por si ha quedado muy mal, demasiado azucarado, o todas las anteriores.

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Esta era la primera vez que Hermione compartía todo un turno de vigilancia con Kim, y en gran medida era tal y como lo había imaginado.

El auror apenas si hablaba; la mayor parte del tiempo permanecía con la mirada fija en su objetivo, que en este caso era una vieja construcción, cubierta por hiedra, y aparentemente abandonada.

Por una parte, hubiera preferido encontrarse al lado de alguien que hablara un poco más, pero por otra, agradecía el silencio que le permitía pensar con tranquilidad.

Sabía que fue un poco cobarde al dejar la casa al amanecer, temerosa de encontrarse con Harry, pero ¿qué otra cosa podía hacer? Estaba confundida, y se sentía tan culpable; no podía olvidar la expresión de Ginny al dejar la casa, y ni siquiera estaba enterada aún de que era ella por quien Harry había decidido terminar su noviazgo. Eso ya era suficiente como para sentirse absolutamente miserable.

Y además estaba lo que Harry dijera. Lo conocía lo suficiente como para estar segura de que no gritó algo como eso en un arrebato de ira. Él la amaba, y ella no estaba segura de lo que sentía.

Desde el momento en que descubrió que sentía algo más allá de la amistad por Harry, se había concentrado tanto en la culpa por lo que consideraba una traición a Ginny, que no se atrevió a explorar en sus sentimientos a conciencia. Pensó que eso sería como hacer tangible algo que de por sí ya estaba mal.

Pero ahora debía enfrentarlo, aclarar sus ideas, y darle un nombre a lo que Harry inspiraba en ella.

No tenía mucha experiencia, pero estaba segura de que no se trataba sólo de un enamoramiento instantáneo. Ya no era una adolescente insegura, la misma que se deslumbró a los quince años por el interés de un tímido y amable jugador de Quidditch; o que confundió al cariño de hermanos que sentía por uno de sus mejores amigos con el amor.

No, lo que sentía por Harry era muy distinto a eso. Se trataba de algo que jamás había experimentado, y en cierta medida, le asustaba. ¿Eso era amor? Debía serlo, al menos esa era una definición lógica.

Casi se golpea a sí misma al pensar en eso. Todo el mundo decía que el amor no era lógico, pero ella necesitaba algo que pudiera comprender. Nunca fue la clase de persona que se dejaba simplemente llevar; quería encontrarle de sentido a todo lo que hacía.

Entonces pensó en lo que experimentaba al besar a Harry, cómo su mente quedaba en blanco cuando estaban juntos, sentados en el salón, y él le sonreía. Suspiró al darse cuenta de que esta vez tendría que confiar en sus instintos.

—Hermione—si Kim no hubiera alzado la voz, ella habría seguido perdida en sus pensamientos.

La joven lo miró de reojo, avergonzada por su distracción, cuando debió estar tan atenta como él.

—¿Ha pasado algo?—empezó a buscar alrededor alguna señal anormal.

El auror inclinó la cabeza, negando.

—Todo está demasiado tranquilo—afirmó.

—Es cierto, pero no tenemos otra pista—le recordó la chica.

—Tal vez hubiera sido mejor que recurriéramos al ministro Shackelbot—mencionó Kim, frunciendo el ceño.

—En los pergaminos de Laria dice que Rookwood vivió aquí mucho tiempo, ¿qué mejor lugar para esconderse?—insistió ella, con su mejor tono de lógica.

—Pudimos investigar un poco más antes de arriesgarnos a venir—el auror seguía tan poco convencido como al inicio de la vigilancia.

Hermione no insistió con sus argumentos; sabía que Kim tenía razón al dudar. Bien pensado, no había sido una gran idea, pero fue lo único en lo que pudo pensar con tan poco tiempo.

—Comprendo que necesitabas alejarte, pero no puedes poner en riesgo una misión por ello—Kim habló luego de un rato, sin rastro de emoción en su voz—Debes saber cuando darte por vencida.

La primera reacción de la chica fue negar rotundamente sus suposiciones, pero eso hubiera sido mentir.

—Lo sé, lo siento—se disculpó, avergonzada.

—No pretendía regañarte, sólo quería que lo entendieras—le aseguró el auror, con gesto más amable—Huir no es siempre la mejor opción.

—Es tonto, ya lo sé—reconoció la chica—Pero no es imposible que lo encontremos aquí.

—Puede ser, con un poco de suerte; pero si así fuera, sólo sería eso, suerte. Y debes recordar que eso no basta para ganar batallas como esta—mencionó el mago.

Hermione suspiró, y se movió incómoda en el árbol caído sobre el cual estaban sentados.

—Si sabías que era tan mala idea, ¿porqué me hiciste caso?—preguntó al fin.

—Pensé que si te apareciste a primera hora, en la puerta de la casa de un grupo de personas a las que no conoces muy bien, debías de necesitar ayuda—le hizo ver él con un gesto sencillo—Creí que te vendría bien una mano.

Hermione se encogió un poco más en su asiento. ¿Era tan obvia?

—Gracias—dijo al fin.

Kim asintió, muy formal y en apariencia indiferente.

—¿No crees que hablar con Harry sería lo mejor? No podrás inventar misiones todo el tiempo—comentó Kim, al cabo de unos minutos.

—¿Cómo sabes…?—Hermione abrió mucho los ojos, sorprendida.

—Nada de legilimancia, sólo sé observar—le sonrió el auror—Además, Harry no es muy bueno escondiendo sus emociones.

Ella sonrió también, luego de vacilar un momento.

—Es verdad, siempre ha sido así—reconoció con una mirada cariñosa al pensar en ello.

—Como decía, deberías hablar con él—repitió Kim, recuperando su tono neutral.

—Sí, tal vez…—Hermione se cortó al ver algo que llamó su atención, más adelante en el camino—¡Kim, mira!

El auror se inclinó hacia delante, agazapado entre los arbustos, para observar lo que la joven señalaba.

Un hombre no muy alto, de contextura musculosa, y con andar patoso, se dirigía a la casa. Vestía ropa muggle, pero la llevaba tan mal, que era obvio no estaba acostumbrado a ella. Además, miraba a los lados al andar, como si temiera ser seguido.

—Rookwood—susurró la chica, acercándose lentamente.

—¿Estás segura?—le preguntó el auror, en el mismo tono.

—Si—afirmó ella, con una suave sonrisa—¿lo ves? Suerte.

Kim rodó los ojos, entre divertido y reprobador; pero cambió rápidamente de expresión por una muy decidida.

—Hermione, escucha, vamos a ir un paso adelante esta vez, ¿de acuerdo?—habló muy rápido—De nada nos ha servido hasta ahora vigilar, Nott siempre actúa primero. Si no podemos atraparlos a todos aún, al menos hagamos las cosas más difíciles para ellos.

Ella comprendió de inmediato.

—¿Estás pensando en capturarlo?—inquirió sorprendida.

—Sí. Es un riesgo, pero ya va siendo hora de que corramos alguno—aseguró—La casa no es muy grande, pero puede escapar por detrás, además de intentar desaparecer, así que será cuestión de minutos. Necesito que te ocupes de bloquear la salida; yo me encargo del resto.

—¿Estás seguro? No sabes lo que hay allí dentro—dudó la joven.

—No te preocupes, sólo haz lo que te digo—le ordenó con voz firme—aparécete allí en total silencio, y no te dejes ver. Cuando me hagas una señal, yo iré por delante, ¿está bien? Tenemos que hacer esto rápido.

Hermione no lo pensó más, sólo asintió, y con un suave chasquido, desapareció.

Kim observó atento hasta que la vio en la parte trasera de la casa, escondida entre unos bultos, desde donde le hizo una seña afirmativa.

El auror se apareció frente a la casa, con mucho cuidado de no pisar alguno de los trastos lanzados al descuido. Levantó la varita, y susurró unas palabras incomprensibles, riendo por lo bajo. Los magos olvidaban con frecuencia que los hechizos protectores eran efectivos, pero no imposibles de revertir.

Una vez que se aseguró de que podría entrar sin problemas, Kim contó mentalmente hasta tres, y con un hechizo bombarda, echó la puerta abajo, haciendo el humo a un lado con un lance de varita, y sin bajar la guardia.

Pudo hacerse a un lado con rapidez antes de que un rayo azul impactara en su rostro, localizando sin problemas al mortífago que se escondía tras un viejo sillón.

—¡Reducto!—gritó.

El objeto se hizo pequeño, al tiempo que el brujo empezaba a lanzar maldiciones sin mirar, corriendo hacia la puerta trasera.

Antes de que llegara, Kim susurró unas palabras, dándole de lleno en la espalda, con lo que el hombre cayó ruidosamente sobre la raída alfombra.

El auror se apresuró a acercarse, sin bajar la guardia, y lo volteó con el pie. Una vez seguro de su inconciencia, hizo salir unas cuerdas de su varita, que lo ataron fuertemente.

—¡Hermione!—llamó—Todo está bien, entra.

La chica apareció, también con la varita en alto, mirando a todos lados para asegurarse de que no hubiera nadie más allí.

—¿Estás bien?—le preguntó—Oí todos esos ruidos y estaba por entrar…

—Hiciste bien, esa era la idea—aprobó.

—¿Qué hechizo usaste? ¿No está…?—Hermione miraba al mortífago, que permanecía con los ojos abiertos e inmóvil.

—Está vivo, pero inconciente; y seguirá así por un buen rato. No fue un hechizo muy potente, pero nos dará tiempo para llevarlo al Cuartel—indicó el mago, tomando la varita del mortífago.

—Debería aprenderlo—comentó ella, con su tono curioso habitual.

—No creo que sea buena idea, no es la clase de magia a la que estás acostumbrada—mencionó Kim con tono álgido—¿Crees que puedas aparecerte primero? Yo lo llevaré.

—De acuerdo—la joven asintió, sorprendida por su frialdad.

Sin decir más, segura de que más preguntas no serían bien recibidas, desapareció del lugar.

Tan sólo unos minutos después, llevando al mortífago a la espalda, Kim se le unió frente al cuartel.

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—Atado, silenciado, vendado, y encerrado. Ese mortífago no tiene ni idea de dónde ha venido a parar—Travis entró la salón, frotándose las manos, y con una sonrisa de oreja a oreja.

Moody chasqueó la lengua al oírlo, pero no dijo nada. Había pasado la ultima hora discutiendo con Kim acerca de lo le parecía una tremenda equivocación, ya que no estaba en absoluto de acuerdo con el tener a un mortífago secuestrado en el cuartel.

Sin embargo, el más joven insistió con argumentos imbatibles lo provechosa que podría resultar esa captura. Si no lograban al menos sacarle algo de información, ganaban de cualquier modo al quitarle a Nott a un seguro recluta para la ceremonia.

Travis estuvo más que de acuerdo con Kim. En realidad, le prometió que lo invitaría a tomar una cerveza en cuanto hubieran terminado con todo ese lío, tan contento estaba de habérsele adelantado al menos una vez a Nott.

Laria, para extrañeza de todos, se mantuvo neutral. Afirmó que aceptaría lo que la mayoría decidiera, aunque no le hiciera ninguna gracia tener a un mortífago bajo el mismo techo.

Hermione escuchaba todo lo que decían, sentada en una vieja poltrona. Luego de la conmoción que ocasionó su llegada, ella y Kim les explicaron lo ocurrido a los demás. Cuando Travis se llevó a Rookwood para encerrarlo, preguntó por Ron y Harry, pero Laria le informó, con poca amabilidad, que ninguno de ellos se había acercado a la casa en todo el día.

Tan pronto como las cosas se calmaron, la chica les pidió que le informaran si conseguían obtener alguna información del mortífago, y se despidió para encaminarse a Grimmauld Place.

La casa, salvo por Kreacher, estaba vacía. El elfo le informó que Ron seguía sin aparecer, mientras que Harry llevaba todo el día fuera.

Despidió a la criatura, asegurándole que ella misma se prepararía algo de comer antes de ir a la cama, pese a las objeciones del elfo, que se dio por vencido, y la dejó a solas.

No tenía hambre, pero era conciente de que llevaba todo el día sin comer, y hubiera resultado muy tonto arriesgar de ese modo su salud, por lo que se preparó un plato sencillo, y lo llevó al comedor; mirando los lugares vacíos con tristeza.

Jugaba desganada con su cuchara, cuando escuchó la puerta del frente abrirse. Sin dudar, corrió a ver quién era, y sonrió aliviada al ver a Harry en el umbral.

—Vengo del cuartel, me acaban de contar todo lo que pasó—empezó a hablar el muchacho ansioso—¡Ese tipo está loco! ¿Cómo se le ocurre involucrarte en un ataque sin planificarlo antes? Pudieron herirte, ¿en qué estaba pensando? Después dicen todos que es muy inteligente; sí, claro, para jugar con vidas ajenas. Vine lo más rápido que pude, sino le habría dado un buen golpe.

En lo que iba diciendo cada palabra, se había acercado a la muchacha, abrazándola con fuerza, y sin dejar de maldecir entre dientes.

—Harry, cálmate ya, todo está bien, no me ha pasado nada. ¿No te contaron? Ni siquiera participé en realidad, todo lo hizo Kim—Hermione intentó calmarlo devolviéndole el abrazo.

—Estuviste allí y pudieron matarte, ¿no lo ves? Era lo único en lo que podía pensar mientras venía hacia aquí—reconoció el muchacho, alejándola un poco para verla bien.

—Era la única manera de actuar, tuvimos mucha suerte de que Rookwood estuviera allí; lo mejor fue aprovechar ese momento, ahora estamos un paso adelante—insistió ella, pasándole una mano por el rostro preocupado.

Harry tomó la mano con la suya, y besó la palma con fuerza.

—Me diste un susto terrible—confesó—¿Porqué desapareciste de ese modo por la mañana?

La chica se deshizo del abrazo con pesadez, dando unos pasos hacia atrás.

—Necesitaba pensar—respondió esquiva.

—¿En serio? ¿Y para eso debías irte al amanecer? ¿Si me veías no ibas a poder pensar?—Harry fue sarcástico para ocultar el tono herido.

—No es eso—le aseguró ella—Sólo necesitaba estar a solas.

—¿A solas? Sí, claro, fue a solas que pasaste todo el día—él rió con amargura.

—Es una manera de decirlo. Quería un poco de tranquilidad, no encontrarme con nadie que…—el chico hizo un gesto impaciente que la silenció.

—¿Con nadie que qué? ¿Nadie que te moleste? ¿Nadie que te asustara al decir que te ama? Vamos, Hermione, te conozco bien, sé que eso fue lo que te aterró—Harry dio un paso al frente.

—¡Claro que no! No se trata sólo de eso, estás equivocado. Es verdad que me tomó de sorpresa, pero sabes que hay mucho más en qué pensar. Ron se fue, y además…¡Viste a Ginny anoche! Estaba tan dolida, y ni siquiera lo sabe todo—Hermione se alejó aún más buscando un sillón para sentarse.

—Ya lo sabe, yo se lo dije—Harry esperó su reacción.

—¿Qué?—la chica palideció.

—Fui a La Madriguera esta mañana, quería dejar todo en claro con ella. La verdad es que fue como si lo intuyera; estaba más molesta que sorprendida—reconoció el muchacho.

—¡Oh, no!—Hermione empezó a mover las manos con nerviosismo—¿Y los demás? ¿Qué dijo Ron?

—No lo sé, no pude hablar con él o los otros; imagino que no deben de estar muy contentos. Ron, al menos, ya lo sabía—el joven hacía todo lo posible por no ocultar nada, aunque sabía que sus palabras la lastimaban.

Hermione no supo qué más decir, estaba muy sorprendida. Aunque sintiera una ligera sensación de alivio al saber que los demás conocían la verdad, la culpa era mucho más grande. Ahora toda la familia Weasley debía odiarlos.

Harry suspiró al verla tan abatida, y se acercó, acuclillándose para poder mirarla a los ojos.

—Sé que duele, Hermione, pero tenían que saberlo. Ambos estábamos de acuerdo en eso, ¿recuerdas? Ahora las cosas serás más difíciles, pero los Weasley son buenas personas, y Ron nuestro mejor amigo; con el tiempo entenderán—intentó darle ánimos.

—No lo sé, Harry, creo que esto no es una buena idea; sólo estamos haciendo daño a quienes queremos—Hermione se tapó el rostro con las manos.

Harry pareció perder la paciencia, y dando un bufido exasperado, se puso de pie.

—¿A quienes queremos? ¿Y qué pasa conmigo? ¿Y contigo?—gritó sin poder evitarlo, sobresaltando a la muchacha—¿Qué debo hacer? Tal vez creas que puedo volver con Ginny y olvidarlo todo, ¿verdad?

—No he dicho eso—Hermione lo miró angustiada.

Harry se pasó una mano por el cabello, maldiciendo entre dientes.

—Estoy cansado, Hermione, ¿no lo ves? Todo esto no ha sido fácil, y sólo vale la pena si estás conmigo. Pero ya me cansé de ser siempre quien va detrás de ti, el que debe convencerte de que podemos estar juntos. Eres la chica más valiente del mundo, pero cada vez que las cosas se ponen difíciles entre nosotros, huyes. Anoche grité que te amaba, y esta mañana desapareciste, ¿cómo crees que me hace sentir eso?—Harry se veía derrotado, con los brazos a los lados.

—Harry…—ella extendió una mano, pero el chico la ignoró.

—Si dudas tanto, y llamas a lo nuestro “una mala idea”, tal vez estés en lo cierto. Después de todo, tú siempre has sido la más inteligente de todos, ¿verdad?—le dijo con una mueca amarga.

—Por favor, Harry, espera; no tienes que hablar así—Hermione intentó detenerlo al verlo dirigirse a las escaleras.

—No te preocupes, ya no te molestaré más, haz lo que creas mejor. Me voy a la cama, necesito dormir—Harry siguió subiendo sin mirarla, e ignorando sus llamados.

Hermione vaciló, indecisa de si seguirlo o no. Empezó a dar vueltas por el salón, mordisqueando sus uñas, furiosa consigo misma.

¿Qué estaba haciendo?

Sí, quería a los Weasley, y le dolía que tanto Ginny como su familia la odiaran.

Ron era su mejor amigo, y se había marchado, furioso y dolido por su hermana.

Todo eso era cierto, pero Harry tenía también mucha razón. ¿Qué pasaba con ellos? ¿Acaso no merecía el que estuviera junto a él pasar por todos los sacrificios necesarios?

Sin importar lo que pensaran los demás, cuánto pudieran despreciarla algunos, tenía algo muy claro, y era que lo más importante en su vida era ese muchacho que acababa de hacer sentir miserable, así como lo mucho que significaban el uno para el otro.

Ya había dudado demasiado, ocupada en sentir pena por sí misma, y olvidando a quien más la necesitaba, quien estaba siempre a su lado.

Bueno, tal vez fuera hora de que ella hiciera algo, porque que la mataran si iba a permitir que Harry se alejara de su lado.

Inhaló profundamente, levantó el mentón, y subió las escaleras sin vacilar un segundo.

Harry acababa de hacer a un lado las mantas de su cama, tan desganado que sólo había lanzado sus zapatos en un rincón; no estaba de humor para cambiar su ropa por el pijama.

Se quedó de pie, inmóvil, al ver a Hermione entrar sin tocar la puerta.

Ella también se quedó allí, estática, no muy segura ya de si había sido una buena idea su arrebato; pero convencida de que no iba a dar vuelta atrás.

—¿Qué pasa ahora?—preguntó el muchacho al fin.

—No hemos terminado de hablar, debe haber algo más que quieras decir—afirmó ella.

Harry hizo un esfuerzo para conservar la calma, y la miró desde el otro lado de la habitación, pensando en sus palabras. En realidad, si había algo que deseaba saber.

—¿Me amas?—inquirió sin ambages.

La chica dio un paso hacia atrás, desconcertada por la pregunta que no esperaba.

—No es una pregunta difícil, Hermione, sólo necesito que me digas si me amas o no, ¿qué tan complicado es eso?—Harry se paró frente a ella sin bajar la vista.

Hermione le daba vueltas nuevamente a sus manos con ademán nervioso. ¿Si lo amaba? No, no era una pregunta difícil; lo complicado era todo lo que su respuesta podría desencadenar.

Cerró los ojos, y exhaló un suspiro ahogado. No podían continuar así, con tanta indecisión, miedo de lo que los demás pudieran pensar, y lo que era peor para ella, ver a Harry sufriendo de ese modo.

¿Si lo amaba? Era lógico que dudara, pero ya iba siendo hora de que se encargara de demostrárselo. Podía mandar al diablo los temores, este momento era para ellos.

Su suave sonrisa desconcertó a Harry, y aún más que se acercara hasta quedar a un palmo de distancia. Cuando alzó las manos, pensó que tal vez lo abrazaría, como había hecho en otras ocasiones, pero lo que hizo fue tomar sus gafas, y quitárselas con mucha delicadeza, dejándolas sobra la mesilla. Luego, se empinó lo necesario para juntar sus labios.

No fue un beso desesperado, o de esos que se daban en algún momento libre, sentados frente a la chimenea. Estaba cargado de emociones, de un espíritu de comienzo, como si se tratara tan solo del prólogo de una larga historia.

La sorpresa no le duró demasiado al muchacho, que correspondió con un abrazo apasionado, acercando a la joven tanto así que apenas si le daba espacio para respirar. No tardó mucho en ser él quien tomara la iniciativa, al pasar las manos por su espalda, enredándolas en su cabello, y rompiendo apenas el contacto de sus labios, para empezar a depositar suaves besos en sus párpados cerrados, las mejillas, y el contorno de su rostro.

En cierto momento, la joven abrió los ojos para verlo, juntando sus frentes, y fijando la mirada en esos ojos que podía ver en sueños.

—Sí te amo, Harry, no tienes idea de cuánto. Creo que siempre lo he hecho—musitó con voz ronca.

Aún cuando, en teoría, el muchacho no debería poder enfocar bien sin sus gafas, no las necesitó en ese momento. Tenía su rostro tan grabado en su mente, que podría verlo aunque estuviera ciego. Y esas palabras, que esperó tanto escuchar, fueron para él como la confirmación de algo que muy dentro de sí ya sabía, pero que necesitaba oír de ella.

Fue su turno de ir más allá, intensificando el abrazo, dándole un beso tan sentido que casi la hace trastabillar. Pero él estaba allí para mantenerla de pie, como lo habían hecho el uno por el otro tantas veces en el pasado.

Las caricias fueron cada vez más osadas, y sus respiraciones se agitaron al punto que debieron separarse para poder respirar.

Pero eso no duró demasiado, porque Harry la miró con una interrogante en los ojos que ella comprendió de inmediato; no tuvo que pensar nada, lo único que debió hacer fue asentir con fervor.

El muchacho no necesito más. Con manos torpes se encargó de desabrochar uno a uno los botones de su blusa, e intercambiaron una risa nerviosa al hacer una serie de movimientos tontos para deshacerse de ella.

Ella hizo otro tanto con la camisa de Harry, dejándola caer al suelo con un suave movimiento, y fijando la mirada en su pecho, un poco nerviosa de verlo a los ojos. Pero él, notando de inmediato su vergüenza, deslizó una mano bajo su barbilla, y la levantó, para que pudieran verse.

—Si quieres detenerte, sólo dímelo—le aseguró.

—No quiero hacerlo—fue una afirmación tan firme que le arrancó una sonrisa.

En un parpadeo, Harry consiguió levantarla de la cintura, y con menos esfuerzo del que hubiera pensado, la dejó recostada sobre la pequeña cama, apoyándose en una rodilla para no dejar caer todo su peso sobre ella.

Entre caricias torpes, besos entusiastas, y sonrisas cómplices, fueron deshaciéndose del resto de sus prendas, empezando por los pantalones de ambos, que terminaron lanzados de cualquier manera sobre la moqueta. Cada centímetro de piel descubierta era como un lugar extraño que deseaban explorar. En cierto momento, cuando sus respiraciones se entrecortaban y sentían que algo faltaba, el muchacho consiguió retirar el sujetador con manos temblorosas.

No se trataba sólo de que fuera la primera chica a la que viera prácticamente desnuda, sino que era Hermione, y eso sólo acrecentó su deseo. Se recostó sobre ella y paseó sus labios por toda su piel, saboreando el sabor a salado del sudor, y el aroma que sólo podía relacionar con ella.

Hermione en tanto, se aferraba con ambas manos a su espalda, mezclando suaves gemidos y suspiros por todas esas sensaciones, levantando el torso para recibir las caricias del muchacho, y entreabriendo las rodillas por instinto. Enredaba las manos en su cabello, deseosa de ir más allá, y alentándolo con sus movimientos.

Harry pasó las manos por sus piernas hasta llegar al borde de la última prenda, mirándola fijamente, esperando que la detuviera, pero ella sólo alzó las caderas para ayudarle. Luego él hizo otro tanto, y tras depositar una seguidilla de besos por su abdomen, pasando la lengua por su ombligo, y deleitándose con el sabor de sus pechos, se tendió sobre ella cuan largo era, cuidándose de apoyar los hombros sobre la cama para no lastimarla.

Sin dejar de mirarla, absorbiendo cada uno de sus gestos, se unió a ella. Tensó su cuerpo al verla exhibir una mueca de dolor, pero la chica sacudió la cabeza, y se impulsó hacia arriba para dejar un beso rápido, instándolo a continuar. Aún así, Harry se reprimió tanto como le fue posible para moverse, como si estuviera sobre una pieza de cristal.

Cuando el dolor pasó, Hermione se dio cuenta de sus cuidados, y pasó las piernas con un movimiento ágil sobre sus caderas para instarlo a dejarse llevar. Él comprendió de inmediato, y con un jadeo de rendición, aceleró el ritmo, cerrando los ojos, y enterrando la cara en el cuello de la muchacha, sólo sintiendo.

Si alguna vez pensaron en lo que sería ese momento, jamás hubieran podido imaginar tanto placer. Cuando Harry sintió que iba a explotar, buscó la mano sudorosa de su compañera, entrelazando los dedos.

Con un grito que no pudo reprimir, Hermione soltó un último jadeo, sintiendo en el acto como él se derrumbaba sobre su cuerpo, temblando y murmurando palabras que no alcanzó a entender, pero sí adivinar, y eran todas las que hubiera deseado decir también si no le costara tanto respirar.

Se quedaron abrazados, sin hablar, recuperando el aliento. Tras unos minutos, Harry se dejó caer a un lado, atrayendo el cuerpo de la joven por la cintura, abrazándola muy fuerte.

—Te amo—susurró en su oído.

—También te amo—le dijo ella, acomodándole un mechón de cabello con ternura.

—Te llevó algo de tiempo reconocerlo—el muchacho sonrió, sin dejar de mirarla.

—Mal momento para bromas, Potter—Hermione le dio un golpe cariñoso, con una mirada de advertencia.

Harry rió, dándole un ruidoso beso en el cuello que la hizo refunfuñar, al tiempo que se acercaba más a él, entrelazando sus piernas.

—Alguien necesita dormir—comentó él cuando la oyó dar un bostezo.

—No tengo sueño—un nuevo suspiro contradijo sus palabras, pero se expresó con obstinación.

El muchacho rodó los ojos, rezongando algo de una chica testaruda que iba a volverlo loco, mientras buscaba las mantas para cubrirlos, y acomodaba el cuerpo de la joven para que pudiera recostarse más cómodamente.

—Duerme—le ordenó con tono cariñoso.

Hermione no discutió más, sólo se acurrucó en su pecho. Su respiración acompasada le indicó que se había quedado dormida en un par de minutos.

No pasó mucho tiempo antes de que él empezara a sentir cómo sus párpados caían, aferrándose más a ella, hasta que sólo se oyeron los tañidos de unas campanas, anunciando la media noche.

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