martes, 21 de diciembre de 2010






Disclaimer: Todos los lugares y personajes conocidos pertenecen a J.K. Rowling. Todo lo demás es fruto de mi más que afiebrada imaginación.


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La región alemana de Harz es un lugar tan inhóspito como intimidante. Rodeada por montañas, con escasa vegetación, y un frío que hiela los huesos.

A mediados de febrero, cuando la nieve arreciaba en las horas más imprevistas, no era de extrañar que no se viera un alma en las cercanías.

Este ambiente de quietud casi sobrenatural fue bruscamente roto por el sonido simultáneo de dos chasquidos, seguidos por un estornudo tan sonoro que de haberse encontrado alguien más en las cercanías, con seguridad se habría sobresaltado.

—¡Travis, por favor! ¿Podrías ser un poco más discreto?—Kim veía a su compañero con disgusto.
El rubio se pasó la manga del abrigo por la congestionada nariz, dirigiéndole una mirada asesina a su amigo.

—Lo siento, Kim, pero no pude evitarlo, ¿cómo es posible que este frío no te mueva ni un pelo?


—Estoy acostumbrado, el Invierno en Corea es muy crudo—el auror miraba de un lado a otro, escudriñando la zona.

—Pues yo soy australiano, y preferiría estar en un congelador; apuesto que son más cálidos—refunfuñó.

Kim se cruzó de brazos, sin alterarse.

—¿Has terminado ya de quejarte?

Travis se encogió de hombros, ajustando mejor los guantes y dando una cabezada resignada.

—Supongo que sí.

—Bien, entonces podemos volver al trabajo; vamos—Kim empezó la marcha hacia el sur con paso firme.

Caminaron un buen tramo en silencio, roto cada cierto tiempo por los estornudos de Travis, lo que conseguía tan solo hacer que Kim rodara los ojos sin mirar atrás.

—Supongo que te parecerá una tontería si pregunto por qué nos aparecemos tan lejos, ¿verdad?—el rubio iba unos pasos retrasado.

—Para ser honesto, si, en parte; creí que era obvio.

—¿No queremos llamar la atención?—Travis tanteó no muy seguro.

Kim suspiró, enmascarando apenas una sonrisa divertida.

—Eso resultará imposible, porque deseamos llamar la atención de estas personas; lo que debemos evitar es llegar de improviso, ya que podrían tomarlo como una intrusión.

—Y quieres dejar en claro que venimos en son de paz—el auror rió, al tiempo que le dirigía una mirada apreciativa a su amigo.

—Exacto.


Tras dar un largo rodeo para cruzar un puente colgante, que entusiasmó a Travis, vieron una pequeña aldea a lo lejos. El sol empezaba a ocultarse, por lo que nos les extrañó comprobar que las luces dentro de cada casa estuvieran encendidas, así como que no se viera más que a un par de hombres andando por el centro de la minúscula plaza.

—Por cierto, deja que sea yo quien hable—Kim se acercó con paso tranquilo hasta quedar a un palmo de distancia de los lugareños.

Los aurores no se sobresaltaron cuando tuvieron un par de varitas apuntándoles al pecho, sino que mantuvieron la expresión calmada, aún cuando los extraños empezaron a farfullar algunas palabras que no alcanzaron a comprender.

—Disculpen, pero no somos de por aquí, ¿no conocerán por casualidad a alguien que hable nuestro idioma?—Travis se adelantó tanto como le permitió la varita que no dejaba de apuntarle.
—Dije que yo iba a hablar.

—Pero no decías nada. Quizá discutían cómo matarnos, y tú tan tranquilo—Travis respondió al regaño de Kim en un murmullo.

—¿Quiénes son y qué quieren?—el siseo inesperado interrumpió su discusión.

Uno de los hombres se había adelantado aún más, dejando a su compañero quieto, sin alterar el semblante desconfiado.

—¿Lo ves? Si uno no pregunta, no se entera—Travis vio a Kim con expresión satisfecha—Este amable señor habla nuestro idioma y puede ayudarnos; es más, no me extrañaría que…

El rubio calló cuando la varita se pegó a su cuello, y el gesto del otro se hizo aún más adusto.

—¿Siempre habla tanto?

—En realidad, el frío lo controla bastante—Kim levantó una mano suavemente, como llamando a la calma—No queremos molestar, solo buscamos ayuda.

—¿Qué clase de ayuda?—el hombre no vaciló ni un instante, pasando la mirada de uno a otro.

—Información.

—Vas a tener que ser un poco más claro que eso—ni un cambio, lo que solo consiguió exasperar aún más a Travis, que dio un paso al frente, sin importarle chocar contra la varita.


—Lo siento, pero me estoy congelando aquí, y ustedes hablan como en una mala película de espías.

—¿Una qué?—Kim intentó hacerlo retroceder en vano.

—Sangre pura, de lo que se pierden—el rubio rodó los ojos, dirigiéndose al aldeano—Mira, amigo, no venimos a molestar, ¿de acuerdo? En realidad, queremos ayudarles con un asunto que podría ser de su interés. ¿Por casualidad no les suena de algo el nombre de Holda?

La pregunta tuvo el efecto deseado, porque los extraños retrocedieron, sin ocultar su cara de espanto, y las manos que antes sostenías firmemente las varitas, ahora flaquearon.

El más joven, que al parecer no hablaba su idioma, pero no tuvo problemas para captar la palabra más importante de las que Travis pronunció, empezó a señalar las montañas con la mano libre.

—Brocken—fue todo lo que dijo, con su fuerte acento.

Kim y Travis giraron a ver el lugar indicado; era el pico más alto a lo lejos, que al anochecer se erguía como el guardián silencioso de la región.

—Sí, exacto, es en Brocken donde se dice que Holda volverá—Kim volvió su atención al que sabía podría entenderle—Nosotros queremos impedirlo.

La desconfianza volvió a abrirse paso en sus gestos, si bien iba acompañada de cierta cautela.

—Solo necesitamos un lugar para hablar, y pueden quedarse con nuestras varitas, como gesto de buena voluntad; nos las devolverán en cuanto nos hayan oído—Kim se llevó la mano al bolsillo con mucho cuidado, sacó la varita, y la extendió hacia los hombres.

Travis, frunciendo el ceño, hizo otro tanto.

—Cuídenla, por favor, la tengo desde pequeño. Y ese lugar para hablar, ¿podría ser uno con chimenea?

—¿No quieres un poco de chocolate caliente también? —el brujo tomó las varitas, tras vacilar un segundo.


—Eso estaría genial, gracias.

Kim reprimió las ganas de darle un pisotón a su amigo, en tanto caminaban abriendo la marcha, con los aldeanos apuntándoles a la espalda.

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Harry y Ron salieron algo más temprano de la Academia de Aurores, y aunque no se hablaban con la naturalidad que el primero hubiera deseado, al menos en lo posible podían comunicarse sin empezar a discutir.

En realidad, Harry pensaba que su amigo empezaba a cambiar de actitud; tal vez solo un poco, pero podía verlo. Ya no era tan hosco con él, y mucho menos con Hermione. Hasta se le había escapado alguna sonrisa cómplice cuando, estando en casa de los aurores, oían las discusiones de Travis y Laria, pero variaba rápido de expresión a una tan neutral como le era posible.

Esos pequeños detalles significaban mucho para Harry, pero intentar un acercamiento no hubiera sido lo más inteligente, no tratándose de Ron. Lo mejor era dejar que su amigo diera el primer paso.

Ahora, a las afueras de la Mansión Malfoy, mientras se escondían entre los arbustos más tupidos del boque que rodeaba la propiedad, intercambiaron una mirada de comprensión.


—Esto es aburrido, no entiendo por qué debemos hacerlo—el pelirrojo arrugó la nariz con desagrado.

Harry escondió una sonrisa; las frases que Ron le dirigía eran cada vez más largas, aunque fueran para quejarse.

—Moody quiere que vigilemos la casa de Malfoy, ya lo sabes.

—Claro que lo sé, pero sigo sin entenderlo; después de todo, ya hay dos aurores haciendo lo mismo—le recordó, buscando un lugar para sentarse, pero al no hallar ninguno, se dejó caer sin ceremonias sobre la hierba.

—Supongo que solo quiere ser precavido, y estoy de acuerdo. Recuerda que se lo prometimos a Malfoy, y tenemos que cumplir.

Ron dio un gruñido, que expresaba perfectamente lo que pensaba de hacer tratos con Malfoy, pero guardó silencio.

Harry hubiera querido iniciar una charla de lo que fuera, desde los últimos resultados del torneo de Quidditch hasta la cantidad de deberes que empezaban a encargarles en la Academia, pero no supo por dónde empezar. No creía que actuar como si nada hubiera ocurrido fuera muy astuto.


Al cabo de una hora, cuando empezaban a dolerle las piernas por estar de pie durante tanto tiempo, se dejó caer al lado de Ron, sin despegar la vista de la casa.

—Un par de horas más y podremos irnos; Laria estará aquí a eso de las ocho—Harry habló porque el silencio se hacía cada vez más pesado.

Ron cabeceó en señal de conformidad, dejando pasar varios minutos antes de contestar.

—¿Qué hará Hermione? ¿Va a encargarse de Rookwood?

Harry se tensó un momento, algo incómodo; hacía mucho que su amigo no le preguntaba por Hermione de un modo tan directo.

—No, Moody lo vigilará, ya sabes lo celoso que es con eso; prefiere que sólo él o Laria se encarguen de ese asunto. Hermione volverá a casa en cuanto terminen las clases.

—Ya—fue todo lo que respondió el pelirrojo.

Harry pensó rápidamente en algún tema de conversación para no regresar una vez más a ese ostracismo tan penoso.

—Es raro eso, ¿no?—dijo lo primero que se le ocurrió.

—¿El qué?—Ron lo miró sin comprender a qué se refería.

—Moody. Ya sabes, parece que no confiara más que en Laria para vigilar a Rookwood.

—¡Ah, eso! Bueno, parece que son muy unidos, ¿no? Quizá se conocen hace tiempo—el pelirrojo se encogió de hombros.

Harry cabeceó, no muy seguro. No era la primera vez que esa idea rondaba su cabeza, y aunque ya lo había discutido con Hermione, ella insistía en que esas reservas eran producto de su temperamento desconfiado. Sin embargo, no por nada, Ron había sido siempre tan mal pensado como él.

—¿Pero no crees que hay algo extraño allí?—el muchacho se inclinó hacia su amigo, muy interesado en su opinión.

Ron pareció pensar un poco más en el asunto, dejando sus malos modos de lado. Puestos a pensar en ello, sí que era curioso, y ya que estaban en eso…

—¿Sabes? Ahora que lo mencionas, acabo de recordar algo que escuché hace algunos meses—el pelirrojo se acercó un poco también, bajando la voz—Verás, lo que ocurrió fue que llegué un poco temprano al Cuartel, y oí discutir a Moody y Laria.

—¿Discutiendo? —Harry se interesó al instante.

—Sí, ya sabes, como si estuvieran de acuerdo en algo. Ella decía que todo estaba resultando más complicado de lo que habían pensado, y Moody intentaba convencerla de continuar en la misión o algo así.

—¿Laria quería renunciar?—al muchacho le pareció increíble esa información, porque la bruja era de carácter difícil, pero nada cobarde.


Ron negó, muy seguro.

—No, no creo que se tratara de eso—indicó—Era algo así como que sus planes no podían continuar, que debían cambiarlos. Eso fue poco después de que nos enteramos por Malfoy acerca de Holda y el ritual.

Harry cabeceó con los ojos entrecerrados, intentando pensar con claridad.

—¿A qué plan se referían?

—No lo sé, supongo que hablaban de detener a Nott, ¿verdad? Solo que lo de Holda fue tan sorpresivo para ellos como para nosotros, al menos eso creo. De lo que estoy seguro es que a Moody no le hizo ninguna gracia cuando me descubrió—recordó el muchacho.

—Travis y Kim no han tenido ninguna de esas charlas con Moody; podría apostarlo, y hasta donde sé, ellos tienen el mismo rango que Laria—mencionó Harry, aún concentrado.


—Sí, bueno, pero Travis es…Travis, ¿no? Y Kim tampoco es de los que hablan mucho, no me lo imagino quejándose por una misión peligrosa.

—Tampoco Laria, ella es muy decidida, tiene tantas agallas como ellos; debe de haber algo más—pensar que solo había iniciado esa conversación para distraer a Ron.


El pelirrojo se llevó una mano al mentón, con el ceño fruncido.

—¿Crees que nos están ocultando algo? Ya sabes, a los demás, a nosotros—habló al fin.

—Eso es exactamente lo que pienso, la pregunta es por qué, ¿qué es lo que no quieren decirnos?

Esta vez el silencio que se instaló entre ellos no fue para nada incómodo, pero sí bastante ominoso.

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En la aldea, Travis y Kim fueron conducidos a una pequeña casa, modesta y sencilla en su construcción, pero muy cálida, con una chimenea que irradiaba un fuerte calor, para alegría del australiano; así como también algunos muebles despostillados, pero cómodos, en lo que debieron sentarse por indicación de sus armados anfitriones.

—Bonito lugar, ¿lo decoraron juntos?—a Travis no le gustaba el silencio.

—Nuestra madre lo hizo—el que hablaba su idioma lo veía muy ceñudo.

—Ah, ya decía que eran familia; tienen la misma nariz.

—Travis…—Kim estaba perdiendo la paciencia, y eso que tenía mucha—Por favor, no podemos perder más tiempo, ¿cree que podríamos empezar a hablar ya?

El hombre asintió y le dijo un par de palabras en su propia lengua a su hermano, que tras dudar y dirigirles una mirada amenazante, dejó la habitación.

No tuvieron que esperar su regreso por mucho tiempo; tan solo tardó unos cinco minutos en hacerse presente una vez más, pero no volvió solo. Llevaba del brazo a una diminuta mujer que andaba encorvada y arrastrando los pies, mientras mascullaba algo que sonaban a maldiciones, si bien los visitantes no podrían asegurarlo.

Por instinto, los aurores se pusieron de pie en cuanto la mujer se acercó, e intercambiaron una mirada inquieta cuando se sintieron objeto de su escrutinio; parecía que la viejecita podría esculcar en sus mentes sin problemas. En realidad, Kim estaba seguro de que eso era exactamente lo que hacía, pero controló el impulso de cerrar su mente usando la Oclumencia; le pareció mucho más sensato permitir que ella sacara sus propias conclusiones.


—Devuélveles sus varitas—ordenó en perfecto inglés, antes de acomodarse en el sillón principal.

Parecía que los brujos estaban acostumbrados a obedecer sin rechistar, ya que hicieron de inmediato lo que les ordenó.

—Es muy amable de su parte, señora—Kim agradeció con una inclinación de cabeza.

—No es más que sentido común; ustedes no son nuestros enemigos—replicó con voz cavernosa.

Los aurores recibieron sus varitas y las guardaron de inmediato, mirando de un lado a otro, esperando que alguien dijera algo, pero al cabo de un momento en silencio, Travis se aclaró la garganta.

—Gracias, señora, supongo que sus…

—Nietos—el mayor completó la frase.

—Sí, claro, sus nietos; lógico, la misma nariz, ya lo decía. Bueno, seguro que no han podido informarle de por qué estamos aquí, pero…

—Ella ya lo sabe, Travis, ¿cierto?—Kim no le quitaba la vista de encima—Y va a ayudarnos.

La bruja le devolvió la mirada con un rictus burlón en los labios.

—Eres inteligente, para ser tan joven, e ingenuo, considerando tu origen.

Kim se retrajo, como si lo hubiera ofendido, gesto que no pasó inadvertido para Travis.

—Disculpe, señora, no quiero ser grosero, pero nosotros no acostumbramos meternos con el origen de nadie, ¿de acuerdo? —el rubio salió en defensa de su amigo.

La mujer ignoró a Travis.

—No me tomes a mal, muchacho, no es fácil darle la espalda a quien eres; admiro tu valor. Pero asumir que voy a ayudarles es un poco presumido de tu parte, ¿no crees?

—No, no creo ser ingenuo o presumido, y tampoco estar equivocado; usted no es la única que puede ver la verdadera naturaleza de la gente—el auror levantó un poco la cabeza, demostrando cierta soberbia poco común en él.

Tanto Travis como los otros dos, seguían el duelo de palabras en silencio. El rubio estaba impresionado por esa faceta que no había visto antes en Kim, mientras que los otros parecían totalmente replegados a la voluntad de su abuela.

—Está bien, muchacho, tómalo como un comprensible error proveniente de una anciana que ya no piensa como antes—la vieja sonrió, sin rastros de cinismo.

El ambiente pareció calmarse con este último comentario, al menos lo suficiente para que todos se relajaran.

—Parece que no hemos tenido un buen comienzo, pero estos son tiempos difíciles, como bien saben. Es más, ese es el motivo de su visita, ¿verdad?—la bruja sacó una varita de los pliegues de la túnica con mano temblorosa, y avivó el fuego de la chimenea.

—Gracias por eso, son muy valientes al vivir en una zona tan alejada y con este clima—Travis se acomodó en el sillón con expresión satisfecha, invitando a Kim a hacer lo mismo.


—Este es nuestro hogar—el nieto mayor dejó su pétreo silencio para hablar con tono agrio.

—No lo dije por molestar, se ve bien, tienen mucha naturaleza alrededor, y eso, pero el frío es terrible; además, no me extrañaría que empiece a nevar aún más en cualquier momento, y…

—Muchacho, por favor, déjalo ya—la anciana soltó un resoplido impaciente—¿No te ha dicho tu madres que no sabes cuándo cerrar la boca?

Travis pareció ligeramente avergonzado, y dirigió la vista al piso.

—Lo ha mencionado alguna vez, sí—reconoció de mala gana.


La bruja asintió, riendo entre dientes, y se dirigió a Kim.

—Quieren traerla de vuelta, y esta vez saben lo que hacen—afirmó rotunda.


—Sí, pero nosotros vamos a detenerlos—replicó el mago.

—Suenas muy seguro.

—Lo estaré aún más si usted nos ayuda. Porque va a hacerlo, ¿verdad? Por eso sus nietos nos trajeron aquí—indicó, dando una cabezada hacia el par que se mantenía en silencio.

La bruja suspiró, negando suavemente.

—Me gustaría ser de utilidad, muchacho, pero lo único que poseo son mis recuerdos, y no sé de qué podrían servir.

—Bueno, con intentar no se pierde nada, ¿no? Solo díganos lo que sabe—Travis se adelantó en su asiento, más serio y concentrado.

—Por favor—Kim lo apoyó.

Los otros dos brujos hicieron el amago de acercarse a la anciana, como si quisieran protegerla de sus preguntas, pero ella los tranquilizó con un gesto.

—No podemos permitir que vuelvan de este viaje sin ninguna novedad, supongo—empezó a hablar, apoyando la cabeza en el respaldar del sillón—Mi nombre es Adelma, y tengo ya muchos años, como habrán notado. Nací en esta villa, y aquí me criaron mis padres; mi familia pertenece a una antigua estirpe de magos sangre limpia, como tú—señaló a Kim.


El auror mantuvo el rostro impasible, ignorando la mirada curiosa de su compañero.


—No es necesario hablarles de la historia de Holda, ustedes ya la conocen, lo he visto; y déjenme felicitarlos, han hecho un extraordinario trabajo de investigación—sonrió a medias.

—Ya decía yo que si alguien te mira así es porque anda esculcando en tu mente—rezongó el rubio.

—Guarda silencio, Travis, eso no importa ahora—Kim arrugó el ceño, viendo a la bruja—Por favor, continúe.

—Como decía, es muy poco lo que puedo contarles que no sepan ya. Conocen el origen de Holda, su vida en la tierra, lo valiosa que era para sus seguidores, y el cómo desapareció un día sin explicación; aún hoy es un misterio el motivo—la bruja se encogió de hombros, como si eso no tuviera mayor importancia—Han oído la historia de los innumerables fracasos para traerla de vuelta, y saben también que según la leyenda, existe un modo para tener éxito…

—Bueno, de eso no estamos seguros, es solo una sospecha—Travis la interrumpió—Según nos dijeron, los brujos que quieren invocarla creen que si le ofrecen en sacrificio a los descendientes de los que sabotearon el primer ritual, entonces ella volverá.

—Sí, eso es correcto; pero no creo que sea un requisito indispensable para lograrlo—la vieja masculló las palabras con cierta amargura—Verán, según la leyenda, que en mi familia ha pasado de generación en generación, si Holda no ha regresado, es porque simplemente no lo desea. Se dice que cuando desapareció, lo hizo en gran medida porque no deseaba estar más entre nosotros; su influencia decaía, y la seguían cada vez menos personas, pese a lo poderosa que era. Después de todo, era magnífica, pero hasta los más grandes deben saber cuándo dejar el poder.

—¿Entonces no cree que vaya a volver?—Travis pareció confundido.

La bruja negó apesadumbrada.

—No he dicho eso, muchacho, lo que ocurre tal vez es que aún no la han tentado lo suficiente; esta deidad tiene un gran ego, y si sabes usarlo a tu favor…

—Es lo que ellos hacen—terció Kim—Le están dando una prueba máxima de devoción. Este no es un ritual improvisado, quieren demostrarle que son verdaderos seguidores, y no se van a detener ante nada para convencerla de volver.

—Exacto, y si seguimos la lógica, ¿qué mejor ofrenda para persuadirla que los descendientes de esos seguidores que arruinaron el primer ritual? Ella no podría ignorar algo así.
Un profundo silencio siguió a las palabras de la bruja.

—Entonces es verdad, el viejo Malfoy tenía razón—Travis casi saltó del asiento—Eso significa que la bruja y el sacerdote que secuestraron tienen que ser descendientes de esa gente, ¿cierto? Los Nott deben de haber investigado muy bien el asunto.

—Adelma, ¿recuerda usted los apellidos de esas personas? Eso podría servirnos para confirmar esta teoría—Kim se movió inquieto.

La bruja inspiró profundamente, y blandiendo la varita, hizo que uno de los viejos estantes en la habitación se moviera hasta dejar a la vista una pequeña abertura en la pared.

—Allí hay un libro, Karl, dámelo—ordenó al mayor de sus nietos.

En cuanto tuvo el viejo y pesado volumen entre las manos, lo abrió con cuidado, pasando una página tras otra.

—Es una suerte que mis antepasados fueran tan previsores; no podría recordar esos nombres después de tantos años sin ayuda—mencionó sin alzar la vista, hasta que pareció hallar la página correcta—Sí, aquí está, los miembros del primer ritual para traer de vuelta a Holda. Veamos…

Kim y Travis se adelantaron, ansiosos, e intercambiaron una mirada de desconcierto según iban oyendo las palabras de la bruja.

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Harry reprimió un bostezo con dificultad, ocupado en vigilar el área que circundaba la Mansión Malfoy.

Ron había dejado el puesto para caminar un poco, o como dijo, se quedaría dormido en cualquier momento; faltaba poco para que Laria llegara a reemplazarlos.


Iba pensando en su última charla con su amigo, acerca de esa extraña complicidad entre Moody y la auror, cuando vio un extraño movimiento en las cercanías de la puerta trasera, que era en realidad un portón muy grande, por el que, según Hermione, se llegaba a las cocinas de la casa.

Sacó la varita y dio una mirada alrededor, con el corazón acelerado. ¿Dónde se habría metido Ron?

Dio un par de pasos hacia adelante, manteniendo la mano firme, pero un destello en su dirección hizo que se lanzara al suelo, cubriendo su cabeza.

Levantó la mirada, con la varita dispuesta para el ataque, pero otra ráfaga de luz se dirigió hacia las sombras desde donde pareció producirse el primer hechizo.

Unos pasos apurados llegaron a su altura, y giró bruscamente, pero exhaló un suspiro aliviado al encontrarse con el rostro preocupado de Ron.

—¿Qué pasó? ¿Con quién peleabas? —el pelirrojo lo ayudó a incorporarse sin descuidar la defensa.

—No lo hacía; no aún, al menos—Harry avanzó, con su amigo pegado a un lado—Mantente alerta.
—No tienes que decirlo; dudo que le haya dado, casi no puedo ver.

El comentario de Ron les hizo reparar de inmediato en su descuido al no usar la luz de sus varitas; error que corrigieron de inmediato.

Se internaron en la espesura, y no habían andado más que un corto tramo, cuando una voz cavernosa recitó un hechizo en su dirección.

—¡Bombarda!

Harry se las arregló para hacer a Ron a un lado, y sin pensarlo, levantó la varita.

—¡Expelliarmus!

Los malos hábitos son difíciles de romper, idea que pasó por la mente de Harry a la velocidad de la luz, mientras se recriminaba por no usar un hechizo menos defensivo.


Pero tuvo suerte, o tal vez con el entrenamiento y la edad sus poderes se habían incrementado, porque el haz de luz dio directamente en el blanco; el fuerte quejido que oyó lo confirmaba.

No esperó a que Ron le diera el alcance, sino que corrió en esa dirección, y encontró a un hombre tumbado contra una cerca, semiinconsciente y con sangre escurriendo de sus labios; su cabeza estaba ladeada.

Se apresuró a tomar la varita caída, tras dar una mirada para asegurarse de que no hubiera más enemigos alrededor, en tanto Ron llegaba a su lado.

—¿Y ese quién es?—el pelirrojo se acercó sin dejar de apuntar.

—Lo he visto antes, creo—Harry se agachó para girar su cabeza y alumbrarlo con la luz que emitía su varita.

Los chicos ahogaron una exclamación de sorpresa, mirándose consternados.

—Este es el auror del Ministerio, el encargado de vigilar la casa, ¿por qué? ¡Nos atacó!—balbuceó Ron.

—Imperio—Harry giró la vista hacia la Mansión de la que se habían alejado—No otra vez.

Antes de que Ron terminara de procesar los hechos, su amigo corría en dirección a la casa.


—¡Ay, no! ¡Malfoy!—se unió a su carrera tan pronto como comprendió.

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Kreacher caminaba con su languidez habitual, recorriendo los salones de la Casa Black, mientras canturreaba entre dientes una tonada fúnebre, aunque él parecía encontrarla muy alegre, por el modo en que movía las orejas al ritmo de la canción.

Tenía en mente preparar la cena para el amo y la señorita, y por eso se movía con cuidado, ya que si Hermione, que se encontraba en el piso de arriba, lo escuchaba, probablemente quisiera convencerlo de ayudarle.

No que no lo apreciara, pero últimamente no podía cumplir con su deberes de elfo tal y como le gustaba, así que pensó podría ser una agradable sorpresa prepararles la cena.


En la parte trasera de la casa, la que llevaba a las cocinas, oyó un ruido extraño, como si un animal arañara la pesada puerta.


Kreacher se asomó a ver, listo para espantar a lo que se encontrara, y luego volver a sus labores, pero en cuanto abrió el portón, un rayo verde impactó en su pecho, y no supo más.

En su habitación, Hermione leía muy concentrada uno de los varios libros que tomó de la biblioteca, en tanto veía con frecuencia la hora que marcaba el reloj.

Harry debería estar ya de vuelta, su guardia solo debía durar un par de horas.

Intentó no preocuparse, después de todo, tal vez fue al Cuartel de los aurores a presentar un informe; sí, seguro debió ser eso.

Le preció oír un ruido sordo en la cocina, y supuso que se trataba de Kreacher, que iba a preparar la cena. Reprimió un suspiro exasperado, y cerró el libro para bajar a ayudarle. Le había dicho mil veces que no era un sirviente, y no tenía que encargarse solo de esas cosas.

—¿Kreacher? Tenemos un trato, ¿recuerdas?—una vez en el piso de abajo, se dirigió a la cocina—Nos dividimos las labores, es lo más justo.

No obtuvo respuesta, y el lugar estaba vacío, por lo que sacudió la cabeza. Algo estaba mal.

Giró para ir de vuelta a su dormitorio a buscar la varita que dejó olvidada sobre la cama, pero un escalofrío recorrió su espina al ver una sombra que le cerraba el paso, y le apuntaba directamente al pecho.

—Justicia; bonita palabra, muy apropiada—Theodore se recargó sobre el dintel de la puerta sin dejar de sonreír—Vamos a hablar un poco de eso, sangre sucia.

Hermione retrocedió un paso, buscando una salida, pero el chico adivinó sus intenciones, porque dio un rodeo hasta ponerse a un palmo de distancia, agachando la cabeza par hablar sobre su oído, y sin despegar la varita de su corazón.

—Tienes razón, vayamos a un lugar más cómodo.

Antes de atinar a gritar, sintió su mano agarrando con firmeza su antebrazo, y la conocida sensación de desaparecer la invadió.