jueves, 17 de diciembre de 2009

Destino: Quinto capítulo



Disclaimer: Todos los lugares y personajes pertenecen a J. K. Rowling. Nosotros sólo inventamos algunas cosillas para divertirnos.


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La noche antes de empezar las clases en sus respectivas Academias, Harry, Ron y Hermione se encontraban reunidos en la amplia cocina compartiendo la cena y discutiendo acerca de los asuntos que preocupaban al primero.


- Te lo digo, Harry, estabas preocupándote por nada. – decía Ron, cortando su filete.


- Aún no estamos seguros. – dudó su amigo.


- Papá te dijo que todo está tranquilo, ¿Qué más puede ser? Ya sabes que si ocurriera algo extraño él se habría enterado. – insistió el pelirrojo.


- Tal vez se trate de algo que ocurre fuera del Ministerio, entonces tu padre no podría estar enterado. – intervino Hermione en la charla.


- Hermione, por favor, no le des ideas, ¿quieres? – se quejó Ron sacudiendo la cabeza.


- ¿Crees que en el Ministerio podrían no saber lo que pasa? No lo sé, Hermione, recuerda que Kingsley está al mando ahora y él es muy cuidadoso. – le hizo ver Harry ignorando los gestos de su amigo.


- No dudo de la capacidad de Kingsley, pero él no puede estar en todo, o a lo mejor es un asunto tan delicado que lo mantiene en secreto o algo así. – sugirió la chica.


- Ustedes siguen haciendo suposiciones basados en nada. En serio, chicos, ¿qué tenemos? Una extraña que a Harry le pareció sospechosa y un muggle desaparecido; lo siento por él, peor no veo la relación. – repitió el pelirrojo por décima vez desde que empezaron la discusión.


- Te estás olvidando del hombre de la Estación. – le recordó Hermione.


- ¿Realmente piensas que porque salió detrás de mi padre y Harry los estaba siguiendo? – preguntó Ron incrédulo.


- Había algo en él, no sé, raro. – dijo la joven, dirigiéndose a Harry. - ¿Recuerdas que te conté cómo nos dijo a Ron y a mí que su familia lo esperaba en la Estación? Pues yo no los vi por ningún lado.


- Tal vez salieron antes o después. El tipo parecía un poco distraído y puede que se perdiera de nuevo. Además, su sobrino salió a despedirlo al Andén, no mintió en eso. – observó Ron.


- Aún así es raro, ¿no? Dos extranjeros sospechosos cerca de nosotros en menos de una semana. – comentó Hermione pensativa.


- ¿Qué tienes contra los extranjeros? Pensé que te gustaban. – bromeó Ron. – Sólo recuerda a Vicky.


Su amiga lo vio furiosa por la broma y estuvo a punto de contestarle de mala manera, pero sintió la mano de Harry en su hombro y volteó a verlo interrogante.


- Eso no fue gracioso, Ron, deberías revisar tu sentido del humor. – le dijo su amigo muy serio y viéndolo fijamente.


Ron pareció sorprendido por el llamado de atención y tras dejar sus cubiertos con brusquedad sobre el plato vacío, se levantó y se dirigió a la puerta.


- Sólo fue un comentario, no es para tanto, y creo que son ustedes los que deberían preocuparse por revisar otras cosas. – dijo ácidamente antes de cerrar con un golpe la puerta al salir.


Hermione y Harry se quedaron viendo el umbral con expresión pensativa y confusa.


- ¿Qué quiso decir con que revisemos otras cosas? – se preguntó la joven al fin.


- No lo sé, ya me acostumbré a no entenderlo a veces. – indicó el muchacho sin darle demasiada importancia. – Y también estoy seguro de que mañana estará como si nada, ya lo conoces.


- Claro, tienes razón; y gracias por decirle…ya sabes. – mencionó la chica algo cohibida.


- No es nada, lo que dijo estuvo mal, ya olvídalo. – insistió Harry.


- Sí, bueno, me voy a la cama; mañana será un día pesado. – anunció Hermione viendo la mano que seguía sobre su hombro.


- Ah, lo siento. – dijo el chico al notarlo y quitando la mano con rapidez.


Su amiga se puso de pie y tras llevar los platos al fregadero se despidió desde la puerta con una cálida sonrisa.


- Buenas noches, Harry, no te quedes hasta muy tarde. – le dijo antes de salir.


- Buenas noches, que duermas bien. – le respondió el joven sonriéndole también.


Una vez que se encontró solo, Harry apoyó la cabeza en una de sus manos y fijó la mirada en la pared de la cocina con expresión pensativa.


¿Por qué le había molestado tanto el comentario de Ron? Sabía que era una broma, mala, si, pero usualmente lo eran. De lo que estaba seguro era que no se trataba esta vez de alguna burla al azar, sino de algo que había incomodado a Hermione y eso no le hizo mucha gracia. Tal vez exageró, pero igual hablaría luego con Ron para que pensara antes de hablar, al menos cuando se trataba de su amiga; después de todo, era responsabilidad de ellos cuidarla ahora que vivían juntos, ¿no?


Reprimiendo un bostezo y más tranquilo al encontrarle una explicación lógica a su reacción, se encaminó a su dormitorio. Hermione tenía razón, mañana sería un día muy ajetreado.


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Laria y Kim tomaban el desayuno en un pequeño comedor de la casa que usaban como Cuartel General. Ambos tenían por costumbre desde que llegaron a Londres compartir esa comida, ya que eran los primeros en levantarse aunque no fuera necesario; generalmente Travis no se les unía hasta que ya casi habían terminado.


Casi nunca hablaban, apenas si intercambiaban un saludo cortés y luego todo era silencio hasta que el rubio llegaba con sus charlas interminables a desesperarlos; pero este día las cosas eran distintas. Ambos se encontraban inquietos por su última conversación con Moody y las lúgubre predicciones que había hecho respecto a lo que fuera a ocurrir en Alemania, y lo peor era que desde ese día el viejo auror andaba desaparecido no tenían idea haciendo qué.


- Kim, ¿has estado alguna vez en Alemania? – preguntó Laria de pronto.


- Un par de veces, por trabajo, pero nunca me quedé más de tres o cuatro días. – contestó el oriental bebiendo su té.


- ¿Y viste algo raro? – insistió ella sin disimular su inquietud.


- ¿Raro? Laria, somos magos, la definición de “raro” en nuestro caso es más que relativa. – observó Kim.


- Ya lo sé, me refería a algo como “muy raro”. ¿No sabes si ha habido allí algún mago tenebroso particularmente fuerte? Alguien como Voldemort aquí, tal vez. – le comentó la mujer.


- No, jamás he oído de otro como él en cualquier lugar del mundo. Todo país tiene su historia, claro, pero en el caso de Alemania no recuerdo ningún caso que llamara la atención. – continuó Kim.


Laria asintió fastidiada y se sirvió su tercera taza de café mientras con la mano libre tamborileaba sobre la mesa.


- ¿Cómo puede Moody hacernos esto? ¡Es una falta de consideración! ¿Quiénes cree que somos? ¿Sus criados? Parece que olvida que estamos aquí para ayudarle, no para que nos trate como a niños que no pueden ser informados de hechos concretos; está en la obligación de decirnos todo lo que sabe. Nos jugamos la vida, Kim, puedo sentirlo, y me gustaría saber al menos a qué me voy a enfrentar. – explotó al fin la mujer casi sin respirar.


Kim la dejó hablar sin interrumpirla; al parecer Laria necesitaba expresar todo lo que venía rumiando los últimos días.


- Comparto tu opinión, Laria, aunque tal vez no con tanto ímpetu. Pero debes tener un poco más de confianza en Alastor; sé que no es fácil, no con esa actitud suya, pero tiene una excelente reputación y lo más importante es que es un buen hombre. Creo que si no nos ha dicho nada no es por falta de consideración, como dices, sino que prefiere estar completamente seguro antes de llamar al pánico. En circunstancias como estas es lo mejor, debes aprender a controlarte y a no bajar la guardia; todo saldrá bien, ten confianza. – intentó tranquilizarla su compañero con una poco común sonrisa.


- Está bien, supongo, pero le pediré a Moody que nos diga lo que sospecha de cualquier modo. – dijo Laria más calmada pero sin abandonar su terca actitud.


- No lo dudo. – dijo Kim en voz baja.


Continuaron su desayuno en silencio hasta que Travis hizo su aparición con el ruido habitual, bajando los escalones de dos en dos y entrando al comedor casi corriendo mientras ahogaba un bostezo.


- Buenos días, muchachos. Qué bien dormí, no recuerdo cuando fue la última vez. ¿Me pasas la mermelada, Kim? – pidió a la vez que se sentaba y se servía un poco de jugo.


- ¿Todo bien en la guardia? – preguntó el oriental alcanzándole el recipiente.


- Nada nuevo desde que Potter se separó de sus amigos para hablar con ese señor Weasley; desde entonces han permanecido en casa. – le informó Travis empezando a comer.


- Sí, hablé de eso con Kingsley; me contestó diciendo que el señor Weasley es un muy buen hombre y le tiene mucha confianza, pero lo ha mantenido al margen de todo esto, así que no puede haberle dicho nada especial a Potter. – mencionó Kim.


- ¿Saben? No creo que eso sea muy inteligente, pero Moody es un tipo muy terco. Quiero decir, el chico y sus amigos ayudaron a derrotar a Voldemort, ¿no? Más que eso, Potter lo acabó. ¿Porqué no les dicen lo que está pasando? Podrían ayudar. – sugirió Travis con lógica.


- Al parecer Moody y Kingsley creen que Potter ya pasó por muchas cosas y al ni siquiera estar seguros de qué es exactamente lo que ocurre, no creen que sea buena idea alarmarlos, para eso estamos nosotros aquí. – le dijo Kim.


- Pero si las cosas empeoran tendrán que hablar con ellos, no pueden ocultarles todo siempre; además el chico no es tonto, sospechará si es que no lo hace ya. – se sumó Laria.


- Especialmente si ciertas personas se dejan ver cuando no deben, ¿verdad? – mencionó Travis con tono bromista.


- También tú lo hiciste. – se defendió Laria al momento.


- Pero yo lo hice a propósito y no tiene porqué sospechar de mí; en cambio tú parándote como un buitre vigilante en una esquina, con razón el chico Potter se puso en guardia. – rió Travis con descaro.


- Dime algo, Travis, tú país es muy grande, ¿cierto? – preguntó la mujer tranquilamente al cabo de unos minutos en silencio.


- Sí, bastante. – respondió el rubio confundido por la falta de hostilidad.


- Pero he oído que no está muy poblado; es decir, que para su tamaño hay pocos habitantes. – continuó Laria.


- Sí, siempre ha sido así. – aceptó Travis sin saber a dónde quería ir a parar ella.


- Bueno, eso lo explica todo. – mencionó la mujer dejando su servilleta a un lado.


- ¿Explica qué? – inquirió el otro.


- El que te hayan permitido convertirte en auror siendo tan idiota, no tienen mucho de dónde escoger. – replicó Laria cortante y con una sonrisa satisfecha.


- ¡Hey! – exclamó el rubio ofendido.


Kim había escuchado la charla suponiendo lo que Laria iba a decir y cuál sería la reacción de Travis; esos dos podían ser muy divertidos a veces, debía reconocerlo, pero no tenían tiempo para juegos.


- Lamento interrumpir, pero se hace tarde. Potter y sus amigos inician sus estudios hoy. Según el plan, Travis, tú sigues encargado de la vigilancia, pero no permitas que te vean nuevamente, resultaría sospechoso. – indicó el oriental con su tono calmado.


- Ya lo sé, pero como dijo Moody, mi prioridad será Potter y por extensión el pelirrojo porque van a la misma Academia; lo que no sé es qué haremos con la chica. – mencionó el rubio adoptando una actitud más profesional.


- Tendrá que quedarse sola por hoy, no creo que corra ningún peligro. Debo ir al Ministerio a hablar con Kingsley acerca del muggle secuestrado y Laria va a quedarse por si Alastor vuelve, además de que debe terminar unos informes. – comentó Kim.


- Como siempre, yo tengo la parte más divertida. – masculló Laria irónica.


- Es lo que hay, carissa, ni modo; y esa palabra la aprendí sólo para ti. – se rió Travis sin rastro de rencor.


- Y lo pronunciaste bien, qué emoción. – se burló la mujer.


- Antes de que empiecen de nuevo, Travis y yo nos vamos, tenemos trabajo. Si algo sucede, llevamos los anillos. – dijo Kim poniéndose de pie.


- Espera un minuto que coja unos panecillos, aún no termino. – pidió Travis tomando algunos en una servilleta. – Ahora sí, a la escuela de nuevo.


- Sólo compórtate, ¿quieres? – le pidió Kim caminando a la salida.


- Seré un buen chico, tranquilo. – le aseguró el rubio siguiéndolo.


Ambos oyeron la voz de Laria desde el corredor con su acostumbrado tono sarcástico.


- Pórtense bien, niños o papi Moody les dará una tunda. – dijo casi a gritos.


Kim y Travis intercambiaron una mirada divertida y una vez que cruzaron la puerta se desaparecieron a diferentes lugares.


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La Academia de Leyes Mágicas se ubicaba en uno de los más grandes barrios de Londres, oculta de miradas muggles por una serie de hechizos protectores; estaba compuesta por varios edificios y amplios jardines por los que paseaban los estudiantes.


Hermione llegó temprano, en apariencia muy tranquila, pero por dentro se sentía tan nerviosa como en su primer día en Hogwarts. No había dejado de pensar en la suerte de Harry y Ron que al menos compartían la misma escuela, ella, en cambio, estaba allí completamente sola.


Se recriminó por estar pensando de ese modo, ya no era una niña y nunca le había tenido miedo a enfrentar un nuevo reto. Iba a aprender todo lo necesario para entrar al Ministerio y empezar a cambiar esas leyes arcaicas que nadie se atrevía a tocar. Enderezó los hombros y levantó la barbilla con expresión decidida al entrar al edificio en el que recibiría su primera clase.


Una vez allí, buscó un asiento disponible en la fila de adelante y desplegó los libros y pergaminos. Iba a empezar a leer en tanto esperaba al maestro, cuando una voz conocida llamó su atención.


- ¡Hermione Granger! Sabía que estarías por aquí. – la saludó una joven morena sentándose a su lado con una sonrisa amistosa.


- ¿Parvati? – preguntó Hermione confundida.


- ¡No, por Merlín! Siete años y no puedes diferenciarnos; soy Padma. – negó la chica sonriendo aún más.


- ¡Perdón! Lo siento, la verdad es que usualmente si podría, es sólo que me tomaste por sorpresa. – se excusó Hermione arrepentida.


- No te preocupes, estoy acostumbrada; lo bueno es que soy la única Patil aquí, de modo que nadie podrá equivocarse con facilidad. – mencionó la joven satisfecha.


- Ya veo. Es decir que Parvati optó por otra carrera. – supuso la chica.


- No exactamente. Verás, ella y Lavander se han tomado un año sabático para viajar y encontrar a su ojo interior. – le explicó Padma con expresión solemne para luego romper a reír.


- ¿Ojo interior? – repitió Hermione uniéndose a sus risas.


- Sí, al parecer cuatro años de Adivinación no fueron suficientes para ubicarlo, así que han ampliado su área de búsqueda. – continuó riendo la chica.


Hermione no pudo evitar pensar que semejante información no le sorprendía en lo absoluto, sólo esperaba que ese par no se metiera en demasiados problemas. En cuanto a Padma, le alegraba ver un rostro familiar entre tantos extraños y algo le dijo que ellas podrían ser buenas amigas, según fue confirmando al intercambiar puntos de vista; una pena que en Hogwarts nunca hablaran mucho por ir a distintas Casas.


Cuando más cómoda se encontraba y pocos minutos antes de que se iniciara la clase, unos murmullos en la habitación hicieron que buscaran el origen de toda esa conmoción. Lo que vieron las dejó pasmadas.


Draco Malfoy, tan altivo como siempre, se abría paso entre la multitud arremolinada en la puerta e ignorando las abiertas muestras de hostilidad se ubicó en el asiento más alejado de la clase.


- ¡No puedo creerlo! – exclamó Hermione en cuanto recuperó el habla.


- ¿Cómo han podido permitirle entrar? ¿Leyes Mágicas él? – se sumó Padma desconcertada.


- Pensé que algunas cosas habían cambiado y un viejo apellido no tendría más valor que el sentido común; parece que me equivoqué. – masculló Hermione sin disimular su indignación.


- A mis padres no les hará mucha gracia que comparta clases con él. – le confió su amiga en un cuchicheo.


- ¿Te preocupan tus padres? Prueba a decirle a Harry y Ron esto. – observó Hermione con tono abatido.


El maestro entró en ese momento para empezar su exposición y todos lo alumnos de pie corrieron a sus asientos para tomar notas y prestar atención a la clase.


Hermione vio sobre su hombro con discreción para observar a Malfoy tomando apuntes con la mirada fija en el pergamino; su expresión tan arrogante como de costumbre. Sin embargo, la joven alcanzó a observar cómo en un par de ocasiones veía por la ventana y una sombra de inquietud cruzaba su semblante. No supo porqué, pero ese simple gesto la puso muy nerviosa.


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En la Academia de Aurores, Harry y Ron salían del aula luego de dos horas de clases teóricas que los habían dejado mentalmente exhaustos.


- Esto es ridículo. – resopló el pelirrojo. - ¿Acaso creen que cuando tengamos a un enemigo al frente le vamos a recitar toda esa información?


- Supongo que la idea es que seas tú quien lo tenga claro. – rió Harry divertido por la indignación de su amigo.


- Ya, eso está bien, pero igual nosotros ya tenemos algo de experiencia, ¿no? Quiero decir que ya sabemos lo que es pelear en duelos y no lo hemos hecho del todo mal. – le hizo notar Ron.


- Claro, pero aún así no es lo mismo. No tuvimos elección entonces, sólo hicimos lo que pudimos con lo que sabíamos; reconoce que nos la pasábamos improvisando. – recordó Harry al entrar a la cafetería.


- Ya, y ser auror es distinto porque ahora sí conoceremos todos los hechizos y esas cosas, lo sé. – reconoció el pelirrojo a su pesar tomando una mesa vacía.


Harry asintió y ocupó un asiento, intentando ignorar las miradas curiosas que el resto de los estudiantes trataban en vano de disimular. Todo el día había sido lo mismo y estaba haciendo lo posible por no dejar que le afectara, pero no era nada sencillo.


- Es sólo el inicio; en Hogwarts fue peor y era sólo un niño. – se recordó en un susurrro para calmarse.


- Harry, ¿estás hablando solo? – lo miró alarmado Ron.


Su amigo detuvo el camino del emparedado a la boca, preocupado por la actitud de Harry.


- Un poco. – reconoció su compañero riendo.


- ¿Porqué? – insistió su amigo sin comprender.


- Es todo esta atención, no me gusta. Ya, no me veas así, ya lo hemos discutido antes. Pasará pronto, lo sé, eso es lo que me decía. – se encogió de hombros el muchacho.


- Pero de allí a hablar solo la verdad…- comentó Ron no muy convencido.


- Sólo repetía lo que Hermione me dijo la otra noche, nada más. – comentó su amigo tranquilo.


- Por supuesto. – mencionó el pelirrojo sarcástico.


Harry lo vio con el ceño fruncido y se fijó la hora en su reloj para saber cuándo debían ir a su próxima clase.


- ¿Qué quieres decir? – le preguntó.


- ¿De qué? – replicó Ron.


- Sabes de lo que hablo, no me vengas con eso. Anoche también hiciste un comentario muy extraño, pero preferí ignorarlo y ahora lo haces de nuevo, ¿te hice algo y no me enteré? – lo encaró su amigo empezando a disgustarse.


- Dime algo, Harry, ¿acaso Ginny no te ha aconsejado nada? ¿Ella no te ha dicho que no te preocupes por toda esa atención? – preguntó Ron a su vez.


- No lo sé, no me acuerdo. ¿Qué tiene que ver eso con lo que estoy diciendo? – replicó el muchacho confundido.


- Todo, Harry, ¿no te das cuenta? Sólo es Hermione esto o Hermione lo otro, ¿y qué pasa con Ginny? Se supone que ella es tu novia, pero apenas si la mencionas. – se alteró el pelirrojo.


- Odias que hable de tu hermana. – le recordó Harry sin entender.


- Me molesta más que actúes como si no existiera. Reconócelo, Harry, cuando está Hermione de por medio no existe nadie más para ti y no me gusta que traten así a mi hermana. – espetó Ron disgustado.


- ¡Jamás he hecho nada que la ofendiera! – le dijo su amigo al momento.


- No es eso lo que quiero decir. ¿Sabes qué? Sólo déjalo, ya va a empezar la próxima clase. – replicó Ron dándose por vencido y retirando su asiento.


Harry siguió a su amigo fuera de la cafetería y se le puso en frente para impedirle el paso.


- ¿Qué está pasando, Ron? – le preguntó muy serio.


- Nada aún, creo. Escucha, sólo no lastimes a Ginny, ¿de acuerdo? O no demasiado, al menos. – le pidió Ron.
- ¿Porqué crees que haría eso? – insistió Harry.


- No digo que lo hagas a propósito, pero las cosas pasan y la gente cambia, Harry, hasta yo puedo darme cuenta de eso. Sólo mamá piensa que tú y Ginny son el uno para el otro y vivirán felices para siempre. – se rió Ron con cierta amargura.


- ¿Tú no? – preguntó Harry.


- No me digas que tú sí. – contestó el pelirrojo al momento.


Harry guardó silencio, parpadeando confuso, como si estuviera pensando en una respuesta apropiada.


- Eso imaginé. – sacudió la cabeza Ron.


- Escucha…- intentó replicar Harry.


- Preferiría no hablar más de esto, sólo recuerda lo que te dije. Vamos, hombre, no quiero más deberes en mi primer día de clases por llegar tarde. – dijo Ron al rodear a su amigo para entrar al aula.


Harry se quedó de pie en el pasillo, confuso por los comentarios de Ron y nervioso por lo que alcanzaba a entender.


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En el Ministerio de Magia, Arthur Weasley bajaba en el ascensor al Departamento de Regulación de Criaturas Mágicas. Acababa de enterarse de unos experimentos hechos por un grupo de magos del sur relacionados con unos alces y el trineo de unos muggles. Al parecer creyeron que resultaría muy interesante comprobar la existencia de Santa Close o como fuera que se llamara el de los mitos muggles. Y después andaban diciendo que él era el extraño.


El elevador se abrió unos pisos antes de su destino y observó a Kingsley entrar con un hombre al que no había visto nunca antes. Alto, de cabello oscuro y rasgos orientales, un extranjero sin duda.


- Buenos días, Arthur. – saludó Kingsley con su tono profundo.


- Hola, Kingsley, ¿cómo va todo? – respondió el señor Weasley observando al extraño con discreción.


- Este es un amigo que viene de visita. – mencionó Kingsley notando la mirada del pelirrojo.


- Kim, mucho gusto. – se presentó parcamente el otro hombre.


- Arthur Weasley, Departamento del Uso indebido de Objetos Muggles. – hizo otro tanto el señor.


Kim asintió serio y con la vista fija al frente sin decir ni una palabra más.


Un silencio incómodo se instaló en el pequeño cubículo hasta que el ascensor se detuvo en el segundo piso.


- Este es mi lugar, ¿ustedes siguen? – preguntó el señor Weasley con cierto alivio.


- Vamos al sótano, le mostraré a Kim nuestros archivos. Nos vemos, Arthur. – se despidió Kingsley mientras las puertas se cerraban.


El señor Weasley alcanzó a ver una vez más el semblante pétreo del extraño, aún sorprendido por el hecho de que Kingsley lo llevara a ver los documentos que usualmente sólo podían ver los Jefes de Departamento. Sí, un asunto muy raro, se dijo antes de dar media vuelta para buscar al mago encargado del piso.


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Hermione se alegraba de haber coincidido con Padma en la Academia; estaba tan acostumbrada a pasar todo el tiempo con Harry y Ron que era muy agradable contar con una chica para tener charlas que ni en sueños podría compartir con sus amigos.


Aún así extrañaba a los chicos, y cuando la campana sonó anunciando el término de la última hora, lanzó un suspiro de alivio; ahora podría regresar a casa y preguntarle a los otros como les había ido, esperaba que Harry no lo hubiera tenido muy difícil con toda esa atención que seguramente había incitado.


Se despidió de Padma prometiéndole separar un asiento para ella al día siguiente y salió a los jardines principales.


Buscaba un lugar apropiado para Desaparecer, cuando notó a lo lejos una figura alta y de andar elegante que se dirigía al área de los edificios del ala oeste. ¿Porqué Malfoy iba a esa zona? No recordaba que hubiera algo que pudiera llamar la atención de nadie por allí.


Siguiendo un viejo instinto de desconfianza en todo lo relacionado con ese chico, tomó el mismo camino teniendo cuidado de mezclarse con los otros estudiantes para no llamar su atención.


Lo vio entrar en el edificio más alejado y aguardó un momento antes de seguirlo. En el amplio vestíbulo apenas si tuvo tiempo de preguntarse a dónde podría haber ido cuando escuchó unas voces apagadas que provenían de una habitación en el pasillo a su izquierda. Andando casi de puntillas se acercó a la puerta cerrada y atisbó por el ojo de la cerradura.


No podía ver casi nada, apenas a Malfoy recostado contra una ventana y hablando casi en susurros a alguien que no alcanzaba a identificar.


- Sabes lo peligroso que resulta para mí el haber venido. – decía Malfoy con tono molesto.


- Un precio mínimo a pagar por lo que te estoy ofreciendo. – respondió una voz que a Hermione se le hizo conocida.


- Aún no me has ofrecido nada. – observó Malfoy sin cambiar su tono.


- No esperarás que te diga todo sin saber a qué atenerme. – replicó el otro.


- No estoy para juegos, ahora menos que nunca; lo hice una vez y no me fue muy bien, ¿recuerdas? – mencionó el rubio con amargura.


- Esto es diferente; puedes confiar en mi, Draco. Si de juegos se trata, yo nunca voy a perdedor. – le dijo la voz con tono burlón.


- Eso es porque jamás apuestas. – replicó Malfoy mofándose.


- Lo hago, amigo, es sólo que no soy tan estúpido como para apresurarme, sé cuando jugar mis cartas, a diferencia de otros. – deslizó con un susurro.


Hermione pudo observar cómo Malfoy se daba vuelta y miraba a quien estuviera al otro lado de la habitación con expresión furiosa; parecía que se tomaba el último comentario como un insulto.


- No tenemos más que hablar, has perdido tu tiempo. – dijo el rubio con voz glacial dirigiéndose a la puerta y haciendo que Hermione retuviera la respiración asustada.


- Te conozco, Draco, no te vas a quedar tranquilo. Descuida, no hay prisa, mándame una lechuza cuando estés dispuesto a conversar; no puedes imaginar lo interesante que será para ti. – dijo el extraño sin inmutarse por el tono brusco del otro.


Malfoy no respondió y salió de la habitación. Sus ojos se entrecerraron al atisbar una cabellera castaña perdiéndose al girar con prisa el pasillo más alejado. El joven vio con discreción tras de sí para asegurarse de que sólo él lo había notado y con paso tranquilo buscó la salida del edificio.


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