martes, 21 de diciembre de 2010






Disclaimer: Todos los lugares y personajes conocidos pertenecen a J.K. Rowling. Todo lo demás es fruto de mi más que afiebrada imaginación.


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La región alemana de Harz es un lugar tan inhóspito como intimidante. Rodeada por montañas, con escasa vegetación, y un frío que hiela los huesos.

A mediados de febrero, cuando la nieve arreciaba en las horas más imprevistas, no era de extrañar que no se viera un alma en las cercanías.

Este ambiente de quietud casi sobrenatural fue bruscamente roto por el sonido simultáneo de dos chasquidos, seguidos por un estornudo tan sonoro que de haberse encontrado alguien más en las cercanías, con seguridad se habría sobresaltado.

—¡Travis, por favor! ¿Podrías ser un poco más discreto?—Kim veía a su compañero con disgusto.
El rubio se pasó la manga del abrigo por la congestionada nariz, dirigiéndole una mirada asesina a su amigo.

—Lo siento, Kim, pero no pude evitarlo, ¿cómo es posible que este frío no te mueva ni un pelo?


—Estoy acostumbrado, el Invierno en Corea es muy crudo—el auror miraba de un lado a otro, escudriñando la zona.

—Pues yo soy australiano, y preferiría estar en un congelador; apuesto que son más cálidos—refunfuñó.

Kim se cruzó de brazos, sin alterarse.

—¿Has terminado ya de quejarte?

Travis se encogió de hombros, ajustando mejor los guantes y dando una cabezada resignada.

—Supongo que sí.

—Bien, entonces podemos volver al trabajo; vamos—Kim empezó la marcha hacia el sur con paso firme.

Caminaron un buen tramo en silencio, roto cada cierto tiempo por los estornudos de Travis, lo que conseguía tan solo hacer que Kim rodara los ojos sin mirar atrás.

—Supongo que te parecerá una tontería si pregunto por qué nos aparecemos tan lejos, ¿verdad?—el rubio iba unos pasos retrasado.

—Para ser honesto, si, en parte; creí que era obvio.

—¿No queremos llamar la atención?—Travis tanteó no muy seguro.

Kim suspiró, enmascarando apenas una sonrisa divertida.

—Eso resultará imposible, porque deseamos llamar la atención de estas personas; lo que debemos evitar es llegar de improviso, ya que podrían tomarlo como una intrusión.

—Y quieres dejar en claro que venimos en son de paz—el auror rió, al tiempo que le dirigía una mirada apreciativa a su amigo.

—Exacto.


Tras dar un largo rodeo para cruzar un puente colgante, que entusiasmó a Travis, vieron una pequeña aldea a lo lejos. El sol empezaba a ocultarse, por lo que nos les extrañó comprobar que las luces dentro de cada casa estuvieran encendidas, así como que no se viera más que a un par de hombres andando por el centro de la minúscula plaza.

—Por cierto, deja que sea yo quien hable—Kim se acercó con paso tranquilo hasta quedar a un palmo de distancia de los lugareños.

Los aurores no se sobresaltaron cuando tuvieron un par de varitas apuntándoles al pecho, sino que mantuvieron la expresión calmada, aún cuando los extraños empezaron a farfullar algunas palabras que no alcanzaron a comprender.

—Disculpen, pero no somos de por aquí, ¿no conocerán por casualidad a alguien que hable nuestro idioma?—Travis se adelantó tanto como le permitió la varita que no dejaba de apuntarle.
—Dije que yo iba a hablar.

—Pero no decías nada. Quizá discutían cómo matarnos, y tú tan tranquilo—Travis respondió al regaño de Kim en un murmullo.

—¿Quiénes son y qué quieren?—el siseo inesperado interrumpió su discusión.

Uno de los hombres se había adelantado aún más, dejando a su compañero quieto, sin alterar el semblante desconfiado.

—¿Lo ves? Si uno no pregunta, no se entera—Travis vio a Kim con expresión satisfecha—Este amable señor habla nuestro idioma y puede ayudarnos; es más, no me extrañaría que…

El rubio calló cuando la varita se pegó a su cuello, y el gesto del otro se hizo aún más adusto.

—¿Siempre habla tanto?

—En realidad, el frío lo controla bastante—Kim levantó una mano suavemente, como llamando a la calma—No queremos molestar, solo buscamos ayuda.

—¿Qué clase de ayuda?—el hombre no vaciló ni un instante, pasando la mirada de uno a otro.

—Información.

—Vas a tener que ser un poco más claro que eso—ni un cambio, lo que solo consiguió exasperar aún más a Travis, que dio un paso al frente, sin importarle chocar contra la varita.


—Lo siento, pero me estoy congelando aquí, y ustedes hablan como en una mala película de espías.

—¿Una qué?—Kim intentó hacerlo retroceder en vano.

—Sangre pura, de lo que se pierden—el rubio rodó los ojos, dirigiéndose al aldeano—Mira, amigo, no venimos a molestar, ¿de acuerdo? En realidad, queremos ayudarles con un asunto que podría ser de su interés. ¿Por casualidad no les suena de algo el nombre de Holda?

La pregunta tuvo el efecto deseado, porque los extraños retrocedieron, sin ocultar su cara de espanto, y las manos que antes sostenías firmemente las varitas, ahora flaquearon.

El más joven, que al parecer no hablaba su idioma, pero no tuvo problemas para captar la palabra más importante de las que Travis pronunció, empezó a señalar las montañas con la mano libre.

—Brocken—fue todo lo que dijo, con su fuerte acento.

Kim y Travis giraron a ver el lugar indicado; era el pico más alto a lo lejos, que al anochecer se erguía como el guardián silencioso de la región.

—Sí, exacto, es en Brocken donde se dice que Holda volverá—Kim volvió su atención al que sabía podría entenderle—Nosotros queremos impedirlo.

La desconfianza volvió a abrirse paso en sus gestos, si bien iba acompañada de cierta cautela.

—Solo necesitamos un lugar para hablar, y pueden quedarse con nuestras varitas, como gesto de buena voluntad; nos las devolverán en cuanto nos hayan oído—Kim se llevó la mano al bolsillo con mucho cuidado, sacó la varita, y la extendió hacia los hombres.

Travis, frunciendo el ceño, hizo otro tanto.

—Cuídenla, por favor, la tengo desde pequeño. Y ese lugar para hablar, ¿podría ser uno con chimenea?

—¿No quieres un poco de chocolate caliente también? —el brujo tomó las varitas, tras vacilar un segundo.


—Eso estaría genial, gracias.

Kim reprimió las ganas de darle un pisotón a su amigo, en tanto caminaban abriendo la marcha, con los aldeanos apuntándoles a la espalda.

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Harry y Ron salieron algo más temprano de la Academia de Aurores, y aunque no se hablaban con la naturalidad que el primero hubiera deseado, al menos en lo posible podían comunicarse sin empezar a discutir.

En realidad, Harry pensaba que su amigo empezaba a cambiar de actitud; tal vez solo un poco, pero podía verlo. Ya no era tan hosco con él, y mucho menos con Hermione. Hasta se le había escapado alguna sonrisa cómplice cuando, estando en casa de los aurores, oían las discusiones de Travis y Laria, pero variaba rápido de expresión a una tan neutral como le era posible.

Esos pequeños detalles significaban mucho para Harry, pero intentar un acercamiento no hubiera sido lo más inteligente, no tratándose de Ron. Lo mejor era dejar que su amigo diera el primer paso.

Ahora, a las afueras de la Mansión Malfoy, mientras se escondían entre los arbustos más tupidos del boque que rodeaba la propiedad, intercambiaron una mirada de comprensión.


—Esto es aburrido, no entiendo por qué debemos hacerlo—el pelirrojo arrugó la nariz con desagrado.

Harry escondió una sonrisa; las frases que Ron le dirigía eran cada vez más largas, aunque fueran para quejarse.

—Moody quiere que vigilemos la casa de Malfoy, ya lo sabes.

—Claro que lo sé, pero sigo sin entenderlo; después de todo, ya hay dos aurores haciendo lo mismo—le recordó, buscando un lugar para sentarse, pero al no hallar ninguno, se dejó caer sin ceremonias sobre la hierba.

—Supongo que solo quiere ser precavido, y estoy de acuerdo. Recuerda que se lo prometimos a Malfoy, y tenemos que cumplir.

Ron dio un gruñido, que expresaba perfectamente lo que pensaba de hacer tratos con Malfoy, pero guardó silencio.

Harry hubiera querido iniciar una charla de lo que fuera, desde los últimos resultados del torneo de Quidditch hasta la cantidad de deberes que empezaban a encargarles en la Academia, pero no supo por dónde empezar. No creía que actuar como si nada hubiera ocurrido fuera muy astuto.


Al cabo de una hora, cuando empezaban a dolerle las piernas por estar de pie durante tanto tiempo, se dejó caer al lado de Ron, sin despegar la vista de la casa.

—Un par de horas más y podremos irnos; Laria estará aquí a eso de las ocho—Harry habló porque el silencio se hacía cada vez más pesado.

Ron cabeceó en señal de conformidad, dejando pasar varios minutos antes de contestar.

—¿Qué hará Hermione? ¿Va a encargarse de Rookwood?

Harry se tensó un momento, algo incómodo; hacía mucho que su amigo no le preguntaba por Hermione de un modo tan directo.

—No, Moody lo vigilará, ya sabes lo celoso que es con eso; prefiere que sólo él o Laria se encarguen de ese asunto. Hermione volverá a casa en cuanto terminen las clases.

—Ya—fue todo lo que respondió el pelirrojo.

Harry pensó rápidamente en algún tema de conversación para no regresar una vez más a ese ostracismo tan penoso.

—Es raro eso, ¿no?—dijo lo primero que se le ocurrió.

—¿El qué?—Ron lo miró sin comprender a qué se refería.

—Moody. Ya sabes, parece que no confiara más que en Laria para vigilar a Rookwood.

—¡Ah, eso! Bueno, parece que son muy unidos, ¿no? Quizá se conocen hace tiempo—el pelirrojo se encogió de hombros.

Harry cabeceó, no muy seguro. No era la primera vez que esa idea rondaba su cabeza, y aunque ya lo había discutido con Hermione, ella insistía en que esas reservas eran producto de su temperamento desconfiado. Sin embargo, no por nada, Ron había sido siempre tan mal pensado como él.

—¿Pero no crees que hay algo extraño allí?—el muchacho se inclinó hacia su amigo, muy interesado en su opinión.

Ron pareció pensar un poco más en el asunto, dejando sus malos modos de lado. Puestos a pensar en ello, sí que era curioso, y ya que estaban en eso…

—¿Sabes? Ahora que lo mencionas, acabo de recordar algo que escuché hace algunos meses—el pelirrojo se acercó un poco también, bajando la voz—Verás, lo que ocurrió fue que llegué un poco temprano al Cuartel, y oí discutir a Moody y Laria.

—¿Discutiendo? —Harry se interesó al instante.

—Sí, ya sabes, como si estuvieran de acuerdo en algo. Ella decía que todo estaba resultando más complicado de lo que habían pensado, y Moody intentaba convencerla de continuar en la misión o algo así.

—¿Laria quería renunciar?—al muchacho le pareció increíble esa información, porque la bruja era de carácter difícil, pero nada cobarde.


Ron negó, muy seguro.

—No, no creo que se tratara de eso—indicó—Era algo así como que sus planes no podían continuar, que debían cambiarlos. Eso fue poco después de que nos enteramos por Malfoy acerca de Holda y el ritual.

Harry cabeceó con los ojos entrecerrados, intentando pensar con claridad.

—¿A qué plan se referían?

—No lo sé, supongo que hablaban de detener a Nott, ¿verdad? Solo que lo de Holda fue tan sorpresivo para ellos como para nosotros, al menos eso creo. De lo que estoy seguro es que a Moody no le hizo ninguna gracia cuando me descubrió—recordó el muchacho.

—Travis y Kim no han tenido ninguna de esas charlas con Moody; podría apostarlo, y hasta donde sé, ellos tienen el mismo rango que Laria—mencionó Harry, aún concentrado.


—Sí, bueno, pero Travis es…Travis, ¿no? Y Kim tampoco es de los que hablan mucho, no me lo imagino quejándose por una misión peligrosa.

—Tampoco Laria, ella es muy decidida, tiene tantas agallas como ellos; debe de haber algo más—pensar que solo había iniciado esa conversación para distraer a Ron.


El pelirrojo se llevó una mano al mentón, con el ceño fruncido.

—¿Crees que nos están ocultando algo? Ya sabes, a los demás, a nosotros—habló al fin.

—Eso es exactamente lo que pienso, la pregunta es por qué, ¿qué es lo que no quieren decirnos?

Esta vez el silencio que se instaló entre ellos no fue para nada incómodo, pero sí bastante ominoso.

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En la aldea, Travis y Kim fueron conducidos a una pequeña casa, modesta y sencilla en su construcción, pero muy cálida, con una chimenea que irradiaba un fuerte calor, para alegría del australiano; así como también algunos muebles despostillados, pero cómodos, en lo que debieron sentarse por indicación de sus armados anfitriones.

—Bonito lugar, ¿lo decoraron juntos?—a Travis no le gustaba el silencio.

—Nuestra madre lo hizo—el que hablaba su idioma lo veía muy ceñudo.

—Ah, ya decía que eran familia; tienen la misma nariz.

—Travis…—Kim estaba perdiendo la paciencia, y eso que tenía mucha—Por favor, no podemos perder más tiempo, ¿cree que podríamos empezar a hablar ya?

El hombre asintió y le dijo un par de palabras en su propia lengua a su hermano, que tras dudar y dirigirles una mirada amenazante, dejó la habitación.

No tuvieron que esperar su regreso por mucho tiempo; tan solo tardó unos cinco minutos en hacerse presente una vez más, pero no volvió solo. Llevaba del brazo a una diminuta mujer que andaba encorvada y arrastrando los pies, mientras mascullaba algo que sonaban a maldiciones, si bien los visitantes no podrían asegurarlo.

Por instinto, los aurores se pusieron de pie en cuanto la mujer se acercó, e intercambiaron una mirada inquieta cuando se sintieron objeto de su escrutinio; parecía que la viejecita podría esculcar en sus mentes sin problemas. En realidad, Kim estaba seguro de que eso era exactamente lo que hacía, pero controló el impulso de cerrar su mente usando la Oclumencia; le pareció mucho más sensato permitir que ella sacara sus propias conclusiones.


—Devuélveles sus varitas—ordenó en perfecto inglés, antes de acomodarse en el sillón principal.

Parecía que los brujos estaban acostumbrados a obedecer sin rechistar, ya que hicieron de inmediato lo que les ordenó.

—Es muy amable de su parte, señora—Kim agradeció con una inclinación de cabeza.

—No es más que sentido común; ustedes no son nuestros enemigos—replicó con voz cavernosa.

Los aurores recibieron sus varitas y las guardaron de inmediato, mirando de un lado a otro, esperando que alguien dijera algo, pero al cabo de un momento en silencio, Travis se aclaró la garganta.

—Gracias, señora, supongo que sus…

—Nietos—el mayor completó la frase.

—Sí, claro, sus nietos; lógico, la misma nariz, ya lo decía. Bueno, seguro que no han podido informarle de por qué estamos aquí, pero…

—Ella ya lo sabe, Travis, ¿cierto?—Kim no le quitaba la vista de encima—Y va a ayudarnos.

La bruja le devolvió la mirada con un rictus burlón en los labios.

—Eres inteligente, para ser tan joven, e ingenuo, considerando tu origen.

Kim se retrajo, como si lo hubiera ofendido, gesto que no pasó inadvertido para Travis.

—Disculpe, señora, no quiero ser grosero, pero nosotros no acostumbramos meternos con el origen de nadie, ¿de acuerdo? —el rubio salió en defensa de su amigo.

La mujer ignoró a Travis.

—No me tomes a mal, muchacho, no es fácil darle la espalda a quien eres; admiro tu valor. Pero asumir que voy a ayudarles es un poco presumido de tu parte, ¿no crees?

—No, no creo ser ingenuo o presumido, y tampoco estar equivocado; usted no es la única que puede ver la verdadera naturaleza de la gente—el auror levantó un poco la cabeza, demostrando cierta soberbia poco común en él.

Tanto Travis como los otros dos, seguían el duelo de palabras en silencio. El rubio estaba impresionado por esa faceta que no había visto antes en Kim, mientras que los otros parecían totalmente replegados a la voluntad de su abuela.

—Está bien, muchacho, tómalo como un comprensible error proveniente de una anciana que ya no piensa como antes—la vieja sonrió, sin rastros de cinismo.

El ambiente pareció calmarse con este último comentario, al menos lo suficiente para que todos se relajaran.

—Parece que no hemos tenido un buen comienzo, pero estos son tiempos difíciles, como bien saben. Es más, ese es el motivo de su visita, ¿verdad?—la bruja sacó una varita de los pliegues de la túnica con mano temblorosa, y avivó el fuego de la chimenea.

—Gracias por eso, son muy valientes al vivir en una zona tan alejada y con este clima—Travis se acomodó en el sillón con expresión satisfecha, invitando a Kim a hacer lo mismo.


—Este es nuestro hogar—el nieto mayor dejó su pétreo silencio para hablar con tono agrio.

—No lo dije por molestar, se ve bien, tienen mucha naturaleza alrededor, y eso, pero el frío es terrible; además, no me extrañaría que empiece a nevar aún más en cualquier momento, y…

—Muchacho, por favor, déjalo ya—la anciana soltó un resoplido impaciente—¿No te ha dicho tu madres que no sabes cuándo cerrar la boca?

Travis pareció ligeramente avergonzado, y dirigió la vista al piso.

—Lo ha mencionado alguna vez, sí—reconoció de mala gana.


La bruja asintió, riendo entre dientes, y se dirigió a Kim.

—Quieren traerla de vuelta, y esta vez saben lo que hacen—afirmó rotunda.


—Sí, pero nosotros vamos a detenerlos—replicó el mago.

—Suenas muy seguro.

—Lo estaré aún más si usted nos ayuda. Porque va a hacerlo, ¿verdad? Por eso sus nietos nos trajeron aquí—indicó, dando una cabezada hacia el par que se mantenía en silencio.

La bruja suspiró, negando suavemente.

—Me gustaría ser de utilidad, muchacho, pero lo único que poseo son mis recuerdos, y no sé de qué podrían servir.

—Bueno, con intentar no se pierde nada, ¿no? Solo díganos lo que sabe—Travis se adelantó en su asiento, más serio y concentrado.

—Por favor—Kim lo apoyó.

Los otros dos brujos hicieron el amago de acercarse a la anciana, como si quisieran protegerla de sus preguntas, pero ella los tranquilizó con un gesto.

—No podemos permitir que vuelvan de este viaje sin ninguna novedad, supongo—empezó a hablar, apoyando la cabeza en el respaldar del sillón—Mi nombre es Adelma, y tengo ya muchos años, como habrán notado. Nací en esta villa, y aquí me criaron mis padres; mi familia pertenece a una antigua estirpe de magos sangre limpia, como tú—señaló a Kim.


El auror mantuvo el rostro impasible, ignorando la mirada curiosa de su compañero.


—No es necesario hablarles de la historia de Holda, ustedes ya la conocen, lo he visto; y déjenme felicitarlos, han hecho un extraordinario trabajo de investigación—sonrió a medias.

—Ya decía yo que si alguien te mira así es porque anda esculcando en tu mente—rezongó el rubio.

—Guarda silencio, Travis, eso no importa ahora—Kim arrugó el ceño, viendo a la bruja—Por favor, continúe.

—Como decía, es muy poco lo que puedo contarles que no sepan ya. Conocen el origen de Holda, su vida en la tierra, lo valiosa que era para sus seguidores, y el cómo desapareció un día sin explicación; aún hoy es un misterio el motivo—la bruja se encogió de hombros, como si eso no tuviera mayor importancia—Han oído la historia de los innumerables fracasos para traerla de vuelta, y saben también que según la leyenda, existe un modo para tener éxito…

—Bueno, de eso no estamos seguros, es solo una sospecha—Travis la interrumpió—Según nos dijeron, los brujos que quieren invocarla creen que si le ofrecen en sacrificio a los descendientes de los que sabotearon el primer ritual, entonces ella volverá.

—Sí, eso es correcto; pero no creo que sea un requisito indispensable para lograrlo—la vieja masculló las palabras con cierta amargura—Verán, según la leyenda, que en mi familia ha pasado de generación en generación, si Holda no ha regresado, es porque simplemente no lo desea. Se dice que cuando desapareció, lo hizo en gran medida porque no deseaba estar más entre nosotros; su influencia decaía, y la seguían cada vez menos personas, pese a lo poderosa que era. Después de todo, era magnífica, pero hasta los más grandes deben saber cuándo dejar el poder.

—¿Entonces no cree que vaya a volver?—Travis pareció confundido.

La bruja negó apesadumbrada.

—No he dicho eso, muchacho, lo que ocurre tal vez es que aún no la han tentado lo suficiente; esta deidad tiene un gran ego, y si sabes usarlo a tu favor…

—Es lo que ellos hacen—terció Kim—Le están dando una prueba máxima de devoción. Este no es un ritual improvisado, quieren demostrarle que son verdaderos seguidores, y no se van a detener ante nada para convencerla de volver.

—Exacto, y si seguimos la lógica, ¿qué mejor ofrenda para persuadirla que los descendientes de esos seguidores que arruinaron el primer ritual? Ella no podría ignorar algo así.
Un profundo silencio siguió a las palabras de la bruja.

—Entonces es verdad, el viejo Malfoy tenía razón—Travis casi saltó del asiento—Eso significa que la bruja y el sacerdote que secuestraron tienen que ser descendientes de esa gente, ¿cierto? Los Nott deben de haber investigado muy bien el asunto.

—Adelma, ¿recuerda usted los apellidos de esas personas? Eso podría servirnos para confirmar esta teoría—Kim se movió inquieto.

La bruja inspiró profundamente, y blandiendo la varita, hizo que uno de los viejos estantes en la habitación se moviera hasta dejar a la vista una pequeña abertura en la pared.

—Allí hay un libro, Karl, dámelo—ordenó al mayor de sus nietos.

En cuanto tuvo el viejo y pesado volumen entre las manos, lo abrió con cuidado, pasando una página tras otra.

—Es una suerte que mis antepasados fueran tan previsores; no podría recordar esos nombres después de tantos años sin ayuda—mencionó sin alzar la vista, hasta que pareció hallar la página correcta—Sí, aquí está, los miembros del primer ritual para traer de vuelta a Holda. Veamos…

Kim y Travis se adelantaron, ansiosos, e intercambiaron una mirada de desconcierto según iban oyendo las palabras de la bruja.

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Harry reprimió un bostezo con dificultad, ocupado en vigilar el área que circundaba la Mansión Malfoy.

Ron había dejado el puesto para caminar un poco, o como dijo, se quedaría dormido en cualquier momento; faltaba poco para que Laria llegara a reemplazarlos.


Iba pensando en su última charla con su amigo, acerca de esa extraña complicidad entre Moody y la auror, cuando vio un extraño movimiento en las cercanías de la puerta trasera, que era en realidad un portón muy grande, por el que, según Hermione, se llegaba a las cocinas de la casa.

Sacó la varita y dio una mirada alrededor, con el corazón acelerado. ¿Dónde se habría metido Ron?

Dio un par de pasos hacia adelante, manteniendo la mano firme, pero un destello en su dirección hizo que se lanzara al suelo, cubriendo su cabeza.

Levantó la mirada, con la varita dispuesta para el ataque, pero otra ráfaga de luz se dirigió hacia las sombras desde donde pareció producirse el primer hechizo.

Unos pasos apurados llegaron a su altura, y giró bruscamente, pero exhaló un suspiro aliviado al encontrarse con el rostro preocupado de Ron.

—¿Qué pasó? ¿Con quién peleabas? —el pelirrojo lo ayudó a incorporarse sin descuidar la defensa.

—No lo hacía; no aún, al menos—Harry avanzó, con su amigo pegado a un lado—Mantente alerta.
—No tienes que decirlo; dudo que le haya dado, casi no puedo ver.

El comentario de Ron les hizo reparar de inmediato en su descuido al no usar la luz de sus varitas; error que corrigieron de inmediato.

Se internaron en la espesura, y no habían andado más que un corto tramo, cuando una voz cavernosa recitó un hechizo en su dirección.

—¡Bombarda!

Harry se las arregló para hacer a Ron a un lado, y sin pensarlo, levantó la varita.

—¡Expelliarmus!

Los malos hábitos son difíciles de romper, idea que pasó por la mente de Harry a la velocidad de la luz, mientras se recriminaba por no usar un hechizo menos defensivo.


Pero tuvo suerte, o tal vez con el entrenamiento y la edad sus poderes se habían incrementado, porque el haz de luz dio directamente en el blanco; el fuerte quejido que oyó lo confirmaba.

No esperó a que Ron le diera el alcance, sino que corrió en esa dirección, y encontró a un hombre tumbado contra una cerca, semiinconsciente y con sangre escurriendo de sus labios; su cabeza estaba ladeada.

Se apresuró a tomar la varita caída, tras dar una mirada para asegurarse de que no hubiera más enemigos alrededor, en tanto Ron llegaba a su lado.

—¿Y ese quién es?—el pelirrojo se acercó sin dejar de apuntar.

—Lo he visto antes, creo—Harry se agachó para girar su cabeza y alumbrarlo con la luz que emitía su varita.

Los chicos ahogaron una exclamación de sorpresa, mirándose consternados.

—Este es el auror del Ministerio, el encargado de vigilar la casa, ¿por qué? ¡Nos atacó!—balbuceó Ron.

—Imperio—Harry giró la vista hacia la Mansión de la que se habían alejado—No otra vez.

Antes de que Ron terminara de procesar los hechos, su amigo corría en dirección a la casa.


—¡Ay, no! ¡Malfoy!—se unió a su carrera tan pronto como comprendió.

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Kreacher caminaba con su languidez habitual, recorriendo los salones de la Casa Black, mientras canturreaba entre dientes una tonada fúnebre, aunque él parecía encontrarla muy alegre, por el modo en que movía las orejas al ritmo de la canción.

Tenía en mente preparar la cena para el amo y la señorita, y por eso se movía con cuidado, ya que si Hermione, que se encontraba en el piso de arriba, lo escuchaba, probablemente quisiera convencerlo de ayudarle.

No que no lo apreciara, pero últimamente no podía cumplir con su deberes de elfo tal y como le gustaba, así que pensó podría ser una agradable sorpresa prepararles la cena.


En la parte trasera de la casa, la que llevaba a las cocinas, oyó un ruido extraño, como si un animal arañara la pesada puerta.


Kreacher se asomó a ver, listo para espantar a lo que se encontrara, y luego volver a sus labores, pero en cuanto abrió el portón, un rayo verde impactó en su pecho, y no supo más.

En su habitación, Hermione leía muy concentrada uno de los varios libros que tomó de la biblioteca, en tanto veía con frecuencia la hora que marcaba el reloj.

Harry debería estar ya de vuelta, su guardia solo debía durar un par de horas.

Intentó no preocuparse, después de todo, tal vez fue al Cuartel de los aurores a presentar un informe; sí, seguro debió ser eso.

Le preció oír un ruido sordo en la cocina, y supuso que se trataba de Kreacher, que iba a preparar la cena. Reprimió un suspiro exasperado, y cerró el libro para bajar a ayudarle. Le había dicho mil veces que no era un sirviente, y no tenía que encargarse solo de esas cosas.

—¿Kreacher? Tenemos un trato, ¿recuerdas?—una vez en el piso de abajo, se dirigió a la cocina—Nos dividimos las labores, es lo más justo.

No obtuvo respuesta, y el lugar estaba vacío, por lo que sacudió la cabeza. Algo estaba mal.

Giró para ir de vuelta a su dormitorio a buscar la varita que dejó olvidada sobre la cama, pero un escalofrío recorrió su espina al ver una sombra que le cerraba el paso, y le apuntaba directamente al pecho.

—Justicia; bonita palabra, muy apropiada—Theodore se recargó sobre el dintel de la puerta sin dejar de sonreír—Vamos a hablar un poco de eso, sangre sucia.

Hermione retrocedió un paso, buscando una salida, pero el chico adivinó sus intenciones, porque dio un rodeo hasta ponerse a un palmo de distancia, agachando la cabeza par hablar sobre su oído, y sin despegar la varita de su corazón.

—Tienes razón, vayamos a un lugar más cómodo.

Antes de atinar a gritar, sintió su mano agarrando con firmeza su antebrazo, y la conocida sensación de desaparecer la invadió.

miércoles, 13 de octubre de 2010

DESTINO: CAPITULO 23




Disclaimer: Todos los lugares y personajes conocidos pertenecen a J.K. Rowling; lo demás es fruto de mi delirante imaginación. A acomodarse, que este capítulo ha salido un poco largo.

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La celebración de Año Nuevo transcurrió con sencillez para Harry y Hermione, una vez más en casa de sus nuevos amigos.

Kingsley apareció para cenar con el grupo, aprovechando también la reunión para informarse de todo lo ocurrido en los últimos días, y los avances con el mortífago.

Desde luego, le defraudó saber que, en general, era poco lo que podían contarle, pero coincidió con Kim en que el tenerlo prisionero no dejaba de ser un punto a su favor.

Se ocupó, también, de entregarle a cada auror un paquete enviado por su respectivo Ministerio. Su cooperación, si bien secreta, contaba con el aval de cada uno de sus jefes de Departamento, y obviamente, era necesario mantenerlos al tanto de lo que ocurría en Inglaterra, de lo que se encargaba Kingsley. Así mismo, ellos parecían considerar necesario que fueran sus propios subalternos quienes también les informaran al respecto, y así se lo indicaban en las misivas que encontraron. Ninguno le dio mayor importancia, eran trámites comunes en su trabajo.

Dentro de los paquetes, a su vez, adjuntaban algunas cartas enviadas por sus familiares, ya que ellos no podían ponerse en contacto directo con ellos, al no saber en donde se encontraban exactamente. Travis tuvo mucho cuidado de no mencionar que él había desobedecido la regla más de una vez al mantener una comunicación constante con su madre. Tan solo recibió la carta con mucha emoción, como si realmente hubieran pasado meses sin saber de ella; por supuesto que sus amigos no lo delataron, aunque Laria le hizo una mueca burlona desde el otro lado de la mesa.

La griega dejó de mofarse de su compañero al ver que sus abuelos le habían escrito, y dejó aflorar una sonrisa poco común en ella, pero se negó a hacer mayores comentarios, y se guardó el pergamino para leerlo luego en privado.

Todos notaron que Kim no recibió más que la carta de sus superiores, pero guardaron prudente silencio, especialmente porque él no pareció afectado en lo absoluto; al parecer, era lo que esperaba.

Harry y Hermione se quedaron casi hasta el amanecer del primer día del año, conversando en el salón, y dándole vueltas a todas las teorías que venían manejando, lo mismo que Kingsley; sin embargo, pronto el sueño los venció, por lo que debieron despedirse para regresar a casa y descansar.

Poco después de que los chicos se fueran, Kim se ofreció a acompañar a Kingsley hasta su residencia, a lo que el Ministro aceptó en gran medida para tratar algunos temas con él referentes a la situación con sus superiores. Mientras Travis se encargaba de ordenar el salón, lo que hizo con tan poca eficiencia como era de esperar, considerando que no dejaba de bostezar, Laria subió a darle una mirada a Rookwood, bajando casi de inmediato, luego de asegurar que todo estaba en orden. El rubio asintió somnoliento, y tras desearle tanto a la bruja como a Moody las buenas noches, a pesar de estar ya amaneciendo, subió a su habitación.

La griega dio un par de vueltas por la habitación, mirando al mago que daba de golpes con el bastón sobre el suelo.

—Él sabe—dijo, tras detenerse junto a la chimenea—el mortífago.

Moody no se sobresaltó, sólo detuvo por un segundo sus rítmicos golpecitos, para reanudar el movimiento sin elevar ni una ceja.

—¿Qué sabe?

—Está convencido de que los traiciono, y que por eso no usé el Veritaserum en su interrogatorio; cree que soy alguna especie de espía, o algo así—Laria hizo una mueca de asco al hablar.

El viejo asintió, aparentemente complacido.

—Eso está bien.

Laria se cruzó de brazos, mirándolo furiosa.

—¿Eso está bien? —Repitió incrédula—¿Cómo puede eso estar bien? Moody, yo no soy una traidora, lo sabes mejor que nadie.

—Cierto, y eso es suficiente. ¿Qué te importa lo que piense un sucio mortífago? Nos conviene que crea eso de ti porque así mantendrá la boca cerrada, y todo irá como está planeado.

—¿Y los otros? ¿Qué pasa con ellos?—la aprehensión en sus palabras no pasó inadvertida al mago.

—No eres la clase de persona que preocupa por lo que piensen los demás, es por eso que confié en ti en primer lugar, ¿recuerdas? Eres fría, y sabes lo que realmente importa. El resto, olvídalo—la taladró con la mirada, dejando el bastón.

La bruja miró sus pies para evitar ser escudriñada de ese modo, demasiado confundida para discutir.

—En su momento les explicaré—fue lo único que replicó.

Moody se encogió de hombros, al parecer indiferente a su preocupación.

—Como quieras, eso ya es asunto tuyo; sólo recuerda que deberás esperar al final. Siempre y cuando sobrevivamos a todo esto, claro—mencionó muy tranquilo.

—Tú lo has dicho, Moody, si sobrevivimos—Laria dio unos pasos en dirección a la puerta del salón, que habían dejado cerrada para evitar ser oídos—Voy a la cama.

El brujo la vio abandonar la habitación, sacudiendo la cabeza, con un asomo de lástima en su único ojo.

—Descansa bien, muchacha, ahora que puedes; pronto no habrá tiempo para dormir—susurró a la nada, dando un buen trago a su petaca.

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Ron se las arregló para dejar todo el equipaje de Ginny y Luna en un compartimiento vacío del Expreso de Hogwarts; tal y como le pidió su hermana. Era una suerte que pudiera hacer magia sin las restricciones de la minoría de edad, porque de otro modo ahora estaría completamente adolorido.

Se acercó a una ventana para ver a sus padres en el andén, con Ginny. Su madre se agachaba para decirle algo, mientras su hermana se pasaba una mano con discreción por los ojos. ¡Oh, no! Que no empezara a llorar otra vez. Tal vez fuera un poco egoísta de su parte, pero empezaba a desesperarlo esa actitud; esperaba que con las distracciones de Hogwarts intentara superar su pena.

—No te preocupes, seguro que en cuanto lleguemos al castillo se sentirá mejor; tenemos los EXTASIS este año, y además es capitana del equipo de Quidditch. Los plimpies podrían ayudarla también, espero que mi padre consiga enviarme algunos—la voz de Luna lo sobresaltó.

—¿Qué?

—Los plimpies son criaturas mágicas que en esta temporada liberan una especie de polen, muy bueno para hacer sentir mejor a quienes se sienten tristes o deprimidos—la Ravenclaw se explicó con claridad, sin quitar sus ojos saltones del rostro aturdido de Ron.

—No me refería a…no importa, ojalá que hayan muchos de esos plimpos, o lo que sea; le harán falta—señaló con un gesto a su hermana, que subía los escalones del tren.

—Eso creo, porque nadie puede sufrir para siempre, Ronald; ya se le pasará. Ginny es una chica muy linda y buena, estará bien.

—Si tú lo dices—suspiró el muchacho, no muy seguro—El silbato sonará en cualquier momento, será mejor que baje. Que tengas un buen curso.

—Gracias, lo mismo para ti—Luna pareció muy agradecida por los buenos deseos, sonriendo aún más ampliamente.

Ron sacudió la cabeza, un poco exasperado. No creía buena idea recordarle que en la Escuela de Aurores no llevaban los periodos del mismo modo que en Hogwarts.

Cuando estaba ya en la escalinata, listo para bajar al andén, le sorprendió ver a Luna correr en su dirección y que se parara de puntillas para susurrarle algo al oído.

—Saluda a Harry y Hermione de mi parte, diles que estoy muy feliz por ellos, y que espero que les haya gustado mi obsequio de Navidad—le pidió.

—Luna, en este momento ellos y yo no tenemos esa clase de charlas, ya lo sabes.

—Pero las tendrán—la rubia se encogió de hombros con tranquilidad, y dando saltitos, regresó a su lugar, sin darle tiempo a contestar, justo para encontrarse con Ginny, que llegaba en dirección contraria.

Ron suspiró, y les hizo un gesto de despedida con la mano, bajando apenas para reunirse con sus padres en el andén, en tanto se anunciaba la partida del expreso con un sonoro pitido.

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Pasó casi un mes sin que obtuvieran noticias importantes en el Cuartel de los aurores, salvo alguna que otra referente a la incursión de Nott en suelo inglés; pero por orden de Moody, debieron conformarse con seguirlo, porque les advirtió que no toleraría otro enfrentamiento como el que tuviera con Travis, sin importar las circunstancias. Ya que el viejo conocía muy bien el temperamento impulsivo del rubio, procuró que fuera Kim quien se ocupara de esos seguimientos.

Las clases, por otro lado, se habían reiniciado tanto para Harry y Ron en la Academia de Aurores, como para Hermione en la de Leyes Mágicas.

El pelirrojo parecía encontrarse aún más incómodo, si cabía, en presencia de su amigo, lo que según Hermione era un signo claro de lo confundido que se sentía, o al menos eso fue lo que ella le dijo a Harry cuando le habló al respecto. Y ciertamente lo creía, pero no deseaba darle falsas esperanzas a Harry diciendo abiertamente que la ausencia de ira en Ron era un buen síntoma. Por mucho que lo apreciara, sabía de sobra que presionarlo nunca daba buenos resultados.

Ahora mismo, ella se encontraba en una situación más que complicada, intentando convencer a Moody de que hablara con Kingsley para que le permitiera a Draco Malfoy visitar a su padre en la prisión. Aún estaba sorprendida de que el muchacho se le acercara los primeros días de clases en la biblioteca para pedir su ayuda, o, mejor dicho, exigir que hiciera algo si deseaba obtener algún tipo de información, porque él ya estaba harto de solicitar al Ministerio un permiso especial, siendo rechazado una y otra vez.

En el Cuartel, con Harry a su lado, y Ron apoyado en la chimenea, mirando al techo, como parecía sentirse más a gusto, la joven hacía lo posible por conseguir que Moody entrara en razón. Laria veía de un lado a otro desde el sillón que ocupaba, en apariencia muy cansada, por las profundas ojeras que adornaban su semblante, en tanto Travis se entretenía dándole vueltas a la varita entre los dedos. Kim llevaba ya varios días fuera, cumpliendo con sus labores.

—Moody, por favor, no perdemos nada con intentarlo—empezaba a dolerle la cabeza por repetir los mismos argumentos.

—Granger, niña, no puedes ser tan ingenua—Moody la observaba como si creyera que había perdido el juicio—No vamos a ayudar a ese muchacho para que vea a su padre, que es mil veces peor que él.

Hermione suspiró con fuerza, y le dirigió a Harry una mirada abatida.

—Moody, escucha, cuando Hermione me habló de esto, reaccioné igual que tú, me pareció una locura—el joven ignoró la expresión ofendida de su novia, y continuó—Pero no podemos negar que los argumentos de Malfoy son válidos. Si alguien puede saber lo que el viejo Nott planea, ese es Lucius Malfoy; después de todo, perteneció al grupo de seguidores más cercanos a Voldemort, y pudo enterarse de algo relacionado con Holda.

—Pero, Harry, tú mismo acabas de decirlo—Travis dejó el juego con la varita—Malfoy era cercano a Voldemort, no al abuelo de Nott; y ya tenemos todos claro que el traer de vuelta a Holda no era un tema que se tratara en las reuniones de mortífagos.

—Cierto, pero recuerda que había también una extraña relación entre Voldemort y Nott; no es imposible que le permitiera hablar del asunto, al menos en teoría—Hermione insistió—Y según Draco, su padre fue uno de los pocos seguidores cercanos a Voldemort que llegó a tratar al viejo Nott antes de que desapareciera.

—Además, Narcisa Malfoy le dijo a Hermione y Kim que ella y su esposo eran muy aficionados a la historia de Holda, ¿verdad? ¿Porqué no podría saber algo más él?—Harry la apoyó de inmediato—Y seamos honestos. En este momento, cualquier cosa serviría, porque no estamos avanzando en lo absoluto, y confiarnos en que Nott dejará de hacer el ritual sólo porque tenemos a Rookwood encerrado es ridículo.

Moody miró al muchacho con disgusto, pero cabeceó de mala gana.

—No lo sé, esto no le hará ninguna gracia a Kingsley—chasqueó la lengua.

—Vamos, Moody, ¿qué va a hacer el chico? Hablamos de Azkabán, no Disney World—Travis rodó los ojos—Si Harry y Hermione están tan seguros de esto, yo no voy a poner trabas, sólo espero que sirva de algo.

El viejo ignoró la mirada anhelante de los más jóvenes, y señaló con un gesto seco a Laria.

—¿Qué piensas?

La bruja se pasó una mano por el cabello, con la vista al frente, y sin variar su expresión perdida.

—Opino lo mismo que Travis—no dijo más, sólo se cruzó de brazos.

—¿En serio?—el rubio la miró con estupor, pero ella lo ignoró.

—¿Weasley?—fue el turno de Ron para ser taladrado por la mirada fría del auror.

—¡Caramba, Moody! Qué democrático estás hoy, ¿no prefieres que esperemos a Kim para que puedas preguntarle también?—Travis fracasó aparatosamente en su intento de permanecer serio.

Ron bajó la vista para devolver la mirada al viejo.

—A Malfoy no le confiaría ni un knut; es un asqueroso traidor, y cobarde. Apuesto que sólo quiere ganar tiempo con ese invento de que su padre sabe algo; lo único que le interesa es que continúen cuidándolos a él y a su madre de Nott—el pelirrojo hizo oídos sordos a la exclamación de Hermione—Pero tampoco creo que vaya a conseguir hacer alguna de las suyas en Azkabán, así que si quieren perder su tiempo, yo no me voy a oponer.

Tan pronto como el joven terminó de hablar, volvió la vista al techo, golpeando el suelo con la punta del zapato.

—Bueno, como no estoy seguro de si Weasley nos está llamando idiotas o nos apoya, creo que podemos asumir que estamos todos de acuerdo—Travis se encogió de hombros.

—De acuerdo, hablaré con Kingsley—Moody no pareció del todo convencido—Pero el chico Malfoy no irá solo.

—Ya había pensado en eso, yo iré con él—tan pronto como Harry habló, cinco pares de ojos se fijaron en él, con similar intensidad.

—¡De ninguna manera!—Hermione casi saltó del asiento, adelantándose a los demás.

—¿Estás loco?—Ron dejó su actitud indiferente y caminó hacia su amigo con el rostro alterado.

—¿Qué? ¿Qué está mal?

Laria y Moody sacudieron la cabeza, pero fue Travis quien se apresuró a contestar con su estilo habitual.

—No lo sé, Harry, déjame pensar, ¿qué puede estar mal? Oh, sí, tal vez el hecho de que hacerte entrar a Azkabán sería como refregar un jugoso filete en las narices de un león hambriento. Sí, esa me parece una explicación razonable.

Harry rodó los ojos, acusando el golpe, pero sin perder su escasa paciencia.

—Los prisioneros no tienen varitas, Travis, ni energías siquiera para intentar algo. Además, sólo iré acompañando a Malfoy para hablar con su padre; nadie tiene que saberlo, puedo llevar una capucha, o…

—Harry, por favor, no creo que sea una buena idea; deja que sea yo quien vaya—Hermione volvió a hablar, intentando sonar convincente—Malfoy ya está acostumbrado a tratar conmigo, y no llamaré la atención, no tienes que exponerte de ese modo.

—¡Dios, ustedes son increíbles! Eso de sacrificarse el uno por el otro es muy bonito, pero poco práctico. Yo acompañaré al chico Malfoy, siempre he querido saber cómo es Azkabán por dentro—Travis intervino nuevamente.

Antes de que Harry pudiera insistir, la voz de Moody se hizo oír.

—Estaría de acuerdo si no fuera porque un auror extranjero, que no debería estar en Inglaterra, no podrá entrar a una prisión de máxima seguridad.

El rubio arrugó la nariz, sin atinar a refutar eso.

—Pues voy yo—Ron habló después de unos minutos en silencio—Nunca he visitado Azkabán, pero mi padre trabaja en el Ministerio, así que no debería ser muy extraño que me vean por allí.

Harry y Hermione giraron a verlo, mucho más sorprendidos que los demás.

—Ron…—la joven lo miró entre preocupada y agradecida.

El muchacho desvió la vista, aún más incómodo, y evitando por todos los medios encontrarse con la mirada de sus amigos.

—Moody, habla con Kingsley, y cuando tengan una fecha, díganle a Malfoy que lo acompañaré. Y no voy a discutir el asunto con nadie.

Quedó claro que con nadie se refería a Harry y Hermione, por lo que ambos intercambiaron una mirada, comprendiendo de inmediato las intenciones de Ron. Tal vez, después de todo, ya no estuviera tan molesto con ellos.

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Hermione veía con una media sonrisa a Harry, mientras él permanecía recostado sobre la alfombra del salón. Se inclinó con cuidado para no dejar caer la bandeja con té y pastelillos que llevaba; haciendo al muchacho a un lado con un gesto para así acomodarse junto a él.

—Estás pensando en Ron—afirmó, más que preguntó, en tanto le acercaba una taza.

Harry se incorporó lo suficiente para apoyar la espalda en el sillón, alargando una mano.

—Si no supiera que la legilimencia no es tu fuerte, estaría preocupado—rió.

—Sólo te conozco bien.

—Entonces sí que debería estar preocupado—el muchacho acusó el golpe cariñoso con otra risa.

La joven apoyó la cabeza en su hombro, tras dejar su taza sobre una mesita lateral.

—¿Crees que ya no está tan molesto con nosotros? De otro modo no se habría ofrecido a acompañar a Malfoy—Hermione ahogó un suspiro.

—Eso espero, pero no estoy seguro. Es decir, sé que aún está molesto, sino no sería Ron, no es de los que olvidan las cosas con facilidad, pero también creo que al menos intenta ser más justo con nosotros, eso es algo.

Hermione hizo una mueca, divertida por su indecisión, y sacudió la cabeza, depositando un beso sobre su mejilla.

—Todo estará bien, Harry, ¿no es eso lo que me dices siempre?—le recordó.

—¿Lo hago?

—Todo el tiempo. Yo te creo, claro, pasamos por muchas cosas, pero de algún modo u otro resulta que tenías razón.—hizo el resumen sin variar su expresión.

—Vaya, eso quiere decir que en realidad soy bastante acertado.

—Harry…

—Estoy bromeando, todos sabemos que eres tú quien siempre tiene razón—dejó también lo que llevaba en las manos para pasar un brazo por sus hombros.

Hermione no discutió eso, pero se acurrucó más contra él. El silencio se instaló entre ellos por unos minutos, sólo se oían sus respiraciones acompasadas y el crujir de los leños en la chimenea.

—De verdad te amo—la voz de Harry sonó extrañamente ronca.

—¿Porqué lo dices como si acabaras de descubrirlo?

—No es eso, es sólo que…no lo sé. Pensaba en lo que ocurre con Ron, y todo este asunto de La Noche de Walpurgis, pero tan pronto como te veo, siento que nada de eso importa, y sé que está mal y es egoísta, pero no puedo evitarlo; tú estás conmigo, y eso es suficiente, esa es mi definición de estar bien—Harry se encogió de hombros como si no supiera qué más decir, luciendo ligeramente avergonzado.

Hermione se arrodilló sobre la alfombra, elevando ambas manos para sostener el rostro de Harry ante ella, acercándose tanto que sus alientos se mezclaron.

—Eso es lo más hermoso que he oído en mi vida.

—¿Estás segura? Has leído mucho—el muchacho intentó bromear.

—No arruines este momento—le advirtió ella.

—¿Cómo podría? Es perfecto—Harry se las ingenió para pasar las manos por la cintura de la chica, y deslizarla sobre la alfombra, acomodándose con cuidado sobre ella.

—Todo estará bien, Harry, lo prometo. Estaremos juntos, las cosas con Ron se arreglarán, y acabaremos con los Nott—la joven acarició su cabello, sin dejar de sonreír.

Harry la miró fijamente, con el entrecejo fruncido, como si una idea hubiera pasado por su mente.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo—Hermione pasó la mano del cabello al puente de su nariz para alisar la pequeña arruga que se había formado—Seremos felices, Harry, estoy segura.

Él no respondió, tan solo se inclinó para besarla con ardor, enredando las manos entre sus ropas, y acercándola tanto que casi no podían respirar, pero a ninguno pareció importarle, olvidándose de todo con facilidad, inmersos completamente en ese momento que compartían.

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—No puedo creer que me hagan pasar por esto; es humillante, no necesito un guardián, y menos si se trata de ti—Draco lanzó un bufido indignado.

Ron se mordió la lengua para no contestarle como hubiera deseado; se contentó con cerrar fuertemente los puños al lado del cuerpo.

La entrada a Azkabán había sido más sencilla de lo que había supuesto. Con el permiso que Malfoy consiguiera de Kingsley no le hicieron mayores preguntas, pero más de uno de los aurores que custodiaban la entrada lo vieron de pies a cabeza, extrañados de que un Weasley llegara a la prisión con un permiso similar, y con semejante compañía.

El pelirrojo no tuvo problemas para inventar alguna excusa referente a que su padre le había pedido que vigilara al muchacho, además de que tenía mucha curiosidad por conocer el lugar. Sí, claro, como si alguien en su sano juicio quisiera pasar la tarde de un sábado visitando a un grupo de criminales y admirando la decoración del lugar más lúgubre del mundo mágico. Sólo esperaba que a nadie se le ocurriera comentarlo con su padre, porque no tenía idea de que le podría decir sin poner en evidencia a Kingsley.

Tuvo que contener un escalofrío de aprehensión al cruzar la entrada resguardada por los dementores, y pudo notar que Malfoy no lo estaba pasando mejor. Aunque las criaturas ya no tenían la libertad de que gozaron en otros tiempos, el Ministerio se vio en la necesidad de ceder para que al menos les permitieran mantener aseguradas las entradas y salidas de la prisión. Muchos ciudadanos les temían, pero estaban de acuerdo en que no podían prescindir del todo de ellas. Lo máximo que Kingsley consiguió en su administración, fue prohibir su entrada a los corredores en los que se encontraban las celdas, para evitar que torturaran a los prisioneros todo el tiempo con su presencia.

Malfoy se frotó las manos sudorosas con discreción, haciendo lo posible por no bajar la mirada, o variar su expresión indiferente; no iba a hacer el ridículo justamente frente al pobretón de Weasley, primero muerto.

El auror que los acompañó hasta el corredor más custodiado, en el que se encontraban los presos de máxima seguridad, no hizo más que mirarlo con desconfianza, en tanto aconsejaba a Ron que no le quitara la vista de encima ni un segundo.

Pronto llegaron frente a una puerta de acero que el auror tocó suavemente con su varita, recitando un hechizo que ninguno de los muchachos alcanzó a comprender. De inmediato, la maciza superficie sufrió un extraño cambio, ya que parte de ella desapareció, dejando unos sólidos barrotes en su lugar, que les permitió observar al hombre sentado sobre un catre, dándoles la espalda.

—Nuevas medidas de seguridad; si alguno toca los barrotes, sentirá como si le lanzaran diez crucios muy potentes—obviamente, miró a Draco cuando dijo eso, variando su expresión por una más amable al dirigirse a Ron—La nota del Ministro dice que debo dejarlos a solas. Recuerda que si necesitas algo, sólo debes hacer un gesto, estaré justo en la entrada del corredor.

Ron asintió, con una sonrisa temblorosa, en tanto el auror se retiraba, no sin antes gritar de mala manera.

—¡Malfoy, tienes visita!

Draco retrocedió un par de pasos al ver que su padre giraba hacia la entrada de la celda.

En más de una ocasión, Ron había dicho que ver a Lucius Malfoy pudriéndose en una celda de Azkabán sería una visión más que agradable, pero del simple deseo a la realidad, había una gran diferencia.

Ese hombre aún más delgado de lo que podía recordar, con los huesos sobresaliendo del cuerpo, envuelto en una túnica harapienta, que hacía lo posible por mantener la expresión desdeñosa, y se echaba el cabello hacia atrás con movimientos que parecían costarle gran trabajo, no se parecía en nada a la imagen del brujo arrogante que recordaba. Y Malfoy debió pensar exactamente lo mismo, porque hubiera jurado que hizo amago de dar media vuelta y regresar por donde habían llegado, pero se mantuvo en su lugar.

Lucius se aclaró la garganta, en tanto miraba de uno a otro, con una expresión calculadora en los ojos, que eran lo único que parecía conservar tal y como recordaban; grises y fríos.

—¿Qué es esto, Draco? La primera vez que vienes a visitarme, ¿y traes a esta clase de compañía?—el desprecio era más que evidente en su voz.

Draco avanzó apenas los dos pasos que retrocediera, evitando fijar la mirada en el rostro de su padre.

—No he venido a visitarte, necesito hacer algunas preguntas, y creo que eres el único que podría contestarlas. En cuanto a Weasley, sólo ignóralo, has como si no estuviera aquí.

El mayor se rió entre dientes, al parecer satisfecho por la conducta de su hijo. Ron, en tanto, empezó a sentir como su naciente compasión desaparecía.

—Empieza a hablar, Malfoy, no tenemos todo el día, y recuerda que estaré oyendo cada palabra—el pelirrojo se cruzó de brazos, apoyándose con cuidado en la fría pared frente a la celda.

Draco le dirigió una mirada furiosa, pero no replicó, tan solo se adelantó unos pasos hasta quedar muy cerca de los barrotes, cuidándose de tocarlos. Por primera vez desde que llegó, fijó los ojos en los de su padre, con una mezcla de lástima y rencor que no pasaron inadvertidos para el mayor.

—Necesito que escuches atentamente lo que voy a contarte, padre, y piensa bien antes de responder, porque de lo que sepas, depende no sólo mi vida, sino también la de mi madre—el ligero temblor en la voz de Draco fue casi imperceptible.

Lucius lo taladró con la mirada, mostrando una curiosidad que apenas si pudo disimular.

—Adelante, Draco, soy todo oídos.

Su hijo inspiró profundamente, empezando a hablar. No había acordado con Ron o los otros qué sería lo que iba a decirle a su padre, pero tuvo mucho cuidado de tratar todo el tema a grandes rasgos, haciendo hincapié en su necesidad de conocer todo lo relacionado con Holda, ya que la solución del misterio sería un alivio tanto para él como para Narcisa.

Obvió con maestría todo lo relacionado a las visitas de Hermione y Kim a su casa, sus sospechas de que Harry Potter parecía estar trabajando con un grupo de extranjeros para detener a Nott, así como también cualquier dato que pudiera resultar demasiado revelador. El porqué cuidó tanto sus palabras, en vez de detallar la situación punto por punto, como era de esperar, sorprendió a Ron, pero no dijo nada, a lo mucho elevó las cejas, desconcertado.

Cuando Draco calló, sin quitar ni por un segundo la mirada de su padre, un silencio ensordecedor pareció envolverlos.

Lucius entrecerró los ojos, ladeando la cabeza para observar mejor a su hijo, en tanto Ron se inclinaba un poco hacia delante, atento a lo que fuera a decir.

—Interesante.

Draco bufó, al parecer disgustado por la expresión de su padre.

—¿Interesante? —Repitió—¿Eso es todo lo que vas a decir?

—Por supuesto que no, Draco, tengo mucho más que decir, pero debo reconocer que todo lo que me has contado resulta más que…interesante, ¿no lo crees? Viejo loco, jamás creí que fuera a hacerlo—la última frase pareció causarle mucha gracia, porque sonrió, mirando el techo, como si recordara algo.

—Entonces conoces al viejo Nott, y sabes qué trama—su hijo dio unos pasos sin poder ocultar su curiosidad.

—Claro que lo sé, y también tú, acabas de decirlo. Quiere traer a la Gran Holda de vuelta.

—Sí, pero lo que necesito que me digas es lo que no sé—Draco arrastró las palabras, armándose de paciencia.

Su padre se puso de pie con esfuerzo, alisándose las raídas ropas, quedando a milímetros de los barrotes.

—¿Por qué estás aquí, Draco? No me digas que quieres evitar la vuelta de Holda, piensa en todo lo que podrás obtener si apoyas a los Nott en esto; no tienes por qué temer—el brujo bajó mucho la voz, para evitar ser oído por Ron.

Draco suspiró, sacudiendo la cabeza para despejar sus ideas, al parecer muy disgustado.

—¿No has oído nada de lo que dije? Nott está loco, tanto o más que su abuelo, y quieren arrastrarme a esto, pero yo no quiero hacerlo, y no voy a permitir que lastimen a mi madre para obligarme—contestó, en voz alta—Hemos pasado por demasiado gracias a ti, merecemos que nos ayudes a salir de esta.

Lucius no varió su expresión calculadora, mirando de su hijo a Ron, que no perdía palabra de lo que hablaban.

—Sé que no te interesa la vida de los que vaya Nott a matar, y que al parecer estarías feliz si traen de vuelta a Holda, pero también sé que te importa el linaje de los Malfoy, y créeme cuando te digo que no me pondré de parte de los Nott, así que matarán a madre, y luego irán por mí. Tú vas a podrirte en esta celda, y ya no quedará nada de tu sangre allí fuera—Draco cambió de táctica, golpeando donde sabía que a su padre le dolería más.

El mayor arrugó la nariz, sondeando con sus grises ojos en los de su hijo, buscando qué tanto habría de verdad en su amenaza.

—¿Morirías para ayudar a esta gente?—el desprecio en su voz era más que obvio.

—No, claro que no lo haría—Draco se encogió de hombros—Pero no quiero ser el títere de nadie, y menos de esos dos locos, ya he tenido bastante de eso, ¿recuerdas? No es mucho lo que te pido, padre, sólo dinos lo que sabes de Holda, y cómo planea traerla de vuelta esta gente, eso es todo.

Lucius suspiró, dibujando una mueca amarga en su rostro, y caminando de vuelta al interior de la celda, hasta ocupar el viejo catre.

Draco y Ron esperaron a que hablara, disimulando su impaciencia.

—No traté tanto como me hubiera gustado a Theodore Nott, el mayor. Era…bueno, es un hombre brillante; ya te habrás enterado de la farsa de su muerte, claro. Es fuerte, pero viejo, nunca mostró los mismos ímpetus del Señor Oscuro, parecía que todo lo que pasaba por su mente se quedaba allí, sólo se contentaba con apoyar la causa. Cuando le pidió permiso a nuestro Lord para retirarse a vivir solo, dejando a su hijo en su lugar, él se lo concedió sin dudar; él ya había dado mucho, y creo que secretamente deseaba alejarlo de nosotros; como dije, tal vez no fuera un hombre de acción, pero tenía mucho para decir.

—¿Y?—Draco lo apremió a continuar—¿Qué era eso que decía? ¿Les hablaba de Holda?

—Los de más edad, y con más educación, conocíamos de sobra el mito; nos hablaban de ella desde la cuna, a modo de historias. Nunca lo hicimos contigo porque el Señor Oscuro podría tomárselo a mal; lo mismo pasó con muchos de mi generación y sus hijos, por respeto a nuestro Lord.

—Sí, claro, lo último que hubiera deseado es tener competencia—Ron no pudo reprimir el comentario sarcástico, ganándose un par de miradas ceñudas.

—Por favor, ignóralo, no dirá más—Draco lo vio con una clara advertencia.

Lucius resopló fastidiado, pero asintió.

—Nott decía con frecuencia, cuando se sentía en confianza, y jamás en presencia del Señor Oscuro, que los problemas del mundo mágico se solucionarían con el regreso de Holda. Pensaba que podría ser un apoyo para nosotros, y que se levantaría para reinar, dejando a los muggles en el lugar que les correspondía. Tal vez sepas que ella no odiaba a los muggles, ni sentía un especial desprecio por ellos, algo que jamás comprendí, si he de ser honesto. Al parecer, ella prefería tenerlos a su servicio, que la adoraran; pero demarcando siempre la diferencia que había entre ellos y nosotros.

—Eso no debió gustarle a la mayoría—Draco elevó las cejas.

—Por supuesto que no, era ridículo, pero eran solo cuentos, historias que oyes de un hombre viejo por el respeto que te inspira, pero a las que no le das mayor importancia. Y cuando se fue, lo olvidamos, había muchas otras cosas por las cuales preocuparse.

—Pero debió decir algo especial, ¿nunca te dio la idea de que sabía cómo traerla de vuelta? He leído que a través de los siglos muchos lo han intentado, pero nadie lo consiguió—su hijo pareció interesado, a su pesar, en el relato.

—Claro que sí, nunca faltan tontos que se creen mejores de lo que son en realidad. Pero Nott era distinto, un estudioso, un verdadero adorador; creo que el Lord Oscuro pensaba que estaba un poco loco, y por eso lo ignoraba. Pero a veces había tanta lucidez en él, era perturbador el modo en que hablaba, lo seguro que parecía. Más de una vez nos comentó que sabía perfectamente cómo hacerla regresar; que llegado el momento actuaría. Lo escuchamos, sí, pero no le dimos mayor importancia. Hasta ahora.

—Sé cuándo se hará el ritual, y en dónde, pero lo que no entiendo es lo referente a las ofrendas; como te dije, ha raptado ya a un squib y a una mestiza, ¿tiene alguna relación con el status de sangre todo esto?—Draco miró por el rabillo del ojo al auror que continuaba en la entrada del pasillo, vigilando.

—Sí, y no—reconoció el brujo, frunciendo el ceño—Los sacrificados deben ser cuatro, es verdad, y el status de sangre es importante, pero no como podrías creerlo, no es un acto de discriminación, o un afán de diferenciar. ¿Nott te habló de los traidores?

—Dijo "la sangre de los traidores seré derramada". ¿A qué se refería con eso?

—Cuando Holda desapareció, hace siglos, de inmediato sus seguidores fueron al lugar de reunión en Harz, para invocarla. Creían que su señora los había dejado porque ya no se sentía amada y respetada; no tengo idea de si estaban o no en lo cierto. Se dice que como una ofrenda de su adoración, escogieron a cuatro personas para sacrificarlas durante el ritual; un squib, un mestizo, un hijo de muggles y una sangre limpia. Dudo que a Holda le hubiera importado en absoluto el status de sangre, tal vez le diera lo mismo si escogían a cualquiera. Pero las cosas salieron mal—Lucius pareció reflexionar en sus palabras, mirando al frente con seriedad.

—¿Qué pasó?—preguntó su hijo, y Ron hubiera querido hacerlo también, pero se contuvo a tiempo.

—Que los sacrificados no estaban nada contentos de participar, nadie les preguntó su opinión—rió con burla—A último momento, cuando el espíritu de Holda estaba siendo invocado, e iba a producirse la ofrenda de sangre, se volvieron en su contra. No sé cómo lograron escapar de sus seguidores, tal vez los que podían hacer magia aprovecharon que no les quitaron sus varitas; como fuera, arruinaron la oportunidad, y se escondieron para evitar ser castigados. Los muggles que vivían en la zona se enteraron de lo que pretendían hacer los brujos, y cerraron la entrada al lugar, vigilando con el apoyo de algunos magos que tampoco deseaban a Holda en la tierra. Pasó el tiempo, los primeros seguidores murieron, y la historia fue perdiéndose hasta que sólo quedaron retazos.

—Pero Nott sabe de todo esto, por eso busca también a personas con distinto status de sangre—Draco habló, tras pensar a toda velocidad—¿Padre?

—Ya te lo dije, Draco, es un hombre brillante, tal vez en la rama de su familia la historia permaneció intacta, como en la mía, no es imposible. Según esta leyenda, Holda se sintió tan ofendida cuando los que debían ser sacrificados en su nombre le dieron la espalda, que no volverá a la tierra hasta verse resarcida; es por eso que los otros que intentaron traerla de vuelta fallaron, no sabían de esto.

—Entonces Nott irá por un sangre limpia y un hijo de muggles—Ron habló con preocupación, ignorando las miradas de los Malfoy—¿Y sabe si es importante su identidad? ¿Puede ser cualquiera?

Lucius lo miró con desagrado, pero asintió de mala gana.

—Supongo que puede ser cualquiera, sí, o podrían ir tras sus descendientes; no conozco los nombres, pero es posible que en la zona de Harz aún se recuerde de quienes se trataba. Si es así, y encuentran alguna conexión entre ellos y los que ya han sido secuestrados, eso significa que van tras la misma sangre, la sangre de los traidores. De no ser así, entonces son escogidos al azar, respetando, sí, las diferencias en el status de sangre, tal como se hizo en el primer intento para traer a Holda de vuelta.

Draco asintió tras un momento en silencio, dándose cuenta de que su padre continuaba mirándolo fijamente.

—Piensa bien lo que harás, Draco, nuestra familia ya ha pasado demasiada vergüenza, esta podría ser la última oportunidad de enmendarnos—el tono suave y sedoso consiguió que Ron frunciera el ceño y mirara de uno a otro con desconfianza.

El rubio miró a su padre, sacudió la cabeza, y una mezcla de pena y asco deformó sus facciones.

—Le diré a madre que estás bien—dijo apenas, para luego girar hacia donde estaba el auror—¡Oye, tú! Ya terminamos aquí. Weasley, ¿vas a quedarte?

Ron vio caminar a Draco por el corredor sin darle una segunda mirada a la celda de su padre, y tras dudar, mientras el auror se acercaba para sellar la puerta, lo siguió.

—Gracias por la ayuda, saldremos solos, le daré sus saludos a mi padre—le dijo al auror al pasar a su lado con rapidez—¡Malfoy, espera!

No tuvo problemas para encontrar al muchacho en un recodo del camino a la salida, con la espalda apoyada contra una pared, y la mirada perdida.

Dudó un momento, pero se acercó hasta quedar a un par de pasos, haciendo un esfuerzo por no ser muy brusco con él.

—¿Estás bien?—jamás pensó que le preocuparía el bienestar de Malfoy.

Lo único que obtuvo por su buen gesto fue una mirada de fastidio.

—Perfectamente—Draco se enderezó, recobrando de inmediato su actitud altiva—Date prisa, ¿quieres? Supongo que debes ir corriendo con Granger y los otros a dar un reporte de la visita a mi padre; más les vale que con toda la información que obtienen gracias a mí, hagan algo útil.

El pelirrojo rodó los ojos, mordiéndose la lengua para evitar una réplica apropiada. Malfoy estaba tan odioso como siempre, y tenía razón en algo; debía volver cuanto antes al Cuartel, algo le decía que al fin estaban tras la pista correcta.

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sábado, 21 de agosto de 2010

DESTINO: CAPITULO 22





Disclaimer: Todos los lugares y personajes conocidos pertenecen a J. K. Rowling. Todo lo demás es fruto de mi imaginación.

Aviso: Capítulo súper híper largo, así que pueden ir por algo para comer, y ahora si continuamos.


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Kim subió las escaleras hasta el ático, donde Rookwood permanecía encerrado, bajo la atenta vigilancia de Laria. En realidad, hacía un par de días que ella pasaba casi todo su tiempo libre allí, dentro o fuera de la habitación.

Había resultado un verdadero golpe para todos, el que no hubieran podido obtener ninguna información adicional del mortífago, aún usando el Veritaserum. Según Laria, no era tan extraño; después de todo, Rookwood simplemente podía no estar enterado de nada más, y era imposible que aún bajo los efectos de la poción, fuera a decir algo que no sabía, iba contra todos los principios de la lógica.

Aún cuando le avergonzaba a sí mismo reconocerlo, dudó en algún momento de la habilidad de Laria para llevar correctamente el interrogatorio, pero según Weasley, a quien le preguntó con mucha discreción que le había parecido el accionar de la auror, hizo todas las preguntas necesarias, insistió hasta el cansancio, y no descansó hasta que estuvo convencida de que no podría obtener absolutamente nada más.

De cualquier modo, hubiera preferido ser él quien la acompañara en ese momento, pero de nada valía lamentarse ahora. Sólo podían continuar con sus indagaciones, y consolarse sabiendo que al menos le habían quitado a Nott un más que posible recluta para la ceremonia.

Como suponía, la encontró sentada en una silla, y con un libro en las manos, aunque no pareciera estar del todo concentrada en su lectura.

—No tienes que estar todo el tiempo aquí, es imposible que escape con todos los hechizos que hemos puesto—mencionó a modo de saludo.

La griega le dirigió una mirada más fría de lo normal, volviendo su atención al libro antes de contestar.

—No tengo nada mejor que hacer, está bien. Weasley está pasando más tiempo en su casa por estos días, y estoy cansada de revisar pergaminos; espero que estos tontos días de fiesta pasen pronto para volver a la normalidad—rezongó.

Kim elevó las cejas, apoyándose en el barandal de la escalera, sin dejar de ver a su compañera.

—¿Normalidad?—no pudo evitar una ligera entonación mordaz.

—De acuerdo, tan normal como resulta posible en este lugar—reconoció, para luego agregar—¿No te desespera todo este revuelo? Ese aussie loco no hace más que dar de saltos todo el día, horneando comida, decorando la casa...

—¿No te parece que exageras un poco? Encuentro el entusiasmo de Travis muy refrescante; los problemas no van a desaparecer, pero relajarnos un poco puede ser una buena idea—le hizo ver.

Laria se encogió de hombros, levantando al fin la mirada para fijarla en el otro.

—Continúa culpándome por lo de su estúpido muñeco—rumió al fin.

Kim hizo lo posible por esconder una sonrisa divertida; ya se imaginaba de qué iba todo ese mal humor.

—¿Sabías que ese “estúpido muñeco” era de su madre, y ella le hizo el favor de prestárselo para que lo trajera?—preguntó, estudiando su reacción.

La bruja frunció aún más el ceño, y se le quedó viendo sorprendida.

—No, no tenía idea, él no dijo nada—balbuceó, cosa poco común en ella.

—No lo hizo porque es tan terco y orgulloso como tú—replicó Kim sin delicadeza—Vamos, Laria, sólo ofrécele disculpas; no pueden pelear todo el tiempo, arruinarán la Navidad.

—Tiene gracia viniendo de ti, que no la celebras—ella recuperó su tono sarcástico.

—Cierto, pero eso no quiere decir que no me alegre ver a los demás divertirse; por cierto, siempre pensé que los griegos si lo hacen, ¿a qué viene tanto malestar con estas fechas?—preguntó con curiosidad.

Laria cerró su libro, y se puso de pie con presteza, dándole una mirada de reojo al pasar por su lado.

—En casa nunca lo hicimos—musitó de mala gana—Tal vez tengas razón, y si Travis deja de molestar, puede que me disculpe.

Y con esa gran concesión, bajó las escaleras, mientras Kim ocupaba su lugar en la silla vacía.

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La mansión Malfoy estaba decorada hasta el último rincón con los más finos adornos, un árbol gigantesco dominando la entrada, y decenas de extrañas criaturas revoloteando por los altos techos.

Si por Draco fuera, no habría dejado que los elfos colgaran una sola guirnalda, pero su madre insistía en que debían continuar con sus tradiciones, algo que resultaba difícil de comprender para él. Con sólo dos ocupantes en la casa, y sin ningún ánimo para celebrar las fiestas, ¿qué sentido tenía todo eso?

Pero no pudo negarse a los deseos de su madre; si eso le daba algún tipo de satisfacción, podría soportar esas cosas, por mucho que le molestaran.

Buscó en la biblioteca un libro, en tanto esperaba a que sirvieran la cena, lo que le llevó bastante tiempo. No que no tuviera muchos títulos de donde escoger, pero buscaba uno que pudiera ayudarle a averiguar algo más acerca de Holda. Ya había consultado con su madre acerca de la petición de Granger, pero ella no recordaba nada más de su historia, nada al menos que pudiera ser de utilidad.

Tratándose de una bruja que había vivido hacía ya tantos años, la realidad se confundía con la fantasía, y no estaba seguro de qué creer entre tantas supersticiones. Así que decidió que sólo se fiaría por lo que pudiera encontrar en un libro confiable. El problema era que no había muchos de esos, por bien surtida que estuviera su biblioteca.

Le había estado dando vueltas a todo ese asunto, y decidió que tal vez fuera más útil conocer en qué circunstancias desapareció, y si había registros de otros intentos para traerla de vuelta.

De lo último encontró bastante información. Al parecer, durante siglos no habían faltado un montón de locos deseosos de beneficiarse con su poder, pero por lo que se sabía, ninguno había tenido éxito, y con el tiempo, los intentos fueron disminuyendo, hasta la actualidad.

Lo que hacía más extraño el plan de los Nott. Al abuelo de Theodore nunca lo había visto, pero se decía que era un brujo poderoso, y muy brillante; y por mucho que le costara reconocerlo, Theodore nunca fue un idiota, ni era de actuar impulsivamente, todo lo pensaba con frialdad antes de involucrarse. Entonces, ¿qué rayos tenían ellos que los demás no? ¿De dónde salía esa seguridad arrogante que mostraba su ex compañero de Casa? Algo se le estaba pasando, y también a Granger y los otros, pero no sabía qué era.

Sólo podía relacionarlo con el asunto de los sacrificios, no se le ocurría nada más. Tal vez ellos conocían algo que los otros nunca pudieron averiguar. Después de todo, el abuelo de Nott fue buen amigo de El Señor Tenebroso, y ¿quién mejor que él para darle alguna información importante que otro no hubiera podido obtener?

El que los sacrificados fueran escogidos por su status de sangre era bastante significativo; después de todo, podía verse como una venganza contra los que creían que todos los brujos eran iguales, porque Granger podía pensar lo que quisiera, pero no lo eran, y eso los Nott lo tenían más que claro.

Sin embargo, según algunos libros muy antiguos que su madre consiguiera, y por lo que ella había estudiado, Holda nunca pareció tener nada contra muggles o magos sangre sucia. No se podía decir que fuera una bruja amable o algo así, pero era sabido que le gustaba ser tan temida como adorada, y para eso debía conceder pequeños deseos a quien se los pidiera, sin importar su origen.

De modo que no iba a ninguna parte, algo se le estaba pasando y no lo veía; en algún momento, cuando Holda aún estaba en la tierra, debió enemistarse con alguien, o tal vez era porque dejaron de creer en ella…

Draco lanzó un resoplido, mesándose los cabellos. Se trataba de un hecho que podría haber ocurrido hacía centurias, y del que no había ni una sola mención en todos los libros que leyera, página por página. Ni siquiera en Hogwarts había investigado tanto.

Sólo se le ocurría algo por hacer, y la idea no le agradaba para nada; pero era su última oportunidad.

En cuanto las fiestas pasaran, iría a Azkabán a hablar con su padre.

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Hermione usó la varita para ir apagando las luces de la casa, en tanto subía las escaleras a su habitación. Se dio una ducha rápida, y con la ropa de cama puesta, entró al dormitorio de Harry, intentando no hacer ruido, por si estaba ya dormido.

Lo que no esperaba era encontrarlo recostado en la cama, de lado y dándole la espalda, al parecer contemplando algo que no alcanzó a ver antes de que el muchacho lo cubriera con su cuerpo al sentir su presencia.

—¿Qué es eso?—preguntó saltando sobre la cama para intentar ver de qué se trataba.

—¡Ni hablar! Cierra los ojos y no los abras hasta que te diga—Harry seguía en la misma posición, ignorando las bromas de la chica.

—¿Es mi regalo de Navidad?—Hermione se sentó sin dejar de atisbar.

—Quizá, pero aún no lo es, así que deja de mirar. ¿Tus ojos están cerrados?—el muchacho no se movió—Hermione…

—Está bien—refunfuñó ella.

La joven suspiró y se puso las manos sobre los ojos para no ver nada. Se moría de curiosidad, pero no quería arruinar la sorpresa de Harry. Lo escuchó abrir y cerrar el cajón de la mesilla, y tomar la varita para susurrar un hechizo.

—¡Por Merlín, Harry! No tienes que sellarlo, nunca atisbaría—mencionó ofendida.

—¿Segura?—el muchacho retiró sus manos para que pudiera ver la sonrisa escéptica que exhibía.

—Bueno, déjalo así, sólo por si acaso. Pero ni sueñes que verás tu obsequio antes de tiempo—Hermione se tumbó sobre la cama, mirándolo aún ceñuda.

Harry se acomodó para abrazarla, y pese a sus protestas, que eran más un juego, se las arregló para darle un beso.

—Ya tengo mi regalo—le susurró.

Hermione dejó las bromas, y correspondió el abrazo, descansando la cabeza sobre su pecho.

—¿Cuándo te volviste tan adulador?—sonrió ella.

—Creo que es más bien un asunto de supervivencia, y siempre se me ha dado bien eso—se rió, ganándose un golpe cariñoso en las costillas.

Se quedaron un rato en silencio, cada uno perdido en sus pensamientos.

Harry se incorporó apenas al oírla suspirar.

—¿Estás pensando en los Weasley?—preguntó.

Ella pensó en un primer momento negarlo, pero desechó pronto la idea.

—En estas fechas lo usual sería que estuviéramos ya en su casa—recordó con voz nostálgica.

—Lo sé, también lo he pensado, pero debemos aceptar las cosas como son, ¿verdad? Quiero a Ron y a toda su familia, ya lo sabes, pero no cambiaría el estar contigo por nada del mundo—aseguró.

—Tampoco yo—concordó Hermione, procurando dejar la tristeza de lado.

—Además, ya te he contado lo que dijo Travis—le recordó para animarla—somos más que bienvenidos en el cuartel, y seguro nos divertiremos allí.

—Sí, claro, sólo debemos tener las varitas listas para invocar encantamientos escudo; cuando él y Laria empiecen a pelear, vamos a necesitarlos—se rió, divertida.

Harry soltó una carcajada, recordando el ambiente tenso del que habían sido testigos en la vieja casa los últimos días. En realidad, debía de ser triste el que dos personas mantuvieran semejante nivel de hostilidad, y en esas fechas, pero la actitud de Travis, actuando como si no pasara nada, y lanzándole pullas a Laria todo el tiempo, sólo contribuía a pensar que en cualquier momento, la bruja perdería el control, y el pobre auror podría correr la misma suerte que su chamuscado Santa Claus.

—No llegarán a tanto, al menos no de parte de Travis—comentó el muchacho, dejando de reír—pero no sé qué pensar de Laria…

—Tiene un carácter difícil, pero creo que es una buena persona—acotó la chica.

Harry asintió, pensativo, no muy seguro de decir lo que venía rumiando desde hacía unos días.

—Hermione, ¿no te parece un poco extraño a veces el modo en que ella se comporta?—decidió hablar al fin.

La joven apoyó la cabeza en una mano para mirarlo mejor.

—¿A qué te refieres?—preguntó.

—Bueno, no estoy seguro, pero hay algo en ella que no me convence. No se trata solo de que parezca estar siempre de mal humor, sino que…a veces tengo la impresión de que oculta algo—intentó explicar el muchacho.

—También Kim es muy discreto, Harry, y no creo que eso sea motivo para desconfiar—Hermione frunció el ceño.

Harry movió la cabeza de un lado a otro, como si aún dudara.

—¿Y qué pasa con lo del interrogatorio a Rookwood? No puedo creer que con un frasco de Veritaserum no haya obtenido absolutamente nada; es muy raro—insistió él.

—Laria no estuvo sola, Ron la acompañó todo el tiempo; y aún cuando no hubiera sido así, creo que no tienes motivos para dudar, después de todo, recuerda que Moody confía en ella, lo mismo que en los demás—le recordó Hermione.

—Lo sé, tienes razón; ya me conoces, a veces veo cosas donde no las hay—le sonrió, dándole un suave beso en el cabello—Vamos a dormir, mañana nos espera un día movido.

Hermione se acomodó mejor contra él, ahogando apenas un bostezo.

—Es verdad, buenas noches—le dijo con voz adormilada.

—Buenas noches—contestó él.

Pasados unos minutos, la respiración acompasada de Hermione le indicó que ya estaba profundamente dormida. Él, en cambio, encontraba difícil conciliar el sueño, aún pensando en su corta conversación.

Si bien le dijo que estaba de acuerdo con ella en que su recelo hacia Laria era infundado, la verdad era que no había cambiado de opinión. Iba a estar un poco más atento a su comportamiento en el futuro, sólo por si acaso.

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Ron bajó varita en mano, dando miradas alrededor, como si esperara que alguien le atacara desde cualquier lugar. El hecho de que estuviera en su casa no lo tranquilizaba, después de todo, él sabía muy bien todo lo que estaba ocurriendo allí fuera. El que no lo compartiera con su familia, para no preocuparles, no quería decir que bajara la guardia.

Cuando estuvo en el último escalón, encendió con un susurro la punta de su varita para alumbrarse el camino, y se dirigió al salón, desde donde venía oyendo esos extraños ruidos.

Abrió la puerta, listo para lanzar un hechizo de defensa, pero se topó con la mirada más asombrada de lo normal de Luna, que lo veía desde el suelo, con Pig a su lado; si no fuera porque era imposible, aunque tratándose de esa chica, tal vez no lo fuera tanto, juraría que estaban teniendo algún tipo de conversación antes de que él llegara.

—Ah, hola, Ronald, ¿no puedes dormir?—le preguntó ella con toda la tranquilidad del mundo.

Ron bajó su varita, y la guardó en el bolsillo del pijama.

—¿Qué estás haciendo a esta hora aquí abajo, Luna? Pensé que se había metido un mortífago—le dijo, acercándose con curiosidad.

—Oh, no, sólo soy yo, no hay mortífagos aquí; algunos plimpies, sí, pero son inofensivos, no te preocupes—mencionó la rubia con tono de entendida.

El chico iba a preguntar, pero se lo pensó mejor y desechó pronto la idea.

—No me has dicho que estabas haciendo—insistió Ron.

Por primera vez desde que conocía a la chica, le pareció un poco incómoda, como si no estuviera segura de lo que iba a decir, pero pronto retomó su expresión tranquila.

—Le estaba pidiendo a Pig que me haga el favor de llevarle mis obsequios a Harry y Hermione—explicó, encogiéndose de hombros—Es mejor que Ginny no se entere, no quiero que se ponga peor; así que esperé a que todos se fueran a dormir.

Ron asintió, comprendiendo a qué se refería. Seguro que si Ginny se enteraba, no se lo iba a tomar muy bien; es más, podría decirle alguna tontería a Luna, llevada por la rabia, y eso sólo traería más problemas.

—Hiciste bien—aceptó el muchacho.

Luna pareció relajarse aún más con el tono aprobador, y le sonrió amable, mientras seguía intentado atar el paquete a la pata de la lechuza.

—No te pedí que me prestaras a Pig otra vez, porque dijiste que podía enviarla a hacer recados si era necesario—comentó al cabo de un momento, recordando de pronto quién era el dueño de la lechuza.

—No hay problema, deja que te ayude—entre los dos se las arreglaron para dejar fijo el envío, y evitar que el animal hiciera más ruido.

En silencio, para evitar despertar a otro miembro de la familia, abrieron una de las ventanas, y dejaron al ave volar, llevando su pesada carga.

—¿Vas a enviarles algo?—comentó Luna, al correr las cortinas.

Ron cabeceó, incómodo, y se miró los pies, evitando la mirada inquisitiva de su amiga.

—No creo que sea buena idea…—mencionó balbuceando, para luego levantar la vista, repentinamente asustado—¿porqué? ¿Crees que ellos si me envíen algo?

—No lo sé, sólo te preguntaba a ti—la rubia se encogió de hombros.

—Bueno, pues no deberían, aunque ya sabes cómo es Hermione, ella siempre se preocupa por esas cosas; pero seguro que Harry no lo hará, ya le dejé claro que en este momento no somos amigos, y sería ridículo que se le ocurra regalarme algo, y….lo siento, estoy hablando demasiado—se cortó Ron, avergonzado.

—Sí, pero está bien, no me molesta—le aseguró Luna—Lo haces porque no tienes a nadie más con quién hablar de ellos, ¿verdad?

El pelirrojo le dirigió una mirada sorprendida; a veces olvidaba lo observadora que podía ser esta chica; especialmente porque siempre parecía ir pensando en cualquier cosa, menos en lo que la rodeaba.

Sin embargo, no era la primera vez que le salía con un comentario agudo, y es que habría que estar ciego para no darse cuenta de que el asunto de Harry y Hermione no era precisamente un tema que se tratara mucho en la casa. La única que a veces los nombraba era su madre, pero de inmediato cerraba fuertemente los labios, y sus cejas se juntaban hasta casi tocarse.

Ginny no decía nada, al menos no cuando estaban todos juntos; quizá y si lo hiciera con Luna, no tenía como saberlo. En cuanto a él, hacía lo mismo que su padre y hermanos; quedarse callado.

Luna lo miraba con sus grandes ojos, jugueteando con uno de los raros pendientes que usaba, y que al parecer, no se quitaba ni para dormir.

—Ron, ¿realmente crees que puedes hacer como si ellos no existieran?—le preguntó, con más curiosidad que otra cosa.

—Por supuesto que no. Los veo todo el tiempo, tenemos mucho que hacer, sólo que estos días no iré a la ca…perdón, la Academia, por las fiestas, ya sabes—se corrigió con rapidez.

—Pero no se trata de que tengas que estar con ellos, sino de que son tus amigos, y no puedes ignorarlos, ¿cómo podrías después de todo por lo que han pasado? No son tan cercanos a mí, como ocurre contigo, y los aprecio muchísimo—le dijo ella, como si encontrara absurda la idea de que él pudiera no pensar lo mismo.

El muchacho cabeceó nuevamente, entre molesto y avergonzado. Lo primero porque nadie le había preguntado nada a Luna, y ella hablaba como si supiera lo que estaba sintiendo. Y por otra parte, no le gustaba que le hicieran ver algo que ya le había pasado por la cabeza más de una vez.

—Pero no son mi familia, y la familia siempre está primero—replicó con cierta brusquedad—ellos actuaron mal, y lastimaron a mi hermana, ¿qué esperaban que fuera a pasar?

—Qué raro, siempre pensé que ellos también eran tu familia—mencionó la joven, abriendo aún más sus ojos—y no le hicieron daño a Ginny a propósito, debes saberlo, los conoces bien.

Ron empezó a sentirse aún más incómodo bajo el escrutinio de la chica, por lo que le hizo señas para que bajara la voz, y la guió fuera del salón, hacia las escaleras.

—Mira, no te ofendas, pero eso es algo que debemos resolver entre nosotros, ¿de acuerdo? ¿Por qué no vas a dormir antes de que a alguien se le ocurra bajar? Si Ginny se entera del asunto de los regalos, no creo que se lo tome muy bien—dijo.

—Bueno—Luna no pareció ofenderse por el tono brusco, sólo se encogió de hombros—¿sabes? A mi si que me gustaría que ustedes tres fueran mis hermanos.

Y con esa simple frase, le hizo un gesto de despedida, y subió los peldaños dando de brincos, pero sin hacer mayor ruido.

Ron iba a subir también, pero la verdad era que dudaba pudiera dormir, así que se encaminó a la cocina, para pensar mientras comía uno de los panecillos dejados por su madre. Clásico de Luna, confundir a la gente diciendo siempre lo que pensaba.

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La mañana de Navidad, lo primero que notó Hermione al despertar, fue que Harry no estaba a su lado, y que a diferencia de otros años, no tenía los regalos sobre su cama.

Tomó su bata, y tras acomodarse un poco el rebelde cabello, salió de la habitación, y bajó las escaleras hasta el salón principal de la casa.

Una tierna sonrisa se dibujó en sus labios al ver a Harry, sentado junto al árbol, y estirando la mano hacia el montón de paquetes envueltos.

—¿Serías capaz de abrirlos sin mí?—le dijo, una vez que estuvo a unos pasos.

El muchacho dio un brinco, poniendo las manos tras la espalda de inmediato, y rompiendo a reír cuando vio la expresión divertida de su novia.

—Claro que no—le aseguró, mientras se ponía de pie para abrazarla—Feliz Navidad.

—Feliz Navidad, Harry—correspondió ella.

Tras un largo beso, Harry la tomó de la mano para que se sentaran juntos sobre la alfombra.

—Espero que no te moleste que bajara nuestros regalos; me gusta más cuando están bajo el árbol—le explicó.

—No hay problema—sonrió ella—La verdad es que había pensado en dejarlos para más tarde, ya sabes, luego de la cena…

—¡¿Qué?!—Harry la miró casi horrorizado.

—Estoy bromeando—se rió Hermione.

El muchacho le dirigió una falsa mirada ofendida, apresurándose a tomar un primer paquete, lo mismo que ella.

Se entretuvieron un buen rato, sacando cosas y comentando lo que habían recibido, sin dejar de bromear por las camisetas idénticas que Luna les había enviado con el dibujo de un extraño tipo de dragón que movía los ojos.

—El Snorback de cuerno retorcido, supongo—comentó la joven, mirando la imagen con desconfianza.

—Espero que le gustaran los pendientes que elegiste para ella, se los merece—mencionó él—yo sólo le envié una caja de ranas de chocolate.

—Le gustaran ambas cosas, no te preocupes—aseguró Hermione—¡Mira las semillas que envió Neville!

—Sólo espero que no crezca nada que intente asesinarnos—comentó el muchacho.

Continuaron abriendo obsequios, rodando ambos los ojos al ver el mezquino regalo de los Dursley, sin darle mayor importancia; y comentando la suerte de Hermione porque sus padres siempre preferían preguntarle con anterioridad qué era lo que deseaba.

Por supuesto, se dieron cuenta de inmediato de que no había un paquete para ellos de parte de la señora Weasley, lo que les dio un poco de pena, pero ignoraron pronto el asunto sin necesidad de ponerse de acuerdo.

Al final, sólo quedaban un par de paquetes al pie del árbol, y se miraron con una sonrisa cómplice.

—Tú primero—se apresuró a decir la chica.

—¿Qué pasó con las damas primero?—replicó el muchacho.

—Esta dama escoge que abras primero tu obsequio—insistió ella poniendo el atado en sus manos, con ademán ligeramente nervioso.

Harry abrió el paquete, encontrándose con un pequeño dije, al parecer muy antiguo, que parecía haber sido trabajado en piedra, con una figura tallada; tenía una cinta de cuero, muy antigua también, para llevarlo al cuello.

—¿Y bien? ¿No te gusta?—Hermione lo contemplaba insegura por su silencio.

—No es eso, claro que me gusta, es sólo que nunca había visto algo así—el muchacho lo examinaba desde todos los ángulos, aparentemente fascinado por el objeto.

Hermione se acercó para pasar un dedo sobre la superficie de la piedra, en tanto hablaba con voz tenue.

—No estaba segura de qué darte, ¿sabes? Fui por todas las tiendas del Callejón Diagon, y de pronto, en una de las más pequeñas, lo encontré, y supe que debía ser para ti.—continuó ante la mirada extrañada de Harry—No sé exactamente de qué época es, pero ese dibujo grabado es una runa. Tal vez para alguien más fuera sólo un pedazo de piedra, pero yo sé lo que significa.

Harry recordó de inmediato lo mucho que le gustaba a Hermione el estudio de las runas; más de una vez la había visto saltar, emocionada, al encontrar algún texto antiguo para traducir.

—Esta es especial, se llama “Wird”, y es una de mis favoritas. No sólo protege a quien la lleva, sino que tiene un significado más amplio. Esta runa representa el poder del destino, y, como lo que debe ser, pasará de algún modo, aunque siempre tengamos la opción de cambiarlo, de empezar nuevamente cada etapa de nuestra vida; es un poco confuso, pero me gusta—comentó ella, con la mirada fija en el dije.

El muchacho la escuchó asombrado; nunca hubiera imaginado que un solo símbolo pudiera significar tanto. Y eso acerca de empezar, de un nuevo inicio; no podría pensar en nada más apropiado para lo que le pasaba en este momento, y Hermione lo sabía, ella siempre lo sabía.

Con un movimiento seguro, se ató el colgante al cuello, y lo miró satisfecho.

—¿De verdad vas a usarlo?—Hermione sonrió, muy feliz.

—Claro, si está muy bien, y hasta va a protegerme, eso no viene nada mal; además, se ve bien, no es como esa cosa que le regaló Lavander a Ron en sexto, ¿te acuerdas?—se rió el chico.

—No me lo recuerdes—la joven fingió un escalofrío.

Harry tomó el último paquete, algo inseguro, por la forma en que lo sostenía, y se lo tendió a la muchacha.

—No fui buscando de tienda en tienda como tú; la verdad es que ni siquiera lo he comprado, pero quería que lo tuvieras—confesó, un poco apenado.

Hermione desenvolvió el paquete, encontrándose con una pequeña caja, y al abrirla, sonrió encantada.

Dentro, sobre un paño, descansaba una sencilla pulsera de plata con pequeñas esmeraldas engarzadas.

—Era de mi mamá—mencionó Harry, casi susurrando—Cuando fui a Gringotts para buscar algo de dinero, se me ocurrió dar una mirada entre las cosas que están guardadas en algunos baúles, y la encontré.

—Ay, Harry…—la chica le puso una mano libre sobre el brazo, dándole un apretón cariñoso.

—Estoy bien, en serio, nunca me di tiempo para hacerlo, y me alegra, o no habría encontrado esto—le aseguró—Estaba en esta caja, y me gustó mucho, así que la tomé y se la mostré a Moody; ya sabes, él conoció a mis padres, y pensé que quizá la había visto alguna vez.

—¿Y lo hizo?—preguntó ella con curiosidad, acariciando la pulsera.

—Sí, aunque él no acostumbra fijarse mucho en esas cosas, como me dijo—medio sonrió el muchacho—pero recuerda que mi padre se la dio a mi madre justamente aquí, cuando era el Cuartel de la Orden, y que Sirius se burló mucho porque le dijo que era… ¿Cómo dijo Moody? “tan bellas como tus ojos”, o algo así.

Hermione se quedó mirando el brazalete, sin dejar de sonreír.

—¿Me ayudas a ponérmelo?—le pidió.

Él se apresuró a hacerlo, y luego tomó su mano.

—Te queda bien—sonrió.

—Muchas gracias, Harry, significa mucho para mí, y es un honor llevar algo que fue de tu madre—lo abrazó.

—A ella le encantaría que lo tuvieras, lo sé—aseguró, muy convencido.

Luego de eso, tomaron un rápido desayuno con Kreacher, al que debieron convencer para que se sentara a la mesa con ellos, y tras pasar la mañana conversando, y darle un obsequio al elfo, que agradeció conmovido, salieron para el Cuartel de los aurores, ya que no sólo iban a cenar, sino que también querían ayudar en lo que fuera necesario, como Travis había tenido la amabilidad de casi ordenarles.

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Laria llegó al cuartel a media tarde, con los nervios más alterados que de costumbre, y un humor terrible. No volvería a poner un pie fuera de esa casa, hasta que las fiestas pasaran. Toda la gente parecía ir corriendo, como si el mundo fuera a acabar.

En momentos como ese, extrañaba más que nunca la tranquilidad de su hogar, en las afueras de Atenas; el mar siempre le ayudaba a calmarse, y tenía la suerte de ocupar una casa muy cerca. Aquí, en cambio, el ruido era constante, y eso la volvía loca.

Apenas alcanzó a dejar el abrigo en el recibidor, cuando se encontró con la mirada de Moody, que le hizo señas para que se acercara a un rincón bajo la escalera. Miró alrededor, y al no ver a nadie más, fue hacia él.

—¿Dónde estabas?—preguntó el viejo en un susurro.

—Tenía algo que hacer—replicó la bruja en el mismo tono.

El auror arrugó su mutilada nariz, refrenando las ganas de indagar más; si fuera un asunto relacionado con su misión, ella se lo habría dicho.

—¿Dónde están los otros?—inquirió Laria a su vez.

—Potter y Granger acaban de llegar, están ayudando a Taylor en la cocina; Kim, lo mismo que tú, salió, pero dijo que volvería a tiempo para la cena—indicó Moody—Hace días que quiero preguntarte algo.

—¿Qué?—Laria se encogió de hombros, mirándolo con cierta desconfianza.

Moody movió su ojo mágico por todos lados, aún dentro de su cabeza, para asegurarse de que nadie pudiera oírlos.

—Necesito saber si Rookwood no te ha dicho nada. Aún un mortífago idiota como él debió darse cuenta de que no fue Veritaserum lo que le diste—mencionó.

Laria resopló, disgustada, mirando nuevamente sobre su hombro antes de contestar.

—Sólo han pasado unos días, y apenas si entro a dejarle algo de comer, además de que lo mantenemos vendado. Sé también que no le ha dicho nada a Kim o Travis, cuando alguno de ellos me cubre, o ya estaría enterada—le hizo ver ella—Tal vez es aún más inútil de lo que crees y se contenta con estar vivo.

—Bien, asegúrate de que continúe así. A cualquier costo—ordenó más que pidió el viejo.

Laria se acercó aún más, apenas moviendo los labios.

—¿Vamos a continuar con esto, Alastor?—preguntó con tono angustiado—Debe haber otro modo, las cosas pueden salir muy mal, los estamos traicionando…

—¡Ya te lo dije!—la cortó con brusquedad el auror, bajando la voz de inmediato—Ellos no lo saben ahora, pero lo hacemos por su bien. Se necesita a gente como tú y yo para acabar con el mal de raíz, muchacha, no me hagas pensar que cometí un error contigo.

La bruja retomó su expresión impasible, alzando la barbilla inconcientemente.

—Por supuesto que no, seguiré ayudando—le aseguró.

—Bien—asintió el mago—Ve con los otros, todos necesitamos descansar un poco, pero mantente alerta; estaré en la biblioteca.

Laria lo observó cojear, apoyado en su bastón, y una mezcla de frustración e ira se dibujó en sus facciones.

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—Travis, ¿estás seguro de que has preparado un pavo antes? ¿Y a lo muggle?—Harry veía al auror con inquietud.

—Vamos, Harry, confía en mí; he visto a mi madre hacerlo desde que recuerdo, mira como Hermione no duda—el rubio hizo un gesto despreocupado.

Hermione tuvo que fingir un suave ataque de voz, para enmascarar la risa. Vaya que dudaba, pero no creía que pudiera pasar algo tan terrible, así que continuó encargándose del pudín.

—Creo que Potter quiere saber si puede comerlo sin morir envenenado—Laria entró a la cocina, dando una mirada alrededor.

Harry y Hermione la vieron con precaución, nunca sabían con qué podría salir. Travis, en tanto, la miró con el ceño fruncido, dándole la espalda.

—¿Qué te parece si lo pruebas primero y así nos enteramos?—rumió, variando la temperatura del horno con la varita.

—¡Travis!—Hermione lo reprendió.

—¿Qué? Es sólo una idea—el rubio se encogió de hombros, al tiempo que giraba a mirarlos.

Los más jóvenes se miraron entre sí, casi listos para una explosión de parte de la bruja, pero ella no hizo más que sacudir la cabeza.

—Necesito hablar contigo un momento, ¿pueden encargarse ustedes?—les preguntó a los chicos.

—Seguro—Hermione contestó de inmediato por ambos.

Harry asintió, apoyándola, y le hizo un gesto a Travis para que fuera con Laria, aunque el otro no parecía ir de muy buena gana.

Una vez fuera, y cruzado de brazos, sin cambiar su mala cara, Travis vio como la bruja se dirigía al salón, y cogía un paquete del aparador.

—Toma—le dijo.

Travis miró la caja desde todos los ángulos, sin tocarla.

—¿Explotará si la abro?—preguntó desconfiado.

—No presiones—una mirada fría fue más que suficiente para intimidarlo.

El rubio suspiró, y tomando el paquete, lo desenvolvió, dejando caer sobre el piso los restos de papel.

Sonrió asombrado al encontrarse con una pequeña réplica del Santa Claus que la bruja arruinara.

—No sabía que el otro fuera de tu madre, lo lamento; hazle llegar mis disculpas en cuanto la veas, por favor—le dijo ella, muy seria, mientras lo veía darle vueltas al muñeco—No pude encontrar uno del mismo tamaño; estaban agotados, o eso dijo la mujer de la tienda.

—¿Dónde lo conseguiste?—Travis miraba el juguete sin dejar de sonreír.

—En un Centro Comercial, por supuesto, no venden cosas como esta en el Callejón Diagon—mencionó ella, un poco exasperada.

—¿Entraste a un Centro Comercial? ¿En serio?—soltó una carcajada sólo de imaginarlo.

Laria arrugó la nariz; sólo de recordar a ese gentío, empezaba a temblar.

—Era lo justo, debí hacerlo. Kim tenía razón; fui impulsiva, y destruí algo muy importante para ti. Tal vez esto no sea suficiente, pero es lo mejor que pude conseguir—le dijo, muy honesta.

Travis, sin dejar de sonreír, dejó el muñeco sobre la chimenea, y se acercó a la bruja para envolverla en un fuerte abrazo, que la tomó desprevenida.

—Gracias, Laria, con una disculpa hubiera bastado—dijo, ignorando su rigidez—Feliz Navidad.

Laria empezó a mover los brazos, no muy segura de qué hacer, apenas dándole torpes golpecitos en la espalda.

—Sí, si, Feliz Navidad para ti también—replicó, para agregar con rapidez—Ahora suéltame, o te echo un Avada.

El rubio hizo lo que le pedía, muy contento, y dirigiéndole una cálida mirada.

—Y pensar que iba a ponerle salsa picante a tu pavo—confesó entre risas.

La bruja lo miró, entrecerrando los ojos, lista para empezar una nueva discusión, pero la llegada de Kim la detuvo.

—No empezarán a discutir, ¿verdad?—el auror miró de uno a otro.

—Tranquilo, Kim, ya casi somos amigos—sonrió el rubio, ignorando la mirada ceñuda de Laria—¿Dónde estabas? Es de mala educación llegar sólo a comer.

—Debí recoger unas cosas—replicó su compañero sin alterarse.

—¿Qué cosas?—el auror empezó a mirarlo de arriba abajo para ver si llevaba algo.

Kim suspiró, y sacó la varita, haciendo aparecer un par de pequeñas cajas en su mano.

—Esto es para ti, Laria, felices fiestas—dijo, extendiéndole una.

La bruja lo vio, sorprendida por el gesto. No esperaba un obsequio de nadie, y menos de Kim, que ni siquiera acostumbraba celebrar la Navidad.

—¿El otro es para mi?—Travis lo miró, entusiasmado.

—En mi país no acostumbramos hacerles obsequios a otros hombres, Travis, así que sólo traje algo para las damas—le explicó su amigo.

—¿Entonces no es para mi?—el rubio pareció defraudado.

—¿Eres acaso una dama?—contestó el otro, un poco burlón—¿Ha llegado ya Hermione?

—Está en la cocina, con Potter, te acompaño—Laria iba desenvolviendo el paquete mientras caminaba.

Travis fue con ellos, rumiando algo acerca del machismo oriental, y si podría devolver las cajas de chocolates que había comprado.

Hermione recibió también su obsequio, muy agradecida, y le hizo un discreto gesto a Harry para que dejara de mirar a Kim de mala manera.

Las brujas vieron encantadas que les había dado similares alfileres para el cabello, obviamente orientales, con diseños muy delicados.

De inmediato, empezaron a comentar cómo podrían llevarlos, comparando los dibujos.

—Mujeres—suspiró Travis, desconcertado—apenas si se decían dos palabras, y ahora mírenlas.

Los otros lo ignoraron, ocupados en ver si la comida estaba ya lista, y preparándose para servirla.

Una vez que llamaron a Moody, se repartieron las labores para llevar todo al comedor, que Travis había olvidado decorar, pero Laria se encargó de hacer aparecer una serie de adornos, que se enroscaron alrededor de la mesa, las sillas, y que hasta empezaron a flotar sobre ellos.

Kim se ofreció a llevar la comida levitando, ya que más de uno se inquietó al ver que Travis pretendía acercar las cacerolas sin magia. Harry y Hermione se las arreglaron para hacerle entender que con hacer la comida a lo muggle ya era bastante; no era necesario causar un accidente por su terquedad.

La cena transcurrió muy tranquila; aún Kim y Laria dejaron de lado su parquedad habitual, comentando que era la primera vez que celebraban la Navidad.

—No puede ser, aún los magos la celebran, lo sé; tal vez no como los muggles, pero…—Travis hizo una pausa, mientras se llevaba un trozo de pudín a la boca; había arrasado con su ración de pavo y puré.

—En mi país es cada vez más común festejarlo, cierto, pero nunca fue costumbre en casa—explicó Kim.

—Tampoco en la mía, pero nunca me molestó; ni siquiera llamó alguna vez mi atención—reconoció Laria.

—¿Quieren decir que nunca habían recibido un obsequio en Navidad? ¿Ni siquiera un par de calcetines?—preguntó Harry, pensando que visto desde ese lado, los Dursley casi parecían agradables.

Kim y Laria intercambiaron una mirada extrañada, confundidos de que su confesión causara tanta curiosidad.

—Lo que ocurre es que estos dos vienen de familias muy antiguas; y además, apegadas a las tradiciones de los magos—intervino Moody.

—Ya, pero dejar a un niño sin regalos en la mañana de Navidad…—Travis rodó los ojos, no muy convencido de su argumento.

—Las personas no extrañan lo que no conocen, Travis, eso es todo—Kim se encogió de hombros.

El rubio estuvo tentado a discutir esa afirmación, pero prefirió morderse la lengua, al menos por una noche, y continuar la charla.

Entre otras cosas, descubrieron con sorpresa que todos eran hijos únicos, incluido Moody, por supuesto; y que salvo en el caso de Hermione y Travis, los demás habían perdido a sus padres, si bien no trataron mucho el tema.

Apenas terminaron de cenar, y luego de recoger la mesa, llevaron el café al salón, en tanto Moody iba a buscar una vieja botella de whisky de fuego que tenía escondida en la biblioteca.

Iban por su segunda taza de café, cuando Travis lanzó una exclamación de disgusto.

—¿Qué pasa?—le preguntó Harry.

—Odio decirlo, pero creo que deberíamos llevarle algo de comer al mortífago; me parece que nadie le ha dado nada desde el desayuno—recordó él, haciendo una mueca.

—Yo lo haré—se ofreció Laria de inmediato.

—No, iré yo, aún no has terminado tu bebida—se apresuró Hermione a adelantarse.

—¿Estarás bien?—Harry hizo el amago de incorporarse también.

—No te preocupes, Harry, ese tipo no podría hacerle daño a nadie—Travis lo calmó—Sólo no le quites los grilletes, puede comer con ellos.

Hermione corrió fuera de la habitación, y tras llenar una bandeja, subió hasta el ático, cuidándose de retirar lo hechizos de protección para lograr entrar, pero manteniendo la varita en alto.

Una vez dentro, dejó la comida en una pequeña mesa, e hizo que levitara hasta quedar frente al prisionero, que apenas sintió su presencia, empezó a mover la cabeza de un lado a otro, olfateando el aire.

—Voy a darle algo de comida, desataré su mordaza y quitaré la venda, pero deberá arreglárselas para comer, ¿de acuerdo?—con un rápido movimiento de varita fue haciendo lo que decía.

El mortífago pestañeó, enfocando con dificultad, acostumbrándose a la luz, y tosió para aclarar su garganta. Su cuerpo se mantuvo firmemente atado a la silla, con los pies bien unidos por un grillete, lo mismo que sus manos.

Hermione procuró mantener la vista fija en la pared, haciendo lo posible por ignorar el desagradable sonido que hacía al sorber el agua.

—Te conozco—la rasposa voz se dirigió a ella, luego de engullir un trozo de pan.

La chica no respondió, ni movió un solo músculo.

—Eres la amiguita de Potter—continuó el brujo—Has crecido.

Hermione no pudo evitar dirigirle una mirada asqueada.

—¿También estás con esta gente? ¡Idiotas! Como si encerrándome fueran a detener lo que vendrá—casi escupió, despectivo.

—Lo haremos—la chica lo vio desafiante, pero el otro le respondió con una risa burlona.

—¿Eso crees? Ya lo veremos, sangre sucia—dijo.

Hermione iba a preguntar el porqué se sentía tan seguro, pero la puerta se abrió, y al girar a ver, se encontró con el rostro adusto de Laria.

—Están preocupados por ti abajo, Hermione; ve tranquila, yo me encargo—le dijo.

—¿Segura?—la chica dudó.

—Oh, sí. Sé como tratar con esta escoria, ¿no es verdad, mortífago?—le dirigió una mirada altanera.

El brujo la miró a su vez, con expresión calculadora, pero sin decir una palabra.

—¿Lo ves? Baja ya, o vendrán a buscarnos a ambas, diles que todo está bien—insistió a la muchacha.

Hermione, tras titubear un momento, asintió, y tras hacerle un gesto de despedida, sin ver al mortífago, dejó la habitación.

Apenas estuvo segura de que sus pasos se perdían escaleras abajo, Laria levantó la varita para asegurar la puerta, e insonorizar el lugar.

—¿Miedo de que sepan los tuyos que eres una traidora?—se burló el otro.

La bruja se acercó un par de pasos, y tras hacer a un lado la mesa con comida, colocó la varita justo sobre el pecho del hombre.

—Tú y yo tenemos algunas cosas que dejar en claro—le dijo con tono ominoso.