viernes, 25 de junio de 2010

DESTINO: CAPITULO 16




Disclaimer: Todos los lugares y personajes conocidos pertenecen a J. K. Rowling. Lo demás, es fruto de mi afiebradísima imaginación.

././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././

Ron llegó sin darse mucha prisa al Cuartel de los Aurores. No sólo le molestaba tener que pasar horas revisando folios, sino que la situación en casa iba a hacer que empezara a dar de gritos. Y no era que acostumbrara contenerse, pero esto lo sobrepasaba.

Todo el asunto de Harry y Hermione lo confundía, y era mucho más simple mostrarse agresivo, o distante con lo que no lograba entender del todo.

En realidad, no podía decir que le parecía increíble la situación en sí. De alguna manera, siempre le extrañó no ver algo más entre ellos. Tal vez no fuera el tipo más observador del mundo, pero no estaba ciego.

Durante sus primeros años en Hogwarts, creyó que terminarían juntos, aunque nunca se atreviera siquiera a comentarlo, especialmente cuando descubrió que sentía por Hermione algo más que amistad. Así que cuando se atrevió a hablar con ella, y Harry empezó a salir con su hermana, olvidó el asunto.

Y aún después del fiasco del noviazgo, que dieron por terminado al coincidir en que les iba mejor como amigos, Harry continuaba con Ginny, y todo parecía ir bien. Bueno, debía buscarse una nueva novia, pero aparte de eso, no tenían más problemas.

Pero de un momento a otro, ocurrió. Por más que le molestara, no había nada que pudiera hacer.

Tal vez en otras circunstancias no le disgustara tanto, salvo la idea de ver a su mejor amigo con su ex novia, que además era también su otra mejor amiga. Pero no se trataba sólo de eso; su familia también se vería afectada, y mucho.

Seguro que Ginny no iba a tomárselo muy bien, y no quería ni pensar en cómo se pondría su madre. Algo le decía que iba a verse en la disyuntiva de elegir un bando, y la idea no le gustaba para nada.

Quería a Harry y Hermione como a dos hermanos más, pero su familia era muy importante para él. Tremendo enredo en el que se habían metido.

No ayudó a mejorar su mal humor, el encontrarse a Travis en la puerta de la casa. Debió aguantar una de sus bromas, que le recordaban tanto a las de los gemelos, antes de que le mencionara que iría por Harry para seguir la posible pista de un mortífago.

Ron suspiró aliviado al verlo partir, y se encaminó a la biblioteca, para buscar a Laria.

Acababa de llegar a la puerta cuando unas voces alteradas lo hicieron detenerse por instinto, pegándose a la pared, y aguzando el oído.

Reconoció a los que discutían de inmediato, pero no quiso intervenir; lo que oía le pareció muy extraño.

—¡No podemos continuar con esto, Alastor, es muy peligroso! ¡No sabíamos de quién se trataba! Todo ha cambiado—una Laria muy tajante hablaba acalorada.

—No permitas que el miedo te gane, Laria, eres más valiente que eso. Los planes siguen—la voz de Moody parecía tan calmada y gruñona como de costumbre.

—Estás equivocado, Alastor, esto no se trata de temer o no. Es demasiado para nosotros, tienes que entenderlo—a Ron le pareció increíble detectar un suave tono de súplica en la normalmente arrogante bruja.

—¡No digas tonterías! Demasiado para nosotros—repitió el auror con desprecio—.Ya lo he dicho, puedes continuar, o dejarlo, nadie te obliga, pero yo seguiré hasta el final.

Ron se inclinó un poco más para oír mejor, frunciendo el ceño por el súbito silencio, hasta que el sonido de una silla arrastrándose casi lo hace brincar.

—Piénsalo con tranquilidad, muchacha, sabes que es lo correcto—Moody había cambiado su tono a uno más conciliador.

—Pero con lo que sabemos ahora…—Laria se oía vacilante.

—Tendremos tiempo para prepararnos, no te preocupes, mantén la confianza—el auror habló con suavidad—.Al final habrá valido la pena.

—¿Y si alguien más es…?—la bruja cortó su frase de improviso.

Ron no pudo ver lo que ocurría dentro de la habitación, pero escuchó con dificultad algo que debió ser el bastón de Moody al arrastrarse.

—Siempre he pensado que tus padres son muy correctos, Weasley, ¿no te enseñaron que es de mala educación andar espiando?—el tono seco del auror esta vez si consiguió que diera un salto.

Al pelirrojo no le quedó otra alternativa que dejar su escondite y asomarse a la puerta con la sonrisa más inocente que pudo esbozar.

—Hola—saludó, para agregar de inmediato—¿Cómo dices eso, Moody? No espiaba, acabo de llegar. Travis me abrió antes de irse. Venía a buscar a Laria para revisar esos pergaminos.

El viejo y la mujer le dirigieron una mirada inquisitiva, e igual de desconfiada, calibrando la veracidad de sus palabras.

Moody bufó, aún escéptico, y observó al muchacho fijamente; pero Ron no desvió la mirada, procurando parecer tan normal como le era posible.

—Bueno, me voy—indicó con otra mirada recelosa—Kingsley y yo tenemos algunos asuntos que tratar. Ustedes pueden seguir con lo suyo.

Sin otra palabra, y dándoles la espalda, caminó fuera de la biblioteca, cerrando la puerta tras de sí.

Ron se quedó un momento en su lugar, mientras veía a Laria dirigirse a un estante para tomar algunos pergaminos, y con ellos en brazos, sentarse frente a la mesa circular, evitando deliberadamente su mirada.

Después de unos minutos, tras desenrollar uno de los folios, y pareciendo muy concentrada en su lectura, habló al fin.

—Siéntate, Weasley. Encontré unos nuevos datos que podrían sernos de utilidad—su tono frío había vuelto.

El muchacho suspiró inseguro, dudando de si sería buena idea preguntarle acerca de lo que alcanzó a escuchar, pero habría resultado muy tonto, si acababa de negar que estuviera espiando. Así que ocupó el lugar junto a la bruja, y tomó otro pergamino para empezar a leer.

././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././

La casa de Grimmauld Place podía resultar muy opresora cuando una persona se encontraba allí a solas.

Hermione lo sentía ahora mismo, mientras hacía lo posible por concentrarse en los libros que llevó al salón para ayudar con la investigación.

Ron había dejado la casa muy temprano para ir al cuartel de los aurores, y apenas si se despidió de ella y Harry. Al parecer, iban a tardar algún tiempo en volver a la normalidad, si es que ocurría, por supuesto.

Una vez que ambos se quedaron a solas, un pesado silencio se instaló entre ellos; y si era sincera, en gran medida se debía a su propia decisión. Desde la noche en que llegara la carta de Ginny, evitaba a Harry con sumo cuidado. Sabía que era injusta, que nada era culpa suya, pero se sentía muy asustada, como si todo lo que temiera empezara a hacerse realidad.

Harry, en cambio, pareció tomar las cosas con más calma, y hacía lo posible por buscarla y hablar con ella, sin éxito.

Tan pronto como Travis llegó a buscarlo para ir a seguir la pista de un mortífago que había estado en contacto con Nott, según reportes del Ministerio, le dirigió una mirada llena de impotencia, y dejó la casa.

En teoría, debió sentirse aliviada al quedarse a solas, para pensar con tranquilidad, pero ocurría todo lo contrario. Quería ver a Harry, hablar con él, que estuviera a su lado. Parecía una contradicción ambulante; no había nada de lógica en el modo en el que actuaba, por asustada que estuviera.

Harta de darle vueltas a sus ideas, y de no encontrar un solo punto en todos los libros que pudieran servirle, fue a la cocina, y tras saludar a Kreacher con aprecio, se preparó un tazón de cereales. Ni siquiera había deseado desayunar por la mañana.

Si al menos hubiera podido acompañar a Kim en su viaje, suponía que eso le habría servido de distracción. Pero el auror se negó tajantemente a que fuera con él; en su opinión el asunto que debía tratar era demasiado delicado para llevar compañía. Aún no estaba segura de qué asunto era ese, pero sin importar cuánto insistió, no logró que cambiara de opinión.

Ahora se sentía inútil, triste, y de mal humor. Nada que pudiera ayudar, ni a ella misma, ni a sus compañeros.

El sonido del timbre la sacó de su abstracción, haciendo que frunciera el ceño. ¿Quién podría ser? No acostumbraban recibir visitas.

Se encaminó al vestíbulo, y tras sacar la varita como precaución, abrió la puerta con mucho cuidado.

No pudo evitar dar un pequeño paso hacia atrás, abriendo los ojos al máximo, al ver a quien la saludaba con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Hermione! Por Merlín, parece que hubieran pasado años en lugar de meses—Ginny le dio un fuerte saludo que casi la hace trastabillar.

La chica estaba demasiado sorprendida como para hablar, y correspondió el gesto con manos temblorosas, respirando aliviada al liberarse del agarre.

Antes de darse cuenta, la pelirroja ya estaba dentro del salón, y no le quedó más remedio que seguirla, enderezando los hombros y aspirando con fuerza.

—Debería estar molesta porque ninguno de ustedes fue a esperarme a la estación, pero papá dice que han estado muy misteriosos últimamente. ¿Qué ha pasado, Hermione? ¿Dónde está Harry?—Ginny hacía sus preguntas con una sonrisa amistosa, instándola a responder.

Hermione le sonrió de vuelta, ahogando un suspiro. Como pocas veces le ocurría, no tenía idea de lo que iba a decir.

./././././././././././././././././././././/./././/./././././/./././././/././././././././././././././././/.

—¿Estás seguro de que este es el lugar?—Harry observó a Travis, que se estiraba para bostezar con poca discreción.

—Lo siento, casi no dormí anoche—se disculpó el auror—Y sí, este es el lugar, Harry, muchacho de poca fe. He vigilado por semanas, estoy seguro. Rowle se esconde aquí.

Estaban en un pequeño poblado, a las afueras de Bristol. El lugar era muy animado, con niños jugando en las puertas de las casas, y sus madres conversando en las calles. Obviamente, era un pueblo habitado por brujos.

—En ese caso, ¿no deberíamos ser más cuidadosos? Rowle me conoce, y si me ve, saldrá corriendo, o nos atacará delante de todas estas personas—le hizo ver Harry, sin ocultar su confusión, por lo que consideraba un descuido de parte del auror.

—¿Tengo que llamarte muchacho de poca fe nuevamente?—Travis rió entre dientes—Ya he estudiado sus movimientos, y simplemente no sale. Vive recluido en una casucha, allí en la zona más apartada. No quiero ni pensar en cómo se las arregla con la comida.

—¿Y dices que Nott vino a verlo?—Harry se relajó, más tranquilo.

Travis asintió, reprimiendo un nuevo bostezo. Se acomodó mejor la capucha, y le hizo un gesto a Harry para que hiciera lo mismo; podían andar con cierta libertad, pero lo último que necesitaban era que se acercara alguien para pedirle un autógrafo al “niño que vivió”.

—¿Crees que sea casualidad el que haya escogido vivir tan cerca de Selwyn y Travers? Porque Kim dice que también se esconden en Bristol—el muchacho veía a lo lejos, concentrado.

—No, para nada. Por lo que sé de los mortífagos, esos no dejan nada al azar—el rubio negó con un movimiento enérgico—Aunque tampoco es que se junten los fines de semana a jugar naipes, ya sabes. Kim vio a Selwyn y Travers reunirse sólo porque Nott se los ordenó; tal vez Rowle se queda aquí por el mismo motivo.

—Esto tiene algo que ver con La Noche de Walpurgis, ¿verdad?—preguntó con suspicacia.

—Harry, últimamente todo tiene que ver con esa bendita noche—le recordó Travis—Como tal vez sepas, para llevar a cabo el ritual se necesitan al menos doce magos, y por lo que suponemos, Nott se está encargando de reclutar. Ayudó a Jugson y Mulciber a escapar en nuestras narices, ha recurrido a Malfoy, se reunió con Selwyn y Travers, y visitó recientemente a Rowle. No hay nada de casualidad en esos actos.

El muchacho asintió, comprendiendo de inmediato. Por supuesto. Habían estado tan enfrascados pensando en la identidad de los secuestrados, y a quién querrían los Nott invocar, que olvidaron ese detalle tan importante. Ellos necesitaban cierto número de brujos para realizar el ritual, y considerando que muchos mortífagos estaban muertos, o apresados, les resultaría difícil completar el grupo que les hacía falta.

—Lo que no comprendo es porqué no los detenemos de una vez. La idea de Moody de esperar a que sus planes sean más concretos para entonces atacar, la verdad, me parece un poco peligroso—reconoció el muchacho.

—Estoy en parte de acuerdo, pero tenemos que cumplir órdenes. Además, por mucho que me desespere el viejo, reconozco que tiene más experiencia con estas cosas, y seguro sabe lo que hace; hasta su Ministro está de acuerdo, ya lo sabes—Travis se recostó sobre una valla, frotándose los ojos con desgana.

Harry continuó de pie, mirando la casa en la lejanía que el auror le había señalado como el escondite de Rowle. No podía discutir lo último que había dicho, pero le inquietaba no hacer nada, salvo esperar. Si sus suposiciones eran correctas, en cualquier momento podría haber un nuevo secuestro.

Además, estaba lo de Hermione. Necesitaba hablar con ella, y ya había decidido hacerlo, cuando Travis llegó para pedirle que le acompañara en esta misión. Desde luego, no podía negarse, y tuvo que partir, sin despedirse siquiera.

Sabía que ella se sentía culpable y preocupada, aún más desde que recibiera la carta de Ginny, y lo comprendía, a él le pasaba lo mismo. Pero debía entender que su vida no iba a girar en torno a lo que ocurriera con Ginny, por egoísta que pareciera. Simplemente, no era justo, ¿en dónde quedaban ellos?

Le prometió que hablaría con ella, y eso iba a hacer. Si estaba en lo correcto, el tren debió llegar esa mañana temprano. Decidió esperar a que fueran sus padres a recogerla a la estación, e ir al día siguiente a la casa de los Weasley para buscar una oportunidad de conversar. Confiaba en que entendiera.

Y los hipogrifos eran tiernas criaturas que te daban la pata a la primera mirada, se dijo con una mueca torcida. No iba a entenderlo con facilidad. De por sí, la idea de que su novio terminara con ella de buenas a primeras no debía de ser nada agradable; si le decía el motivo, seguro que no le hablaría nunca más.

Y aunque le apenaba eso, suponía que podría soportarlo. Era Hermione quien le preocupaba; ella, con su compasión, preocupándose siempre por los demás, seguro que le afectaría mucho más.

¿Podrían las cosas ir peor?

—Oye, Harry, ¿cuándo tú y Hermione formalizan lo suyo? Al paso que vas, no quiero asustarte, pero podrían ganarte la mano—Travis parecía aburrido, y retomaba uno de sus temas preferidos.

Por supuesto que las cosas podían ir peor.

El muchacho aspiró con fuerza, aflojando los músculos, que se habían tensado por permanecer de pie con tanta rigidez.

—Y no estoy siendo metiche, antes de que empieces—se apresuró a añadir el auror—Sólo es una observación, y la hago porque sé cuánto la quieres. Créeme, no es buena idea confiarse, sé porqué te lo digo.

—Travis…—Harry empezó a hablar con tono ominoso.

—No estoy preguntando nada, sólo te doy un consejo—comentó el rubio.

—Es curioso, porque no recuerdo habértelo pedido—replicó el muchacho con sarcasmo.

—Pero lo hago de cualquier modo—insistió el otro, ignorando el malestar de Harry—No te diré porqué, pero tengo mis motivos para pensar que alguien más podría estar interesado en ella, y si no haces algo para dejar las cosas claras, podrías verte en problemas. Eso es todo, y no hablaré más al respecto.

—¿Qué has querido decir con eso?—el muchacho lo miró, inquieto.

Travis se cruzó de brazos, mirando al frente, y mantuvo una expresión decidida.

—Mi madre dice que a buen entendedor, pocas palabras. Y en teoría, no eres tonto, así que puedes atar cabos y descubrirlo por ti mismo—el rubio no dijo más.

—Travis, ¿qué quisiste decir con eso?—inquirió de nuevo el muchacho, con los dientes apretados.

—Lo siento, Harry, no eres el único al que le debo lealtad—se limitó a contestar él.

—Travis…—Harry empezó a perder la paciencia.

El rubio le hizo un gesto, llamándolo a guardar silencio, y a cubrirse más el rostro, señalando a lo lejos.

Harry suspiró de mala gana, pero hizo lo que le pidió, sobresaltándose al ver cierto movimiento en la espesura, cerca de la casucha en la que le había indicado que vivía Rowle. Un hombre salió con paso receloso de la casa, mirando de un lado a otro, e internándose en un camino que lo alejaba aún más del pueblo.

—Pensé que no salía—mencionó Harry en voz baja.

—Tendrá un buen motivo para hacerlo ahora. Acompáñame—Travis se puso en camino, instando al muchacho a seguirlo, con una marcha lenta, para no llamar su atención.

Caminaron unos minutos, con mucho cuidado, deteniéndose por momentos, cuando creían que se acercaban demasiado al hombre, que Harry reconoció como Rowle, y se lo hizo saber a Travis con un murmullo.

El auror sacudió la cabeza en señal de afirmación, frunciendo también el ceño, por la extrañeza.

Cuando estaban a pocos metros de una pequeña montaña, escucharon voces, por lo que se escondieron tras un árbol, y con tanta precaución como les fue posible, se asomaron para ver con quién estaba hablando Rowle.

Theodore Nott parecía muy aburrido mientras escuchaba al mortífago deshacerse en explicaciones de porqué no había acudido a su primera llamada. De por si, no tenía mucha paciencia, pero el día no había sido particularmente bueno, y no tenía tampoco tiempo para estas tonterías.

—¡Ya cállate! ¿Qué me importa que tengas miedo? No es un misterio, siempre has sido un cobarde, no esperamos un gran acto de valentía de tu parte, somos un poco más realistas que eso—mencionó sarcástico.

Rowle se envaró, en apariencia ofendido por sus palabras, y se enfrentó a él con falso coraje.

—Estás pasando los límites, Nott, pequeño—habló con desprecio—¿Quién eres? Un peón de tu abuelo, y ni siquiera a él le temo. El Señor Oscuro siempre me tuvo en alta estima, ¿y ahora quieres que te trate como si valieras más que él?

El muchacho no pareció recibir las ofensas con buen ánimo. Recordarle su posición en lo referente a su abuelo lo ponía de muy mal humor.

—Voldemort era un idiota—le respondió, sonriendo por su exclamación de espanto—Tranquilo, no vendrá a matarte, ¿sabes porqué? Porque él mismo está muerto, grandísimo inútil, ¿no te enteraste?

Rowle empezó a farfullar algo que Harry y Travis no alcanzaron a oír desde su escondite.

—¿El más poderoso mago? No, tonto, ese era Dumbledore. Un poco ridículo el viejo, es verdad, pero era más grande que Voldemort, eso lo sabíamos todos. El problema es que los cobardes como tú jamás lo habrían reconocido en su presencia—mencionó con un encogimiento de hombros—¿Sabes cuál era su problema también? No estaban conscientes de sus limitaciones, porque las tenía, y quería ir más allá; ya sabes lo que ocurrió. Y nos arrastró con él, porque era débil, poca cosa. Jamás debieron seguir a un hombre, cuando tenían a una Diosa esperando por ustedes.

El mayor pareció encontrar cierta tranquilidad en esas afirmaciones, cambiando su tono ofendido, por uno más conciliador, y curioso.

—¿Entonces es verdad? Tu abuelo siempre lo decía, pero no creímos que fuera posible traerla de vuelta—reconoció con cierta desconfianza.

—No estamos jugando aquí, Rowle, y deberías considerarte agradecido. Pudimos ir por muchos otros, pero estás en la lista, ¿te imaginas un honor más grande? ¿Lo que ella te dará a cambio?—Nott sonó divertido.

Rowle empezó a jugar con sus manos, con ademán nervioso, mirando de un lado a otro, como si temiera ser atacado en cualquier momento.

—Si es verdad, lo haré—respondió en voz baja.

Nott lo miró con abierto desprecio, casi asqueado.

—No esperaba menos de ti—se limitó a contestar.

Harry giró a mirar a Travis, haciéndole señas para que intervinieran, pero el auror negó fervientemente con la cabeza. El muchacho, haciendo una mueca de frustración, retrocedió unos pasos, con la mala fortuna de pisar una rama seca, que hizo un ruido estrepitoso en el callado claro.

Rowle giró, asustado, y con la varita en alto. Nott, en cambio, mantuvo la calma, y con la varita también lista para el ataque, empezó a avanzar con mucho sigilo.

—Rowle, ¿y encuentras ofensivo que te llamen idiota?—dijo en voz alta, sin dejar de otear alrededor—¿Quién será? ¿Un auror, quizá?

Travis se golpeó la cabeza contra el tronco del árbol, muy molesto, pero sacó la varita, y le dirigió a Harry una mirada que decía claramente que ni se le ocurriera salir. Antes de que el muchacho pudiera discutir, el auror ya estaba fuera de su campo de visión, adelantándose para ir al encuentro de Nott.

—Hola. Bonito día, ¿verdad?—el rubio avanzaba con paso tranquilo.

Rowle subió el brazo, listo para el ataque, pero Nott se puso frente a él, sin quitar la mirada del auror que se acercaba.

—Ya sabes dónde ir, Rowle, muévete—ordenó con tono imperioso.

—Pero…—el brujo dudó.

—No te hagas el valiente ahora, sólo lárgate—insistió el muchacho, sin variar su expresión.

Al parecer, el mago no necesitó que se lo repitieran nuevamente, porque desapareció sin una palabra.

—Bonitas juntas—mencionó Travis.

—Es lo que hay, no puedo ser muy exigente—Nott negó con fingida resignación.

El rubio rió abiertamente, dando unos pasos a la derecha, midiendo a su oponente sin variar la mueca divertida.

—¿Cómo lo haremos? Ya sabes, ¿te mato o prefieres ir a Azkabán?—preguntó Travis.

Fue el turno de Nott de reír a carcajadas.

—¡Muy buena! Extrañaba un poco de sentido del humor en los aurores, siempre están muy tensos. No eres de por aquí, ¿verdad?—inquirió él a su vez, andando en pequeños círculos.

—Por aquí, por allá, es un poco relativo en este momento, ¿no crees?—respondió el otro—A menos que prefieras ir a tomar un té para conocernos mejor.

—Sólo preguntaba para saber a dónde enviar tus restos—Nott abandonó su mueca burlona.

—Qué considerado, jamás se me habría ocurrido—Travis se encogió de hombros—Tengo un horrible defecto, nunca me ha importado donde tiro la basura.

Esa última frase pareció terminar de enfurecer al muchacho, que con un ademán imperioso, levantó la varita.

—Ascendio—un rayo azul golpeó al auror desprevenido y lo levantó en el aire, hasta arrojarlo contra una roca.

Travis se recuperó rápidamente, regañándose mentalmente por su distracción, y con un ligero esfuerzo corrió hasta la izquierda de Nott, levantando la varita en el acto.

—Deprimo—un hoyo se abrió a los pies del muchacho, que debió lanzarse a un lado, para no caer dentro.

Harry, desde su lugar tras el árbol, los veía luchar, y se debatía entre intervenir o no. Por lo que alcanzaba a ver, Travis era muy hábil, pero Nott no se quedaba atrás. ¿Cómo era posible que en Hogwarts nunca se dieran cuenta de su nivel? Sabía que el auror le ordenó que no se moviera para evitar exponerlo, no por un capricho personal, pero aún así le resultaba insoportable permanecer inmóvil. El problema era que si Nott lo veía, inmediatamente lo relacionaría con Hermione y Ron; entonces ellos estarían nuevamente en peligro. ¡Demonios! ¿Qué hacía?

—Cave Inimicum—en ese momento, Travis se protegía de un Crucio lanzado por Nott con un encantamiento escudo.

Tanto uno como otro parecían exhaustos, midiéndose con la varita en alto. Un gesto apreciativo se dibujó en la expresión del más joven.

—Un encantamiento escudo muy avanzado, estoy impresionado—resopló, sin aliento—Pero sabes que no detendría un Avada, ¿verdad?

—Estás más loco de lo que creí si piensas que te voy a dar tiempo para eso—Travis se limpió un hilillo de sangre del labio—Devasto.

Hasta Harry, que estaba a varios metros del claro, debió cubrirse por la explosión que provocó el hechizo. Apenas la nube de polvo se disipó, alcanzó a ver a Nott en el suelo, cogiéndose el hombro derecho, donde una rama pareció haberse incrustado. Travis, que se había cubierto tras una roca, avanzó unos pasos hacia su oponente.

—¿Suficiente? —el rubio mantuvo la varita alzada.

—Sólo por hoy. No te preocupes, lo retomaremos pronto—Nott se arrancó la rama del brazo con una mueca dolorosa, haciendo el amago de bajar la varita, para luego alzarla con un rápido movimiento y dirigirla hacia el auror—Everte Statum.

Travis sintió un fuerte golpe en el pecho que lo hizo trastabillar, confundiéndolo en el proceso.

Nott aprovechó la distracción para desaparecer, con una última mirada de odio al auror. Y en parte fue una suerte que lo hiciera en ese momento, porque Harry ya había empezado a correr hacia el claro, ignorando las advertencias de Travis. Tal vez Nott alcanzara a oír el grito del muchacho, pero hubiera resultado casi imposible que lo reconociera con la capucha cubriendo su rostro.

Tras mirar a su alrededor, frustrado y furioso consigo mismo, Harry se apresuró a ir donde el auror, que se frotaba la cabeza.

—¿Estás bien?—el muchacho lo ayudó a mantener el equilibrio—Te dio muy fuerte.

Travis respiró profundamente, negando con suavidad.

—He tenido resacas peores—le dijo.

Harry sonrió a su pesar, sacudiendo la cabeza. Vaya con este tipo.

—Mocoso del demonio, traidor—refunfuñó el rubio.

—Era de esperar, debí advertírtelo—Harry lo vio asentarse con más seguridad—Me extraña que no te lanzara un Avada.

—A mí no, está loco—negó Travis—Quiere volver a batirse conmigo, lo encontró muy divertido. Chiflado.

El muchacho se preocupó más aún, por el tono lúgubre del rubio. Estaba de acuerdo con él, sin duda. Por lo que alcanzó a ver, Nott tenía un nivel muy similar al de un auror experimentado.

—¿Qué hacemos ahora?—preguntó.

—Volvamos al Cuartel. Todos necesitan saber de esto tan pronto como sea posible. Recuerda que no sólo peleé con Nott, sino que también escapó Rowle. Están completando sus filas para la ceremonia de La Gran Noche—le recordó.

Harry asintió, y una mueca de fiereza apareció en su semblante. Se prometió que si volvía a estar cerca de Nott, no permanecería escondido.

Con una última mirada alrededor, y tras ponerse de acuerdo con un gesto, ambos desaparecieron, dejando el claro en ruinas.

././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././

Hermione llevó la bandeja al salón, con mucho cuidado de no derramar las tazas de té.

Había pasado los últimos veinte minutos hablando con Ginny de la escuela, el equipo de Quidditch, preguntando por todos sus conocidos. En fin, cualquier cosa para evitar la charla que la pelirroja estaba buscando, y de la que ella no podía escapar más.

Cuando llegó al salón, Ginny se apresuró a ayudarla, y con un gesto enérgico, hizo que se sentara en el sillón.

—Bueno, ¿qué está pasando?—le preguntó de pronto.

Hermione suspiró, sin ganas de dar más vueltas al asunto, pero no muy segura de cómo abordarlo. Al menos en lo que a ella y Harry se refería, habían acordado que sería él quien hablaría con Ginny.

—Tenemos algunos problemas, nada muy grave, ya casi está controlado—le dijo, pensando para sí que la Noche de Walpurgis era cualquier cosa, menos un pequeño problema—Lo siento, Ginny, pero no puedo decirte nada más.

La pelirroja miró a su amiga con desconfianza, estudiando sus facciones. La conocía bien, y estaba segura de que al menos en ese tema, no iba a poder sacarle una palabra más; insistir habría sido un desperdicio de tiempo. Había algo que le preocupaba mucho más.

—Está bien, entiendo—asintió desganada—La verdad, Hermione, sé que puedo ser honesta contigo y decirte cualquier cosa. Si bien me preocupa lo que pueda estar ocurriendo, confío en Harry, y si es necesario me encantaría ayudar, lo saben. Pero ocurre algo que me inquieta, y creo que sabes de qué se trata.

La chica ahogó un suspiro. Por supuesto que lo sabía.

—Ginny, sé de qué hablas, pero es algo que tú y Harry deben discutir. No me siento cómoda…—no se le ocurría qué decir.

—Lo sé, pero eres la única persona con la que puedo hablar de esto. Por eso te escribí la carta, ¿recuerdas? Harry no está actuando como siempre, y no se trata sólo de lo que sea que esté pasando. Hay algo más, y nadie debe saberlo mejor que tú—insistió.

Hermione cogió su taza con un gesto nervioso, sin probar su contenido siquiera.

—Por favor, Ginny, no puedo hablar al respecto. Estoy segura de que Harry lo hará en cualquier momento; posiblemente vaya hoy o mañana a buscarte—qué horrible sensación la estaba embargando.

La pelirroja la miró, frunciendo el ceño, y dejando su taza sobre la mesilla.

—Entonces algo pasa, y lo sabes—sonó acusadora—Hermione, tienes que decírmelo, eres mi amiga. Por favor.

—Ginny, lo juro, no puedo—le rogó—Harry hablará contigo pronto, sólo tienes que esperar un poco.

Su amiga cambió su expresión molesta por una de desconcierto.

—¿Va a terminar conmigo?—inquirió con un hilo de voz.

Hermione aspiró tanto aire como pudo, y con un gran esfuerzo, extendió la mano para colocarla sobre la de su amiga.

—Por favor, sólo habla con él—insistió.

—Pero no entiendo—la pelirroja miraba al frente, juntando las cejas—¿Por qué?

—Ginny…—la joven no sabía qué más decir.

—¿Conoció a alguien más? ¿De eso se trata?—Ginny giró a mira a su amiga.

Hermione se puso de pie, sin poder soportar más su mirada, caminando alrededor del salón.

—Ustedes tienen que hablar—repitió.

Ginny se levantó también, molesta y herida por la falta de respuestas. Aún más, le dolía que Hermione no estuviera negando todos sus temores.

—¿Qué clase de amiga eres? Entiendo que está Harry de por medio, pero creí que yo era tu amiga también—la acusó.

—Y lo eres—la chica se apresuró a asegurárselo.

—Pues no lo pareces. Sino me dirías qué está pasando—replicó la otra, secándose una lágrima.

—No puedo. Por favor, Ginny, créeme. No puedo—no esperaba que se le quebrara la voz de ese modo, pero era demasiado.

La pelirroja la miró por un momento, parpadeando para observarla mejor. ¿Por qué estaba ella llorando también? ¿Qué pasaba?

Iba a preguntar, pero el sonido del timbre las distrajo. Hermione corrió de inmediato a la puerta, sin decir nada.

Suspiró aliviada al ver a Kim en el umbral, pero la tranquilidad no duró mucho. El auror parecía preocupado, si bien su expresión cambió a una más amable cuando la vio.

—¿Qué ha pasado?—se apresuró a preguntar.

—¿Estás bien?—inquirió él a su vez, fijándose en el rostro lloroso.

Hermione hizo un gesto de negación, y se pasó la mano por los ojos con un ademán brusco.

—¿Qué ha pasado?—insistió.

—Nos necesitan en el Cuartel. No estoy seguro de qué ha ocurrido, sólo recibí un mensaje de Laria—le indicó, señalando el anillo que llevaba.

La joven asintió, haciéndole un gesto para que esperara allí, y volvió al salón, donde Ginny seguía de pie, mirando los retratos sobre la chimenea.

—Ginny, necesito salir, lo siento—le dijo.

La pelirroja asintió en silencio, sin girar a mirarla.

—¿Puedo quedarme a esperar a Harry?—preguntó con voz fría.

—Por supuesto, es sólo que no sé cuánto tardará…—no estaba segura de si también él y Travis habían sido llamados al Cuartel.

—Esperaré—le dijo su amiga, sin parpadear.

—Está bien—aceptó la joven, suspirando—Te veré luego.

Al no obtener respuesta, hizo un amago de acercarse, pero lo pensó mejor y dio media vuelta, hacia la salida.

Kim la esperaba allí, cruzado de brazos, ignorando la nieve que empezaba a caer.

—Podemos irnos—anunció la joven, cerrando la puerta tras de sí.

El auror la miró con más seriedad de la acostumbrada, poniendo una mano sobre su hombro.

—¿Segura de que estás bien?—insistió.

—No, no lo estoy—negó la joven, para luego agregar con voz firme—Vamos.

Kim no preguntó más. Se limitó a darle un pequeño apretón y a dirigirle una sonrisa algo triste, antes de asentir.

Sin más que decir, desaparecieron en la niebla.

viernes, 11 de junio de 2010

DESTINO: CAPITULO 15

Disclaimer: Todos los lugares y personajes conocidos pertenecen a J. K. Rowling.

./././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././

Hermione apareció a las afueras de Malfoy Manor, y se escurrió entre unos arbustos, sentándose sobre el tocón de un árbol recién talado.

Confirmó la hora en su reloj. Apenas eran las tres, Kim tardaría al menos media hora más en llegar.

Salió temprano de la Academia, con la idea de pasar por la casa de Grimmauld Place, y hablar con los muchachos, pero cambió de opinión a último minuto. Lo mejor sería averiguar primero lo que Malfoy tenía para decir, y luego podría hablar del asunto con ellos.

Aún no superaba la impresión del mensaje enviado por Malfoy en la primera hora de clase. Apenas un par de líneas en las que le pedía ir urgentemente a su casa a media tarde. Lo que más le sorprendió fue que no hubo un solo insulto en toda la frase; en realidad, pareció un pedido casi civilizado.

Se comunicó de inmediato con Kim, tal como él le había indicado que hiciera, y ahora debía esperar su llegada para acercarse juntos a la entrada, y escuchar lo que Malfoy parecía estar tan ansioso por contar.

Aprovechó ese momento a solas para pensar en Harry, y una dulce sonrisa se dibujó en sus labios.

No podía creer todo lo ocurrido en los últimos días; por momentos, le parecía un extraño sueño.

Desde la noche en que Harry se quedara durmiendo con ella en su habitación, algo parecía haber cambiado. No se trataba sólo de las miradas disgustadas que les dirigía Ron cada vez que los veía juntos, y el cómo buscaba alguna excusa para desaparecer y dejarlos a solas. En realidad, esa actitud en particular era algo que le dolía mucho, y sabía que Harry sentía lo mismo; aunque se apresurara en decirle que no se preocupara, ya que su amigo iba a superar ese malestar muy pronto.

A veces, pensaba que era muy egoísta de su parte, pero le resultaba tan sencillo olvidar todo lo malo cuando Harry y ella estaban juntos. De alguna manera, habían llegado a un extraño equilibrio. Ninguno había puesto en palabras lo que sentían el uno por el otro, y mucho menos se les ocurría mencionar a Ginny, y lo cerca que estaban ya las vacaciones de Navidad, cuando Harry iría a hablar con ella.

Se contentaban con tomarse de la mano cuando nadie los veía, quedándose hasta muy tarde por las noches, conversando tal como siempre, sólo que ahora intercambiaban besos, a la par que reían como si estuvieran descubriendo algo nuevo para ellos, que nadie más conocía.

Debía reconocer que nunca sintió algo parecido. No que tuviera mucha experiencia, por supuesto, pero una parte de sí le decía que estaba ante algo completamente desconocido, grande, y tan maravilloso que hasta le inspiraba un poco de miedo. No que le temiera a Harry, claro que no, suponía que era ese sentimiento al que aún no podía ponerle un nombre lo que le asustaba.

Allí estaba de nuevo, como siempre. Al parecer no podía hacer nada sin analizarlo. Sacudió la cabeza, al tiempo que recordaba cómo nunca pensaba en esas cosas cuando estaba al lado de Harry; suponía que era algo bueno, y otra sonrisa le adornó el semblante al pensar en él.

Así la encontró Kim, al aparecer unos minutos después, a cierta distancia. Según se acercaba, su ceño fruncido se fue suavizando, y una mueca de divertida extrañeza afloró a sus labios. Cuando estuvo a unos pasos de la joven, dio una suave palmada, y estuvo a punto de soltar una nada común carcajada al verla saltar y empuñar la varita.

—Buenos reflejos, Hermione, pero resultaría más sensato permanecer alerta todo el tiempo, ¿no lo crees?—le preguntó a modo de saludo.

Hermione bajó la varita en cuanto lo vio, y lució avergonzada por su descuido.

—Lo siento mucho, Kim, estaba pensando en…bueno, sólo pensaba. —explicó aún más apenada.

—No te preocupes, era un consejo, no un regaño—se apresuró a aclarar con gesto amable—. ¿Y bien? El joven Malfoy parece ansioso por hablar con nosotros, según indicaste.

La chica suspiró aliviada por el cambio de tema.

—Sí, así es, o al menos, eso deduzco por lo que escribió en la nota—indicó—.No me he acercado, esperé a que llegaras.

Kim aprobó su acción con un ligero asentimiento, y le cedió el paso para acercarse a la mansión, tal como la última vez que estuvieron allí. De inmediato, como si los hubiera estado esperando, el mismo elfo que los recibiera entonces les salió al paso, y con señas nerviosas los guió hasta el interior de la casa.

Esta vez la criatura tomó un camino distinto, hasta llegar a un pequeño salón que parecía ser sólo usado por la familia.

Draco los esperaba allí, de pie, tan desdeñoso como siempre, sólo que esta vez no se encontraba solo. Su madre ocupaba un sillón, y veía a los visitantes con dureza.

Hermione sostuvo la mirada de Narcisa Malfoy con tranquilidad. Nunca le inspiró miedo, ahora que lo pensaba; a lo mucho le desagradó siempre esa actitud asqueada que asumía frente a personas que consideraba no eran iguales a ella. Pero en este momento, pareció observar un atisbo de angustia en sus ojos.

—Mi madre insiste en estar presente—indicó Draco, sin molestarse en saludar.

—Necesito explicarme de una manera apropiada—intervino la bruja.

—Pudiste decírmelo todo; yo se los habría explicado—su hijo no parecía muy contento de tenerla allí.

Kim se adelantó unos pasos e hizo una pequeña reverencia.

—Señora Malfoy, si puede decir algo que nos ayude a detener a los Nott, le estaremos muy agradecidos—señaló.

Narcisa pareció sorprendida por el respeto con el que se dirigió a ella, no era algo que esperase. Draco, en cambio, rodó los ojos y lanzó un bufido exasperado.

—¿Y usted quién es?—Narcisa miró de Kim a Hermione, alzando una ceja en gesto idéntico al de su hijo.

—Puede llamarme Kim, señora, pero me temo que eso es todo lo que puedo decir respecto a mi persona—el mago se disculpó con tono firme.

—Entiendo—la mujer se relajó tras una segunda mirada.

—Pues yo no—intervino Draco de mal talante—.No entiendo porqué nosotros debemos decirles todo y ellos nada.

Hermione se adelantó, armándose de paciencia.

—Tenemos un trato, Malfoy, y no vas a romperlo ahora. El qué hagamos nosotros no es asunto tuyo—la chica habló con dureza.

Draco le dirigió una mirada de odio, pero antes de replicar, su madre le hizo un gesto para que guardara silencio.

—No tenemos tiempo para esto, Draco, por favor—Narcisa se estrujó las manos para disimular su nerviosismo—.Cuéntales lo que ocurrió con Nott.

El rubio aceptó de mala gana, pero sin variar su expresión de desconfianza.

—Theodore vino a verme hace unos días, muy temprano, y dijo algunas cosas que pueden resultar interesantes—expresó.

Tanto Kim como Hermione lo vieron atentamente, instándolo a continuar.

Draco se tomó unos minutos para repetir la conversación que sostuviera con Nott. Confirmó lo que ya daban por seguro, que era el responsable del secuestro del sacerdote y la bruja, su participación en el ritual, así como también la falta de otros sacrificios, como los llamó él. Culminó con las extrañas palabras del muchacho respecto a quién sería la destinataria de las ofrendas.

—¿La Olvidada?—Hermione repitió el nombre, confundida.

—¿Tampoco te suena? Pensé que siendo una biblioteca parlante, Granger, sabrías a quién se refería Theodore—Malfoy se permitió una mueca burlona.

—Pues no, no lo sé, jamás la he oído nombrar—la joven ignoró sus provocaciones.

—Y te pidió que le preguntaras a tu madre—intervino Kim.

Hermione giró a mirarlo, extrañada por su tono más grave de lo usual, y comprobó, inquieta, que parecía muy preocupado.

Narcisa también pareció notar el cambio, por lo que entrecerró los ojos, con expresión suspicaz.

—Tú sabes—dijo, y pareció más afirmación que pregunta—¿Eres sangre limpia también?

Kim asintió, con un rictus amargo, casi imperceptible.

—Ya veo—comentó la bruja—.Entonces comprendes.

El mago asintió nuevamente.

Draco, que había seguido el intercambio de palabras y gestos con atención, intervino casi ofendido.

—Yo soy de sangre limpia también, y no sé a qué se refería Nott—reconoció—.Madre, dime qué está pasando.

—Sí, por favor, ¿quién es Ella?—Hermione se unió a su pedido, pero dirigiéndose a Kim.

Él se cruzó de brazos, dando unos pasos hacia la chimenea, y desde allí respondió.

—Era muy niño cuando la oí mencionar por primera vez, y tomé las historias como simples leyendas, jamás les di mayor importancia. Luego…ya no escuché nombrarla más, y casi lo había olvidado—indicó.

Hermione creyó detectar ese tono amargo tan poco común nuevamente, pero se concentró en lo que Narcisa Malfoy empezó a decir.

—No me extraña, casi nadie la menciona ya. De no haber sido por mi curiosidad, habrían quedado sólo unos recuerdos de la infancia. Ni tu padre ni yo te hablamos de esto, Draco, porque en aquellos tiempos no parecía importante—una sombra de amargura cruzó el semblante de la mujer, pero continuó—.El Señor Tenebroso estaba con nosotros, era una prueba viviente de poder; todo lo demás parecía absurdo.

Hermione debió reprimir una mueca de desagrado, le costaba oír cualquier mención favorable de Voldemort. Para su sorpresa, tampoco Draco parecía muy contento con las palabras de su madre.

—Como decía, oí hablar de ella por mis padres, y ya entonces no era más que una leyenda. Sin embargo, según fui creciendo, desarrollé cierto gusto por la historia, que compartí con tu padre, Draco. Tal vez fueran sólo cuentos, pero no por ellos menos impresionantes—la bruja suspiró con nostalgia—.Sus nombres eran, además, tan significativos… “La Olvidada”, “La Reina de los dos Mundos”, ¿cómo no sentir curiosidad?

—¿Pero quién es ella?—Draco la apremió, muy impaciente.

—Holda—Kim habló desde su lugar con voz tenue.

Draco y Hermione mostraron las mismas caras de confusión; aún más, intercambiaron una mirada de extrañeza que no habrían compartido en otras circunstancias.

—¿Y quién es esa?—el rubio fue quien preguntó primero.

—¡Por Merlín, Draco, muestra más respeto!—su madre lo miró reprobadora.

—Tal vez lo haría si supiera de quién hablan—replicó él.

Kim se aclaró la garganta para llamar su atención, y se dirigió a Hermione.

—¿Tampoco has oído hablar nunca de ella?—preguntó.

La chica negó muy segura; el nombre le resultaba totalmente desconocido.

—Creo que ya va siendo hora de que hablen con claridad, ¿no creen?—Draco perdió la escasa paciencia que le quedaba y dirigió una mirada de disgusto a su madre.

Ella, aspirando profundamente, se dispuso a hablar.

—Su historia es casi tan antigua como la vida que conocemos, no podría precisar una fecha en la que se oyera hablar de ella por primera vez—empezó—.Holda fue una bruja muy poderosa que, aún en estos tiempos, es considerada también una Diosa.

La mente de Hermione empezó a funcionar a toda velocidad, relacionando hechos.

—¿Diosa? Si fuera cierto, también los muggles sabrían de ella—indicó—.En la antigüedad, adoraban a muchos dioses.

—Y lo hacían con Holda hace milenios, Hermione—Kim intervino—.Recuerda cómo la llamó Nott.

—“La Reina de los dos Mundos”—susurró la joven, impactada.

—Exacto. Una de las pocas cosas que los muggles y nosotros tenemos en común—continuó Narcisa, sin ocultar su desdén—Aunque imagino que ellos jamás estuvieron realmente conscientes de su poder. Alguna vez leí que era tanto el temor que inspiraba en el mundo, que cuando andaba por la tierra, acostumbraban ocultarse.

—¿Pero qué era? ¿Bruja o Diosa? ¿Mataba gente? Debía hacerlo si los Nott son sus seguidores, ¿verdad?—Draco empezó a lanzar preguntas, mientras caminaba de un lado a otro de la habitación.

—Como dice tu madre, hay mucho de mito en su historia; casi comparable con la de Merlín, me atrevería a decir—fue Kim quien se encargó de responder—En lo personal, creo que fue una bruja extraordinariamente poderosa, que no temía mostrarse a los muggles. Como ellos no comprendían lo que era la magia, la tomaron por Diosa, y a ella parecía agradarle esa adoración. Es probable que fuera la misma Holda quien se encargó de alimentar su leyenda, y lo hizo tan bien que aún ahora no podemos asegurar cuál es exactamente la realidad.

—¿Y era…mala? Quiero decir, ¿lastimaba a las personas? ¿Qué era lo que hacía?—Hermione se adelantó, fascinada por la historia.

—No podría decirse que abusaba de su poder, aunque tampoco era del tipo magnánimo. Le agradaba ser temida, pero era también muy generosa. Según la leyenda, tenía a toda una corte de seguidores que sanaban a enfermos con pociones en su nombre, concedía deseos, detalles tontos, en realidad, pero que a los muggles debían parecerles extraordinarios—Narcisa se encogió de hombros—Pero podía ser terrible cuando se disgustaba; cuentan que se reunía con otros brujos, no tan poderosos como ella, pero temibles también, y arrasaban los pueblos, eliminando a quienes la hubieran ofendido. A esas salidas se les conocía como “La Caza Salvaje”.

—Vivió durante muchos años, no se supo nunca en qué fecha murió. Es más, hay quienes dicen que no lo hizo, sino que simplemente desapareció, cuando dejaron de buscarla, por eso el sobrenombre de “La Olvidada”—Kim terminó el relato.

El silencio inundó el lugar, apenas se oían las respiraciones de sus ocupantes. En cierto momento, Draco se dejó caer sobre un sillón, echando la cabeza sobre el respaldar.

—Así que los Nott quieren invocar a una bruja que es tan poderosa como una Diosa, para que reine sobre el mundo—resumió con voz cansada.

—Parece ser su idea, sí—aceptó Kim.

—¡Qué idiotez!—espetó el rubio de pronto—¿Y qué les asegura que esta bruja no vaya a matarlos o algo así?

—Supongo que para eso son las ofrendas—Hermione habló luego de un largo rato.

—Una deducción muy obvia—señaló Narcisa de mala gana.

—¿Y a qué se refería con los traidores? Malfoy, Nott te dijo que la sangre de los traidores sería derramada. Tiene al sacerdote y a la bruja, pero… ¿cómo pudieron ellos traicionar a alguien que posiblemente nunca han oído nombrar?—la chica lo miró, expectante.

—No lo sé, Granger, no me lo dijo. Puede ser alguna locura que se le ocurrió a su abuelo, o tal vez están relacionados de alguna manera—el rubio se encogió de hombros, fastidiado e inquieto—¿No se supone que son ustedes quienes deben averiguar eso?

Hermione iba a contestarle, y no de muy buena manera, pero Kim elevó una mano para evitar que empezaran a discutir.

—Tienes razón, es nuestra labor—el mago se acercó—Gracias por la información, resultará muy útil.

La chica hubiera querido hacer más preguntas, pero comprendió que Kim no deseaba continuar la charla con los Malfoy.

—Draco, por favor, si los Nott se acercan a ti nuevamente, ya sabes qué hacer. Hermione me informará de inmediato, y vendremos a verte—le dijo al rubio—.Señora Malfoy, gracias por compartir sus conocimientos con nosotros; ahora debemos irnos.

Kim hizo una seña a Hermione para que lo siguiera fuera de la habitación, y tras vacilar un segundo, la joven hizo lo que le pedía. Narcisa y Draco los dejaron marchar sin hacer ademán de detenerlos. La bruja parecía preocupada y nerviosa, ya sin esa actitud altanera que procuró mantener frente a los otros. Draco, por su parte, se puso de pie y apuró el paso hasta llegar a la ventana, desde la que observó a Hermione y Kim dejar la casa, desapareciendo en la oscuridad.

././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././

—¡Lo último que nos faltaba! ¡Una bruja-Diosa!—Travis sacudió la cabeza, atónito por lo que acababa de oír.

Kim y Hermione llegaron tan pronto como pudieron al Cuartel, con la buena fortuna de encontrar a todo el grupo reunido.

Ron y Laria habían pasado buena parte de la tarde entre pergaminos, para variar; mientras que Harry y Travis discutían con Moody acerca de una misión a Bristol, que el viejo auror consideraba innecesaria.

Los recién llegados reunieron a todos en el salón, y relataron su conversación con Draco y Narcisa Malfoy, sin omitir ni una palabra. Apenas si fueron interrumpidos por alguna pregunta, o una exclamación de sorpresa.

Cuando terminaron de hablar, una sucesión de voces se impuso al silencio. Más preguntas, sospechas, y suspicacias, partían de cada uno, hasta que Moody debió poner orden con uno de sus sonoros bramidos para llamar a la calma.

—¡Que se tranquilicen todos! Especialmente tú, Taylor; no tienes que ser tan alarmista—expresó, dirigiéndose al rubio, que no dejaba de farfullar.

—¿Alarmista? Moody, ¿te das cuenta de a qué nos enfrentamos? Una bruja comparable con Merlín, nada menos; y que espera un pago de sangre para empezar a repartir favores—Travis lucía muy preocupado.

—Pero la detendremos, Travis, no vamos a dejar que la invoquen—Harry hacía lo posible por mantener la calma.

Moody rumió en señal de afirmación, pero intercambió al mismo tiempo una mirada rápida con Laria, que daba la impresión de estar muy nerviosa.

—Es muy raro, ¿saben? Jamás la oí mencionar—Ron daba golpecitos al piso con los tacones de sus zapatos.

—Por lo que la madre de Draco dijo, era de esperar. Su historia es casi una leyenda de la que muy pocos saben—Hermione contestó a su duda—Aunque también dio a entender que son las antiguas familias de sangre pura las que podrían conocer su existencia.

—Hermione, sabes que provengo de una familia de esas, y nunca escuché nada de ninguna Holda—Ron insistió, muy terco—¿No habrá mentido la madre de Malfoy?

—¡Por supuesto que no, Ron! ¿No escuchaste? Kim también sabe de ella—su amiga señaló al mago.

—Es verdad, muchacho, lo mismo ocurre conmigo—Moody asintió, pensativo—.Pero hace tantos años que no oía ese nombre…

—En Grecia también la conocemos, hay tantas historias acerca de ella—Laria intervino con un tono melancólico, muy alejado de su dureza habitual—Mi abuela la llama Holle, y dice que provoca las tempestades, las lluvias, esas cosas. Los más ancianos y creyentes la recuerdan cuando muera alguien, porque en sus tiempos era conocida también como La Madre de las Muertos. Hay decenas de supersticiones relacionadas con ella. Sin embargo, nunca he oído nada de rituales para traerla de vuelta.

—Bueno, al parecer existen, y los Nott van a realizar uno en La Noche de Walpurgis—indicó Travis.

—Pensado con tranquilidad, resulta lógico—anotó Kim, con expresión reflexiva.

Sus compañeros lo observaron, curiosos e intrigados; últimamente, ya nada les parecía lógico.

—Comprendo lo que dices—dijo Moody al fin, tras un momento de duda.

—Pues eres el único, porque los demás no entendemos nada—Travis se inmiscuyó, sin disimular su confusión.

—Se dice que Holda pasó mucho tiempo en Alemania. Allí la conocen como Perchta, y por algún motivo, fue en ese lugar donde obró con una crueldad que no había mostrado hasta entonces. —Kim se apresuró en explicar su anterior comentario—¿Recuerdas, Travis, cómo se portaron los pobladores de Harz cuando fuiste a conocer el terreno? Cuentan que a Holda le gustaba habitar en el interior de sus montañas, y que, cuando desapareció, muchos de sus seguidores se dirigieron a esa zona, para honrarla.

—Eso explica su desconfianza; tenían miedo—Harry se unió a la charla—Deben de pensar que si alguien se acerca allí es para rendirle culto a esa bruja, y no les hace ninguna gracia.

—Imagínate cuando se enteren que un grupo de locos se va a reunir allí para invocarla en La Noche de Walpurgis—Ron miró a su amigo, sin rastros de enojo; parecía demasiado preocupado en ese momento.

—Ahora todo tiene sentido—musitó Hermione.

—No todo—objetó Moody—Aún no tenemos claro qué hace especiales a las personas que están secuestradas, o quiénes serán los próximos.

El resto del grupo asintió desganado al recordar esa pieza del misterio. En cierta medida, les aliviaba el conocer una parte tan importante del plan de los Nott, pero no podían dejar de pensar por lo que estarían pasando el sacerdote y la bruja, eso sin mencionar a las que serían sus nuevas víctimas.

./././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././

Una fuerte lluvia se oía golpear contra los ventanales del viejo sótano, en el que dos personas se encogían en sus respectivas celdas, abrigándose con desgarradas mantas, mientras unas voces furiosas se oían provenientes de los pisos superiores.

—¿Qué cree que haya pasado?—la ronca voz de la bruja distrajo al sacerdote de su escucha.

El Padre Joseph hizo un esfuerzo para incorporarse, arrastrando sus atrofiados miembros hacia delante, apoyando una mano en los barrotes para inclinarse al calabozo a su derecha.

Hasta ahora no había logrado ver el rostro de su compañera de cautiverio, pero al menos intercambiaban algunas palabras en el día. Las primeras semanas, la pobre mujer lloraba todo el tiempo, ignorando sus llamados al silencio, por más que le advirtió de las terribles consecuencias que ello podría acarrear. Le habló de la amenaza del muchacho, Theodore, pero costó mucho que se tranquilizara para que al menos pudiera cambiar su llanto desgarrador por unos sollozos menos ruidosos.

Tan pronto como pudo hablar con cierta coherencia, le contó del asesinato de su esposo, que debió contemplar antes de ser llevada a esa casa abandonada que jamás había visto, y desde entonces, no cesaba de preguntarse el porqué de su rapto, así como también qué sería lo que planeaban esos hombres con ella.

Cuando supo la identidad del sacerdote, no pudo estar más confundida. Obviamente, quienes la secuestraron, eran brujos, lo mismo que ella, ¿pero qué relación podrían tener con un muggle? Según fueron hablando, al enterarse de que lo llamaban “Squib”, se vio en la disyuntiva de contarle acerca del mundo mágico y cuál era su verdadera condición, o guardar el silencio que era norma en su trato con los muggles.

Tras mucho pensarlo, decidió que estando en semejante situación, no había lugar a reglas, y que el pobre hombre merecía saber tanto como pudiera decirle, y también la verdad de su origen, o tanto como podía ella adivinar.

De modo que le habló de su mundo, el de la magia, para empezar. Él, para su sorpresa, lo tomó con una tranquilidad que no esperaba; aunque, bien pensado, debía de haber visto tantas cosas que la idea en sí no le parecía en absoluto descabellada, y no dudó ni un segundo de su palabra.

Lo difícil fue, en todo caso, hablarle acerca de su condición. Le contó de los Squib, el cómo usualmente provenían de padres magos, o al menos uno de ellos lo era. Al principio, el sacerdote creyó que estaba equivocada, pero según fue oyendo todo lo que la bruja tenía para decirle, algo despertó en su interior, y empezó a atar cabos.

El ser un huérfano, abandonado en el portal de una iglesia, nunca fue algo que lo torturara. Jamás sintió rencor hacia sus padres; siempre supuso que debieron tener poderosas razones para obrar así. Su vida, en general, había sido agradable hasta entonces. Criado en un orfanato regido por curas, se educó convencido de que sería uno de ellos en el futuro, y no pasaba un día en que no agradeciera el haber tomado esa decisión.

Lo único que le preocupó siempre, fue esa inclinación hacia lo inexplicable que le resultaba tan difícil evitar. Según fue creciendo, viajando, empezó a buscar toda la información posible acerca de lo que él llamaba “ciencias desconocidas”. Un nombre meramente inventado para algo que no comprendía, pero que le atraía de un modo irracional. Cuidaba guardar en secreto ese extraño pasatiempo, ya que sabía con seguridad, sus compañeros de obra no lo verían con buenos ojos.

Ahora, con todo lo que esta mujer, Madelaine, le había contado, podía abrirse a la realidad. Él era diferente, siempre lo supo. De modo que un “Squib”, ¿eh? Bueno, eso explicaba muchas cosas, empezando con el abandono de sus padres. Según ella, no era extraño que una pareja de brujos decidiera deshacerse de un hijo que no pudiera hacer magia. Prefería pensar que en su caso, lo hicieron para evitarle el sufrimiento de ser marginado en su sociedad. Sí, ese era un pensamiento más agradable.

No tuvo, o no quiso, pensar más en el asunto. No iba a cambiar su vida por esta noticia; dependiendo de cuánto tiempo más fuera a vivir, por supuesto. Esta última idea le hizo volver al presente, recordando la pregunta que Madelaine acabara de hacer.

Él también podía escuchar los gritos furiosos, que provenían del primer piso. En realidad, era sólo una persona la que gritaba, y podía reconocerla sin problemas. Se trataba del anciano que pocas veces bajaba a verlos, al que el muchacho, Theodore, llamaba “abuelo”.

No podía comprender del todo lo que decía, sólo algunas palabras sueltas llegaban a sus oídos, nada coherente. Lo que hubiera ocurrido, no debía de ser nada agradable para ellos, ya que, de alguna u otra manera, cuando ese hombre descargaba su furia sobre su nieto, el muchacho parecía encontrar un insano placer en bajar, y molestarlos para, suponía él, aliviar la rabia que no se atrevía a expresar frente al viejo.

Y no estaba equivocado, porque sólo unos minutos después, se hizo el silencio, y oyó cómo la pesada puerta que conducía al sótano era abierta con brusquedad. El Padre Joseph alcanzó a susurrar unas palabras a su compañera, antes de arrastrarse de vuelta al interior de su celda.

—No importa lo que diga, por favor, no contestes, guarda silencio. Y por Dios, no llores —pidió.

Theodore vio alrededor tan pronto como hubo bajado, deslizando una mirada venenosa de uno a otro, acuclillándose fuera de las celdas, y golpeando los barrotes con la varita. La bruja se mordió los nudillos para evitar un sollozo, mientras el sacerdote inspiraba profundamente, ambos en silencio.

El muchacho pareció aburrirse con rapidez, por lo que alejándose unos pasos, empezó a andar en círculos, al tiempo que mascullaba unas palabras que no podían entender. De pronto, habló más alto, como si no se dirigiera a nadie en particular.

—Cree que soy idiota, que no pienso antes de actuar, ¿verdad? ¿Acaso él habría logrado todo lo que yo he hecho? Arriesgo el pellejo cada vez que dejo esta maldita casa, y a él no le importa—cada palabra iba acompañada de un lance de varita, dirigiendo pequeñas ráfagas de fuego a uno y otro lado.

El Padre Joseph empezó a rezar en silencio, rogando porque Madelaine no hiciera ningún comentario o movimiento que pudiera llamar la atención del muchacho.

—¿Y qué si le hablé de ella a Malfoy? Lo habría sabido de cualquier modo, y ahora confía más en nosotros, ¿no es eso lo que queremos? Siempre he sido más listo, él lo sabe, y me teme—Theodore continuó farfullando furioso.

De improviso, sin siquiera avisar, giró y apuntó con la varita hacia la celda de la bruja, con una mirada de odio, que en realidad no parecía dirigido a ella.

—Crucio—susurró.

Los gritos de la mujer retumbaron en la habitación, entre sollozos del sacerdote, que a su vez clamaba por piedad, intentando llamar al muchacho a la cordura; sin embargo, él parecía sordo a todo lo que no fuera la enfermiza satisfacción que esa tortura parecía proporcionarle.

Desesperado, el Padre Joseph recurrió a la última idea que se le ocurrió.

—¡Para ya! Si la matas ahora, ya no servirá—no sabía para qué, pero había descubierto que ellos les resultaban más útiles vivos, al menos por ahora.

Su grito pareció hacer reaccionar a Theodore, que bajó su varita, deteniendo el hechizo, al tiempo que sacudía la cabeza, como si necesitara despertar de una especie de trance.

Miró al sacerdote, con una mezcla de rabia y comprensión.

—Tienes razón, Squib. ¿Quién lo hubiera pensado? No eres tan idiota como pensaba. Recuérdame no ser tan cruel cuando te mate—le dijo con la respiración agitada.

—Deja que la ayude—pidió el hombre, intentando sonar calmado.

El muchacho negó con la cabeza, retomando su expresión de ira.

—Ya se le pasará; deja a la mestiza en paz—indicó, con un gesto de desprecio.

Al otro no le quedó más que asentir, impotente al oír los sollozos provenientes de la celda vecina.

—¿Cuánto más va a durar esto?—se atrevió a preguntar, con tono resignado.

Theodore pareció reflexionar, y más que una reacción violenta, como el sacerdote temía, sonrió con esa mueca que más parecía una burla.

—Falta muy poco, Squib, paciencia—le dijo—Por un tiempo van a tener que contentarse con su compañía, pero dentro de poco les traeré a un par de amiguitos más. Tal vez si se portan bien hasta me de prisa y los haga venir antes, ¿quién sabe? Estoy seguro de que se divertirán mucho conversando, y cuando sea la hora…

El muchacho calló, ensimismado otra vez en sus pensamientos, desesperando al anciano, que deseaba saber a qué se refería.

—¿Cuándo sea la hora de qué?—inquirió.

—De su llegada, Squib. Entonces, pagarán las culpas que arrastran, ella agradecerá nuestras ofrendas, y su Reino empezará de nuevo—respondió enigmático.

—No entiendo lo que dices—el sacerdote se frotó los canos cabellos, sin saber qué pensar.

—Por supuesto que no, esa es la idea—se burló Theodore—Pero todo estará claro antes de lo que piensas. Ahora, si me disculpas, debo irme. Un nuevo viaje, como supondrás. Ya va siendo hora de que tengamos a algunos más de los nuestros aquí; reunirlos a todos a última hora resultará muy complicado—la última frase la dijo en voz baja, como si hablara consigo mismo.

El muchacho se encogió de hombros y con una última mirada de desagrado hacia la bruja, que continuaba quejándose por la tortura, subió los escalones hacia el primer piso, cerrando la pesada puerta al salir.

El sacerdote, con grandes trabajos, consiguió sacar una mano rugosa, extendiéndola fuera de la celda tanto como pudo. Pasados unos minutos, escuchó a la bruja arrastrarse entre quejidos, hasta que sintió su mano apretando la suya con desespero.

Que Dios les ayudara, porque estaba probado que ellos no podían hacer absolutamente nada.

././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././.

Tras llegar del Cuartel de los aurores, los muchachos cenaron algo de todos lo platillos que Kreacher les preparara. Ni siquiera Ron comió con su habitual voracidad; parecía tan preocupado como sus amigos.

Harry y Hermione a lo mucho jugaron con su comida, tomando un par de bocados con desgano, e intercambiando miradas de inquietud.

—Me voy a la cama, buenas noches—Ron dejó sus cubiertos con un ruido sordo, y sin decir más, dejó la cocina.

Los otros dos lo vieron salir con pesadez, y tras agradecer a Kreacher por la comida, se dirigieron al salón, ocupando el sillón más cercano a la chimenea encendida.

Harry pasó un brazo por los hombros de la chica, y ella exhaló un suspiro aliviado al tiempo que se apoyaba en su pecho.

Si bien ambos deseaban hablar de todo lo que habían descubierto, parecían demasiado exhaustos para retomar el tema nuevamente. Las últimas horas, pasadas con Moody y los demás aurores, discutiendo todo una y otra vez, los había agotado.

Y siendo honestos, no se les ocurría ni una sola idea nueva que pudiera echar luces sobre sus dudas. Preferían estar así, uno al lado del otro, fuertemente abrazados, compartiendo su preocupación en silencio, como sólo ellos podían hacerlo.

La chica ahogó un bostezo, sin poder evitar una sonrisa al ver que Harry ya se había dormido. Pasó una mano con ternura por su mejilla, y depositó un suave beso en la comisura de sus labios.

Se levantó con mucho cuidado, pensando en si sería mejor dejarlo allí, cubierto con una manta, o despertarlo para que subiera a su habitación.

Antes de decidir, un suave golpeteo a la ventana la hizo correr a atender. Una lechuza parda estaba parada en el alféizar, con una nota atada. No la reconoció, pero extendió la pata para que pudiera tomar el mensaje, así que lo hizo, y de inmediato, el ave alzó vuelo. Mientras cerraba la ventana para evitar que el aire helado se filtrara, la voz somnolienta de Harry casi hace que brinque del susto.

—¿Para quién es?—preguntó.

—Déjame ver—le contestó ella, viendo el nombre del destinatario.

Como estaba de espaldas a Harry, él no pudo ver el gesto de dolor que cruzó su semblante. Respiró profundamente, e intentando mostrar un rostro más calmado, dio vuelta.

—Es para ti. De Ginny—indicó, dándole el sobre.

Harry se incorporó, frunciendo el ceño y buscando su mirada, que ella evitó. Prefirió darle nuevamente la espalda, y coger el atizador para mover los leños de la chimenea, como si no hubiera podido hacerlo con magia.

Mientras tanto, el muchacho rompió el sello y empezó a leer. Tras unos minutos, dobló el pergamino y lo guardó en el bolsillo de su chaqueta.

Parte de ella hubiera preferido no preguntar, pero la paciencia no era precisamente una de sus virtudes, así que tras inhalar con fuerza, Hermione dio media vuelta.

—Me avisa que viene en dos días, el sábado. Parece que les permitirán regresar a casa antes de lo normal—comentó con una mirada triste.

—¡Oh!—fue lo único que pudo decir ella.

Harry hubiera querido decir algo más, que no se preocupara por eso, que todo saldría bien, pero la conocía, y sabía que no era algo que ella deseara escuchar en este momento.

No le extrañó verla encaminarse a las escaleras en silencio, y empezar a subir hacia su habitación, no sin antes girar a verlo con una falsa sonrisa, que por supuesto, no le engañó ni un segundo.

—No te quedes allí hasta muy tarde, lo mejor será que vayas a tu cama, tendremos mucho que hacer mañana—y con esa recomendación, desapareció tras el rellano.

Harry sacó la carta de su bolsillo, y tras leerla nuevamente, hizo un ovillo de ella, y la lanzó a la chimenea. Después, recostó la cabeza sobre el respaldar del sillón, como si el cansancio le impidiera mantenerla sobre sus hombros sin ayuda.

No sólo mañana tendría mucho que hacer, como dijo Hermione: en un par de días iba a hacerle frente a una de las situaciones más difíciles de su vida.