domingo, 30 de mayo de 2010

DESTINO: CAPITULO 14




Disclaimer: Todos los lugares y personajes pertenecen a J.K. Rowling, aquí sólo metimos a uno que otro nuevo y nos divertimos en su mundo encantado.

Esto es el capitulo más largo en lo que vamos, así que a acomodarse, espero les guste.

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Ron había descubierto que pasar tanto tiempo junto a una persona a la que parecía molestarle tanto hablar, no era tan desagradable, después de todo.

Tal vez Laria no fuera la bruja más simpática del mundo, pero compensaba su seriedad con lo mucho que se esforzaba por hacer su trabajo lo mejor posible.

Ya se había acostumbrado a oírla dar de bufidos, o ver cómo lanzaba pergaminos por los aires cada vez que un dato no coincidía; al principio le provocaba dar un brinco, no muy seguro de si el enojo era con él, pero ella retomaba la calma de inmediato, y le ofrecía unas parcas aunque honestas disculpas.

En cierta forma, le recordaba a esos escregutos de Hagrid, siempre dispuesta a atacar a la menor provocación, como ocurría cada vez que Travis aparecía por allí; al menos tenían eso en común, el auror australiano los sacaba de quicio.

Con Kim y Moody era diferente. Ron no se consideraba una persona muy observadora, pero había cosas que no se podían ignorar. Como el respeto que mostraba por el primero, bien disfrazado de indiferencia la mayor parte del tiempo; sin embargo, lo que más le llamaba la atención, era que a Moody lo veía con aprecio, pero a veces, cuando creía que nadie le prestaba atención, algo de rencor asomaba a sus facciones; no lo había comentado con Harry y Hermione porque no quería ir hablando de cosas que no eran de su incumbencia.

Ahora, buscando algo que le diera más valor a la teoría de Hermione, sentía que su cabeza iba a explotar. Podría recitar sin problemas las vidas del Squib y la bruja secuestrados, pero eso era todo; no encontraban un solo punto que los uniera. En realidad, era más lo que los diferenciaba, empezando con el status de sangre.

Otro resoplido le hizo ver con discreción a Laria, que se pasaba una mano por el lustroso cabello, mientras dejaba caer su pluma con expresión de fastidio.

—Lo siento, pero debo insistir en que la idea de tu amiga no nos está llevando a ningún lugar. – esa era la frase más larga que había dicho en un par de horas.

Ron dejó también su pluma, y movió la cabeza de un lado a otro.

—Debe haber algo, lo que sea. – aseguró convencido. – Tenemos que seguir buscando.

Laria lo miró de reojo con reprobación.

—Respeto tu lealtad, pero se nos acaba el tiempo; no podemos dedicar todos nuestros recursos a investigar una teoría sin sentido. – negó ella.

— ¿Quién dice que no tiene sentido? – Ron se envaró, ofendido. – La única que está en contra eres tú, todos los demás piensan que Hermione está en lo cierto.

— ¡Eso no es verdad! – fue el turno de Laria para indignarse.

— ¡Claro que sí! Hasta Moody lo cree; lo que pasa es que siempre estás criticando y viendo sólo lo que te parece mal, ¿por qué eres tan amargada? – explotó el muchacho de mal humor.

Laria lo vio, furiosa y lista para responder con una réplica hiriente, pero una risa llamó su atención y, lo mismo que Ron, giró a ver hacia la entrada.

Travis se apoyaba en el dintel de la puerta, con los brazos cruzados y una sonrisa de oreja a oreja.

—Lo siento, Weasley, pero eso va a quedar como uno de los grandes misterios de la humanidad. – comentó el rubio con tono burlón.

— ¿Quién te preguntó? – Ron lo miró, exasperado.

— ¿Qué quieres, Travis? ¿O estás tan aburrido que sólo vas por la casa espiando conversaciones ajenas? – fue el turno de Laria para responder.

El auror levantó las manos en señal de rendición, sin dejar de reír.

— ¡Oh, no! ¿Van a unirse contra mí? – el rubio fingió horrorizarse, para luego retomar su expresión habitual. – Sólo venía a decirles que tenemos algo de comida en la cocina, ya ha pasado la hora del almuerzo.

Laria lo miró entrecerrando los ojos, desconfiada.

— ¿Desde cuándo eres tan amable? – inquirió.

—Laria, me ofendes, soy una buena persona; pensé que podrían tener hambre. – mencionó el otro, resentido.

Ron lo miró, algo arrepentido.

—Lo siento, gracias, iremos en un minuto; la verdad es que no me había dado cuenta de la hora, necesito comer algo. – se apresuró a indicar.

—Sí, está bien. Disculpa, Travis. – concordó la bruja a regañadientes.

El auror asintió muy serio, dando vuelta para dejar la habitación, pero antes de irse, habló por encima del hombro.

—Además le aposté a Kim que los iba a encontrar peleando; gracias, gané diez galeones. – soltó, antes de salir corriendo.

Con un giro de varita, Laria estrelló el tintero contra la puerta, pero las carcajadas de Travis se oían ya muy lejos.

— ¡Idiota! – mascullaron los dos, a coro, sin poder evitar una sonrisa de comprensión.

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Travis regresó a la cocina, aún sacudido por la risa, después de avisarle también a Moody y Harry, que estaban reunidos en el despacho del viejo con Kingsley. Al parecer, el muchacho continuaba presionando al Ministro para que les permitiera tener una participación más activa; a él no le molestaba la idea, pero dudaba que lo consiguiera.

Encontró a Hermione compartiendo una taza de té con Kim, mientras charlaban animados. El rubio elevó las cejas al ver a su amigo tratar a la chica con tanta familiaridad, algo poco común en él.

—Ya terminé con mi labor de mensajero, ¿puedo comer ahora? – preguntó al entrar, ocupando una silla.

—Travis, ya almorzaste. – le recordó Kim, con tono paciente.

—Eso fue sólo algo de media mañana, y estoy acostumbrado a comer bien. – replicó el rubio, acercándose una fuente. - ¿Ustedes ya almorzaron?

—Sí, gracias, y estuvo muy bueno. Kim dice que tú cocinaste, ¿es cierto? – le preguntó Hermione viéndolo con una sonrisa.

—Absolutamente. Tengo alma de chef, preciosa. – respondió con un guiño travieso.

Hermione sacudió la cabeza, ya acostumbrada a las bromas del rubio.

—Antes de que lo olvide, Kim, me debes diez galeones. – comentó el auror.

Su amigo frunció levemente el ceño.

—No aposté contigo, Travis, y deja de incomodar a los demás; un día de estos Laria va a molestarse en serio y tendrás problemas. – comentó sin alzar la voz.

— ¿Ella y Ron estaban peleando? – intervino Hermione, sin reprimir su curiosidad.

—Sí, pero a pesar de todo, me parece que no se llevan tan mal como esperaba. – le respondió el rubio a la chica, ignorando las advertencias de su amigo.

—Eso espero. – murmuró Hermione, tomando otro sorbo de su bebida.

Travis cabeceó, no muy seguro, pero guardó silencio un momento, sin dejar de comer.

En tanto, Hermione y Kim retomaron su conversación, hablando acerca de los libros que habían consultado para recabar información, e intercambiando algunos títulos que podrían serles de utilidad.

La chica apreciaba el poder hablar con alguien que tenía gustos tan similares a los suyos, y que la escuchaba con atención, tomando seriamente cada uno de sus comentarios. Después de tratarlo un poco, había llegado a la conclusión de que Kim era mucho más agradable de lo que uno podría intuir a simple vista; era una pena que la mayor parte del tiempo fuera tan reservado, se podría llevar muy bien con Harry y Ron, que encontraban el sentido del humor de Travis tan desesperante, aunque no dejaba de ser divertido a veces.

En ese preciso momento, Harry llegó a la cocina, sonriéndole con cierto abatimiento; no tuvo que pensar mucho para imaginar lo que había pasado.

— ¿Kingsley no ha cambiado de opinión? – le preguntó, haciéndole un lugar.

El muchacho negó con la cabeza, tomando un panecillo sin ganas.

—Bueno, no es que no lo esperaras, ¿verdad? – intervino Travis, dejando su plato a un lado. – Apuesto que Moody insistió en que se mantuvieran así las cosas. Por cierto, ¿dónde está?

—Salió con Kingsley, no quisieron decirme a dónde. – respondió Harry, encogiéndose de hombros. – Es ridículo, como si no estuviéramos acostumbrados a estas cosas.

Hermione puso una mano sobre su hombro con un gesto de comprensión, mientras él le sonreía de vuelta.

—Están preocupados por su bien, es comprensible. – mencionó Kim. – El que hayan pasado antes por situaciones como esta, no quiere decir que esté bien.

—Supongo. – Harry dio un mordisco a su bocadillo.

Ron y Laria entraron en ese momento, dirigiéndole miradas poco amables a Travis, mientras cogían unos platos para servirse algo de comer.

Hermione, de inmediato, bajó su mano para dirigir la vista a la mesa. Harry, en tanto, la miró con cierta tristeza.

— ¿Alguna novedad? – les preguntó Kim.

—Salvo confirmar que Travis es un idiota al que deberían tener encerrado, nada. – respondió con sarcasmo Laria.

El rubio alzó la mirada, enojado y listo para empezar a discutir nuevamente, pero un gesto de Kim hizo que cerrara la boca.

—Bueno, no debemos bajar la guardia mientras investigamos. Travis y yo iremos a Bristol, mañana muy temprano; mientras tanto, ustedes pueden seguir consultando los libros. – indicó el oriental.

—Mañana es domingo. – mencionó Ron, dejando su comida un segundo.

— ¿Y? – Harry miró a su amigo con extrañeza.

—Le prometimos a la madre de Ron ir a comer mañana, ¿no lo recuerdas? – Hermione no parecía muy entusiasmada con la idea.

—Ah, sí, claro. Con todo lo que ha ocurrido, se me había olvidado. – el muchacho tampoco parecía precisamente animado. – Tal vez podamos dejarlo para otro día.

—No lo creo, ya saben cómo es mamá, y hace mucho que no voy a casa, así que no dejará de enviar lechuzas si faltamos de nuevo. – Ron se encogió de hombros, resignado.

Travis miró de uno a otro, con el ceño fruncido, y expresión concentrada, intentando adivinar el motivo de su recelo. Le bastó notar la molestia de Harry para hacerse una idea. Por supuesto, cómo no se había dado cuenta antes.

—Bueno, siempre pueden decirles que tienen muchos deberes o algo así. – sugirió, intentando lanzar un salvavidas.

—No, eso no sería correcto, la familia es importante. Vayan tranquilos. El lunes, luego de sus clases, podrán venir y unirse a nosotros. – Kim intervino.

El rubio vio a los muchachos con pena, al menos había hecho el intento.

Harry y Hermione intercambiaron una mirada incómoda; no creían que visitar a los Weasley, con todo lo que ocurría entre ellos en este momento, fuera lo mejor; pero Ron estaba en lo cierto, no podían excusarme nuevamente, así que deberían prepararse para un domingo muy difícil.

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Draco despertó en medio de la noche, con el sudor corriendo por su frente y la respiración agitada; estúpidas pesadillas que no lo dejaban en paz.

Se acostó de lado, cerrando los ojos, e intentando conciliar el sueño una vez más, pero le resultó imposible, y tras dar un golpe a la almohada, como si fuera la culpable de su desvelo, se levantó y salió de la habitación.

Pasó por el dormitorio de su madre, atento a cualquier sonido extraño, y tras comprobar que no ocurría nada fuera de lo normal, bajó la escalinata hacia la biblioteca. Un elfo se le cruzó en el camino para ofrecerse a preparar algo; de alguna manera sabían cuando un miembro de la familia estaba despierto, sin importar la hora, pero Draco lo despidió con ademán fastidiado y continuó su recorrido.

Las lámparas del recinto se mantenían encendidas toda la noche, por si alguien deseaba bajar a leer algo, o simplemente, como él, sentarse a pensar.

Empezaba a acostumbrarse a pasar malas noches últimamente, casi siempre despertando asustado y tembloroso. Su madre ya le había preguntado si se sentía bien; al parecer se veía más pálido de lo regular.

Si al menos pudiera recordar con qué rayos soñaba, pero no tenía idea. Apenas despertaba, toda su memoria se borraba, quedando sólo esa sensación de que algo iba muy mal, pero no sabía qué era.

Echó una mirada desganada a los libros que le rodeaban, no muy deseoso de empezar a rebuscar entre ellos. Le había prometido a Granger que iba a buscar algo relacionado con su loca teoría, pero no tenía ánimos para hojear viejos tomos, especialmente cuando no estaba seguro de qué era lo que necesitaba. De cualquier modo, no era que una promesa hecha a la “sangre sucia” fuera muy importante, se recordó rodando los ojos.

Lo único que le incitaba a ayudar a ese patético trío era su propia conveniencia. Él y su madre no estarían en paz mientras los Nott continuaran libres, tramando más locuras.

El status de sangre.

Tamborileó con los dedos sobre el apoyabrazos del sillón, mientras le daba vuelta a esas palabras.

Por supuesto que el status de sangre era importante, siempre fue así, pero de allí a secuestrar gente que tenían su condición de magos como única diferencia ya no era tan lógico para él, especialmente si lo más seguro era que terminaran muertos. Y Granger decía que era igual a los Nott. Sí, claro; tal vez antes, pero ya no más, no de nuevo. Pero la sabelotodo tenía razón en algo, y era que un ritual con estos elementos debía de ser casi poesía para esos chiflados.

Resopló fastidiado y se puso de pie para dirigirse a la zona en la que se encontraban los libros más antiguos; por experiencia sabía que los hechizos y rituales más complicados eran registrados allí.

Unas horas después, cerró el último de una pila bastante alta de tratados que había dejado a un lado, sobre el sillón. Nada, absolutamente nada. Al menos esperaba alguna referencia, pero salvo las declaraciones a la importancia de la pureza de sangre, no había ni un solo hechizo o instrucciones para algún ritual que involucrara a magos con distinto status de sangre. Qué pérdida de tiempo.

Apenas empezaba a amanecer, y pensó que siendo domingo, podría regresar a la cama; con un poco de suerte recuperaría el sueño perdido. Sin embargo, un golpeteo a la puerta lo hizo gruñir.

— ¿Qué? – espetó, molesto.

Un elfo, el más joven de la mansión, abrió con cuidado, mirando a todos lados, al parecer muy asustado.

—Disculpe, amo, no quería molestarlo, amo. Es temprano, pero él preguntó si estaba despierto y no supe qué decir porque lo vi entrar por la noche y pensé que continuaría aquí. Lo siento mucho, amo. – la criatura se atropellaba con las palabras, sacudiendo sus grandes orejas.

— ¿Qué estás balbuceando? – le preguntó Draco.

—Hay un hombre que quiere hablar con usted, amo. No sé cómo entró; iba a limpiar el salón y él estaba allí. – se excusó agachando la cabeza.

— ¿Lo has visto antes? – insistió el muchacho, más alerta.

—Sí, amo, es su amigo; ya ha venido a verlo hace unos meses. – el elfo asintió muy seguro. – Su madre lo conoce también, amo, creo que fue a la escuela con usted.

Draco entrecerró los ojos, inquieto. Podía imaginar de quien se trataba.

—Espera cinco minutos y lo dejas entrar, ¿entiendes? Dile que estaba dormido y me has despertado. No dejes que mi madre se acerque. – le ordenó cortante. – Vamos, muévete.

—Sí, amo. – la criatura cerró la puerta al salir casi corriendo.

El muchacho se apresuró a dejar todos los libros en su lugar, midiendo el tiempo mentalmente. Cuando hubo acabado, se tumbó en el sillón y fingió acabar de despertar, justo cuando tocaron a la puerta nuevamente. Con voz pastosa, invitó al visitante a entrar.

No alteró su semblante al comprobar que se trataba de Nott, ya lo imaginaba, ¿quién más irrumpiría en su casa de esa manera? Esperaba que no hubiera notado la vigilancia extra. Guardó silencio en tanto lo vio cerrar la puerta tras de sí, y dar una vuelta por la habitación sin mirarlo.

—Debes de tener una cama muy incómoda si prefieres dormir aquí. – comentó Nott con falso tono amable.

Draco lo miró, sin ocultar su animadversión.

—No viniste aquí para discutir mis hábitos de sueño, ¿verdad? – replicó el rubio. - ¿Qué quieres?

Theodore sonrió tranquilo, y ocupó la silla tras el escritorio.

—Te necesitamos en tus cinco sentidos, Draco, no lo olvides. – le dijo con una mueca. – Recuerdo a un tío de mi madre que sufría de insomnio, le recetaron una pócima muy buena en San Mungo, ¿por qué no vas?

—Creí haberte dicho que no me gustan tus juegos, Theodore. No sé quién te ha engañado, pero no eres gracioso. – Draco no cambió el ceño fruncido.

El otro lanzó una carcajada burlona que resonó en todo el lugar, golpeando la superficie del escritorio con brusquedad.

—Debo de estar perdiendo mi toque, todo el mundo piensa que puede tratarme de este modo; tal vez soy demasiado amable. – se inclinó hacia delante variando su expresión a una de absoluta seriedad.

Draco le sostuvo la mirada, aunque por dentro se sintiera aún más inquieto.

— ¿Qué quieres? – repitió el muchacho.

Theodore le dirigió una mirada especulativa, como si estuviera midiendo cada una de sus palabras.

— ¿Cómo está tu madre? Esperaba poder saludarla. – comentó relajando sus facciones.

—Te he dicho que no metas a mi madre en esto, Nott, pensé que lo habíamos dejado claro. – mencionó Draco con tono de advertencia. - ¿Porqué no me dices a qué has venido? ¿O sólo pasabas por aquí? – pronunció sarcástico.

— ¿Ves? Ese es el Draco que recuerdo, empezaba a creer que la falta de tu padre te había afectado. – comentó el otro, cruel. – Bueno, mi querido amigo…es gracioso que te llame así, ¿no crees? Nunca fuimos realmente amigos.

—No, y tampoco lo seremos. – replicó el otro. – Ahora, ¿vas a decirme de una vez qué es lo que tramas? No has hecho más que pedir mi colaboración, pero no me cuentas nada, y no me parece justo. Si voy a arriesgar mi pellejo, me gustaría saber qué me darán a cambio. – Draco habló con cautela.

El otro lo miró ladeando la cabeza, estudiando su expresión, jugando con una pluma que encontró sobre el escritorio.

— ¿A qué se debe este drástico cambio, Draco? La última vez que vine a verte debí ser muy duro; es más, me dio la impresión de que si no te hubiera hablado de los planes de mi abuelo para con tu madre si te negabas a ayudarnos, no habrías aceptado. – comentó suspicaz.

Malfoy retiró con cuidado una inexistente pelusa de su bata, haciendo lo posible por no parecer nervioso.

—Bueno, no me dejan alternativa, ¿verdad? Lo justo es que al menos reciba algún beneficio. La pregunta es si lo tendré o no. – le dijo, sonriendo.

—No te preocupes, Draco, si haces lo que esperamos de ti, recibirás las mayores recompensas que puedas soñar. Ella siempre ha sido muy generosa. – replicó Nott, con una mueca divertida.

El rubio se irguió sobre el sillón, muy sorprendido, y pareció por un momento totalmente descolocado.

—Ella. – repitió, confuso.

—Sí, ella, la más grande, la olvidada. – Nott lució feliz al pronunciar esas palabras. - ¿No es increíble, Draco, lo malagradecidos que podemos ser a veces? Ella que se merece los más grandes honores, dejada a un lado, como si nunca hubiera existido. Pero nosotros arreglaremos esa falta, ¿cierto?

—No sé de quién me hablas. – Draco lo miró, entre aturdido e inquieto.

—Por supuesto que lo sabes, es sólo que la has olvidado también. Pero no te preocupes, no es tu culpa, fueron tus padres quienes no te instruyeron como debían; contentándose con migajas. – Nott frunció la nariz con disgusto.

En circunstancias normales, Draco habría salido inmediatamente en defensa de sus padres, pero ahora que Nott empezaba a hablar, debía dejarlo continuar; no alcanzaba a entender aún a qué se refería, pero por primera vez creía que se estaba abriendo a él, y debía aprovecharlo.

—Entonces hazme un favor y refresca mi memoria, ¿quién es ella? – el rubio se esforzó para no lucir demasiado ansioso.

Nott siguió jugando con la pluma, con la mirada perdida.

— ¿Quién es? Ya te lo he dicho. La más grande, la que vendrá por venganza, le daremos la sangre de los traidores, y cuando reine, nosotros estaremos a su lado. – una mueca de fanatismo cruzó el semblante del muchacho.

Draco aspiró profundamente, pensando en su próximo paso. Deseaba insistir para que Theodore le revelara la identidad de la misteriosa “ella”, pero algo de su última frase llamó poderosamente su atención; ya vería cómo regresaba luego a ese tema.

—Imagino que con eso de “la sangre de los traidores” te refieres al Squib y esa bruja que has secuestrado, ¿cierto? – mencionó, intentando sonar despreocupado.

—Naturalmente, ese será su castigo. – asintió él, aparentemente perdido en sus pensamientos. – Pero no serán los únicos, el círculo aún no está completo, necesitamos más ofrendas.

—Entonces irás por más. Vaya, no esperaba menos de ustedes. Supongo que podré participar esta vez; ya sabes, ayudarles para conseguir las restantes. – deslizó la insinuación con suavidad.

Nott parpadeó, fijando sus fríos ojos en los del rubio, y dejando la pluma en su lugar.

—Eso es muy generoso de tu parte, Draco, pero no será necesario. Especialmente ahora que tienes tanta vigilancia adicional, parece que nunca volverán a confiar en tu familia. – el muchacho observó la reacción del otro al oír su comentario.

Draco se encogió de hombros, mientras tragaba espeso; desde luego que se había dado cuenta.

—Tal vez se deba a tus visitas, ¿no lo habías pensado? Deberíamos reunirnos en un lugar más discreto. – hizo la sugerencia para distraer a Nott.

—Es posible, pensaré en eso. – asintió el muchacho, no pareciendo muy interesado. – Como decía, no te preocupes por nosotros, cada quien cumplirá su parte cuando sea necesario. Llegará un momento en que serás imprescindible.

— ¿Cómo? – Draco se adelantó, sin necesidad de fingir curiosidad, ya que la sentía, y mucho.

—Todo en su debido momento, mi amigo. Me alegra ver que estás tan receptivo y dispuesto, a mi abuelo también le dará mucho gusto. – Nott sonrió, al tiempo que se ponía de pie.

— ¡Espera! No me has dicho nada nuevo, al menos podrías contarme a quién te refieres cuando hablas de “ella” – el rubio se incorporó, viéndolo ansioso.

Theodore lo ignoró, curioseando entre las estanterías, hasta que pareció aburrirse.

—Pregúntale a tu madre, sería vergonzoso que no la hubiera oído nombrar alguna vez, considerando de qué familia proviene. – mencionó con leve disgusto, encaminándose a la puerta.

— ¿No me das un nombre al menos? – Draco se empezó a desesperar, no había sacado nada.

Otra de esas escalofriantes risas se oyó en la habitación, mientras Nott ponía la mano en el pomo de la puerta.

—Pobre Draco, había olvidado lo curioso que has sido siempre. Está bien, te daré una muestra de mi confianza. Dile a tu madre que te hable de La Olvidada, la Reina de los dos Mundos. – y con esa última línea dejó la biblioteca.

Malfoy se aseguró de que Nott hubiera partido, e inmediatamente dejó el lugar, corriendo escaleras arriba para buscar a su madre. Ella tendría que darle todas las respuestas para salvarse a sí mismos.

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Harry y Hermione habían supuesto, y con razón, que la visita a los Weasley resultaría muy incómoda, pero no estaban preparados para las tensas horas que debieron pasar en La Madriguera.

Demoraron su llegada todo lo posible, con la complicidad de Ron, si bien sus motivos eran muy diferentes. Él sólo quería evitar las preguntas de su madre respecto a cómo le iba en el plano amoroso; para el pelirrojo ser interrogado acerca de eso, y en presencia de los gemelos, era como ser sometido a una sesión de cruciatus.

Aún así, llegaron a tiempo para ayudar a la señora Weasley a preparar todo para el almuerzo, mientras ella les se entretenía dando vueltas por la cocina, preguntándoles cómo les iba en sus clases, si comían lo suficiente, y regañándolos cariñosamente por lo poco que se veían.

Hasta allí, nada fuera de lo común. En realidad, disfrutaron el tiempo que pasaron con ella, recordando sus muchas visitas a esa casa y cuán en familia se sentían allí. Tan pronto como llegó el señor Weasley, Harry y Ron se reunieron con él para sonsacarle alguna información acerca de lo que ocurría en el Ministerio, con mucho tacto, por supuesto. Hermione, suponiendo lo que tenían en mente, prefirió quedarse con la señora Weasley para ayudarle con la comida y así evitar que los chicos se pusieran en evidencia.

Por la expresión suspicaz del señor, que la chica alcanzaba a ver a lo lejos, los muchachos no estaban teniendo mucho éxito; era de esperarse, se dijo suspirando apenas, el señor Weasley era mucho más astuto de lo que acostumbraba mostrar.

Cuando la señora Weasley aprovechó un momento en que se quedaron a solas, mientras su esposo y los chicos iban a poner la mesa, para sonsacarle muy amablemente si había algún muchacho en el horizonte, como ella dijo, contuvo la respiración, y suplicó no haber enrojecido tanto como imaginaba.

A lo mucho alcanzó a esbozar una sonrisa temblorosa y empezó a balbucear una serie de incoherencias, que sólo consiguieron despertar aún más la curiosidad de la señora. Seguro que habría continuado con sus preguntas, de no haber sido por la oportuna llegada de los gemelos.

Hermione estaba tan aliviada de verlos, que le dio un fuerte abrazo a cada uno de ellos, momento que aprovecharon ambos para hacerle todo tipo de bromas, que la chica aceptó encantada, no tenían idea del favor que acababan de hacerle. Si la señora Weasley encontró extraña su reacción, no hizo ningún comentario. En ese momento.

Una vez que estuvieron sentados a la mesa, el calvario empezó.

La señora Weasley sentó a Hermione y Harry juntos, con Ron y los gemelos al frente. Fred y George no perdieron oportunidad para burlarse de su hermano menor, por supuesto.

— ¿Y bien, hermanito? Vamos, cuéntanos, ¿alguna nueva víctima? – Fred fingió inocencia en tanto devoraba sus patatas asadas.

Ron lo miró, sospechando de alguna broma.

— ¿Víctima? – repitió.

—Sí, ya sabes, una pobre chica a la que intentes seducir con tus encantos. – replicó su hermano moviendo las cejas.

— ¡Fred! – su madre le dirigió una mirada de advertencia.

—Mamá, seamos realistas, todos aquí nos conocemos. Si una chica se fija en Ron, definitivamente merece ser catalogada como víctima. – intervino George, para hacer luego una pequeña acotación. – Sin ofender, Hermione.

—Descuida. – murmuró la aludida con sarcasmo.

— ¿Quieren dejar a los muchachos en paz? Con razón no vienen a visitarnos, si creen que se van a encontrar con ustedes dos. – el señor Weasley intervino a favor de los jóvenes.

—Y están avergonzándolos. Quizá Ron y Hermione piensan volver a estar juntos y ustedes lo están arruinando. – Molly Weasley habló con fervor.

Tanto uno como otra giraron a verla asustados, intercambiando una mirada de terror, que hizo reír a los gemelos a carcajadas; incluso el señor Weasley debió tomar la servilleta para fingir una tos que más bien parecía un ataque de risa.

Harry, por su parte, tomó su cuchillo con fuerza y no levantó la mirada de su plato.

—La que va a espantarlos eres tú, mamá, nada más mira las caras que han puesto. Al parecer, lo último en lo que piensan es en volver; creo que ya es hora de que lo superes. – George continuó riendo.

La señora Weasley hizo un mohín de exaspero y suspiró rendida, dejando tranquilos a los muchachos, pero llevando la mirada a Harry.

— ¿Y tú, cariño? ¿Cómo lo llevas? – inquirió con tono maternal.

El muchacho pareció confundido por la pregunta, y dio una mirada alrededor de la mesa, pero todos parecían saber tanto como él.

— ¿Cómo llevo qué? – preguntó a su vez, no muy seguro de querer saber la respuesta.

—El tener a Ginny lejos, por supuesto. Debes de extrañarla tanto, pobre de ti, y ella me ha contado en sus cartas que espera las vacaciones de Navidad ansiosa. Es triste cuando los enamorados deben separarse, pero estarás feliz de verla otra vez, ¿verdad? – la señora parecía tan ilusionada como si fuera ella la enamorada.

Harry ciñó sus cubiertos hasta hacerse daño, mientras un silencio se apoderaba del comedor. Hermione mantuvo la vista al frente, fingiendo entretenerse con el salero, mientras Ron y los gemelos veían a su amigo elevando las cejas con idéntico gesto.

—Harry, esta es la parte en la que dices “por supuesto, señora Weasley, la extraño tanto que lloro todas las noches pensando en ella” – Fred imitó la voz de Harry intentando aligerar el ambiente.

—Sí, claro, ¿quieres que te alcance el pañuelo? – George se unió a las bromas de su gemelo.

— ¡Ya cállense! – fue Ron quien reaccionó primero, pasando la mirada de Harry a Hermione.

— ¡Ron, no grites así! – su madre lo regañó.

—No tienen que estar molestando, mamá, ¿no ves que incomodan a Harry? – el muchacho se defendió sin perder su expresión hosca.

Su amigo le dirigió una mirada agradecida, pero él no lo vio de vuelta, sino que atacó su plato con furia.

Unos minutos en los que sólo se oyeron el golpeteo de los cubiertos contra los platos de loza, siguió al incidente.

El señor Weasley empezó de pronto a hablar de su trabajo en el Ministerio, comentando algunos problemas que había tenido su Departamento; en realidad eran accidentes algo graciosos que hicieron reír a los demás, aligerando la atmósfera y devolviendo la tranquilidad al almuerzo.

Pero cuando iban ya por el postre, nuevamente un comentario desafortunado, esta vez de Fred hizo que el ambiente se enrareciera.

—Casi lo olvido. Oye, Hermione, el otro día te vimos paseando con un hombre muy raro. – mencionó, curioso.

La joven frunció el ceño, extrañada por el comentario. ¿Ella paseando? ¿Con un hombre? Debía de ser otra broma de los gemelos.

—No sé de qué hablan. – la chica negó con la cabeza.

—Hermione, no finjas, y no tienes porqué avergonzarte; después de salir con Ron es lógico que te haya costado superar el trauma, pero nunca es tarde. – Fred sonreía divertido e ignorando las miradas de su madre y hermano menor.

—Insisto en que no sé a qué se refieren, tal vez se confundieron –.Hermione empezaba a perder la paciencia.

—Era un tipo alto y delgado, más o menos como Percy, pero no tan feo. – se sumó George entusiasta. – Y se nota que no es de aquí, parece chino o algo así, ¿verdad, Fred?

—A lo mejor y es japonés. – opinó su gemelo.

Hermione comprendió al instante a quién se referían. Kim, por supuesto. Intercambió una mirada con Harry, que no parecía muy alegre.

—Ah, él. – dijo al fin. – Sí, bueno, es un…este…profesor de intercambio. – dijo lo primero que se le ocurrió. – Da clases en la Academia y me lo encontré el otro día en la calle, no es nada de lo que piensan.

— ¿Y cómo sabes lo que pensamos? – Fred le sonrió como quien hace un gran descubrimiento.

—Porque conoce sus retorcidas mentes. – fue Ron quien intervino. – Y ya basta de estas cosas, ¿si?

— ¿Saben? No sé qué es, pero algo muy extraño pasa con ustedes tres. – George pasaba la mirada de uno a otro, suspicaz.

Los señores Weasley, que habían oído el intercambio de palabras en silencio, fruncieron ligeramente el ceño, como si compartieran la suposición de su hijo.

— ¿Todo está bien, muchachos? ¿Hay algo que quieran contarnos? – el señor Weasley habló con su habitual tranquilidad.

Tanto su hijo menor, como sus amigos, negaron con una cabezada, como si se hubieran puesto de acuerdo sin palabras.

—Todo está muy bien, señor Weasley, no hay de qué preocuparse. – Harry habló después de un buen rato en silencio. – Tal vez estamos algo nerviosos por las clases, eso es todo. Por cierto, creo que deberíamos irnos ya, al menos Ron y yo debemos practicar algunos hechizos para mañana.

El muchacho habló con tono ligero, pero con cierta sequedad que no pasó desapercibida para nadie. Hermione agradeció a la señora Weasley por la comida, mientras Ron dirigía una mirada hosca a sus hermanos.

Molly Weasley hubiera insistido con sus preguntas, pero una mirada de su marido la frenó. De cualquier modo, los muchachos no parecían estar de humor como para sincerarse en ese momento.

Se despidieron con cariño, pese a todo, y dejaron la casa asegurando que volverían tan pronto tuvieran algo de tiempo libre.

Ya fuera de los terrenos de la Madriguera, desaparecieron hasta llegar a un callejón cercano a Grimmauld Place. Hicieron el camino sin hablar, protegiéndose del fuerte viento con los abrigos.

Una vez dentro de la casa, Hermione se excusó, y despidiéndose de los chicos, subió a su habitación.

Harry hubiera querido ir tras ella, pero Ron permanecía a su lado, mirando a lo alto de la escalera, donde su amiga había desaparecido.

—Vas a hablar con Ginny, ¿verdad? – la pregunta imprevista sacó a Harry de su ensoñación.

El muchacho pudo fingir no entender a qué se refería su amigo, pero hubiera sido una mentira, y ambos lo sabían.

—En cuanto vuelva de Hogwarts. – confirmó –. Espero que lo entienda.

Ron bufó, rodando los ojos, y cruzándose de brazos.

—Sigue delirando. – mencionó sarcástico.

— ¿Tan malo crees que será? – Harry lo miró.

—No lo sé, habrá que esperar, supongo, además están mis padres…- el muchacho se encogió de hombros y dejó la frase en el aire.

—Lo sé. – su amigo ahogó un suspiro.

Ron empezó a dar de vueltas por la habitación, y tras dar un gruñido, tomó su chaqueta, que había dejado tirada sobre un sofá y se la puso con movimientos bruscos.

— ¿Vas a salir? – Harry lo miró confundido.

—Tienes que conversar con ella y yo no quiero estar aquí. Sólo…arreglen lo que sea que pase entre los dos de una vez, pero no dejes de hablar con Ginny antes de que ustedes…bueno, ya sabes lo que quiero decir. – el pelirrojo se dirigió a la puerta, sin mirar a su amigo.

—Ron. – Harry lo llamó antes de que saliera. – Gracias.

—No me agradezcas. Si no se tratara de Hermione, ya te habría golpeado. – Ron salió de la casa sin mirar atrás.

El muchacho inhaló profundamente, mirando la puerta cerrada. Las cosas con su amigo iban a ser un poco difíciles de ahora en adelante, pero confiaba en que con un poco de paciencia, y una vez que todo estuviera claro, podrían volver a la normalidad.

Sin dudar, se dirigió a las escaleras con paso rápido, hasta llegar a la puerta de Hermione.

Tocó suavemente, pero al no oír respuesta tomó el picaporte y lo giró, sorprendiéndose por la oscuridad en la habitación.

Algo dentro de él se encogió al ver a Hermione acostada en su cama, de espaldas a la puerta, y sacudida por los sollozos.

No lo pensó dos veces, y tras quitarse los zapatos con descuido, se tendió a su lado, enterrando el rostro en su cuello. Puso una mano sobre su cabello, que acarició con ternura, y la otra la dejó sobre su cintura, atrayéndola hacia sí.

Hermione no se movió, ni pareció extrañada por el contacto, casi como si lo esperara.

—Soy una persona horrible. – ella enlazó su mano y apretó los dedos con fuerza.

—No es cierto, eres maravillosa. Si alguien es horrible, ese soy yo. – Harry intentó sonar despreocupado.

—Tienes tanto miedo como yo. – Hermione no era fácil de engañar, y menos por él.

—Ron lo sabe. – dijo él de pronto. – No está feliz, pero entiende, y los demás también lo harán.

La chica, sorprendida por sus palabras, se tensó, y soltó su mano al tiempo que giraba para verlo de frente.

— ¿Ron lo sabe? – preguntó en un susurro.

—Sí, pero no te preocupes. Estará molesto un tiempo, claro, pero no contigo. Por favor, no estés triste, no por mi culpa. – el muchacho acarició su mejilla con el dorso de la mano, limpiando los rastros de lágrimas.

Hermione le dirigió una sonrisa temblorosa, acurrucándose en su pecho y cogiendo una bocanada de aire.

—Nada es culpa tuya, Harry, nunca, y no estoy triste, sólo… preocupada. – reconoció en voz baja.

—Prometí que todo saldría bien, ¿recuerdas? Estaremos juntos, y si alguien no lo entiende, bueno, es su problema. – el muchacho habló con cierto tono infantil que hizo sonreír a Hermione.

— ¿Es su problema? – un atisbo de risa se escurrió en su voz.

—Eso sonó un poco engreído, ¿no? – Harry rió también.

—No te preocupes, sé lo que quieres decir. – ella lo tranquilizó apretando más el abrazo.

—Sí, siempre lo sabes. – el joven susurró las palabras en su oído.

Hermione levantó la mirada, para encontrarse con los ojos verdes del muchacho fijos en ella, y sin pensarlo, acercó su rostro, murmurando algo que él no alcanzó a oír.

Harry ladeó la cabeza para juntar sus labios, suavemente al principio, con tanta ternura que la chica sintió nuevas lágrimas corriendo por sus mejillas, pero esta vez tenían un motivo muy distinto. Cuando él profundizó el beso, Hermione pasó una mano por su cuello y entreabrió aún más los labios, sintiendo cómo su respiración se agitaba, demasiado emocionaba para buscar una explicación razonable; de algún modo sabía que no la iba a encontrar, y no le importaba.

Si pasaron minutos u horas, ninguno estaba seguro de ello, pero en cierto momento debieron separarse para recuperar el aliento. Harry se entretuvo jugando con su cabello, depositando una cadena de pequeños besos sobre su rostro, mientras ella suspiraba, aún con los ojos cerrados.

Sin ponerse de acuerdo, se abrazaron fuertemente, sin necesidad de hablar, satisfechos con sentirse el uno al otro, y felices de tener ese momento para de algún modo reafirmar sus sentimientos.

Ya habría tiempo para hablar, enfrentarse a lo que pudiera ocurrir, los peligros que acechaban. Ahora, mientras cerraban los ojos y se quedaban dormidos, uno en brazos del otro, se sentían completamente en paz.

miércoles, 12 de mayo de 2010

DESTINO: CAPITULO 13




Disclaimer: Todos los lugares y personajes conocidos pertenecen a J. K. Rowling, aquí sólo nos divertimos con ellos.

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La semana siguiente al último ataque resultó muy difícil para todos; pero fueron Harry, Ron y Hermione quienes acusaron peor el golpe.

Moody insistió en que debían retomar sus clases como si nada hubiera pasado, ignorando las protestas de los chicos respecto a lo absurdo que les parecía, pero aún Kingsley fue enfático en ese punto, ellos no podían simplemente dejarlo todo y dedicar sus días a trabajar con los aurores.

Ron era el único que continuaba con su labor, usando todo el tiempo que la Academia le dejaba libre, para ir al Cuartel y ayudar a Laria en sus investigaciones. Ella no se había vuelto más sociable, pero al menos parecía tan decidida como él a averiguar todo lo relacionado con la bruja secuestrada.

En cuanto a Harry y Hermione, su situación era más difícil. La joven no podía hacer nada mientras Malfoy no se acercara a darle alguna información, y hasta ahora apenas si le había hecho llegar una nota para hacerle saber que su madre prefería quedarse en casa, y le ordenaba, por supuesto, hacer los trámites necesarios para garantizar su seguridad. Por instrucciones de Moody, ella no le dijo nada acerca del último ataque, ya que al parecer no era buena idea que sus conocimientos llegaran a él. Hermione no estaba de acuerdo, tal vez y Malfoy pudiera encontrar alguna conexión, después de todo, podría ponerse en el lugar de los mortífagos mil veces mejor que ellos, pero no iba a ir contra las indicaciones de Moody.

Harry se sentía frustrado y muy molesto; de alguna manera, creía que era responsable de lo ocurrido, aunque sus amigos, y el mismo Travis, se apresuraron a asegurarle que no era así. El auror le explicó que el trabajo tenía esas cosas, no siempre podían estar un paso adelante, y era muy difícil conocer los planes de sus enemigos, especialmente cuando actuaban con tanto misterio. Le aseguró que estaba tan furioso como él, ya que también era su guardia, pero que no tenía sentido seguir pensando en eso, debían continuar.

En cuanto a su situación con Hermione, bueno, ese era otro tema. Estaba resultando muy difícil actuar normal después de su charla de esa noche. Intentaban hablar con naturalidad, tratarse como siempre, pero era difícil. Más de una vez estuvo a punto de tomarle la mano o abrazarla delante de Ron; lo habría hecho si no lo hubiera detenido su mirada de aviso. Esperar a las vacaciones de Navidad para hablar con Ginny le parecía eterno, hubiera querido tener ya todo en claro, a veces temía que todo hubiera sido un sueño, y no estaba seguro de cómo iban a resultar las cosas. Sólo podía esperar y resignarse a actuar como si no hubiera nada más que amistad entre ellos; además de que estaban completamente inmersos en el misterio de La Noche de Walpurgis.

De modo que cada quien se encargaba de lo que podía, y cuando se lo ordenaban. Travis fue enviado a una misión de reconocimiento, en Alemania, para investigar acerca de cualquier anormalidad en el área de Harz, donde supuestamente se llevaría a cabo el ritual. Kim continuó con sus viajes por el interior del país, especialmente a Bristol, para vigilar a Selwyn y Travers, que hasta el momento continuaban escondidos.

Al fin, harto de permanecer inactivo, Harry convenció a Ron y Hermione de hacer sus propias investigaciones. No pretendía actuar a espaldas de Moody, pero la idea de permanecer sentado y esperando otra vez que algo malo ocurriera, especialmente con el sentimiento de culpa que llevaba, le parecía insoportable.

Así que retomaron su vieja costumbre de quedarse levantados hasta muy tarde en el salón de la Casa Black, debatiendo ideas y cruzando información; en esto, Ron les era muy útil, ya que gracias a su trabajo con Laria sabía todo de primera mano.

Lo único que tenían completamente claro era la identidad de la bruja secuestrada.

Su nombre era Madelaine Cook, y tenía casi cuarenta años. Llevaba veinte años casada con un brujo, y no tenía hijos. Hasta el día de su secuestro, era dependienta de una pequeña tienda del Callejón Diagon; no encontraron ningún otro dato relevante en lo que a ella se refería.

Esa noche, seguían dando vueltas a todas las hipótesis relacionadas con el secuestro de la señora Cook.

—De verdad que no entiendo nada, en serio. – Ron ahogó un bostezo, mientras se pasaba las manos por el cabello.

Harry, sentado frente a él, asintió pensativo.

—Si al menos encontráramos algún tipo de relación con el Squib, bueno; pero nada, no tenían cómo conocerse. – continuó el pelirrojo.

—Tiene que haber algo. – intervino Hermione. – cualquier cosa.

Ron se encogió de hombros y negó con la cabeza, mientras Harry veía a la joven revisar los pergaminos en los que tenía anotados todos los datos que habían ido recopilando.

— ¿No había nada de especial en ella? Algo de su esposo, quizá. – mencionó el muchacho casi sin esperanzas.

—Nada, ya se los dije. El Ministerio envió a Laria toda la información que existe de ella, y salvo por el hecho de que es una bruja, no tiene ni una cosa que llame la atención. En realidad, su vida es bastante aburrida, y la de su esposo también lo era. – Ron hizo una mueca triste al recordar que ese hombre fue asesinado.

—Esto no tiene sentido. – insistió la joven.

—No, pero son un montón de locos, ¿qué esperabas? No me extrañaría que escogieran sus víctimas al azar. – el pelirrojo no veía otra opción.

—Es que parece demasiado…descuidado. – fue el turno de Harry de intervenir. – No sé, hablamos de seguidores de Voldemort, después de todo, ¿no? Y él nunca hacía nada sin un plan. Además, recuerda lo que dijo Malfoy, eso de que esta clase de rituales son complicados, y también que las ofrendas deben ser especiales.

—Pero, Harry, seguimos en lo mismo; no hay nada de especial en estas personas. Mira, el sacerdote resultó siendo un Squib y no un muggle, pero tampoco es algo fuera de lo común, Squibs hay muchos, y por lo que estamos al tanto de este, ni siquiera lo sabía. Ahora, en cuanto a la bruja, siento decirlo, pero no deja de ser una más de miles, eso es todo. – Ron le hizo ver los hechos reprimiendo un nuevo bostezo.

Harry suspiró agobiado, pero no replicó el comentario de su amigo; no tenía más argumentos.

Hermione había escuchado el intercambio de ideas con el entrecejo fruncido, y una mirada de concentración. Empezó a revisar sus notas en tanto mordisqueaba una pluma con nerviosismo.

—Podría ser. – susurró para si misma.

— ¿Qué dices? – Harry giró a mirarla atento.

—Es sólo una idea, podría no significar nada. – dudó la chica.

— Hermione, por favor, sólo dinos. – la apremió él.

—Bueno, es algo raro, y visto bien podría no significar nada, pero es lo único que se me ocurre. – reconoció ella. – Miren, el Padre Joseph es un Squib, ¿de acuerdo? Olviden el hecho de que vivió como muggle, es un Squib y quienes se lo llevaron los saben.

Harry y Ron la observaron interesados y sin perder palabra de lo que decía.

—Esta bruja, la señora Cook, también tiene cierta característica que para nosotros puede no significar nada, pero tratándose de los mortífagos, quizá sea importante. – indicó.

— ¿Y qué es? – la apremió Ron.

—Es sangre mestiza, su padre era un muggle y su madre una bruja, están aquí, en los informes del Ministerio. – explicó mostrando los pergaminos.

—Sangre mestiza. – repitió Harry.

—Sí, así es. Entonces, tenemos a dos miembros del mundo mágico, pero distintos. – continuó la chica, hablando suavemente para hacerse entender. – Si no hay nada especial en ellos, ¿porqué no explorar en lo básico? Lo básico para un mortífago…

—Es status de sangre. – la interrumpió Harry, como si hubiera visto una luz.

— ¡Exacto! ¿Qué si de eso se trata? Un Squib, una sangre mestiza; miembros de la Comunidad Mágica, pero diferentes. – observó ella.

— ¡Pero eso es ridículo! ¿Qué importancia puede tener? Un Squib ni siquiera hace magia. – negó Ron.

— ¡Entiende, Ron! No se trata de sus habilidades, o de la clase de personas que sean; a ellos sólo les importa su origen, siempre ha sido así. – le recordó su amiga.

—Entonces, crees que esa es la relación. Hacen algún tipo de ritual en el que sean necesarios brujos con diferencias de sangre, incluyendo a un Squib. – recapituló Harry.

—Es una hipótesis muy débil, lo sé. – reconoció Hermione. – Pero no he podido pensar en nada más.

Harry y Ron cabecearon mostrando su conformidad; la idea en sí no era tan extraña una vez que pensaron en ella.

—Visto así, ¿qué faltaría? – preguntó Ron de pronto.

— ¿Qué quieres decir? – Hermione lo miró inquieta.

—Bueno, Malfoy dijo que iban a pedir algo grande y que según eso debían hacer sus ofrendas, ¿no? O al menos eso cree. Entonces, a lo mejor y van tras más personas. – observó el pelirrojo.

—Entiendo lo que dices, Ron, ya lo había pensado. – intervino Harry. – Si hacemos un esfuerzo por meternos en las mentes enfermas de los mortífagos, dividiríamos a los magos según su status de sangre, y tendríamos… ¿Cuántos? ¿Tres? – el muchacho empezó a contar mentalmente.

—No, serían cuatro. Un Squib, un mestizo, un brujo sangre pura y uno hijo de muggles. – lo ayudó Ron.

—O Sangre Sucia. – acotó Hermione con tono lúgubre.

— ¡No hables así! – se adelantó Harry, mirándola entre molesto y preocupado.

—Es así como ellos nos llaman, Harry, lo sabes. – ella no parecía verlo, perdida en sus pensamientos, pero sacudió pronto la cabeza. – En fin, lo importante es que hablemos de esto con Moody y los otros, ¿no creen? Aunque no sea la idea más brillante…

—Lo es, extraña, pero importante. – la interrumpió Harry. – Y lo único que tenemos.

—Pues voto porque mañana vayamos a hablar con ellos, ya saben, después de las clases; ahora estoy rendido. – comentó Ron, casi cerrando los ojos.

—Estoy de acuerdo; como les dije, es sólo una hipótesis y lo mejor será analizarla con calma. – aceptó Hermione.

—Bien, lo dejaremos para mañana; Ron no es el único que necesita dormir. – Harry se sumó.

Los chicos subieron a sus habitaciones, y se despidieron. Tendrían mucho por hacer al día siguiente.

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Travis se apareció frente al Cuartel, y tan pronto como entró, miró la hora en el reloj del Salón; tres de la mañana. Mala idea ir y despertar a los demás sólo para decirles que ya había llegado, especialmente cuando no tenía mucho más que contar.

La misión en Alemania había resultado poco menos que un fiasco, sólo pérdida de tiempo innecesaria. Hubiera sido mucho más útil en Inglaterra, pero quién hacía cambiar de opinión a Moody.

La zona de Harz era montañosa, y casi deshabitada; las pocas personas que vio se encargaron de hacerles saber lo ingrata que resultaba su visita. Por lo que logró ver, exponiéndose al máximo, el terreno estaba dividido por pequeños poblados, mucho campo abierto, y una amplia garganta desde la que se llegaba al pico más alto, Brocken. Por mucho que lo intentó, no logró ubicar una entrada; sólo hubiera podido dar un rodeo, pero en ese caso, habría tenido a un buen grupo de los aldeanos bloqueándole el paso, ya que si algo dejaron muy claro, fue que esa montaña estaba maldita, y no permitían la entrada a nadie, mucho menos a un forastero. A Travis sólo le quedaba esperar que fueran así de intransigentes con los mortífagos.

Dio un brinco cuando al cruzar la puerta de la cocina, se encontró con la figura de Kim, sentado a la mesa, y tomando un té como si estuviera a medio día.

— ¡Dios! Hombre, casi me matas del susto. – lo miró ceñudo, al tiempo que ocupaba una silla vacía.

—Venías distraído, no es mi culpa. – le hizo ver el otro sin alterarse.

—Ya, ya, como sea. – Travis rodó los ojos. - ¿Cuándo llegaste?

—Hace una hora, creo. – contestó Kim, y señaló su taza. - ¿Quieres un té?

—No, gracias. – rechazó el rubio. - ¿Alguna novedad?

El oriental suspiró, mientras daba un nuevo sorbo a su bebida.

—Selwyn y Travers continúan escondidos, nada nuevo en lo que a ellos respecta. – indicó. - ¿Qué pasa contigo?

Travis empezó a contarle todo lo que había ocurrido en su viaje, desde las dificultades para llegar, hasta la animadversión que pareció despertar en los lugareños. Le dijo también que no había encontrado nada interesante o sospechoso en la zona.

—Ya lo esperaba. – Kim ahogó un suspiro. – Aún faltan algunos meses para la Noche de Walpurgis; no tendría sentido que los mortífagos se hubieran instalado allí tan pronto.

—Eso le dije a Moody, pero ya sabes lo que contestó. – le recordó su amigo.

Kim asintió pensativo, frunciendo levemente el ceño.

—Necesitamos encontrar pronto la punta de la madeja, Travis; todo esto ha resultado más complicado de lo que esperaba. – comentó al fin.

—Lo sé, empiezo a desesperarme, la paciencia no es mi fuerte; y esto de ir paso a paso no está sirviendo de nada. Oye, Kim, ¿cómo haces para no perder la calma? – le preguntó de pronto, muy curioso.

— ¿Quién dice que no lo hago? – Kim pareció extrañado.

— ¡Vamos! Tenemos a los mortífagos que quieren invocar, vaya Merlín a saber qué cosa; Moody respirando en nuestros cuellos; un par de secuestrados, no sabemos para qué; y como si eso fuera poco, está Laria, que le haría perder la paciencia a un Santo. – le enumeró el rubio con muchos ademanes. – Y tú actúas como si lloviera en Londres, es decir, de lo más tranquilo.

Kim lo escuchó atento, una ligera sonrisa asomando a sus labios.

—Travis, el que no reaccione del mismo modo que ustedes, no quiere decir que no me preocupe. – le aseguró. – lo estoy, y mucho, pero…digamos que no soy bueno exteriorizando mis emociones.

— ¿Y eso porqué? – el otro no ocultó su curiosidad, era difícil hacer a Kim hablar de sí mismo.

—No lo sé, Travis, y no tiene ninguna importancia; es sólo mi carácter, no hay ningún misterio. – el oriental se encogió de hombros.

—Pues lo entiendo, pero no deja de parecerme extraño; eres joven, podrías relajarte un poco. – insistió el auror. – No quiero ni pensar en cómo te las arreglas con las mujeres.

Kim se puso serio nuevamente, y arrastró la silla para incorporarse con cierta brusquedad.

— ¿Qué dije? – Travis lo miró consternado. – Kim, estaba bromeando, de verdad.

—No te preocupes, no has dicho nada. – comentó desde la puerta el otro. – Ve a dormir un poco, también yo lo intentaré.

Su amigo lo vio marcharse, regañándose mentalmente por su indiscreción; Laria a veces tenía algo de razón, debía aprender cuando cerrar la boca.

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Hermione ubicó el libro que buscaba, y tras empinarse un poco, lo retiró del estante para colocarlo sobre una mesilla de lectura que tenía al lado.

Era una suerte que la Academia contara con esa biblioteca; muchos de sus títulos no se encontraban en otro lugar, y vaya que ahora necesitaba todas las fuentes de información posibles.

La hipótesis del ritual en el que fueran necesarios brujos con orígenes distintos aún le parecía un poco débil, pero era lo único que tenían, y si hallaba alguna mención en uno de esos libros, resultaría más concreta.

Iba a coger otro tomo que llamó su atención, cuando un objeto pesado casi le cae encima; apenas si se hizo a un lado para que el grueso volumen diera a dar contra el suelo. Miró alrededor, buscando al responsable, pero no vio a nadie. Cuando se agachó para recoger el libro, vio un pequeño trozo de pergamino que sobresalía entre las páginas; lo tomó desconfiada, y leyó.

“En el último edificio. Ahora”.

Hermione no tuvo que pensar demasiado antes de ponerse en camino. ¿Quién consideraría lastimarla como algo gracioso, y además le daba órdenes como si fuera un elfo doméstico?

Encontró a Malfoy en el mismo pasillo oscuro donde le dijo que deseaba hablar con Harry, sólo que esta vez no le daba la espalda, sino que paseaba de un lado a otro, con expresión nerviosa, si bien la cambió por su habitual indiferencia en cuanto la vio.

— ¿Porqué tardaste tanto, Granger? Tengo mejores cosas que hacer. – le espetó.

—Ese libro pudo lastimarme. – le dijo la chica, mordiendo las palabras.

—No seas ridícula, cualquiera lo hubiera visto venir; hasta Longbottom se habría hecho a un lado. – contestó sin variar su tono.

Hermione tomó aire, y relajó las manos, que tenía hechas puños en su esfuerzo por controlar la indignación.

—Escúchame bien, Malfoy, porque no lo repetiré. No vuelvas a hacer algo así, y mucho menos te atrevas a darme órdenes como si estuviera a tu servicio, porque no es así, ¿está claro? – le advirtió.

Malfoy arrugó la nariz, y observó a la chica con más atención.

— ¿Un mal día, Granger? ¿Pelea con Potter? ¿Se ha enterado Weasley de que lo engañan frente a sus narices? – Draco hacía cada pregunta con tono malicioso.

— ¿Qué quieres, Malfoy? – Hermione optó por ignorarlo, no iba a darle el gusto.

El muchacho recuperó su expresión malgeniada de inmediato.

—Primero, saber si la protección de mi madre está asegurada. – indicó.

—Desde el momento en que me hiciste llegar esa nota, lo está, no te preocupes; la vigilancia se ha redoblado, pero seremos discretos para no llamar la atención de nadie. – le explicó ella más calmada. - ¿Algo más? ¿Se ha puesto Nott en contacto?

—Aún no, pero lo hará. – respondió Draco con tono lúgubre.

— ¿Cómo lo sabes? – Hermione lo vio interesada.

—Ya tiene a Jugson y Mulciber con él, ha empezado a moverse. – replicó el joven. – todavía más.

— ¿Quién te informó de eso? – la chica se inquietó.

Malfoy emitió un bufido exasperado.

—Vamos, Granger, aún tenemos contactos en el Ministerio; y no es que anden vendiendo información, te lo aclaro para que no empieces a dar de saltos. Dos mortífagos vigilados desaparecieron, mataron a un auror y un brujo la misma noche, y secuestraron a una bruja; atrévete a negar que es obra de Nott. – la retó altivo.

Hermione empezó a procesar la información tan rápido como podía. Por supuesto que todo lo ocurrido debía de andar de boca en boca; no era extraño que hubiera llegado a oídos de Malfoy. Entonces, ¿qué hacer? ¿Seguir las instrucciones de Moody? Sí, podría simplemente negar todo, pero algo le decía que ese no era el camino más inteligente. Tal vez Malfoy pudiera ayudarle a confirmar o descartar sus sospechas.

Tras vacilar unos minutos, le habló con tono firme.

—Todo lo que has oído es verdad, Malfoy, y es seguro que Nott está detrás de todo esto. – le confirmó. – Mató al auror para facilitar la huída de Mulciber y Jugson; además, se llevó a la bruja después de matar a su esposo…

Draco asintió, inexpresivo, instándola a que continuara.

—Hay cierta teoría en la que he estado pensando, y tú puedes ayudarnos. – le dijo. - ¿Recuerdas lo que mencionaste acerca de las ofrendas? ¿Esos sacrificios que podrían llevarse a cabo? Bueno, creo que tal vez haya algún tipo de relación entre el Squib que secuestraron hace unos meses y esta bruja.

— ¿Cuál sería? – Draco hizo un esfuerzo por no revelar su curiosidad.

—El status de sangre. – respondió la joven. – La bruja es de sangre mezclada, una mestiza.

— ¿Crees que Nott está buscando eso? – inquirió Malfoy a su vez, frunciendo el ceño.

—No lo sé, es sólo una teoría. – Hermione se puso a la defensiva, esperando que empezara a burlarse.

Malfoy se apoyó en una de las paredes, cabeceando casi imperceptiblemente.

—No es imposible. – reconoció al fin. – Jamás he oído al respecto, pero tiene sentido.

— ¿Tú crees? Quiero decir que he intentado ponerme en su lugar; no es agradable, pero si lo más práctico. – le explicó la joven.

—Estás loca si crees que algún día podrás pensar como los Nott, Granger, eso es imposible. – el muchacho exhibió una mueca burlona.

—Pero tú sí. – replicó Hermione sin pensar. – Eres como ellos.

Draco se envaró y la miró como si acabara de ofenderlo gravemente; Hermione comprendió de inmediato el alcance de sus palabras.

—Lo siento, no quise decir…- intentó disculparse.

—Sé lo que quisiste decir, Granger, y no me importa. – la interrumpió bruscamente. – Lo que una sangre sucia como tú piense de mí, no vale nada. Ahora, en lo que respecta a tu idea, como dije, no es una completa estupidez, así que veré si puedo averiguar algo por mi lado.

Hermione optó por no disculparse de nuevo, dudaba de que Malfoy se lo agradeciera.

—Eso estaría bien; además de que si Nott te busca, es probable que se decida a revelarte sus planes. – comentó.

—Tal vez, ya veremos. Si averiguo algo, se los haré saber. – Draco giró hacia la salida sin mirarla.

La joven guardó silencio, un poco avergonzada a su pesar. Mientras veía a Malfoy dejar el edificio, pensó que a lo mejor no era un completo insensible, después de todo. De un tiempo a esta parte, nada era lo que parecía.

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La reunión en el Cuartel resultó larga y agotadora.

Primero oyeron lo que Travis y Kim tenían para decir; el primero de su viaje a Alemania, y todo lo relacionado con Selwyn y Travers el segundo. Nadie se sorprendió con sus noticias, eran más o menos lo que esperaban.

Laria se encargó de dar un informe detallado de todo lo que ella y Ron habían recopilado en los últimos días; al pelirrojo le asombró que le diera parte de crédito, no parecía la clase de persona que compartía sus logros, por pequeños que fueran.

Cuando Hermione y Harry empezaron a explicar la teoría de la joven, un pesado silencio siguió a sus palabras. Todos parecían muy concentrados, pensando en algún comentario apropiado o tal vez meditando cuánto sentido tenía la idea.

Como parecía ser lo habitual, fue Travis quien habló primero, con su tono familiar y confiado.

—Interesante. Extraño, pero interesante. Si tienes razón, Hermione, esos tipos están realmente enfermos. – bufó disgustado.

—Parece que no has tratado demasiado con mortífagos si eso piensas, son capaces de cosas mucho peores. – intervino Moody.

Hermione giró a mirarlo sin disimular su asombro.

— ¿Crees que tiene algo de sentido? – le preguntó.

—Bueno, se trabaja con lo que se tiene, y ya lo dijo Potter, el status de sangre es muy importante para ellos. Si de sacrificios se trata, no me extrañaría para nada de que estés en lo cierto. – reconoció el viejo.

—Además, no creo que esto sea una simple coincidencia; ya saben, el que los secuestrados fueran precisamente un Squib y una bruja de sangre mezclada, ¿no? Parece un plan muy bien armado. – se sumó Harry.

—Coincido en que es posible, pero no podemos descartar otras opciones. – terció Laria.

Travis puso los ojos en blanco y la miró ladeando la cabeza.

— ¿Tenemos otras? ¿Por qué nadie me lo dijo? – preguntó sarcástico.

La griega le devolvió la mirada con acritud.

—No pretendo crear discordia. – aseguró, ignorando la exclamación del rubio. – Sólo creo que no debemos centrarnos en esa teoría, si lo hiciéramos podría resultar peligroso.

—Estoy de acuerdo con eso. – le dijo Hermione. – Pero es un punto del cual partir, tal vez y con eso podamos averiguar qué clase de ritual pretenden realizar, qué buscan invocar.

Laria asintió, no muy segura, pero al parecer no quiso rebatir los argumentos de la joven.

—Creo que Hermione tiene un punto muy interesante aquí. – fue el turno de Kim de intervenir. – Si bien no podemos dar su hipótesis por segura, definitivamente es algo en lo qué pensar, y lo más importante, nos permitirá descartar muchas cosas. Sólo debemos repartirnos los deberes. Algunos pueden encargarse de continuar investigando, y otros de averiguar si existe algún tipo de ritual que requiera a estas personas; es un punto de partida. – expresó con claridad.

Travis lo apoyó efusivo, mientras que Laria cabeceó dudosa.

—Bueno, no tenemos nada que perder, eso es seguro. – Moody confirmó lo dicho por el auror.

—Y eso no es todo, también tendremos ayuda de Malfoy. – comentó Hermione de pronto, al recordar la conversación de esa tarde.

— ¿De Malfoy? – Harry la miró curioso.

—Sí, no tuve tiempo de comentarles esto antes de salir de casa. – indicó, mirando a Ron y a Harry. – Esta tarde Malfoy me hizo llegar un mensaje y hablé con él.

De inmediato resumió la conversación que sostuvieran, ignorando la exclamación de disgusto de Moody, por haber desobedecido sus indicaciones al contarle a Malfoy de la sospecha que tenía, y obviando, para evitar discusiones con Harry y Ron, los poco ortodoxos métodos del ex Slytherin para llamar su atención; ella podía defenderse sola.

Culminó asegurando que no le había dicho a Malfoy nada que no supiera ya, salvo la teoría de las desapariciones, y cómo se había comprometido él a ayudarles a averiguar al respecto.

— ¿Crees que podamos confiar en ese muchacho? – le preguntó Laria dejando su actitud distante.

—No estoy segura, ninguno de nosotros puede estarlo, es Malfoy. – indicó, como quien menciona algo muy obvio. – Pero realmente parece desesperado por la seguridad de su madre, y no creo que finja su desagrado por Nott.

—Malfoy nos ha engañado antes. – intervino Ron.

—Pero prometimos darle en este caso el beneficio de la duda, recuérdalo. – contestó la joven. – Tú también lo crees, ¿verdad, Harry? – giró a ver al muchacho.

—Ya lo dijimos, Hermione, no vamos a hacer nada en su contra a menos que él nos traicione, cosa que muy posiblemente ocurra. – contestó con un tono seco que no pasó desapercibido para la chica.

Los demás, al parecer, no parecieron encontrar nada especial en el comentario del muchacho; al contrario, mostraron su conformidad.

—Bien, Potter, no olvidar la alerta permanente, uno nunca es lo bastante desconfiado. – aprobó Moody, para luego ver a Hermione. – En cuanto a ti, Granger, sigo pensando que es mala idea darle información a Malfoy, pero ya lo hiciste y no hay vuelta atrás; espero que al menos podamos sacar algo bueno de esto.

Hermione alzó las cejas, escéptica; le pareció el regaño más cortés que había recibido.

—Bueno, asumiendo por un momento que la idea de Hermione es correcta, podemos suponer que los mortífagos irán ahora por un brujo sangre limpia y un hijo de muggles, ¿correcto? – Travis aligeró el ambiente.

—Sí, eso es verdad; en el hipotético caso de que ella esté en lo cierto, por supuesto. – le recordó Laria.

—Supondremos que lo está, será la mejor manera de pensar con propiedad. – Kim la miró con un ligero disgusto.

Laria frunció el entrecejo y lo vio de vuelta ofendida; estaba acostumbrada a la actitud de Travis, pero Kim siempre había sido mucho más conciliador.

—Bien, de nuevo, ¿qué hacemos? No podemos proteger a cada brujo sangre limpia e hijo de muggles del mundo; son concientes de eso, ¿verdad? – insistió el rubio.

—Claro que no podemos, sólo nos queda seguir atentos, e investigar. – le respondió Moody. – No es lo más entretenido, pero es todo lo que haremos por ahora. Cada quien sigue en lo suyo, pero en lo posible quiero que estén muy atentos a cualquier cosa que pueda estar relacionada con la teoría de Granger. Laria, tú y Weasley van a revisar nuevamente cada folio que tengan, y buscarán alguna pista, lo que sea.

Ron suspiró resignado, viendo a la griega por el rabillo del ojo; podía imaginar la tortura que sería hacer todo ese trabajo otra vez, especialmente cuando era obvio que ella no estaba nada de acuerdo con la idea de Hermione.

—Los demás pueden continuar con sus tareas, y al mismo tiempo, encuentren un poco de tiempo para averiguar si ha habido algún antecedente, cualquier cosa. Hablaré con Kingsley de esto, tal vez sepa algo, y podrá enviarnos información adicional, el archivo del Ministerio puede ser útil; en cuanto al chico Malfoy, esperemos que sirva de algo, y se ponga pronto en contacto contigo, Granger. – el brujo impartió sus ordenes con la brusquedad habitual.

Moody calló, y retrocedió como si no tuviera más que decir, alentándolos con la mirada a que hicieran algún comentario o se despidieran. Sin embargo, los jóvenes, que poco a poco iban tomando más confianza con los aurores, se acercaron, formándose algunos grupos por la habitación, hablando entre ellos de lo que acababan de oír.

Ron, muy a su pesar, fue hacia Laria para ponerse de acuerdo en sus tareas de investigación; no tenía sentido esperar a que ella lo buscara, porque no sería nada amable.

— ¿Qué dices? ¿Vengo mañana para empezar con el trabajo de Moody? – el pelirrojo puso su expresión más amistosa, aunque no fue recompensado con un gesto similar.

Laria lo miró, primero sorprendida, no esperaba que nadie se acercara a ella, estaba acostumbrada a permanecer a un lado, o dejar la habitación. Ahora este muchacho se comportaba como si fueran amigos, y ella no era precisamente agradable con él, podía reconocer eso.

—Por supuesto, no creo que vaya a cambiar de opinión. – aceptó la bruja, intentando no sonar demasiado cortante. - ¿Crees que tu amiga tiene razón?

Ron giró a ver a Hermione, que charlaba amablemente con Kim, al otro lado de la habitación.

—La verdad es que casi siempre la tiene. – reconoció con una sonrisa. – Confía en ella, es muy inteligente; mucho más que la mayoría.

—Ya veo, nos fiaremos de que no esté equivocada, entonces; realmente quiero acabar con esto. – mencionó en voz baja, casi como si hablara consigo misma.

—Nosotros también, en serio; lo que más deseamos es una vida normal para variar. El que todo el mundo intente asesinarte pierde su encanto luego de un tiempo. – comentó rodando los ojos.

Laria sonrió, divertida por semejante expresión; esperaba que todo resultara bien al final, aún con el plan de Moody. Pensar en ello hizo que una sombra cruzara su semblante, pero intentó calmarse y prestó más atención a las palabras de Ron.

Hermione, por su parte, se entretenía conversando con Kim; el auror le transmitía una calma que en ese momento agradecía. No sólo se había ganado un regaño público de Moody, sino que Harry la evitaba de un modo que no le agradaba en lo absoluto, de un momento a otro había cambiado su actitud para con ella y no lo comprendía, ¿qué había hecho mal?

—Hermione, ¿algo te molesta? – Kim se inclinó hacia ella para preguntarle en un susurro.

— ¿Qué? No, estoy bien. – la joven sacudió la cabeza. – Sólo pensaba en todo esto, tal vez sólo empezamos a seguir una pista falsa, quizá es lo que los mortífagos quieren que pensemos.

—Hermione, ¿Qué piensas realmente? ¿Crees honestamente que puedas tener razón? – le preguntó él a su vez, con tono grave.

La joven caviló un momento, pensando en una respuesta sincera.

—Le he dado muchas vueltas a esto, Kim, y no se me ocurre nada más; tiene sentido, debe ser así. – expresó muy segura. – Ellos no pueden habernos engañado así, no podían saber lo que pensamos; se supone que no tienen ni idea de que estamos ayudándoles.

—Entonces no hay porqué dudar, confía en tus instintos; eres inteligente, Hermione, y has dado una excelente idea, ahora debemos trabajar en ella. – Kim sonó tranquilizador.

La chica agradeció el gesto con una amplia sonrisa.

Desde una esquina del salón, Harry, Travis y Moody discutían los pasos a seguir en cuanto a vigilancia se trataba; habían coincidido en que no debían bajar la guardia, y que lo mejor sería continuar con mucho cuidado, asegurándose de que ningún otro mortífago prófugo se atreviera a desaparecer delante de sus narices.

Pasado un momento, Moody se excusó, indicando que iría a buscar a Kingsley para ponerlo al corriente de lo ocurrido de inmediato, dejando al auror y a Harry conversando animados, aunque el muchacho se distraía por momentos, dirigiendo la vista hacia la chica, que escuchaba muy atenta la charla de Kim. Travis siguió la mirada del joven y puso los ojos en blanco.

—Mala idea, Potter, muy mala. – le dijo.

— ¿Qué dices? – Harry lo vio, confundido.

—No está bien lo que haces, compañero, estás equivocado. – negó el rubio, intentando sonar apaciguador. – O aclaran lo que sea que haya entre ustedes, o la dejas tranquila. No puedes celarla con Malfoy, y luego mirarla de ese modo porque habla con Kim, a las chicas no les gustan los tipos posesivos.

—En serio, Travis, tienes que dejar de involucrarte en lo que no te concierne. – Harry lo miró de mal talante.

—Lo sé, pero no puedo evitarlo. Mira, soy curioso, un poco metomentodo, lo reconozco; pero no puedo ver algo así y no abrir la boca, ¿qué quieres? Culpa a mi romanticismo australiano. – se disculpó el rubio con una sonrisa.

Harry suspiró, entre hastiado y burlón.

— ¿Desde cuando tienen los australianos fama de románticos? – le preguntó negando con la cabeza.

—Desde siempre, es sólo que no somos tan expresivos como los italianos. – le aseguró muy serio. – Pero la verdad, Harry, creo que estás exagerando; a Hermione no le interesa Malfoy, es demasiado lista para eso; en cuanto a Kim, olvídalo, no tienes por qué tener celos de él.

— ¡No estoy celoso! – Harry dirigió una mirada alrededor, preocupado de que su voz se hubiera oído al otro lado de la habitación, pero respiró aliviado al ver que cada quien seguía en lo suyo.

—Negación, es lógico, uno de los síntomas. – Travis habló como un médico recitando los indicios de una terrible enfermedad. – Mira, no sé exactamente cómo están las cosas entre ustedes dos, y no tienes que contármelo, pero sólo para ayudar, por si tienes alguna duda, te aseguro que estás mucho más enamorado de ella de lo que piensas.

El muchacho lo miró con expresión aterrada, como si acabara de lanzarle una maldición imperdonable.

—Como te dije antes, Harry, empieza a actuar y hazlo ya, o vas a arrepentirte. – aseguró el auror.

—Pero nosotros…nosotros ya…tú sabes. – Harry balbuceaba confundido.

Travis entrecerró los ojos, concentrándose para comprender los desvaríos del muchacho, y tras dirigir una mirada a la chica y volverla a su interlocutor, lanzó una expresión de entendido.

—Ah, ya entiendo. Hablaste con ella, ¿cierto? – Harry asintió a su pesar, no sabía cómo el rubio conseguía sacarle tanta información. – Bueno, eso está bien, y por tu cara supongo que aclararon algunas cosas. Es un avance, pero vas a necesitar algo un poco más concreto, porque me da la impresión de que no le has dicho lo que realmente sientes por ella, ¿verdad?

—Hermione sabe lo importante que es para mí. – el muchacho se apresuró a dejar eso en claro.

—No lo dudo, pero sigues con tu novia, eso está mal. – comentó Travis.

Harry dudó acerca de si contarle o no a Travis lo conversado con Hermione, pero comprendió que necesitaba hablarlo con alguien o iba a explotar; su primera opción habría sido Ron, pero eso ni pensarlo, no en este momento.

—Hablaré con Ginny, y Hermione lo sabe; luego veremos qué ocurre entre nosotros. – confesó al fin.

—Ya, muy práctico; pero ten en cuenta algo, Harry, el amor no es práctico, no tiene sentido, y generalmente, cuando se trata de él, las cosas no salen como uno espera. – comentó el auror, encogiéndose de hombros.

— ¿Y qué esperas que haga? – el joven lo vio confundido.

—Tal vez podrías dejarte llevar un poco, Harry; hasta donde sé, es ella la que tiene fama de ser razonable, tú puedes saltarte algunas normas. – y con un guiño, Travis se hizo a un lado.

Harry vio hacia donde Hermione estaba, y asintió con expresión pensativa.

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El Padre Joseph se inclinó hacia los barrotes de su celda, alertado por el ruido que llegaba de los escalones. No era extraño oír los pasos de algunas personas, especialmente del muchacho, Theodore, pero ahora escuchaba lamentos que erizaron su piel. Se acercó aún más cuando vio un par de figuras que bajaban, una al parecer casi arrastrada por al otra.

Reconoció a Theodore, con su mueca burlona que le resultaba ya familiar. Lo que le terminó de aterrar fue que llevaba del brazo a una mujer, por lo que pudo apreciar, sucia y con una especie de túnica por vestido. Iba casi desmayada, pero podía oír los sollozos que la sacudían. No despegó la vista ni un minuto, observando cómo el muchacho la dejaba sin miramientos en la celda de al lado, y usaba esa cosa que parecía una varilla para cerrarla como hicieran con la suya.

—No esperaba encontrarte despierto, Squib, qué lástima, quería darte la sorpresa. – Theodore lo miró con falsa resignación.

— ¿Qué has hecho? – preguntó el sacerdote con un hilo de voz, esforzándose por ver lo mejor posible a la mujer que no había dejado de llorar.

—Lo que te prometí, Squib, traje a una amiga para que no te sientas solo. – le dijo con una sonrisa.

— ¿La has secuestrado también? – insistió el hombre, pasando una mano por su rostro, como queriendo despertar de una pesadilla.

—Digamos que será un huésped un poco difícil. – reconoció burló el muchacho. – Por cierto, tal vez cuando deje de llorar, empiece a preguntar por su esposo, sería muy amable de tu parte darle un poco de consuelo; ya sabes, creo que tienes un poco de práctica con eso. – indicó señalando el collarín que el sacerdote llevaba aún.

—Lo lastimaste. – aseguró más que preguntó el otro.

—Bueno, eso depende de qué tan lastimado pueda resultar un muerto. – respondió con desenfado. – Procura que no grite demasiado, estoy algo cansado y si no me deja dormir tendré que bajar a callarla, y no queremos que me enfade con ella, ¿verdad?

Con una última mirada cruel, le hizo un gesto de despedida y subió las escaleras, de vuelta al primer piso.

El Padre Joseph, impotente, se cubrió los oídos con las manos, intentando retomar fuerzas para poder ayudar a esa mujer; no sabía lo que le esperaba.

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DESTINO: CAPITULO 12




Disclaimer: Todos los personajes y lugares conocidos pertenecen a J. K. Rowling.

Este capítulo ha salido muy largo, pero no he querido cortarlo, así que acomódense bien.


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Harry permaneció despierto y dando vueltas por su habitación, mientras esperaba que Hermione llegara. No estaba seguro de qué iba a decir, ni siquiera sabía si era correcto lo que hacía, pero no podían continuar así. Si tan sólo una horas antes, la idea de permanecer evitándose el uno al otro le parecía absurda, ahora que iban enfrentarse a todos los peligros discutidos con Moody, el no hablar con ella no era una opción. Debían poder conversar, como siempre, y ayudarse cuando fuera necesario.

Le oyó tocar suavemente antes de entrar, y se quedó donde estaba mientras ella cerraba la puerta y lo veía desde el otro extremo de la habitación.

— ¿Quieres sentarte? – Harry dijo lo primero que se le ocurrió.

—No, gracias, estoy bien. – ella no se movió. – Harry, no creo que sea una buena idea estar aquí; será mejor que hablemos en otro momento…

— ¿Cuándo? ¿En el comedor, frente a Ron? – la interrumpió el muchacho. – Esto es algo que debemos hablar a solas, lo sabes.

Hermione ahogó un suspiro.

—Harry, es que no sé qué decir, y tampoco creo que lo sepas tú. – la joven sonaba angustiada. – He pensado en esto toda la semana y estoy tan confundida que no le encuentro una explicación razonable.

Harry no pudo evitar una pequeña sonrisa; si a él le desesperaba toda esa situación, a Hermione debía volverle loca el no hallar un indicio de lógica.

—No creo que haya nada razonable en esto, Hermione, ese es el problema. Yo…también lo he pensado, y al principio creí que con ignorarlo todo pasaría, pero no ha sido así. ¿Qué podemos hacer? ¿No hablarnos ni mirarnos? ¿Actuar como si no pasara nada? – Harry dio un paso al frente.

— ¡Es que no pasa nada! Nada que entienda, al menos, y no tiene sentido arriesgar tanto por algo que posiblemente no tenga ninguna importancia. – la última frase sonó tan llena de duda que aún a ella le pareció vacía.

— ¿Ninguna importancia? ¿El que casi nos besemos te parece que pueda tener poca importancia? – Harry habló con tono herido.

— ¡No! Digo, sí. – la chica soltó un bufido impotente. - ¿Qué quieres que diga? ¿Qué pasa con Ron? ¡Y Ginny!

—También pienso en ellos. – le aseguró el muchacho. - ¿Cómo puedo ver a Ron cada día? Sabes lo que dirá de todo esto. Y Ginny… ya no sé lo que siento por ella, nada es lo mismo.

—Eso es porque ella no está aquí; tal vez sea sólo eso, la extrañas. – Hermione no había pensado en esa posibilidad, y por algún motivo, le dolió.

Harry pareció reflexionar en lo que ella le dijo, sin dejar de mirarla fijamente.

— ¿Crees que intenté besarte porque extraño a Ginny? Hermione, me conoces mejor que eso. – le dijo.

— ¿Entonces porqué? – su pregunta sonó angustiada.

—No lo sé, no estoy seguro, no sé cómo llamarle, sólo quería hacerlo, necesitaba hacerlo. – el muchacho se encogió de hombros. - ¿Y tú?

—Lo mismo. – ahora fue su turno de suspirar. - ¡Ay, Harry! ¿Qué vamos a hacer?

Hermione agachó la cabeza y sintió cómo lágrimas de impotencia se agolpaban en sus ojos; odiaba no saber qué hacer y aún más, el miedo que empezaba a sentir.

Harry titubeó antes de acercarse a ella, pero casi sin darse cuenta ya estaba a su lado, y la envolvió en un abrazo tan fuerte que pareció querer decirle sin palabras todo lo que pasaba por su mente. Hermione correspondió el gesto y lo acercó a sí como si se tratara de un salvavidas.

Permanecieron unos minutos en silencio, hasta que el muchacho la alejó un poco para enmarcar su rostro entre las manos.

— ¿Puedo besarte? – le preguntó en un susurro.

Ella, en lugar de responder, cerró los ojos y acercó su rostro al de Harry, con un asentimiento casi imperceptible. Sus labios se unieron, primero con timidez, tanteándose el uno al otro, hasta que él mordisqueó muy suavemente, como jugando, para hacer el beso más profundo, al tiempo que la acercaba más a sí.

La mente de Hermione se había desconectado, totalmente ajena a lo que sentía. No pensaba en nada, sólo se aferraba más a Harry, mientras entrelazabas las manos alrededor de su cuello.

Ninguno hubiera podido decir cuánto tiempo estuvieron así, hasta que se separaron apenas para tomar un poco de aire, descansando ella la cabeza sobre su hombro.

— ¿Ahora qué? – le preguntó él con un susurro pegado a su oído.

Hermione sintió cómo volvía de pronto a la realidad, y levantó la mirada sin saber qué responder.

—Siento como si un hipogrifo me hubiera pateado, ¿sabes? Es muy extraño. – Harry la veía confundido.

—Sí, lo es, y me pasa lo mismo, Harry, pero nada ha cambiado. Lo sabes, ¿verdad? – ella deshizo el abrazo y retrocedió unos pasos, juntando sus manos como si de pronto sintiera mucho frío.

— ¿Estás bromeando? Todo ha cambiado, Hermione, todo. Jamás había sentido algo así; necesito estar contigo y besarte, eso es algo diferente. – el joven alzó la voz.

— ¿Entonces qué? ¿Me escurro a tu habitación cada noche? ¿Eso es lo que quieres? – ella apenas sofocó un sollozo mientras lo miraba con furia.

— ¡Por supuesto que no! – Harry negó tajante. – Pero no lo vamos a dejar así, no podemos.

— ¿Y Ron? – le recordó Hermione.

—Él entenderá, sé que lo hará. – el muchacho intentó sonar seguro.

— ¿Entenderá lo que nosotros no podemos? – fue el turno de la chica de sonar escéptica.

Harry aspiró una bocanada de aire y se acercó a ella, extendiendo las manos para tomar las suyas, pero guardando cierta distancia.

—No diré que estoy completamente seguro de lo que siento, Hermione, porque estaría mintiendo y tú lo sabrías. – sonrió triste. – Lo que si te puedo asegurar es que ya no te veo del mismo modo, y no creo que eso vaya a cambiar. Quiero…que sigas a mi lado, pero no sólo como mi mejor amiga, porque uno no está pensando todo el tiempo en besar a su mejor amiga. Lo que quiero decir es que necesito estar contigo, ¿me entiendes? – Harry lucía resuelto.

—Sí, te entiendo, aunque suena muy confuso. – Hermione sonrió de lado. – Pero estamos en una situación muy difícil, Harry; no sé si Ron pueda comprender esto, pero está Ginny, y no quiero que sufra por mi culpa.

—Tampoco yo. – le aseguró Harry al instante. – Pero no puedo engañarla y continuar como si nada pasara, tengo que hablar con ella.

— ¿Hablarle? – repitió Hermione.

—En menos de un mes volverá para las vacaciones de Navidad; entonces lo haré, será lo mejor, por ella y por nosotros. – le dijo el muchacho muy seguro. – Sé que lo entenderá.

Hermione pareció dudar, y se mordió el labio inferior con nerviosismo sin dejar de mirarlo.

—Harry, yo…creo que en tanto no hables con ella, tú y yo debemos permanecer como hasta ahora; es decir, no podemos…- a ella le costaba hablar con claridad.

—Entiendo, y está bien, yo pienso igual. Luego, cuando todo esté claro, tendremos tiempo para nosotros. – Harry le sonrió.

La joven suspiró más tranquila, contemplando sus manos entrelazadas.

—Tengo miedo. – reconoció al fin.

—Yo también; pero no estamos solos, saldremos de esto juntos. – le aseguró él.- Al final, todo estará bien.

Hermione le sonrió agradecida, mientras Harry se inclinó para besar su frente.

—Es tarde, ve a la cama; si Moody tiene razón, vamos a trabajar muy duro estos días. – Harry intentó hablar con ligereza.

—Es verdad, casi lo había olvidado. – la joven liberó sus manos suavemente. – Debes estar muy alerta, Harry.

—Lo sé, no empieces a preocuparte por mí, ve a descansar. – insistió él.

—Está bien. – Hermione sonrió. – Buenas noches.

—Buenas noches. – respondió el muchacho.

Antes de irse, la joven se empinó para depositar un suave beso en su mejilla, y con una última mirada, dejó la habitación.

Harry sonrió y exhaló un suspiro de alivio, al tiempo que se lanzaba sobre su cama.

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Un aburrido Theodore Nott jugaba con su varita, haciendo girar aros de fuego en el aire, que desaparecían cada cierto tiempo, siendo reemplazados de inmediato.

Cuando uno de ellos explotó, en vez de extinguirse, algunas chispas saltaron hasta la celda desde la que se oyó un ligero jadeo.

—Calla, Squib, o harás que me desconcentre, y no te gustaría que te llegaran algo más que chispas, ¿verdad? – Nott ni siquiera levantó la mirada al hablar.

El Padre Joseph se acurrucó en el rincón más alejado de su celda; no tenía sentido contestar, y si lo hubiera hecho, seguro que ese muchacho le hubiera hecho callar como acostumbraba. Aún no estaba completamente seguro de lo qué hacían o que deseaban de él, pero había comprobado que con una sencilla palabra podían dejarlo sin voz, hasta que alguno de ellos lo recordaba, y entonces podía hablar nuevamente.

Tras darle mil vueltas a todo lo que viera y oyera en las últimas semanas, había llegado a la conclusión de que estaba ante algo que no alcanzaba a comprender del todo, pero si tuviera que darle un nombre, sólo se le ocurría una palabra: magia.

La sólo idea, para un hombre de su educación, era una herejía; décadas de enseñanzas habían conseguido que esa palabra fuera desterrada de su vocabulario, pero no encontraba otra explicación, ¿de qué otra manera llamarle? Eso era magia, le gustara o no.

Los últimos días, algo más resignado, empezó a recordar esos viejos libros que guardaba celosamente en su habitación del edificio parroquial; nunca supo porqué la curiosidad hacia esos temas, asumió que se debía a la fascinación que hechos tan misteriosos podían tener sobre ciertas personas. Entonces pensó que él era sólo una de ellas, y si bien no era un tema consecuente con sus enseñanzas y creencias, se consolaba pensando que no le hacía daño a nadie.

Pero ahora, viendo que todo lo leído era real, no sabía qué pensar; sólo se preguntaba una y otra vez qué pudo haber hecho para convertirse en blanco de esos desalmados.

Pestañeó cuando los aros de fuego se reunieron en el centro de la habitación y con una ligera explosión, se extinguieron en el aire.

El muchacho; Theodore, había escuchado que le llamaban, se acercó a los barrotes, y lo miró desde su altura con mal disimulada burla.

—Pobre Squib, debes de sentirte muy sólo allí, ¿cierto? Nadie con quien hablar, parece muy aburrido. – negó con falsa pena.

El sacerdote no contestó, sólo lo miró encogido en su rincón, con los ojos casi sin vida, apenas una ligera chispa los iluminaba.

— ¿Vas a matarme? – preguntó al fin con voz cavernosa.

Theodore rió como si encontrara la idea muy divertida.

— ¿Te gustaría eso? ¿Morir? ¡Vamos, no te hemos tratado tan mal! – el muchacho pareció ofendido. – Tienes comida, agua, ¿qué más podrías desear?

El anciano se inclinó con esfuerzo hacia delante, irguiendo la cabeza tanto como podía, y fijando sus ojos en los crueles que le sostenían la mirada sin dudar.

—Eres diabólico. – espetó con tranquilidad.

— ¿Eso piensas? ¡Gracias! Viniendo de ti, eso significa mucho para mí, de verdad no lo esperaba. – comentó Theodore sin dejar de sonreír. - ¿Sabes qué? Voy a hacer algo por ti, te lo mereces, no es justo que pases tanto tiempo solo.

El muchacho dio media vuelta, dándole la espalda, y dirigiéndose a las escaleras.

— ¿Qué vas a hacer? – se atrevió a preguntar el sacerdote, alzando la voz con esfuerzo.

Theodore giró apenas para mirarlo sin rastro de sonrisa en su expresión, sólo un frío desprecio endurecía sus facciones.

—Voy a traerte compañía, no queremos que enloquezcas para el gran día, ya empiezas a decir estupideces; te necesitamos cuerdo. – mencionó antes de perderse en lo alto de la escalera.

El sacerdote se cubrió el rostro con las manos, aterrado por el significado de esas palabras.

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Muy temprano, la mañana del sábado, Harry, Ron y Hermione compartían el desayuno en la cocina, atendidos por un diligente Kreacher, que servía plato tras plato, hasta que incluso el pelirrojo debió decirle que ya tenían suficiente.

Harry y Ron discutían algunos detalles de la conversación del día anterior con Moody, mientras la joven revisaba El Profeta, como cada día.

—No entiendo porqué debo quedarme en esa casa revisando informes, y menos con esa bruja. – se quejaba Ron por tercera vez en lo que iba de la mañana.

—Por favor, Ron, si Moody te asignó ese trabajo debe de tener sus motivos; recuerda que estuvimos todos de acuerdo en aceptar lo que nos dijera sin quejarnos. – intervino Hermione sin abandonar su lectura.

—Y no puedes asegurar que sea algo aburrido, podrás informarte de todo lo que ocurre, eso está bien. – Harry intentó animarlo.

—Es fácil decirlo, ustedes si van a tener trabajo de campo. – siguió rezongando el muchacho.

Harry suspiró y escondió apenas una mueca exasperada.

—No vamos a empezar con esto de nuevo. – descartó el joven sacudiendo la cabeza. – Hermione, ¿me alcanzas la sección que ya terminaste, por favor?

—Seguro, aquí tienes. – la chica le extendió el diario sin levantar la mirada.

—Gracias. – Harry empezó a leer muy concentrado.

Ron guardó silencio durante ese breve intercambio de palabras, mirando de uno a otro con el ceño fruncido.

— ¿Qué está pasando? – preguntó pasados unos segundos.

— ¿En dónde? – Harry lo miró extrañado.

— ¿Cómo dónde? ¡Aquí! – insistió el pelirrojo.

Ahora fue el turno de Hermione de mirarlo alzando las cejas.

— ¿Qué ocurre aquí? – inquirió ella a su vez.

—Con ustedes dos, ahora; creí que no se hablaban. – Ron hizo el comentario como si se tratara de algo muy obvio.

La joven lució desconcertada y un ligero rubor subió a sus mejillas, mientras Harry miraba a su amigo irritado.

—No sé de dónde sacas eso, Ron. – fue él quien habló.

—Déjame pensar. – Ron fingió hacer memoria. - ¿Tal vez porque no los he visto dirigirse la palabra hace días?

—Eso no es cierto, no sabes lo que estás diciendo. – Hermione cogió su periódico de vuelta.

—Tengo ojos y oídos, así que sé de lo que hablo. – el pelirrojo rodó los ojos.

—No, no lo sabes, y mientras sea así, será mejor que lo dejes estar, ¿de acuerdo? – Harry sonó mucho más cortante de lo que hubiera deseado.

Ron lo miró ofendido, y abrió la boca para protestar, pero el timbre de la puerta lo distrajo.

Hermione se levantó muy rápido, y salió de la cocina a abrir.

—Harry, si es lo que estoy pensando… - Ron miró a su amigo con desconfianza.

—Prometo hablar contigo luego, ¿está bien? – Harry bajó su tono un poco.

Ron iba a insistir, pero la vuelta de Hermione le hizo guardar silencio, especialmente porque no venía sola.

—Buenos días, muchachos, es bueno ver que se levantan temprano. – Travis ocupó una silla sin esperar a ser invitado.

— ¿Qué haces aquí? – Ron le preguntó de mala manera.

—Ya sabemos quién es el sol de la casa en las mañanas. – el rubio sonrió tomando un panecillo.

—Travis, no lo provoques. – intervino Harry, para impedir una réplica de su amigo. - ¿Porqué mejor no nos cuentas qué ha ocurrido?

—Nada especial, al menos por ahora. Moody me envió a decirles que su trabajo ya empezó. – anunció Travis con una mueca divertida.

Los chicos miraron sorprendidos al auror; no esperaban tener que asumir sus obligaciones tan pronto.

—No me vean así, creí que estaban ansiosos por empezar a ayudar. – el rubio tomó otro bocadillo.

—Sí, claro, es sólo que no esperábamos que fuera ahora mismo. – le explicó Harry, recuperando el aplomo. – Bueno, ¿qué debemos hacer?

—Ya saben cómo trabajaremos, ¿no? Eso Moody lo dejó claro. La verdad es que en un primer momento esperábamos empezar a actuar de acuerdo a los acontecimientos, pero ya saben cómo es el viejo, quiere adelantarse a todo. – se explicó el mayor.

—Creo que es lo más inteligente, para saber exactamente a qué nos enfrentamos. – Hermione aprobó la idea.

Travis la miró con una amplia sonrisa.

—Tú y Kim se llevarán muy bien; Moody es listo, le concedo eso. – comentó. – Bien, empezaremos contigo, ¿de acuerdo? Sé que la idea era esperar a que Malfoy se pusiera en contacto, pero estuvimos hablando anoche y lo mejor será dejarle en claro quién tiene el control, si le permitimos actuar por su cuenta, podría darnos alguna sorpresa desagradable. Así que Kim y tú irán esta tarde a su casa para dejarle algunas cosas en claro. – indicó.

— ¿Amenazarlo? – preguntó Hermione desconfiada.

—Esas son cosas de Moody, no imagino a Kim amenazando a nadie; pero sabe cómo manejar estos asuntos, confía en él. – la tranquilizó el rubio. – Se verán a las tres, Kim te estará esperando en la otra calle.

La chica asintió con una sonrisa algo temblorosa; esperaba que las cosas fueran como él decía.

—Ahora tú, Weasley. Ya sabes cómo llegar al Cuartel, ¿verdad? A la misma hora debes ir a reunirte con Laria. No pongas esa cara, no muerde, o eso creo. – Travis disimuló una sonrisa. – Sólo…llega a tiempo y sé amable; que no te intimide, porque puede oler el miedo y será peor. – le advirtió.

— ¿Puede oler el miedo? – Ron lo miró inquieto.

—Es un decir, Weasley, no exageres. – el auror se dirigió a Harry. – Tú y yo seremos explotados hoy, compañero; Moody quiere que vigilemos a Jugson y Mulciber desde ya.

—Ellos se esconden en Surrey, ¿verdad? – le preguntó.

—Sí, y como creo que viviste allí, supongo que conoces la zona. – confirmó Travis. – Así que mis buenos muchachos, a trabajar.

Todos empezaron a moverse en simultáneo. Mientras Harry iba a buscar su chaqueta, Travis se acercó a un desconfiado Kreacher para presentarse y pedirle algunos panecillos para el camino, a lo que el elfo aceptó gustoso; después de todo, ese hombre iba con el amo. Hermione corrió a la biblioteca para tomar unos libros que pudieran servirle a Ron, y este se dirigió con paso resignado a buscar su mochila, que había dejado tirada por allí el día anterior.

Diez minutos después se encontraron en el vestíbulo, con Harry y Travis listos para partir.

—Debemos estar de vuelta al anochecer; que cada uno termine lo suyo y nos veremos en el Cuartel para hablar con Moody. – indicó el rubio.

—De acuerdo. – asintió Ron.

—Tengan mucho cuidado. – les dijo Hermione, intentando no mirar demasiado a Harry.

—Ustedes también. – mencionó el muchacho.

— ¿Qué podría pasarme? Sólo voy a revisar pergaminos. – rumió Ron.

—Laria podría morderte y siempre ha sido un poco venenosa. – rió Travis. – Es broma, no te pongas así. Vamos ya, Harry.

Ambos se despidieron con un gesto, y tras salir, cruzaron la calle para perderse entre los callejones.

—Parece que estamos avanzando, ¿eh? – preguntó al cabo de un rato el auror.

— ¿Avanzando? – repitió Harry.

—Las miradas, Potter, las miradas. – exclamó el rubio. – Eres rápido, bien por ti.

Harry ignoró las bromas de Travis y con un resoplido, apuró el paso; iba a ser un día muy largo.

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Horas después, cada una de las parejas asignadas cumplía con su labor, algunos con más suerte que otros.

Ron no estaba seguro de si debía sentirse ofendido o aliviado con la actitud de Laria. No hizo más que poner un pie en la casa y la griega lo saludó con un escueto saludo, invitándolo a entrar en la biblioteca, donde usualmente trabajaba.

Sin mayores ceremonias, puso una pila de pergaminos frente a él, “para que vaya enterándose de todos los hechos”, y ocupó el extremo opuesto de la mesa sin decir ni una sola palabra más.

El pelirrojo intentó un par de veces hacer alguna pregunta, pero la bruja apenas si señalaba los papeles para que siguiera leyendo, por lo que Ron le dirigió una mirada indignada y se enfocó en su trabajo; esperaba que a los demás les fuera un poco mejor.

Hermione, por su parte, se encontró a la hora exacta con Kim, quien la saludó cordialmente, y le explicó que su idea era ir a Malfoy Manor usando una entrada lateral que ya se había encargado de explorar; así evitarían cruzarse con el auror que custodiaba la entrada de la casa, y estarían bien cubiertos por si a algún mortífago se le ocurría ir de visita mientras ellos estuvieran allí.

La chica encontró muy interesantes sus ideas, y así se lo hizo saber, a lo que el hombre correspondió con una suave sonrisa.

Luego de aparecer en las afueras de la enorme casa, Hermione siguió a Kim por un camino abandonado que los llevó hasta un pórtico que al parecer no había sido usado en muchos años.

Unos pasos más adelante, tras rodear una fuente, el auror extendió un brazo para detener el avance de la joven.

—Creo que no debemos seguir más adelante sin autorización; por lo que sé de esta familia, imagino que ya bastante ofendidos estarán de que lleguemos hasta aquí sin pedir permiso. – indicó Kim.

—Tienes razón, no les hará ninguna gracia. – acordó Hermione. - ¿Cómo haremos para avisarle a Malfoy que estamos aquí?

—Dame un minuto. – indicó el hombre.

Hermione lo vio observar la casa con el ceño fruncido, hasta que una pequeña criatura, que la chica reconoció en el acto como un elfo doméstico mal trajeado, le salió al encuentro.

El elfo pareció asustado al verlos, pero Kim se inclinó a su altura, y le susurró algunas palabras que no alcanzó a oír. Vio a la criatura asentir y perderse de vuelta en el camino por el que había llegado.

—Va a anunciarnos. – comentó el hombre en voz alta.

Hermione se acercó al auror con expresión curiosa.

— ¿Cómo hiciste que viniera? – preguntó.

—No lo hice, no exactamente. Imagino qué sabes cuán poderosos son en realidad los elfos domésticos, y aún más, muy fieles. Vigilan las casas de sus amos y los protegen, aún cuando muchos de ellos no lo merezcan. – comentó con tranquilidad.

—Ya veo. – Hermione estaba impresionada por su razonamiento.

Minutos después, el mismo elfo regresó a verlos, y con un gesto, les pidió que lo siguieran; la joven dudó, pero un asentimiento de parte de Kim la alentó a andar.

Entraron por una pequeña puerta que los guió a las cocinas, donde un grupo de elfos se afanaban en sus labores, mirándolos apenas con algo de temor.

Atravesaron un pasillo, y Hermione no pudo reprimir un ligero escalofrío que la recorrió al recordar la única vez que estuvo en esa casa. Kim debió intuirlo, porque detuvo sus pasos para mirarla muy serio.

—No se puede olvidar lo que nos ha lastimado, pero el miedo es un mal compañero; ahora entierra esos recuerdos, y avanza. – le dijo con tono suave.

Hermione parpadeó, primero confusa, y luego agradecida por sus palabras; debía preguntarle luego cómo era que sabía tanto de lo ocurrido, pero ahora tenía razón, debía avanzar, así que reanudó el paso.

Draco Malfoy los esperaba en el salón, sentado en el sillón que a su padre le gustaba tanto, y con una mueca de desprecio. Su primer impulso, cuando le informaron de que la sangre sucia Granger y alguien más, habían llegado hasta la puerta de su casa sin ser invitados, fue salir y echarlos él mismo. Pero no era ningún tonto, y si estaban allí, algún motivo debían de tener; sería cuestión de oírles, para saber de qué trataba y si le reportaría algún beneficio.

Kim y Hermione entraron al salón, escoltados por el elfo, que desapareció tan pronto como pudo. Ambos se quedaron de pie, mirando a Malfoy sin acercarse demasiado.

—Les ofrecería asiento, pero eso sólo lo hago con las visitas que son bienvenidas. – comentó el muchacho a modo de saludo.

—Lamentamos haber irrumpido de este modo, pero comprenderás que usar la entrada principal no era una opción. – mencionó Kim. – Es importante que hablemos contigo, no te quitaremos mucho tiempo.

Draco vio al hombre con el ceño fruncido, ¿quién rayos era ese?

— ¿Has traído a un guardaespaldas, Granger? No pensé que me temieras tanto. – Malfoy usó su habitual tono ofensivo.

—No te temo, Malfoy, nunca lo he hecho. – descartó la joven, arrugando la nariz. – Ya oíste, necesitamos decirte un par de cosas.

— ¿Y qué será? – continuó burlándose el rubio.

—Pensé que resultaría obvio. – intervino Kim. – Has ofrecido tu ayuda para detener a los Nott en su propósito de llevar a cabo un ritual en La Gran Noche, y pediste ciertos beneficios a cambio.

— ¿Quién eres tú? – se dirigió Draco por primera vez a él con tono hostil.

—Eso no tiene importancia, pero si quieres un nombre, ese sería Kim. Ahora, no creo que sea prudente permanecer mucho tiempo aquí, por nuestra seguridad, y la tuya, por supuesto, así que seremos breves y claros. – indicó el auror sin alterar su semblante sereno.

— ¿Qué está pasando, Granger? ¿Quién es este tipo? ¿Trabaja con ese rubio que me atacó en la Academia? No me involucrarán en sus tonterías. – Draco se incorporó mirando a Hermione con ira.

—Eso no es de tu incumbencia, Malfoy, en lo absoluto. Dijiste que ayudarías siempre y cuando protejamos a tu madre; el cómo lo hagamos es cosa nuestra. – la joven contestó secamente.

El rubio miró de uno a otro, cada vez más desconfiado, ¿casi irrumpían en su casa para hablarle de ese modo?

—Hablaré claro, joven Malfoy, y lo haré sólo una vez. – Kim avanzó un par de pasos. – Sospechamos que Theodore Nott se pondrá en contacto contigo en cualquier momento para pedirte algo, o anunciarte algo. Cuando lo haga, deberás informárnoslo de inmediato, y así será con todo lo que consigas averiguar hasta que sea detenido. A cambio, tu madre recibirá protección; te garantizo que nada malo le ocurrirá, puede permanecer aquí, o aceptar ser llevada a cualquier otro lugar que prefiera; en donde sea, estará a salvo, tienes mi palabra. Esas son nuestras condiciones, y necesitamos conocer tu respuesta ahora. – culminó su oferta sin pestañear.

Draco se sintió extrañamente tranquilizado por las palabras del extraño; no sabía cómo, pero estaba seguro de que no mentía. También comprendió que sin importar cuánto presionara, no iba a obtener más información; ni de él, ni de Granger.

Su curiosidad se había incrementado, pero si deseaba obtener lo que quería, iba a tener que ceder, aunque no le gustara. Ya tendría sus respuestas llegado el momento; ahora lo mejor sería hacer un esfuerzo para soportar a esa gente.

—Está bien, acepto. – anunció al fin, sin bajar la mirada.

Kim ladeó la cabeza sin quitarle la vista de encima, sondeando en sus ojos por unos minutos sin romper el silencio. Luego hizo una pequeña inclinación y miró a Hermione.

—Creo que hemos terminado aquí. – indicó, para luego dirigirse a Malfoy. – En cuanto tú y tu madre decidan en dónde se quedará, díselo a Hermione, ella se encargará. En cuanto a Nott, lo mismo; cualquier cosa que averigües, no lo olvides.

—De acuerdo. – asintió Draco, sin variar su expresión.

—No nos traiciones, Malfoy, porque lo sabremos. – le advirtió la joven sin poder contener su desconfianza.

—Hice un trato, Granger; si ustedes cumplen, yo también lo haré. – le espetó el rubio.

Sin hablar más, Kim y Hermione dejaron la habitación, regresando por el mismo camino que los llevó hasta allí. Malfoy no se ofreció a acompañarlos, ni los despidió, tampoco lo esperaban.

Una vez fuera, Hermione aspiró el aire como si se hubiera estado ahogando.

— ¿Estás bien? – Kim le preguntó con semblante preocupado.

—Sí, gracias. – apreció la chica. - ¿Crees que podamos confiar en él?

—Por ahora, si; luego, no lo sé. – se encogió de hombros el auror. – Iremos paso a paso, este muchacho es muy complicado, realmente difícil

—Y eso que no compartiste clases con él. – bufó la chica negando con la cabeza.

Kim le dirigió la sonrisa más amplia que le había visto esbozar, y con un gesto la invitó a desaparecer. Ahora debían informarle a Moody de los alcances de su visita.

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— ¡Qué aburrido! Odio vigilar. – Travis bostezó y se frotó los ojos con desgano.

Harry estaba totalmente de acuerdo con él, pero prefirió callar; a veces le recordaba un poco a Ron, si le daba pie, no iba a parar de quejarse.

Estaban dentro de una casucha abandonada en la zona más pobre y descuidada de Surrey, sentados sobre unos bancos polvorientos, y mirando a través de los cristales rotos el otro lado de la calle. La casa en la que se escondía Jugson estaba en su campo de visión.

Hasta hacía un par de horas, habían corrido de allí a la guarida de Mulciber, comprobando que ninguno de ellos dejaba su escondite. Se instalaron en esa casa cuando un auror del Ministerio les dio el alcance para asegurarles que él se encargaría de vigilar y que ellos podrían volver con Jugson. Al parecer, Moody y Kingsley no querían dejar nada al azar.

— ¿Viven lejos tus tíos? – le preguntó Travis de pronto.

Harry lo miró, extrañado por su comentario.

—Algo. – respondió el muchacho. - ¿Porqué preguntas?

—Nada importante, sólo pensé que si su casa quedaba cerca, podríamos ir por algo de cenar, me muero de hambre. – reconoció el rubio.

Harry no pudo evitar reír al imaginarse siquiera a Travis cerca de los Dursley.

—Aunque fuera así, no les agradaría, créeme; no les gustan los magos, y mucho menos yo. – le explicó el muchacho sin darle demasiada importancia.

Travis asintió comprensivo.

—Ya, me hago una idea; mi viejo era igual. – comentó.

— ¿Tu padre? ¿Era muggle? – Harry lo miró curioso.

—Y un idiota también; aunque eso no tiene nada que ver con que fuera muggle, por supuesto. – se apresuró a aclarar.

Harry detecto cierto resentimiento en su voz que no había escuchado antes.

— ¿No se llevaban bien? – no pudo evitar preguntar.

—No estoy seguro, nunca pasamos mucho tiempo juntos como para saberlo; me evitaba como a la peste y se fue cuando tenía seis. – mencionó con tono seco.

—Lo siento. – le dijo honestamente, ¿qué clase de padre era ese?

—Está bien, igual no hizo mucha falta, mi madre y yo nos las arreglamos bien solos. – le contó.

— ¿Ella si es una bruja? – inquirió Harry, luego de dar una mirada por la ventana.

—No, es muggle también, pero de las buenas. – el rubio sonrió y su voz sonó mucho más cálida.

—Entonces eres hijo de muggles, como Hermione. – ahora entendía porqué Travis se movía tan bien en ambos mundos.

—Por eso me agrada tanto esa chica; más te vale cuidarla bien. – le advirtió retomando su carácter normal.

El muchacho rodó los ojos exasperado, allí estaba de nuevo; llevaba todo el día haciendo esas insinuaciones.

—Será mejor que dejes eso, ¿de acuerdo? – le contestó de mal humor.

—Vamos, tampoco lo iría diciendo por allí, entiendo que están en una situación difícil. – le aseguró el auror. – No creas que no me doy cuenta de eso; sólo menciono lo obvio, y es que deben aclarar lo que pasa entre ustedes.

—Lo que pase entre Hermione y yo es asunto nuestro. – le increpó Harry con su paciencia al límite.

—Lo sé, pero es mejor que te apresures, porque llevas las de perder. Después de todo, eres tú el que tiene novia, ella es libre y puede preferir a alguien que no le traiga tantos problemas; es un consejo. – a veces Travis no sabía cuando callarse.

Harry se contuvo de decirle todo lo que pensaba, porque no tenía sentido. Él no sabía nada, ni podía siquiera imaginar todo lo ocurrido entre Hermione y él; tal vez le agradara Travis, con todo y su actitud, pero no iba a hacerlo su confidente.

—Prefiero no hablar de eso, sin ofender. – intentó sonar lo más cortés posible.

—Está bien, entiendo. – el rubio asintió pensativo.

Permanecieron otra hora más vigilando, compartiendo algunos de los panecillos ya resecos que Travis obtuviera de Kreacher, y hasta se dieron tiempo para especular acerca de lo que podrían querer invocar los mortífagos La Noche de Walpurgis.

De pronto, cierto movimiento en la espesura, llamó su atención, haciendo que callaran de inmediato. Una sombra había aparecido entre los matorrales, al parecer se trataba de un hombre muy cubierto con su capa. Travis le hizo un gesto a Harry para que guardara silencio, mientras él se incorporaba con mucho cuidado para ver mejor.

El encapuchado cruzó el corto sendero que conducía a la casa de Jugson, y tras tocar la puerta, se perdió en su interior.

—Apuesto mi cuello a que ese es Nott. – susurró Travis.

—Seguro que sí, ¿no crees que deberíamos detenerlo? Somos dos contra dos. – sugirió Harry.

—Ya lo he pensado, pero no sería lo más inteligente, Harry; sabes que Nott no está solo, tiene al loco de su abuelo detrás para empezar esto una y otra vez, tenemos que cortarlo de raíz. – Travis sonó seguro.

Harry contuvo sus ganas de insistir; Travis tenía razón, aunque no le gustara la idea.

Sólo treinta minutos después, la figura salió de la casa, teniendo cuidado de cubrir su rostro. Caminó con paso lento hasta la avenida, y dio una mirada alrededor. Justo antes de desaparecer, fijó la vista directamente en la ventana desde la que Travis y Harry vigilaban. Ambos tuvieron exactamente la misma impresión; el hombre sonrió.

De pronto, todo pasó muy rápido.

—Harry. – Travis lo miró inquieto. – Él sabía.

El muchacho empezó a usar su cabeza a toda velocidad.

—Quería distraernos, pero… ¿para qué? – no terminó de pensar cuando el auror se había puesto de pie y corría fuera de la casa.

— ¡Mulciber, Harry! Nos quería lejos de allí; tengo un mal presentimiento, vamos. – lo apuró.

En un pestañeo, ya estaban fuera del escondrijo que dejaron custodiado por el auror del Ministerio, sólo que no lo vieron en su puesto. Con las varitas fuera, empezaron a avanzar entre la espesa maleza, hasta que Harry dio un grito de alarma, haciendo que Travis corriera a su lado.

Frente a ellos, el auror yacía sobre el césped con una mueca de terror congelada en su rostro.

—El Avada. – susurró Travis, antes de correr hacia la casa.

Harry se quedó con la varita en alto, y la mirada fija en el cuerpo del mago, escudriñando entre la oscuridad cada cierto tiempo. Travis no tardó en regresar con expresión frustrada.

—Se ha ido; Mulciber escapó. – indicó dando una patada al aire. – Y si volvemos con Jugson, él tampoco estará, todo fue un plan.

—Tenemos que avisar al Ministerio. – el muchacho habló señalando al auror caído.

—Yo me encargo, tú ve al Cuartel y avisa a los otros. – el rubio bufó cuando lo vio dudar. - ¡Sólo ve, Harry! Me reuniré con ustedes pronto.

El muchacho asintió, y con una mirada resuelta, desapareció.

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Cuando Travis regresó al Cuartel, después de dejar el cuerpo del auror en manos de Kingsley, y de informarle a grandes rasgos lo ocurrido, ya era casi medianoche.

Le extrañó el silencio en la casa, esperaba oír todo un barullo de la gente reunida, haciendo conjeturas, no eso.

Apuró el paso para llegar al salón, y soltó un suspiro de alivio cuando vio a todos allí reunidos; pero pronto una nueva inquietud se le instaló como una piedra en el estómago.

— ¿Qué pasa ahora? – preguntó casi sin voz.

No estaba seguro de quién lucía peor, si sus compañeros aurores, o los más jóvenes, especialmente Harry. Pero fue Moody quien le contestó.

—Nos ganaron la mano de nuevo, Taylor, otra desaparición. – rumió el viejo rabioso.

— ¿Desaparición? ¿Quién? - insistió con sus preguntas.

Kim, de brazos cruzados, lo miró casi tan calmado como de costumbre, casi.

—Una bruja esta vez; aquí, en Londres, acaban de avisarnos. Mataron a su esposo y se la llevaron. – explicó sucinto.

— ¿Porqué? – intervino Ron de pronto, como saliendo de un trance. - ¿Porqué están haciendo esto?

—Está claro, Weasley, esos infelices necesitan más ofrendas. – fue Laria quien respondió mordiendo las palabras.

Las campanadas del reloj marcaron las doce, pero ninguno dijo nada, estaban demasiado concentrados en sus pensamientos.

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