viernes, 9 de abril de 2010

DESTINO: CAPITULO 10






Disclaimer: Todos los personajes y lugares conocidos pertenecen a J.K. Rowling.

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Resumen de los capítulos anteriores: Harry, Ron y Hermione viven juntos en la Casa Black mientras continúan sus respectivos estudios. Una nueva amenaza se cierne sobre ellos, con los planes de Theodore Nott y su abuelo para invocar fuerzas oscuras en La Noche de Walpurgis. Todo lo que los jóvenes saben es gracias a “Ojoloco” Moody, quien nunca murió, sino que se mantuvo escondido todo este tiempo, pero ahora, unido a Kingsley Shackelbot, actual Ministro de Magia y a tres aurores extranjeros, quiere detener a los mortífagos, o eso se pensaba hasta que expresó su deseo a una de ellos de dejarles terminar su ritual; aún no conocemos sus motivos. Draco Malfoy se ha visto tentado para unirse a Nott, pero la idea no parece gustarle y busca otra opción. Si bien Harry tiene una relación con Ginny Weasley, empieza a compartir ciertos sentimientos por su mejor amiga, que al parecer son más que correspondidos. Ahora deben luchar contra lo que les pone en riesgo y al mismo tiempo descubrir lo que realmente sienten el uno por el otro.

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Un par de semanas después de la conversación entre Harry y Hermione en el dormitorio del primero, la atmósfera en Grimmauld Place resultaba más que extraña, por no decir incómoda.

Los dos jóvenes apenas si intercambiaban algunas frases durante las comidas y el resto del tiempo se evitaban buscando mil excusas para no estar en la misma habitación.

El más afectado con esa situación resultó siendo Ron, quien veía a sus amigos sin entender qué podía haber pasado entre ellos. En circunstancias normales simplemente hubiera preguntado, pero no estaba seguro de querer saber; tenía sus sospechas y ninguna le gustaba. Algo le decía que ser frontal esta vez no le iba a ayudar.

La rutina, por ende, consistía en desayunar muy temprano en las mañanas con algún comentario no muy entusiasta de parte de Ron y las monosilábicas respuestas de sus amigos. Luego iban a sus respectivas clases y los muchachos no veían a Hermione hasta la hora de la cena, ya que al parecer, según ella, estaba tomando unos cursos extras que le obligaban a pasar mucho tiempo en la Academia.

Los fines de semana el panorama no cambiaba mucho, porque ante toda esa tensión, Ron había optado por pasar su tiempo libre en la tienda de los gemelos y Harry lo acompañaba con frecuencia. Hermione, en cambio, se excusaba diciendo que prefería aprovechar el tiempo para estudiar o visitar a sus padres.

Tal vez si al menos ocurriera algo nuevo relacionado con los mortífagos y La Gran Noche, les serviría para salir de esa situación, pero nada pasaba. Moody no se comunicó más con ellos y salvo uno que otro saludo con Travis, quien siempre permanecía vigilante, no recibían mayores noticias.

Sin embargo, ellos no tenían como saber que los acontecimientos se sucederían tan rápidamente que los tomaría casi con la guardia baja.

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A Hermione le costaba recordar cuándo fue la última vez que se sintió tan aislada. Era conciente de que en gran medida era por su propia decisión, pero aún así no dejaba de resultarle muy incómodo y hasta triste.

Empezaba a hartarse de pasar buena parte de su tiempo libre recorriendo los jardines de la Academia o quedándose en la biblioteca casi hasta el anochecer. Merlín sabía cuánto le gustaban los libros, pero siendo honesta consigo misma, debía reconocer que hubiera preferido pasar esas horas en Grimmauld Place, sentada en el salón con la chimenea encendida y discutiendo como siempre con Ron, mientras Harry se sentaba a su lado y sonreía divertido.

Harry, ese era el quid del asunto. Harry.

La joven suspiró al tiempo que ocupaban una de las bancas más alejadas; hacía ya una hora que Padma se había disculpado por no acompañarla ya que debía regresar a casa.

¿Qué fue exactamente lo que pasó entre ellos? Un minuto estaban hablando con la misma confianza de siempre y al siguiente lo tenía sobre ella a punto de besarla.

Bueno, no es que tú no hubieras querido lo mismo, le recordó una vocecita traicionera en su cabeza.

Eso era lo que más le angustiaba, porque si hubiera sido sólo cosa de Harry podría haber pensado que estaba imaginando cosas o el muchacho había quedado aturdido por el golpe al caer. Pero no, después de todo ella era Hermione Granger y en teoría la inteligencia era su punto fuerte, ¿no? De modo que si algo tenía por seguro, era que por unos segundo al menos, Harry había deseado besarla y ella a él.

Eso era lo que la parte racional de su cerebro tenía muy claro; lástima que en lo que a sus emociones se refería era un completo desastre.

¿Porqué, en el nombre de todos los magos, querría ella besar a su mejor amigo? No tenía ningún sentido. De acuerdo, tal vez eso no fuera del todo cierto; Harry siempre le había parecido un chico muy guapo, aunque no lo mencionara. Por otro lado, mentiría si no reconociera que en sus primeros años en Hogwarts se sintió ligeramente atraída por él. Pero entonces era una niña, ni siquiera sabía darle un nombre, sólo se trataba de un enamoramiento infantil. Luego a ella empezó a gustarle Ron, y Harry suspiraba por Cho y después Ginny…simplemente lo dejó pasar, nunca pensó mucho en ello.

Hizo mal, porque si entonces hubiera analizado lo que realmente sentía por su amigo, ahora no estaría tan confundida.

Y una parte de ella le rogaba que no pensara mucho en eso porque podría descubrir algo que no iba a gustarle para nada, que lo echara al olvido.

Lo que ocurrió la otra noche fue un error, algún tipo de equivocación de parte de ambos; Harry estaba con Ginny y a ella le parecía muy bien, eso era todo.

Empezaba a sentir frío y se acomodó mejor la chaqueta para calentarse un poco. Lo mejor sería regresar a casa e intentar volver a la normalidad; odiaba no poder hablar con Harry.

Antes de desaparecer dio una mirada alrededor, viendo a lo lejos algunos grupos dispersos. En el edificio más alejado, justo bajo el pórtico de entrada, una figura oscura la veía con fijeza.

¿Qué no era ella quien debía vigilar a Malfoy? ¿Qué hacía allí parado mirándola de un modo tan raro? Hermione se extrañó aún más cuando el muchacho asintió en su dirección y dio media vuelta, de regreso al edificio. Quería que lo siguiera.

La chica no dudó, y con la mano sujetando fuertemente la varita, se encaminó hacia el lugar. Una vez allí, divisó a Malfoy unos pasos delante, dándole la espalda.

No estaba segura de qué hacer ahora, sólo podía ver a todos lados, esperando que no se tratara de una emboscada.

El muchacho no decía nada ni volteaba a mirarla, ¿qué hacer? Regresar sobre sus pasos se perfilaba como la mejor opción, pero cuando estaba por girar, una suave risa burlona le hizo cambiar de opinión.

- Eres un desastre, Granger; no puedes espiar a nadie y te lanzas de cabeza a una trampa; Weasley no podría haberlo hecho mejor. – Malfoy usaba su tono habitual de desprecio.

Hermione miró alrededor aún más nerviosa, pero cuidándose de no demostrarlo.

- ¿De eso se trata, Malfoy? ¿Una trampa? – mantuvo la varita firme.

El rubio giró lentamente con expresión calculadora y una sonrisa burlona.

- ¿Y qué harías si fuera así, Granger? Potter y Weasley no están para defender a su amiga sangre sucia. – replicó él.

- Me basto sola para acabar contigo. – y vaya que lo pensaba, pero no estaba segura de que no hubiera nadie más por allí.

Malfoy suspiró y levantó las manos vacías.

- Lo dudo mucho, Granger, pero lo dejaremos para otra ocasión; ahora vas a hacer algo por mí. – le indicó con tono prepotente.

Hermione no bajó la guardia, pero un parpadeo delató su confusión.

- “Voy a hacer algo por ti”. – repitió incrédula. - ¿Estás loco?

- No, Granger, sólo aburrido por tener que hablar contigo. – comentó ofensivo. – Ahora has lo que te he dicho, te conviene.

- ¿De qué manera hacer algo por ti va a convenirme? – le preguntó ignorando sus insultos.

- ¿Tú y tus amigos no quieren detener La Gran Noche? – preguntó él a su vez con un susurro apenas audible.

La chica abrió los ojos al máximo mientras daba un paso hacia delante, bajando inconcientemente la varita.

- ¿De qué hablas? ¿Qué sabes? – así que después de todo sus sospechas eran correctas, estaba involucrado.

Malfoy se mostró aún más altivo y la vio con los ojos entrecerrados.

- Llévame con Potter y ve pensando en cómo hacerlo sin llamar la atención; me están vigilando. – se limitó a contestar.

- ¿Quieres hablar con Harry? – esto no se lo esperaba.

- Potter, el diablo, llámalo como quieras. – expresó el muchacho con una mueca de disgusto.

Hermione clavó la mirada en los ojos desdeñosos de Malfoy, buscando algún indicio de engaño, pero al no ver ninguno, se guardó la varita y usó ambas manos para masajear sus sienes.

Y pensar que hasta hacía unos minutos creía tener ya bastantes problemas.

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Los miembros del equipo liderado por Moody no lo llevaban mejor. Travis continuaba su vigilancia sobre Harry; Laria se hizo cargo de recibir toda la información recabada en el cuartel y Kim, bueno, a Kim le pasaban muchas cosas por la mente en este momento. Por ejemplo, que si Travis fuera más desconfiado y menos distraído, se haría las mismas preguntas que él.

Más de una vez se acercó al australiano para preguntarle si no le parecía extraña la conducta de Laria, a lo que el rubio tan solo contestaba que le daba la impresión de estar un poco menos antipática que de costumbre; pero fuera de eso la veía igual.

En opinión de Kim, era una buena observación, con la diferencia de que él le daba mucha más importancia a ese cambio que Travis.

Por semanas, Laria sólo se dirigía a ellos para quejarse por mil motivos; los más comunes justamente no tener una participación tan activa como hubiera deseado en la operación. Ahora, en cambio, no se mofaba con sarcasmo de Travis por encargarse de la vigilancia de Potter, y había dejado de gruñir cada vez que Alastor lo enviaba a él en alguna misión de seguimientos a los mortífagos prófugos, mientras ella permanecía en la casa revisando folios o diseñando estrategias.

Aún más extraño era el hecho de que los trataba con una amabilidad poco común en ella, como queriendo dejar en claro que era uno de ellos, preocupada por lo que hacían en sus horas de vigilancia y por todo lo que lograban averiguar.

Kim no creía que las personas pudieran cambiar de la noche a la mañana y mucho menos sin un motivo. Así que esa nueva actitud de Laria le generaba cierta inquietud, sentía que algo no estaba bien.

Cavilaba en todo esto mientras se columpiaba sobre la silla de ese viejo bar en las afueras de Bristol.

Al parecer Selwyn y Travers tenían un motivo muy poderoso para reunirse en ese hueco maloliente, especialmente cuando por todos los informes que manejaba, sabía que lo normal era que se evitaran como a la peste. Algo muy lógico, ya que separados llamaban menos la atención.

La posibilidad de una reunión para recordar viejos tiempos como compañeros mortífagos estaba descartada; por los rostros pétreos que exhibían era como si una mano invisible los hubiera arrastrado al último lugar en el que deseaban estar.

Y el dueño de la mano en cuestión acababa de hacerse presente con una discreta entrada que apenas si pudo advertir; los dos mortífagos fueron mucho más lentos, no lo vieron hasta que ya se hubo sentado entre ellos.

Kim se preguntó, como hacía con frecuencia desde que empezó a seguir a Theodore Nott, qué tan poderoso podía ser ese muchacho realmente. A lo mucho un año mayor que Potter, delgado, no muy alto, y por lo que Laria investigó respecto a él, nunca fue muy popular en su época de escuela. Si de miembros destacados por sus conocimientos en Artes Oscuras se trataba, Draco Malfoy le llevaba una franca ventaja. Aparentemente, claro.

La hipótesis más coherente, que habían discutido él y sus compañeros más de una vez, era que el muchacho simple y llanamente había decidido mantener un perfil bajo para no llamar la atención; dejar que el joven Malfoy fuera el objeto de todas la miradas, y las sospechas. Lo mismo que su abuelo en los primeros años de Voldemort, parecía preferir actuar desde las sombras, lo que a su entender sólo lo hacía más peligroso.

En lo posible, para cumplir con su papel de vigilante a cabalidad, intentaba ir siempre con la cabeza gacha, usar su condición de extranjero para fingir ignorancia; todo lo que pudiera servir para pasar desapercibido.

Pero al menos una vez había logrado mirar a Nott a los ojos y lo que notó en ellos le resultó escalofriante; eran los más fríos que había visto jamás, la crueldad en ellos casi podía sentirse, y a él parecía gustarle. En seres así, lo común era percibir cierto grado de locura, pero este no le parecía un desquiciado más, aparentaba una lucidez que bien usada podía ser letal.

Ahora estaba agachado, hablando en susurros con Selwyn y Travers, y no alcanzaba a oír lo que les decía, ni podía ver sus rostros sin delatarse.

En cierto le pareció ver a Travers dar un pequeño salto en el asiento, pero se recuperó con rapidez y volvió a su posición inicial.

Al menos media hora después, Nott se levantó y puso unas monedas sobre la mesa. De inmediato, giró y salió del local sin mirar atrás.

A Kim no le parecía que los otros fueran muy astutos, así que se inclinó un poco más hacia delante para observar con detenimiento a los mortífagos.

Hablaban muy rápido entre ellos, con ademanes casi frenéticos, y lo que más inquietó a Kim, lucían increíblemente asustados.

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Harry aprovechó que cancelaron la última hora de clases para regresar a Grimmauld Place; Ron prefirió darse una vuelta por la tienda de los gemelos.

Le hubiera gustado ir a pie, le agradaba caminar cuando algo lo preocupaba y pensar con más tranquilidad en ello, pero con Travis siguiéndolo a todas partes, la idea le parecía mucho menos atractiva.

Así que se apareció en la puerta de la Casa Black y sintió una extraña satisfacción al cerrarla tras de si, casi en las narices del auror. No tenía nada en su contra, pero empezaba a hartarse de su presencia.

Kreacher le salió al encuentro tan pronto como puso un pie en la casa, y empezó a ofrecerle toda clase de bocadillos para esperar a que terminara de preparar la cena, pero Harry se negó con amabilidad y subió a su dormitorio.

Dejó sus cosas sobre una silla y abrió la puerta del armario para rebuscar entre todos los objetos lanzados al azar. Sólo un compartimiento estaba medianamente ordenado y fue ese el que retiró con cuidado.

Había dos álbumes de cuero allí; uno era el que Hagrid le obsequiara, y otro menos rústico, como recién comprado, fue este el que tomó.

Se lanzó a la cama con un suspiro y poniéndolo sobre las rodillas, empezó a pasar una a una las páginas.

Tenía decenas de fotos allí y él estaba en casi todas. Desde su primer año en Hogwarts, en sus visitas a La Madriguera, con todos los miembros de la familia Weasley, algunas de sus juegos de Quidditch, con profesores de la escuela, miembros de la Orden, el Ejército de Dumbledore; en fin, de todo acontecimiento en su vida desde que entró al mundo mágico.

En algunas de ellas estaba Ginny, especialmente en las más recientes, pero eran Ron y Hermione quienes le hacían compañía en la mayoría.

Salvo su crecimiento desmesurado, Ron se veía casi igual a cuando iniciaron su amistad; pero no se lo iba a decir, dudaba que le hiciera mucha gracia.

Y ella…no, mucho en ella era diferente a cuando la conoció, al menos en apariencia. Ya no era la niña de once años que irrumpió en su compartimiento del tren buscando al sapo de Neville. Como Travis le dijera hacía unos días, se había convertido en una chica muy linda.

La mayor parte del tiempo lo olvidaba, no porque no lo viera o no le diera importancia; era sólo que Hermione seguía siendo Hermione, eso continuaba igual y para él no había nada más valioso.

Por lo que le parecía toda su vida, esa chica había estado a su lado alentándolo, lanzándole críticas a diestra y siniestra, muchas veces con razón; dándole ánimos cuando ya no sabía qué hacer; deslizando los mejores consejos que se podían necesitar en situaciones de crisis; permaneciendo a su lado cuando no le quedaba nadie más, ni siquiera Ron. No podía pensar en una situación en la que Hermione no hubiera estado allí, acompañándolo.

Cerró el álbum, que por cierto ella le había regalado en las últimas fiestas para que no tuviera las fotografías regadas por allí, y se cubrió el rostro con la almohada.

¿Ahora qué? No intentas besar a tu mejor amiga y lo olvidas con facilidad; mucho menos si se trataba de Hermione.

Ella se sentía tan confundida como él, estaba seguro, pero ninguno se atrevía a decir nada.

Él, al menos, hubiera sólo empeorado las cosas si abría la boca. No podía ir con ella y decirle algo como “lamento casi haberte besado la otra noche, aunque no es algo que me moleste para nada; la idea de besarte, por supuesto”.

Harry casi se ahoga con la almohada para dejar de pensar tonterías. ¿Qué pasaba con Ron? Lo mataría si se enteraba de eso. ¡Y Ginny! No, ni hablar, entre él y Hermione no podía haber más que amistad, eso era todo.

Pero la parte rebelde de su cabeza, esa que siempre le obligaba a no tomar la salida fácil, le recordó todo lo que había sentido por Hermione las últimas semanas, y cómo eso no iba a desaparecer con facilidad.

¿Y qué hacer? ¿Pedirle que le hiciera el favor de dejar que la besara para saber qué sentía? Y en el hipotético caso de que ella aceptara, ¿qué si de pronto se daba cuenta de que no estaba loco y la empezaba a ver de otro modo? ¿En qué momento su vida se complicó tanto? Demonios, ni siquiera podía contestar las cartas de Ginny, no sabía qué decirle.

Oyó la puerta principal cerrarse y al ver su reloj, notó que había pasado más de una hora pensando justamente en la persona que acababa de llegar; sólo ella la cerraba de esa manera, suavemente, pero con firmeza.

La idea de quedarse encerrado en su habitación hasta la mañana siguiente cruzó por su mente, pero decidió que era un absurdo; no iba a escapar por siempre de esa situación. Técnicamente eran adultos, ¿no? Y se tenían mucha confianza, en algún momento iban a tener que hablar.

Guardó el álbum entre sus cosas y salió de la habitación bajando las escaleras con cierta pesadez.

Hermione acomodaba su abrigo en el armario del recibidor cuando vio a Harry bajando las escaleras, y sonreírle de ese modo tímido que delataba lo nervioso que se sentía; no podía decir que ella estuviera mejor. Si al menos pudieran hablar, pero este no era un buen momento; corrección, era el peor de los momentos.

- Harry, necesito hablar contigo. – se apuró al acercarse con expresión ansiosa

- Yo también. – el muchacho tragó espeso y elevó la mirada.

¡Oh, no! No ahora, de ninguna manera podían hablar ahora.

- Creo que sé de qué se trata, Harry, pero esto es muy distinto. De lo otro…será mejor que lo dejemos para después. – Hermione miraba de un lado a otro con el ceño fruncido.

- ¿Qué ha pasado? – Harry se tensó de inmediato, algo iba mal.

- Se trata de Malfoy. Ya confirmé que está involucrado en todo este asunto de La Gran Noche. – le informó ella.

- ¿Cómo lo sabes? ¿Lo viste reunirse con Nott o algo así? - el muchacho se preguntó si ella no estaría tan preocupada por haber escapado de un ataque.

- No, nada de eso; él me lo dijo. – indicó la joven.

Harry sacudió la cabeza, no muy seguro de haber oído bien. ¿Malfoy le dijo qué?

- Quiere hablar contigo, no estoy segura de para qué y mucho menos con qué intenciones; aunque tratándose de él no puede ser nada bueno. No me dio tiempo, Harry, tuve que tomar una decisión enseguida. – continuó ella con expresión ligeramente culpable.

- ¿Decisión? ¿Qué clase de…? – sus preguntas se vieron interrumpidas por un sordo ruido procedente del salón.

Él y Hermione corrieron hacia allí para encontrarse con un Draco Malfoy que se sacudía las cenizas del traje en tanto veía con la nariz arrugada todo lo que le rodeaba.

- Felicidades, Potter, has despojado a la Casa Black de toda su dignidad en sólo unos meses. – espetó el rubio con sarcasmo.

Harry tenía la varita en alto y alternaba la mirada de “la visita” a Hermione.

- Lo siento, Harry, la red Flú fue lo único que se me ocurrió. – confió ella apenada. – No podía traerlo hasta la puerta.

- ¿Pero traerlo aquí? ¿A nuestra casa? ¿En qué pensabas? – tal vez no fuera justo que se molestara con ella, pero esto era lo último que esperaba.

- ¿Nuestra casa? ¡Vaya, qué desagradable ha sonado eso! – el ex Slytherin veía de un lado a otro frunciendo cada vez más el ceño.

Harry aspiró profundamente e hizo todo lo posible para calmarse; seguro que Hermione tenía una muy buena explicación.

- Usó una de las chimeneas de la Academia, puse un hechizo para que sólo le sirviera a él, y además tengo su varita. – le mostró la joven.

- Que ya puedes ir devolviendo, Granger, quedamos en que la tendrías sólo mientras llegaba aquí. – el rubio extendió la mano.

- Creo que podrás esperar un poco más. – Hermione se guardó la varita en el bolsillo.

- Asquerosa sangre su… - Malfoy no pudo completa la frase, porque ya tenía la varita de Harry en el cuello.

- No te atrevas, Malfoy. – le advirtió. – Nunca más.

- Deja la varita y dímelo de nuevo. – lo desafió el otro a su vez.

- No hay problema. – el muchacho iba a hacer lo que Malfoy le pedía, cuando un rayo de luz se interpuso entre ellos y lo hizo retroceder.

Hermione miraba de uno a otro con severidad; en medio de una crisis y actuaban como si tuvieran doce años, y Ron aún no llegaba.

- Lo lamento, Harry, pero traje a Malfoy porque dijo que puede sernos útil, jamás lo habría hecho de otro modo. – le dijo con una mirada que pedía comprensión, para luego girar a ver al rubio. – En cuanto a ti, empieza a hablar.

Draco la miró con odio y cierta impotencia, pero desarmado no podía hacer nada contra los dos; y después de todo, no era contra ellos que deseaba pelear, no por ahora.

- ¿Qué tanto saben de La Noche de Walpurgis? – preguntó de pronto, cruzándose de brazos.

Harry miró a Hermione de reojo, aún dudando de qué tan sabio podría ser confiar en Malfoy.

- Lo necesario. – contestó el muchacho al fin con tono seco. – La pregunta en realidad es otra. ¿Qué quieres?

- Se lo dije a Granger, voy a ayudarlos a detener el ritual.- respondió el otro.

- ¿Porqué? – Harry no se iba a contentar con esa respuesta. - ¿Para hacernos un favor?

- Por supuesto que no. – respondió el rubio asqueado por la sola idea. - Tengo mis razones.

- Si no eres honesto perdemos el tiempo, Malfoy; haz un esfuerzo y di la verdad. – Hermione lo apremió.

Draco aspiró profundamente y tras alejarse un poco, se dejó caer sobre el sillón más cercano.

- Nott quiere que participe en la Ceremonia, y como sabe que no lo haría de otro modo, ha amenazado a mi madre. – empezó a explicar sin alterar su expresión. – Ya antes he cometido ciertos…errores de juicio que no deseo repetir, pero me tiene de manos atadas; sé que está atento a todo lo que hago y el Ministerio tiene un auror sobre mí, no me dejan mucho margen para actuar.

- ¿Quieres que te ayudemos? – Harry no pudo evitar sentir un poco de compasión por él.

- No te confundas, Potter, no he venido a pedir auxilio. – espetó el otro. – Estoy hablando de un intercambio; como le dije a Granger, tengo información que podría servirles y si con ella detienen a Nott, me beneficio y deja a mi familia en paz.

Harry y Hermione intercambiaron una mirada exasperada; Malfoy no iba a cambiar nunca.

- ¿Y bien? ¿No van a empezar a preguntar? – Draco los veía impaciente.

- La verdad, Malfoy, hay pocas cosas que puedes decirnos que no sepamos. – indicó Hermione.

- ¿Cómo qué? – replicó el rubio ligeramente descolocado.

- Sabemos que es Nott quien está detrás de todo, reuniendo mortífagos para realizar un ritual en La Gran Noche de Walpurgis; el cuándo y el donde será tampoco es un misterio. – comentó Harry.

- ¿Eso es todo? – Malfoy sonrió incrédulo.

- A grandes rasgos. – se defendió Hermione.

- Bueno, eso es un alivio. Vamos, ¿y los detalles? – replicó Draco sin ocultar su tono burlón.

Harry sujetó con más fuerza la varita, resistiendo la tentación de borrarse esa sonrisa de la cara; grandísimo idiota.

- ¿Realmente crees que vamos a decirte todo lo que sabemos? – intervino Hermione.

- No confiamos en ti. – se unió Harry.

- ¿Qué motivos puedo tener para mentir? – replicó Draco.

- Podrías ser un espía de Nott; tal vez sólo quieres informarle de lo que sabemos. – observó Harry.

- ¿Y porqué iba a ayudar a Nott? – el rubio se puso de pie.

- Quizá porque te hizo alguna oferta que no pudiste rechazar; no sería la primera vez que te vendes para sacar provecho. – le recordó el otro.

Mientras los muchachos se enfrentaban, Hermione rodó los ojos y sacudió la cabeza; ahí iban de nuevo.

- Podemos resolver esas dudas con facilidad, vuelvo en un minuto. – la chica salió corriendo del salón y la oyeron subir las escaleras.

- ¿A dónde fue? – Harry frunció el seño.

- Tú lo sabrás mejor que nadie. Ahora resulta que Granger también está loca; sí que sabes escogerlas, ¿eh? – comentó el rubio burlón.

Antes de que Harry pudiera replicar a eso, la joven regresó agitada y con un frasquito entre las manos.

- Listo, sabía que me quedaba un poco. – indicó ella, extendiéndola hacia Malfoy. – Bébelo.

Draco la vio con más desconfianza aún.

- ¿Qué es eso? – preguntó.

- Veritaserum. Si estás diciendo la verdad, supongo que no tendrás problemas para beberlo. – lo desafió ella.

Harry iba a abrir la boca, cuando una mirada de la chica le hizo guardar silencio.

Draco, por su parte, observó a la pareja indignado. Estar allí era ya una humillación terrible, ¿debía pasar por esto también? Estúpido cara rajada y maldita sangre sucia.

Reprimiendo toda la rabia que sentía, arrebató la botella de manos de la joven, y se bebió el contenido de un trago.

- Listo, ¿contentos? – los miró.

- Mucho. – asintió Hermione.

- Quita esa cara de satisfacción, Granger; agradece que no estoy en los mejores términos con el Ministerio, porque de otra manera, podría denunciarte; sabes que está prohibido. – la amenazó.

- Lo sé, nunca usaría Veritaserum sin permiso; conozco las leyes. – replicó ella.

- ¿Y esto? – expresó el rubio confundido y mirando la botella vacía.

- Es sólo agua, Malfoy, necesitábamos saber si podíamos confiar en ti, y parece que en cierta medida, así es, al menos por ahora. – observó Hermione encogiéndose de hombros.

Harry no disimuló la sonrisa burlona que le produjo la expresión de Malfoy y si no hubiera estado el rubio presente, habría abrazado a la chica.

- Recordaré esto, Granger. – le advirtió Draco.

- Sí, sí, puedes anotarlo en tu lista. – replicó ella con tono aburrido.

El golpe de la puerta al cerrarse y los pasos apresurados en el pasillo les hicieron girar para buscar el origen del ruido.

Cuando Ron entró en la habitación, dejando su mochila tirada al lado de la puerta, dirigió la mirada de uno a otro de sus amigos con expresión curiosa por verlos juntos, después de los pasados días evitándose; pero justo en el momento en que iba a abrir la boca, notó al tercer ocupante del salón y casi se va de espaldas.

- ¡Malfoy! – exclamó sacando la varita.

- ¡Weasley! – lo imitó el otro con burla.

Harry se apresuró a acercarse a su amigo y le hizo bajar el brazo.

- ¿Qué demonios…? – balbuceó el pelirrojo.

- Tranquilo, Ron; Malfoy ha venido en son de paz, ¿verdad? – lo vio Hermione alzando una ceja.

- Y a contarnos una historia muy interesante. – anotó Harry.

Ron pareció más confundido aún, mientras Draco volvió al sillón y se acomodó como si estuviera en su casa.

- ¡Cierra la boca, Weasley, un hipogrifo podría colarse por allí! Bueno, ¿por dónde empiezo? – preguntó.

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N.A. Lo sé, lo sé, soy de lo peor. Las excusas están de más, porque ya muy mal me siento de haberme perdido todo este tiempo; si ven a la musa de la historia, denle un coscorrón de mi parte.

He puesto un pequeño resumen al inicio porque yo misma necesité releer todos los capítulos de nuevo para recordar por dónde andábamos, aún cuando en realidad no es tan complejo, salvo uno que otro detalle; así que es breve, para no incomodar.

¿Ya me disculpé? Otra vez, por si acaso. No tiene sentido contestar a los reviews del anterior capítulo porque usualmente los contesto a modo de PM y si no está registrado, pues lo agradezco desde aquí. Igual con las personas que añadieron la historia a favoritos a pesar del parón. De cualquier modo, retomaré la costumbre de contestar aquí con el siguiente capi porque me gusta mucho.

Saldré de este agujero negro de la falta de inspiración y continuaré la historia; ya tengo el siguiente capítulo casi acabado; les conté alguna vez cómo es mi favorita y no puedo dejarla en el aire.

Si me perdonan o les gusta el capítulo, háganmelo saber; tal vez mi musa se compadezca y pase más tiempo a mi lado. Por cierto, actualicé el blog y le puse un par de gifs de la pareja; como siempre, se reciben aportes.

Besos y nos estamos leyendo pronto. ¡En serio!

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