lunes, 18 de enero de 2010

Séptimo capítulo



Disclaimer: Todos los personajes, salvo uno que otro salido de mi afiebrada imaginación, son propiedad de J. K. Rowling.

././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././

- ¿Porqué no empieza diciéndonos su nombre? – preguntó Hermione con voz cansada.

Ella y sus dos amigos rodeaban con las varitas en alto a Travis, que se había sentado con aparente tranquilidad en una banca de los jardines de la Academia.

El hombre no sabía si preocuparse o romper a reír. Por un lado, pensaba en lo que diría Moody cuando supiera lo ocurrido, sin mencionar a Laria y Kim, pero no dejaba de parecerle divertida la situación. Podría habérselas ingeniado para desaparecer hacía un buen rato y ellos no hubieran logrado seguirlo, pero todo lo que pasaba le parecía ridículo. Tal vez sus compañeros creyeran que era un poco irresponsable, pero la verdad era que analizaba las cosas mucho más de lo que podrían suponer.

En su opinión, la autoridad de Moody era respetable pero no estaba de acuerdo con todo lo que hacía, y tener a estos chicos en la ignorancia le parecía una mala jugada. Por experiencia sabía que esconder las cosas podía acarrear muchos problemas y malentendidos, aún más tratándose de muchachos que habían pasado por tanto a su corta edad. Él, al menos, no deseaba mentirles, aunque tampoco podía hablar abiertamente socavando la autoridad de quien lo reclutó. Tremendo lío en el que estaba.

- Te hicieron una pregunta. – lo llamó la voz del pelirrojo.

- Y la contestaré encantado cuando dejen de apuntarme y se sienten por allí; parece que me estuvieran interrogando. – se quejó Travis sin ocultar su fastidio.

- ¡Es lo que hacemos! – exclamó Ron poniendo los ojos en blanco.

- Pues en ese caso no creo que vaya a decirles nada; pensé que estábamos sosteniendo una charla amigable. – refutó el rubio.

- ¿Estás loco? – replicó Ron alucinado.

Travis lo ignoró y se dirigió al otro muchacho que lo veía pensativo.

- Potter, no quiero ofender pero podría haberlos desarmado sin problemas hace ya un buen rato, lo sabes, ¿verdad? Pero no es lo que quiero, sino hablar, así que si quieres llegar a algo lo mejor es que dejen esa actitud. – le dijo muy serio.

Harry asintió a su pesar y guardó la varita para espanto de sus compañeros.

- ¡Harry! – le reclamó Ron.

- No estoy segura…- opinó Hermione.

- Bajen las varitas, confíen en mí. – les pidió tranquilo Harry.

Sus compañeros hicieron lo que les pedía, no muy de acuerdo como era obvio.

- Muchas gracias, aprecio la confianza. Mi madre siempre lo dice, hablando se entiende la gente. – aprobó Travis recuperando su semblante risueño.

- Háblanos de ti, entonces, no tienes carta blanca. – le advirtió el muchacho.

- Comprendido. ¿Qué me preguntabas, preciosa? – se dirigió a Hermione.

- Queremos saber su nombre para empezar. – insistió la chica ignorando sus bromas.

- Esa es fácil. Travis Taylor, un placer. Siguiente. – dijo el rubio.

- ¿Quién eres exactamente y porqué nos sigues? – fue el turno de Harry de preguntar.

- Oh, eso. Bueno, verán, allí tendremos un pequeño problema. Puedo hablar en mi nombre y aún así estaré rompiendo algunas reglas, pero seguro sabrán entender. – comentó Travis.

- Está jugando con nosotros, Harry. – le dijo Ron a su amigo indignado.

- ¡Claro que no! – negó el hombre. – Miren, les diré lo que pueda y sólo lo hago porque aunque no lo crean les tengo mucho respeto y no me parece justo que no sepan nada. Si luego quieren más respuestas, tendrán que buscar en otro lado, ¿qué dicen? – ofreció el rubio.

Harry meditó la propuesta y vio con cuidado a Hermione a su derecha. Sus miradas se encontraron y parecieron adoptar un tácito acuerdo: recibirían toda la información posible y luego verían qué hacer con ella.

- Te escuchamos. – aceptó Harry al fin.

- Bien. Como ya dije, mi nombre es Travis Taylor y por mi encantador acento notarán que no soy de aquí. Soy australiano, nunca había estado en Inglaterra y seguiría así si no me hubieran enviado. – empezó el rubio.

- ¿Enviado quién? – preguntó Hermione.

- Mis jefes, ya saben, del Ministerio, de la Oficina de Aurores. – mencionó Travis encogiéndose de hombros.

Los tres amigos lo vieron boquiabiertos e intercambiaron una mirada de estupor.

- ¿Quieres hacernos creer que eres un auror? – Ron fue el primero en hablar.

- No les quiero hacer creer nada, es lo que soy. ¿Qué tiene de raro? – le preguntó Travis algo ofendido.

- ¿Puedes probarlo? – intervino Harry. – No debe extrañarte que desconfiemos…

- Supongo que no, esperen un momento. – aceptó el rubio sacando algo del bolsillo trasero, para luego extenderlo. – Esa es mi credencial, infalsificable, sólo ignoren la foto porque la tomaron al día siguiente de la graduación y venía de tremenda fiesta y…es una larga historia.

Harry tomó el documento y tras revisarlo con cuidado se lo tendió a sus amigos para que lo observaran también.

- ¿Porqué nos sigue un auror de otro continente? – le preguntó Harry devolviendo el carné.

- Ya lo dije, son órdenes. Mis jefes me enviaron aquí por un pedido especial y estoy trabajando en Londres. Una de mis labores es ver que nada malo les ocurra, eso es todo. – explicó Travis.

- ¿Eso es todo? – fue el turno de Hermione de lucir escéptica.

- Es lo que me han encomendado hasta ahora; si hay un cambio luego tendré que obedecer. – le respondió esquivo.

- ¿Quiénes son tus jefes aquí? ¿Quién le pidió al Ministerio Australiano que te enviara? ¿Por qué piensan que estamos en peligro? – lo interrogó Harry.

- Lo siento, chicos, pero aunque no lo parezca, he dicho mucho más de lo que debería; se los advertí, si quieren saber más busquen por otro lado. – se negó Travis.

- ¿Y quién más podría darnos información? – preguntó Hermione.

- Bueno, he oído que eres una chica lista, sólo tienes que atar algunos cabos, ¿quién tendría la autoridad para traer a Inglaterra a un auror extranjero? – preguntó él a su vez con intención. – Y con esa línea, me voy.

Harry, Ron y Hermione lo observaron ponerse de pie con presteza y antes de darse cuenta le daba la mano a cada uno con un apretón amistoso.

- Seguro que nos veremos pronto, me encantaría conversar con ustedes, he oído que han hecho cosas increíbles. Ya saben, si me ven por ahí, sólo ignórenme. – pidió.

- ¿Vas a continuar siguiéndonos? – se ofuscó Ron.

- Es el trabajo, lo siento. – se disculpó Travis. – De nuevo, un gusto.

El pelirrojo estuvo a punto de protestar nuevamente, pero ni siquiera había alcanzado a articular palabra cuando el hombre desapareció frente a sus ojos, no sin antes hacer un ademán de despedida.

- ¡Díganme que esto no es raro! – se quejó Ron.

Esperó en vano la contestación de sus amigos, pues ellos lucían pensativos y con la vista baja.

- Sabemos qué tenemos que hacer, ¿no? – comentó Harry al fin.

Hermione asintió con seguridad y dio una mirada alrededor de los jardines; hacía mucho ya que había oscurecido.

- ¿Lo sabemos? – preguntó Ron confundido.

- Ese auror prácticamente nos lo dijo, Ron. – le hizo ver Harry.

- ¿Cuándo? – insistió su amigo.

- Él dijo que debemos preguntarle a quien tenga la autoridad para hacerlo venir a Inglaterra. – recordó.

- Y ese sería…- se iluminó el pelirrojo.

- Kingsley. – pronunció Hermione.

- Ya es muy tarde y el Ministerio debe estar desierto, iremos mañana a primera hora. – indicó Harry.

Sus amigos estuvieron de acuerdo y se abrigaron mejor con las chaquetas en tanto comentaban con él todo lo que el extraño que ya no lo era tanto les había contado.

- Terminemos esta charla en casa; mientras no sepamos qué ocurre exactamente no estaré tranquilo. – les dijo Harry.

- Seguro. – aceptó Ron.

- Sí, está bien, además hay otra cosa que necesito comentarles. – terció Hermione.

- ¿Más? – se lamentó el pelirrojo.

- Sí, tiene que ver con Malfoy; con todo esto ya casi lo había olvidado. – le explicó.

- ¿Qué pasó con Malfoy? – se alarmó Harry.

- Esperemos a llegar a casa. – insistió ella.

Harry y Ron asintieron y con un sonoro chasquido tras otro, los tres compañeros desaparecieron del lugar.

././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././.

Tan pronto como Draco Malfoy llegó a la mansión familiar empezó a golpear cuanto mueble se le cruzó, por no mencionar a un par de infortunados elfos domésticos que salieron a recibirlo.

El ver a ese estúpido auror custodiando la entrada sólo lo había puesto de peor humor, si hasta se había atrevido a saludarle, ¿es que su apellido no significaba nada ya?

Todo era culpa de Potter y esa maldita costumbre de involucrarse en lo que no le importaba. Primero aguantar los patéticos intentos de seguimiento de Granger, como si no fuera a darse cuenta, y luego se le aparecen sus dos amiguitos a advertirle que no la molestara.

Azotó otra puerta en tanto se dirigía al salón principal para ver a su madre.

Era el colmo que ni siquiera le hubiera podido dar un buen golpe a Potter por culpa de ese tipo que apareció de la nada. Podía reconocerse a sí mismo que el cara rajada tampoco parecía haberlo visto nunca antes, pero eso no lograba que se sintiera mejor.

Había tenido un día para el olvido, pero igual estaba en la obligación de pasar a saludar a su madre antes de irse a la cama y convencerla de que la vida en la escuela iba perfecta; la pobre necesitaba esas mentiras para estar tranquila ahora que sólo lo tenía a él, estando su padre en Azkabán hasta Merlín sabía cuando. Draco, en lo personal, no lo extrañaba para nada, lástima que su madre no pensara igual.

Respiró profundo para calmarse antes de abrir las puertas con suavidad, listo para exhibir una falsa sonrisa de tranquilidad, pero esta se congeló en su semblante cuando vio la escena ante él.

Su madre ocupaba el sillón habitual, con la elegancia de siempre, pero una mueca que pretendía ser una sonrisa y mostraba gran nerviosismo cruzaba su níveo rostro.

La razón de su temor, porque eso era lo que se percibía en el ambiente, se encontraba cómodamente sentada en la silla que ocupaba su padre cuando estaba en casa. Tenía entre las manos una taza de fina porcelana que se llevó a los labios con cuidado.

- ¡Draco! Pensábamos que algo te había retrasado, comenzaba a preocuparme, pero tu madre dijo que llegarías en cualquier momento y aquí estás. – sonrió Theodore Nott satisfecho.

El joven Malfoy intercambió una rápida mirada con su madre intentando transmitirle algo de seguridad.

- Esta si que es una verdadera sorpresa, Nott, no te esperaba.- comentó el rubio acercándose.

- Ya lo ves, te dije que volveríamos a hablar y a eso vine. – sonrió el otro con expresión beatífica.

- El auror en la entrada…- tanteó Draco.

- Ah, no te preocupes por él. Ya se lo dije a tu madre, la pobre también temió por eso, pero le he explicado que lo último que deseo es causarles problemas, al contrario. Lo confundí al pasar y luego le eché un Obliviate; fue muy sencillo, me parece que quedó un poco lento, pero ya se le pasará. – comentó Nott al descuido.

- Ya veo. Así que necesitas hablar conmigo; está bien, pero preferiría que fuera en privado, ¿te molesta que te dejemos sola, madre? Estaremos en la biblioteca. – le dijo a Narcisa con una mirada significativa.

- Por supuesto que no, vayan tranquilos. – concedió su madre mostrándose serena.

- Perfecto. – asintió Nott entusiasmado. – Señora Malfoy, gracias por hacerme compañía, es usted tan encantadora como la recordaba, ha sido muy amable.

- Fue un placer, Theodore. – asintió ella tensa.

- ¿Vamos? – lo apremió Draco.

- Sí, señor. – bromeó el otro.

Hizo una ligera reverencia a Narcisa y se encaminó a la biblioteca. Tras él, Draco le hizo un gesto a su madre para que conservara la calma y con una última mirada se perdió tras la puerta.

Guardaron silencio hasta que cerraron las puertas del despacho y sólo entonces Draco se permitió expresar su ira.

- ¿Quién te crees que eres para irrumpir así en mi casa? – encaró a su interlocutor.

Nott no pareció en lo absoluto amedrentado, sino que se acomodó en un mullido sillón luego de servirse una bebida de un mueble lateral.

- Estuve esperando tu mensaje, pero puede haberse perdido en el camino porque no lo recibí. – indicó muy relajado.

- ¡No lo recibiste porque no te envié nada! – explotó el rubio.

- Ese podría ser un buen motivo, sí, muy lógico. – rió Nott. - ¿Sabes? Deberías sentarte y tomar algo de esto, tu padre siempre tuvo muy buen gusto, hay que reconocerlo.

Malfoy aspiró impaciente y cerrando las manos en puños ocupó el asiento tras el escritorio.

- ¿Qué quieres, Theodore? – preguntó con tono aburrido.

- Mucho mejor, ¿ves cómo podemos hablar tranquilamente? Tu familia y la mía han sido cercanas por siglos, recuérdalo. Siempre le he tenido gran afecto a tu madre, realmente me dolió la desconfianza con la que me trata; pero no la culpo, es natural con todo lo que le ha pasado. – mencionó con pena.

- Mantén a mi madre al margen de esto. – le advirtió Draco.

- En lo posible así será, claro. Es a ti a quien necesitamos. Te contaré algo en honor a nuestra amistad, Draco. Conoces a mi abuelo, ¿si? Lo viste un par de veces y habrás notado que puede ser un poco malpensado y siempre se va a los extremos. ¿Sabes lo que me dijo? Si tienes que torturar a su madre para conseguir lo que necesitamos, hazlo. – le dijo en tono de confidencia.

Draco saltó del asiento y en un parpadeo tenía la punta de la varita en el cuello de su ex compañero, que no cambió su expresión, pero su voz se volvió repentinamente helada y una amenaza encubierta se filtró en sus palabras.

- Pero yo le aseguré que eso no sería necesario en lo absoluto porque tú nos ayudarías encantado por la causa y que cualquier amenaza a tu madre sólo te ofendería, si bien es cierto que harías lo que fuera por ella, ¿no es cierto eso? Ya ves que te defendí. – dijo con tono engañosamente suave.

Draco retiró la varita y retrocedió un par de pasos.

- Ahora que dejamos eso en claro, ¿por qué no te sientas aquí a mi lado? Voy a contarte cuál será exactamente tu papel en La Gran Noche. – le sonrió con amabilidad.

El joven Malfoy guardó la varita y fingiendo una tranquilidad que estaba muy lejos de sentir, ocupó un asiento frente a Nott y con expresión imperturbable se aprestó a oír lo que tenía para decirle.

././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././.

Travis se apareció en las afueras de la casona que les servía de refugio y tras seguir el ritual de tocar la verja de entrada para poder pasar, se internó en el amplio vestíbulo.

El silencio lo recibió para su profundo alivio. No pensaba contarles nada a Kim y Laria de su charla con Potter y sus amigos, pero tampoco deseaba mentir, ya bastantes problemas iba a tener cuando se encontrara con Moody; al menos seguía desaparecido.

Puso un pie en el primer escalón cuando oyó unas palabras que casi lo hacen trastabillar de la sorpresa.

- ¡Taylor! Ven aquí que necesito hablar contigo. – bramó una voz demasiado conocida.

- ¡Maldición! – masculló el rubio por lo bajo.

Tragando espeso y con su sonrisa más hipócrita se encaminó al salón.

Laria y Kim estaban allí y lucían algo impacientes, especialmente ella, no que eso fuera precisamente una novedad. Frente al mueble en el que se encontraban sentados, Moody se acomodaba en una vieja poltrona.

- ¡Moody! Hombre, qué bueno verte, ¿cómo va todo? – lo saludó el rubio.

- Ya, ya, como si fuera a creer que me extrañaron. – rumió el viejo. – Vienes de vigilar a Potter, ¿no?

- Claro, esa ha sido mi única asignación últimamente. – replicó Travis.

- Y es vital que lo hagas bien, eso y que seas muy cuidadoso para evitar ser visto. – asintió el auror convencido.

- Sí, bien, acerca de eso hay algo que me gustaría comentarles. – les dijo Travis jugando con su reloj.

- ¿No puedes decirlo luego? Moody nos ha tenido aquí esperando a que llegaras para confiarnos información muy importante. – intervino Laria.

- Deja que hable, Laria, no sabemos de qué se trata. ¿Ha ocurrido algo malo con Potter? ¿Algún ataque? – preguntó Moody preocupado.

Travis vio a su alrededor inquieto, sabiendo que no iba a recibir precisamente una felicitación.

- Pues lo que ocurrió es que…- empezó el rubio a hablar.

Según iba avanzando en su relato, los otros ocupantes de la habitación empezaron a mostrar distintas emociones.

Kim lucía tan imperturbable como siempre, pero en cierto momento se llevó las manos al cabello con incredulidad.

Laria hacía grandes esfuerzos para no saltar del asiento y estrangular con sus propias manos a su compañero. El instinto le habría ganado si Kim no la hubiera sujetado por el hombro.

En cuanto a Moody, era la seriedad en persona; sólo delataba su ira el que estuviera a punto de partir el bastón entre las manos y los movimientos frenéticos de su ojo mágico.

Un silencio abrumador cayó sobre el lugar cuando Travis terminó de hablar.

- Ya, vamos, ¿qué esperan? Sé que quieren matarme, pero les puedo asegurar que no estoy en lo absoluto arrepentido de lo que hice. – expresó el rubio desafiante.

- ¿Dices que no te arrepientes de ser un reverendo idiota? ¿Que no importa que hayas mandado nuestra misión al desastre? Sabía que el pensar no es tu fuerte, pero jamás creí que llegaras a tanto. – lo acusó Laria furiosa.

- Laria…- Kim trató de calmarla.

- No, déjala, que diga lo que quiera, no me importa. Hice lo que debía y sé que estuvo bien. ¿Cómo podemos protegerlos si no confían en nosotros? Y puede que ni siquiera nos necesiten, ellos son muy capaces, los he visto. Por otra parte, sólo he hablado por mí, no los he nombrado para nada. Si esos chicos averiguan algo más será por su habilidad.- indicó Travis con expresión testaruda.

- Pero tenías órdenes expresas, Travis. – le recordó Kim con tono sombrío.

- Y las he cumplido al pie de la letra aún cuando no estaba de acuerdo. Tenía que intervenir, no iba a dejar que el chico Malfoy le hiciera algo, sabes que hubieras actuado igual. – replicó el rubio.

- Quizá, pero no me habría quedado a charlar. – espetó Kim sin disimular su malestar.

- ¿Porqué no los trajiste aquí? Fue lo último que te faltó. – terció Laria con sarcasmo.

- Ya expliqué lo que alcancé a decirles; no he mencionado a ninguno de ustedes. – se defendió Travis.

- ¡Por favor! Les diste la punta de la madeja y fue más que suficiente; mañana mismo estarán con su Ministro y ya veremos qué les dice él. – siguió atacándolo ella.

El sonido de un asiento arrastrándose los distrajo de su discusión y giraron a ver cómo Moody se levantaba trabajosamente y se encaminaba a la puerta dándoles la espalda.

- ¡Alastor! ¿A dónde vas? – le preguntó Kim.

- ¿A dónde crees? Tengo que poner sobre aviso a Kingsley y ver qué es lo que se hará. – masculló de mal talante.

- Pero…pero… ¡no has dicho nada! ¡Prometiste explicarnos todo en cuanto llegara Travis! – se quejó Laria saltando del asiento.

- Eso fue antes de que cambiaran mis planes. – replicó el viejo con una mirada al rubio. – Hablaremos cuando regrese.

La mujer se dirigió furiosa a las escaleras golpeando con el hombro a Travis en el camino y se perdió tras el descanso; un sonoro portazo fue lo último que oyeron de ella.

- Sé que hice lo correcto, Moody. – dijo en voz baja el rubio.

- Ya tendremos una charla tú y yo acerca de eso. – mencionó el viejo auror antes de salir.

Kim se levantó con pesadez y subió también las escaleras, pero antes de girar en el rellano se dirigió a su compañero.

- Si estás tranquilo con tu conciencia no tienes porqué sentirte culpable. – dijo.

- No lo hago. – replicó el otro.

- Me alegra. – sonrió Kim siguiendo su camino.

Travis se quedó solo en el gran salón y tras soltar una maldición, golpeó con fuerza una pequeña mesa lateral reduciendo sus adornos a añicos.

./././././././././././././././././././././././././././././././././././././././.

Hermione se movía por la amplia cocina de la Casa Black, buscando en los estantes una taza y lo necesario para prepararse algo de chocolate.

Eran las dos de la mañana y no podía conciliar el sueño por más que lo intentó, así que dejó de dar vueltas en la cama y bajó para tomar algo.

Hacía apenas un par de hora que ella y los chicos se fueron a descansar, tras pasar mucho tiempo conversando en el salón. Luego de analizar todo lo referente a ese hombre, Travis, se pusieron de acuerdo acerca de cómo abordar a Kingsley para que les dijera qué era lo que estaba pasando. La opción de Harry, de ir y simplemente preguntar, parecía la más práctica y efectiva.

Luego fue el turno de Hermione de hablar. Les contó absolutamente todo lo que venía sospechando de Malfoy, desde la conversación que oyera con el extraño el primer día de clases, hasta la velada amenaza de ese día.

De nuevo tuvo que hacer lo posible para tranquilizar a sus amigos y evitar que fueran a buscar a Malfoy; ya habían tenido suficiente con el encuentro de esa tarde. Pudo convencerlos de que lo mejor sería hablar con Kingsley y según lo que les revelara podrían informarle de las andanzas de Malfoy, quizá hasta les sirviera ese conocimiento para obtener alguna información valiosa.

Se sentó a la mesa con su bebida, tomando pequeños sorbos mientras continuaba pensando, parecía que eso era lo único que había hecho en todo el día, pensar.

La puerta de la cocina se abrió con cuidado, dejando ver a un Harry más despeinado que de costumbre que se frotaba la nuca ahogando un bostezo.

- No podía dormir. – declaró el muchacho.

- Únete al club. – replicó Hermione señalando su taza.

- ¿Queda algo de eso? –le preguntó su amigo.

- Sí, en la cacerola, ¿quieres que te sirva un poco? – ofreció la joven.

- No, deja, yo lo hago. – contestó él.

Hermione lo observó servirse lo que quedaba del chocolate y luego lavar el cuenco a lo muggle, que era como hacía casi todo la mayor parte del tiempo. Siempre le asombraba lo bien que se le daban a Harry esas cosas, aunque bien pensado casi era lógico considerando la familia con la que se crió.

- ¿En qué piensas? – le preguntó su amigo sentándose frente a ella.

- Nada especial. – se encogió de hombros ella.

- Eso quiere decir que era algo relacionado conmigo. – sonrió Harry.

- Por supuesto que no. – negó Hermione con énfasis.

- Ya, si tú lo dices. – aceptó el muchacho no muy convencido. - ¿No podías dormir pensando en todo lo que ha pasado?

- Sí, imagino que a ti te ocurre lo mismo; pero sospecho que Ron no tiene el mismo problema. – comentó la chica.

- Sospechas bien. – asintió Harry.

Hermione sacudió la cabeza divertida y se entretuvo haciendo círculos con el dedo sobre la mesa, en silencio, mientras Harry parecía estar pensando con la cabeza apoyada en una mano. Le gustaba eso de él, se sentía tan cómoda a su lado sin necesidad de hablar, algo realmente difícil con la mayor parte de sus conocidos, por no mencionar a Ron, quien se desesperaba cuando las personas se quedaban mucho tiempo en silencio.

Ella realmente apreciaba el poder permanecer al lado de alguien sin sentir la necesidad de llenar el silencio con palabras vacías. Con Harry se sentía en paz, ya no le oprimía el pecho como hacía unos momentos cuando estando sola pensando en todos los problemas que al parecer tendrían que enfrentar; ahora estaba más tranquila, optimista al menos.

- ¿Esta vez si me dirás en qué piensas? – Harry interrumpió sus pensamientos.

- En que tengo mucha suerte de tenerte conmigo. – respondió la joven con una sonrisa.

Harry la vio con una mezcla de sorpresa y confusión en su rostro que le arrancó una carcajada.

- No lo entiendo, ¿Qué es tan gracioso? – insistió su amigo.

- Nada, Harry, no me hagas caso. ¿Sabes qué? Creo que empiezo a sentir algo de sueño, me voy a la cama. – se levantó Hermione llevando su taza al fregadero.

- ¿Porqué siento que no me estás diciendo algo? – le preguntó suspicaz.

- No es así, en serio. – le aseguró. - ¿Te quedas?

- No, voy contigo, me vendrá bien dormir un rato. – le dijo siguiéndola fuera de la cocina.

Subieron las escaleras en silencio, lado a lado. Pasaron por la habitación de Ron e intercambiaron una sonrisa al oír los potentes ronquidos.

Una vez que llegaron a la pieza de Hermione, la chica abrió la puerta, pero antes de entrar miró a su amigo con atención.

- Harry, todo saldrá bien al final, ¿verdad? – preguntó con cierta ansiedad.

- ¿No es siempre así? – contestó él sonriendo.

- Sí, tienes razón, gracias. Que descanses. – se despidió.

- Tú también. – correspondió el muchacho.

Hermione cerró la puerta con una sonrisa y Harry cruzó el corredor para ir a su habitación; una expresión curiosa adornaba su semblante, entre la duda y el desconcierto.

././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././

- ¿Y bien? ¿Qué vamos a hacer? – preguntó Moody después de tomar un trago de su petaca.

Kingsley dio una calada a su pipa, el único vicio que tenía y del que no hablaba mucho, antes de ver a su amigo pensativo.

Compartían una pequeña oficina que este último habilitara en su casa para tratar asuntos de trabajo sin importunar a su familia.

La última hora, Alastor le había dado tanto información que se sentía realmente agobiado, reconoció pasándose la mano por la frente.

Lo de La Gran Noche confirmado ya era suficiente para inquietarlo, pero no podía negar que era algo que venían suponiendo hacía muchos meses, al menos no los cogía con la guardia baja.

Fue el motivo principal para reclutar aurores extranjeros, recopilar la información y mantener bajo vigilancia a todos los sospechosos; no era algo que los tomara por sorpresa.

Pero hablar de todo esto con Potter…

No, nunca estuvo entre sus planes; creyó que lo solucionarían sin que hubiera necesidad de que la mayor parte de la Comunidad Mágica se enterara, Potter y sus amigos incluidos.

- Ese auror tuyo es demasiado impetuoso. – cabeceó Kingsley.

- ¡Impetuoso! Atolondrado, imprudente, falto de sentido común, eso es lo que es. – rumió disgustado Moody.

- No seas tan duro con él, también es muy valiente, lo sabes. – replicó su amigo.

- Ya hemos enterrado a demasiados valientes. – le dijo el viejo con tono sombrío. – Pero no vine a hablar de Taylor sino a saber qué vas a hacer cuando Potter venga a hablar contigo.

Kingsley miró el techo con las manos cruzadas tras el cuello, con una mueca triste.

- No tenemos opción, Alastor, si me busca haré lo correcto y le diré lo que debo. – expresó el hombre.

- ¿Y qué sería eso? – preguntó Moody aunque ya lo imaginaba.

- La verdad. – respondió Kingsley gravemente.

El viejo tomó otro trago de su petaca y repantigándose en el sillón empezó a negar en señal de desacuerdo.

- La verdad. – Repitió bufando.- ¿Entonces porqué mejor no reunimos a todos y aprovechamos para contarlo sólo una vez?

- Me parece una excelente idea. – indicó Kingsley con aparente calma, ignorando la mirada incrédula de su amigo.

Sí, sería lo mejor. Si Potter llegaba buscando respuestas y el grupo de Alastor necesitaba saber a qué se enfrentaba, pues lo más práctico era reunirlos a todos de una vez. ¿Quién sabe? Tal vez algo buen podría salir de todo eso. Y con esa idea, le dio una nueva calada a su pipa.

./././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././././.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Le hablan al destino...