jueves, 7 de enero de 2010

SEXTO CAPITULO




Disclaimer: Todos los personajes y lugares conocidos, salvo obvias excepciones, pertenecen a J. K. Rowling.

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Harry atendía a la charla del profesor sobre los procedimientos que un auror debía conocer al realizar una redada, tomando notas y frunciendo el ceño, distraído sin poder evitarlo.

Era el último día de su primera semana de clases y todo allí iba bien, pero había muchas otras cosas que le preocupaban.

Miró a Ron sentado a su lado, recordando sus comentarios del primer día; su amigo no había dicho nada más y cada vez que Harry intentaba retomar la conversación, el pelirrojo cambiada abruptamente de tema dándole a entender que no iba a decir una palabra más al respecto. A Harry eso le parecía muy injusto, porque sólo había logrado confundirlo y ni siquiera se tomaba la molestia de hablar con claridad.

¿Cuándo había ignorado a Ginny? Nunca, estaba seguro. ¿Qué había de malo en que se interesara por todo lo relacionado con Hermione? Nada, porque era su amiga y su deber era preocuparse por ella. Suponer siquiera que se olvidaba de su novia cuando Hermione estaba de por medio le parecía ridículo. Eran dos cosas totalmente distintas, Ron estaba loco.

En vez de decir tonterías, debería preocuparse tanto como él por lo que Hermione les contara a inicios de semana.

Casi rompe la pluma al apretarla con rabia sólo de recordar eso. Cuando Hermione les hizo saber que Malfoy estudiaba en la misma Academia a la que ella iba se quedó estupefacto. Mientras Ron maldecía indignado por lo que le parecía una tremenda locura, Harry pensó seriamente en cambiarse de carrera. ¡No podían dejar a su amiga sola y a merced de ese tipo! Ya, está bien, tal vez ella supiera cuidarse, pero Malfoy no era ningún idiota cualquiera, era Malfoy.

Aunque Hermione dijera una y otra vez que ni un solo día le había dirigido la palabra siquiera para insultarla o decirle algo de mal gusto, él pensaba que sólo fingía porque estaba siendo vigilado y no quería llamar la atención, pero tan pronto como se sintiera seguro empezaría a molestar a Hermione y ellos no iban a permitirlo de ninguna manera.

Hasta ahora le habían hecho caso a su amiga y se abstuvieron de ir a la Academia para prevenir a Malfoy, pero ya iba siendo hora de dejar algunas cosas en claro, sólo para evitar problemas futuros. Tan pronto como terminaran las clases de ese día, él y Ron irían a recoger a Hermione y de paso podrían aprovechar para hacerle llegar una pequeña advertencia a Malfoy, por el bien de todos.

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Estudiar sin descanso se había convertido en la rutina de Hermione desde el primer día de clases.

Ella y Padma, que dejaba muy en claro el porqué fue enviada a Ravenclaw en su época en Hogwarts, sentían la misma pasión por los libros y deseos de conocer tanto como era posible. Se convirtieron con rapidez en buenas amigas y se apoyaban mutuamente para cumplir con sus deberes.

Lo único que ensombrecía sus días de estudio era la preocupación por lo que fuera que Malfoy estuviera tramando.

No les había dicho absolutamente nada a sus amigos de lo que oyera cuando lo espió en su primer día de clases, su encuentro a hurtadillas con el hombre que no alcanzó a ver y lo inquieta que se sentía desde entonces.

Esa no había sido exactamente su idea inicial, pero ambos reaccionaron tan mal cuando les comentó que compartía clases con Malfoy que realmente temía lo que fueran a hacer. Ron gritó por horas y aún seguía mascullando en voz baja cada vez que recordaba el asunto, mientras que Harry pasó del shock a un estado de agitación y desconfianza que empezaba a ponerla nerviosa.

Si supieran lo de la discusión que oyó entre él y ese extraño ya los podía ver en la puerta de la Academia dispuestos a acusar a Malfoy de los peores crímenes y aunque ella desconfiara en igual medida de él, debía ser justa y reconocer que no parecía haberse involucrado en nada malo…aún, porque era obvio que ese hombre no lo invitaba a una partida de ajedrez.

Se preguntó mil veces si lo más sabio no sería ir al Ministerio y comentarle a Kingley o al señor Weasley lo que había oído, pero le pareció un poco injusto de su parte meter en problemas a Malfoy cuando no estaba segura de nada; aún más si ya de por si estaba siendo vigilado. Lo único que podía hacer por ahora era mantener los ojos bien abiertos y estar atenta a cualquier otra señal de que el ex Slytherin hubiera vuelto a las andadas.

Ese fue su consuelo durante toda la semana, y el viernes, mientras buscaba en la biblioteca unos títulos para mostrarle a Padma caviló también acerca de la extraña actitud que Ron estaba mostrando para con ella y Harry.

No lo veía tan reservado desde que terminaron en séptimo y aún así había algo que no la convencía del todo.

Por momentos se mostraba huraño, pero antes de que pudiera preguntarle qué le ocurría, regresaba a la normalidad; o tanta como acostumbraba. De algún modo no se quitaba la sensación de estar siendo vigilada todo el tiempo y que el causante de ello fuera uno de sus mejores amigos no le agradaba en lo absoluto.

En cuanto a Harry, si le llamaba la atención la actitud de Ron, no lo demostraba. Cada vez que ella intentaba mencionar algo al respecto, él repetía que su amigo era así y no había que darle demasiada importancia; pero conocía demasiado bien a Harry como para creerle; sospechaba que ocurría algo extraño entre los dos que no deseaban compartir con ella y no sabía si sentirse ofendida o aliviada; estando Ron de por medio uno nunca sabía qué esperar.

Hubiera continuado con los libros en los brazos y la mirada perdida, pensando en lo mismo una y otra vez, de no ser por unos fuertes pasos que se acercaban en su dirección. No se movió del lugar creyendo que se trataba de Padma, pero grande fue su sorpresa al encontrarse cara a cara con la persona que la había mantenido en guardia durante toda la semana.

Draco Malfoy se detuvo frente a ella con expresión insondable, mezcla de su acostumbrado desprecio y algo de incomodidad; al parecer no tenía ningún deseo de dirigirle la palabra, pero algo lo llevaba a hacerlo.

- Granger. – dijo sonando a cualquier cosa menos a un saludo.

- Malfoy. – respondió la chica sin saber qué más decir.

- Dos cosas muy sencillas, Granger. Primero, no me gusta que me sigan, mucho menos alguien como tú; y en segundo lugar, si vuelves a oír una conversación que no te incumbe atente a las consecuencias.- declaró antes de girar para irse.

Hermione apenas si salió de su asombro para dar unos pasos en su dirección y hablar con voz fría.

- No sé de qué estás hablando. – mintió.

- El idiota es Weasley, tú sólo eres una sangre sucia, ¿recuerdas? Creo que he sido bastante claro, considérate advertida. – con una última mirada despectiva dio medio vuelta y se perdió entre los estudiantes.

La joven soltó suavemente la varita que había empuñado con discreción y tras fruncir el ceño, se aferró a sus libros y salió del lugar.

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Kim y Laria se reunieron en el amplio vestíbulo de la casa, luego de cumplir cada uno con sus respectivas asignaciones.

La mujer lucía tan malhumorada como de costumbre y ocupó uno de los asientos del salón, luego de saludar con una cabezada a su compañero. Él hizo otro tanto, dejando pasar las malas maneras que sabía eran el resultado de la falta de noticias que la agobiaban.

- Antes de que preguntes; no, no se ha sabido nada de Moody y he revisado tantas veces esos pergaminos buscando alguna pista que empiezo a ver doble. – le informó Laria sobándose las sienes con ademán cansado.

- Lo suponía. – observó Kim, ocupando un sillón. – Yo, al menos, creo haber encontrado algo interesante luego de revisar los archivos del Ministerio.

Laria levantó la mirada con presteza y fijó su atención en lo que el otro tenía para decir.

- Es referente al sacerdote muggle que secuestraron hace unas semanas. – continuó el hombre. – Su apellido es Martin y pertenece hace muchos años a esa congregación; aparentemente no había nada que pudiera relacionarlo con nosotros, pero indagando entre viejos documentos encontré algo de su pasado que resulta de lo más curioso.

- ¿Y bien? – lo apremió Laria.

- Es un Squib. – informó Kim sin rodeos.

La mujer le devolvió la mirada sorprendida, quedándose por un momento sin palabras.

- Si no fuera porque se trata de ti, pensaría que estás bromeando. – comentó al fin.

- Dejémosle eso a Travis. – concordó con ella. – Lo que digo es totalmente en serio, aparece en los registros.

- Pero… ¿qué es lo que averiguaste exactamente? – le preguntó ella.

- En esencia, nada especial. Verás, al parecer este hombre nació de padres magos, Lattam era su apellido, que al comprobar la nula capacidad mágica de su hijo, lo dejaron en un orfanato. – le contó.

- Eso es horrible. – espetó Laria asqueada.

- Sí, es verdad, pero bastante más frecuente de lo que podrías pensar. Bien, volviendo a este hombre, sucede que nunca fue adoptado sino que optó por unirse a la Orden religiosa que lo acogió y desde entonces no había llamado la atención. Lo que sospechan en el Ministerio es que igual que muchos otros no tiene idea de cuál es su verdadero origen. – explicó Kim.

- Pero los libros que encontramos, Kim, algo debe de saber. – objetó su compañera.

- No necesariamente. Me inclino a pensar que debe de sentir cierta atracción por la magia; tratándose de un Squib es natural y eso explicaría que hubiera buscado informarse al respecto. Ahora, considera que hablamos de un sacerdote; lo más probable es que parte de él considerara que había algo malo en ese interés por nuestro mundo, aún cuando no supiera mucho y por eso escondía los libros. – expresó el oriental con lógica.

Laria guardó silencio, meditando en la información que acababa de recibir.

- Pero hay un vínculo; lo sepa o no, hay algo que lo relaciona con nosotros.- mencionó pasados unos minutos.

- Exacto, ya podemos estar seguros de que quien se lo llevó sabe de su origen y por eso lo escogió como blanco, podría apostarlo. ¿Para qué? Es algo que me gustaría saber. – mencionó Kim pensativo.

- Sí, para qué. – repitió la mujer ensimismada.

La puerta del frente se abrió con brusquedad antes de que alcanzaran a reaccionar y apenas si habían sacado las varitas cuando una figura se acercó cojeando.

- ¡Alastor! – exclamó Kim

- ¿Dónde rayos te habías metido? – lo encaró Laria cuando recuperó el habla.

El viejo la ignoró y se arrastró cansado a la silla más cercana exhalando un suspiro de alivio.

- ¿Cuál es mi apellido? – le preguntó Kim de pronto sin bajar la varita.

- Si crees que voy a poder pronunciar eso estás loco, nunca lo he hecho, pero es bueno saber que alguien se preocupa por la seguridad. – masculló el auror viendo con disgusto a Laria.

Ella tuvo al menos la delicadeza de parecer apenada, antes de recobrar su actitud altanera.

- Sabía que Kim lo iba a comprobar. – Mintió con descaro.- Pero no puedes aparecer después de tanto tiempo y no decir nada, empieza ya. ¿En dónde estabas? ¿Qué sabes? –inquirió.

- Laria…- le advirtió su compañero.

- Está bien, Kim, necesito hablar con ustedes, hay mucho qué decir, pero sería mejor que estuvieran los tres. ¿Dónde se encuentra Taylor? – preguntó Moody.

- Vigilando a Potter. – se apresuró a contestar el más joven.

- Bien, eso esperaba. – aprobó el viejo. – Bueno, supongo que tendremos que esperarlo.

- Pero Moody…- objetó Laria.

- No voy a repetir las cosas, esperamos a Taylor. Ustedes pueden ir diciéndome qué han averiguado. – ordenó tajante.

La mujer lo vio frustrada y se acomodó en el asiento sin dejar de mirar al auror con ira.

Kim, por su parte, se sentó tranquilo y observó interesado la apariencia cansada del viejo frente a él.

- Acabamos de descubrir algo muy interesante del sacerdote que sospechamos secuestraron los mortífagos. – informó.

- ¿Y qué es? – preguntó Moody.

- Se trata de un Squib. – continuó Kim.

- Ya.- asintió el mayor.

- No pareces sorprendido. – intervino Laria elevando las cejas.

- No lo estoy, ya esperaba algo así. – aceptó el auror.

Kim y Laria intercambiaron una mirada interrogante y contemplaron con mayor interés al hombre.

- No pregunten aún, les diré todo lo que sé cuando llegue Taylor, pero no me vendrían mal algunos detalles, díganme todo lo que sepan del Squib. – pidió.

- ¿No podrías al menos…? – intentó Laria nuevamente.

- No, ahora ¿quién va a hablar? – insistió Moody.

Kim lanzó un suspiro resignado y con voz calmada empezó a exponer su informe.

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Theodore Nott lanzó sin ceremonias un plato medio lleno de comida por debajo de unos barrotes de la pequeña celda.

Varios cubículos pegados uno a otro y firmemente sellados no sólo por magia, sino también por gruesas cadenas constituían una visión sobrecogedora.

El único lugar ocupado por el momento era aquel frente al que se encontraba el joven. Una mano desesperada cogió el plato y lo arrastró hacia si.

Pasaron apenas unos minutos antes de que fuera devuelto vacío y un hombre de ojos febriles se asomara a la pequeña ventanilla viendo con angustia a su captor.

- ¿Hasta cuando? – preguntó con voz ronca.

- No, no empieces, ¿quieres? Nada de oírte hoy, sólo vine a dejarte la comida. ¿Ves qué amables somos contigo, Squib? Tengo que hacer un largo viaje y aún así vengo a visitarte. – comentó el joven con burla.

- Yo no entiendo, no sé porqué me llamas así, no sé qué quieren de mi. – insistió el anciano.

- Y es una suerte que eso a nosotros nos tenga sin cuidado; pero no te preocupes, no falta mucho para que salgas de aquí. – le dijo Nott pateando el plato vacío a un rincón.

El joven empezó a subir las escaleras que lo llevarían al primer piso de la casa mientras canturreaba una canción que erizó el cuerpo del prisionero.

- Muy pronto serás completamente libre, Squib, lo prometo. – le dijo sin voltear antes de reanudar su melodía.

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- ¿Segura de que estás bien? – preguntó por tercera vez Padma a Hermione.

Ambas se encontraban en los jardines de la Academia, tras terminar la última clase del día. Los estudiantes desaparecían a su alrededor y ellas se sentaron en unas bancas libres.

Hermione intentaba parecer calmada, aunque por dentro deseara llegar cuanto antes a la Casa Black para encontrar a Harry y Ron. Había decidido contarles a ambos lo que estaba ocurriendo con Malfoy, porque ahora sí podía asegurar que el muchacho se encontraba involucrado en algo muy turbio.

Sólo que no deseaba alarmar a Padma y por eso había accedido a acompañarla un rato mientras le contaba algunas cosas referentes a un compañero de la Academia que acababa de invitarla a salir. Veía como la tarde avanzada y se limitaba a asentir o a responder con monosílabos los comentarios de su amiga.

- Hermione, te preguntaba si estás bien. – insistió la joven preocupada.

- ¿Qué? Oh, si, claro, es sólo que parece que todo el mundo se hubiera ido ya, ¿no crees? – comentó la chica viendo a su alrededor.

Estaba en lo cierto, pues apenas se veían pequeños grupos a lo lejos y sólo ellas ocupaban esa zona de los jardines.

- Tienes razón, no lo había notado, lo siento. A veces no puedo dejar de hablar, es sólo que Adam…- se disculpó Padma apenada.

- No te preocupes, al contrario, gracias por confiar en mí, y realmente creo que deberías aceptar salir con él. – le aconsejó Hermione con una sonrisa.

- Lo haré. – sonrió animada su amiga. – Y cuando encuentres a alguien podríamos salir los cuatro.

- ¿Yo? No lo creo, no tengo tiempo para eso. Además, no hay nadie…- descartó ella encogiéndose de hombros.

- ¿En serio? ¿No hay por allí nadie especial? Ya sabes, ese que cuando lo ves se te acelera el corazón y empiezas a sentir cosas raras en el estómago. – le insistió Padma con un guiño travieso.

Hermione la contempló confundida, pensando en si alguna vez había sentido algo así, pero no pudo recordarlo. ¿Corazón acelerado y mariposas en el estómago? Ni siquiera con Ron, estaba segura; sólo una persona provocaba en ella sensaciones parecidas y no tenía nada que ver con el amor. ¡Qué tonterías pensaba! Debería apresurarse en volver a casa y no andar cavilando algo tan absurdo.

- No lo creo, no hay nadie, ya te lo dije. Mira, no quiero ser grosera, pero es muy importante que vaya a casa. – le dijo a su amiga.

- Sí, claro, sólo bromeaba, no me hagas caso; también yo debería estar en camino, ¿quieres que desaparezca primero? – preguntó.

- Seguro. – respondió Hermione.

- Nos vemos el lunes, guárdame un asiento. – se despidió Padma.

- Claro, que tengas un buen fin de semana. – le deseó la joven.

- También tú, hasta luego. – dijo la muchacha antes de desaparecer.

Hermione se preparó para hacer lo mismo, mentalizada en los exteriores de Grimmauld Place, pero una figura que se acercaba en su dirección la distrajo.

Malfoy caminaba con la vista gacha, fijando la mirada en un trozo de pergamino que leía frunciendo el ceño; lo que fuera que decía no parecía agradarle en lo absoluto. Iba tan ensimismado que no pareció notar quién se encontraba en su camino.

Hermione se debatió entre desaparecer o encararlo firmemente para conseguir que le dijera en qué andaba metido; ese muchacho ya les había dado demasiados problemas en el pasado como para pasar por alto su actitud sospechosa; y además así tendría algo más coherente para contarles a Harry y Ron.

Sin embargo, antes de que tomara una decisión, ocurrieron dos cosas a la vez. Malfoy levantó al vista al sentirse observado y una mueca de ira se dibujó en su semblante. No había dado más de un par de pasos cuando unos sonoros chasquidos se oyeron tras Hermione.

La escena que vieron Harry y Ron los hizo ponerse en guardia de inmediato. Hermione parada con expresión hostil observando a Malfoy que veía a su alrededor con desagrado. El hecho de que no hubiera más personas por allí sólo aumentaba la sospecha.

Ambos se plantaron al lado de su amiga y sin darle tiempo de atinar siquiera a expresar su sorpresa, miraron fijamente al rubio que se erguía ante ellos.

- ¿Empiezas a dar problemas, Malfoy? – le preguntó Ron sin sutilezas.

- ¡Qué sorpresa! No, esperen, no lo es. Ustedes siempre aparecen de la nada para vigilar a su amiguita, ¿verdad? – comentó con ironía.

- ¡No la vigilábamos! – negó Harry adelantándose. – Pero llegamos en muy buen momento porque necesitábamos hablar contigo.

- ¿Y de qué podrá ser? – se preguntó el rubio rodando los ojos.

- Es muy sencillo, no te metas con Hermione; si nos enteramos de que la has molestado de alguna manera te las verás conmigo. – lo amenazó Ron.

Hermione se apresuró a situarse entre los chicos para evitar una discusión; no era así como deseaba hablarles a sus amigos de lo que venía sospechando, pero Harry la tomó del brazo para hacerla a un lado.

- Realmente no creo que seas tan idiota como para meterte en problemas de nuevo, pero si tan sólo por molestar se te ocurre ofender a Hermione, ya no vendremos sólo a hablar. – le advirtió el muchacho con una mirada feroz.

Malfoy lucía aparentemente aburrido por lo que le decían, pero sus ojos astutos no perdieron detalle de cada movimiento de los demás, en especial la actitud sobre protectora de Harry.

- Vaya, parece que me he perdido de algo; no que me interese, claro, pero no deja de ser curioso. – Mencionó arrastrando las palabras.- Sé que los Gryffindors llevan la amistad al extremo, aún fuera de la escuela, pero ¿no les parece que compartir a la sangre sucia es demasiado…?

- ¡Cuida tus palabras, Malfoy! – lo cortó Ron con la mano en la varita.

- Bueno, Weasley, haz un esfuerzo y piensa; aunque hayas terminado con ella, pasársela a Potter debe doler, ¿no? – comentó el rubio hiriente.

- ¡Suficiente! – exclamó Harry sacando la varita.

Malfoy hizo lo mismo y ambos se apuntaron con gesto amenazante.

- Harry, no le hagas caso, sólo quiere causar problemas; vamos a casa, por favor. – le pidió Hermione con una mano sobre su brazo.

- Sí, Potter, hazle caso a tu novia; aunque ahora que lo pienso, ¿qué no andabas con la hermana de la Comadreja? – continuó Malfoy sin bajar la guardia.

- ¡Sigues siendo la misma basura de siempre, Malfoy! – espetó Ron con desprecio.

En la acera de enfrente, mientras Harry y Ron intercambiaban insultos con Malfoy ignorando los llamados a la paz de Hermione, unos ojos azules preocupados contemplaban la escena.

Travis siguió a los muchachos desde la Academia de Aurores, seguro de que su destino sería como era habitual la casa de Grimmauld Place, pero le sorprendió ver que se dirigían a recoger a su amiga.

De cualquier modo, no le dio mayor importancia y se mantuvo distante, esperando que los tres se reunieran y volvieran a la casa.

Ahora estaba allí, viendo como se desarrollaba una tremenda discusión con un muchacho que estaba seguro pertenecía a la familia Malfoy; el menor con seguridad por lo que leyera de los informes de Kingsley. Si era así, el chico era de cuidado y tenía un prontuario más que preocupante.

- ¿Dónde demonios están los profesores cuando se les necesita? – masculló mirando en todas las direcciones y encontrando la zona desierta.

Si intervenía, Moody lo iba a matar, no sin antes oír lo sermones de Kim y las burlas de Laria; pero no podía quedarse de brazos cruzados, su prioridad era cuidar a Potter y por lo que sabía ese muchacho Malfoy era muy capaz de lanzarle un Avada a traición.

- ¡Rayos! – exclamó molesto.

Los jóvenes en el jardín, ajenos a lo que sucedía alrededor, continuaban discutiendo sin tregua.

- Harry, Ron, por favor, ya no estamos en la escuela, no caigan en su juego. – decía Hermione desesperada.

- Yo no juego con gente como ustedes, sangre sucia. – espetó el rubio con desprecio.

Harry y Ron lanzaron hechizos en simultáneo, pero el apuro y la furia con la que actuaron hicieron que antes de llegarle a Malfoy, ambos se cruzaron y se anularon el uno al otro. La frustración de los chicos le dio suficiente tiempo al ex Slytherin para atacar, directo a Harry.

Hermione levantó la varita para invocar un escudo, pero ni siquiera llegó a pronunciar las palabras, pues una fuente de energía pareció materializarse por un segundo entre ellos y Malfoy, protegiéndolos, y antes de que se desintegrara le dio de lleno al rubio haciéndolo trastabillar.

Los cuatro giraron a ver asombrados para encontrarse con un hombre alto y rubio a sólo unos pasos que los miraba con una mueca entre divertida y burlona.

- Niños, vamos, ¿no han tenido ya suficientes peleas como para toda su vida? – les dijo Travis.

Sacudiendo la cabeza para salir de su estupor, Malfoy vio al extraño con ira y giró hacia Harry.

- ¿Contrataste a un guardaespaldas? El Salvador del Mundo Mágico no puede defenderse solo, ¡patético! – le dijo casi escupiendo.

- ¡No conozco a este hombre! – se apresuró a contestar Harry.

- ¡Pero nosotros sí! – exclamó Hermione con voz acusadora.

Travis se encogió de hombros con tranquilidad y guardó la varita en el bolsillo de los pantalones lentamente.

- Ustedes no me conocen, no sean ridículos. En cuanto a ti, chiquillo, no dudo que Potter pueda acabarte con una mano atada a la espalda, pero no me iba a quedar a mirar; y sólo para que quede claro, no soy un guardaespaldas, pero sí poco tolerante a los insultos, así que muérdete la lengua antes de decir algo en mi contra, ¿está bien? – le dijo a Malfoy con una mirada amenazante.

Malfoy no bajó la vista, pero dio una mirada alrededor y sabiéndose en absoluta desventaja guardó la varita y sin decir una palabra más, observándolos con resentimiento, desapareció.

- ¡Al fin! Sospecho que ese muchacho no tiene muchos amigos.- resopló Travis. - ¿Han visto antes a alguien que parezca odiar tanto al mundo? – preguntó.

Al no obtener respuesta, giró para toparse con tres pares de ojos que lo veían con desconfianza.

- ¡Hey, tranquilos! Soy de los buenos. – les aseguró el rubio.

- ¡Nos has estado siguiendo! – exclamó Ron.

- Quizá un poco. – reconoció Travis. – Pero no crean que eso sólo lo hacen los malos.

- ¿Quién eres? – le preguntó Harry.

- Es una historia un poco larga y la verdad es que no cuento con mucho tiempo; ¿qué les parece si nos reunimos un día de estos a conversar? Yo los busco. – ofreció el hombre esperanzado.

Los tres jóvenes en simultáneo y sin ponerse de acuerdo le apuntaron con las varitas y le dirigieron una mirada escéptica.

- Nosotros sí tenemos tiempo. – indicó Harry con frialdad.

Travis masculló algo acerca de brujas amargadas y jefes dictadores antes de exhalar un suspiro resignado.

- ¿Qué tanto? – preguntó con voz misteriosa.


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