miércoles, 12 de mayo de 2010

DESTINO: CAPITULO 13




Disclaimer: Todos los lugares y personajes conocidos pertenecen a J. K. Rowling, aquí sólo nos divertimos con ellos.

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La semana siguiente al último ataque resultó muy difícil para todos; pero fueron Harry, Ron y Hermione quienes acusaron peor el golpe.

Moody insistió en que debían retomar sus clases como si nada hubiera pasado, ignorando las protestas de los chicos respecto a lo absurdo que les parecía, pero aún Kingsley fue enfático en ese punto, ellos no podían simplemente dejarlo todo y dedicar sus días a trabajar con los aurores.

Ron era el único que continuaba con su labor, usando todo el tiempo que la Academia le dejaba libre, para ir al Cuartel y ayudar a Laria en sus investigaciones. Ella no se había vuelto más sociable, pero al menos parecía tan decidida como él a averiguar todo lo relacionado con la bruja secuestrada.

En cuanto a Harry y Hermione, su situación era más difícil. La joven no podía hacer nada mientras Malfoy no se acercara a darle alguna información, y hasta ahora apenas si le había hecho llegar una nota para hacerle saber que su madre prefería quedarse en casa, y le ordenaba, por supuesto, hacer los trámites necesarios para garantizar su seguridad. Por instrucciones de Moody, ella no le dijo nada acerca del último ataque, ya que al parecer no era buena idea que sus conocimientos llegaran a él. Hermione no estaba de acuerdo, tal vez y Malfoy pudiera encontrar alguna conexión, después de todo, podría ponerse en el lugar de los mortífagos mil veces mejor que ellos, pero no iba a ir contra las indicaciones de Moody.

Harry se sentía frustrado y muy molesto; de alguna manera, creía que era responsable de lo ocurrido, aunque sus amigos, y el mismo Travis, se apresuraron a asegurarle que no era así. El auror le explicó que el trabajo tenía esas cosas, no siempre podían estar un paso adelante, y era muy difícil conocer los planes de sus enemigos, especialmente cuando actuaban con tanto misterio. Le aseguró que estaba tan furioso como él, ya que también era su guardia, pero que no tenía sentido seguir pensando en eso, debían continuar.

En cuanto a su situación con Hermione, bueno, ese era otro tema. Estaba resultando muy difícil actuar normal después de su charla de esa noche. Intentaban hablar con naturalidad, tratarse como siempre, pero era difícil. Más de una vez estuvo a punto de tomarle la mano o abrazarla delante de Ron; lo habría hecho si no lo hubiera detenido su mirada de aviso. Esperar a las vacaciones de Navidad para hablar con Ginny le parecía eterno, hubiera querido tener ya todo en claro, a veces temía que todo hubiera sido un sueño, y no estaba seguro de cómo iban a resultar las cosas. Sólo podía esperar y resignarse a actuar como si no hubiera nada más que amistad entre ellos; además de que estaban completamente inmersos en el misterio de La Noche de Walpurgis.

De modo que cada quien se encargaba de lo que podía, y cuando se lo ordenaban. Travis fue enviado a una misión de reconocimiento, en Alemania, para investigar acerca de cualquier anormalidad en el área de Harz, donde supuestamente se llevaría a cabo el ritual. Kim continuó con sus viajes por el interior del país, especialmente a Bristol, para vigilar a Selwyn y Travers, que hasta el momento continuaban escondidos.

Al fin, harto de permanecer inactivo, Harry convenció a Ron y Hermione de hacer sus propias investigaciones. No pretendía actuar a espaldas de Moody, pero la idea de permanecer sentado y esperando otra vez que algo malo ocurriera, especialmente con el sentimiento de culpa que llevaba, le parecía insoportable.

Así que retomaron su vieja costumbre de quedarse levantados hasta muy tarde en el salón de la Casa Black, debatiendo ideas y cruzando información; en esto, Ron les era muy útil, ya que gracias a su trabajo con Laria sabía todo de primera mano.

Lo único que tenían completamente claro era la identidad de la bruja secuestrada.

Su nombre era Madelaine Cook, y tenía casi cuarenta años. Llevaba veinte años casada con un brujo, y no tenía hijos. Hasta el día de su secuestro, era dependienta de una pequeña tienda del Callejón Diagon; no encontraron ningún otro dato relevante en lo que a ella se refería.

Esa noche, seguían dando vueltas a todas las hipótesis relacionadas con el secuestro de la señora Cook.

—De verdad que no entiendo nada, en serio. – Ron ahogó un bostezo, mientras se pasaba las manos por el cabello.

Harry, sentado frente a él, asintió pensativo.

—Si al menos encontráramos algún tipo de relación con el Squib, bueno; pero nada, no tenían cómo conocerse. – continuó el pelirrojo.

—Tiene que haber algo. – intervino Hermione. – cualquier cosa.

Ron se encogió de hombros y negó con la cabeza, mientras Harry veía a la joven revisar los pergaminos en los que tenía anotados todos los datos que habían ido recopilando.

— ¿No había nada de especial en ella? Algo de su esposo, quizá. – mencionó el muchacho casi sin esperanzas.

—Nada, ya se los dije. El Ministerio envió a Laria toda la información que existe de ella, y salvo por el hecho de que es una bruja, no tiene ni una cosa que llame la atención. En realidad, su vida es bastante aburrida, y la de su esposo también lo era. – Ron hizo una mueca triste al recordar que ese hombre fue asesinado.

—Esto no tiene sentido. – insistió la joven.

—No, pero son un montón de locos, ¿qué esperabas? No me extrañaría que escogieran sus víctimas al azar. – el pelirrojo no veía otra opción.

—Es que parece demasiado…descuidado. – fue el turno de Harry de intervenir. – No sé, hablamos de seguidores de Voldemort, después de todo, ¿no? Y él nunca hacía nada sin un plan. Además, recuerda lo que dijo Malfoy, eso de que esta clase de rituales son complicados, y también que las ofrendas deben ser especiales.

—Pero, Harry, seguimos en lo mismo; no hay nada de especial en estas personas. Mira, el sacerdote resultó siendo un Squib y no un muggle, pero tampoco es algo fuera de lo común, Squibs hay muchos, y por lo que estamos al tanto de este, ni siquiera lo sabía. Ahora, en cuanto a la bruja, siento decirlo, pero no deja de ser una más de miles, eso es todo. – Ron le hizo ver los hechos reprimiendo un nuevo bostezo.

Harry suspiró agobiado, pero no replicó el comentario de su amigo; no tenía más argumentos.

Hermione había escuchado el intercambio de ideas con el entrecejo fruncido, y una mirada de concentración. Empezó a revisar sus notas en tanto mordisqueaba una pluma con nerviosismo.

—Podría ser. – susurró para si misma.

— ¿Qué dices? – Harry giró a mirarla atento.

—Es sólo una idea, podría no significar nada. – dudó la chica.

— Hermione, por favor, sólo dinos. – la apremió él.

—Bueno, es algo raro, y visto bien podría no significar nada, pero es lo único que se me ocurre. – reconoció ella. – Miren, el Padre Joseph es un Squib, ¿de acuerdo? Olviden el hecho de que vivió como muggle, es un Squib y quienes se lo llevaron los saben.

Harry y Ron la observaron interesados y sin perder palabra de lo que decía.

—Esta bruja, la señora Cook, también tiene cierta característica que para nosotros puede no significar nada, pero tratándose de los mortífagos, quizá sea importante. – indicó.

— ¿Y qué es? – la apremió Ron.

—Es sangre mestiza, su padre era un muggle y su madre una bruja, están aquí, en los informes del Ministerio. – explicó mostrando los pergaminos.

—Sangre mestiza. – repitió Harry.

—Sí, así es. Entonces, tenemos a dos miembros del mundo mágico, pero distintos. – continuó la chica, hablando suavemente para hacerse entender. – Si no hay nada especial en ellos, ¿porqué no explorar en lo básico? Lo básico para un mortífago…

—Es status de sangre. – la interrumpió Harry, como si hubiera visto una luz.

— ¡Exacto! ¿Qué si de eso se trata? Un Squib, una sangre mestiza; miembros de la Comunidad Mágica, pero diferentes. – observó ella.

— ¡Pero eso es ridículo! ¿Qué importancia puede tener? Un Squib ni siquiera hace magia. – negó Ron.

— ¡Entiende, Ron! No se trata de sus habilidades, o de la clase de personas que sean; a ellos sólo les importa su origen, siempre ha sido así. – le recordó su amiga.

—Entonces, crees que esa es la relación. Hacen algún tipo de ritual en el que sean necesarios brujos con diferencias de sangre, incluyendo a un Squib. – recapituló Harry.

—Es una hipótesis muy débil, lo sé. – reconoció Hermione. – Pero no he podido pensar en nada más.

Harry y Ron cabecearon mostrando su conformidad; la idea en sí no era tan extraña una vez que pensaron en ella.

—Visto así, ¿qué faltaría? – preguntó Ron de pronto.

— ¿Qué quieres decir? – Hermione lo miró inquieta.

—Bueno, Malfoy dijo que iban a pedir algo grande y que según eso debían hacer sus ofrendas, ¿no? O al menos eso cree. Entonces, a lo mejor y van tras más personas. – observó el pelirrojo.

—Entiendo lo que dices, Ron, ya lo había pensado. – intervino Harry. – Si hacemos un esfuerzo por meternos en las mentes enfermas de los mortífagos, dividiríamos a los magos según su status de sangre, y tendríamos… ¿Cuántos? ¿Tres? – el muchacho empezó a contar mentalmente.

—No, serían cuatro. Un Squib, un mestizo, un brujo sangre pura y uno hijo de muggles. – lo ayudó Ron.

—O Sangre Sucia. – acotó Hermione con tono lúgubre.

— ¡No hables así! – se adelantó Harry, mirándola entre molesto y preocupado.

—Es así como ellos nos llaman, Harry, lo sabes. – ella no parecía verlo, perdida en sus pensamientos, pero sacudió pronto la cabeza. – En fin, lo importante es que hablemos de esto con Moody y los otros, ¿no creen? Aunque no sea la idea más brillante…

—Lo es, extraña, pero importante. – la interrumpió Harry. – Y lo único que tenemos.

—Pues voto porque mañana vayamos a hablar con ellos, ya saben, después de las clases; ahora estoy rendido. – comentó Ron, casi cerrando los ojos.

—Estoy de acuerdo; como les dije, es sólo una hipótesis y lo mejor será analizarla con calma. – aceptó Hermione.

—Bien, lo dejaremos para mañana; Ron no es el único que necesita dormir. – Harry se sumó.

Los chicos subieron a sus habitaciones, y se despidieron. Tendrían mucho por hacer al día siguiente.

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Travis se apareció frente al Cuartel, y tan pronto como entró, miró la hora en el reloj del Salón; tres de la mañana. Mala idea ir y despertar a los demás sólo para decirles que ya había llegado, especialmente cuando no tenía mucho más que contar.

La misión en Alemania había resultado poco menos que un fiasco, sólo pérdida de tiempo innecesaria. Hubiera sido mucho más útil en Inglaterra, pero quién hacía cambiar de opinión a Moody.

La zona de Harz era montañosa, y casi deshabitada; las pocas personas que vio se encargaron de hacerles saber lo ingrata que resultaba su visita. Por lo que logró ver, exponiéndose al máximo, el terreno estaba dividido por pequeños poblados, mucho campo abierto, y una amplia garganta desde la que se llegaba al pico más alto, Brocken. Por mucho que lo intentó, no logró ubicar una entrada; sólo hubiera podido dar un rodeo, pero en ese caso, habría tenido a un buen grupo de los aldeanos bloqueándole el paso, ya que si algo dejaron muy claro, fue que esa montaña estaba maldita, y no permitían la entrada a nadie, mucho menos a un forastero. A Travis sólo le quedaba esperar que fueran así de intransigentes con los mortífagos.

Dio un brinco cuando al cruzar la puerta de la cocina, se encontró con la figura de Kim, sentado a la mesa, y tomando un té como si estuviera a medio día.

— ¡Dios! Hombre, casi me matas del susto. – lo miró ceñudo, al tiempo que ocupaba una silla vacía.

—Venías distraído, no es mi culpa. – le hizo ver el otro sin alterarse.

—Ya, ya, como sea. – Travis rodó los ojos. - ¿Cuándo llegaste?

—Hace una hora, creo. – contestó Kim, y señaló su taza. - ¿Quieres un té?

—No, gracias. – rechazó el rubio. - ¿Alguna novedad?

El oriental suspiró, mientras daba un nuevo sorbo a su bebida.

—Selwyn y Travers continúan escondidos, nada nuevo en lo que a ellos respecta. – indicó. - ¿Qué pasa contigo?

Travis empezó a contarle todo lo que había ocurrido en su viaje, desde las dificultades para llegar, hasta la animadversión que pareció despertar en los lugareños. Le dijo también que no había encontrado nada interesante o sospechoso en la zona.

—Ya lo esperaba. – Kim ahogó un suspiro. – Aún faltan algunos meses para la Noche de Walpurgis; no tendría sentido que los mortífagos se hubieran instalado allí tan pronto.

—Eso le dije a Moody, pero ya sabes lo que contestó. – le recordó su amigo.

Kim asintió pensativo, frunciendo levemente el ceño.

—Necesitamos encontrar pronto la punta de la madeja, Travis; todo esto ha resultado más complicado de lo que esperaba. – comentó al fin.

—Lo sé, empiezo a desesperarme, la paciencia no es mi fuerte; y esto de ir paso a paso no está sirviendo de nada. Oye, Kim, ¿cómo haces para no perder la calma? – le preguntó de pronto, muy curioso.

— ¿Quién dice que no lo hago? – Kim pareció extrañado.

— ¡Vamos! Tenemos a los mortífagos que quieren invocar, vaya Merlín a saber qué cosa; Moody respirando en nuestros cuellos; un par de secuestrados, no sabemos para qué; y como si eso fuera poco, está Laria, que le haría perder la paciencia a un Santo. – le enumeró el rubio con muchos ademanes. – Y tú actúas como si lloviera en Londres, es decir, de lo más tranquilo.

Kim lo escuchó atento, una ligera sonrisa asomando a sus labios.

—Travis, el que no reaccione del mismo modo que ustedes, no quiere decir que no me preocupe. – le aseguró. – lo estoy, y mucho, pero…digamos que no soy bueno exteriorizando mis emociones.

— ¿Y eso porqué? – el otro no ocultó su curiosidad, era difícil hacer a Kim hablar de sí mismo.

—No lo sé, Travis, y no tiene ninguna importancia; es sólo mi carácter, no hay ningún misterio. – el oriental se encogió de hombros.

—Pues lo entiendo, pero no deja de parecerme extraño; eres joven, podrías relajarte un poco. – insistió el auror. – No quiero ni pensar en cómo te las arreglas con las mujeres.

Kim se puso serio nuevamente, y arrastró la silla para incorporarse con cierta brusquedad.

— ¿Qué dije? – Travis lo miró consternado. – Kim, estaba bromeando, de verdad.

—No te preocupes, no has dicho nada. – comentó desde la puerta el otro. – Ve a dormir un poco, también yo lo intentaré.

Su amigo lo vio marcharse, regañándose mentalmente por su indiscreción; Laria a veces tenía algo de razón, debía aprender cuando cerrar la boca.

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Hermione ubicó el libro que buscaba, y tras empinarse un poco, lo retiró del estante para colocarlo sobre una mesilla de lectura que tenía al lado.

Era una suerte que la Academia contara con esa biblioteca; muchos de sus títulos no se encontraban en otro lugar, y vaya que ahora necesitaba todas las fuentes de información posibles.

La hipótesis del ritual en el que fueran necesarios brujos con orígenes distintos aún le parecía un poco débil, pero era lo único que tenían, y si hallaba alguna mención en uno de esos libros, resultaría más concreta.

Iba a coger otro tomo que llamó su atención, cuando un objeto pesado casi le cae encima; apenas si se hizo a un lado para que el grueso volumen diera a dar contra el suelo. Miró alrededor, buscando al responsable, pero no vio a nadie. Cuando se agachó para recoger el libro, vio un pequeño trozo de pergamino que sobresalía entre las páginas; lo tomó desconfiada, y leyó.

“En el último edificio. Ahora”.

Hermione no tuvo que pensar demasiado antes de ponerse en camino. ¿Quién consideraría lastimarla como algo gracioso, y además le daba órdenes como si fuera un elfo doméstico?

Encontró a Malfoy en el mismo pasillo oscuro donde le dijo que deseaba hablar con Harry, sólo que esta vez no le daba la espalda, sino que paseaba de un lado a otro, con expresión nerviosa, si bien la cambió por su habitual indiferencia en cuanto la vio.

— ¿Porqué tardaste tanto, Granger? Tengo mejores cosas que hacer. – le espetó.

—Ese libro pudo lastimarme. – le dijo la chica, mordiendo las palabras.

—No seas ridícula, cualquiera lo hubiera visto venir; hasta Longbottom se habría hecho a un lado. – contestó sin variar su tono.

Hermione tomó aire, y relajó las manos, que tenía hechas puños en su esfuerzo por controlar la indignación.

—Escúchame bien, Malfoy, porque no lo repetiré. No vuelvas a hacer algo así, y mucho menos te atrevas a darme órdenes como si estuviera a tu servicio, porque no es así, ¿está claro? – le advirtió.

Malfoy arrugó la nariz, y observó a la chica con más atención.

— ¿Un mal día, Granger? ¿Pelea con Potter? ¿Se ha enterado Weasley de que lo engañan frente a sus narices? – Draco hacía cada pregunta con tono malicioso.

— ¿Qué quieres, Malfoy? – Hermione optó por ignorarlo, no iba a darle el gusto.

El muchacho recuperó su expresión malgeniada de inmediato.

—Primero, saber si la protección de mi madre está asegurada. – indicó.

—Desde el momento en que me hiciste llegar esa nota, lo está, no te preocupes; la vigilancia se ha redoblado, pero seremos discretos para no llamar la atención de nadie. – le explicó ella más calmada. - ¿Algo más? ¿Se ha puesto Nott en contacto?

—Aún no, pero lo hará. – respondió Draco con tono lúgubre.

— ¿Cómo lo sabes? – Hermione lo vio interesada.

—Ya tiene a Jugson y Mulciber con él, ha empezado a moverse. – replicó el joven. – todavía más.

— ¿Quién te informó de eso? – la chica se inquietó.

Malfoy emitió un bufido exasperado.

—Vamos, Granger, aún tenemos contactos en el Ministerio; y no es que anden vendiendo información, te lo aclaro para que no empieces a dar de saltos. Dos mortífagos vigilados desaparecieron, mataron a un auror y un brujo la misma noche, y secuestraron a una bruja; atrévete a negar que es obra de Nott. – la retó altivo.

Hermione empezó a procesar la información tan rápido como podía. Por supuesto que todo lo ocurrido debía de andar de boca en boca; no era extraño que hubiera llegado a oídos de Malfoy. Entonces, ¿qué hacer? ¿Seguir las instrucciones de Moody? Sí, podría simplemente negar todo, pero algo le decía que ese no era el camino más inteligente. Tal vez Malfoy pudiera ayudarle a confirmar o descartar sus sospechas.

Tras vacilar unos minutos, le habló con tono firme.

—Todo lo que has oído es verdad, Malfoy, y es seguro que Nott está detrás de todo esto. – le confirmó. – Mató al auror para facilitar la huída de Mulciber y Jugson; además, se llevó a la bruja después de matar a su esposo…

Draco asintió, inexpresivo, instándola a que continuara.

—Hay cierta teoría en la que he estado pensando, y tú puedes ayudarnos. – le dijo. - ¿Recuerdas lo que mencionaste acerca de las ofrendas? ¿Esos sacrificios que podrían llevarse a cabo? Bueno, creo que tal vez haya algún tipo de relación entre el Squib que secuestraron hace unos meses y esta bruja.

— ¿Cuál sería? – Draco hizo un esfuerzo por no revelar su curiosidad.

—El status de sangre. – respondió la joven. – La bruja es de sangre mezclada, una mestiza.

— ¿Crees que Nott está buscando eso? – inquirió Malfoy a su vez, frunciendo el ceño.

—No lo sé, es sólo una teoría. – Hermione se puso a la defensiva, esperando que empezara a burlarse.

Malfoy se apoyó en una de las paredes, cabeceando casi imperceptiblemente.

—No es imposible. – reconoció al fin. – Jamás he oído al respecto, pero tiene sentido.

— ¿Tú crees? Quiero decir que he intentado ponerme en su lugar; no es agradable, pero si lo más práctico. – le explicó la joven.

—Estás loca si crees que algún día podrás pensar como los Nott, Granger, eso es imposible. – el muchacho exhibió una mueca burlona.

—Pero tú sí. – replicó Hermione sin pensar. – Eres como ellos.

Draco se envaró y la miró como si acabara de ofenderlo gravemente; Hermione comprendió de inmediato el alcance de sus palabras.

—Lo siento, no quise decir…- intentó disculparse.

—Sé lo que quisiste decir, Granger, y no me importa. – la interrumpió bruscamente. – Lo que una sangre sucia como tú piense de mí, no vale nada. Ahora, en lo que respecta a tu idea, como dije, no es una completa estupidez, así que veré si puedo averiguar algo por mi lado.

Hermione optó por no disculparse de nuevo, dudaba de que Malfoy se lo agradeciera.

—Eso estaría bien; además de que si Nott te busca, es probable que se decida a revelarte sus planes. – comentó.

—Tal vez, ya veremos. Si averiguo algo, se los haré saber. – Draco giró hacia la salida sin mirarla.

La joven guardó silencio, un poco avergonzada a su pesar. Mientras veía a Malfoy dejar el edificio, pensó que a lo mejor no era un completo insensible, después de todo. De un tiempo a esta parte, nada era lo que parecía.

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La reunión en el Cuartel resultó larga y agotadora.

Primero oyeron lo que Travis y Kim tenían para decir; el primero de su viaje a Alemania, y todo lo relacionado con Selwyn y Travers el segundo. Nadie se sorprendió con sus noticias, eran más o menos lo que esperaban.

Laria se encargó de dar un informe detallado de todo lo que ella y Ron habían recopilado en los últimos días; al pelirrojo le asombró que le diera parte de crédito, no parecía la clase de persona que compartía sus logros, por pequeños que fueran.

Cuando Hermione y Harry empezaron a explicar la teoría de la joven, un pesado silencio siguió a sus palabras. Todos parecían muy concentrados, pensando en algún comentario apropiado o tal vez meditando cuánto sentido tenía la idea.

Como parecía ser lo habitual, fue Travis quien habló primero, con su tono familiar y confiado.

—Interesante. Extraño, pero interesante. Si tienes razón, Hermione, esos tipos están realmente enfermos. – bufó disgustado.

—Parece que no has tratado demasiado con mortífagos si eso piensas, son capaces de cosas mucho peores. – intervino Moody.

Hermione giró a mirarlo sin disimular su asombro.

— ¿Crees que tiene algo de sentido? – le preguntó.

—Bueno, se trabaja con lo que se tiene, y ya lo dijo Potter, el status de sangre es muy importante para ellos. Si de sacrificios se trata, no me extrañaría para nada de que estés en lo cierto. – reconoció el viejo.

—Además, no creo que esto sea una simple coincidencia; ya saben, el que los secuestrados fueran precisamente un Squib y una bruja de sangre mezclada, ¿no? Parece un plan muy bien armado. – se sumó Harry.

—Coincido en que es posible, pero no podemos descartar otras opciones. – terció Laria.

Travis puso los ojos en blanco y la miró ladeando la cabeza.

— ¿Tenemos otras? ¿Por qué nadie me lo dijo? – preguntó sarcástico.

La griega le devolvió la mirada con acritud.

—No pretendo crear discordia. – aseguró, ignorando la exclamación del rubio. – Sólo creo que no debemos centrarnos en esa teoría, si lo hiciéramos podría resultar peligroso.

—Estoy de acuerdo con eso. – le dijo Hermione. – Pero es un punto del cual partir, tal vez y con eso podamos averiguar qué clase de ritual pretenden realizar, qué buscan invocar.

Laria asintió, no muy segura, pero al parecer no quiso rebatir los argumentos de la joven.

—Creo que Hermione tiene un punto muy interesante aquí. – fue el turno de Kim de intervenir. – Si bien no podemos dar su hipótesis por segura, definitivamente es algo en lo qué pensar, y lo más importante, nos permitirá descartar muchas cosas. Sólo debemos repartirnos los deberes. Algunos pueden encargarse de continuar investigando, y otros de averiguar si existe algún tipo de ritual que requiera a estas personas; es un punto de partida. – expresó con claridad.

Travis lo apoyó efusivo, mientras que Laria cabeceó dudosa.

—Bueno, no tenemos nada que perder, eso es seguro. – Moody confirmó lo dicho por el auror.

—Y eso no es todo, también tendremos ayuda de Malfoy. – comentó Hermione de pronto, al recordar la conversación de esa tarde.

— ¿De Malfoy? – Harry la miró curioso.

—Sí, no tuve tiempo de comentarles esto antes de salir de casa. – indicó, mirando a Ron y a Harry. – Esta tarde Malfoy me hizo llegar un mensaje y hablé con él.

De inmediato resumió la conversación que sostuvieran, ignorando la exclamación de disgusto de Moody, por haber desobedecido sus indicaciones al contarle a Malfoy de la sospecha que tenía, y obviando, para evitar discusiones con Harry y Ron, los poco ortodoxos métodos del ex Slytherin para llamar su atención; ella podía defenderse sola.

Culminó asegurando que no le había dicho a Malfoy nada que no supiera ya, salvo la teoría de las desapariciones, y cómo se había comprometido él a ayudarles a averiguar al respecto.

— ¿Crees que podamos confiar en ese muchacho? – le preguntó Laria dejando su actitud distante.

—No estoy segura, ninguno de nosotros puede estarlo, es Malfoy. – indicó, como quien menciona algo muy obvio. – Pero realmente parece desesperado por la seguridad de su madre, y no creo que finja su desagrado por Nott.

—Malfoy nos ha engañado antes. – intervino Ron.

—Pero prometimos darle en este caso el beneficio de la duda, recuérdalo. – contestó la joven. – Tú también lo crees, ¿verdad, Harry? – giró a ver al muchacho.

—Ya lo dijimos, Hermione, no vamos a hacer nada en su contra a menos que él nos traicione, cosa que muy posiblemente ocurra. – contestó con un tono seco que no pasó desapercibido para la chica.

Los demás, al parecer, no parecieron encontrar nada especial en el comentario del muchacho; al contrario, mostraron su conformidad.

—Bien, Potter, no olvidar la alerta permanente, uno nunca es lo bastante desconfiado. – aprobó Moody, para luego ver a Hermione. – En cuanto a ti, Granger, sigo pensando que es mala idea darle información a Malfoy, pero ya lo hiciste y no hay vuelta atrás; espero que al menos podamos sacar algo bueno de esto.

Hermione alzó las cejas, escéptica; le pareció el regaño más cortés que había recibido.

—Bueno, asumiendo por un momento que la idea de Hermione es correcta, podemos suponer que los mortífagos irán ahora por un brujo sangre limpia y un hijo de muggles, ¿correcto? – Travis aligeró el ambiente.

—Sí, eso es verdad; en el hipotético caso de que ella esté en lo cierto, por supuesto. – le recordó Laria.

—Supondremos que lo está, será la mejor manera de pensar con propiedad. – Kim la miró con un ligero disgusto.

Laria frunció el entrecejo y lo vio de vuelta ofendida; estaba acostumbrada a la actitud de Travis, pero Kim siempre había sido mucho más conciliador.

—Bien, de nuevo, ¿qué hacemos? No podemos proteger a cada brujo sangre limpia e hijo de muggles del mundo; son concientes de eso, ¿verdad? – insistió el rubio.

—Claro que no podemos, sólo nos queda seguir atentos, e investigar. – le respondió Moody. – No es lo más entretenido, pero es todo lo que haremos por ahora. Cada quien sigue en lo suyo, pero en lo posible quiero que estén muy atentos a cualquier cosa que pueda estar relacionada con la teoría de Granger. Laria, tú y Weasley van a revisar nuevamente cada folio que tengan, y buscarán alguna pista, lo que sea.

Ron suspiró resignado, viendo a la griega por el rabillo del ojo; podía imaginar la tortura que sería hacer todo ese trabajo otra vez, especialmente cuando era obvio que ella no estaba nada de acuerdo con la idea de Hermione.

—Los demás pueden continuar con sus tareas, y al mismo tiempo, encuentren un poco de tiempo para averiguar si ha habido algún antecedente, cualquier cosa. Hablaré con Kingsley de esto, tal vez sepa algo, y podrá enviarnos información adicional, el archivo del Ministerio puede ser útil; en cuanto al chico Malfoy, esperemos que sirva de algo, y se ponga pronto en contacto contigo, Granger. – el brujo impartió sus ordenes con la brusquedad habitual.

Moody calló, y retrocedió como si no tuviera más que decir, alentándolos con la mirada a que hicieran algún comentario o se despidieran. Sin embargo, los jóvenes, que poco a poco iban tomando más confianza con los aurores, se acercaron, formándose algunos grupos por la habitación, hablando entre ellos de lo que acababan de oír.

Ron, muy a su pesar, fue hacia Laria para ponerse de acuerdo en sus tareas de investigación; no tenía sentido esperar a que ella lo buscara, porque no sería nada amable.

— ¿Qué dices? ¿Vengo mañana para empezar con el trabajo de Moody? – el pelirrojo puso su expresión más amistosa, aunque no fue recompensado con un gesto similar.

Laria lo miró, primero sorprendida, no esperaba que nadie se acercara a ella, estaba acostumbrada a permanecer a un lado, o dejar la habitación. Ahora este muchacho se comportaba como si fueran amigos, y ella no era precisamente agradable con él, podía reconocer eso.

—Por supuesto, no creo que vaya a cambiar de opinión. – aceptó la bruja, intentando no sonar demasiado cortante. - ¿Crees que tu amiga tiene razón?

Ron giró a ver a Hermione, que charlaba amablemente con Kim, al otro lado de la habitación.

—La verdad es que casi siempre la tiene. – reconoció con una sonrisa. – Confía en ella, es muy inteligente; mucho más que la mayoría.

—Ya veo, nos fiaremos de que no esté equivocada, entonces; realmente quiero acabar con esto. – mencionó en voz baja, casi como si hablara consigo misma.

—Nosotros también, en serio; lo que más deseamos es una vida normal para variar. El que todo el mundo intente asesinarte pierde su encanto luego de un tiempo. – comentó rodando los ojos.

Laria sonrió, divertida por semejante expresión; esperaba que todo resultara bien al final, aún con el plan de Moody. Pensar en ello hizo que una sombra cruzara su semblante, pero intentó calmarse y prestó más atención a las palabras de Ron.

Hermione, por su parte, se entretenía conversando con Kim; el auror le transmitía una calma que en ese momento agradecía. No sólo se había ganado un regaño público de Moody, sino que Harry la evitaba de un modo que no le agradaba en lo absoluto, de un momento a otro había cambiado su actitud para con ella y no lo comprendía, ¿qué había hecho mal?

—Hermione, ¿algo te molesta? – Kim se inclinó hacia ella para preguntarle en un susurro.

— ¿Qué? No, estoy bien. – la joven sacudió la cabeza. – Sólo pensaba en todo esto, tal vez sólo empezamos a seguir una pista falsa, quizá es lo que los mortífagos quieren que pensemos.

—Hermione, ¿Qué piensas realmente? ¿Crees honestamente que puedas tener razón? – le preguntó él a su vez, con tono grave.

La joven caviló un momento, pensando en una respuesta sincera.

—Le he dado muchas vueltas a esto, Kim, y no se me ocurre nada más; tiene sentido, debe ser así. – expresó muy segura. – Ellos no pueden habernos engañado así, no podían saber lo que pensamos; se supone que no tienen ni idea de que estamos ayudándoles.

—Entonces no hay porqué dudar, confía en tus instintos; eres inteligente, Hermione, y has dado una excelente idea, ahora debemos trabajar en ella. – Kim sonó tranquilizador.

La chica agradeció el gesto con una amplia sonrisa.

Desde una esquina del salón, Harry, Travis y Moody discutían los pasos a seguir en cuanto a vigilancia se trataba; habían coincidido en que no debían bajar la guardia, y que lo mejor sería continuar con mucho cuidado, asegurándose de que ningún otro mortífago prófugo se atreviera a desaparecer delante de sus narices.

Pasado un momento, Moody se excusó, indicando que iría a buscar a Kingsley para ponerlo al corriente de lo ocurrido de inmediato, dejando al auror y a Harry conversando animados, aunque el muchacho se distraía por momentos, dirigiendo la vista hacia la chica, que escuchaba muy atenta la charla de Kim. Travis siguió la mirada del joven y puso los ojos en blanco.

—Mala idea, Potter, muy mala. – le dijo.

— ¿Qué dices? – Harry lo vio, confundido.

—No está bien lo que haces, compañero, estás equivocado. – negó el rubio, intentando sonar apaciguador. – O aclaran lo que sea que haya entre ustedes, o la dejas tranquila. No puedes celarla con Malfoy, y luego mirarla de ese modo porque habla con Kim, a las chicas no les gustan los tipos posesivos.

—En serio, Travis, tienes que dejar de involucrarte en lo que no te concierne. – Harry lo miró de mal talante.

—Lo sé, pero no puedo evitarlo. Mira, soy curioso, un poco metomentodo, lo reconozco; pero no puedo ver algo así y no abrir la boca, ¿qué quieres? Culpa a mi romanticismo australiano. – se disculpó el rubio con una sonrisa.

Harry suspiró, entre hastiado y burlón.

— ¿Desde cuando tienen los australianos fama de románticos? – le preguntó negando con la cabeza.

—Desde siempre, es sólo que no somos tan expresivos como los italianos. – le aseguró muy serio. – Pero la verdad, Harry, creo que estás exagerando; a Hermione no le interesa Malfoy, es demasiado lista para eso; en cuanto a Kim, olvídalo, no tienes por qué tener celos de él.

— ¡No estoy celoso! – Harry dirigió una mirada alrededor, preocupado de que su voz se hubiera oído al otro lado de la habitación, pero respiró aliviado al ver que cada quien seguía en lo suyo.

—Negación, es lógico, uno de los síntomas. – Travis habló como un médico recitando los indicios de una terrible enfermedad. – Mira, no sé exactamente cómo están las cosas entre ustedes dos, y no tienes que contármelo, pero sólo para ayudar, por si tienes alguna duda, te aseguro que estás mucho más enamorado de ella de lo que piensas.

El muchacho lo miró con expresión aterrada, como si acabara de lanzarle una maldición imperdonable.

—Como te dije antes, Harry, empieza a actuar y hazlo ya, o vas a arrepentirte. – aseguró el auror.

—Pero nosotros…nosotros ya…tú sabes. – Harry balbuceaba confundido.

Travis entrecerró los ojos, concentrándose para comprender los desvaríos del muchacho, y tras dirigir una mirada a la chica y volverla a su interlocutor, lanzó una expresión de entendido.

—Ah, ya entiendo. Hablaste con ella, ¿cierto? – Harry asintió a su pesar, no sabía cómo el rubio conseguía sacarle tanta información. – Bueno, eso está bien, y por tu cara supongo que aclararon algunas cosas. Es un avance, pero vas a necesitar algo un poco más concreto, porque me da la impresión de que no le has dicho lo que realmente sientes por ella, ¿verdad?

—Hermione sabe lo importante que es para mí. – el muchacho se apresuró a dejar eso en claro.

—No lo dudo, pero sigues con tu novia, eso está mal. – comentó Travis.

Harry dudó acerca de si contarle o no a Travis lo conversado con Hermione, pero comprendió que necesitaba hablarlo con alguien o iba a explotar; su primera opción habría sido Ron, pero eso ni pensarlo, no en este momento.

—Hablaré con Ginny, y Hermione lo sabe; luego veremos qué ocurre entre nosotros. – confesó al fin.

—Ya, muy práctico; pero ten en cuenta algo, Harry, el amor no es práctico, no tiene sentido, y generalmente, cuando se trata de él, las cosas no salen como uno espera. – comentó el auror, encogiéndose de hombros.

— ¿Y qué esperas que haga? – el joven lo vio confundido.

—Tal vez podrías dejarte llevar un poco, Harry; hasta donde sé, es ella la que tiene fama de ser razonable, tú puedes saltarte algunas normas. – y con un guiño, Travis se hizo a un lado.

Harry vio hacia donde Hermione estaba, y asintió con expresión pensativa.

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El Padre Joseph se inclinó hacia los barrotes de su celda, alertado por el ruido que llegaba de los escalones. No era extraño oír los pasos de algunas personas, especialmente del muchacho, Theodore, pero ahora escuchaba lamentos que erizaron su piel. Se acercó aún más cuando vio un par de figuras que bajaban, una al parecer casi arrastrada por al otra.

Reconoció a Theodore, con su mueca burlona que le resultaba ya familiar. Lo que le terminó de aterrar fue que llevaba del brazo a una mujer, por lo que pudo apreciar, sucia y con una especie de túnica por vestido. Iba casi desmayada, pero podía oír los sollozos que la sacudían. No despegó la vista ni un minuto, observando cómo el muchacho la dejaba sin miramientos en la celda de al lado, y usaba esa cosa que parecía una varilla para cerrarla como hicieran con la suya.

—No esperaba encontrarte despierto, Squib, qué lástima, quería darte la sorpresa. – Theodore lo miró con falsa resignación.

— ¿Qué has hecho? – preguntó el sacerdote con un hilo de voz, esforzándose por ver lo mejor posible a la mujer que no había dejado de llorar.

—Lo que te prometí, Squib, traje a una amiga para que no te sientas solo. – le dijo con una sonrisa.

— ¿La has secuestrado también? – insistió el hombre, pasando una mano por su rostro, como queriendo despertar de una pesadilla.

—Digamos que será un huésped un poco difícil. – reconoció burló el muchacho. – Por cierto, tal vez cuando deje de llorar, empiece a preguntar por su esposo, sería muy amable de tu parte darle un poco de consuelo; ya sabes, creo que tienes un poco de práctica con eso. – indicó señalando el collarín que el sacerdote llevaba aún.

—Lo lastimaste. – aseguró más que preguntó el otro.

—Bueno, eso depende de qué tan lastimado pueda resultar un muerto. – respondió con desenfado. – Procura que no grite demasiado, estoy algo cansado y si no me deja dormir tendré que bajar a callarla, y no queremos que me enfade con ella, ¿verdad?

Con una última mirada cruel, le hizo un gesto de despedida y subió las escaleras, de vuelta al primer piso.

El Padre Joseph, impotente, se cubrió los oídos con las manos, intentando retomar fuerzas para poder ayudar a esa mujer; no sabía lo que le esperaba.

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Le hablan al destino...