jueves, 19 de noviembre de 2009

Destino: Tercer capítulo



Disclaimer: Todos los personajes y lugares conocidos son propiedad de J K Rowling; lo demás son locuras mías que dejo fluir para que podamos pasar un buen rato.

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Luego de cenar algunos de los exquisitos platillos de Kreacher y de ordenar las cosas que habían comprado, Harry, Ron y Hermione se reunieron en el salón de la casa, como acostumbraban hacer por las noches para conversar o simplemente hacerse compañía. En esa ocasión, los muchachos jugaban una partida de ajedrez mientras su amiga leía recostada sobre uno de los sillones.

- ¿Qué tal tu día, Harry? No nos has dicho nada desde que llegaste.- inquirió Hermione pasando una hoja de su libro.

- Bien, supongo.- respondió el, concentrado en su jugada.

- ¿Supones? – intervino Ron.- Estabas con mi hermana.

- No quise que sonara mal, fuimos a pasear y comer, lo normal, ¿Y porqué te molestas? Siempre me pides que no te de detalles de mis salidas con Ginny.- replicó el joven.

- Y lo sigo pensando, pero no puedes decir “creo que lo pasé bien”. – lo imitó su amigo rodando los ojos.

- Creo que Harry está pensando en algo más que en su cita, Ron. – terció Hermione dejando su libro a un lado y viendo al muchacho con fijeza.

- ¿Qué quieres decir? – se extrañó el pelirrojo cambiando su ceño fruncido.

- ¿Pasó algo en el Callejón, Harry? ¿Tuviste algún tipo de problema? – insistió la chica ignorando al otro.

- Por supuesto que no. – respondió Harry al instante.

- Vamos, ¿realmente crees que puedes engañarnos después de todo lo que hemos pasado? – le dijo la joven elevando las cejas.

El muchacho la vio con expresión terca, pero no le duró mucho antes de lanzar un bufido de resignación.

- Creo que alguien nos siguió hoy. – dijo al fin.

Hermione se tensó al oír el comentario de Harry, mientras Ron lucía más bien desconcertado.

- ¿Los seguían? ¿Cómo los seguían? - preguntó el pelirrojo.

- ¿Cómo crees que podría ser, Ron? – intervino Hermione sarcástica.

- Bueno, podrían haberlo seguido para pedirle un autógrafo, no sería la primera vez. – replicó el muchacho.

- Harry no se vería así si ese fuera el caso.- apuntó la joven.

- ¿Pueden calmarse un momento y escucharme? – Habló Harry.- Miren, dije que “creo” que nos seguían, puedo haberme equivocado o tal vez sólo estoy paranoico, no lo sé. De lo que sí estoy seguro es que nadie me pidió un autógrafo.

- Pero… ¿Qué es exactamente lo que creíste ver? – le preguntó Hermione atenta.

- Ginny y yo estábamos en la tienda de túnicas y como me sentía un poco aburrido me asomé a la ventana para ver pasar a la gente, ya sabes. Fue entonces cuando vi a una mujer parada en la otra acera y miraba en dirección a la tienda; no lo sé, había algo raro en ella. Salí rápido para investigar, pero desapareció.- les contó el muchacho.

- ¿Eso es todo? Harry, no te ofendas, pero creo que estás exagerando. Tal vez esa mujer sólo pensaba si entrar a la tienda o no.- sugirió Ron encogiéndose de hombros.

- Tal vez. – aceptó Harry no muy convencido.

- ¿Cómo era ella? – inquirió Hermione.

- No muy alta, cabello oscuro y como que tenía una apariencia extranjera. – Le contó el muchacho.- Creo que notó cuando la vi y entonces desapareció.

- ¡Qué raro! – mencionó Hermione pensativa.

- Eso pensé. – coincidió Harry.

Ron veía de un lado para otro luciendo confundido y luego volvió su atención al tablero de ajedrez.

- Creo que ustedes dos están imaginando cosas, ya olvídenlo; seguro era una turista o algo así que quiso pedirte un autógrafo, pero le dio vergüenza cuando te acercaste y se fue, eso es todo. - dijo, haciendo una movida.- Y por tu distracción, Harry, perdiste el partido. Jaque mate.

- ¡Hey! ¿Cómo pasó eso? - exclamó su amigo dejando sus pensamientos sobre lo ocurrido esa tarde.

Mientras Harry y Ron discutían acerca de la validez de la última jugada, Hermione mantuvo la mirada perdida, mordiéndose el labio en señal de nerviosismo. No sabía porqué, pero se sentía realmente inquieta.

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Sentados alrededor de una gran mesa circular, cinco personas se veían entre sí con expresión sombría. Los fuegos de una chimenea chisporroteaban y sus potentes llamas iluminaban la habitación.

El más joven del grupo tamborileaba sobre la mesa con impaciencia mientras la mujer a su izquierda lo veía con desagrado; los otros tres parecían más serenos y pensativos.

- Señor Taylor, ¿le importaría dejar de hacer eso? – pidió el más alto y de tez oscura con voz profunda.

- Lo siento. – Se disculpó el aludido, dejando sus manos tranquilas.- Es que no entiendo porqué no hacemos nada.

- Paciencia, muchacho, nada de actuar sin pensar, tenemos que mantener la cabeza fría.- le dijo el más viejo.

- Es fácil para ti decirlo, Moody, no eres el pobre tipo al que esos locos se han llevado.- replicó el joven rubio disgustado.

- ¡No seas irrespetuoso! ¡Discúlpate de inmediato! - lo reprendió el oriental que había guardado silencio hasta entonces.

- ¡Hey! ¿Sigues con eso? Ya te lo dije, no eres el jefe y esta es la primera cosa sensata que le oigo decir. – Intervino la mujer señalando al rubio - Tenemos que movernos ya.

- ¿Y cuál es tu plan? – Le preguntó Moody viéndola con fijeza- ¿Ya has pensado en algo?

- No estoy segura, pero cualquier cosa resultaría mejor a permanecer aquí de brazos cruzados.- le respondió ella altanera.

- Alastor, la señorita Thalassinos no está muy alejada de la verdad, ¿no crees que el esperar pueda terminar jugándonos en contra? Ve el ataque de esta noche.- se unió el hombre sentado junto a Moody.

- Discúlpame, Kingsley, pero se supone que vigilar a esa escoria es trabajo de tu cuerpo de aurores. – respondió el mago encrespado.

- No se trata de buscar culpables, Alastor, recuerda que estamos trabajando juntos en eso; sin embargo, sabes mejor que nadie lo escurridizos que pueden ser y el no conocer lo que están tramando sólo hace todo más difícil. Por otra parte, acordamos desde un inicio que toda la operación sería muy discreta, sólo he alertado a algunos de mis hombres y ellos hacen todo lo que pueden; es por eso que agradezco la presencia de nuestros amigos.- señaló Kingsley con su voz serena.

- Y nosotros estamos aquí con gusto, señor Shackelbot, pero creo que hablo por todos al decir que preferiríamos tener una actuación más…relevante que servir de guardianes para tres muchachos que no parecen correr ningún peligro.- le dijo la mujer sonando más tranquila.

- ¡Ya lo he dicho, irán por Potter! – exclamó Moody haciendo girar su ojo mágico.

- Esa es una teoría tuya, no sabemos si será así. Y aún cuando lo fuera, ¿Qué hacemos mientras tanto? Esperamos en su puerta en tanto más gente es atacada; no lo creo Moody.- se cruzó de brazos el rubio.

El viejo auror alternó la mirada de uno a otro con una mueca de descontento. Sacó su petaca, tomó un trago y se dirigió al hombre oriental que apenas si había hablado.

- ¿Qué es lo que piensas tú, Kim? - le preguntó.

El aludido parpadeó y luego colocó ambas manos sobre la mesa para empezar a hablar con su voz profunda y calmada.

- Estoy de acuerdo contigo en que no servirá de nada actuar imprudentemente, pero Laria y Travis también han dicho algo muy cierto. No podemos preocuparnos sólo por el muchacho Potter y esperar a que vayan por él, si es que lo hacen. ¿Cuántos inocentes más podrían resultar lastimados? No, Alastor, tenemos que hacer algo.- sentenció Kim muy seguro.

Los otros cuatro guardaron silencio, reflexionando en las palabras del hombre hasta que Moody golpeó con fuerza sobre la mesa, sobresaltando a sus compañeros.

- ¡Muy bien! – Exclamó al fin, para luego empezar a impartir órdenes.- Kingsley, que tus hombres nos hagan llegar toda la información de los mortífagos que estén manejando; Laria y Kim, vayan a la casa de ese pobre hombre y busquen alguna pista, cualquier cosa que lo podría haber hecho blanco. Tú, Taylor, vas a continuar vigilando a Potter y sus amigos, no los vamos a dejar solos hasta que no estemos seguros de que están a salvo…

- ¿Porqué yo? – se quejó el rubio.

- Porque te lo estoy ordenando, por eso, ¿tengo que llamar a tu jefe para que te recuerde tus deberes? – le preguntó Moody.

- No es necesario, gracias, conozco mi trabajo.- refutó el otro ofendido.

- Es bueno saberlo. Bueno, ustedes tres empiecen con lo suyo, Kingsley y yo tenemos que hablar.- los despidió Moody con brusquedad.

Los dos hombres y la mujer se pusieron de pie y empezaron a dirigirse a la puerta cuando una suave tos les hizo girar.

- Señores, espero que sepan lo mucho que apreciamos su apoyo; no fue sencillo convencer a sus Ministerios de permitirles venir y eso habla mucho de su valor; supongo que Alastor no se los había comentado.- les dijo viendo por el rabillo del ojo como Moody chasqueaba la lengua.

Aún el serio Kim debió reprimir una sonrisa divertida, y tras hacer una señal de despedida, los tres se perdieron tras la puerta.

Tan pronto como estuvieron a solas, el viejo auror sacó la varita y susurró un par de hechizos para proteger la habitación.

- Bueno, Alastor, cuéntame exactamente qué crees que está pasando.- le pidió Kingsley una vez que terminó.

Moody tomó otro trago de su petaca con un ligero asentimiento y empezó a hablar.

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Hermione bajó cuidadosamente los escalones de la casa, alertada por unos ruidos que oyó en el salón. Tenían varios hechizos custodiando el lugar, pero aún así mantuvo la varita en alto al llegar al último rellano. Miró sobre la balaustrada la luz tenue de la chimenea y una figura sentada en el sillón; sólo entonces lanzó un suspiro de alivio y guardó la varita en el bolsillo de la bata.

Harry apenas si parpadeó cuando sintió unos pasos acercándose y un cuerpo ocupando el asiento a su lado.

- ¿Te desperté? – preguntó sin despegar la vista del fuego.

- Claro que no, bajé por un poco de agua.- mintió la chica.

- Hermione, por favor, puedes inventar algo mejor.- se rió Harry.

- Está bien. Sentí ruidos y me preocupé, pero no es que hicieras un escándalo o algo así, ya estaba medio despierta; ves que Ron ni siquiera se ha asomado.- comentó ella.

- Tendría que hacer volar la casa para despertarlo.- replicó Harry.

Hermione rió sin poder evitarlo y tras guardar silencio unos minutos puso la mano sobre el brazo del muchacho, haciendo que girara suavemente para verlo bien.

- ¿Qué está pasando, Harry? Es por lo de esta tarde, ¿Verdad? – le preguntó.

- Te va a parecer un poco tonto, pero aunque es posible que Ron esté en lo cierto y esa mujer no represente ningún peligro, el pensar siquiera que lo fuera…no lo sé, me sentí muy raro.- intentó explicarse Harry.

- Como si todo hubiera vuelto a ti, todos los recuerdos.- comentó la joven.

- Sí, exacto. Lo malo es que no quiero pensar en esas cosas, pero entonces me siento culpable, ¿sabes? – Su amiga asintió.- Murió mucha gente y a veces sólo quiero olvidarlo, pensar que le pasó a alguien más, que ya estoy aquí, entraré pronto a la Academia y todo irá bien, ¿cómo puedo ser tan egoísta? – se preguntó abatido.

- Harry, escúchame, no debes pensar eso. Es totalmente normal que quieras olvidar lo que te ha hecho sufrir tanto, también yo quiero, y Ron. Eso no nos convierte en malas personas, es sólo que recordar todo lo que ocurrió es muy doloroso.- lo apoyó Hermione.

- Pero ellos…- empezó el chico de nuevo.

- A ellos no los vamos a olvidar nunca, Harry, a ninguno. Pero vivir en el pasado no honrará su memoria ni hará que te sientas mejor. Tienes derecho a ser feliz, no conozco a nadie que lo merezca como tú, ¿de acuerdo? – insistió la joven con firmeza.

Harry le sonrió con expresión triste, tomando su mano y entrelazando los dedos para luego recostar la cabeza en el respaldo del sillón.

- ¿Te quedas conmigo un rato? – pidió.

- Tanto como necesites. – aceptó Hermione apoyando la cabeza en su hombro.

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Kim y Laria se aparecieron en un callejón oscuro y dieron un rodeo para llegar al lugar en el que Moody les indicó se había producido el ataque. Cuando vieron el edificio frente al que se encontraban, intercambiaron una mirada de desconcierto.

- ¿Esto es…? – preguntó el oriental no muy seguro.

- Una iglesia católica como de 1900, creo; el edificio al lado debe de ser el que usa la diócesis para labores administrativas y en los pisos de arriba estarán las habitaciones de los sacerdotes. – Le informó la mujer ante el asombro de su compañero.- Aprobé Estudios Muggles con Sobresaliente, ¿de acuerdo?

- Ya veo. – asintió Kim.

- ¿Qué hacemos? ¿Te dio Moody un número o algo? No podemos tocar la puerta a estas horas y preguntar si un par de Mortífagos ha estado de visita. – mencionó Laria mordaz.

- Si ellos estuvieron aquí, han dejado un rastro. Por favor, guarda silencio y deja que me concentré. - le pidió cerrando los ojos.

La mujer rodó los ojos fastidiada, pero no dijo una palabra y se cruzó de brazos escudriñando la calle mientras su compañero parecía estar en una especie de trance, del que salió sólo unos minutos después.

- Tercer piso, cuarta puerta a la derecha.- informó abriendo los ojos.

- ¿Y cómo es que sabes eso? – preguntó con desconfianza.

- Sólo lo sé, sígueme. – le ordenó antes de desaparecer.

- Sí, señor. – bufó la mujer antes de hacer lo mismo.

Aparecieron en la habitación casi al mismo tiempo, ambos con la varita en alto.

- ¡Lumus! – susurraron iluminando el lugar.

- Lo mejor será dar una mirada, tal vez dejaron alguna pista.- dijo Kim en voz baja. – Insonorus.

- Buena idea, no estoy de humor para ir de puntillas.- aprobó Laria, empezando a despejar su camino de objetos caídos.

Trabajaron en silencio, buscando entre los libros y recuerdos destrozados algún indicio que les fuera de utilidad.

- Esto es un desastre; no sólo se llevan al hombre sino que además le destrozan la habitación. – torció el gesto la mujer.

- Creo que sus posesiones deben de ser lo que menos le debe preocupar en este momento.- replicó Kim.

- Si está vivo. – observó Laria con tono sombrío.

- Esperemos que así sea.- indicó el hombre.

- Hey, Kim, ven aquí un momento. – lo llamó su compañera al cabo de un rato.

El hombre se acercó con paso ágil hacia donde ella se encontraba. Había corrido las puertas de un pequeño librero volcado tras la cama.

- En Estudios Muggles no nos enseñaron que ellos conocieran estas cosas.- le mostró aturdida algunos volúmenes.

- “Magia de los Antiguos Tiempos”, “Manual de Hechicería del siglo XV” – leyó Kim los títulos asombrado.- ¿Por qué un muggle tendría esto en su poder?

- Y no cualquier muggle, sino un sacerdote. Hasta donde sé, algunos Muggles sienten curiosidad por la magia, les gusta averiguar sobre esto, pero como no pueden usarla prefieren decir que es sólo un pasatiempo y que en realidad ni siquiera creen en ella.- comentó la mujer.

- ¿No podría ser este el caso? – sugirió Kim

- Pero es un sacerdote, ellos son los primeros en rechazar todo lo que tiene que ver con nuestro mundo. – objetó Laria.

- Entonces se trata de un sacerdote muy curioso…y discreto, los tenía escondidos. – señaló las obras.

- No lo sé, Kim, esto cada vez se pone más complicado; aquí hay algo que no termina de convencerme. – sacudió la cabeza su compañera.

- A mí tampoco, pero esta podría ser la clave de porqué los Mortífagos lo escogieran para lo que sea que estén tramando. – indicó Kim.

La mujer asintió pensativa, pero se sobresaltó al oír unos suaves golpes a la puerta.

- ¿Hermano Joseph? Disculpe la hora, pero la enfermería está cerrada y como veo su luz encendida me preguntaba si no tendrá usted una de esas tabletas para el dolor de cabeza. – los golpes siguieron a la voz.

- Toma los libros y vayámonos.- indicó Kim a su compañera.

- Buena sorpresa que se van a llevar. – observó ella antes de desaparecer.

El oriental retiró los hechizos y se desvaneció justo antes de que la puerta se abriera y otro hombre entrara para salir de vuelta inmediatamente a dar la voz de alerta; uno de sus hermanos había desaparecido.

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Hermione despertó aturdida por los rayos de sol que le daban de lleno en el rostro; se cubrió con el cubrecama hasta la coronilla, pero gruñó al darse cuenta de que debía ser ya muy tarde. Se deshizo de las mantas ahogando un bostezo y se levantó acomodándose el cabello antes de dirigirse al baño, pero detuvo sus pasos al notar que llevaba la bata puesta.

- ¡Qué raro! - susurró.

Fue entonces que recordó como la pasada noche había estado acompañando a Harry en el salón. Debió quedarse dormida allí y su amigo la llevó de vuelta a la cama; seguro usó el Levicorpus.

Era una suerte que llegara ilesa porque ese hechizo no era uno que Harry dominara muy bien. Se sonrojó levemente al pensar que su amigo la había llevado levitando hasta su dormitorio y luego la había dejado en la cama, pero se encogió de hombros diciéndose que era una idea muy tonta porque ella hubiera hecho exactamente lo mismo por él.

Cuando llegó a la cocina sólo Kreacher estaba allí, afanándose con las ollas y canturreando alguna melodía que calló tan pronto como la joven apareció.

- Buenos días, Kreacher, ¿dónde están los demás? – preguntó Hermione.

- Buenos días señorita; el amigo del amo salió temprano y el amo está enviando una carta, dijo que bajaría enseguida. – le informó el elfo, acercándose con una jarra de jugo.

- Gracias. – Apreció la chica.- ¿Harry desayunó?

- Sí, pero no me molestaría probar otros de esos emparedados con carne; sólo para acompañarte, claro.- respondió el muchacho que entraba a la cocina en ese momento.

- Hola, Harry.- saludó su amiga algo cortada- Me contó Kreacher que Ron ha salido.

- Sí, aún tenía trabajo con los gemelos y ellos le advirtieron que si no lo terminaba a tiempo no iban a pagarle. – le comentó el muchacho sonriendo.

- Imagino que no se iría muy contento. – mencionó Hermione tomando el tenedor para empezar a comer.

- Para nada – aceptó Harry.- ¿Dormiste bien?

- Sí, gracias, pero debieron despertarme; nunca me levanto a esta hora. – comentó ella apenada.

- Lo sé, siempre eres la primera en pie, pero anoche no pudiste dormir bien por mi culpa y pensé que lo mejor era dejarte descansar.- le explicó Harry tomando un poco de jugo.

- Tienes razón, no quise sonar malagradecida; cuando empiecen las clases tendré que madrugar y hace mucho que no dormía tan bien. Lo que me recuerda que no habría sido así si me quedaba en el sillón; gracias por llevarme de vuelta a mi habitación. – le agradeció Hermione, tomando el diario para evitar la mirada de su amigo.

- No hay problema, no podía dejarte allí, aunque sentí miedo de que te me cayeras. – mencionó el chico, para luego agregar apurado.- No es que peses mucho, al contrario, pero ya saben cuántos escalones son.

Hermione casi escupió el jugo que estaba tomando y buscó una servilleta mientras tosía.

- ¿Estás bien? – le preguntó Harry pasándole una.

- ¿Me llevaste cargada? ¿No usaste el Levicorpus? – preguntó ella a su vez atónita.

- ¡Por supuesto que no! Soy una desgracia con ese hechizo, te hubieras roto el cuello, fue más fácil cargarte y ya te lo dije, no pesas mucho.- repitió el chico para calmar a su amiga.

- Debiste despertarme, hubiera subido yo misma.- insistió ella.

- Lo pensé, pero te veías tan tranquila durmiendo que no me pareció justo y estabas allí por mí, ¿recuerdas? – mencionó Harry.

- Supongo. – Aceptó Hermione aún dudando.- ¿De verdad no te duele nada? No soy precisamente una pluma, no importa lo que digas.

- Y yo no soy un debilucho, aunque la verdad es que terminé con los brazos adormecidos, pero se me pasó pronto. – confesó el muchacho.

Hermione se sintió tentada a seguir objetando, pero no pudo evitar pensar en lo tierno del gesto de su amigo, por lo que siguiendo un impulso se estiró sobre la mesa para darle un beso en la mejilla y volvió a su lugar para continuar su desayuno ignorando la mirada desconcertada de Harry.

- ¿Qué pasó con El Profeta? ¿Harry? – lo llamó Hermione un par de minutos después.

- ¿Perdón? – le preguntó el chico aún confundido por el arrebato de su amiga.

- Preguntaba por El Profeta, aquí sólo está El Mirror. – indicó la joven.

- Ah, creo que Ron se lo llevó. – le contó.

- Bueno, no importa, lo leeré más tarde; veamos qué está pasando en el mundo muggle.-mencionó ella viendo los encabezados.

Un cómodo silencio se instaló entre ellos. Mientras Hermione comía sus tostadas y leía el diario, Harry se divertía observando las distintas reacciones que pasaban por su rostro según iba leyendo; si algo le divertía, sonreía; las noticias superfluas hacían que chasqueara la lengua reprobadora y si se encontraba con alguna nota interesante abría los ojos al máximo. Para Harry era todo un espectáculo que usualmente veía entretenido. Si Hermione lo notaba elevaba las cejas interrogante, mientras que Ron tan sólo rodaba los ojos y sacudía la cabeza llamando su atención.

En este momento, sin embargo, la joven fruncía profundamente el ceño y en su idioma eso sólo significaba una cosa: algo muy malo había pasado.

- ¿Qué ocurre? – le preguntó Harry.

- Una noticia muy extraña; no hay muchos detalles porque ocurrió en la madrugada y supongo que no habría tiempo para publicar más. Dice que secuestraron a un sacerdote de su residencia, aquí en Londres.- le contó la chica.

- Eso es raro, ¿porqué secuestrarían a un sacerdote? Se supone que ellos no tienen mucho dinero.- opinó Harry.

- No es precisamente eso lo que llama más mi atención, sino que la residencia en la que vivía es aparentemente muy segura y cuenta con cámaras de vigilancia, pero ninguna registró a un extraño entrando o saliendo. Como si eso fuera poco, al parecer lo sacaron de su dormitorio dejando el lugar destrozado y nadie escuchó absolutamente nada. –terminó de explicar Hermione.

- Creo que raro no es precisamente un término muy apropiado, ¿no? – dijo el muchacho ceñudo.

- No estarás pensando…- empezó la chica inquieta.

- Creo que tú y yo estamos pensando exactamente lo mismo. – completó Harry.

Hermione asintió con pesadez dejando su comida a un lado y suspiró intercambiando una mirada aprehensiva con su amigo.

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En una habitación ruinosa, iluminada apenas por unas cuantas velas diseminadas aquí y allá, un hombre muy anciano recostado en una mecedora se balanceaba hacia delante y atrás mientras fijaba la vista en el vacío. Una copa fue de la mesa a su mano con lentitud.

Unos pasos se oyeron fuera de la puerta, que se abrió con un fuerte chirrido provocando una mueca del anciano que se convirtió en una expresión de deleite maligno cuando vio a su visitante y el fardo que arrastraba.

- Allí lo tienes abuelo. – dijo orgulloso el joven hombre al entrar y lanzar su carga con descuido.

El viejo en la mecedora ladeó la cabeza para observar con atención el bulto sobre la raída alfombra. Un hombre mayor y laxo como un muñeco de trapo, totalmente inconsciente, mostraba marcas de golpes en el rostro y el torso desnudo.

- Buen trabajo, pero ya no lo golpeen más, o al menos no tanto; tiene que estar presentable para la fiesta. – susurró el anciano.

- Aún falta mucho, abuelo, podemos divertirnos con él mientras tanto. – contradijo el otro.

- ¡No falta nada, estúpido! ¡Es por eso por lo que todo puede arruinarse! Apenas si tenemos tiempo para ultimar los detalles y debemos ser muy cautelosos, cada paso será como andar sobre hielo quebradizo, no pueden relacionarse nuestros actos, apenas si llegaremos a la fecha.- dijo el mayor con un gesto fiero.

- Está bien, abuelo, perdóname. No te preocupes, no lo relacionarán, Callahan se quedó para cubrir nuestro rastro y nadie nos vio salir del edificio de los Muggles. – lo tranquilizó su nieto.

- Bien, bien, ya están pensando al menos.- espetó con desprecio el otro. – ¿Hiciste el contacto que te pedí?

- Aún no, abuelo. Es difícil porque apenas si pude traer a este hombre solo y sabes que la casa de esa familia está muy vigilada, pero en mi próximo viaje lo haré, encontraré la manera de hablar con él y hacerle la invitación. – le aseguró el más joven.

- Muy bien. Sólo unos meses nada más y será la hora de la venganza. – expresó satisfecho el mayor llevándose la copa a los labios después de brindar burlonamente con el cuerpo inerte del sacerdote amordazado.

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2 comentarios:

  1. a ver si entendi
    los que yo pense que eran malos ,no son malos,son agentes de moody.............MI MOODY!!!!!
    MY ALASTOR!!!!!!!!
    ah peor entonces gana por goleada......
    tan muy buenos tus agentes.....
    son como aurores secretos!!!!!
    fiona
    esepr porx cap

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  2. Fiona, desde luego que eran buenos, tenía que dejar un poco de intriga, aunque ni aún así me confiaría de nadie.
    TU Moody es el único en el que pensé para que comandara a semejante grupo, a ese señor no le pasa nadie por encima, se las sabe todas.
    Estos tres parecen la Interpol Mágica o algo así, ya voy a ir hablando un poco más de ellos y son tremendos porque tienen temperamentos muy distintos, así que la cosa se pone buena.
    Gracias por seguir, qué bueno que te resulte interesante.
    Besos.
    Aglaia.

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Le hablan al destino...