lunes, 16 de noviembre de 2009

Destino: Segundo capítulo


Diclaimer: Todos los personajes y lugares conocidos pertenecen a J. K. Rowling; yo sólo los tomo prestados para divertirnos un poco.

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Hermione caminaba tan rápido como podía para llegar a reunirse con Ron en la taberna. Si preguntaba si aún estaría allí, porque sus compras le habían tomado más tiempo del que pensó, pero al menos consiguió encontrar todo lo que le iba a hacer falta para empezar sus clases.

Mientras esquivaba a la gente que le salía al paso, pensaba en todo lo que había ocurrido durante los últimos meses, o mejor dicho, durante todo el año.

Luego de la derrota de Voldemort, tras la restauración de Hogwarts, Harry, Ron y ella terminaron su séptimo año en la escuela y tomaron los EXTASIS, para espanto del pelirrojo, aunque salieron todos con las calificaciones necesarias para cursas las carreras que eligieron.

Como mencionaba Ron con frecuencia, ese debió ser el año más tranquilo de todos los que habían cursado. Nada especial ocurrió durante ese periodo. Con la profesora McGonagall al frente de la dirección no se podía esperar otra cosa; mantenía a la escuela bajo su férrea disciplina, si bien no podía evitar mostrar con frecuencia su aprecio por todos los que participaron en la caída de Voldemort.

Su romance con Ron apenas si había durado un par de meses, pronto ambos comprendieron que les iba mejor como amigos. El muchacho era un compañero extraordinario, pero como novio dejaba mucho que desear o tal vez fuera que ella esperaba demasiado, no estaba segura. Resultaba gracioso que una de las pocas cosas en las que estuvieron de acuerdo fuera que formaban una pareja desastrosa. Le alegraba mucho que tras algunos meses de incomodidad, su amistad resultara intacta y ahora podían discutir con la normalidad habitual.

Por otra parte, debía reconocer que lo de Harry y Ginny estaba durando mucho más de lo que algunas chicas de la escuela esperaron. Ella acostumbraba bromear con su amigo al respecto, el cómo su club de fanáticas se había reducido de manera alarmante y Harry tan sólo daba un suspiro aliviado. Hermione deseaba que Harry fuera feliz, se lo merecía más que ninguna otra persona que conociera, pero algo dentro de sí le decía que no lo era. Últimamente lo notaba más resignado que contento cuándo debía encontrarse con Ginny, ni rastro de la emoción que mostraba al iniciar su noviazgo.

Tal vez estuviera exagerando, como decía Ron, pero ella lo conocía muy bien y podía leer en él como en un libro abierto. Además, el que desde hacía un par de meses compartieran la casa de Grimmauld Place había asentado esa idea, pero no se atrevía a preguntarle nada al respecto, era demasiado personal. Tendría que esperar a ver cómo se daban las cosas o que Harry se animara a confiar en ella.

Tan enfrascada andaba en sus pensamientos que le sorprendió ver frente a sí la entrada para cruzar al Caldero Chorreante. Una familia que iba delante pasó la pared de ladrillos deslizados y Hermione se apresuró a seguirlos. Notó que tras ella alguien más seguía el mismo camino y volteó a ver. Su mirada se cruzó con la de un hombre alto y rubio de tez bronceada que le sonrió con amabilidad.

- Apenas si pasamos, ¿eh? - comentó adelantándose antes de que la pared se cerrara.

Hermione tan solo asintió con una media sonrisa y buscó entre la multitud a su amigo. No tuvo ningún problema para encontrarlo, su cabellera rojiza era tan llamativa como un incendio en medio del local. Se apuró en llegar a su mesa.

- Lamento la tardanza, Ron. ¿Hace mucho que llegaste?- preguntó al sentarse frente a él y dejando caer algunas de sus bolsas sobre una silla libre.

- La verdad es que no mucho, aunque me gustaría poder culparte esta vez. No sé porqué me ofrecí a ayudar a los gemelos en la tienda, es agotador.- se quejó el muchacho bostezando.

- ¿Porque eres un buen hermano?- sugirió al joven.

- Sí, supongo, además ofrecieron pagarme.- aceptó Ron a medias.

- ¡Qué sorpresa! ¿Ordenaste algo?- inquirió su amiga.- Me muero de hambre.

- Pedí un par de platos, pero no va a alcanzar para los dos.- contestó el chico al momento.

- No te preocupes, puedo esperar y pedir algo.- lo calmó Hermione rodando los ojos y reprimiendo un suspiro.

- Bueno, tampoco tienes que hacerme sentir mal, podemos compartir y luego me lo devuelves cuando traigan tu comida.- le dijo Ron con su lógica habitual.

Su amiga le iba a contestar, pero le interrumpió la llegada de la mesera con la fuente de la comida. Mientras la joven colocaba los platos sobre la mesa ante la expresión encantada de su compañero, Hermione vio sobre su hombro alrededor de la habitación y se topó con la mirada amistosa del extraño que viera en la entrada. Estaba sentado en una mesa del rincón y tenía frente a sí a un hombre al que no pudo ver ya que le daba la espalda. El rubio sonrió una vez más y luego se concentró en su plato.

- Hermione, despierta, ¿qué vas a querer?- le preguntó Ron impaciente.

- Disculpe, señorita, pero tengo que atender las otras mesas.- le dijo la mesera.

- Lo siento mucho, por favor tráigame uno de esos.- señaló el guiso más cercano.

- En un minuto.- se marchó la joven.

Tan pronto como la mesera se fue, Ron empezó a comer todo lo que tenía al frente. Pasaron unos minutos antes de que levantara la cabeza para encontrarse con la mirada divertida de su amiga que lo observaba con el mentón apoyado sobre una mano.

- ¡Oh, lo siento! ¿Quieres?- le ofreció al fin.

- Traerán lo mío en un segundo, no te preocupes, pero gracias.- le dijo la chica.

Ron se encogió de hombros muy tranquilo y se llevó de vuelta el tenedor a la boca.

- ¿Dejaste a Harry con Ginny?- le preguntó entre un bocado y otro.

- Sí, hace ya un par de horas. Supongo que irían a pasear y luego a comer algo. – mencionó Hermione recibiendo su pedido.

Su amigo sacudió al cabeza con el ceño fruncido y pareció mirar algo muy lejano antes de reanudar su almuerzo.

- ¿Qué pasa?- inquirió la chica extrañada.

- No he dicho nada.- replicó Ron.

- No me digas que apenas ahora empieza a disgustarte lo de Harry y Ginny.- se asombró Hermione

- Claro que no, al contrario, ya lo sabes. Es sólo que…no importa.- dijo el chico al fin.

- ¿Porqué no me cuentas qué ocurre?- insistió su amiga.

- Porque no es asunto mío y además creo que sólo estoy imaginando cosas, olvídalo.- descartó el pelirrojo.- ¿Sabes si Harry encontró todos los libros de la lista?

Hermione comprendió que estaba de más insistir porque el muchacho no le diría lo que le preocupaba, de modo que pasó a contarle acerca de cada uno de los libros que ella y Harry compraron, sabiendo que eso divertiría a Ron a sus expensas, pero la amistad conllevaba sacrificios, recordó con un suspiro.

En la mesa del rincón, los dos hombres conversaban en voz baja, siguiendo con discreción cada movimiento de los jóvenes.

- Empiezo a creer que nuestra amargada amiga tiene razón, esto es muy aburrido.- rezongó el rubio.

- Si lo es o no, eso no es algo que deba importarnos, recuerda tus deberes.- le recriminó el otro con voz seca.

El segundo hombre era tan alto como su compañero, pero más delgado, de movimientos suaves y calculados. Sus rasgos orientales sólo acentuaban su imagen serena, aunque un ojo bien entrenado notaría al instante cierta peligrosidad agazapada.

- No he dicho que vaya a irme, sólo era un comentario. Dios, ¿es que ya nadie tiene sentido del humor?- se quejó su compañero.

- ¿Sentido del humor? Me he pasado toda la mañana viendo como ése y sus hermanos desplegaban su “sentido del humor”; estoy exhausto, no podría ver una de esas bromas de nuevo.- replicó el oriental fastidiado.

- Debieron enviarme a mí a ese lugar, he oído que la tienda es genial y hasta ahora no tengo tiempo para ir.- continuó quejándose el rubio.

- Si nos lo permitieran, habría cambiado con gusto de lugar.- señaló el otro.

- ¿Y pasar tú el martirio con “doña amargada”? No se lo deseo a nadie.- comentó con desprecio el hombre, para luego continuar en voz aún más baja.- Supongo que no ha habido ninguna novedad.

- No, todo tan normal como cabría esperar, aunque no creo que eso dure mucho. ¿Y ustedes?- inquirió el otro a su vez.

- Tú siempre tan positivo. En lo que se refiere a nosotros, todo bien. Luego, salvo tener que hacer un tour por todas las librerías del Callejón, no he tenido ningún problema. Esperemos a ver qué dice nuestra amiga de la pareja que no debería ser.- se rió el hombre ante la mirada extrañada de su compañero.

- ¿La qué? No, no me digas nada, no debí preguntar.- se arrepintió el oriental.- ¿Crees que estos dos vuelvan juntos a la casa?

- Eso espero, tengo trabajo esta noche y necesito dormir un poco antes.- mencionó el rubio reprimiendo un bostezo.

- Yo me encargo de ellos hasta mañana. Puedes regresar si es que no se separan.- ofreció el otro.

- Eres un buen hombre.- le agradeció su compañero con fervor y una mirada de alivio.

- No, no lo soy.- respondió el otro indiferente.

El hombre rubio pareció querer contradecir tamaña observación, pero cambió de opinión y tras encogerse de hombros llamó a la mesera para ordenarle un segundo plato, viendo de paso cómo los jóvenes en la otra mesa continuaban su charla.

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Harry y Ginny detuvieron su paseo para que la pelirroja pudiera recoger unas túnicas en la tienda de Madame Malkin. Mientras la joven se entretenía conversando con una de las dependientas que envolvía sus trajes, el muchacho dio una vuelta alrededor del local, ignorando las miradas curiosas de los otros clientes.

Hubiera preferido estar de vuelta en Grimmauld Place, sentado a la mesa de la cocina y tomando un chocolate caliente de Kreacher, escuchar cómo le había ido a Ron con sus hermanos y luego leer alguno de los libros que Hermione le había ofrecido. Sacudió la cabeza al darse cuenta de que no había incluido a Ginny en el cuadro. ¿Qué clase de novio era? Debería estar feliz de posar todo el tiempo posible con ella; luego de que empezaran sus clases eso sería muy complicado.

Con un suspiro inaudible, se apoyó en uno de los escaparates de cara a la ventana para poder ver lo que ocurría fuera. Sonrió inconscientemente al observar cómo algunas madres llevaban de la mano a sus niños que parecían estar en la edad para entrar a Hogwarts. Salían de las tiendas cargados con paquetes y sonrisas deslumbradas. Recordó la primera vez que llegó a ese lugar guiado por Hagrid, nunca olvidaría ese día, para él fue como el verdadero inicio de su vida, nunca antes se sintió parte de nada; aunque tenía aún dudas algo le decía que estaba en su lugar al fin. Jamás hubiera adivinado o soñado siquiera que existiera ese mundo y mucho menos que le diera tanto: Una identidad, conocimientos y lo que para él era más importante, los mejores amigos que cualquiera pudiera desear.

Habría seguido la misma línea de sus pensamientos, pero un hecho curioso llamó su atención. Mientras todas las personas corrían de un lado para otro o se detenían en alguna tienda para observar lo que les ofrecían los vendedores, una mujer miraba fijamente desde la acera del frente. Había algo en su postura, en la manera que pareció fingir interesarse en un escaparate a su izquierda tan pronto como se sintió observada que puso a Harry en guardia. El muchacho no lo pensó dos veces y salió rápidamente de la tienda, pero una vez fuera, una familia entera cruzó frente a sí y cuando despejaron el camino la mujer ya no estaba.

Harry vio a un lado y a otro frustrado, preguntándose si no estaría imaginando cosas y la extraña no sería sólo una compradora más. Casi dio un salto cuando sintió una mano sobre su brazo.

- Harry, ¿estás bien? ¿Porqué saliste así de la tienda?- le preguntó Ginny con semblante preocupado

- No pasa nada, estoy bien, quería tomar un poco de aire.- contestó el muchacho esquivo.

- ¿Seguro?- insistió la chica algo dudosa.

- Claro, ya te lo dije. ¿Tienes todo lo que encargó tu madre?- le preguntó él a su vez dando por zanjado ese tema.

- Sí. – Respondió Ginny mostrando sus bolsas.- Ya podemos ir a comer algo.

- Genial, porque ese emparedado no califica como almuerzo. ¿Vamos al Caldero Chorreante? Tal vez Hermione y Ron aún estén allí.- sugirió el chico entusiasta.

- No lo creo, ya es muy tarde. Además, tú sabes que me gusta estar con ellos, pero tus clases empiezan pronto y preferiría que pasáramos algo de tiempo a solas.- le pidió su novia.

- Como quieras.- aceptó Harry.

- ¿De verdad estás de acuerdo? No quiero que lo tomes a mal…- preguntó la joven insegura.

- No lo hago, no te preocupes. En serio, no es para tanto, los veré esta noche en casa.- replicó el muchacho con sencillez.

- Es gracioso lo cómodo que se te oye llamarle a ese lugar casa.- comentó Ginny mientras caminaban entre la multitud.

- Bueno, supongo que tienes algo de razón. Pero ha resultado más fácil de lo que pensé acostumbrarme, ¿sabes? Hermione se ha encargado de ponerla en orden; compró algunos muebles nuevos y siempre tiene flores y esas cosas, además de que logramos deshacernos de algunos objetos extraños que debieron de ser magia oscura. Creo que a Sirius le habría gustado que viviera ahí, por eso me la dejó y se lo agradezco mucho. Imagínate lo difícil que hubiera resultado buscar una casa para los tres que estuviera tan cerca de la Academia.- le dijo Harry, al tiempo que cruzaban la entrada del restaurante más cercano.

Tan pronto como los vio, el dueño del establecimiento se deshizo en halagos acerca de lo encantados y honrados que se sentían de recibir al señor Potter y su adorable acompañante. Ignorando las miradas de los demás comensales, los jóvenes siguieron al encargado hasta la que aseguró era la mejor mesa del local.

Harry se sentó dando la espalda al resto de la gente mientras Ginny ocupó el asiento frente a él y tras agradecerle las atenciones al viejo brujo, ordenaron la comida.

Ginny no pudo evitar notar lo incómodo que se veía Harry en medio de ese lugar, por lo que se inclinó en su dirección luciendo arrepentida.

- Lo siento, creo que debimos ir al Caldero, allí nadie te molesta.- le dijo.

- No estés tan segura, y no me importa tanto como antes, es sólo cuestión de acostumbrarse. El otro día Ron dijo durante la cena que será así en la Academia los primeros días y no me hizo mucha gracia, pero Hermione me recordó que el primer año en Hogwarts no fue diferente y como se supone que ahora soy un adulto y no un niño no debería tener problemas con eso.- comentó el muchacho riendo al recordar la charla.

- Esa Hermione siempre sabe qué decir.- mencionó la pelirroja sonriendo también.

- Claro, ¿te conté que me tuvo más de una hora en la librería? No sé que piensa hacer con tantos libros, ella dice que le servirán de apoyo, pero aún así…- sacudió la cabeza Harry.

- Sí, ya me habías dicho algo.- replicó Ginny.

La llegada del camarero interrumpió su conversación. Les traía su pedido más algunos otros platillos que enviaba el cocinero y por más que Harry intentó que se los llevara de vuelta, no hubo manera de convencerlo, de modo que aceptó con un agradecimiento resignado el gesto y empezaron a comer.

- ¿Y ya estás lista para tu último año en Hogwarts? – le preguntó Harry luego de un rato a su compañera.

- Eso creo. Estoy muy entusiasmada con el equipo este año, Harry, creo que lograremos la Copa otra vez, aunque no será lo mismo sin ti.- dijo la chica apenada.

- Claro que sí, será tu momento, harás un gran papel capitaneando el equipo.- le dijo con sinceridad el muchacho.

- ¿Tú crees? Tendremos que hacer audiciones para reemplazar a la mitad del equipo y no olvides los EXTASIS.- mencionó Ginny con un mohín.

- No digo que será fácil, pero podrás con eso. Si necesitas ayuda con los exámenes puedes mandarle una lechuza a Hermione, te aconsejaría feliz, creo que es lo que más va a extrañar de Hogwarts.- le dijo el joven rodando los ojos.

- La verdad es que ya lo había pensado.- se rió la chica.

Continuaron comiendo y conversando de diversos temas, especialmente de Quidditch, de cómo llevaría ese año Ginny el equipo y si podría usar algunas de las estrategias que conocían de la Liga Profesional. Casi terminaba la tarde cuando terminaron su comida y tras insistir mucho, Harry logró que el dueño del local aceptara que le pagara.

Antes de que los jóvenes se despidieran fuera de la taberna en un callejón aledaño, lejos de las miradas muggles, la chica se acercó a su novio y le pasó ambas manos tras el cuello.

- Vas a extrañarme, ¿verdad? – susurró contra sus labios.

- Por supuesto que lo haré.- aceptó el muchacho correspondiendo al beso.

- Será horrible estar allí sin ti.- le dijo Ginny separándose al fin.

- Eso no es cierto y lo sabes. Ya hablamos de eso muchas veces, Ginny; tienes a tus amigos, el equipo y los exámenes. Además, nos veremos durante las fiestas.- le recordó Harry.

- Eso ya lo sé, pero igual me harás falta.- insistió la joven con pena.

- También tú a mi, pero no podemos hacer nada. Y velo de este modo, aún no vamos a despedirnos, prometí que iría a la Estación para acompañarte, ¿recuerdas? – mencionó el muchacho, pasándole una mano por el cabello con ademán cariñoso.

- Tienes razón, soy una tonta, no me hagas caso.- afirmó Ginny sonriendo.- ¿Quieres que vayamos a tu casa y luego desde allí tomo los polvos Flú para ir a La Madriguera? – preguntó.

- No creo que sea buena idea, ya es muy tarde y tu madre debe de estar preocupada. Será mejor que cada uno aparezca en su casa; no sabes cuánto me alegra que aprobaras el examen en la primera opción. – rió Harry.

- Lo mismo digo.- acordó la chica - ¿Nos vemos en la Estación entonces?

- Allí estaré.- le aseguró Harry.

Luego de compartir un último beso, ambos jóvenes desaparecieron.

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Un hombre pequeño y de cabello cano, vestido de negro, lucía aterrado mientras observaba, desde el rincón en el que se refugiaba tras una pequeña mesa de noche al lado de la puerta del baño, a los encapuchados que destruían las escasas posesiones que durante tantos años había ido acumulando. Nada valioso, él no se aferraba a esas cosas, pero les tenía mucho cariño. Tuvo que taparse la boca con las manos para sofocar un gemido cuando uno de los hombres lanzó al piso un jarrón obsequiado por su madre, lo único que le quedaba de ella.

- Sal, sal, donde quiera que estés, asquerosa rata muggle.- bramó uno de los extraños echando un estante abajo.

El hombre escondido no podía comprender cómo esos dos habían logrado entrar al edificio a esas horas y aún vestidos así, tenían muchas medidas de seguridad. Y todo el ruido que hacían lanzando muebles, ¿cómo es que nadie los escuchaba? ¿Por qué lo llamaban rata muggle? ¿Qué significaba eso?

- Mira lo que encontré.- medio que canturreó el otro extraño con voz desagradable.

El indefenso apenas si alcanzó a lanzar un alarido cuando una mano como un garfio se cerró sobre su cuello y lo arrastró hasta el centro de la habitación; no se dio cuenta de en qué momento llegó ese encapuchado a él. Trató de ponerse en pie, pero una fuerza extraña lo mantuvo inmóvil, ni siquiera podía emitir un sonido.

El más alto de los dos intrusos se puso en cuclillas a su altura y se acercó lo suficiente a su oído para susurrarle unas palabras que le helaron la sangre.

- Siéntete honrado, muggle, no puedes ni imaginar el gran servicio que un ser como tú va a prestarle a nuestro mundo. Ni en tus sueños podrías haber esperado que tu vida fuera tan útil.- dijo con satisfacción.

Luego, todo fue oscuridad y silencio.

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El hombre tras una pila de cajas abandonadas en la callejuela cercana al número doce de Grimmauld Place observó agazapado la aparición de Harry frente a la puerta y como entraba sin prisa.

Apenas si dio una mirada alrededor frunciendo ligeramente el ceño antes de que sintiera una presencia a su lado.

- ¿El chico llegó bien? - le preguntó una voz femenina.

- Tú deberías saberlo mejor que yo, ¿no lo seguías acaso?- inquirió el otro con gravedad a la mujer frente a sí.

- Tuve un pequeño contratiempo – reconoció ella fingiendo indiferencia.- Pero tú estabas aquí, ¿no? No ha pasado nada malo.

- No había manera de que supieras que yo iba a estar aquí, Laria. Lo estoy porque los otros dos llegaron antes y me ofrecí a hacer guardia esta noche. ¿Qué hubiera pasado si no hubiera sido así y ellos aún estuvieran en el Callejón? ¿Cuánto tiempo lo has dejado sin vigilancia? ¿En qué momento exactamente tuviste el contratiempo?- preguntó el hombre molesto, pero sin dejar su voz suave.

- Ya, ya, no empieces con eso, ¿cuál es tu problema? ¿Te nombraron jefe y nadie me avisó? – replicó la mujer con tono defensivo.

- Realmente parece que no eres consciente de la negligencia que has cometido o no te importa, lo que resultaría aún peor.- meneó la cabeza su compañero.

- ¡No te atrevas a sacar conclusiones en lo que a mi respecta! No eres nadie para hacerlo.- exclamó la otra muy disgustada.

El hombre la vio reprobador, listo para hacer algún otro comentario, cuando sintió una quemazón en la mano y dirigió la mirada al anillo que adornaba su dedo. Tenía un sello en el centro con símbolos rúnicos.

- ¿Qué ha pasado? – se extrañó la mujer observando del mismo modo un anillo igual en su mano.

- Nada bueno, eso es seguro. Vamos.- dijo su compañero con tono autoritario.

Ella pareció querer discutir el porqué le daba órdenes, pero comprendió que la situación y el momento no eran los más apropiados; tan sólo asintió y ambos se perdieron en la oscuridad.

Un par de minutos después se encontraron frente a una vieja casona que apenas si se tenía en pie, la pintura estaba descascarada y las ventanas chirriaban al golpear contra los dinteles. Las otras casas del pequeño poblado lucían en similar abandono.

Sin dudar, el hombre colocó su mano sobre la verja de entrada y esta se abrió al instante, permitiéndoles el paso.

Con pisadas rápidas cruzaron la puerta principal para encontrarse en el interior de la casa, en mucho mejor estado de lo que se hubiera podido suponer por su apariencia externa. El amplio vestíbulo estaba amoblado modestamente, pero lucía limpio y el fuego refulgía en la chimenea del salón. Allí fue donde los encontró el hombre rubio que los acompañara más temprano. Llegó corriendo y reprimiendo apenas un bostezo, pero con la mirada tan alerta como la de los otros dos.

- ¿Ya llegó? Acabo de despertar, esta cosa por poco y me cocina la mano.- les comentó señalando un anillo idéntico al de sus compañeros.

- Debes de haber tardado en prestar atención.- comentó el otro hombre.

- Vamos, Kim, hace dos días que no duermo.- replicó el rubio en su defensa.

- Esa no es excusa; no sé qué pasa con ustedes.- insistió fastidiado el oriental.- No debieron venir si no iban a comprometerse con esto.

- ¡Hey! No sé qué problemas habrás tenido con ella, pero a mi no me metas, ¿de acuerdo? – se molestó su interlocutor.

- El único problema que tenemos es que este hombre piensa que está por encima de nosotros y puede criticarnos a su gusto.- terció la mujer.

- Lo hago porque ustedes me dan motivos, ¿o debo recordarte lo que acabas de hacer?- replicó Kim a su vez.

- Para tu información, si dejé la guardia fue porque el muchacho me vio y podía sospechar, ¿qué hubieras hecho tú?- le increpó ella.

- ¿Dejaste tu guardia y Potter te vio? – Intervino el rubio incrédulo- No puedo creerlo, y pensar que siempre estás pavoneándote de la gran experta que eres.- se burló.

- ¿Quién ha pedido tu opinión? Estúpido Aussie, deberías volver a cuidar canguros.- espetó la mujer con desprecio.

El más joven se enfureció y dio un paso en dirección a ella, pero un resplandor en la habitación lo detuvo.

- ¿Se puede saber qué está pasando? – bramó una voz disgustada.

Los tres giraron con distintas emociones en el rostro para encontrarse la mirada encolerizada de un viejo apoyado en un bastón. Numerosas cicatrices surcaban su cara y el único ojo humano que conservaba los veía lanzando destellos de furia, mientras el otro daba vueltas frenético.

- Los llamé porque tengo que hablar con ustedes y los encuentro discutiendo como niños de primer año.- exclamó furioso.

El hombre oriental, al que llamaban Kim, hizo una reverencia respetuosa y con voz arrepentida se dirigió al hombre.

- Ofrezco disculpas, tienes razón, nuestra conducta es inexcusable.- dijo.

- Sí, perdón.- masculló el rubio con una cabezada.

- Lo siento.- susurró a su vez la mujer luciendo avergonzada.

- Bien, eso es algo.- rumió el viejo.

- ¿Qué es lo que ha ocurrido? – preguntó Kim al cabo de un momento.

- Lo que ya sospechábamos y por lo que están aquí.- dijo el hombre con voz solemne.- Ha comenzado.

Los tres compañeros intercambiaron una mirada sombría y el silencio se apoderó del lugar hasta que fue roto por una fuerte exclamación.

- ¡Demonios! – Chasqueó la lengua el rubio.- Creo que no volveré a dormir nunca.

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2 comentarios:

  1. interesantes los malos..............
    jajaj traeran dolores de cabeza
    no????
    por lo visto la relacion harry -ginny esta en las ultimas.....no?
    fiona

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  2. ¿Cuáles malos? ¿Y qué dices de los buenos?
    Se viene lo feo, el problema es como llegó XD
    Harry y Ginny, uhm, no sé, nunca les he visto mucho futuro tampoco.

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Le hablan al destino...