viernes, 30 de julio de 2010

DESTINO: CAPITULO 20




Disclaimer: Todos los lugares y personajes conocidos pertenecen a J. K. Rowling. Todo lo demás es fruto de mi imaginación.

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Hermione se desperezó con un bostezo, mientras se cubría con las mantas hasta la coronilla. ¿Qué hora era? Por el sol debía de ser tarde, aunque si no fuera porque tenía muchas cosas que hacer, se habría quedado en su cama.

Bajó ligeramente las mantas hasta el cuello para ver alrededor con los ojos entreabiertos. Un momento, esa no era su cama, y definitivamente no tenía afiches de equipos de Quidditch en sus paredes, por no mencionar que jamás dejaría sus libros tirados por allí, ¡eran libros!

Sacudió la cabeza para terminar de disipar la espesa niebla que parecía cubrir su mente y, de pronto, con un violento sonrojo lo recordó todo. Estuvo tentada a coger nuevamente las mantas y esconderse bajo ellas, pero antes de permitir que el pánico la dominara, aspiró con fuerza, contó hasta tres, y dio un sonoro suspiro.

—No empieces de nuevo—se dijo, casi regañándose.

Una auténtica sonrisa adornó su semblante al pensar en todo lo ocurrido la noche anterior, dejando los reproches a un lado, y concentrándose sólo en lo que le parecía realmente importante en ese momento.

Nunca hubiera pensado que podría sentirse tan feliz. Bueno, estaba preocupada aún por muchas cosas, pero la verdad era que si debía describir lo que sentía, no podía ser otra cosa que felicidad.

Todo había sido tan…perfecto; diría que tal como lo soñara si alguna vez lo hubiera hecho, pero la verdad era que jamás había cruzado por su mente que ella y Harry compartieran algo así.

Allí estaba de nuevo, sonriendo como tonta, ¿quién lo habría pensado de ella? Tal vez fuera una romántica encubierta o algo así, después de todo.

De un momento a otro, su expresión de placidez cambió por otra de preocupación. Un momento, ¿dónde estaba Harry? Empezó a dar miradas por todo el dormitorio, casi esperando verlo salir de algún rincón, pero nada.

¡Por Merlín! ¿Se habría arrepentido y salió corriendo? ¿Hizo ella algo malo? No, por supuesto que no hizo nada malo, él se lo habría dicho, ¿o no? O tal vez ocurrió algún problema.

Se levantó de un salto, dirigiéndose a la puerta, pero antes de tomar la manija, esta se abrió de pronto, dando paso a un despeinado Harry, que apenas se las arreglaba para balancear una bandeja con la mano, y llevando algo más en la otra.

En cuanto sus miradas se cruzaron, compartieron una sonrisa avergonzada, que fue rápidamente cambiada en el rostro del muchacho por otra muy divertida.

—Buenos días—saludó.

—Buenos días—ella no entendía qué le causaba tanta gracia.

—No me estoy quejando, pero, ¿no tienes frío?—Harry le dirigió una mirada de arriba a abajo que la avergonzó aún más.

Y fue mil veces peor cuando reparó en el motivo de su risa. Apurada en ver qué había pasado, saltó de la cama sin pensar siquiera en cubrirse. Con un grito ahogado, pegó tal carrera, que en menos de un segundo estaba de vuelta con las mantas hasta las orejas, sintiendo sus mejillas arder.

—¡Vaya! Qué reflejos para alguien a quien no le gusta el quidditch. No debí decir nada—el muchacho sacudió la cabeza, con una mueca de decepción.

—¡Oh, ya basta!—Hermione estuvo tentada a lanzarle una almohada, pero reparó en que lo haría tirar todo lo que llevaba en brazos—¿Qué es eso?

Harry se las arregló para dejar la bandeja en la mesa de noche, y le tendió algo con una reverencia burlona.

—Ese es nuestro desayuno, cortesía de Kreacher—señaló la fuente—Y esto es tu ropa de cama, creo. Fui a tu dormitorio porque pensé que la necesitarías. Juro que no revisé nada, sólo tomé la que estaba bajo la almohada.

Hermione fue variando su expresión de vergüenza, por una cálida sonrisa. Típico de Harry hacer algo así.

—Gracias—estiró la mano para coger la ropa.

El muchacho permaneció de pie, sin dejar de mirarla.

—Harry, necesito que salgas, o al menos te des vuelta para cambiarme—comentó ella, como si indicara algo muy obvio.

—¿Porqué? Ya lo vi todo—él se encogió de hombros, con una sonrisa traviesa.

—¡Harry!—si sus mejillas seguían ardiendo iban a explotar.

—Está bien, era una broma, no veré…esta vez—el joven giró, mirando al techo.

Hermione se vistió en un par de minutos, y cuando estuvo bien segura de que no olvidaba nada, se acomodó más tranquila sobre las almohadas.

—Listo—anunció.

—Genial, muero de hambre—Harry tomó la bandeja y se acomodó a su lado, invitándola a tomar algo.

La chica no necesitó que insistiera; tenía tantas ganas de comer algo como él. Así que empezó a mordisquear con deleite un panecillo. Compartieron algunos minutos en silencio, devorando los platillos preparados por el elfo.

Cuando estaban por terminar, Hermione empezó a hacer círculos con los dedos sobre la bandeja, con la mirada gacha. En un segundo, el muchacho acercó la mano para detener el movimiento, apresando sus dedos con gentileza.

—Por favor, no digas que te arrepientes—susurró.

Ella sacudió la cabeza, negando con énfasis.

—No lo hago—aseguró—¿Y tú?

—¡Claro que no! Fue genial; en realidad, más que genial. Tenía miedo de que tal vez tú no pensaras igual—reconoció él.

—Pero si lo pienso, Harry, en serio. Es todo un poco raro, ya sabes, pero no lo cambiaría por nada del mundo—Hermione habló muy segura.

El muchacho le sonrió, muy alegre, como si se hubiera quitado un peso tremendo de los hombros.

—¿Y ahora qué?—preguntó.

—No lo sé, supongo que sólo…¿seguimos? Quiero decir, sé que las cosas serán un poco difíciles, pero no quiero que nos separemos—le confesó Hermione.

—No vamos a separarnos, puedes estar segura de eso; lo prometo—Harry le dio tal abrazo que hizo tambalear la bandeja, pero a ella no pareció importarle.

—Eso suena bien—sonrió la chica, dejando la fuente sobre la mesilla—¿Qué estás haciendo?

Harry se había metido entre las sábanas, acomodándose para acercarse a ella.

—¿No lo sabes? ¿Dónde estuviste anoche?—se rió, al tiempo que la besaba.

Hermione correspondió al beso, dejando que jugueteara con su cabello.

—Harry, tenemos muchas cosas que hacer. Debemos ir a ver si han logrado sacarle alguna información a Rookwood, no he recogido mis calificaciones de este periodo en la Academia, y pronto será Navidad, pero no he comprado nada…—el muchacho ignoraba sus quejas, depositando una serie de besos desde su sien hasta el hombro, arreglándoselas para desabotonar la blusa del pijama.

—Lo haremos todo, no te preocupes, pero luego—Harry sonreía al notar que ella no se esforzaba por alejarlo, al contrario.

—¿Luego?—preguntó la joven, viéndolo con ojos vidriosos.

—Luego—repitió él, sin dejar de besarla.

—De acuerdo—Hermione dejó de objetar, y se concentró en corresponder a sus caricias.

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—¿Y bien? ¿Qué le sacaste?—Travis se adelantó en su silla con ansiedad.

Kim acababa de dejar la habitación en la que mantenían cautivo a Rookwood; no le sorprendía en lo absoluto encontrarse a Travis esperando en el salón junto a los demás para enterarse de sus avances, sólo que él era mucho más entusiasta.

Era evidente que tanto Laria como Moody deseaban conocer los resultados de sus interrogatorios, pero se mantenían apartados.

Hermione y Harry sólo tenían unos minutos allí, intentando disimular su felicidad de manera más que precaria, a decir verdad. Aunque hacían todo lo posible por comportarse con naturalidad, obviamente algo había cambiado entre ellos, y habría que ser ciego para no notarlo.

El auror decidió ignorar la desagradable sensación que le produjo este reconocimiento, y se concentró para responder a la pregunta de su compañero.

—He sondeado en su mente tanto como me ha resultado posible sin hacerle daño, y sólo he obtenido algunos datos—indicó, al parecer cansado—Por lo que sabe, podemos confirmar casi todas nuestras sospechas respecto a la Noche de Walpurgis, la fecha en la que se realizará, esas cosas. Como suponía, Nott ha sido muy cuidadoso cada vez que se ha acercado a él, tal como sucede con el joven Malfoy. La información que le proporciona es mínima, y Rookwood sólo esperaba a que fuera a buscarlo para ir con él.

—¿Entonces no sabe nada?—Harry lució desilusionado.

—No he dicho eso—replicó Kim, con un tono frío que no pudo evitar, ganándose una mirada airada del muchacho—Consideremos que Rookwood es mucho mayor que Malfoy; ha pasado por todo tipo de situaciones, es desconfiado por naturaleza, y sabe más de lo que reconoce.

—¿Y qué sería eso?—Travis lo apremió.

—Algunas cosas interesantes. La Ceremonia se llevará a cabo el treinta de abril, como sabemos, y se requieren doce magos oscuros para realizarla; uno de ellos debe ser el líder, el vicario que invocará a Holda, y por lo que Rookwood cree, ese debe de ser el abuelo de Nott—indicó el auror.

—Entonces ahora podemos asegurar que está vivo—acotó Hermione.

Kim asintió en señal de afirmación; sin embargo, una ligera mueca de duda asomó a sus labios.

—Definitivamente lo está, es algo que Rookwood tiene muy claro en su mente, pero me habría gustado saber porqué se hizo pasar por muerto. Por desgracia, el mortífago no tiene idea de sus motivos—comentó, para luego agregar—Por otra parte, confirmé también que tiene ya a seis mortífagos con él, exceptuando a los dos Nott, con lo que serían ocho.

—¿Y los otros cuatro?—inquirió Travis.

—Malfoy, como sabíamos; Rookwood, por supuesto—enumeró elevando los ojos—En cuanto a los otros dos, al parecer cuando Nott fue a buscarlo por primera vez, preguntó por varios de sus compañeros mortífagos. Debió decirle la verdad, que algunos estaban muertos o encerrados, y otros tantos escondidos. Pude ver que pensó en Travers y Selwyn, que ya están con Nott, claro, sólo que él no lo sabe. Pero otros dos nombres que mencionó me resultaron familiares, y hasta donde sé, no han sido reclutados aún. Avery y Yaxley, que ya lo había mencionado Malfoy como una opción, ¿los recuerdan?—se dirigió a Harry y Hermione.

Los jóvenes mostraron similares expresiones de sorpresa.

—¡Claro que los recordamos!—el muchacho reaccionó primero—Ambos eran seguidores de Voldemort, es cierto, y nos enfrentamos a ellos en el Ministerio de Magia, hace ya varios años, y luego en Hogwarts.

—¿No fueron apresados entonces?—inquirió Hermione, intentando recordar.

—No según los documentos que su Ministro nos hizo llegar; figuran entre los prófugos—indicó Laria, interviniendo por primera vez.

—Entonces esos dos son los que nos faltan para completar a los doce—Travis sonrió.

—Pero no sabemos dónde están—le hizo ver la griega.

—Siempre tan positiva—el auror rodó los ojos—Los buscaremos y ya; ahora sabemos de quienes se trata, ¿no?

La bruja le dirigió una fría mirada, ofendida por su tono exasperado, pero no replicó su comentario.

—¿Algo más que hayas logrado averiguar?—Moody rompió su silencio, deslizando el ojo mágico de un lado a otro.

—En realidad, si—indicó Kim—Se trata de los sacrificios.

El ambiente se enrareció de inmediato al oír esas palabras.

—¿Qué te ha dicho?—inquirió Hermione al fin.

—Necesitan a cuatro personas, y tenías razón, de alguna forma su estatus de sangre juega un papel importante en la elección. En su mente, si bien no sabe quienes son, pude comprobar que se refiere a ellos como “el squib”, “el mestizo”, “el sangre limpia”; esos términos tan comunes entre los mortífagos—indicó.

—Olvidaste “sangre sucia”—mencionó Travis.

—¡Taylor!—Moody lo vio con el ceño fruncido.

—¡Vamos! No es agradable, pero apuesto a que Hermione está tan acostumbrada como yo a que algún idiota la llame así—reafirmó el rubio, sin darle mayor importancia.

—¡Ni se te ocurra referirte a ella de esa forma! Si no te afecta, es tu problema—Harry le dirigió una mirada furiosa.

—Está bien, Harry, él no pretendía ofenderme—Hermione puso una mano sobre su brazo para calmarlo—Tiene razón, es así como nos llaman.

—Pero eso no quiere decir que nosotros también debamos usar una expresión tan desagradable—intervino Kim—Por favor, Travis, con “hijo de muggles” estará bien, ¿de acuerdo?

—Como quieran—el auror se encogió de hombros—No pretendí ofender a nadie.

—En fin, lo que pretendía decir es que con esa información tenemos claro que irán por dos más; un “sangre limpia”, y un “hijo de muggles”—resumió el oriental.

—¿Y pudiste ver de quienes se trata?—preguntó Laria.

—No, él no lo sabe—negó Kim.

—Pues fácil lo tenemos; podría tratarse de cualquiera—Travis suspiró, resignado—Ya me parecía que las cosas se estaban aclarando demasiado.

—Pero así es. Sabemos algunas cosas nuevas, y confirmamos casi todas nuestras sospechas—Hermione procuró sonar positiva.

—Y Nott no podrá hacer el ritual sin Rookwood—la apoyó Harry.

—Hay otros brujos tenebrosos, Harry—el rubio negó, ensimismado—Siempre puede conseguir a alguien más.

—Pero él no sabe que lo tenemos, eso nos da algo de tiempo para adelantarnos—el muchacho se cruzó de brazos, obstinado.

—Eso es verdad, y toda ventaja nos conviene; trabajemos con eso—Kim no varió su expresión.

Tras unos minutos en silencio, Travis se incorporó como impulsado por un resorte.

—¿Saben qué? Tengo una idea—dijo—Kim, no dudo que hiciste un gran trabajo, pero la legilimancia no es una seguridad absoluta. ¿Qué les parece si usamos un poco de Veritaserum?

Se observaron diferentes reacciones a su propuesta.

Harry asintió, pensativo, lo mismo que Kim. Hermione, en cambio, pareció no estar muy de acuerdo con utilizar una poción prohibida, mientras que Laria y Moody intercambiaron una rápida mirada que pasó inadvertida a los demás.

—No lo sé—Kim cabeceó, inseguro.

—Saben que es la mejor opción; no podrá engañarnos con eso—Travis insistió.

—Supongo que no deja de ser una buena idea—Hermione miró a Harry, suspirando.

Antes de que alguien dijera más, Moody golpeó el suelo con su bastón, y los miró fijamente.

—Laria se encargará de eso, yo conseguiré la poción—dijo cortante.

—Yo podría…—Travis fue cortado antes de poder terminar su frase.

—He dicho que Laria lo hará, ella tiene experiencia en estas cosas—esta vez fue más frío—¿Algún problema, Laria?

La bruja mantuvo la mirada fija en el vacío, como si prefiriera evitar ver a sus compañeros.

—Por supuesto que no, será muy sencillo—habló con tranquilidad, sin alterar su semblante.

—Asunto arreglado. Voy ahora mismo a hablar con Kingsley para que me suministre un poco de Veritaserum de sus reservas lo antes posible; no tenemos tiempo para prepararlo por nuestra cuenta—Moody se puso de pie, pero detuvo sus pasos al oír la puerta del frente abrirse, elevando la varita en posición de defensa.

Los demás hicieron otro tanto, atentos a ver quién se asomaba al salón.

Se oyó un suspiro colectivo al encontrarse con un rostro familiar.

—¿Qué pasa? ¿Porqué me apuntan?—Ron dio un paso hacia atrás, con expresión ofendida.

—¿No te dije que tocaras antes de entrar a la casa, Weasley? ¿Cómo lo hiciste? Sólo nosotros podemos—Moody rumió disgustado.

—Travis me dijo la última vez que vine cuál era la contraseña para entrar—se defendió el muchacho.

—¡Ah, si! Se me había olvidado—el rubio sonrió, ligeramente apenado por su descuido, pero se recuperó enseguida—¿Qué? No me veas así, Moody, ellos deben poder entrar lo mismo que nosotros; no seas tan dramático.

—¿Hay una contraseña? ¿Por eso siempre debemos tocar?—a Harry le costó desviar la mirada del rostro adusto de su amigo.

—Claro, porque si trataran simplemente de entrar sin saberla, no podrían. Alguno de nosotros debe abrirles, ¿no se habían dado cuenta?—Laria pareció sorprendida.

—Sospechaba algo de eso, pero ustedes tienen derecho a su privacidad, no quise preguntar—Hermione también se veía incómoda.

—¡Privacidad! Lo peor que podría pasar es que nos encuentren en la ducha—Travis hizo un gesto para restarle importancia al asunto—Recuérdenme enseñarles la contraseña luego.

Un silencio incómodo se instaló en la habitación cuando Ron fijó la mirada en sus amigos, que a su vez lo contemplaron con cierta aprehensión. Los demás, concientes de la tensión que parecía correr entre los más jóvenes, se miraron entre sí.

—Bueno, Weasley, ¿qué ha sido de tu vida? Si ibas a tomar vacaciones, debiste avisar antes—Travis, como siempre, bromeó para romper el hielo.

Ron retiró la mirada de Harry y Hermione, e ignorando al rubio, dio unos pasos para acercarse a Moody.

—Lamento no haber venido estos últimos días, tuve algunos asuntos…familiares—se disculpó, metiendo las manos en los bolsillos.

—Ya—el viejo lo miró, escéptico—Mira, muchacho, aquí no estamos jugando. No puedes sólo desaparecer cuando se te ocurra, es mejor que digas se una vez si podemos contar contigo.

—¡Por supuesto que pueden! Quiero detener a estos locos tanto como ustedes—el pelirrojo cambió su tono exaltado por uno más tranquilo—No volverá a pasar, Moody, lo prometo.

El auror lo miró por unos segundos con fijeza, midiendo sus palabras.

—De acuerdo, pero estás advertido. Vuelve a hacer algo así, y estás fuera—le dijo.

—Está bien—Ron continuaba mirando al frente, evitando a sus amigos—¿Y qué ha pasado?

—Nada especial, aparte de tener a un mortífago encerrado en el ático—Travis reveló la información sonriendo.

—¿Un mortífago? ¿En serio? ¿Cómo? ¿Qué ha dicho?—Ron veía del viejo al rubio con una mueca de incredulidad.

El mayor se apoyó en su bastón, dando una cabezada hacia Laria.

—Ve con ella, Weasley; te contará todo lo que ha pasado. Yo debo irme ahora—el auror se dirigió a la puerta, dando indicaciones antes de salir—Sigan trabajando con lo que tenemos, nos reuniremos luego.

Sin decir más, dejó el salón, y no pasó mucho antes de que oyeran la puerta del frente cerrarse.

Si el ambiente ya era más que tenso en presencia de Moody, en cuanto este se fue, la incomodidad fue tal que hasta el aire se enrareció. Ni siquiera a Travis se le ocurrió algún comentario gracioso para aligerar el ambiente.

El silencio fue roto por Harry, que se puso de pie, y caminó hasta encontrarse cara a cara con su amigo.

—Tenemos que hablar—le dijo en un susurro que los demás no alcanzaron a escuchar.

El pelirrojo hizo amago de ignorarlo y dar una vuelta para alejarse, pero el muchacho le bloqueó el camino.

—Ahora—insistió con voz firme.

Su amigo miró alrededor, disgustado y dispuesto a pasar de largo, haciéndolo a un lado de ser necesario, pero su mirada se cruzó con la de Hermione, y debió ver algo allí que lo hizo cambiar de opinión, porque dio una cabezada de mala gana, y le hizo una seña para que lo siguiera fuera del salón.

Cuando salieron, antes de que Laria hiciera algún comentario que pudiera afectar a Hermione, Travis se le acercó con una sonrisa amistosa.

—¿Y bien? ¿Qué planes para Navidad?—preguntó de golpe.

La joven no supo si llorar agradecida por su gesto, o reír por la salida tan desesperada, de modo que optó por un punto medio, y le sonrió con afecto.

En el pequeño jardín trasero de la casa, Ron esperaba apoyado en un muro a que Harry empezara a hablar.

—Date prisa, oíste a Moody, tengo que ir con Laria—espetó el muchacho al cabo de un momento.

—Mira, Ron, sé que estás molesto, y tienes razón en sentirte así, pero ella está sufriendo—Harry le habló con sencillez.

—¿Y qué pasa con mi hermana? Ella está sufriendo también, y no puedo hacer nada. No hace más que llorar, y mi madre va a volverse loca. Hace un par días quiso enviarles un Howler y tuve que detenerla, no porque tú merezcas que te ayude, sino porque eso sólo haría sentir peor a Hermione. ¿Sabes que los gemelos y yo estuvimos haciendo sorteos para ver quien de nosotros te golpea? Pero nadie quiere hacerlo—Ron dio una patada al aire, irritado consigo mismo por decir todo lo que estaba pensando.

—Pues deberías—replicó Harry dando un par de pasos hacia él.

—¿El qué?—inquirió el pelirrojo de mala manera.

—Golpearme. Deberías hacerlo, me lo merezco, y tal vez eso ayude a que te sientas mejor—su amigo se encogió de hombros.

—Lo haría, pero no me ayudará, créeme—contestó con una mueca amarga—Me gustaría que todo volviera a como era antes.

Harry sintió mucha pena de verlo así, tan deprimido, como si estuviera partido entre dos bandos. Lo respetó por su lealtad a su familia, pero también comprendió que las cosas iban a ser más difíciles aún de lo que había pensado.

—No ocurrirá, Ron, y lo siento por ti, por Ginny, y tu familia—suspiró—Hermione y yo no queremos perderte, eres nuestro mejor amigo, siempre lo serás. Sé que es un poco egoísta, pero somos felices, y no vamos a renunciar a eso.

—No esperaba que lo hicieran, pero tampoco puedo hacer como si nada hubiera pasado. Si no se tratara de Hermione, sabes que habría actuado distinto, ¿no? Esto es lo mejor que puedo hacer, Harry, lo siento; mi familia me necesita mucho más que ustedes—el muchacho se veía triste y preocupado.

—¿No volverás a casa?—inquirió su amigo al cabo de un momento.

—Esa no es mi casa ahora—negó el pelirrojo.

Harry suspiró, pensando en lo mucho que eso iba a afectar a Hermione, y la sensación de pérdida que lo embargaba. Creyó que no volvería a experimentar algo así, al menos no relacionado con Ron.

—Entiendo, pero espero que podamos tenerte con nosotros luego—y agregó rápido, antes de que el muchacho pudiera discutir ese punto—¿Nos hablarás al menos?

Ron puso los ojos en blanco, sin variar del todo su expresión molesta.

—No, Harry, vamos a enfrentarnos a los mortífagos, y si te mandan un Avada me quedo mirando. ¡Por supuesto que les voy a hablar! Ya no tengo quince años, ¿sabes? Y Moody tiene razón, este es un asunto serio; tampoco quiero que los lastimen—reconoció entre dientes.

—Gracias—comentó su amigo.

—Sólo…entiende que no puedo ponerme a hablar del clima o algo así, ¿de acuerdo? Y que Hermione no se sienta mal por mi culpa, no estoy molesto con ella; dile eso de mi parte—le pidió sin variar su tono, y pasando a su lado para entrar de vuelta a la casa.

Harry se quedó unos minutos más en el jardín, intentando buscar algo positivo en esa breve charla. Ron estaba haciendo un esfuerzo tremendo para no actuar como lo haría en otras circunstancias, y se lo agradecía muchísimo, especialmente por Hermione. Por otra parte, estaba seguro de que las cosas serían muy distintas con el resto de la familia Weasley.

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Algunos días pasaron a estos acontecimientos, con pocas novedades, salvo algún evento aislado que sólo confirmaba la situación en la que vivían.

Tal como Ron le había dicho a Harry en su última conversación, no regresó a la casa de Grimmauld Place, al menos mientras él y Hermione estaban allí. Un día, al regresar, encontraron una escueta nota del muchacho indicando que había pasado a recoger sus cosas para llevarlas a La Madriguera. Aparte de ese pequeño gesto de atención, en lo posible evitaba entablar charla con ellos cuando se veían en el cuartel de los aurores, si bien no había mucho de lo cual pudieran hablar.

Las investigaciones se encontraban casi estancadas, ya que tanto Yaxley como Avery eran dados por desaparecidos, aunque Kim no había cejado en su empeño de encontrarlos. El interrogatorio a Rookwood debió esperar a que Kingsley les hiciera llegar el Veritaserum que le prometió a Moody, pues al parecer, aún siendo el Ministro, debía seguir ciertos canales regulares para poder disponer de una muestra de la poción.

Si bien la frialdad de Ron les afectaba, y mucho, Harry y Hermione hacían lo posible por seguir con sus vidas tan normalmente como les era posible. En realidad, los mejores momentos del día eran cuando llegaban a casa, extenuados por las horas pasadas con Travis, indagando con mucha discreción acerca del ritual para convocar a Holda, ya que creían en conocer tanto como se pudiera al enemigo en potencia.

No habían tenido mayores avances, por el desconocimiento de la gente a la que le preguntaban, o debido a que quienes sabían algo simplemente evitaban siquiera tocar el tema. El terror provocado por Voldemort era un recuerdo fresco, y la idea de hurgar en la memoria, en lo relativo a una bruja tan poderosa y casi olvidada, les parecía impensable.

De modo que al llegar a casa, compartían la cena que Kreacher les tenía preparada, y subían a sus respectivas habitaciones para darse un baño, ponerse la ropa de cama, y reunirse luego en el dormitorio de Harry, donde se habían acostumbrado a pasar la noche. Hermione bromeaba diciendo que si fuera más grande, y no tuviera esos horribles afiches, ni siquiera pensaría en pasar por la suya.

Nada les calmaba más que enredarse entre las sábanas, hablando en voz baja de todo lo ocurrido en el día, esperando encontrar algo que se les pudiera haber pasado por alto.

Con frecuencia, dormían uno en brazos del otro, acercándose más por reflejo, y calzando sus cuerpos como si fueran piezas de un rompecabezas.

A Harry le gustaba despertarla en las mañanas soplando suavemente en su oído, y sometiéndola a una tortura de cosquillas que acababan por disipar su sueño. Las risas pronto se convertían en jadeos y gemidos ahogados, producto de los besos y caricias que se daban, centrándose por unos momentos, sólo en ellos.

Ese día, luego de desayunar, Hermione se despidió para ir a la Academia, y recoger sus calificaciones, mientras que Harry se dirigió a la casa de los aurores a encontrarse con Travis para continuar sus pesquisas.

Al muchacho no le extrañó abrir la puerta, usando el hechizo que el auror les había enseñado, y encontrarse tanto el recibidor, como el salón, adornados con un ambiente festivo. Un árbol de Navidad ligeramente ladeado dominaba la estancia; unas gruesas guirnaldas se enroscaban en la balaustrada de las escaleras, y hasta vio a un muñeco de Santa Claus de casi un metro al lado de la chimenea. Harry suspiró al imaginar lo que Moody y Laria habrían dicho por todo eso.

—¡Hola! ¿Qué piensas?—el rubio bajaba las escaleras a saltos, señalando la decoración.

—Es muy…navideño—al muchacho no se le ocurrió otra definición.

—Lo sé, lo sé, exageré un poco, pero no pude evitarlo. Esta será la primera Navidad que pase fuera de casa; hasta ahora me las había arreglado para estar allí—comentó con tono nostálgico.

—¿Tu madre estará sola?—Harry sabía que Travis no tenía más familia que ella.

—¡Oh, no! Se quedará con unos amigos durante las fiestas; son buenas personas—le dijo, más alegre—Pero como no pienso renunciar a mis costumbres, tengo planeada una buena celebración. Tú y Hermione vendrán, ¿cierto?

El joven asintió de buena gana.

Los padres de Hermione estaban de viaje, como siempre en esas fechas, y aunque habían discutido la idea de quedarse en la casa juntos, él sabía que la imposibilidad de ir a La Madriguera le afectaba muchísimo. Así que pasar las fiestas con Travis y los demás podría resultar agradable para todos.

Si era sincero consigo mismo, le molestaba un poco la presencia de Kim, y su obvia animadversión, pero Hermione lo consideraba una buena persona, y lo último que quería era hacer las cosas más difíciles para ella.

—¿Cómo se lo tomaron los otros?—Harry señaló el lugar.

Travis empezó a reír, como si recordara algo muy divertido, haciéndole gestos para que bajara la voz.

—Moody y Kim no hicieron mucho drama. El viejo piensa que me he vuelto un poco loco, y Kim no celebra la Navidad, pero creo que le gusta la idea. Laria es otra historia, ya puedes imaginarlo, especialmente por el Santa, no quiere ni acercársele—el rubio señaló al muñeco sin dejar de reír, e imitó acento de su compañera—“¿Cómo se te ocurre hacerle esto a la casa sin preguntar?” “Somos brujos, no muggles”. A veces creo que esa mujer no ha tenido infancia.

Harry rió también, divertido por el tono histérico que había usado para imitar la voz de Laria.

—¿Dónde están todos ahora?—preguntó al cabo de un momento, ya más serio.

—Kim y Moody salieron, creo que a hablar con tu Ministro; Weasley y Laria están en la biblioteca—le dijo.

Travis advirtió de inmediato el cambio en el semblante del muchacho.

—Siguen tensas las cosas, ¿eh? No te preocupes, el pelirrojo es terco, pero lo he estado observando y se preocupa por ustedes, ya se le pasará—le dio un golpe amistoso en la espalda.

—Eso espero—Harry cabeceó, indeciso.

El auror lo miró, comprendiendo sus dudas, pero la llegada de una lechuza lo distrajo. Se acercó rápidamente a la ventana para recibir al ave, y tomar el pequeño paquete que traía atado a la pata. Luego leyó la nota que acompañaba al envío, y sonrió entusiasmado.

—Este Shackelbot se mueve rápido—comentó, al tiempo que abría el paquete sin ceremonias y extraía un pequeño frasco—Veritaserum.

Harry se acercó para observar el recipiente de cristal.

—¡Laria!—el rubio llamó a su compañera a gritos.

La bruja llegó al cabo de unos minutos, seguida por Ron, que en cuanto vio a Harry, frenó en seco, y dio una cabezada en su dirección, que el muchacho correspondió con un gesto similar.

—El Veritaserum para nuestro huésped—Travis le extendió el frasco.

Ella lo tomó con presteza, y lo guardó en el bolsillo de su túnica.

—Bien, lo usaremos de inmediato—anunció, para luego dirigirse a Ron—Tú me acompañarás, ¿cierto, Weasley?

—Claro—el pelirrojo pareció sorprendido por ser incluido en el interrogatorio.

—Nosotros también vamos—Travis se apuró a sumarse.

—Este no es un espectáculo, lo siento—negó la bruja, enfática—Ustedes tienen otras cosas que hacer; ya se enterarán luego de lo que logremos averiguar.

—Ella tiene razón, Travis, quedamos en ver a ese bibliotecario en el Callejón Diagon, ¿recuerdas?—comentó Harry.

—Sí, es verdad, y ya es un poco tarde—el rubio arrugó la nariz—Será para la próxima.

Laria y Ron los vieron partir, y tras una seña de la bruja, se dirigieron al ático. Antes de entrar, giró a ver al muchacho con expresión pensativa.

—Weasley, por favor, dejé unos pergaminos sobre la mesa de la biblioteca; los necesito para el interrogatorio, ¿puedes traerlos?—pidió.

—Seguro—Ron asintió y bajó rápidamente las escaleras.

Laria inspiró con fuerza, y tras dudar un segundo, se llevó la mano al bolsillo y extrajo el frasco con la poción. Con manos temblorosas, la abrió, y sin titubear, la vertió en una maceta que estaba cerca de la puerta. De inmediato, tomó su varita.

—Aquamenti—susurró, rellenando la botella, y guardándola de vuelta en el bolsillo.

Se pasó las manos sudorosas por la túnica, y esperó a que Ron volviera, lo que ocurrió muy pronto.

—¿Está todo? Bien—la bruja usó su tono habitual—Veamos qué conseguimos.

—El Veritaserum es infalible, nos dirá todo—expresó el muchacho muy confiado.

—Nunca se sabe, Weasley, nunca se sabe—susurró Laria, abriendo la puerta, y cediéndole el paso.

jueves, 22 de julio de 2010

DESTINO CAPITULO 19




Disclaimer: Todos los lugares y personajes conocidos pertenecen a J. K. Rowling. Lo demás es fruto de mi más que nunca afiebrada imaginación.

Advertencia: En este capítulo encontrarás lemmon, cutre, pero lemmon, así que si no te gusta del todo, siéntete en libertad de ignorarlo. Desde ya ofrezco disculpas por si ha quedado muy mal, demasiado azucarado, o todas las anteriores.

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Esta era la primera vez que Hermione compartía todo un turno de vigilancia con Kim, y en gran medida era tal y como lo había imaginado.

El auror apenas si hablaba; la mayor parte del tiempo permanecía con la mirada fija en su objetivo, que en este caso era una vieja construcción, cubierta por hiedra, y aparentemente abandonada.

Por una parte, hubiera preferido encontrarse al lado de alguien que hablara un poco más, pero por otra, agradecía el silencio que le permitía pensar con tranquilidad.

Sabía que fue un poco cobarde al dejar la casa al amanecer, temerosa de encontrarse con Harry, pero ¿qué otra cosa podía hacer? Estaba confundida, y se sentía tan culpable; no podía olvidar la expresión de Ginny al dejar la casa, y ni siquiera estaba enterada aún de que era ella por quien Harry había decidido terminar su noviazgo. Eso ya era suficiente como para sentirse absolutamente miserable.

Y además estaba lo que Harry dijera. Lo conocía lo suficiente como para estar segura de que no gritó algo como eso en un arrebato de ira. Él la amaba, y ella no estaba segura de lo que sentía.

Desde el momento en que descubrió que sentía algo más allá de la amistad por Harry, se había concentrado tanto en la culpa por lo que consideraba una traición a Ginny, que no se atrevió a explorar en sus sentimientos a conciencia. Pensó que eso sería como hacer tangible algo que de por sí ya estaba mal.

Pero ahora debía enfrentarlo, aclarar sus ideas, y darle un nombre a lo que Harry inspiraba en ella.

No tenía mucha experiencia, pero estaba segura de que no se trataba sólo de un enamoramiento instantáneo. Ya no era una adolescente insegura, la misma que se deslumbró a los quince años por el interés de un tímido y amable jugador de Quidditch; o que confundió al cariño de hermanos que sentía por uno de sus mejores amigos con el amor.

No, lo que sentía por Harry era muy distinto a eso. Se trataba de algo que jamás había experimentado, y en cierta medida, le asustaba. ¿Eso era amor? Debía serlo, al menos esa era una definición lógica.

Casi se golpea a sí misma al pensar en eso. Todo el mundo decía que el amor no era lógico, pero ella necesitaba algo que pudiera comprender. Nunca fue la clase de persona que se dejaba simplemente llevar; quería encontrarle de sentido a todo lo que hacía.

Entonces pensó en lo que experimentaba al besar a Harry, cómo su mente quedaba en blanco cuando estaban juntos, sentados en el salón, y él le sonreía. Suspiró al darse cuenta de que esta vez tendría que confiar en sus instintos.

—Hermione—si Kim no hubiera alzado la voz, ella habría seguido perdida en sus pensamientos.

La joven lo miró de reojo, avergonzada por su distracción, cuando debió estar tan atenta como él.

—¿Ha pasado algo?—empezó a buscar alrededor alguna señal anormal.

El auror inclinó la cabeza, negando.

—Todo está demasiado tranquilo—afirmó.

—Es cierto, pero no tenemos otra pista—le recordó la chica.

—Tal vez hubiera sido mejor que recurriéramos al ministro Shackelbot—mencionó Kim, frunciendo el ceño.

—En los pergaminos de Laria dice que Rookwood vivió aquí mucho tiempo, ¿qué mejor lugar para esconderse?—insistió ella, con su mejor tono de lógica.

—Pudimos investigar un poco más antes de arriesgarnos a venir—el auror seguía tan poco convencido como al inicio de la vigilancia.

Hermione no insistió con sus argumentos; sabía que Kim tenía razón al dudar. Bien pensado, no había sido una gran idea, pero fue lo único en lo que pudo pensar con tan poco tiempo.

—Comprendo que necesitabas alejarte, pero no puedes poner en riesgo una misión por ello—Kim habló luego de un rato, sin rastro de emoción en su voz—Debes saber cuando darte por vencida.

La primera reacción de la chica fue negar rotundamente sus suposiciones, pero eso hubiera sido mentir.

—Lo sé, lo siento—se disculpó, avergonzada.

—No pretendía regañarte, sólo quería que lo entendieras—le aseguró el auror, con gesto más amable—Huir no es siempre la mejor opción.

—Es tonto, ya lo sé—reconoció la chica—Pero no es imposible que lo encontremos aquí.

—Puede ser, con un poco de suerte; pero si así fuera, sólo sería eso, suerte. Y debes recordar que eso no basta para ganar batallas como esta—mencionó el mago.

Hermione suspiró, y se movió incómoda en el árbol caído sobre el cual estaban sentados.

—Si sabías que era tan mala idea, ¿porqué me hiciste caso?—preguntó al fin.

—Pensé que si te apareciste a primera hora, en la puerta de la casa de un grupo de personas a las que no conoces muy bien, debías de necesitar ayuda—le hizo ver él con un gesto sencillo—Creí que te vendría bien una mano.

Hermione se encogió un poco más en su asiento. ¿Era tan obvia?

—Gracias—dijo al fin.

Kim asintió, muy formal y en apariencia indiferente.

—¿No crees que hablar con Harry sería lo mejor? No podrás inventar misiones todo el tiempo—comentó Kim, al cabo de unos minutos.

—¿Cómo sabes…?—Hermione abrió mucho los ojos, sorprendida.

—Nada de legilimancia, sólo sé observar—le sonrió el auror—Además, Harry no es muy bueno escondiendo sus emociones.

Ella sonrió también, luego de vacilar un momento.

—Es verdad, siempre ha sido así—reconoció con una mirada cariñosa al pensar en ello.

—Como decía, deberías hablar con él—repitió Kim, recuperando su tono neutral.

—Sí, tal vez…—Hermione se cortó al ver algo que llamó su atención, más adelante en el camino—¡Kim, mira!

El auror se inclinó hacia delante, agazapado entre los arbustos, para observar lo que la joven señalaba.

Un hombre no muy alto, de contextura musculosa, y con andar patoso, se dirigía a la casa. Vestía ropa muggle, pero la llevaba tan mal, que era obvio no estaba acostumbrado a ella. Además, miraba a los lados al andar, como si temiera ser seguido.

—Rookwood—susurró la chica, acercándose lentamente.

—¿Estás segura?—le preguntó el auror, en el mismo tono.

—Si—afirmó ella, con una suave sonrisa—¿lo ves? Suerte.

Kim rodó los ojos, entre divertido y reprobador; pero cambió rápidamente de expresión por una muy decidida.

—Hermione, escucha, vamos a ir un paso adelante esta vez, ¿de acuerdo?—habló muy rápido—De nada nos ha servido hasta ahora vigilar, Nott siempre actúa primero. Si no podemos atraparlos a todos aún, al menos hagamos las cosas más difíciles para ellos.

Ella comprendió de inmediato.

—¿Estás pensando en capturarlo?—inquirió sorprendida.

—Sí. Es un riesgo, pero ya va siendo hora de que corramos alguno—aseguró—La casa no es muy grande, pero puede escapar por detrás, además de intentar desaparecer, así que será cuestión de minutos. Necesito que te ocupes de bloquear la salida; yo me encargo del resto.

—¿Estás seguro? No sabes lo que hay allí dentro—dudó la joven.

—No te preocupes, sólo haz lo que te digo—le ordenó con voz firme—aparécete allí en total silencio, y no te dejes ver. Cuando me hagas una señal, yo iré por delante, ¿está bien? Tenemos que hacer esto rápido.

Hermione no lo pensó más, sólo asintió, y con un suave chasquido, desapareció.

Kim observó atento hasta que la vio en la parte trasera de la casa, escondida entre unos bultos, desde donde le hizo una seña afirmativa.

El auror se apareció frente a la casa, con mucho cuidado de no pisar alguno de los trastos lanzados al descuido. Levantó la varita, y susurró unas palabras incomprensibles, riendo por lo bajo. Los magos olvidaban con frecuencia que los hechizos protectores eran efectivos, pero no imposibles de revertir.

Una vez que se aseguró de que podría entrar sin problemas, Kim contó mentalmente hasta tres, y con un hechizo bombarda, echó la puerta abajo, haciendo el humo a un lado con un lance de varita, y sin bajar la guardia.

Pudo hacerse a un lado con rapidez antes de que un rayo azul impactara en su rostro, localizando sin problemas al mortífago que se escondía tras un viejo sillón.

—¡Reducto!—gritó.

El objeto se hizo pequeño, al tiempo que el brujo empezaba a lanzar maldiciones sin mirar, corriendo hacia la puerta trasera.

Antes de que llegara, Kim susurró unas palabras, dándole de lleno en la espalda, con lo que el hombre cayó ruidosamente sobre la raída alfombra.

El auror se apresuró a acercarse, sin bajar la guardia, y lo volteó con el pie. Una vez seguro de su inconciencia, hizo salir unas cuerdas de su varita, que lo ataron fuertemente.

—¡Hermione!—llamó—Todo está bien, entra.

La chica apareció, también con la varita en alto, mirando a todos lados para asegurarse de que no hubiera nadie más allí.

—¿Estás bien?—le preguntó—Oí todos esos ruidos y estaba por entrar…

—Hiciste bien, esa era la idea—aprobó.

—¿Qué hechizo usaste? ¿No está…?—Hermione miraba al mortífago, que permanecía con los ojos abiertos e inmóvil.

—Está vivo, pero inconciente; y seguirá así por un buen rato. No fue un hechizo muy potente, pero nos dará tiempo para llevarlo al Cuartel—indicó el mago, tomando la varita del mortífago.

—Debería aprenderlo—comentó ella, con su tono curioso habitual.

—No creo que sea buena idea, no es la clase de magia a la que estás acostumbrada—mencionó Kim con tono álgido—¿Crees que puedas aparecerte primero? Yo lo llevaré.

—De acuerdo—la joven asintió, sorprendida por su frialdad.

Sin decir más, segura de que más preguntas no serían bien recibidas, desapareció del lugar.

Tan sólo unos minutos después, llevando al mortífago a la espalda, Kim se le unió frente al cuartel.

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—Atado, silenciado, vendado, y encerrado. Ese mortífago no tiene ni idea de dónde ha venido a parar—Travis entró la salón, frotándose las manos, y con una sonrisa de oreja a oreja.

Moody chasqueó la lengua al oírlo, pero no dijo nada. Había pasado la ultima hora discutiendo con Kim acerca de lo le parecía una tremenda equivocación, ya que no estaba en absoluto de acuerdo con el tener a un mortífago secuestrado en el cuartel.

Sin embargo, el más joven insistió con argumentos imbatibles lo provechosa que podría resultar esa captura. Si no lograban al menos sacarle algo de información, ganaban de cualquier modo al quitarle a Nott a un seguro recluta para la ceremonia.

Travis estuvo más que de acuerdo con Kim. En realidad, le prometió que lo invitaría a tomar una cerveza en cuanto hubieran terminado con todo ese lío, tan contento estaba de habérsele adelantado al menos una vez a Nott.

Laria, para extrañeza de todos, se mantuvo neutral. Afirmó que aceptaría lo que la mayoría decidiera, aunque no le hiciera ninguna gracia tener a un mortífago bajo el mismo techo.

Hermione escuchaba todo lo que decían, sentada en una vieja poltrona. Luego de la conmoción que ocasionó su llegada, ella y Kim les explicaron lo ocurrido a los demás. Cuando Travis se llevó a Rookwood para encerrarlo, preguntó por Ron y Harry, pero Laria le informó, con poca amabilidad, que ninguno de ellos se había acercado a la casa en todo el día.

Tan pronto como las cosas se calmaron, la chica les pidió que le informaran si conseguían obtener alguna información del mortífago, y se despidió para encaminarse a Grimmauld Place.

La casa, salvo por Kreacher, estaba vacía. El elfo le informó que Ron seguía sin aparecer, mientras que Harry llevaba todo el día fuera.

Despidió a la criatura, asegurándole que ella misma se prepararía algo de comer antes de ir a la cama, pese a las objeciones del elfo, que se dio por vencido, y la dejó a solas.

No tenía hambre, pero era conciente de que llevaba todo el día sin comer, y hubiera resultado muy tonto arriesgar de ese modo su salud, por lo que se preparó un plato sencillo, y lo llevó al comedor; mirando los lugares vacíos con tristeza.

Jugaba desganada con su cuchara, cuando escuchó la puerta del frente abrirse. Sin dudar, corrió a ver quién era, y sonrió aliviada al ver a Harry en el umbral.

—Vengo del cuartel, me acaban de contar todo lo que pasó—empezó a hablar el muchacho ansioso—¡Ese tipo está loco! ¿Cómo se le ocurre involucrarte en un ataque sin planificarlo antes? Pudieron herirte, ¿en qué estaba pensando? Después dicen todos que es muy inteligente; sí, claro, para jugar con vidas ajenas. Vine lo más rápido que pude, sino le habría dado un buen golpe.

En lo que iba diciendo cada palabra, se había acercado a la muchacha, abrazándola con fuerza, y sin dejar de maldecir entre dientes.

—Harry, cálmate ya, todo está bien, no me ha pasado nada. ¿No te contaron? Ni siquiera participé en realidad, todo lo hizo Kim—Hermione intentó calmarlo devolviéndole el abrazo.

—Estuviste allí y pudieron matarte, ¿no lo ves? Era lo único en lo que podía pensar mientras venía hacia aquí—reconoció el muchacho, alejándola un poco para verla bien.

—Era la única manera de actuar, tuvimos mucha suerte de que Rookwood estuviera allí; lo mejor fue aprovechar ese momento, ahora estamos un paso adelante—insistió ella, pasándole una mano por el rostro preocupado.

Harry tomó la mano con la suya, y besó la palma con fuerza.

—Me diste un susto terrible—confesó—¿Porqué desapareciste de ese modo por la mañana?

La chica se deshizo del abrazo con pesadez, dando unos pasos hacia atrás.

—Necesitaba pensar—respondió esquiva.

—¿En serio? ¿Y para eso debías irte al amanecer? ¿Si me veías no ibas a poder pensar?—Harry fue sarcástico para ocultar el tono herido.

—No es eso—le aseguró ella—Sólo necesitaba estar a solas.

—¿A solas? Sí, claro, fue a solas que pasaste todo el día—él rió con amargura.

—Es una manera de decirlo. Quería un poco de tranquilidad, no encontrarme con nadie que…—el chico hizo un gesto impaciente que la silenció.

—¿Con nadie que qué? ¿Nadie que te moleste? ¿Nadie que te asustara al decir que te ama? Vamos, Hermione, te conozco bien, sé que eso fue lo que te aterró—Harry dio un paso al frente.

—¡Claro que no! No se trata sólo de eso, estás equivocado. Es verdad que me tomó de sorpresa, pero sabes que hay mucho más en qué pensar. Ron se fue, y además…¡Viste a Ginny anoche! Estaba tan dolida, y ni siquiera lo sabe todo—Hermione se alejó aún más buscando un sillón para sentarse.

—Ya lo sabe, yo se lo dije—Harry esperó su reacción.

—¿Qué?—la chica palideció.

—Fui a La Madriguera esta mañana, quería dejar todo en claro con ella. La verdad es que fue como si lo intuyera; estaba más molesta que sorprendida—reconoció el muchacho.

—¡Oh, no!—Hermione empezó a mover las manos con nerviosismo—¿Y los demás? ¿Qué dijo Ron?

—No lo sé, no pude hablar con él o los otros; imagino que no deben de estar muy contentos. Ron, al menos, ya lo sabía—el joven hacía todo lo posible por no ocultar nada, aunque sabía que sus palabras la lastimaban.

Hermione no supo qué más decir, estaba muy sorprendida. Aunque sintiera una ligera sensación de alivio al saber que los demás conocían la verdad, la culpa era mucho más grande. Ahora toda la familia Weasley debía odiarlos.

Harry suspiró al verla tan abatida, y se acercó, acuclillándose para poder mirarla a los ojos.

—Sé que duele, Hermione, pero tenían que saberlo. Ambos estábamos de acuerdo en eso, ¿recuerdas? Ahora las cosas serás más difíciles, pero los Weasley son buenas personas, y Ron nuestro mejor amigo; con el tiempo entenderán—intentó darle ánimos.

—No lo sé, Harry, creo que esto no es una buena idea; sólo estamos haciendo daño a quienes queremos—Hermione se tapó el rostro con las manos.

Harry pareció perder la paciencia, y dando un bufido exasperado, se puso de pie.

—¿A quienes queremos? ¿Y qué pasa conmigo? ¿Y contigo?—gritó sin poder evitarlo, sobresaltando a la muchacha—¿Qué debo hacer? Tal vez creas que puedo volver con Ginny y olvidarlo todo, ¿verdad?

—No he dicho eso—Hermione lo miró angustiada.

Harry se pasó una mano por el cabello, maldiciendo entre dientes.

—Estoy cansado, Hermione, ¿no lo ves? Todo esto no ha sido fácil, y sólo vale la pena si estás conmigo. Pero ya me cansé de ser siempre quien va detrás de ti, el que debe convencerte de que podemos estar juntos. Eres la chica más valiente del mundo, pero cada vez que las cosas se ponen difíciles entre nosotros, huyes. Anoche grité que te amaba, y esta mañana desapareciste, ¿cómo crees que me hace sentir eso?—Harry se veía derrotado, con los brazos a los lados.

—Harry…—ella extendió una mano, pero el chico la ignoró.

—Si dudas tanto, y llamas a lo nuestro “una mala idea”, tal vez estés en lo cierto. Después de todo, tú siempre has sido la más inteligente de todos, ¿verdad?—le dijo con una mueca amarga.

—Por favor, Harry, espera; no tienes que hablar así—Hermione intentó detenerlo al verlo dirigirse a las escaleras.

—No te preocupes, ya no te molestaré más, haz lo que creas mejor. Me voy a la cama, necesito dormir—Harry siguió subiendo sin mirarla, e ignorando sus llamados.

Hermione vaciló, indecisa de si seguirlo o no. Empezó a dar vueltas por el salón, mordisqueando sus uñas, furiosa consigo misma.

¿Qué estaba haciendo?

Sí, quería a los Weasley, y le dolía que tanto Ginny como su familia la odiaran.

Ron era su mejor amigo, y se había marchado, furioso y dolido por su hermana.

Todo eso era cierto, pero Harry tenía también mucha razón. ¿Qué pasaba con ellos? ¿Acaso no merecía el que estuviera junto a él pasar por todos los sacrificios necesarios?

Sin importar lo que pensaran los demás, cuánto pudieran despreciarla algunos, tenía algo muy claro, y era que lo más importante en su vida era ese muchacho que acababa de hacer sentir miserable, así como lo mucho que significaban el uno para el otro.

Ya había dudado demasiado, ocupada en sentir pena por sí misma, y olvidando a quien más la necesitaba, quien estaba siempre a su lado.

Bueno, tal vez fuera hora de que ella hiciera algo, porque que la mataran si iba a permitir que Harry se alejara de su lado.

Inhaló profundamente, levantó el mentón, y subió las escaleras sin vacilar un segundo.

Harry acababa de hacer a un lado las mantas de su cama, tan desganado que sólo había lanzado sus zapatos en un rincón; no estaba de humor para cambiar su ropa por el pijama.

Se quedó de pie, inmóvil, al ver a Hermione entrar sin tocar la puerta.

Ella también se quedó allí, estática, no muy segura ya de si había sido una buena idea su arrebato; pero convencida de que no iba a dar vuelta atrás.

—¿Qué pasa ahora?—preguntó el muchacho al fin.

—No hemos terminado de hablar, debe haber algo más que quieras decir—afirmó ella.

Harry hizo un esfuerzo para conservar la calma, y la miró desde el otro lado de la habitación, pensando en sus palabras. En realidad, si había algo que deseaba saber.

—¿Me amas?—inquirió sin ambages.

La chica dio un paso hacia atrás, desconcertada por la pregunta que no esperaba.

—No es una pregunta difícil, Hermione, sólo necesito que me digas si me amas o no, ¿qué tan complicado es eso?—Harry se paró frente a ella sin bajar la vista.

Hermione le daba vueltas nuevamente a sus manos con ademán nervioso. ¿Si lo amaba? No, no era una pregunta difícil; lo complicado era todo lo que su respuesta podría desencadenar.

Cerró los ojos, y exhaló un suspiro ahogado. No podían continuar así, con tanta indecisión, miedo de lo que los demás pudieran pensar, y lo que era peor para ella, ver a Harry sufriendo de ese modo.

¿Si lo amaba? Era lógico que dudara, pero ya iba siendo hora de que se encargara de demostrárselo. Podía mandar al diablo los temores, este momento era para ellos.

Su suave sonrisa desconcertó a Harry, y aún más que se acercara hasta quedar a un palmo de distancia. Cuando alzó las manos, pensó que tal vez lo abrazaría, como había hecho en otras ocasiones, pero lo que hizo fue tomar sus gafas, y quitárselas con mucha delicadeza, dejándolas sobra la mesilla. Luego, se empinó lo necesario para juntar sus labios.

No fue un beso desesperado, o de esos que se daban en algún momento libre, sentados frente a la chimenea. Estaba cargado de emociones, de un espíritu de comienzo, como si se tratara tan solo del prólogo de una larga historia.

La sorpresa no le duró demasiado al muchacho, que correspondió con un abrazo apasionado, acercando a la joven tanto así que apenas si le daba espacio para respirar. No tardó mucho en ser él quien tomara la iniciativa, al pasar las manos por su espalda, enredándolas en su cabello, y rompiendo apenas el contacto de sus labios, para empezar a depositar suaves besos en sus párpados cerrados, las mejillas, y el contorno de su rostro.

En cierto momento, la joven abrió los ojos para verlo, juntando sus frentes, y fijando la mirada en esos ojos que podía ver en sueños.

—Sí te amo, Harry, no tienes idea de cuánto. Creo que siempre lo he hecho—musitó con voz ronca.

Aún cuando, en teoría, el muchacho no debería poder enfocar bien sin sus gafas, no las necesitó en ese momento. Tenía su rostro tan grabado en su mente, que podría verlo aunque estuviera ciego. Y esas palabras, que esperó tanto escuchar, fueron para él como la confirmación de algo que muy dentro de sí ya sabía, pero que necesitaba oír de ella.

Fue su turno de ir más allá, intensificando el abrazo, dándole un beso tan sentido que casi la hace trastabillar. Pero él estaba allí para mantenerla de pie, como lo habían hecho el uno por el otro tantas veces en el pasado.

Las caricias fueron cada vez más osadas, y sus respiraciones se agitaron al punto que debieron separarse para poder respirar.

Pero eso no duró demasiado, porque Harry la miró con una interrogante en los ojos que ella comprendió de inmediato; no tuvo que pensar nada, lo único que debió hacer fue asentir con fervor.

El muchacho no necesito más. Con manos torpes se encargó de desabrochar uno a uno los botones de su blusa, e intercambiaron una risa nerviosa al hacer una serie de movimientos tontos para deshacerse de ella.

Ella hizo otro tanto con la camisa de Harry, dejándola caer al suelo con un suave movimiento, y fijando la mirada en su pecho, un poco nerviosa de verlo a los ojos. Pero él, notando de inmediato su vergüenza, deslizó una mano bajo su barbilla, y la levantó, para que pudieran verse.

—Si quieres detenerte, sólo dímelo—le aseguró.

—No quiero hacerlo—fue una afirmación tan firme que le arrancó una sonrisa.

En un parpadeo, Harry consiguió levantarla de la cintura, y con menos esfuerzo del que hubiera pensado, la dejó recostada sobre la pequeña cama, apoyándose en una rodilla para no dejar caer todo su peso sobre ella.

Entre caricias torpes, besos entusiastas, y sonrisas cómplices, fueron deshaciéndose del resto de sus prendas, empezando por los pantalones de ambos, que terminaron lanzados de cualquier manera sobre la moqueta. Cada centímetro de piel descubierta era como un lugar extraño que deseaban explorar. En cierto momento, cuando sus respiraciones se entrecortaban y sentían que algo faltaba, el muchacho consiguió retirar el sujetador con manos temblorosas.

No se trataba sólo de que fuera la primera chica a la que viera prácticamente desnuda, sino que era Hermione, y eso sólo acrecentó su deseo. Se recostó sobre ella y paseó sus labios por toda su piel, saboreando el sabor a salado del sudor, y el aroma que sólo podía relacionar con ella.

Hermione en tanto, se aferraba con ambas manos a su espalda, mezclando suaves gemidos y suspiros por todas esas sensaciones, levantando el torso para recibir las caricias del muchacho, y entreabriendo las rodillas por instinto. Enredaba las manos en su cabello, deseosa de ir más allá, y alentándolo con sus movimientos.

Harry pasó las manos por sus piernas hasta llegar al borde de la última prenda, mirándola fijamente, esperando que la detuviera, pero ella sólo alzó las caderas para ayudarle. Luego él hizo otro tanto, y tras depositar una seguidilla de besos por su abdomen, pasando la lengua por su ombligo, y deleitándose con el sabor de sus pechos, se tendió sobre ella cuan largo era, cuidándose de apoyar los hombros sobre la cama para no lastimarla.

Sin dejar de mirarla, absorbiendo cada uno de sus gestos, se unió a ella. Tensó su cuerpo al verla exhibir una mueca de dolor, pero la chica sacudió la cabeza, y se impulsó hacia arriba para dejar un beso rápido, instándolo a continuar. Aún así, Harry se reprimió tanto como le fue posible para moverse, como si estuviera sobre una pieza de cristal.

Cuando el dolor pasó, Hermione se dio cuenta de sus cuidados, y pasó las piernas con un movimiento ágil sobre sus caderas para instarlo a dejarse llevar. Él comprendió de inmediato, y con un jadeo de rendición, aceleró el ritmo, cerrando los ojos, y enterrando la cara en el cuello de la muchacha, sólo sintiendo.

Si alguna vez pensaron en lo que sería ese momento, jamás hubieran podido imaginar tanto placer. Cuando Harry sintió que iba a explotar, buscó la mano sudorosa de su compañera, entrelazando los dedos.

Con un grito que no pudo reprimir, Hermione soltó un último jadeo, sintiendo en el acto como él se derrumbaba sobre su cuerpo, temblando y murmurando palabras que no alcanzó a entender, pero sí adivinar, y eran todas las que hubiera deseado decir también si no le costara tanto respirar.

Se quedaron abrazados, sin hablar, recuperando el aliento. Tras unos minutos, Harry se dejó caer a un lado, atrayendo el cuerpo de la joven por la cintura, abrazándola muy fuerte.

—Te amo—susurró en su oído.

—También te amo—le dijo ella, acomodándole un mechón de cabello con ternura.

—Te llevó algo de tiempo reconocerlo—el muchacho sonrió, sin dejar de mirarla.

—Mal momento para bromas, Potter—Hermione le dio un golpe cariñoso, con una mirada de advertencia.

Harry rió, dándole un ruidoso beso en el cuello que la hizo refunfuñar, al tiempo que se acercaba más a él, entrelazando sus piernas.

—Alguien necesita dormir—comentó él cuando la oyó dar un bostezo.

—No tengo sueño—un nuevo suspiro contradijo sus palabras, pero se expresó con obstinación.

El muchacho rodó los ojos, rezongando algo de una chica testaruda que iba a volverlo loco, mientras buscaba las mantas para cubrirlos, y acomodaba el cuerpo de la joven para que pudiera recostarse más cómodamente.

—Duerme—le ordenó con tono cariñoso.

Hermione no discutió más, sólo se acurrucó en su pecho. Su respiración acompasada le indicó que se había quedado dormida en un par de minutos.

No pasó mucho tiempo antes de que él empezara a sentir cómo sus párpados caían, aferrándose más a ella, hasta que sólo se oyeron los tañidos de unas campanas, anunciando la media noche.

viernes, 16 de julio de 2010

DESTINO: CAPITULO 18




Disclaimer: Todos los lugares y personajes conocidos pertenecen a J.K. Rowling; lo demás es fruto de mi imaginación.

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El frío y desvencijado salón ofrecía una vista escabrosa que habría intimidado a ocupantes más nobles.

Theodore Nott recorría la habitación con mirada displicente, fijando sus ojos fríos en cada rostro que le devolvía un gesto de nerviosismo.

Al centro de todo, en un sillón polvoriento, su abuelo jugaba con la varita, dando golpecitos que producían algunas débiles chispas.

—Vamos completando el círculo—mencionó de pronto, rompiendo el silencio y consiguiendo que los otros, salvo su nieto, dieran un brinco.

Con estudiada indiferencia, hizo ademán de contar con uno de sus huesudos dedos a cada uno de los que lo rodeaban.

—Callahan, has sido un digno miembro, buen amigo de mi hijo, y guardián de mi nieto—expresó con burla bien disimulada al hombre rubio que dominaba la estancia con su tamaño.

Theodore rodó los ojos al escuchar a su abuelo, y ver el gesto orgulloso del mortífago. ¿Guardián? Si era él quien debía ocuparse de que el muy idiota no se equivocara todo el tiempo. Por poco y mata al Squib cuando fueron a secuestrarlo; desde entonces sólo le encomendaba misiones en lo que no fuera necesario pensar demasiado.

—Jugson, Mulciber, Selwyn, Travers. ¡Cuánta alegría me causa pronunciar sus nombres y verlos a nuestro lado!—comentó, señalando al grupo que se mantenía más alejado—Y tú, Rowle, el último en hacernos el honor de acompañarnos en esta gloriosa empresa.

El viejo hablaba con un tono bonachón que jamás usaba con su nieto, porque sabía bien que a él no podría engañarlo.

—Pensé que necesitaríamos a doce—comentó Callahan, al parecer confundido.

Theodore sacudió otra vez la cabeza, y se apoyó muy aburrido en el dintel de la puerta.

—Y así es, mi querido Callahan, por supuesto que tienes razón—aceptó el viejo, sin rastro de hastío en su voz—Pero debes contarnos también a Theodore y a mí, entonces sólo nos faltarían cuatro, y ya tenemos esas plazas cubiertas.

—¿Por quienes?—se apresuró a preguntar Rowle.

El mayor de los Nott exhibió una sonrisa cordial, y negó con la mano, como quien le niega el juguete a un niño pequeño.

—Todo a su debido tiempo, mi buen amigo, pierde cuidado—lo confortó—Cuando sea la hora, estaremos completos.

—¿Y entonces ella volverá? ¿Está seguro?—Selwyn dio un paso cauteloso hacia delante, lleno de ansiedad.

Theodore rió entre dientes, fijando la mirada en su abuelo, y leyendo fácilmente lo cerca que estaba de explotar. Debía reconocer su extraordinaria paciencia para soportar tantas preguntas estúpidas.

—Desde luego. Han sido centurias de espera, décadas de planeamientos; pero en sólo unos cuantos meses la tendremos aquí, con nosotros. Empezará su reinado, más poderosa que nunca, y tanto ustedes, como yo, seremos sus más fieles y recompensados súbditos—expresó.

Sus prometedoras palabras parecieron llenar de emoción a los oyentes, que intercambiaron miradas anhelantes.

—¿Y los sacrificios? La sangre traidora debe ser derramada, ¿están todos aquí? —esta vez fue Jugson quien preguntó, obviamente entusiasmado.

—Dos de ellos nos acompañan hace algún tiempo; los otros objetivos ya están fijados, y los haremos llegar en el momento preciso. Digamos que su…pérdida, será mucho más obvia, y no queremos atraer aún más atención, ¿verdad?—inquirió, como un padre amoroso.

Los otros negaron, dándole toda la razón con ese simple gesto.

—Espero sepan disculpar las pequeñas incomodidades que escapan a nuestros deseos. La fortuna ha sido cruel con nosotros, y esta casa es antigua, con aposentos un poco ruinosos, pero nada nos alegra más que compartir lo poco que tenemos con ustedes—mencionó, para luego añadir con presteza—Ahora el buen Callahan los llevará a conocer el lugar, y tal vez quieran darle una mirada a los primeros…¿cómo llamarles? Visitantes forzados, digamos.

Los mortífagos rieron, celebrando la burla, y con ademanes ansiosos siguieron al mago más alto fuera del salón.

Tan pronto como los tuvo fuera de su vista, la expresión amable desapareció del semblante del viejo, dando paso a una de profundo desprecio.

—No podría decir cuál de todos es más idiota—rezongó—Tendremos que soportar su desagradable presencia, no hay otra alternativa.

Su nieto, que había permanecido en las sombras, se adelantó hasta quedar a su lado.

—Si lo piensas, es curioso que fueran justamente algunos de los más inútiles quienes sobrevivieran a Voldemort, ¿no crees?—preguntó sin dejar de sonreír.

El viejo lo veía de mal talante, chasqueando los nudillos.

—Es innecesario que lo nombres—su voz sonó como un latigazo—Y no creas que he olvidado tu descuido; cada vez me recuerdas más a tu padre, lo único que logras es decepcionarme.

Theodore cerró las manos con fuerza y tragó espeso, pero no varió su expresión tranquila.

—Mi padre no habría podido hacer nada de lo que yo he logrado, lo sabes—espetó, con algo de soberbia.

—Puede ser—aceptó su abuelo—Pero no habría sido tan idiota como para ponerse a luchar con un auror, cuando debía preocuparse por traer a uno de los conjurantes.

El muchacho acusó el golpe con una mueca de rabia, cambiando su expresión.

—Nos seguía, ¿qué podía hacer? Tuve que pelear para darle tiempo a Rowle de desaparecer—se excusó a regañadientes.

—Pudiste desaparecer también en un primer momento, pero debías jugar un poco, ver quién es más fuerte, ¿no?—lo enfrentó el viejo, levantando la varita—Escúchame bien, mocoso, puedes ser todo lo soberbio que quieras, siempre y cuando no pongas en peligro mis planes, ¿me has comprendido?

Theodore le sostuvo la mirada con terquedad, sin contestar. Su abuelo hizo un lance rápido de varita, viéndolo sin emoción.

—¡Crucio!—susurró, impasible.

El muchacho se mantuvo de pie, soportando el dolor sin quejarse. No era un hechizo muy fuerte, pero aún así sintió como si le clavaran cientos de agujas por todo el cuerpo. Cuando terminó, el viejo lo vio de nuevo.

—¿Me has comprendido?—repitió.

—Sí, abuelo—su nieto le contestó con voz agitada.

—Bien. Ahora ve, y asegúrate de que esos inútiles no digan alguna tontería delante del Squib y la mestiza, o se pongan a jugar con ellos—ordenó, retirando la mirada.

Theodore asintió, clavándole una mirada de odio antes de desaparecer por la puerta que llevaba al sótano.

El viejo fijó la vista en la chimenea, haciendo que los leños se encendieran con un hechizo sencillo.

—Tan poco, falta tan poco—susurró, pasándose la lengua por sus resecos labios.

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Laria bajó los escalones con pasos enérgicos; una profunda arruga surcaba su frente. Se levantó muy temprano para revisar algunos pergaminos, ya que se le dificultaba dormir. Había pasado buena parte de la noche dando vueltas en la cama, pensando en todo a lo que se enfrentaban; jamás pensó que las cosas fueran de este modo. Si al menos Alastor la escuchara…

Se detuvo en el camino a la biblioteca, al escuchar unas voces que provenían de la cocina, y dio vuelta sobre sus pasos para dirigirse hacia allá.

Alzó una ceja al ver a Travis y Kim, que se afanaban en preparar el desayuno; el segundo con más estrépito, por supuesto. Pero no estaban solos, lo que le extrañó aún más. Esa chica, Hermione, los ayudaba muy solícita.

—Buenos días, Laria, ¿qué haces ahí parada? Ven a comer con nosotros—Travis reparó en su presencia, y la invitó con una sonrisa.

Ella avanzó unos pasos, rodeando la cocina, y dando miradas desconfiadas aquí y allá.

—Buenos días, Laria, ¿cómo dormiste?—Kim la saludó con su amabilidad habitual.

—Vaya con la pregunta, Kim, ¿Qué no ves cómo parece que no ha pegado un ojo?—el rubio daba de saltos entre la hornilla y la mesa, apenas mirando sobre su hombro.

—No soy la única—respondió ella al fin, con cierta acritud, y señalando a Hermione— ¿Cómo es que estás aquí tan temprano?

La chica ignoró su tono poco amistoso.

—Buenos días, Laria—la saludó, para luego agregar insegura—No te molesta que te llame así, ¿verdad?

—Claro que no le molesta, ¿cómo le ibas a decir? ¿Señora?—Travis intervino, tan relajado como siempre— ¡Cuidado! Los panqués van volando.

Y así era, porque debieron hacerse a un lado cuando el rubio usó la varita para hacer caer limpiamente la comida sobre cada uno de los platos.

—No entiendo porqué usas magia para servir, si cocinas como un muggle—la griega ocupó una silla libre.

Kim y Hermione también se sentaron, en tanto Travis se les unía de inmediato, sin molestarse en dejar el delantal que usaba para cocinar.

—Eso, amiga, es porque no tengo idea de cómo cocinar algo decente con esta cosa—indicó, señalando la varita—Pero si puedo usar la magia para hacer mi vida más sencilla, al menos al servir, genial.

—También tengo problemas para cocinar con magia; resulta mucho más sencillo usar las manos—concordó Hermione.

—¡Exacto! Esta chica me entiende—Travis le pasó una jarra con jugo—Nosotros no somos como ustedes, brujos de sangre limpia; en nuestras casas se cocina a lo muggle, ¿De qué otro modo íbamos a aprender?

Laria asintió, dándole la razón sin hacer más comentarios al respecto. Luego de algunos minutos en silencio, después de saborear parte de su desayuno, fijo sus ojos oscuros sobre la joven.

—No contestaste mi pregunta—afirmó de pronto.

Hermione se movió incómoda en la silla, dejando sus cubiertos a un lado.

—¿Te refieres a porqué estoy aquí tan temprano?—replicó, sin evadirla más—Creí que podría ayudar en algo.

—¿Y porqué no vinieron tus amigos contigo?—la bruja insistió.

—No sé si lo hagan—la joven habló con ligera tensión—Ron se quedó en su casa, creo, y no he visto a Harry; tal vez lleguen más tarde.

Laria se disponía a preguntar nuevamente, pero un suave carraspeo llamó su atención, encontrándose con los ojos de Kim, que le dirigieron una mirada de clara advertencia.

—Hermione y yo estaremos fuera hoy.; tenemos algunas pistas que seguir—mencionó con tono frío.

—¿Pistas? ¿Van a buscar a esos mortífagos que mencionó Malfoy? —Travis preguntó con mucha más amabilidad, intentando aligerar el ambiente.

—Sí, esa es la idea. Creemos que podría tener razón, así que nos ocuparemos de eso hoy—respondió Hermione.

El resto del desayuno transcurrió en silencio, hasta que Kim y Hermione se pusieron de pie, listos para partir.

—¿Qué le decimos a tus amigos si preguntan por ti?—Laria vio a la joven con fijeza, estudiando su reacción.

Ella se mantuvo tranquila, aunque su incomodidad era fácil de adivinar.

—La verdad, por supuesto—sonrió a pesar de todo.

La griega asintió, girando de vuelta a su plato, y oyendo cómo Travis se despedía de ellos, deseándoles buena suerte.

Una vez que estuvieron fuera de la cocina, el rubio se inclinó hacia la mujer, mirándola con severidad.

—Puedes ser una verdadera arpía cuando quieres, ¿verdad? —le espetó, molesto.

—No sé lo que quieres decir, pero parece un insulto—ella no parecía particularmente ofendida.

—¡No lo sabes!—Travis dio un bufido—Estabas molestando a la pobre chica, ¿no te diste cuenta de que ya se encuentra bastante mal?

—Eso no es asunto mío—replicó Laria con la barbilla alzada—Y si les preocupa tanto, consuélenla, pero no me incluyan en esas tonterías.

Travis la observó, exasperado, y se apuró en terminar su comida. Dejó el delantal tirado sobre la mesa, y se dirigió a la salida, pero antes de irse, le dijo algo más.

—Tienes un verdadero problema si encuentras algún placer en ver sufrir a los demás—masculló.

Laria lo ignoró, sin alterar su semblante. Sin embargo; cuando se supo a solas, hizo a un lado su plato, y apoyó la cabeza entre los brazos, con una mirada triste que habría sorprendido a sus compañeros.

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Tan pronto como Harry se despertó esa mañana, vio que se había quedado dormido sobre la mesa de la cocina. Se pasó una mano por los revueltos cabellos e intentó enfocar la vista con claridad.

En cuanto recordó todo lo ocurrido la pasada noche, sintió como si le dieran un fuerte golpe en el pecho, y corrió escaleras arriba para buscar a Hermione, pero su habitación estaba vacía. Pasó por la de Ron, y fue lo mismo.

Regresó al primer piso, llamando a gritos a Kreacher. El viejo elfo no demoró más de unos segundos en aparecer.

—Buenos días, amo—saludó con una reverencia.

—Kreacher, ¿dónde está Hermione?—preguntó ansioso—¿Y Ron?

—El amigo del amo no regresó anoche a casa; Kreacher no sabe nada de él—informó el elfo—La señorita salió al amanecer, y dejó esto para el amo.

Harry tomó el trozo de pergamino que la criatura le extendió, y leyó con avidez.

“Harry, decidí salir temprano para ayudar a Moody y los otros, tengo algunas ideas que podrían ser útiles. Por favor, espera a que regrese para que podamos hablar. Hermione”

El muchacho arrugó el pergamino con furia, pero se arrepintió antes de lanzarlo, porque lo alisó y lo guardó en su bolsillo.

—¿El amo quiere que Kreacher le prepare el desayuno?—preguntó el elfo al cabo de unos minutos.

—No, tengo algunas cosas que hacer—Harry suspiró, tomando una rápida decisión—Sólo voy a darme un baño y cambiar mi ropa; no te preocupes, no tengo hambre.

La criatura lo vio correr de vuelta escaleras arriba, y sacudió la cabeza con fuerza, haciendo palmear sus orejas.

Esperaba que el amo pudiera arreglar pronto todos esos problemas; ya era tiempo de que tuviera un poco de tranquilidad.

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El ambiente en La Madriguera no podría estar más enrarecido, con algunos miembros de la familia Weasley comiendo en silencio, y mirándose a hurtadillas.

La señora Weasley llevaba la vista de su esposo a su única hija, con expresión angustiada.

Ron se concentraba en su comida, y levantaba la cabeza cada que Fred, o George, sentados a sus lados, le daban de patadas bajo la mesa, interrogándolo con la mirada, pero él sólo negaba y tomaba con más fuerza su cuchara.

En tanto que el señor Weasley, con su carácter más calmado, le sonreía inútilmente a su hija, que apenas si tomaba algún bocado. Sus profundas ojeras y ojos llorosos inquietaban a toda su familia.

Cuando ella y Ron llegaron a la casa a medianoche, no encontraron a nadie despierto. Ginny no quiso hablar, sólo se encerró en su habitación, y su hermano mayor no tuvo más remedio que hacer otro tanto.

Su madre se llevó un susto tremendo al verlos muy temprano por la mañana, pero aunque intentó sonsacarles algunas palabras, le fue imposible. Ni siquiera el señor Weasley fue capaz de disuadirlos para que le contaran lo que había pasado. Al llegar los gemelos, hicieron preguntas también, pero Ron apenas si les dijo que no había pasado nada grave, que era un asunto de Ginny y Harry.

Apenas terminaron de desayunar, se encargaron de ayudar a su madre a recoger las cosas en silencio, con una que otra broma ocasional de Fred o George, que los demás ignoraban, sin cambiar sus caras largas.

Por ser domingo, el señor Weasley se quedó en casa, y estaba por llamar a Ron para hablar con él, preocupado y harto de que nadie dijera nada, cuando un fuerte llamado a la puerta principal lo hizo correr a atender. Tal vez y alguna visita pudiera animar el ambiente.

La sonrisa de bienvenida se borró de su rostro al ver a quien estaba en el umbral. La cara de Harry sólo presagiaba más problemas, y no atinó a saludarlo, sólo se le quedó mirando.

—Arthur, ¿quién es?—su esposa se acercó y dio un pequeño chillido cuando vio al chico en la puerta— ¡Harry! Oh, cariño, sabía que vendrías, estaba tan preocupada.

Empujó suavemente al muchacho dentro de la casa, ignorando la cara pétrea de su esposo.

—Ella no ha dicho nada, pero fue fácil imaginar lo que pasó—le decía en murmullos, al tiempo que lo llevaba del brazo al salón—Me alegra que vinieras para arreglar esto, dejarlo sólo lo haría más grande; todos los enamorados tienen sus problemas, no te sientas mal por eso.

—Molly…—la voz del señor Weasley era un pedido tácito a que callara, pero no le hizo caso.

—¡Miren quién vino!—la señora irrumpió en la cocina con tono entusiasta—Ginny, querida, ¿no te alegras?

Su hija no cambió su semblante adusto, sólo vio a Harry con severidad, intentando leer en su rostro algún cambio, cualquier cosa que la convenciera de que la charla de la noche anterior no fue más que un mal sueño; pero lo descartó de inmediato.

Ron y los gemelos miraban de uno a otro, comprendiendo que nada bueno podría salir de allí, lo mismo que su padre. Sólo la señora Weasley parecía ajena a toda esa tensión.

—¿Porqué no van a dar un paseo? Así podrán conversar más tranquilos. Luego, cuando hayan arreglado todo, regresen a desayunar. Ginny no ha probado bocado y tú estás muy delgado, cariño—la señora los empujó hacia la puerta trasera, que los jóvenes atravesaron con paso lento y sin mirarse.

Luego cerró la puerta, y tras verlos atravesar el jardín, suspiró satisfecha.

—¡Listo! Se arreglarán en un minuto—comentó la señora con tono maternal.

—No, no lo harán—Ron habló por primera vez en horas.

—¡Ronald! ¿Porqué dices algo tan horrible?—su madre lo regañó.

—Ron tiene razón, mamá, ¿no viste sus caras? Lo peor es que parece ser cosa de Harry—Fred mordisqueó una manzana sin ocultar su fastidio.

—Sí, es una pena. Me hubiera gustado tenerlo de cuñado—George apoyó a su gemelo y se encogió de hombros.

Su madre puso los brazos en jarras, y giró a ver a su esposo.

—Arthur, por favor, diles que se dejen de juegos, este no es asunto para bromear—le pidió.

El señor Weasley se sacó los anteojos con movimientos lentos, y los limpió con su pañuelo.

—Sabes que están en lo cierto, Molly, ¿qué podemos hacer? No puedes obligarlos a permanecer juntos si uno de ellos no quiere—replicó con tono sereno.

—¿Entonces piensas lo mismo que ellos? Por favor, Arthur, es imposible que Harry ya no la quiera—su esposa lo miró, apenada—Se ven tan lindos juntos…

—El amor es más que eso, Molly, ¿recuerdas?—el mago le dirigió una mirada cariñosa.

La señora devolvió el gesto, pero suspiró con tristeza al ver hacia la ventana.

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—Cuando dijiste anoche que la amabas…era en serio, ¿verdad?—Ginny hizo la pregunta que tanto necesitaba formular.

Ella y Harry estaban sentados sobre una banca que el padre de la chica había construido con más entusiasmo que acierto. Le faltaba una pata, y se mantenía firme gracias a un hechizo. Escogieron ese lugar porque nadie podría verlos u oírlos desde la casa.

Harry dudó un momento antes de contestar, no queriendo lastimarla más, pero decidió que lo mínimo que ella merecía era honestidad.

—Sí, así es. Pero no fue hasta entonces que me di cuenta de lo que sentía exactamente—le confesó.

Ginny asintió, con los hombros caídos, pero sin llorar más

—Hubiera querido hablarte de todo esto antes, pero no creí que fuera buena idea decirlo por carta; preferí esperar a que regresaras—continuó.

—¡Qué considerado!—bufó la muchacha con sarcasmo.

—Sé que debes odiarme en este momento, Ginny. No me extrañaría que Ron y el resto de tu familia también lo hagan; y está bien, sé que lo merezco—Harry la miraba sin pestañear.

—No pienses que eres tan importante; no voy a morir sólo porque me dejas, ¿sabes?—la pelirroja alzó el mentón, procurando no llorar—En cuanto a los demás, ¿qué esperabas?

Harry torció la boca, seguro que ella tenía razón.

—¿Porqué viniste, Harry?—preguntó ella de pronto—Lo dejaste todo muy claro ayer.

—Creo…—el muchacho dudó antes de continuar—Creo que una verdad a medias tiene mucho de mentira, y yo no quiero hacerte eso. Lo justo es que sepas todo; además, no se trata sólo de nosotros.

La chica levantó la cabeza, como si le hubieran echado un cubo de agua encima, y una serie de ideas empezaron a rondar por su cabeza.

Con un movimiento brusco, se puso de pie, y enfrentó al chico con una mirada furiosa.

—No viniste a disculparte, ni porque estés preocupado por mí—afirmó, dolida—Viniste por ella, ¿verdad?

—Ginny…—Harry no gritó, sólo intentó calmarla con un llamado suave.

—¡Lo sabía! ¡Lo supe todo el tiempo y no lo vi! Soy tan idiota—la pelirroja empezó a caminar en círculos—Por eso se veía tan culpable, y tampoco respondía a mis cartas. Ambos me engañaron, ¿cómo pudieron?

—¡No te engañamos!—Harry se levantó, sin alterarse—Apenas nos dimos cuenta de lo que pasaba entre nosotros, decidimos que debía hablar contigo primero, y lo hice.

—¡Oh, si! Eso fue muy decente de su parte—resopló la muchacha.

—Ginny, lo juro, ninguno de nosotros quiso lastimarte. Sabes lo mucho que has significado para mí, y cuánto te quiere ella…—Harry se interrumpió por la dolorosa bofetada que la chica le dio.

—¿Porqué simplemente no dices su nombre? Es Hermione Granger, una de mis mejores amigas, que me engañó con mi novio—Ginny respiraba agitada por la ira—Siempre tan perfecta, tan leal, todo el tiempo pendiente de ti. Por supuesto, sólo esperaba su oportunidad.

Harry olvidó el dolor en su mejilla, dejando su intención de ser lo más amable que pudiera.

—No hables mal de Hermione, ella no tiene la culpa de nada—le advirtió, mordiendo las palabras.

—¡Por supuesto que vas a defenderla! Es tu nueva novia ahora, ¿cierto?—la pelirroja no reducía su enojo—Tal vez lo ha sido todo este tiempo.

—No, no lo es, y eres realmente tonta sólo por pensarlo—Harry la cortó con brusquedad—Ella sería incapaz de permitir algo así; no cuando tú y yo aún estábamos juntos.

—Pues ese ya no es un problema ahora—insistió ella—Pueden estar juntos y felices, no me importa. No quiero volver a verlos nunca más. ¡Te odio y también a ella!

Ginny corrió de vuelta a la casa, mientras que Harry se dejó caer sobre la banca, suspirando con semblante abatido.

En la cocina, los Weasley apenas si vieron a la joven entrar corriendo como un torbellino, subir las escaleras y perderse en el rellano. Segundos después oyeron la puerta de su habitación cerrarse con un fuerte estrépito.

—¡Rayos!—Fred fue el primero en reaccionar.

—De verdad no quiero odiar a Harry—suspiró George.

—Arthur, ven conmigo, tenemos que hablar con ella—la señora Weasley apuró a su esposo para que la acompañara a tocar la puerta de su hija.

Ni bien se quedaron a solas, los gemelos flanquearon a su hermano menor con las varitas en alto.

—Muy bien, Ronnie, empieza a hablar, ¿quién es la chica?—le preguntó Fred.

—No sé de qué hablas—lo esquivó Ron.

—Harry está dejando a nuestra hermana por otra chica; eso está más claro que un frasco con Veritaserum; lo que no sabemos es de quién se trata—George lucía tan enfadado como su gemelo.

Ron suspiró, muy cansado. Estaba harto de verse entre uno y otro bando. Le dolía ver a su hermana sufrir así, pero también pensaba en lo que estarían pasando sus mejores amigos.

El que sus hermanos lo presionaran de ese modo no ayudaba para nada. Sabía perfectamente que todos apreciaban mucho a Harry, y aunque estuvieran tan molestos como él, no iban simplemente a ir y cobrar venganza sin preguntar, como habrían hecho si se tratara de otra persona.

—Es Hermione—confesó con voz débil.

Por primera vez en mucho tiempo, los gemelos se quedaron sin palabras por más de cinco minutos, con idénticas caras de incredulidad.

—Por favor, di que estás bromeando—Fred habló sin asomo de risa en la voz.

Su hermano menor negó con la cabeza, y se encogió de hombros.

—No ha sido fácil para ellos, lo he visto—se apresuró a decir—Y no es que los defienda, pero…no lo sé, ya los conocen; nunca le harían algo así a nadie a propósito.

Los gemelos bajaron las varitas y se apoyaron en el mueble de la cocina, muy aturdidos.

—Tenemos problemas—Fred resumió con una frase todo lo que pasaba por sus cabezas.

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sábado, 10 de julio de 2010

DESTINO: CAPITULO 17




Disclaimer: Todos los lugares y personajes conocidos pertenecen a J. K. Rowling. Todo lo demás, es fruto de mi afiebrada imaginación.

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—Presumiendo siempre de lo buen auror que eres, y casi te matan por idiota—Laria chasqueó la lengua, reprobadora.

A pesar de sus duras palabras, se afanaba en untar con delicadeza una poción sobre el torso de Travis, que hacía muecas de dolor.

—¿Quién dijo eso?—el auror daba de brincos cada que tocaban sus heridas—¿Harry?

—No tuvo que hacerlo, te he visto pelear—negó la mujer, tapando el frasco—No puedes mantener la boca cerrada y concentrarte en la lucha; eso es estúpido.

—Nott también habla mucho cuando pelea—se defendió Travis con un gesto hosco.

—Sí, claro, compárate con un mortífago desquiciado, muy inteligente—Laria dio una última suave frotada y se limpió las manos con un lienzo—Déjate la pomada un par de horas y no quedarán cicatrices; tuviste suerte.

El auror buscó su camisa, y se la puso haciendo muecas, pero reprimió las ganas de hacer algún comentario burlón. Estaba agradecido con Laria por ofrecerse a curarlo, y además, le preocupaba todo lo que ocurría.

Cuando él y Harry llegaron al Cuartel para informar de su pelea con Nott, y el escape de Rowle, encontraron a Laria, Moody, y Ron con tales expresiones de ansiedad que sólo pudieron suponer, y con razón, que algo más había pasado, y no debía de ser nada bueno.

Al parecer, Jugson y Mulciber también se habían hecho polvo, dejando a un auror del Ministerio herido. Moody se enteró al mismo tiempo que Kingsley, mientras discutían en su oficina. Mientras el ministro corría al lugar de los hechos, el viejo auror regresó al Cuartel para informar lo ocurrido.

Apenas si terminaba de contarle todo a Laria y Ron, cuando Harry se apareció frente a la casa, ayudando a Travis, que hacía todo lo posible por restarle importancia a sus heridas. No permitió que lo atendieran hasta que todos hubieran dado sus informes. Sólo entonces, mientras esperaban que Kim llegara, luego de pasar por Hermione, dejó que Laria lo llevara a la cocina para aplicarle esos horribles ungüentos.

Al poco rato, desde allí, oyeron la puerta principal abrirse; con seguridad, debía tratarse de Kim, y les pareció oír también la voz de Hermione. Seguro que a su compañero no iba a hacerle ninguna gracia enterarse del escape de Jugson y Mulciber; era él quien se encargaba usualmente de su vigilancia, pero debió dejarlo ese día para ir a atender otro asunto.

Cuando él y Laria dejaron la cocina, rumbo al salón, no les extrañó encontrar a los demás en diferentes estados de preocupación.

Kim discutía en un rincón con Moody. Debía de estar cuestionando su responsabilidad en el escape de los mortífagos, porque el viejo negaba con seguridad, y le daba palmadas amistosas en el hombro.

Harry estaba sentado en uno de los sillones, con Hermione a su lado, que lo veía ansiosa. Era fácil suponer lo preocupada que debía de estar al saber que el muchacho estuvo tan cerca de Nott, aunque no participara en la lucha. Por lo que podía ver, Harry intentaba tranquilizarla con una sonrisa alentadora.

Weasley los vía desde su lugar junto a la chimenea, y no parecía molestarle la escena, aunque no hubiera nada de extraño en ella; para quien no tuviera idea de todo lo que pasaba entre ellos, se trataba sólo de una amiga preocupándose por su mejor amigo. De cualquier modo, el pelirrojo se mantuvo apartado.

Tan pronto como ellos volvieron, todos giraron a mirarlos.

—¿Estás bien?—Harry fue el primero en preguntar.

—Claro que lo estoy, no es para tanto—el rubio se encogió de hombros—Laria hizo todo ese escándalo porque quería verme sin camisa.

—¡Cómo te atreves!—la bruja lo vio tan ofendida, que casi echaba chispas por los ojos.

—No es momento para esto, por favor—intervino Kim, más calmado, pero aún con cierta inquietud evidente—¿Se dan cuenta de lo que acaba de ocurrir?

Travis pareció arrepentido de inmediato, y asintió con algo de vergüenza.

—Lo siento, tienes razón—asintió—Discúlpame, Laria, fue una broma tonta.

—Olvídalo, estoy acostumbrada—ella sacudió la cabeza, suspirando, y se acercó al lado de Moody.

El viejo auror carraspeó para llamar la atención.

—Bueno, en lo que estábamos. Antes de que ustedes volvieran, sacamos algunas conclusiones rápidas—indicó con una mueca torcida—Creo que sólo un idiota no se daría cuenta de que Nott está reclutando a los miembros que va a necesitar para llevar a cabo la ceremonia en La Noche de Walpurgis. Aún tiene tiempo de sobra, pero debe de haber notado nuestros movimientos; tal vez hasta sepa algo de nosotros, y prefiera asegurarse.

—Según nuestros cálculos, contando a Nott y su abuelo, ya debe de haber siete reunidos; lo cual significa que necesitan a cinco más—Kim continuó el razonamiento del mayor.

—Y necesitamos saber quienes son ellos—fue Harry quien intervino.

—En realidad, se trataría de cuatro, porque no han contado a Malfoy—Hermione lo corrigió con suavidad—Nott ha ido a buscarlo más de una vez, ¿recuerdan? Está claro que en algún momento va a pedirle que se reúna con ellos.

—Es verdad, lo había olvidado—Kim frunció el ceño—¿Será posible que Malfoy sepa quienes son los otros cuatro?

—Bueno, ya hemos hablado con él y no parece saber mucho más que nosotros—replicó la chica—Pero tal vez, si somos un poco más honestos con él, y le decimos todo lo que está ocurriendo, pueda ayudarnos. Puede que al limitarle tanto la información, eso no le permita atar cabos.

—No podemos confiar en Malfoy, pensé que lo habíamos dejado claro—Ron intervino por primera vez en la charla.

—Y estamos de acuerdo, pero lo que dice Hermione es verdad; ¿cómo le pedimos a Malfoy que ayude si no sabe exactamente lo que ocurre? La única manera de que lo haga es conociendo los detalles—Harry fue enfático, aunque de por sí la idea tampoco le agradara.

—Y debemos reconocer que si no fuera por él y su madre, no sabríamos que es a la tal Holda a quien quieren traer de vuelta—acotó Travis.

El pelirrojo hizo una mueca de obstinación, pero no discutió ese punto.

—Necesitamos hablar con Malfoy de nuevo, y tenemos que decirle todo lo que sabemos—insistió Hermione.

—Supongo que no tenemos otra opción—aceptó Moody, tan poco convencido como Ron.

—Hermione y yo iremos de inmediato—Kim miró a la joven—¿Estás de acuerdo?

—Por supuesto—ella asintió muy segura.

Harry vio de uno a otro, y de allí dirigió la mirada a Travis, que conciente de ello, empezó a ver el techo, como si hubiera algo muy interesante dando vueltas en lo alto.

—Yo voy—dijo el muchacho de pronto.

—¿A dónde?—Ron lo observó con curiosidad.

—Voy con Hermione a ver a Malfoy—habló con naturalidad.

La chica frunció el ceño, sorprendida.

—Harry, no creo que sea buena idea. Malfoy no confía en nadie, pero al menos ya ha hablado con nosotros; dudo que sea muy abierto contigo, sabes que no le agradas—le recordó, como quien señala un hecho muy evidente.

—A Malfoy no le gusta nadie, y menos cualquiera de nosotros tres. Si quiere ayudar, tendrá que hablar conmigo también—insistió él, de brazos cruzados.

—Es un muchacho difícil, pero Hermione y yo hemos tenido algunos avances con él. Creo que debemos continuar como estamos—Kim fue amable, pero firme.

—No estoy de acuerdo, yo puedo hacerlo; conozco a Malfoy hace mucho más tiempo que tú, sabré si miente—Harry lucía obstinado.

—Creo que puedo detectar cuando intentar engañarme, no te preocupes por eso—el oriental continuaba con su actitud impasible.

Los demás veían de un lado a otro con extrañeza, no era común que discutieran entre ellos. Bueno, todo el mundo regañaba a Travis, pero con su sentido del humor, resultaba natural.

—Este…¿paz y amor?—el rubio intervino con su mejor sonrisa.

—¿Qué estás diciendo?—Laria lo miró de mala manera—Y ustedes no deberían discutir, no en este momento.

—No discutimos, es sólo un intercambio de opiniones—la contradijo Kim.

—Pues a mí me suena mucho a una discusión; lo último que nos faltaba—terció Moody, de mal talante—Potter, las labores ya están asignadas. Granger es nuestro enlace con Malfoy, y Kim el encargado de acompañarla; no hay más que decir.

—Pero…—Harry iba a discutir nuevamente, pero pareció pensárselo mejor y dejó el salón de mal humor.

—Vaya con el carácter del muchacho, ¿eh?—Laria entornaba los ojos, suspicaz.

—Yo voy a hablar con él—se apuró a decir Hermione—Kim, ¿esperarías un momento?

—Seguro—el auror asintió, sin cambiar su expresión.

Mientras Hermione salía, alcanzó a oír la voz de Moody, impartiendo órdenes.

—Necesito a alguien que vaya a reunirse con Kingsley para ver si Jugson y Mulciber dejaron alguna pista, y además…—no alcanzó a escuchar más.

Vio una puerta abierta al fondo del corredor; nunca había estado en esa parte de la casa. Al cruzar el umbral, se encontró en una habitación pequeña, llena de objetos lanzados aquí y allá. Harry estaba sentado en un taburete frente a una ventana polvorienta. Dudaba de que pudiera ver algo a través de ella.

—Harry…—lo llamó con voz tenue.

—¿No te has ido aún?—no giró a mirarla.

—Quería hablar contigo un momento antes de irme—le dijo ella, acercándose—Harry, ¿qué fue eso?

—¿Eso? ¿Te refieres a ese tipo que cree saberlo todo? ¿Quién es para hablar como si fuera más capaz que nosotros?—le increpó, sin dejar su postura.

—Kim es una buena persona, no creo que piense eso. Sólo hace lo que cree es mejor, no te lo tomes como algo personal—comentó ella con tono conciliador.

—Él lo hace personal, ¿no lo ves?—la miró por primera vez, y parecía muy dolido.

—¿No ver qué?—ella continuaba sin entender.

—¡Tú le gustas!—el joven habló como si estuviera haciendo una tremenda acusación.

Hermione lo miró boquiabierta, sin estar segura de haber oído bien.

—¿Le gusto? ¿A Kim? Estás equivocado—la chica lo miró, incrédula.

—¡No lo estoy! ¿No te has dado cuenta de cómo te mira?—Harry se puso de pie sin preocuparse en bajar la voz.

—Harry, no tienes que gritar, ¿quieres que los demás te oigan?—Hermione se apuró a cerrar la puerta—Mira, no sé de dónde has sacado eso, pero es una tontería. Kim jamás me ha mirado como tú dices.

—Tampoco me había dado cuenta hasta ahora, pero lo hace. Eres la única con la que habla como si fueran amigos, y siempre está viendo lo que haces, ¿qué más pruebas quieres?—el muchacho se acercó a la joven.

—Eso es tan ridículo—ella se cruzó de brazos, mirando a Harry—Actúas como un tonto.

—¡Vaya! Gracias por eso; es bueno saber lo que piensas de mí—el chico le respondió con sarcasmo.

—Sabes lo que quise decir—se apresuró ella a aclarar.

—Sí, creo que me hago una idea—el muchacho giró a ver por la ventana nuevamente.

Hermione suspiró, y se pasó una mano por el cabello. Tras dudar un segundo, se acercó al chico, y apoyó la espalda en el alféizar de la ventana, para mirarlo de frente.

—Estás celoso—comentó con una débil sonrisa.

Harry la vio de vuelta, sin cambiar su mal talante.

—No es gracioso—se defendió.

—En realidad si lo es; sólo un poco—replicó la joven con dulzura.

El muchacho inhaló con fuerza, y extendió una mano para tomar la suya.

—Sólo un poco, ¿eh?—comentó, jugando con sus dedos—Tal vez sea tonto, pero sé lo que digo; le gustas a ese tipo.

—No dije que fueras tonto, sino que estabas actuando como uno—lo corrigió ella de inmediato—E insisto en que estás equivocado, en serio.

Harry cabeceó, no muy convencido, pero sin más que decir al respecto. Sólo tenía el extraño comentario de Travis, y su propia paranoia para haber llegado a esa conclusión. Sin embargo, algo dentro de sí le decía que no estaba errado, y era una horrible sensación pensar que alguien más podría estar interesado en Hermione; alguien que pasaba tanto tiempo con ella, y parecía agradarle.

En un impulso, sin detenerse a pensar, tomó el rostro de la chica entre las manos, y la besó como nunca lo había hecho hasta entonces. Ella pareció sorprendida al principio, pero no pasó mucho antes de que enlazara los brazos tras su cuello, y se acercara más a él.

Parecía como si de ese modo, bebiendo el aliento del otro, quisieran decirse todo lo que sentían, y al mismo tiempo, olvidar lo que les rodeaba.

Harry enredó las manos en la espalda de la chica, escurriéndose en el borde de su blusa, sintiendo la piel caliente que se erizaba al roce de sus dedos, atrayéndola tanto hacia sí que no quedaba un milímetro de espacio entre ellos.

Hubieran continuado así, si de pronto una pequeña luz de advertencia no se colaba en los sentidos de Hermione.

Como si le costara un gran esfuerzo, rompió el contacto, y se alejó unos pasos de Harry, mirando al suelo y arreglando su ropa con torpeza.

—Harry, yo…—balbuceó con voz entrecortada.

—Lo siento, no quise…—el muchacho sacudió la cabeza, intentado aclarar sus pensamientos.

—No, no es eso. Bueno, si—la chica retrocedió aún más—Quiero decir que olvidé decirte algo muy importante. Con todo lo que nos contaron al llegar, y luego esto, yo… Oh, por Merlín, ¿cómo pude olvidarlo? Soy horrible.

Harry la miró, confundido por su actitud. ¿Qué había pasado para que se pusiera así? No quería mirarlo, y parecía querer salir corriendo. Sin darle tiempo a preguntar, empezó a hablar tan rápido que apenas si pudo comprender lo que decía.

—Ginny está en la casa, llegó hace unas horas. Estuvo preguntándome acerca de ti; si ocurría algo malo. Hubiera querido decirle algo, pero no pude, lo siento. La dejé allí, dijo que esperaría, pero eso fue hace mucho, dudo que aún la encuentres. Creo que de cualquier modo deberías ir, no es correcto hacerle algo así—la joven se atropellaba con sus palabras.

—Hermione…—apenas procesó lo que le dijo, intentó acercarse, pero ella se pegó a la puerta, sosteniendo la manija.

—Ella está muy preocupada, Harry, no sabe qué pensar, y creyó que podía confiar en mí—expresó con una mueca triste—Si supiera que estaba besando a su novio en vez de darle el mensaje…

—No tienes que hablar así—Harry hizo otro acercamiento frustrado.

—Es la verdad, lo sabes—replicó ella con cierta fiereza—Sólo…habla con ella, Harry. Yo debo ir con Kim a la mansión Malfoy, he tardado demasiado.

Sin darle tiempo a contestar, dio media vuelta, y abriendo la puerta con rapidez, se escurrió fuera de la habitación.

Harry dio un profundo suspiro, y masajeando sus sienes, salió también del lugar, pero no fue al salón a despedirse de nadie, ni a ver a Hermione partir con el auror, sino que se dirigió directamente a la puerta principal. Con un rápido movimiento, una vez fuera de la casa, desapareció.

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Con un poco de suerte, Kim y Hermione lograron burlar a los aurores que custodiaban la mansión Malfoy. En realidad, de haberlos visto, hubieran podido dar una buena explicación para su presencia a esas horas, pero lo mejor era pasar tan desapercibidos como fuera posible.

Lo mismo que la última vez que estuvieron allí, buscaron un lugar cercano a dónde se encontraba la entrada a las cocinas, y esperaron a que alguno de los elfos notara su presencia para anunciarlos a Draco. Ir y tocar la puerta no hubiera sido una buena idea, eso ya lo tenían muy claro.

—No tenemos mucho tiempo. Si no aparece alguien en unos minutos, tendremos que acercarnos más—indicó el auror, con la vista fija en la casa.

Al no obtener respuesta, miró sobre su hombro a la chica, que parecía distraída en sus pensamientos.

—¿Hermione?—llamó, alzando ligeramente la voz.

—¿Qué ocurre?—al salir bruscamente de su ensoñación, lo miró confundida.

—Decía que si no vienen a recibirnos, deberemos acercarnos—repitió Kim—¿Segura de que estás bien? Porque podría ir solo si es necesario; tal vez prefieras volver a casa.

La joven negó muy enfática, respirando profundo para poder concentrarse.

—No será necesario, de verdad. Estoy bien, ya te lo he dicho—fue un poco más brusca de lo que hubiera deseado, pero se encontraba muy alterada.

—De acuerdo—Kim no insistió, y volvió la vista al frente.

Hermione iba a pedir disculpas por su exabrupto, pero antes de poder acercarse, una pequeña criatura llegó trotando hasta ellos.

—El amo dice que pueden pasar, pero que estas no son horas para llegar a una casa sin haber sido invitados—el elfo repitió las indicaciones de su amo con cierto embarazo.

No le contestaron, ya que él no tenía la culpa de los malos modales de Draco, por lo que sólo permitieron que les abriera la marcha hasta el camino que ya conocían bien. En este momento, tal vez por ser ya tan tarde, no habían más criaturas afanándose en la cocina, y apenas unas antorchas les iluminaban al andar.

Esta vez, no los guió hasta el salón en el que hablaron con Draco y su madre, sino a la biblioteca. Una vez allí, les hizo un gesto para que entraran, y cerró la puerta.

Draco los esperaba, de pie al lado de un estante lleno de libros. Se veía más pálido que de costumbre, y tenía una expresión entre desdeñosa y preocupada que no escapó a sus visitantes.

—Más les vale que sea algo muy grave para que hayan venido a esta hora, y sin avisar—les dijo de golpe, sin pensar siquiera en saludar.

—Rowle escapó esta tarde, gracias a Theodore Nott, que se batió en duelo con uno de los nuestros, huyendo también. Algo más tarde, Jugson y Mulciber hicieron otro tanto, hiriendo a un auror del Ministerio; ahora mismo deben de estar reunidos con los Nott. Creemos que ha pasado a otra etapa de su plan; ahora quiere a los brujos que lo acompañarán en el ritual a su lado—Kim habló con voz fría y segura, esperando la reacción del muchacho.

Esta no se hizo esperar, porque Draco se puso más pálido aún, adquiriendo una tonalidad grisácea, y pasándose una mano temblorosa por el cabello. ¿Nott se los llevaba? ¿A dónde?

—Vendrá por mí—afirmó, más que preguntó.

—Eso creemos, pero no hay forma de saber cuándo será eso. Mientras tanto, necesitamos tu ayuda para saber quiénes pueden ser los otros magos a los que piensa reclutar—fue Hermione quien contestó, con más suavidad, y un suave tono de lástima. Le apenaba ver al siempre seguro Malfoy en ese estado.

Él la miró con fijeza, como si su manera de hablar lo hubiera ofendido gravemente.

—No me hables con ese tonito de compasión, Granger, no lo necesito—le espetó, recuperando su semblante altivo.

—No se trata de compasión, Malfoy, sólo pretendo ser educada. Ya, olvídalo, no sé para qué me molesto—Hermione no creía poder soportar las groserías del rubio, no en este momento.

Kim llamó su atención al dar unos cuantos pasos al frente, sin hacer comentario alguno por el intercambio de palabras, pero viendo a Malfoy con severidad.

—Vamos a contarte todo lo que hemos podido averiguar hasta ahora, confiando en que serás discreto, y podrá servir para que recuerdes cualquier cosa que pueda habérsete olvidado, y nos sea de utilidad, ¿comprendes?—le dijo, para luego agregar con un leve tono amenazante, tan suave que fue aún más inquietante—Te advierto, ya que estamos siendo claros, que puedo usar la legilimancia sin problemas, así que sabré si en algún momento cruza por tu mente la idea de traicionarnos. He oído que sabes algo de oclumancia, pero ten por seguro que mis conocimientos son mayores.

Hermione lo miró con sorpresa, no tenía idea de que Kim pudiera usar legilimancia, jamás lo había mencionado en sus conversaciones. Aunque bien pensado, debería haberlo adivinado por el modo en que acostumbraba mirar a las personas, con tanta fijeza, como si quisiera saber siempre lo que estaban pensando.

Draco, por su parte, le dirigió otra mirada de desdén, ofendido por su advertencia. Sin embargo, no pudo evitar el desagrado que le causaba saber que ese hombre podría esculcar entre sus pensamientos con libertad; era algo que siempre le hacía sentir vulnerable. Si su mejor cualidad era el poder esconder sus emociones, como le gustaba pensar, ¿qué podía hacer con alguien que no tenía problemas para saber lo que pensaba tan sólo con mirarlo?

El auror, sin esperar más, empezó a contarle al muchacho absolutamente todo lo que sabían. Se cuidó bien de ocultar tanto su identidad como la de sus compañeros, y no mencionó a Alastor tampoco, pero todo lo demás se lo dijo sin dudar. Le habló de sus primeras sospechas, el cómo llegaron a descubrir que era Nott quien estaba detrás de lo que ocurría, lo que habían logrado averiguar de los secuestrados, repitió la hipótesis de Hermione respecto a la importancia del status de sangre en el ritual, y la historia completa de Holda una vez más. Procuró ser tan claro como le era posible, para que Draco se hiciera una idea completa de la situación, y así lograra iluminar su mente para pensar en algo que pudiera ayudarles.

Una vez que hubo terminado de hablar, dejó que el muchacho procesara toda la información que acababa de recibir. En tanto él daba vueltas por la habitación, con el ceño fruncido y la mirada perdida, miró a Hermione con discreción, preocupado por su silencio.

Ella, en realidad, pensaba en Harry y su última conversación. Se preguntaba inquieta si ahora mismo estaría con Ginny, y lo que le habría dicho. Por una parte, temía que hubiera hablado con ella; sólo de imaginar en la reacción de su amiga, sentía deseos de llorar. Pero si él no había dicho nada, ¿entonces qué? ¿Significaba eso que ella en realidad no le importaba? No, por supuesto, que no. Jamás la habría besado así si no sintiera algo especial por ella.

Esta vez fue la voz de Draco la que llamó su atención a lo que pasaba a su alrededor.

—Para completar a los doce, necesita a cuatro más; si me está incluyendo, por supuesto—dijo, como si hablara consigo mismo.

—Eso es lo que pensamos—acordó el auror.

—¿Quiénes podrían ser los otros cuatro? No lo sé, pero no tiene mucho de donde escoger. La mayoría de los mortífagos están muertos o encerrados en Azkabán—una sombra pasó por su semblante al pensar en su padre, pero sacudió la cabeza para desechar esas ideas— ¿Han sabido algo de Callahan?

—¿Callahan? —repitió Kim con una mirada interrogante.

—Es un mortífago que escapó de la batalla en Hogwarts. Creo que no se le ha escuchado nombrar más—indicó Hermione, tras hacer memoria.

—Callahan es un cobarde, pero uno convenido. Si le ofrecen algo, y cree que hay posibilidades de salir ganando, allí estará. Recuerdo que era amigo del padre de Theodore; él sería una buena opción—explicó el rubio, sin dejar de andar en círculos—Yaxley también se ha mantenido en las sombras por lo que escuché. También está Rookwood; otro desaparecido. No puedo pensar en nadie más ahora.

—Rookwood fue un espía de Voldemort en el Departamento de Misterios; cuando lo atraparon, lo enviaron a Azkabán, pero escapó—le informó la chica al auror con rapidez.

—Como dije, Theodore no tiene muchas opciones, así que esos tres podrían darse por seguros, especialmente porque nadie ha sabido nada de ellos—Draco se encogió de hombros—Ustedes tendrán que averiguar si eso es correcto o no.

Kim asintió, pensativo, sin dejar de mirar al muchacho, como sondeando su mente.

—Dime, Draco—habló de pronto, llamándolo por su nombre de pila por primera vez— ¿Hace cuánto que no puedes dormir bien?

El muchacho levantó la vista, sorprendido por la pregunta, mientras que Hermione lo observó con más cuidado. Comprendía el comentario de Kim; Malfoy se veía aún más demacrado de lo que notó a simple vista.

—¿Estás usando legilimancia para espiar en mis hábitos de sueño? Ustedes si que saben cómo explotar sus habilidades—bufó el muchacho con sarcasmo.

—Malfoy, ¿tu madre está bien?—Hermione hizo la pregunta con toda la delicadeza de la que era capaz.

Él la miró con ira, como pillado en alguna falta.

—¿Tú también, Granger? ¿Qué pasó con la decencia Gryffindor?—le espetó.

—Yo no sé usar legilimancia, Malfoy, pero tengo padres. No debes preocuparte por tu madre, estará bien—ella ignoró su brusquedad.

Draco no le contestó, pero bajó ligeramente el mentón, y se mordió la lengua para no replicar con algún comentario ofensivo, como el porqué se atrevía a comparar a su madre con un par de muggles.

—Hermione tiene razón, tu madre estará a salvo—intervino Kim—Nos iremos ahora, y empezaremos a indagar acerca de estos nombres que nos has dado.

—Eso estaría bien, porque hasta ahora no han hecho nada. Nott les lleva la delantera—acotó el muchacho, sin poder contenerse.

Ninguno le contestó, dejando pasar su comentario.

—Sé que resultará difícil que puedas acercarte a Hermione, con las vacaciones de la Academia, pero si recuerdas algo, cualquier cosa, algún otro nombre que pueda servir, envíale una nota, y estaremos aquí de inmediato—le pidió el auror.

—Y si ocurre algo con tu madre, también puedes decírnoslo—acotó Hermione, intentando no sonar compasiva.

Draco cabeceó en señal afirmativa, sin mirarlos de frente. Ellos, sin decir más, salieron de la biblioteca, para encontrarse con el pequeño elfo al otro lado de la puerta. Con gestos nerviosos los guió fuera de la casa, y se despidió con una sonrisa tímida.

Unos pasos más adelante, antes de desaparecer, Kim se volvió a la joven.

—Nunca he usado legilimancia con ninguno de ustedes, mucho menos contigo, no te preocupes—le dijo.

—Nunca lo pensé—se apresuró a replicar ella.

—Está bien si lo hiciste, es lógico—negó el auror, sin perder la calma—Creo que es una falta de respeto hurgar en la mente de tus compañeros, y aún más si te agradan, por supuesto.

Hermione asintió, agradecida por sus palabras.

—Gracias, Kim, eres una buena persona—sonrió con amabilidad.

El auror hizo un gesto, entre sonriente y burlón, no muy común en él, pero sin hacer más comentarios al respecto.

—¿Irás al Cuartel o prefieres volver a tu casa? Es tarde ya, deberías dormir un poco—mencionó al cabo de un momento.

Hermione no lo pensó mucho antes de responder.

—Vamos al Cuartel, tal vez pueda ayudar allí; seguro que Ron también se ha quedado—indicó apurada.

—De acuerdo—Kim la escrutó con la mirada—¿Harry también estará allí?

No recibió una repuesta, por lo que no insistió, y con un gesto, la invitó a desaparecer primero.

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Cuando Harry llegó a la Casa de Grimmauld Place, no estaba seguro de que fuera a encontrar a Ginny allí. Después de todo, si como Hermione le dijera, habían pasado ya varias horas desde que la dejara esperando, podría haber decidido regresar a casa.

Se preguntaba si sería buena idea ir a la Madriguera a esas horas, y especialmente para tratar un asunto tan complicado, cuando Kreacher apareció en el recibidor.

—Buenas noches, amo, creí que no volvería hoy. ¿No vienen con usted sus amigos?—preguntó, luego de hacer una profunda reverencia.

—Tal vez regresen más tarde—contestó, esquivo—Kreacher, me dijeron que alguien estuvo aquí buscándome, ¿sabes si…?

—Sí, amo, por eso vine a avisarle—lo interrumpió el elfo—La señorita hermana del joven pelirrojo está en el salón, y le pidió a Kreacher que le dijera en cuanto llegara que lo espera en el salón.

Harry suspiró, con expresión abatida, pero se repuso rápido, enderezando los hombros, y hablando con decisión.

—Gracias, Kreacher. ¿Podrías, por favor, dejarnos a solas? Necesito hablar con ella, y no quiero que nos interrumpan—ordenó amable.

—Sí, amo, Kreacher se encarga—asintió la criatura, sacudiendo sus enormes orejas.

El muchacho se dirigió al salón, y una vez dentro, cerró la puerta tras de sí.

No le sorprendió ver a Ginny recostada en uno de los sillones, profundamente dormida. Sonrió con una mueca torcida al reconocer en ese gesto la terquedad de los Weasley; seguro que aunque tuviera mucho sueño, no iba a irse hasta hablar con él.

Se quedó un momento mirándola, intentando recordar cuándo empezó a dejar de sentir por ella lo que en algún momento le pareció tan seguro.

La veía tan bonita como siempre, pero no despertó ningún sentimiento más allá del cariño en él; y en cierta medida le apenó, porque ahora comprendía que en realidad, lo que le inspiraba era ese apego fraterno que sentía por Ron, y el resto de sus hermanos. ¿Debió ser muy tonto para confundir la amistad con el amor? Tal vez, pero si era sincero consigo mismo, y sin ánimos de excusarse, jamás tuvo experiencia como para comparar.

Suspiró de nuevo, y acercándose, se puso de cuclillas a su lado, zarandeando su hombro con suavidad.

—Ginny—la llamó.

La pelirroja abrió los ojos con dificultad, enfocando para ver mejor a quien tenía delante, y ahogó un bostezo.

—¿Harry?—preguntó confundida, para luego sacudir la cabeza con decisión, y colgarse de su cuello—¡Harry! Lamento haberme dormido, pensé que no llegarías.

Harry correspondió el saludo, pero la alejó con rapidez, sin querer ser muy brusco.

—No esperaba encontrarte aún aquí, es muy tarde, ¿no se preocuparán tus padres?—le preguntó, sentándose a su lado.

—Les envié una lechuza explicándoles que tardaría, y que si se me hacía muy tarde , me quedaría a dormir—indicó, para luego agregar con rapidez—No te preocupes, no van a pensar mal con Ron y Hermione aquí también.

El muchacho cabeceó en señal de comprensión, y juntó las manos sobre sus rodillas.

—Te he extrañado, ¿sabes? No respondiste mis últimas cartas, pensé que algo malo estaba pasando—comentó la chica, cortando el silencio.

—La verdad es que si han pasado muchas cosas, pero nada grave—mintió, pensando que mencionar lo de Nott y La Noche de Walpurgis no era una buena idea.

—Lo mismo dijo Hermione—replicó Ginny.

—Y tiene razón—asintió él.

Otro momento de silencio se instaló entre ellos, roto apenas por el sonido del péndulo del reloj.

—¿Porqué no me besas?—preguntó la chica de golpe.

Harry la miró fijamente, sin contestar.

—Harry, sólo di lo que tengas que decir, ¿quieres?—esta vez Ginny fue algo más ruda al hablar.

—Lo lamento, no es mi intención herirte—empezó él—No tengo idea de cómo hacer esto.

—¿Terminar con una chica? No es tan difícil, sólo tienes que decirlo—la joven habló con amargura, para luego levantarse y mirarlo de frente—Harry, tú no eres esa clase de chico, necesito que me digas lo que realmente ha pasado.

—Es tan complicado—replicó Harry.

Ginny intentó calmarse, y cambiar su actitud acusadora por una más agradable.

—¿Es algo relacionado con este misterio del que habló Hermione? ¿Quieres separarte de mí para protegerme otra vez? Sabes que eso no es necesario, Harry, te lo he dicho—explicó con tono suave y conciliador.

Harry negó, pasándose una mano por el cabello ya alborotado. Esto iba a ser más difícil de lo que había pensado.

—No se trata de eso, Ginny—la corrigió de inmediato—Por supuesto que me preocupa lo que te pase, pero…

La chica lo miró, insegura de cómo actuar. ¿Había estado en lo cierto, entonces? ¿Harry ya no la quería?

No podía ser, no de este modo.

—Harry, tal vez piensas que las cosas no están bien porque he estado muy lejos, pero en las vacaciones pasaremos más tiempo juntos, y te darás cuenta de que todo es como antes—le dijo, volviendo a sentarse a su lado, y esforzándose por hablar con naturalidad.

—Ginny, no es tan fácil. No tiene nada que ver con el que estés aquí o no, es algo más—replicó el muchacho.

Ella frunció el ceño, y cerró las manos en puños, temerosa de preguntar lo que deseaba desde un primer momento, pero sabiendo que no había otra salida.

—¿Has conocido a alguna otra chica?—allí estaba.

El muchacho dejó de mirar sus manos sobre las rodillas, y levantó la cabeza, viendo a la chica con un poco de lástima.

—¿Es eso?—le dolía oír su voz quebrada.

—Ginny, lo siento—se disculpó, intentando tomar una de sus manos para reconfortarla, pero ella deshizo el agarre de un tirón, y se levantó nuevamente.

—Nunca creí que fueras esa clase de persona, Harry, jamás. Sólo me fui unos meses, conociste a alguna chica bonita en la Academia, ¿y ya? No puedo creerlo—cada gesto de dolor lo hacía sentir peor.

—¡No es así! Ginny, no sé muy bien cómo explicarlo, quisiera poder, lo juro, pero no se trata de algo que esperara—intentó explicarse—No me di cuenta en qué momento ocurrió, pero no quiero engañarte, no lo mereces.

—Pero si merezco que me dejes de un momento a otro sólo porque conociste a una chica linda, ¿verdad? ¿Eso está bien?—ella lucía muy ofendida y triste—En Hogwarts también hay chicos guapos, ¿sabes? Y algunos parecen interesados en mí, pero nunca les haría caso, porque es a ti a quien quiero.

La última frase llegó acompañada de un sollozo que impulsó al muchacho a ponerse también de pie, dividido entre consolarla e insistir para dejar las cosas en claro.

—Sé que no es fácil de entender; no imagino cómo me sentiría si las cosas fueran al revés. Pero necesito que comprendas algo, y es que no se trata sólo de una chica a la que conocí, como pareces pensar, sino de alguien que me importa, y mucho—a Harry le costó hablar con tanta firmeza, pero creyó que sería lo mejor.

Ginny secó las lágrimas que habían empezado a caer con un ademán furioso.

—Alguien que te importa mucho—repitió con amargura, alzando la voz—¡Eres un tonto, Harry! No puedes dejar de querer a una persona, y luego interesarte por otra, así como así, por muy linda que sea.

—¡Deja de decir eso como si fuera lo único importante! ¿Linda? ¿Crees que pasaría por todo esto si se tratara de alguien que es sólo linda?—él también había empezado a alzar la voz sin darse cuenta de ello.

—¿Entonces la quieres? ¿Vas a decir que te enamoraste de la noche a la mañana?—Ginny lo observó sin disimular la burla en su voz.

Harry no respondió, la pregunta lo tomó desprevenido. Por un momento, su mente se puso en blanco, y luego empezó a funcionar a toda velocidad.

¿Enamorado de Hermione? ¿Era eso lo que sentía? Todas las emociones de los últimos meses empezaron a martillar su cerebro, y a agitar su corazón, como si hubiera caído en un remolino.

Ginny malinterpretó su silencio, y la confusión que vio en su semblante, porque empezó a reír sin rastro de alegría.

—¿Ni siquiera sabes lo que sientes?—lo miró incrédula.

Harry sacudió la cabeza, indignado en gran medida por lo que le pareció una burla a algo que para él era tan importante.

—¡Por supuesto que lo sé!—replicó sin bajar la voz.

—¡No es verdad! Si fuera así, no dudarías—lo contradijo ella—Lo que ocurre, Harry, es que sólo te deslumbró una cara bonita, y no tienes idea de lo que sientes por esa chica.

—¡Si que lo sé!—insistió el muchacho, con la paciencia agotada.

—¿Ah, sí? ¿Y qué sientes?—lo desafió la muchacha con el mentón alzado—¡Vamos, dilo de una vez!

—¡La amo!—la confesión cayó como una bomba en el salón, sumiéndolo de pronto en el silencio.

Ginny se tapó la boca con ambas manos, asombrada por lo que acababa de oír, mientras que Harry se dejó caer sobre el sillón, mareado de una extraña forma.

Sin poder soportar la tensión un segundo más, la pelirroja corrió hasta la puerta, y salió al recibidor, donde se paró de golpe, mirando a la entrada con ojos vidriosos.

Hermione y Ron acababan de cruzar la puerta, cuando oyeron los gritos provenientes del salón. No tardaron mucho en reconocer a los dueños de las voces, e intercambiaron una mirada. El muchacho no ocultó su furia, mientras los ojos de ella se llenaban de angustia.

Pero ambos exhibieron las mismas muecas de incredulidad al oír las últimas frases, sin atinar a moverse.

En cuanto Ginny los vio, dirigió una mirada acusadora a Hermione, sin dejar de llorar.

—¡Tú lo sabías! ¿Cómo pudiste?—le gritó, antes de salir con paso veloz a la calle.

Ron miró de su amiga, a la puerta por la que acababa de desaparecer su hermana menor, y con un bufido de frustración, siguió a la segunda.

Hermione, estática aún, pestañeaba para hacer funcionar sus sentidos.

Cuando Harry salió del salón, ya más calmado, la encontró en el mismo lugar, y no le costó mucho comprender parte de lo que había ocurrido.

—No puedo hablar ahora—la movilidad volvió al cuerpo de la chica como por encanto, y subió las escaleras en un parpadeo.

Harry puso un pie en el primer escalón, pensando en seguirla, pero comprendió que no podrían hablar en este momento, así que optó por respetar su pedido, y con paso cansado, se dirigió a las cocinas.