lunes, 13 de junio de 2011

DESTINO: CAPITULO 25






Disclaimer: Todos los lugares y personajes conocidos pertenecen a J. K. Rowling.


El miedo puede ser la emoción más asfixiante de todas, especialmente si no sabes cómo enfrentarlo, y la desesperación te ciega hasta el punto de no saber cuál es el paso correcto a dar.

Eso era exactamente lo que Harry sentía mientras permanecía con la mirada perdida, ignorando las voces que retumbaban a su alrededor, oyendo a medias todas las palabras que se mezclaban, y captando apenas lo que significaban.

Lo único que pasaba por su mente, una y otra vez, eran los acontecimientos de las últimas horas, que para él bien pudieron haber sido siglos.

La carrera a la casa de los Malfoy, con Ron pisándole los talones, solo presagiaba lo peor; todo parecía indicar que Nott consiguió deshacerse de los aurores que custodiaban la Mansión, y hasta hechizar a uno de ellos para que se encargara de distraerlos.

Esperaba encontrar algún signo de ataque, hasta cruzó por su mente la idea de que Nott hubiera cumplido su amenaza de ir tras la madre de Malfoy para convencerlo de que se uniera a ellos; pero le sorprendió ver a su llegada todo en aparente orden, y tras esquivar a un par de elfos que deambulaban por el lugar, asustados, logró abrirse camino a la biblioteca, y lo que vio allí lo dejó pasmado.

Draco estaba semiinconsciente sobre la alfombra, haciendo el amago de levantar apenas la cabeza, y un hilillo de sangre descendía por su barbilla.

Apenas tuvo tiempo de acercarse cuando sintió los pasos de Ron, que se puso a su altura, e intercambiaron una mirada escéptica; ¿qué rayos había pasado allí?

Harry no esperó a que Malfoy recuperara del todo el conocimiento, sino que usó un Enervate para ayudarle a reaccionar, ansioso por respuestas.

En circunstancias normales, Ron se hubiera burlado por la cara de espanto que exhibió el muchacho en cuanto pareció despejar su mente del todo, pero en esta ocasión algo le dijo que las bromas estaban completamente de más.

—Malfoy, ¿qué pasó? Nott estuvo aquí, ¿verdad?—Harry llamó su atención, pero el muchacho lo ignoró.

—¡Malfoy, habla! Tenemos un auror hechizado y vaya Merlín a saber qué hicieron con el otro—Ron lo apremió también sin obtener respuesta.

Harry suspiró, perdiendo la paciencia, y lo tomó del hombro para sacudirlo sin ceremonias.

—¡Malfoy! Si no empiezas a hablar…

—Mi madre…—el rubio contestó con voz lúgubre—Se llevó a mi madre, Potter.

Esa revelación, dicha tras un momento de duda, fue la primera de las que se sucedieron en el transcurso de la noche.

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Su reacción natural, luego de la sorpresa, fue intentar que Malfoy les contara exactamente lo ocurrido, pero este se encontraba demasiado afectado, y se negó a decir nada que pudiera serles de utilidad. Una vez que recuperó el aplomo, se dedicó a insultarlos y recordarles el trato que habían acordado, según el cual no permitirían que su madre resultara lastimada. De nada sirvió que Harry se armara de paciencia para explicarle que ellos no habían tenido nada que ver con eso, y que fueron engañados, el muchacho parecía haber perdido el poco control que le quedaba, y Ron estuvo a punto de hechizarlo para que dejara de maldecirlos, cuando la llegada de Laria a toda prisa los interrumpió.

—¿Qué está pasando? ¿Por qué hay un auror desmayado en el bosque? ¿Dónde está el encargado de la entrada? No debería haber podido entrar a la casa con esta facilidad…

La bruja guardó silencio al ver la escena que se desarrollaba ante sus ojos, y con una mirada rápida pareció analizar toda la situación. Su expresión lúgubre dio paso a la frialdad habitual, y con movimientos decididos se acercó.

—¿Qué ha pasado? Rápido, hablen.

Ron empezó a explicarle lo ocurrido, pero se enredaba con las palabras, ya que estaba aún muy confuso, por lo que Harry le ayudó, aportando lo que sabía.

Laria escuchó sin alterarse, a lo mucho frunció el ceño con extrañeza al oír de la irrupción de Nott en la Mansión, y dirigió la mirada a Draco, que la veía con desconfianza. Respiró profundamente, apretando los labios, para dejar paso luego a una expresión decidida.

—Nos vamos.

—¿A dónde?—Ron la miró sin entender.

—Fuera de aquí, este lugar no es seguro, Nott puede volver, y mientras este niño no hable claro no sabremos a qué atenernos. Ya se encargará Kim de sacarle todo lo que sabe.

—¿A quién llamas niño, extraña? —Draco reaccionó como pinchado por un resorte, sacado por un momento de su ostracismo—¿Quién crees que eres? Puedes ordenarle a estos dos, pero no a mí.

Por un segundo, Harry creyó vislumbrar un rayo de ira en los ojos de Laria, pero la ilusión no duró mucho, especialmente porque ella caminó unos pasos hasta llegar a Malfoy, dándole la espalda. El joven, que se había incorporado ya, y se mantenía apoyado sobre el escritorio, la miró de vuelta con la barbilla alzada.

—Eres el único niño que veo aquí, llorando por mami, pero sin hacer nada, ¿de qué otro modo podría llamarte? Y no soy nadie para darle órdenes a ellos, es verdad—señaló a Harry y Ron muy alterada—, pero alguien tiene que empezar a actuar, ya que al parecer están demasiado impresionados por tu rabieta.

La bruja escupía cada palabra sin ocultar su desprecio, e ignorando la expresión ultrajada de Draco. Es más, dirigió la mirada hacia Harry, y le habló con más gentileza de la acostumbrada.

—Iríamos a tu casa, pero no es lo suficiente segura, me temo; el Cuartel es la mejor opción, tenemos que reunirnos ahora—hizo hincapié en la última palabra—Weasley puede ir por Hermione, necesito que me ayudes a llevar a Malfoy.

—No iré a ningún lugar con ustedes—Draco se irguió, respirando agitado por la ira.

—¡Por supuesto que vendrás! Quieras o no, y créeme, te conviene venir por las buenas, porque no estoy de humor para cargar con un fardo, que es como terminarás si sigues comportándote así—lo vio de reojo—No bromeo, niño, no quieres verme enojada.

—No, no quieres—a Ron se le escapó la frase, ganándose una mirada airada de la auror.

—Bien, Potter, encárgate de vendar a Malfoy, y no te atrevas a quejarte, niño, no tenemos tiempo para esto; si quieres salvar a tu madre es lo único que podrás hacer—empezó a dar órdenes—Tú, Weasley, ve por Granger, y nos vemos en el Cuartel; espero que Travis y Kim hayan vuelto de su viaje.

Harry y Ron intercambiaron una mirada de entendimiento; si Laria quería tomar el control, ellos no lo iban a discutir ahora, había muchas cosas por las que preocuparse.

De modo que el pelirrojo se encogió de hombros, y sin decir nada, dejó el lugar.
Laria, en tanto, se había acercado a Harry para darle una venda que había hecho aparecer en su mano con un pase de la varita.

—Venda a Malfoy, tiene un hechizo, no podrá quitársela hasta que lleguemos; esto no me gusta nada—suspiró.

Harry asintió y le hizo un gesto a Draco, como dándole a entender que si no hacía lo que la bruja decía, ella en persona se encargaría de él. El chico pareció comprender perfectamente la amenaza, y aunque se sentía aún nervioso y ofendido, se dijo que ir con ellos no podría ser peor que quedarse allí sin hacer nada. Y después de todo, esa loca histérica, como había decidido llamar a Laria, tenía razón en algo; debía salvar a su madre.

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Ron esperó a estar fuera de la Mansión para desaparecer, aunque luego se dijo que fue una decisión un poco tonta; después de todo, si Nott había logrado entrar con tanta facilidad, lo mismo debía ocurrir si alguien deseaba salir, pero una vez en las afueras del lugar no le pareció tan mala idea; algo de aire puro le resultaba muy necesario.

Apareció frente a Grimmauld Place e hizo una mueca extraña al ver la casa en la que había pasado tantos momentos, cuando las cosas aún no se habían complicado hasta el punto en que no sabía a quién debía sus lealtades, o cuál era el mejor camino a seguir.

Su amistad con Harry estaba en la cuerda floja, y no habían mayores muestras de que se pudiera arreglar; después de todo, por mucho que apreciara a Harry y Hermione, no podría nunca darle la espalda a su familia.

La voz de Luna se coló en sus pensamientos, recordándole esa frase dicha en Navidad; que ellos también eran su familia. Y lo pensó, cierto, pero nunca hubiera podido siquiera imaginar que se encontrarían en semejante situación. Si decidían continuar juntos, sus padres y hermanos no los perdonarían, especialmente Ginny; era la que más había sufrido por todo ese asunto, y él no estaba dispuesto a decirle que simplemente lo olvidara.

Odiaba ese horrible enredo, ¿qué no eran sus vidas ya lo bastante complicadas?
Rodó los ojos, bloqueando todos esos sentimientos hasta que lograran resolver el asunto de Holda y los Nott. Ya vería luego qué hacer, quizá alguna solución se presentara en el momento menos pensado, cosas más raras le habían pasado.

Hermione debía de estar leyendo o algo así, porque no contestó a sus llamados a la puerta, y no encontró una forma de entrar por el frente, ya que estaba asegurado, y él había dejado su llave al marcharse. Pensó en enviar a su Patronus a avisarle, pero eso hubiera sido muy infantil; Hermione no tenía más culpa que Harry y hablaba con él, aunque fuera por necesidad.

Se dirigió a la puerta trasera, seguro que Kreacher podría abrirle, siempre y cuando no le reclamara antes por dejar la casa.

Una sensación extraña lo embargó al ver la puerta abierta, y con el pecho oprimido, se pegó a la pared, y sacó la varita, en posición de defensa. Dio unos pasos para entrar, sin bajar el arma, pero tropezó con algo que por poco y lo hace caer.

Aspiró como si tuviera problemas para llevar el aire a sus pulmones, y la cabeza empezó a darle vueltas, pero hizo un esfuerzo por calmarse, despegando la vista del cuerpo inerte del elfo. No era necesario que se acercara a comprobarlo, estaba muerto; podía verlo en sus ojos fijos en la nada, y la expresión de horror.

—Hermione, Hermione—susurró, en cuanto el miedo atenazó su pecho.

Sin pensarlo, entró a la casa dando de gritos, llamando a su amiga, pero no estaba en ningún lugar. Subió los escalones de dos en dos, sin preocuparse de lo que le pudiera salir al encuentro, preocupado tan solo por encontrarla, pero nada, ni rastro de ella.

Se mesó las sienes para calmarse antes de salir corriendo a dar el aviso; tal vez estaba bien, quizá nunca estuvo en la casa. Ahora mismo podría encontrarse en el Cuartel, esperando noticias, e ignorante de lo que había ocurrido.

Sí, era posible, claro que sí, nada podía haberle pasado a ella, se dijo angustiado, y reprimiendo un escalofrío. La imagen de Harry pasó por su mente, como si lo hubiera invocado con la sola idea de que Hermione estuviera en peligro.

Hizo aparecer un lienzo para cubrir a Kreacher, y tras una última mirada de lástima, desapareció de la estancia.

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Cuando Ron llegó al Cuartel de los aurores, fue como entrar en una zona de desastre, en la que todo el mundo hablaba al mismo tiempo de temas distintos, y no podía ni adivinar qué decían; estaba con todos los sentidos puestos en las personas que se encontraban allí, repasando y descartando rostros, esperando ver al que buscaba, pero el nudo en su estómago siguió apretando al no ver a Hermione.

Travis y Kim, en un rincón, y hablando en voz baja con Moody; los tres con rostros lúgubres, como si lo que discutían no les gustara nada.

Laria estaba sentada en el sillón, muy cerca de Malfoy, a quien vigilaba como un halcón, mientras Harry los veía desde su altura, y sacudía la cabeza de un lado a otro, dando la impresión de estar incómodo por lo que fuera que la bruja decía.

Ron no pudo notarlo, porque estaba demasiado enfrascado en sus propios pensamientos, pero tan pronto como entró al salón, todas las miradas se dirigieron a él; algunas con más interés que otras.

Travis le hizo un gesto amistoso, y volvió a su charla, en tanto Kim y Moody lo ignoraron tras mirar un segundo sobre su hombro.

Los tres en el centro de la estancia, en cambio, parecieron más interesados al verlo aparecer. Laria frunció aún más el ceño, si eso era posible, mientras que Draco le dirigió su habitual mirada de desprecio, aunque de haberse encontrado menos angustiado, quizá hubiera detectado cierto alivio en el muchacho; tal vez fuera porque rodeado de extraños, exceptuando a Harry, aún su rostro podía resultar una visión agradable, si bien no iba a reconocerlo.

Pero fue Harry el que se acercó con pasos rápidos hasta él, atisbando tras su hombro, e interrogándolo con la mirada.

—¿Dónde está ella?

Fue solo entonces cuando Ron sintió que el mundo empezó a desmoronarse. Y Harry lo supo.

—Ron, ¿dónde está Hermione?—su tono se elevó lo suficiente para llamar la atención de los otros ocupantes del salón.

Su amigo tragó espeso, y se apoyó contra la pared, con las rodillas temblando.

—No estaba allí, Harry, creí que podría encontrarla con ustedes…—su voz flaqueó al continuar—Kreacher está muerto.

Los demás se acercaron de inmediato, a excepción de Malfoy, que continuó sentado en el sillón, pero sin perder palabra de lo que se decía.

Ron esperaba que Harry le dijera algo, lo interrogara, pero el semblante demudado de su amigo le hizo saber que todo lo que malo que pasaba por su mente, estaba también en la suya, y se encontraba demasiado sobrepasado para decir algo, así que él continuó antes de que los otros empezaran a hacer preguntas al mismo tiempo.

—Fui por Hermione a Grimmauld Place, tal y como acordamos, pero nadie respondió cuando llamé a la puerta principal, así que fui por la trasera—intentó calmarse, instándose a continuar—Estaba abierta, nunca está abierta, Hermione es muy cuidadosa con eso, y Kreacher desconfiado, así que no la dejarían nunca sin el seguro puesto. Pero sentí algo raro, y me acerqué; fue entonces que vi a Kreacher, en el piso, muerto, y corrí dentro de la casa, llamando a Hermione; la busqué por todas partes, lo juro, pero no estaba. Revisé cada esquina y no vi nada fuera de lo normal, ninguna señal de lucha, hasta que he llegado pensé que podría encontrarla aquí…

Mientras su voz se hacía más débil con cada palabra, miraba a Harry, angustiado por lo que pudiera hacer o decir, ignorando el silencio opresor que ocupó el salón. Lo que no esperó fue que su amigo le diera la espalda, y fuera hasta la chimenea, sin dar muestras de mayor emoción.

¿Qué estaba esperando para empezar a gritar?, se preguntó Ron, totalmente desconcertado. Sin embargo, no atinó a acercarse para hablarle, porque tenía ya a los aurores sobre él, lanzando preguntas a diestra y siniestra.

—¿Qué viste exactamente?—el tono sombrío de Kim lo habría espantado de no estarlo ya.

—¿Había una nota? ¿Fuiste a otros lugares?—Laria no se quedó atrás.

—¿Recorriste la casa? ¿No se te ha pasado nada? ¿Estás seguro? Weasley, contesta—Travis lo cogió del brazo y lo sacudió con cierta brusquedad, consiguiendo que el muchacho recobrara su aplomo.

Se deshizo del agarre y retrocedió un par de pasos, enfrentando las miradas preocupadas, e intentando organizar sus ideas.

—Les he dicho todo lo que vi, no hubo rincón en el que no buscara, estoy seguro; y no, no había ninguna nota, ni fui a ningún otro lugar, creí que la encontraría aquí—respondió a todas las interrogantes en una sola frase.

—Entonces no tenemos que pensar lo peor, podría estar en la Academia, de camino hacia aquí, en cualquier lugar…—Travis intentó parecer optimista.

—Y desde luego, el que no esté en su casa como debía y la muerte del elfo son solo una simple coincidencia, nada más—Draco abrió la boca por primera vez desde que llegó a la casa, sin reprimir el sarcasmo, ganándose una mirada indignada del auror.

—El chico tiene razón, Taylor, tuvieron que llevársela—Moody se adelantó con andar pesado, pero sin dar muestras obvias de pena.

—¿Por qué? Esto no tiene ningún sentido…—Laria retrocedió unos pasos, mirando al anciano.

—Tal vez lo tenga, más de lo que hubiéramos podido esperar—Kim suspiró, dirigiendo la mirada de Harry a Travis, y haciéndole un gesto al segundo.

Travis frunció el ceño, confuso por la expresión de su amigo, pero hizo un mohín de entendimiento en cuanto comprendió lo que le quería decir.

—¡Pero es ridículo! Vamos, ¿cuántas probabilidades hay de que eso ocurra? Es absurdo, no puedes creerlo de verdad.

—¿Tienes otra explicación?

—¿Venganza? Los Nott no deben de ser los principales admiradores de Harry, tal vez solo quieren lastimarlo—ambos parecían haber olvidado que no estaban solos en el lugar.

—Ellos han demostrado ser demasiado listos hasta ahora para actuar por simple venganza, Travis, no con todo lo que tienen para perder.

—¡Basta! ¿Pueden ser más claros? No entiendo nada de lo que están diciendo, y a los demás parece ocurrirles lo mismo—Laria se interpuso entre ellos, reclamándoles por su actitud.

—Cuéntenles—la seca orden de Moody fue como un aire frío en el calor de la discusión.
Fue Kim quien, tras dudar un momento, se acercó hasta la chimenea, donde Harry continuaba apoyado, y empezó a compartir con el grupo lo que él y Travis habían descubierto.

Resumió al máximo su viaje y posterior encuentro con la extraña familia en Harz, y se centró en su charla con la anciana Adelma.

—Es una buena mujer, aunque quizá demasiado supersticiosa, pero fue mucho lo que pudo contarnos y nos será de utilidad, ahora más que nunca—miró a Harry de reojo—Confirmó lo que ya sabíamos, y dio luces acerca de lo que más nos extrañaba. ¿Recuerdan que nuestra mayor preocupación era confirmar la teoría de los sacrificios? Bueno, creo que acabamos de hacerlo.

—De acuerdo, continúa—Laria lo apremió con una mueca de exasperación.

—Estábamos en lo correcto, Hermione estaba en lo correcto—hizo una pausa antes de continuar—No son personas elegidas al azar, sino descendientes de los primeros que huyeron cuando los seguidores de Holda quisieron hacer el ritual hace siglos; hemos cotejado los apellidos, y aún cuando muchos de ellos no los comparten ya, pude seguir la línea, y hay una relación de sangre.

—¿Estás seguro?—Ron pareció tan sorprendido como los demás, a excepción de Moody y Travis.

Kim asintió, y dirigió una mirada a Malfoy, que se había adelantado en el sillón.

—Sí, completamente, y el secuestro de la señora Malfoy solo lo confirma.

—Espera, ¿entonces no se llevaron a mi madre para obligarme a participar? ¿Estás diciendo que desde un inicio el bastardo de Nott pensaba incluirla en esta locura?—Draco salió dejó su actitud indolente, y se levantó, en apariencia furioso.

—Exacto, es una descendiente directa de sangre por su parentesco con la familia Black, estamos seguros, lo siento—Travis lo miró con una lástima que el otro no apreció en lo absoluto—Nott solo estuvo haciendo tiempo para mantenerte al margen y distraernos; su intención fue llevarse a tu madre, lo mismo que a Hermione; es un maldito infeliz, pero uno muy listo.

—¡Pero lo necesita! No mintió sobre eso, lo necesita para completar a los doce miembros del ritual, ¿verdad? Sacamos las cuentas, y solo faltaban Rookwood y Malfoy—Ron intervino.

—En teoría, así es, y no es que abunden mortífagos para pedirles que los reemplacen, pero no tengo idea de qué tienen en mente. Quizá han decidido que ese será un pequeño problema que resolver al lado de conseguir a los cuatro que deberán ser… ya saben—Travis miró de Malfoy a Harry, incómodo.

Un silencio opresor siguió a sus palabras, y suspiró, como si un fardo muy pesado hubiera caído de pronto sobre sus hombros. Los demás callaron también, aún Malfoy, que pareció completamente perdido en sus pensamientos.

—¿Cómo es posible que Hermione fuera una de los descendientes y nosotros no lo supiéramos?—Laria rompió el silencio, dirigiéndose a Travis.

—Es sorpresivo, sí, pero nosotros tampoco teníamos ninguna sospecha, ni siquiera al regresar de Harz; es más, teníamos claro que el tercer secuestrado sería un miembro de la familia Black, pero en cuanto al siguiente, tardamos mucho en atar cabos. De no haber ocurrido esto, aún dudaría.

—Como sea, ¿de qué sirve estar pensando tanto ahora? Vamos por Hermione, ¿qué estamos esperando?

—Weasley tiene razón, voy a ir por mi madre, me ayuden o no—Draco miró ceñudo de uno a otro, como desafiándoles a detenerlo.

Kim suspiró, y dio unos pasos hasta ponerse a su altura, y para completa sorpresa del muchacho, colocó una mano sobre su hombro y le dirigió una mirada de comprensión.

—Lo haremos, Draco, iremos por Hermione, tu madre, y las otras personas retenidas, no permitiremos que este ritual se lleve a cabo, pero debemos esperar un poco más.

—¡Más! De ninguna manera, ¿están locos? ¿Tienen idea de lo que pueden estar haciendo los Nott a mi madre ahora mismo? ¿Y Granger? ¿También planean abandonarla? ¡Valientes amigos!—el muchacho retrocedió, dejando caer el brazo del auror, que lo miró sin resentimiento.

—¡Claro que no! Pensé que moriría antes de decir esto, pero estoy de acuerdo con Malfoy, debemos ir ahora, no me importa qué planeen hacer ustedes—Ron se adelantó lo suficiente para encarar a Moody, quien permanecía impasible en un extremo de la habitación.

—Muchachos, ¿y a dónde irán? ¿Tienen acaso una dirección donde ubicar a Nott? Y aún más importante, ¿están preparados para eso?—el viejo le devolvió la mirada sin pestañear—El paradero de esta escoria es desconocido, no tendremos un lugar exacto dónde encontrarlos hasta el día del ritual, entonces les caeremos encima, y nos estarán esperando, sí, pero lucharemos, y pase lo que pase, ganaremos.

El tono fanático y embravecido de su voz no pasó desapercibido para nadie, pero no le encontraron nada de extraño; el viejo auror era conocido por la obsesión que lo impulsaba a acabar con los magos oscuros.

Ron lo ignoró, y se dirigió a Harry tal y como acostumbraban, después de mucho tiempo, como un amigo preocupado por su seguridad, y buscando apoyo.

—Harry, ¿por qué no dices nada? Tienes que hacerle entender a esta gente que debemos ir por Hermione ya, no podemos esperar.

Pero Harry dio la impresión de estar completamente distraído, con la mente puesta en cualquier otro lugar, y pasó al lado de Ron sin verlo.

—¡Potter!—aún Draco pareció sorprendido por su actitud, pero no obtuvo una respuesta.

Lo vieron marchar en silencio, indecisos acerca de qué hacer, especialmente Ron, que no supo si seguirlo o permanecer en su lugar, y cuando estaba decidido a hacer lo primero, sintió cómo lo retenía una mano gentil, pero firme.

—Dale un momento, necesita estar solo, ya volverá—Travis miró a la puerta cerrada.

Ron sacudió la cabeza y dio una mirada alrededor, ¿ahora qué iban a hacer?

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Tan pronto como Hermione abrió los ojos, sintió el frío que traspasaba su piel, y la irregularidad del suelo sobre el que se encontraba recostada.

La habitación era oscura y pestañeó con rapidez para acostumbrar su vista, agudizando el oído, atenta a cualquier sonido. Inspiró profundamente para calmarse y ordenó sus pensamientos.

Nott logró entrar a la casa, y ella fue lo bastante estúpida para no estar preparada; pudo matarla, de haberlo deseado, y ella no hubiera podido hacer absolutamente nada.

Cuando desapareció de la casa, llevándola con él, debió arreglárselas para lanzarle un hechizo y conseguir que perdiera el conocimiento, porque no lograba recordar nada más, ni siquiera el momento en que llegaron a ese lugar.

Su mente estaba en blanco, y empezaba a sentir una punzada en un lado de la cabeza. Al llevar su mano allí, sintió la humedad de la sangre que escurría hasta su mejilla. Hizo un esfuerzo por no entrar en pánico, y aspiró una vez más. Nott debía de haberla lanzado sin ninguna ceremonia; esperaba no haberse lastimado más, porque estaba decidida a escapar, y eso solo lo haría más difícil.

Movió todas las extremidades, y exhaló un suspiro aliviado al comprobar que salvo ese corte en la cabeza, estaba bien.

La imagen de Harry se escurrió en su mente, golpeándola como un rayo.

¿Estaría él a salvo? Sí, tenía que estarlo, claro que sí. Seguro que Nott jamás se hubiera atrevido a atacarlos a todos al mismo tiempo, y seguro qué él ni siquiera sabría aún lo que había pasado. Probablemente estaría con Ron en la casa de Malfoy, vigilando, tenía que ser así.

Se clavó las uñas con fuerza en las palmas de las manos para reprimir las lágrimas; el dolor tendría que centrarla. Harry estaba perfectamente bien, y ella iba a salir de ese lugar.

Se incorporó con sigilo, casi arrastrándose, y procurando hacer el menor ruido posible, con cuidado de ir tanteando las paredes que la rodeaban. No pudo reprimir una maldición entre dientes cuando sus manos dieron contra lo que reconoció de inmediato como barrotes.

¡Rayos! Encerrada en una celda, a oscuras, y sin su varita, ¿cómo podría eso ponerse peor?

Se le erizaron los vellos de la nuca al oír un ligero siseo a su derecha, y escudriñando en la penumbra, con el corazón a mil por hora, buscó de un lado a otro, pero no alcanzó a observar nada, ni siquiera ahora que sus ojos parecían acostumbrados a la media luz.

Pasaron unos minutos, y tanto el siseo como el sonido de un cuerpo arrastrándose se repitieron. Hermione estaba lista para buscar algo con qué defenderse, cuando una voz ronca, pero gentil la sorprendió.

—¿Cómo estás, niña?

La joven frunció el ceño, desconfiada, pero tras dudar un momento, se acercó a los barrotes, acomodó el rostro para mirar con la mayor claridad posible, y buscó el origen de la voz.

Se sobresaltó un poco al distinguir una serie de pequeñas celdas, como la suya, alineadas a ambos lados de la amplia estancia. De una de ellas, la que tenía más cerca, alcanzó a ver cómo sobresalía una mano blanquecina.

—¿Quién eres?—le sorprendió la sequedad de su garganta, la frase brotó como un graznido.

—Mi nombre es Martin, Padre Martin—se corrigió con rapidez la voz.
Hermione ahogó una exclamación de sorpresa, y se pegó aún más a los barrotes para oír mejor.

—Entonces usted es… claro, ¿adónde más iba a traerme?—habló para sí misma, pero volvió de inmediato su atención al sacerdote—Y dígame, ¿la señora Cook está aquí también? ¿Madeline Cook?

—Oh, sí, está en la celda de al lado, pero me temo que no se encuentra muy bien, hemos pasado por unas semanas difíciles, ¿pero cómo es que sabes su nombre?

La joven ignoró la pregunta, y se dejó caer con pesadez sobre el frío suelo; una idea empezaba a abrirse paso en su mente.

—Padre Martin, ¿sabe por qué está aquí? ¿Por qué estoy aquí?—un silencio angustiante siguió a sus preguntas.

El silencio solo consiguió que se pusiera más nerviosa.

—Padre…

—No sé exactamente, no puedo responder con claridad. Fui traído contra mi voluntad, luego Madeline, pobre mujer, perdió a su esposo, aún está muy afectada. Las cosas que he oído y visto en estos meses no las hubiera creído jamás; he descubierto hechos relacionados con mi pasado, que…—su voz se entrecortó—No soy quien pensaba, y esta gente, niña, me confirma la existencia del mal.

Hermione cerró los ojos con fuerza, escuchando sin atreverse a interrumpir, solo esperaba oír la confirmación de lo que sospechaba.

—Nos necesitan para algo, no sé qué exactamente; Madeline cree que se trata de algún tipo de ritual. Este muchacho, Theodore, es al que más vemos, el que nos trajo aquí. Es también el peor de todos, disfruta lastimando y tiene siempre algo repugnante para decir. Cuando te trajo, hace unas horas, parecía muy feliz, dijo que todo había salido bien, que al fin estábamos ya los que necesitaban, que no debíamos esperar más visitas—el anciano dijo lo último con clara amargura.

—¿Eso dijo?—la joven sacudió la cabeza—¿Está seguro? Pero solo estamos tres personas aquí, ¿verdad?

Tal vez estaba equivocada, se había apresurado demasiado en sus suposiciones, no tenía que tratarse de lo que pensó en un primer momento.

—No, bueno, sí, solo nosotros tres, pero he oído cosas—se apresuró a explicar el sacerdote—Poco antes de que te trajeran, hubo un gran alboroto allí arriba, muchos gritos, la mayoría de ellos provenían de una mujer a la que nunca había escuchado. Por lo que alcancé a entender, la han traído también contra su voluntad, pero no comprendo por qué no está con nosotros.

Eso fue todo lo que Hermione necesitó escuchar para sentir cómo se abría un abismo bajo sus pies. Esa mujer debía de ser la cuarta persona que los Nott necesitaban para el ritual; el por qué no se encontraba allí con ellos no debía de ser tan importante.

Sus ansias de escapar continuaban intactas, pero este descubrimiento, el saberse una de las víctimas, lo cambiaba todo. Ahora veía que iba a resultar prácticamente imposible salir de allí por sus propios medios.

—Te necesito, Harry—susurró quedamente, y dejó que las lágrimas fluyeran.

martes, 21 de diciembre de 2010






Disclaimer: Todos los lugares y personajes conocidos pertenecen a J.K. Rowling. Todo lo demás es fruto de mi más que afiebrada imaginación.


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La región alemana de Harz es un lugar tan inhóspito como intimidante. Rodeada por montañas, con escasa vegetación, y un frío que hiela los huesos.

A mediados de febrero, cuando la nieve arreciaba en las horas más imprevistas, no era de extrañar que no se viera un alma en las cercanías.

Este ambiente de quietud casi sobrenatural fue bruscamente roto por el sonido simultáneo de dos chasquidos, seguidos por un estornudo tan sonoro que de haberse encontrado alguien más en las cercanías, con seguridad se habría sobresaltado.

—¡Travis, por favor! ¿Podrías ser un poco más discreto?—Kim veía a su compañero con disgusto.
El rubio se pasó la manga del abrigo por la congestionada nariz, dirigiéndole una mirada asesina a su amigo.

—Lo siento, Kim, pero no pude evitarlo, ¿cómo es posible que este frío no te mueva ni un pelo?


—Estoy acostumbrado, el Invierno en Corea es muy crudo—el auror miraba de un lado a otro, escudriñando la zona.

—Pues yo soy australiano, y preferiría estar en un congelador; apuesto que son más cálidos—refunfuñó.

Kim se cruzó de brazos, sin alterarse.

—¿Has terminado ya de quejarte?

Travis se encogió de hombros, ajustando mejor los guantes y dando una cabezada resignada.

—Supongo que sí.

—Bien, entonces podemos volver al trabajo; vamos—Kim empezó la marcha hacia el sur con paso firme.

Caminaron un buen tramo en silencio, roto cada cierto tiempo por los estornudos de Travis, lo que conseguía tan solo hacer que Kim rodara los ojos sin mirar atrás.

—Supongo que te parecerá una tontería si pregunto por qué nos aparecemos tan lejos, ¿verdad?—el rubio iba unos pasos retrasado.

—Para ser honesto, si, en parte; creí que era obvio.

—¿No queremos llamar la atención?—Travis tanteó no muy seguro.

Kim suspiró, enmascarando apenas una sonrisa divertida.

—Eso resultará imposible, porque deseamos llamar la atención de estas personas; lo que debemos evitar es llegar de improviso, ya que podrían tomarlo como una intrusión.

—Y quieres dejar en claro que venimos en son de paz—el auror rió, al tiempo que le dirigía una mirada apreciativa a su amigo.

—Exacto.


Tras dar un largo rodeo para cruzar un puente colgante, que entusiasmó a Travis, vieron una pequeña aldea a lo lejos. El sol empezaba a ocultarse, por lo que nos les extrañó comprobar que las luces dentro de cada casa estuvieran encendidas, así como que no se viera más que a un par de hombres andando por el centro de la minúscula plaza.

—Por cierto, deja que sea yo quien hable—Kim se acercó con paso tranquilo hasta quedar a un palmo de distancia de los lugareños.

Los aurores no se sobresaltaron cuando tuvieron un par de varitas apuntándoles al pecho, sino que mantuvieron la expresión calmada, aún cuando los extraños empezaron a farfullar algunas palabras que no alcanzaron a comprender.

—Disculpen, pero no somos de por aquí, ¿no conocerán por casualidad a alguien que hable nuestro idioma?—Travis se adelantó tanto como le permitió la varita que no dejaba de apuntarle.
—Dije que yo iba a hablar.

—Pero no decías nada. Quizá discutían cómo matarnos, y tú tan tranquilo—Travis respondió al regaño de Kim en un murmullo.

—¿Quiénes son y qué quieren?—el siseo inesperado interrumpió su discusión.

Uno de los hombres se había adelantado aún más, dejando a su compañero quieto, sin alterar el semblante desconfiado.

—¿Lo ves? Si uno no pregunta, no se entera—Travis vio a Kim con expresión satisfecha—Este amable señor habla nuestro idioma y puede ayudarnos; es más, no me extrañaría que…

El rubio calló cuando la varita se pegó a su cuello, y el gesto del otro se hizo aún más adusto.

—¿Siempre habla tanto?

—En realidad, el frío lo controla bastante—Kim levantó una mano suavemente, como llamando a la calma—No queremos molestar, solo buscamos ayuda.

—¿Qué clase de ayuda?—el hombre no vaciló ni un instante, pasando la mirada de uno a otro.

—Información.

—Vas a tener que ser un poco más claro que eso—ni un cambio, lo que solo consiguió exasperar aún más a Travis, que dio un paso al frente, sin importarle chocar contra la varita.


—Lo siento, pero me estoy congelando aquí, y ustedes hablan como en una mala película de espías.

—¿Una qué?—Kim intentó hacerlo retroceder en vano.

—Sangre pura, de lo que se pierden—el rubio rodó los ojos, dirigiéndose al aldeano—Mira, amigo, no venimos a molestar, ¿de acuerdo? En realidad, queremos ayudarles con un asunto que podría ser de su interés. ¿Por casualidad no les suena de algo el nombre de Holda?

La pregunta tuvo el efecto deseado, porque los extraños retrocedieron, sin ocultar su cara de espanto, y las manos que antes sostenías firmemente las varitas, ahora flaquearon.

El más joven, que al parecer no hablaba su idioma, pero no tuvo problemas para captar la palabra más importante de las que Travis pronunció, empezó a señalar las montañas con la mano libre.

—Brocken—fue todo lo que dijo, con su fuerte acento.

Kim y Travis giraron a ver el lugar indicado; era el pico más alto a lo lejos, que al anochecer se erguía como el guardián silencioso de la región.

—Sí, exacto, es en Brocken donde se dice que Holda volverá—Kim volvió su atención al que sabía podría entenderle—Nosotros queremos impedirlo.

La desconfianza volvió a abrirse paso en sus gestos, si bien iba acompañada de cierta cautela.

—Solo necesitamos un lugar para hablar, y pueden quedarse con nuestras varitas, como gesto de buena voluntad; nos las devolverán en cuanto nos hayan oído—Kim se llevó la mano al bolsillo con mucho cuidado, sacó la varita, y la extendió hacia los hombres.

Travis, frunciendo el ceño, hizo otro tanto.

—Cuídenla, por favor, la tengo desde pequeño. Y ese lugar para hablar, ¿podría ser uno con chimenea?

—¿No quieres un poco de chocolate caliente también? —el brujo tomó las varitas, tras vacilar un segundo.


—Eso estaría genial, gracias.

Kim reprimió las ganas de darle un pisotón a su amigo, en tanto caminaban abriendo la marcha, con los aldeanos apuntándoles a la espalda.

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Harry y Ron salieron algo más temprano de la Academia de Aurores, y aunque no se hablaban con la naturalidad que el primero hubiera deseado, al menos en lo posible podían comunicarse sin empezar a discutir.

En realidad, Harry pensaba que su amigo empezaba a cambiar de actitud; tal vez solo un poco, pero podía verlo. Ya no era tan hosco con él, y mucho menos con Hermione. Hasta se le había escapado alguna sonrisa cómplice cuando, estando en casa de los aurores, oían las discusiones de Travis y Laria, pero variaba rápido de expresión a una tan neutral como le era posible.

Esos pequeños detalles significaban mucho para Harry, pero intentar un acercamiento no hubiera sido lo más inteligente, no tratándose de Ron. Lo mejor era dejar que su amigo diera el primer paso.

Ahora, a las afueras de la Mansión Malfoy, mientras se escondían entre los arbustos más tupidos del boque que rodeaba la propiedad, intercambiaron una mirada de comprensión.


—Esto es aburrido, no entiendo por qué debemos hacerlo—el pelirrojo arrugó la nariz con desagrado.

Harry escondió una sonrisa; las frases que Ron le dirigía eran cada vez más largas, aunque fueran para quejarse.

—Moody quiere que vigilemos la casa de Malfoy, ya lo sabes.

—Claro que lo sé, pero sigo sin entenderlo; después de todo, ya hay dos aurores haciendo lo mismo—le recordó, buscando un lugar para sentarse, pero al no hallar ninguno, se dejó caer sin ceremonias sobre la hierba.

—Supongo que solo quiere ser precavido, y estoy de acuerdo. Recuerda que se lo prometimos a Malfoy, y tenemos que cumplir.

Ron dio un gruñido, que expresaba perfectamente lo que pensaba de hacer tratos con Malfoy, pero guardó silencio.

Harry hubiera querido iniciar una charla de lo que fuera, desde los últimos resultados del torneo de Quidditch hasta la cantidad de deberes que empezaban a encargarles en la Academia, pero no supo por dónde empezar. No creía que actuar como si nada hubiera ocurrido fuera muy astuto.


Al cabo de una hora, cuando empezaban a dolerle las piernas por estar de pie durante tanto tiempo, se dejó caer al lado de Ron, sin despegar la vista de la casa.

—Un par de horas más y podremos irnos; Laria estará aquí a eso de las ocho—Harry habló porque el silencio se hacía cada vez más pesado.

Ron cabeceó en señal de conformidad, dejando pasar varios minutos antes de contestar.

—¿Qué hará Hermione? ¿Va a encargarse de Rookwood?

Harry se tensó un momento, algo incómodo; hacía mucho que su amigo no le preguntaba por Hermione de un modo tan directo.

—No, Moody lo vigilará, ya sabes lo celoso que es con eso; prefiere que sólo él o Laria se encarguen de ese asunto. Hermione volverá a casa en cuanto terminen las clases.

—Ya—fue todo lo que respondió el pelirrojo.

Harry pensó rápidamente en algún tema de conversación para no regresar una vez más a ese ostracismo tan penoso.

—Es raro eso, ¿no?—dijo lo primero que se le ocurrió.

—¿El qué?—Ron lo miró sin comprender a qué se refería.

—Moody. Ya sabes, parece que no confiara más que en Laria para vigilar a Rookwood.

—¡Ah, eso! Bueno, parece que son muy unidos, ¿no? Quizá se conocen hace tiempo—el pelirrojo se encogió de hombros.

Harry cabeceó, no muy seguro. No era la primera vez que esa idea rondaba su cabeza, y aunque ya lo había discutido con Hermione, ella insistía en que esas reservas eran producto de su temperamento desconfiado. Sin embargo, no por nada, Ron había sido siempre tan mal pensado como él.

—¿Pero no crees que hay algo extraño allí?—el muchacho se inclinó hacia su amigo, muy interesado en su opinión.

Ron pareció pensar un poco más en el asunto, dejando sus malos modos de lado. Puestos a pensar en ello, sí que era curioso, y ya que estaban en eso…

—¿Sabes? Ahora que lo mencionas, acabo de recordar algo que escuché hace algunos meses—el pelirrojo se acercó un poco también, bajando la voz—Verás, lo que ocurrió fue que llegué un poco temprano al Cuartel, y oí discutir a Moody y Laria.

—¿Discutiendo? —Harry se interesó al instante.

—Sí, ya sabes, como si estuvieran de acuerdo en algo. Ella decía que todo estaba resultando más complicado de lo que habían pensado, y Moody intentaba convencerla de continuar en la misión o algo así.

—¿Laria quería renunciar?—al muchacho le pareció increíble esa información, porque la bruja era de carácter difícil, pero nada cobarde.


Ron negó, muy seguro.

—No, no creo que se tratara de eso—indicó—Era algo así como que sus planes no podían continuar, que debían cambiarlos. Eso fue poco después de que nos enteramos por Malfoy acerca de Holda y el ritual.

Harry cabeceó con los ojos entrecerrados, intentando pensar con claridad.

—¿A qué plan se referían?

—No lo sé, supongo que hablaban de detener a Nott, ¿verdad? Solo que lo de Holda fue tan sorpresivo para ellos como para nosotros, al menos eso creo. De lo que estoy seguro es que a Moody no le hizo ninguna gracia cuando me descubrió—recordó el muchacho.

—Travis y Kim no han tenido ninguna de esas charlas con Moody; podría apostarlo, y hasta donde sé, ellos tienen el mismo rango que Laria—mencionó Harry, aún concentrado.


—Sí, bueno, pero Travis es…Travis, ¿no? Y Kim tampoco es de los que hablan mucho, no me lo imagino quejándose por una misión peligrosa.

—Tampoco Laria, ella es muy decidida, tiene tantas agallas como ellos; debe de haber algo más—pensar que solo había iniciado esa conversación para distraer a Ron.


El pelirrojo se llevó una mano al mentón, con el ceño fruncido.

—¿Crees que nos están ocultando algo? Ya sabes, a los demás, a nosotros—habló al fin.

—Eso es exactamente lo que pienso, la pregunta es por qué, ¿qué es lo que no quieren decirnos?

Esta vez el silencio que se instaló entre ellos no fue para nada incómodo, pero sí bastante ominoso.

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En la aldea, Travis y Kim fueron conducidos a una pequeña casa, modesta y sencilla en su construcción, pero muy cálida, con una chimenea que irradiaba un fuerte calor, para alegría del australiano; así como también algunos muebles despostillados, pero cómodos, en lo que debieron sentarse por indicación de sus armados anfitriones.

—Bonito lugar, ¿lo decoraron juntos?—a Travis no le gustaba el silencio.

—Nuestra madre lo hizo—el que hablaba su idioma lo veía muy ceñudo.

—Ah, ya decía que eran familia; tienen la misma nariz.

—Travis…—Kim estaba perdiendo la paciencia, y eso que tenía mucha—Por favor, no podemos perder más tiempo, ¿cree que podríamos empezar a hablar ya?

El hombre asintió y le dijo un par de palabras en su propia lengua a su hermano, que tras dudar y dirigirles una mirada amenazante, dejó la habitación.

No tuvieron que esperar su regreso por mucho tiempo; tan solo tardó unos cinco minutos en hacerse presente una vez más, pero no volvió solo. Llevaba del brazo a una diminuta mujer que andaba encorvada y arrastrando los pies, mientras mascullaba algo que sonaban a maldiciones, si bien los visitantes no podrían asegurarlo.

Por instinto, los aurores se pusieron de pie en cuanto la mujer se acercó, e intercambiaron una mirada inquieta cuando se sintieron objeto de su escrutinio; parecía que la viejecita podría esculcar en sus mentes sin problemas. En realidad, Kim estaba seguro de que eso era exactamente lo que hacía, pero controló el impulso de cerrar su mente usando la Oclumencia; le pareció mucho más sensato permitir que ella sacara sus propias conclusiones.


—Devuélveles sus varitas—ordenó en perfecto inglés, antes de acomodarse en el sillón principal.

Parecía que los brujos estaban acostumbrados a obedecer sin rechistar, ya que hicieron de inmediato lo que les ordenó.

—Es muy amable de su parte, señora—Kim agradeció con una inclinación de cabeza.

—No es más que sentido común; ustedes no son nuestros enemigos—replicó con voz cavernosa.

Los aurores recibieron sus varitas y las guardaron de inmediato, mirando de un lado a otro, esperando que alguien dijera algo, pero al cabo de un momento en silencio, Travis se aclaró la garganta.

—Gracias, señora, supongo que sus…

—Nietos—el mayor completó la frase.

—Sí, claro, sus nietos; lógico, la misma nariz, ya lo decía. Bueno, seguro que no han podido informarle de por qué estamos aquí, pero…

—Ella ya lo sabe, Travis, ¿cierto?—Kim no le quitaba la vista de encima—Y va a ayudarnos.

La bruja le devolvió la mirada con un rictus burlón en los labios.

—Eres inteligente, para ser tan joven, e ingenuo, considerando tu origen.

Kim se retrajo, como si lo hubiera ofendido, gesto que no pasó inadvertido para Travis.

—Disculpe, señora, no quiero ser grosero, pero nosotros no acostumbramos meternos con el origen de nadie, ¿de acuerdo? —el rubio salió en defensa de su amigo.

La mujer ignoró a Travis.

—No me tomes a mal, muchacho, no es fácil darle la espalda a quien eres; admiro tu valor. Pero asumir que voy a ayudarles es un poco presumido de tu parte, ¿no crees?

—No, no creo ser ingenuo o presumido, y tampoco estar equivocado; usted no es la única que puede ver la verdadera naturaleza de la gente—el auror levantó un poco la cabeza, demostrando cierta soberbia poco común en él.

Tanto Travis como los otros dos, seguían el duelo de palabras en silencio. El rubio estaba impresionado por esa faceta que no había visto antes en Kim, mientras que los otros parecían totalmente replegados a la voluntad de su abuela.

—Está bien, muchacho, tómalo como un comprensible error proveniente de una anciana que ya no piensa como antes—la vieja sonrió, sin rastros de cinismo.

El ambiente pareció calmarse con este último comentario, al menos lo suficiente para que todos se relajaran.

—Parece que no hemos tenido un buen comienzo, pero estos son tiempos difíciles, como bien saben. Es más, ese es el motivo de su visita, ¿verdad?—la bruja sacó una varita de los pliegues de la túnica con mano temblorosa, y avivó el fuego de la chimenea.

—Gracias por eso, son muy valientes al vivir en una zona tan alejada y con este clima—Travis se acomodó en el sillón con expresión satisfecha, invitando a Kim a hacer lo mismo.


—Este es nuestro hogar—el nieto mayor dejó su pétreo silencio para hablar con tono agrio.

—No lo dije por molestar, se ve bien, tienen mucha naturaleza alrededor, y eso, pero el frío es terrible; además, no me extrañaría que empiece a nevar aún más en cualquier momento, y…

—Muchacho, por favor, déjalo ya—la anciana soltó un resoplido impaciente—¿No te ha dicho tu madres que no sabes cuándo cerrar la boca?

Travis pareció ligeramente avergonzado, y dirigió la vista al piso.

—Lo ha mencionado alguna vez, sí—reconoció de mala gana.


La bruja asintió, riendo entre dientes, y se dirigió a Kim.

—Quieren traerla de vuelta, y esta vez saben lo que hacen—afirmó rotunda.


—Sí, pero nosotros vamos a detenerlos—replicó el mago.

—Suenas muy seguro.

—Lo estaré aún más si usted nos ayuda. Porque va a hacerlo, ¿verdad? Por eso sus nietos nos trajeron aquí—indicó, dando una cabezada hacia el par que se mantenía en silencio.

La bruja suspiró, negando suavemente.

—Me gustaría ser de utilidad, muchacho, pero lo único que poseo son mis recuerdos, y no sé de qué podrían servir.

—Bueno, con intentar no se pierde nada, ¿no? Solo díganos lo que sabe—Travis se adelantó en su asiento, más serio y concentrado.

—Por favor—Kim lo apoyó.

Los otros dos brujos hicieron el amago de acercarse a la anciana, como si quisieran protegerla de sus preguntas, pero ella los tranquilizó con un gesto.

—No podemos permitir que vuelvan de este viaje sin ninguna novedad, supongo—empezó a hablar, apoyando la cabeza en el respaldar del sillón—Mi nombre es Adelma, y tengo ya muchos años, como habrán notado. Nací en esta villa, y aquí me criaron mis padres; mi familia pertenece a una antigua estirpe de magos sangre limpia, como tú—señaló a Kim.


El auror mantuvo el rostro impasible, ignorando la mirada curiosa de su compañero.


—No es necesario hablarles de la historia de Holda, ustedes ya la conocen, lo he visto; y déjenme felicitarlos, han hecho un extraordinario trabajo de investigación—sonrió a medias.

—Ya decía yo que si alguien te mira así es porque anda esculcando en tu mente—rezongó el rubio.

—Guarda silencio, Travis, eso no importa ahora—Kim arrugó el ceño, viendo a la bruja—Por favor, continúe.

—Como decía, es muy poco lo que puedo contarles que no sepan ya. Conocen el origen de Holda, su vida en la tierra, lo valiosa que era para sus seguidores, y el cómo desapareció un día sin explicación; aún hoy es un misterio el motivo—la bruja se encogió de hombros, como si eso no tuviera mayor importancia—Han oído la historia de los innumerables fracasos para traerla de vuelta, y saben también que según la leyenda, existe un modo para tener éxito…

—Bueno, de eso no estamos seguros, es solo una sospecha—Travis la interrumpió—Según nos dijeron, los brujos que quieren invocarla creen que si le ofrecen en sacrificio a los descendientes de los que sabotearon el primer ritual, entonces ella volverá.

—Sí, eso es correcto; pero no creo que sea un requisito indispensable para lograrlo—la vieja masculló las palabras con cierta amargura—Verán, según la leyenda, que en mi familia ha pasado de generación en generación, si Holda no ha regresado, es porque simplemente no lo desea. Se dice que cuando desapareció, lo hizo en gran medida porque no deseaba estar más entre nosotros; su influencia decaía, y la seguían cada vez menos personas, pese a lo poderosa que era. Después de todo, era magnífica, pero hasta los más grandes deben saber cuándo dejar el poder.

—¿Entonces no cree que vaya a volver?—Travis pareció confundido.

La bruja negó apesadumbrada.

—No he dicho eso, muchacho, lo que ocurre tal vez es que aún no la han tentado lo suficiente; esta deidad tiene un gran ego, y si sabes usarlo a tu favor…

—Es lo que ellos hacen—terció Kim—Le están dando una prueba máxima de devoción. Este no es un ritual improvisado, quieren demostrarle que son verdaderos seguidores, y no se van a detener ante nada para convencerla de volver.

—Exacto, y si seguimos la lógica, ¿qué mejor ofrenda para persuadirla que los descendientes de esos seguidores que arruinaron el primer ritual? Ella no podría ignorar algo así.
Un profundo silencio siguió a las palabras de la bruja.

—Entonces es verdad, el viejo Malfoy tenía razón—Travis casi saltó del asiento—Eso significa que la bruja y el sacerdote que secuestraron tienen que ser descendientes de esa gente, ¿cierto? Los Nott deben de haber investigado muy bien el asunto.

—Adelma, ¿recuerda usted los apellidos de esas personas? Eso podría servirnos para confirmar esta teoría—Kim se movió inquieto.

La bruja inspiró profundamente, y blandiendo la varita, hizo que uno de los viejos estantes en la habitación se moviera hasta dejar a la vista una pequeña abertura en la pared.

—Allí hay un libro, Karl, dámelo—ordenó al mayor de sus nietos.

En cuanto tuvo el viejo y pesado volumen entre las manos, lo abrió con cuidado, pasando una página tras otra.

—Es una suerte que mis antepasados fueran tan previsores; no podría recordar esos nombres después de tantos años sin ayuda—mencionó sin alzar la vista, hasta que pareció hallar la página correcta—Sí, aquí está, los miembros del primer ritual para traer de vuelta a Holda. Veamos…

Kim y Travis se adelantaron, ansiosos, e intercambiaron una mirada de desconcierto según iban oyendo las palabras de la bruja.

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Harry reprimió un bostezo con dificultad, ocupado en vigilar el área que circundaba la Mansión Malfoy.

Ron había dejado el puesto para caminar un poco, o como dijo, se quedaría dormido en cualquier momento; faltaba poco para que Laria llegara a reemplazarlos.


Iba pensando en su última charla con su amigo, acerca de esa extraña complicidad entre Moody y la auror, cuando vio un extraño movimiento en las cercanías de la puerta trasera, que era en realidad un portón muy grande, por el que, según Hermione, se llegaba a las cocinas de la casa.

Sacó la varita y dio una mirada alrededor, con el corazón acelerado. ¿Dónde se habría metido Ron?

Dio un par de pasos hacia adelante, manteniendo la mano firme, pero un destello en su dirección hizo que se lanzara al suelo, cubriendo su cabeza.

Levantó la mirada, con la varita dispuesta para el ataque, pero otra ráfaga de luz se dirigió hacia las sombras desde donde pareció producirse el primer hechizo.

Unos pasos apurados llegaron a su altura, y giró bruscamente, pero exhaló un suspiro aliviado al encontrarse con el rostro preocupado de Ron.

—¿Qué pasó? ¿Con quién peleabas? —el pelirrojo lo ayudó a incorporarse sin descuidar la defensa.

—No lo hacía; no aún, al menos—Harry avanzó, con su amigo pegado a un lado—Mantente alerta.
—No tienes que decirlo; dudo que le haya dado, casi no puedo ver.

El comentario de Ron les hizo reparar de inmediato en su descuido al no usar la luz de sus varitas; error que corrigieron de inmediato.

Se internaron en la espesura, y no habían andado más que un corto tramo, cuando una voz cavernosa recitó un hechizo en su dirección.

—¡Bombarda!

Harry se las arregló para hacer a Ron a un lado, y sin pensarlo, levantó la varita.

—¡Expelliarmus!

Los malos hábitos son difíciles de romper, idea que pasó por la mente de Harry a la velocidad de la luz, mientras se recriminaba por no usar un hechizo menos defensivo.


Pero tuvo suerte, o tal vez con el entrenamiento y la edad sus poderes se habían incrementado, porque el haz de luz dio directamente en el blanco; el fuerte quejido que oyó lo confirmaba.

No esperó a que Ron le diera el alcance, sino que corrió en esa dirección, y encontró a un hombre tumbado contra una cerca, semiinconsciente y con sangre escurriendo de sus labios; su cabeza estaba ladeada.

Se apresuró a tomar la varita caída, tras dar una mirada para asegurarse de que no hubiera más enemigos alrededor, en tanto Ron llegaba a su lado.

—¿Y ese quién es?—el pelirrojo se acercó sin dejar de apuntar.

—Lo he visto antes, creo—Harry se agachó para girar su cabeza y alumbrarlo con la luz que emitía su varita.

Los chicos ahogaron una exclamación de sorpresa, mirándose consternados.

—Este es el auror del Ministerio, el encargado de vigilar la casa, ¿por qué? ¡Nos atacó!—balbuceó Ron.

—Imperio—Harry giró la vista hacia la Mansión de la que se habían alejado—No otra vez.

Antes de que Ron terminara de procesar los hechos, su amigo corría en dirección a la casa.


—¡Ay, no! ¡Malfoy!—se unió a su carrera tan pronto como comprendió.

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Kreacher caminaba con su languidez habitual, recorriendo los salones de la Casa Black, mientras canturreaba entre dientes una tonada fúnebre, aunque él parecía encontrarla muy alegre, por el modo en que movía las orejas al ritmo de la canción.

Tenía en mente preparar la cena para el amo y la señorita, y por eso se movía con cuidado, ya que si Hermione, que se encontraba en el piso de arriba, lo escuchaba, probablemente quisiera convencerlo de ayudarle.

No que no lo apreciara, pero últimamente no podía cumplir con su deberes de elfo tal y como le gustaba, así que pensó podría ser una agradable sorpresa prepararles la cena.


En la parte trasera de la casa, la que llevaba a las cocinas, oyó un ruido extraño, como si un animal arañara la pesada puerta.


Kreacher se asomó a ver, listo para espantar a lo que se encontrara, y luego volver a sus labores, pero en cuanto abrió el portón, un rayo verde impactó en su pecho, y no supo más.

En su habitación, Hermione leía muy concentrada uno de los varios libros que tomó de la biblioteca, en tanto veía con frecuencia la hora que marcaba el reloj.

Harry debería estar ya de vuelta, su guardia solo debía durar un par de horas.

Intentó no preocuparse, después de todo, tal vez fue al Cuartel de los aurores a presentar un informe; sí, seguro debió ser eso.

Le preció oír un ruido sordo en la cocina, y supuso que se trataba de Kreacher, que iba a preparar la cena. Reprimió un suspiro exasperado, y cerró el libro para bajar a ayudarle. Le había dicho mil veces que no era un sirviente, y no tenía que encargarse solo de esas cosas.

—¿Kreacher? Tenemos un trato, ¿recuerdas?—una vez en el piso de abajo, se dirigió a la cocina—Nos dividimos las labores, es lo más justo.

No obtuvo respuesta, y el lugar estaba vacío, por lo que sacudió la cabeza. Algo estaba mal.

Giró para ir de vuelta a su dormitorio a buscar la varita que dejó olvidada sobre la cama, pero un escalofrío recorrió su espina al ver una sombra que le cerraba el paso, y le apuntaba directamente al pecho.

—Justicia; bonita palabra, muy apropiada—Theodore se recargó sobre el dintel de la puerta sin dejar de sonreír—Vamos a hablar un poco de eso, sangre sucia.

Hermione retrocedió un paso, buscando una salida, pero el chico adivinó sus intenciones, porque dio un rodeo hasta ponerse a un palmo de distancia, agachando la cabeza par hablar sobre su oído, y sin despegar la varita de su corazón.

—Tienes razón, vayamos a un lugar más cómodo.

Antes de atinar a gritar, sintió su mano agarrando con firmeza su antebrazo, y la conocida sensación de desaparecer la invadió.

miércoles, 13 de octubre de 2010

DESTINO: CAPITULO 23




Disclaimer: Todos los lugares y personajes conocidos pertenecen a J.K. Rowling; lo demás es fruto de mi delirante imaginación. A acomodarse, que este capítulo ha salido un poco largo.

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La celebración de Año Nuevo transcurrió con sencillez para Harry y Hermione, una vez más en casa de sus nuevos amigos.

Kingsley apareció para cenar con el grupo, aprovechando también la reunión para informarse de todo lo ocurrido en los últimos días, y los avances con el mortífago.

Desde luego, le defraudó saber que, en general, era poco lo que podían contarle, pero coincidió con Kim en que el tenerlo prisionero no dejaba de ser un punto a su favor.

Se ocupó, también, de entregarle a cada auror un paquete enviado por su respectivo Ministerio. Su cooperación, si bien secreta, contaba con el aval de cada uno de sus jefes de Departamento, y obviamente, era necesario mantenerlos al tanto de lo que ocurría en Inglaterra, de lo que se encargaba Kingsley. Así mismo, ellos parecían considerar necesario que fueran sus propios subalternos quienes también les informaran al respecto, y así se lo indicaban en las misivas que encontraron. Ninguno le dio mayor importancia, eran trámites comunes en su trabajo.

Dentro de los paquetes, a su vez, adjuntaban algunas cartas enviadas por sus familiares, ya que ellos no podían ponerse en contacto directo con ellos, al no saber en donde se encontraban exactamente. Travis tuvo mucho cuidado de no mencionar que él había desobedecido la regla más de una vez al mantener una comunicación constante con su madre. Tan solo recibió la carta con mucha emoción, como si realmente hubieran pasado meses sin saber de ella; por supuesto que sus amigos no lo delataron, aunque Laria le hizo una mueca burlona desde el otro lado de la mesa.

La griega dejó de mofarse de su compañero al ver que sus abuelos le habían escrito, y dejó aflorar una sonrisa poco común en ella, pero se negó a hacer mayores comentarios, y se guardó el pergamino para leerlo luego en privado.

Todos notaron que Kim no recibió más que la carta de sus superiores, pero guardaron prudente silencio, especialmente porque él no pareció afectado en lo absoluto; al parecer, era lo que esperaba.

Harry y Hermione se quedaron casi hasta el amanecer del primer día del año, conversando en el salón, y dándole vueltas a todas las teorías que venían manejando, lo mismo que Kingsley; sin embargo, pronto el sueño los venció, por lo que debieron despedirse para regresar a casa y descansar.

Poco después de que los chicos se fueran, Kim se ofreció a acompañar a Kingsley hasta su residencia, a lo que el Ministro aceptó en gran medida para tratar algunos temas con él referentes a la situación con sus superiores. Mientras Travis se encargaba de ordenar el salón, lo que hizo con tan poca eficiencia como era de esperar, considerando que no dejaba de bostezar, Laria subió a darle una mirada a Rookwood, bajando casi de inmediato, luego de asegurar que todo estaba en orden. El rubio asintió somnoliento, y tras desearle tanto a la bruja como a Moody las buenas noches, a pesar de estar ya amaneciendo, subió a su habitación.

La griega dio un par de vueltas por la habitación, mirando al mago que daba de golpes con el bastón sobre el suelo.

—Él sabe—dijo, tras detenerse junto a la chimenea—el mortífago.

Moody no se sobresaltó, sólo detuvo por un segundo sus rítmicos golpecitos, para reanudar el movimiento sin elevar ni una ceja.

—¿Qué sabe?

—Está convencido de que los traiciono, y que por eso no usé el Veritaserum en su interrogatorio; cree que soy alguna especie de espía, o algo así—Laria hizo una mueca de asco al hablar.

El viejo asintió, aparentemente complacido.

—Eso está bien.

Laria se cruzó de brazos, mirándolo furiosa.

—¿Eso está bien? —Repitió incrédula—¿Cómo puede eso estar bien? Moody, yo no soy una traidora, lo sabes mejor que nadie.

—Cierto, y eso es suficiente. ¿Qué te importa lo que piense un sucio mortífago? Nos conviene que crea eso de ti porque así mantendrá la boca cerrada, y todo irá como está planeado.

—¿Y los otros? ¿Qué pasa con ellos?—la aprehensión en sus palabras no pasó inadvertida al mago.

—No eres la clase de persona que preocupa por lo que piensen los demás, es por eso que confié en ti en primer lugar, ¿recuerdas? Eres fría, y sabes lo que realmente importa. El resto, olvídalo—la taladró con la mirada, dejando el bastón.

La bruja miró sus pies para evitar ser escudriñada de ese modo, demasiado confundida para discutir.

—En su momento les explicaré—fue lo único que replicó.

Moody se encogió de hombros, al parecer indiferente a su preocupación.

—Como quieras, eso ya es asunto tuyo; sólo recuerda que deberás esperar al final. Siempre y cuando sobrevivamos a todo esto, claro—mencionó muy tranquilo.

—Tú lo has dicho, Moody, si sobrevivimos—Laria dio unos pasos en dirección a la puerta del salón, que habían dejado cerrada para evitar ser oídos—Voy a la cama.

El brujo la vio abandonar la habitación, sacudiendo la cabeza, con un asomo de lástima en su único ojo.

—Descansa bien, muchacha, ahora que puedes; pronto no habrá tiempo para dormir—susurró a la nada, dando un buen trago a su petaca.

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Ron se las arregló para dejar todo el equipaje de Ginny y Luna en un compartimiento vacío del Expreso de Hogwarts; tal y como le pidió su hermana. Era una suerte que pudiera hacer magia sin las restricciones de la minoría de edad, porque de otro modo ahora estaría completamente adolorido.

Se acercó a una ventana para ver a sus padres en el andén, con Ginny. Su madre se agachaba para decirle algo, mientras su hermana se pasaba una mano con discreción por los ojos. ¡Oh, no! Que no empezara a llorar otra vez. Tal vez fuera un poco egoísta de su parte, pero empezaba a desesperarlo esa actitud; esperaba que con las distracciones de Hogwarts intentara superar su pena.

—No te preocupes, seguro que en cuanto lleguemos al castillo se sentirá mejor; tenemos los EXTASIS este año, y además es capitana del equipo de Quidditch. Los plimpies podrían ayudarla también, espero que mi padre consiga enviarme algunos—la voz de Luna lo sobresaltó.

—¿Qué?

—Los plimpies son criaturas mágicas que en esta temporada liberan una especie de polen, muy bueno para hacer sentir mejor a quienes se sienten tristes o deprimidos—la Ravenclaw se explicó con claridad, sin quitar sus ojos saltones del rostro aturdido de Ron.

—No me refería a…no importa, ojalá que hayan muchos de esos plimpos, o lo que sea; le harán falta—señaló con un gesto a su hermana, que subía los escalones del tren.

—Eso creo, porque nadie puede sufrir para siempre, Ronald; ya se le pasará. Ginny es una chica muy linda y buena, estará bien.

—Si tú lo dices—suspiró el muchacho, no muy seguro—El silbato sonará en cualquier momento, será mejor que baje. Que tengas un buen curso.

—Gracias, lo mismo para ti—Luna pareció muy agradecida por los buenos deseos, sonriendo aún más ampliamente.

Ron sacudió la cabeza, un poco exasperado. No creía buena idea recordarle que en la Escuela de Aurores no llevaban los periodos del mismo modo que en Hogwarts.

Cuando estaba ya en la escalinata, listo para bajar al andén, le sorprendió ver a Luna correr en su dirección y que se parara de puntillas para susurrarle algo al oído.

—Saluda a Harry y Hermione de mi parte, diles que estoy muy feliz por ellos, y que espero que les haya gustado mi obsequio de Navidad—le pidió.

—Luna, en este momento ellos y yo no tenemos esa clase de charlas, ya lo sabes.

—Pero las tendrán—la rubia se encogió de hombros con tranquilidad, y dando saltitos, regresó a su lugar, sin darle tiempo a contestar, justo para encontrarse con Ginny, que llegaba en dirección contraria.

Ron suspiró, y les hizo un gesto de despedida con la mano, bajando apenas para reunirse con sus padres en el andén, en tanto se anunciaba la partida del expreso con un sonoro pitido.

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Pasó casi un mes sin que obtuvieran noticias importantes en el Cuartel de los aurores, salvo alguna que otra referente a la incursión de Nott en suelo inglés; pero por orden de Moody, debieron conformarse con seguirlo, porque les advirtió que no toleraría otro enfrentamiento como el que tuviera con Travis, sin importar las circunstancias. Ya que el viejo conocía muy bien el temperamento impulsivo del rubio, procuró que fuera Kim quien se ocupara de esos seguimientos.

Las clases, por otro lado, se habían reiniciado tanto para Harry y Ron en la Academia de Aurores, como para Hermione en la de Leyes Mágicas.

El pelirrojo parecía encontrarse aún más incómodo, si cabía, en presencia de su amigo, lo que según Hermione era un signo claro de lo confundido que se sentía, o al menos eso fue lo que ella le dijo a Harry cuando le habló al respecto. Y ciertamente lo creía, pero no deseaba darle falsas esperanzas a Harry diciendo abiertamente que la ausencia de ira en Ron era un buen síntoma. Por mucho que lo apreciara, sabía de sobra que presionarlo nunca daba buenos resultados.

Ahora mismo, ella se encontraba en una situación más que complicada, intentando convencer a Moody de que hablara con Kingsley para que le permitiera a Draco Malfoy visitar a su padre en la prisión. Aún estaba sorprendida de que el muchacho se le acercara los primeros días de clases en la biblioteca para pedir su ayuda, o, mejor dicho, exigir que hiciera algo si deseaba obtener algún tipo de información, porque él ya estaba harto de solicitar al Ministerio un permiso especial, siendo rechazado una y otra vez.

En el Cuartel, con Harry a su lado, y Ron apoyado en la chimenea, mirando al techo, como parecía sentirse más a gusto, la joven hacía lo posible por conseguir que Moody entrara en razón. Laria veía de un lado a otro desde el sillón que ocupaba, en apariencia muy cansada, por las profundas ojeras que adornaban su semblante, en tanto Travis se entretenía dándole vueltas a la varita entre los dedos. Kim llevaba ya varios días fuera, cumpliendo con sus labores.

—Moody, por favor, no perdemos nada con intentarlo—empezaba a dolerle la cabeza por repetir los mismos argumentos.

—Granger, niña, no puedes ser tan ingenua—Moody la observaba como si creyera que había perdido el juicio—No vamos a ayudar a ese muchacho para que vea a su padre, que es mil veces peor que él.

Hermione suspiró con fuerza, y le dirigió a Harry una mirada abatida.

—Moody, escucha, cuando Hermione me habló de esto, reaccioné igual que tú, me pareció una locura—el joven ignoró la expresión ofendida de su novia, y continuó—Pero no podemos negar que los argumentos de Malfoy son válidos. Si alguien puede saber lo que el viejo Nott planea, ese es Lucius Malfoy; después de todo, perteneció al grupo de seguidores más cercanos a Voldemort, y pudo enterarse de algo relacionado con Holda.

—Pero, Harry, tú mismo acabas de decirlo—Travis dejó el juego con la varita—Malfoy era cercano a Voldemort, no al abuelo de Nott; y ya tenemos todos claro que el traer de vuelta a Holda no era un tema que se tratara en las reuniones de mortífagos.

—Cierto, pero recuerda que había también una extraña relación entre Voldemort y Nott; no es imposible que le permitiera hablar del asunto, al menos en teoría—Hermione insistió—Y según Draco, su padre fue uno de los pocos seguidores cercanos a Voldemort que llegó a tratar al viejo Nott antes de que desapareciera.

—Además, Narcisa Malfoy le dijo a Hermione y Kim que ella y su esposo eran muy aficionados a la historia de Holda, ¿verdad? ¿Porqué no podría saber algo más él?—Harry la apoyó de inmediato—Y seamos honestos. En este momento, cualquier cosa serviría, porque no estamos avanzando en lo absoluto, y confiarnos en que Nott dejará de hacer el ritual sólo porque tenemos a Rookwood encerrado es ridículo.

Moody miró al muchacho con disgusto, pero cabeceó de mala gana.

—No lo sé, esto no le hará ninguna gracia a Kingsley—chasqueó la lengua.

—Vamos, Moody, ¿qué va a hacer el chico? Hablamos de Azkabán, no Disney World—Travis rodó los ojos—Si Harry y Hermione están tan seguros de esto, yo no voy a poner trabas, sólo espero que sirva de algo.

El viejo ignoró la mirada anhelante de los más jóvenes, y señaló con un gesto seco a Laria.

—¿Qué piensas?

La bruja se pasó una mano por el cabello, con la vista al frente, y sin variar su expresión perdida.

—Opino lo mismo que Travis—no dijo más, sólo se cruzó de brazos.

—¿En serio?—el rubio la miró con estupor, pero ella lo ignoró.

—¿Weasley?—fue el turno de Ron para ser taladrado por la mirada fría del auror.

—¡Caramba, Moody! Qué democrático estás hoy, ¿no prefieres que esperemos a Kim para que puedas preguntarle también?—Travis fracasó aparatosamente en su intento de permanecer serio.

Ron bajó la vista para devolver la mirada al viejo.

—A Malfoy no le confiaría ni un knut; es un asqueroso traidor, y cobarde. Apuesto que sólo quiere ganar tiempo con ese invento de que su padre sabe algo; lo único que le interesa es que continúen cuidándolos a él y a su madre de Nott—el pelirrojo hizo oídos sordos a la exclamación de Hermione—Pero tampoco creo que vaya a conseguir hacer alguna de las suyas en Azkabán, así que si quieren perder su tiempo, yo no me voy a oponer.

Tan pronto como el joven terminó de hablar, volvió la vista al techo, golpeando el suelo con la punta del zapato.

—Bueno, como no estoy seguro de si Weasley nos está llamando idiotas o nos apoya, creo que podemos asumir que estamos todos de acuerdo—Travis se encogió de hombros.

—De acuerdo, hablaré con Kingsley—Moody no pareció del todo convencido—Pero el chico Malfoy no irá solo.

—Ya había pensado en eso, yo iré con él—tan pronto como Harry habló, cinco pares de ojos se fijaron en él, con similar intensidad.

—¡De ninguna manera!—Hermione casi saltó del asiento, adelantándose a los demás.

—¿Estás loco?—Ron dejó su actitud indiferente y caminó hacia su amigo con el rostro alterado.

—¿Qué? ¿Qué está mal?

Laria y Moody sacudieron la cabeza, pero fue Travis quien se apresuró a contestar con su estilo habitual.

—No lo sé, Harry, déjame pensar, ¿qué puede estar mal? Oh, sí, tal vez el hecho de que hacerte entrar a Azkabán sería como refregar un jugoso filete en las narices de un león hambriento. Sí, esa me parece una explicación razonable.

Harry rodó los ojos, acusando el golpe, pero sin perder su escasa paciencia.

—Los prisioneros no tienen varitas, Travis, ni energías siquiera para intentar algo. Además, sólo iré acompañando a Malfoy para hablar con su padre; nadie tiene que saberlo, puedo llevar una capucha, o…

—Harry, por favor, no creo que sea una buena idea; deja que sea yo quien vaya—Hermione volvió a hablar, intentando sonar convincente—Malfoy ya está acostumbrado a tratar conmigo, y no llamaré la atención, no tienes que exponerte de ese modo.

—¡Dios, ustedes son increíbles! Eso de sacrificarse el uno por el otro es muy bonito, pero poco práctico. Yo acompañaré al chico Malfoy, siempre he querido saber cómo es Azkabán por dentro—Travis intervino nuevamente.

Antes de que Harry pudiera insistir, la voz de Moody se hizo oír.

—Estaría de acuerdo si no fuera porque un auror extranjero, que no debería estar en Inglaterra, no podrá entrar a una prisión de máxima seguridad.

El rubio arrugó la nariz, sin atinar a refutar eso.

—Pues voy yo—Ron habló después de unos minutos en silencio—Nunca he visitado Azkabán, pero mi padre trabaja en el Ministerio, así que no debería ser muy extraño que me vean por allí.

Harry y Hermione giraron a verlo, mucho más sorprendidos que los demás.

—Ron…—la joven lo miró entre preocupada y agradecida.

El muchacho desvió la vista, aún más incómodo, y evitando por todos los medios encontrarse con la mirada de sus amigos.

—Moody, habla con Kingsley, y cuando tengan una fecha, díganle a Malfoy que lo acompañaré. Y no voy a discutir el asunto con nadie.

Quedó claro que con nadie se refería a Harry y Hermione, por lo que ambos intercambiaron una mirada, comprendiendo de inmediato las intenciones de Ron. Tal vez, después de todo, ya no estuviera tan molesto con ellos.

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Hermione veía con una media sonrisa a Harry, mientras él permanecía recostado sobre la alfombra del salón. Se inclinó con cuidado para no dejar caer la bandeja con té y pastelillos que llevaba; haciendo al muchacho a un lado con un gesto para así acomodarse junto a él.

—Estás pensando en Ron—afirmó, más que preguntó, en tanto le acercaba una taza.

Harry se incorporó lo suficiente para apoyar la espalda en el sillón, alargando una mano.

—Si no supiera que la legilimencia no es tu fuerte, estaría preocupado—rió.

—Sólo te conozco bien.

—Entonces sí que debería estar preocupado—el muchacho acusó el golpe cariñoso con otra risa.

La joven apoyó la cabeza en su hombro, tras dejar su taza sobre una mesita lateral.

—¿Crees que ya no está tan molesto con nosotros? De otro modo no se habría ofrecido a acompañar a Malfoy—Hermione ahogó un suspiro.

—Eso espero, pero no estoy seguro. Es decir, sé que aún está molesto, sino no sería Ron, no es de los que olvidan las cosas con facilidad, pero también creo que al menos intenta ser más justo con nosotros, eso es algo.

Hermione hizo una mueca, divertida por su indecisión, y sacudió la cabeza, depositando un beso sobre su mejilla.

—Todo estará bien, Harry, ¿no es eso lo que me dices siempre?—le recordó.

—¿Lo hago?

—Todo el tiempo. Yo te creo, claro, pasamos por muchas cosas, pero de algún modo u otro resulta que tenías razón.—hizo el resumen sin variar su expresión.

—Vaya, eso quiere decir que en realidad soy bastante acertado.

—Harry…

—Estoy bromeando, todos sabemos que eres tú quien siempre tiene razón—dejó también lo que llevaba en las manos para pasar un brazo por sus hombros.

Hermione no discutió eso, pero se acurrucó más contra él. El silencio se instaló entre ellos por unos minutos, sólo se oían sus respiraciones acompasadas y el crujir de los leños en la chimenea.

—De verdad te amo—la voz de Harry sonó extrañamente ronca.

—¿Porqué lo dices como si acabaras de descubrirlo?

—No es eso, es sólo que…no lo sé. Pensaba en lo que ocurre con Ron, y todo este asunto de La Noche de Walpurgis, pero tan pronto como te veo, siento que nada de eso importa, y sé que está mal y es egoísta, pero no puedo evitarlo; tú estás conmigo, y eso es suficiente, esa es mi definición de estar bien—Harry se encogió de hombros como si no supiera qué más decir, luciendo ligeramente avergonzado.

Hermione se arrodilló sobre la alfombra, elevando ambas manos para sostener el rostro de Harry ante ella, acercándose tanto que sus alientos se mezclaron.

—Eso es lo más hermoso que he oído en mi vida.

—¿Estás segura? Has leído mucho—el muchacho intentó bromear.

—No arruines este momento—le advirtió ella.

—¿Cómo podría? Es perfecto—Harry se las ingenió para pasar las manos por la cintura de la chica, y deslizarla sobre la alfombra, acomodándose con cuidado sobre ella.

—Todo estará bien, Harry, lo prometo. Estaremos juntos, las cosas con Ron se arreglarán, y acabaremos con los Nott—la joven acarició su cabello, sin dejar de sonreír.

Harry la miró fijamente, con el entrecejo fruncido, como si una idea hubiera pasado por su mente.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo—Hermione pasó la mano del cabello al puente de su nariz para alisar la pequeña arruga que se había formado—Seremos felices, Harry, estoy segura.

Él no respondió, tan solo se inclinó para besarla con ardor, enredando las manos entre sus ropas, y acercándola tanto que casi no podían respirar, pero a ninguno pareció importarle, olvidándose de todo con facilidad, inmersos completamente en ese momento que compartían.

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—No puedo creer que me hagan pasar por esto; es humillante, no necesito un guardián, y menos si se trata de ti—Draco lanzó un bufido indignado.

Ron se mordió la lengua para no contestarle como hubiera deseado; se contentó con cerrar fuertemente los puños al lado del cuerpo.

La entrada a Azkabán había sido más sencilla de lo que había supuesto. Con el permiso que Malfoy consiguiera de Kingsley no le hicieron mayores preguntas, pero más de uno de los aurores que custodiaban la entrada lo vieron de pies a cabeza, extrañados de que un Weasley llegara a la prisión con un permiso similar, y con semejante compañía.

El pelirrojo no tuvo problemas para inventar alguna excusa referente a que su padre le había pedido que vigilara al muchacho, además de que tenía mucha curiosidad por conocer el lugar. Sí, claro, como si alguien en su sano juicio quisiera pasar la tarde de un sábado visitando a un grupo de criminales y admirando la decoración del lugar más lúgubre del mundo mágico. Sólo esperaba que a nadie se le ocurriera comentarlo con su padre, porque no tenía idea de que le podría decir sin poner en evidencia a Kingsley.

Tuvo que contener un escalofrío de aprehensión al cruzar la entrada resguardada por los dementores, y pudo notar que Malfoy no lo estaba pasando mejor. Aunque las criaturas ya no tenían la libertad de que gozaron en otros tiempos, el Ministerio se vio en la necesidad de ceder para que al menos les permitieran mantener aseguradas las entradas y salidas de la prisión. Muchos ciudadanos les temían, pero estaban de acuerdo en que no podían prescindir del todo de ellas. Lo máximo que Kingsley consiguió en su administración, fue prohibir su entrada a los corredores en los que se encontraban las celdas, para evitar que torturaran a los prisioneros todo el tiempo con su presencia.

Malfoy se frotó las manos sudorosas con discreción, haciendo lo posible por no bajar la mirada, o variar su expresión indiferente; no iba a hacer el ridículo justamente frente al pobretón de Weasley, primero muerto.

El auror que los acompañó hasta el corredor más custodiado, en el que se encontraban los presos de máxima seguridad, no hizo más que mirarlo con desconfianza, en tanto aconsejaba a Ron que no le quitara la vista de encima ni un segundo.

Pronto llegaron frente a una puerta de acero que el auror tocó suavemente con su varita, recitando un hechizo que ninguno de los muchachos alcanzó a comprender. De inmediato, la maciza superficie sufrió un extraño cambio, ya que parte de ella desapareció, dejando unos sólidos barrotes en su lugar, que les permitió observar al hombre sentado sobre un catre, dándoles la espalda.

—Nuevas medidas de seguridad; si alguno toca los barrotes, sentirá como si le lanzaran diez crucios muy potentes—obviamente, miró a Draco cuando dijo eso, variando su expresión por una más amable al dirigirse a Ron—La nota del Ministro dice que debo dejarlos a solas. Recuerda que si necesitas algo, sólo debes hacer un gesto, estaré justo en la entrada del corredor.

Ron asintió, con una sonrisa temblorosa, en tanto el auror se retiraba, no sin antes gritar de mala manera.

—¡Malfoy, tienes visita!

Draco retrocedió un par de pasos al ver que su padre giraba hacia la entrada de la celda.

En más de una ocasión, Ron había dicho que ver a Lucius Malfoy pudriéndose en una celda de Azkabán sería una visión más que agradable, pero del simple deseo a la realidad, había una gran diferencia.

Ese hombre aún más delgado de lo que podía recordar, con los huesos sobresaliendo del cuerpo, envuelto en una túnica harapienta, que hacía lo posible por mantener la expresión desdeñosa, y se echaba el cabello hacia atrás con movimientos que parecían costarle gran trabajo, no se parecía en nada a la imagen del brujo arrogante que recordaba. Y Malfoy debió pensar exactamente lo mismo, porque hubiera jurado que hizo amago de dar media vuelta y regresar por donde habían llegado, pero se mantuvo en su lugar.

Lucius se aclaró la garganta, en tanto miraba de uno a otro, con una expresión calculadora en los ojos, que eran lo único que parecía conservar tal y como recordaban; grises y fríos.

—¿Qué es esto, Draco? La primera vez que vienes a visitarme, ¿y traes a esta clase de compañía?—el desprecio era más que evidente en su voz.

Draco avanzó apenas los dos pasos que retrocediera, evitando fijar la mirada en el rostro de su padre.

—No he venido a visitarte, necesito hacer algunas preguntas, y creo que eres el único que podría contestarlas. En cuanto a Weasley, sólo ignóralo, has como si no estuviera aquí.

El mayor se rió entre dientes, al parecer satisfecho por la conducta de su hijo. Ron, en tanto, empezó a sentir como su naciente compasión desaparecía.

—Empieza a hablar, Malfoy, no tenemos todo el día, y recuerda que estaré oyendo cada palabra—el pelirrojo se cruzó de brazos, apoyándose con cuidado en la fría pared frente a la celda.

Draco le dirigió una mirada furiosa, pero no replicó, tan solo se adelantó unos pasos hasta quedar muy cerca de los barrotes, cuidándose de tocarlos. Por primera vez desde que llegó, fijó los ojos en los de su padre, con una mezcla de lástima y rencor que no pasaron inadvertidos para el mayor.

—Necesito que escuches atentamente lo que voy a contarte, padre, y piensa bien antes de responder, porque de lo que sepas, depende no sólo mi vida, sino también la de mi madre—el ligero temblor en la voz de Draco fue casi imperceptible.

Lucius lo taladró con la mirada, mostrando una curiosidad que apenas si pudo disimular.

—Adelante, Draco, soy todo oídos.

Su hijo inspiró profundamente, empezando a hablar. No había acordado con Ron o los otros qué sería lo que iba a decirle a su padre, pero tuvo mucho cuidado de tratar todo el tema a grandes rasgos, haciendo hincapié en su necesidad de conocer todo lo relacionado con Holda, ya que la solución del misterio sería un alivio tanto para él como para Narcisa.

Obvió con maestría todo lo relacionado a las visitas de Hermione y Kim a su casa, sus sospechas de que Harry Potter parecía estar trabajando con un grupo de extranjeros para detener a Nott, así como también cualquier dato que pudiera resultar demasiado revelador. El porqué cuidó tanto sus palabras, en vez de detallar la situación punto por punto, como era de esperar, sorprendió a Ron, pero no dijo nada, a lo mucho elevó las cejas, desconcertado.

Cuando Draco calló, sin quitar ni por un segundo la mirada de su padre, un silencio ensordecedor pareció envolverlos.

Lucius entrecerró los ojos, ladeando la cabeza para observar mejor a su hijo, en tanto Ron se inclinaba un poco hacia delante, atento a lo que fuera a decir.

—Interesante.

Draco bufó, al parecer disgustado por la expresión de su padre.

—¿Interesante? —Repitió—¿Eso es todo lo que vas a decir?

—Por supuesto que no, Draco, tengo mucho más que decir, pero debo reconocer que todo lo que me has contado resulta más que…interesante, ¿no lo crees? Viejo loco, jamás creí que fuera a hacerlo—la última frase pareció causarle mucha gracia, porque sonrió, mirando el techo, como si recordara algo.

—Entonces conoces al viejo Nott, y sabes qué trama—su hijo dio unos pasos sin poder ocultar su curiosidad.

—Claro que lo sé, y también tú, acabas de decirlo. Quiere traer a la Gran Holda de vuelta.

—Sí, pero lo que necesito que me digas es lo que no sé—Draco arrastró las palabras, armándose de paciencia.

Su padre se puso de pie con esfuerzo, alisándose las raídas ropas, quedando a milímetros de los barrotes.

—¿Por qué estás aquí, Draco? No me digas que quieres evitar la vuelta de Holda, piensa en todo lo que podrás obtener si apoyas a los Nott en esto; no tienes por qué temer—el brujo bajó mucho la voz, para evitar ser oído por Ron.

Draco suspiró, sacudiendo la cabeza para despejar sus ideas, al parecer muy disgustado.

—¿No has oído nada de lo que dije? Nott está loco, tanto o más que su abuelo, y quieren arrastrarme a esto, pero yo no quiero hacerlo, y no voy a permitir que lastimen a mi madre para obligarme—contestó, en voz alta—Hemos pasado por demasiado gracias a ti, merecemos que nos ayudes a salir de esta.

Lucius no varió su expresión calculadora, mirando de su hijo a Ron, que no perdía palabra de lo que hablaban.

—Sé que no te interesa la vida de los que vaya Nott a matar, y que al parecer estarías feliz si traen de vuelta a Holda, pero también sé que te importa el linaje de los Malfoy, y créeme cuando te digo que no me pondré de parte de los Nott, así que matarán a madre, y luego irán por mí. Tú vas a podrirte en esta celda, y ya no quedará nada de tu sangre allí fuera—Draco cambió de táctica, golpeando donde sabía que a su padre le dolería más.

El mayor arrugó la nariz, sondeando con sus grises ojos en los de su hijo, buscando qué tanto habría de verdad en su amenaza.

—¿Morirías para ayudar a esta gente?—el desprecio en su voz era más que obvio.

—No, claro que no lo haría—Draco se encogió de hombros—Pero no quiero ser el títere de nadie, y menos de esos dos locos, ya he tenido bastante de eso, ¿recuerdas? No es mucho lo que te pido, padre, sólo dinos lo que sabes de Holda, y cómo planea traerla de vuelta esta gente, eso es todo.

Lucius suspiró, dibujando una mueca amarga en su rostro, y caminando de vuelta al interior de la celda, hasta ocupar el viejo catre.

Draco y Ron esperaron a que hablara, disimulando su impaciencia.

—No traté tanto como me hubiera gustado a Theodore Nott, el mayor. Era…bueno, es un hombre brillante; ya te habrás enterado de la farsa de su muerte, claro. Es fuerte, pero viejo, nunca mostró los mismos ímpetus del Señor Oscuro, parecía que todo lo que pasaba por su mente se quedaba allí, sólo se contentaba con apoyar la causa. Cuando le pidió permiso a nuestro Lord para retirarse a vivir solo, dejando a su hijo en su lugar, él se lo concedió sin dudar; él ya había dado mucho, y creo que secretamente deseaba alejarlo de nosotros; como dije, tal vez no fuera un hombre de acción, pero tenía mucho para decir.

—¿Y?—Draco lo apremió a continuar—¿Qué era eso que decía? ¿Les hablaba de Holda?

—Los de más edad, y con más educación, conocíamos de sobra el mito; nos hablaban de ella desde la cuna, a modo de historias. Nunca lo hicimos contigo porque el Señor Oscuro podría tomárselo a mal; lo mismo pasó con muchos de mi generación y sus hijos, por respeto a nuestro Lord.

—Sí, claro, lo último que hubiera deseado es tener competencia—Ron no pudo reprimir el comentario sarcástico, ganándose un par de miradas ceñudas.

—Por favor, ignóralo, no dirá más—Draco lo vio con una clara advertencia.

Lucius resopló fastidiado, pero asintió.

—Nott decía con frecuencia, cuando se sentía en confianza, y jamás en presencia del Señor Oscuro, que los problemas del mundo mágico se solucionarían con el regreso de Holda. Pensaba que podría ser un apoyo para nosotros, y que se levantaría para reinar, dejando a los muggles en el lugar que les correspondía. Tal vez sepas que ella no odiaba a los muggles, ni sentía un especial desprecio por ellos, algo que jamás comprendí, si he de ser honesto. Al parecer, ella prefería tenerlos a su servicio, que la adoraran; pero demarcando siempre la diferencia que había entre ellos y nosotros.

—Eso no debió gustarle a la mayoría—Draco elevó las cejas.

—Por supuesto que no, era ridículo, pero eran solo cuentos, historias que oyes de un hombre viejo por el respeto que te inspira, pero a las que no le das mayor importancia. Y cuando se fue, lo olvidamos, había muchas otras cosas por las cuales preocuparse.

—Pero debió decir algo especial, ¿nunca te dio la idea de que sabía cómo traerla de vuelta? He leído que a través de los siglos muchos lo han intentado, pero nadie lo consiguió—su hijo pareció interesado, a su pesar, en el relato.

—Claro que sí, nunca faltan tontos que se creen mejores de lo que son en realidad. Pero Nott era distinto, un estudioso, un verdadero adorador; creo que el Lord Oscuro pensaba que estaba un poco loco, y por eso lo ignoraba. Pero a veces había tanta lucidez en él, era perturbador el modo en que hablaba, lo seguro que parecía. Más de una vez nos comentó que sabía perfectamente cómo hacerla regresar; que llegado el momento actuaría. Lo escuchamos, sí, pero no le dimos mayor importancia. Hasta ahora.

—Sé cuándo se hará el ritual, y en dónde, pero lo que no entiendo es lo referente a las ofrendas; como te dije, ha raptado ya a un squib y a una mestiza, ¿tiene alguna relación con el status de sangre todo esto?—Draco miró por el rabillo del ojo al auror que continuaba en la entrada del pasillo, vigilando.

—Sí, y no—reconoció el brujo, frunciendo el ceño—Los sacrificados deben ser cuatro, es verdad, y el status de sangre es importante, pero no como podrías creerlo, no es un acto de discriminación, o un afán de diferenciar. ¿Nott te habló de los traidores?

—Dijo "la sangre de los traidores seré derramada". ¿A qué se refería con eso?

—Cuando Holda desapareció, hace siglos, de inmediato sus seguidores fueron al lugar de reunión en Harz, para invocarla. Creían que su señora los había dejado porque ya no se sentía amada y respetada; no tengo idea de si estaban o no en lo cierto. Se dice que como una ofrenda de su adoración, escogieron a cuatro personas para sacrificarlas durante el ritual; un squib, un mestizo, un hijo de muggles y una sangre limpia. Dudo que a Holda le hubiera importado en absoluto el status de sangre, tal vez le diera lo mismo si escogían a cualquiera. Pero las cosas salieron mal—Lucius pareció reflexionar en sus palabras, mirando al frente con seriedad.

—¿Qué pasó?—preguntó su hijo, y Ron hubiera querido hacerlo también, pero se contuvo a tiempo.

—Que los sacrificados no estaban nada contentos de participar, nadie les preguntó su opinión—rió con burla—A último momento, cuando el espíritu de Holda estaba siendo invocado, e iba a producirse la ofrenda de sangre, se volvieron en su contra. No sé cómo lograron escapar de sus seguidores, tal vez los que podían hacer magia aprovecharon que no les quitaron sus varitas; como fuera, arruinaron la oportunidad, y se escondieron para evitar ser castigados. Los muggles que vivían en la zona se enteraron de lo que pretendían hacer los brujos, y cerraron la entrada al lugar, vigilando con el apoyo de algunos magos que tampoco deseaban a Holda en la tierra. Pasó el tiempo, los primeros seguidores murieron, y la historia fue perdiéndose hasta que sólo quedaron retazos.

—Pero Nott sabe de todo esto, por eso busca también a personas con distinto status de sangre—Draco habló, tras pensar a toda velocidad—¿Padre?

—Ya te lo dije, Draco, es un hombre brillante, tal vez en la rama de su familia la historia permaneció intacta, como en la mía, no es imposible. Según esta leyenda, Holda se sintió tan ofendida cuando los que debían ser sacrificados en su nombre le dieron la espalda, que no volverá a la tierra hasta verse resarcida; es por eso que los otros que intentaron traerla de vuelta fallaron, no sabían de esto.

—Entonces Nott irá por un sangre limpia y un hijo de muggles—Ron habló con preocupación, ignorando las miradas de los Malfoy—¿Y sabe si es importante su identidad? ¿Puede ser cualquiera?

Lucius lo miró con desagrado, pero asintió de mala gana.

—Supongo que puede ser cualquiera, sí, o podrían ir tras sus descendientes; no conozco los nombres, pero es posible que en la zona de Harz aún se recuerde de quienes se trataba. Si es así, y encuentran alguna conexión entre ellos y los que ya han sido secuestrados, eso significa que van tras la misma sangre, la sangre de los traidores. De no ser así, entonces son escogidos al azar, respetando, sí, las diferencias en el status de sangre, tal como se hizo en el primer intento para traer a Holda de vuelta.

Draco asintió tras un momento en silencio, dándose cuenta de que su padre continuaba mirándolo fijamente.

—Piensa bien lo que harás, Draco, nuestra familia ya ha pasado demasiada vergüenza, esta podría ser la última oportunidad de enmendarnos—el tono suave y sedoso consiguió que Ron frunciera el ceño y mirara de uno a otro con desconfianza.

El rubio miró a su padre, sacudió la cabeza, y una mezcla de pena y asco deformó sus facciones.

—Le diré a madre que estás bien—dijo apenas, para luego girar hacia donde estaba el auror—¡Oye, tú! Ya terminamos aquí. Weasley, ¿vas a quedarte?

Ron vio caminar a Draco por el corredor sin darle una segunda mirada a la celda de su padre, y tras dudar, mientras el auror se acercaba para sellar la puerta, lo siguió.

—Gracias por la ayuda, saldremos solos, le daré sus saludos a mi padre—le dijo al auror al pasar a su lado con rapidez—¡Malfoy, espera!

No tuvo problemas para encontrar al muchacho en un recodo del camino a la salida, con la espalda apoyada contra una pared, y la mirada perdida.

Dudó un momento, pero se acercó hasta quedar a un par de pasos, haciendo un esfuerzo por no ser muy brusco con él.

—¿Estás bien?—jamás pensó que le preocuparía el bienestar de Malfoy.

Lo único que obtuvo por su buen gesto fue una mirada de fastidio.

—Perfectamente—Draco se enderezó, recobrando de inmediato su actitud altiva—Date prisa, ¿quieres? Supongo que debes ir corriendo con Granger y los otros a dar un reporte de la visita a mi padre; más les vale que con toda la información que obtienen gracias a mí, hagan algo útil.

El pelirrojo rodó los ojos, mordiéndose la lengua para evitar una réplica apropiada. Malfoy estaba tan odioso como siempre, y tenía razón en algo; debía volver cuanto antes al Cuartel, algo le decía que al fin estaban tras la pista correcta.

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